1. RESUMEN N° 5
LA ROSQUILLA INVERTIDA
Cuando el golpe incesante de la puerta, acabó con el silencio de la sala, que
se inundó con su voz y su aliento que empañaba el vidrio, lo presentí…
¡Señorita María, soy yo Felipe, señorita María, soy yo Felipe ábreme la puerta!.
Sentí que mi corazón saltaba de alegría como aquella visita de la Virgen María
a su prima Isabel. Entró corriendo, como siempre lo hacía, sus piernas se
entrecruzaban con dificultad y sus brazos parecía alargase como cintelas de
bailarinas, atrapándome con esa fuerza incontrolable, pero llena de ternura,
que luego selló con un beso, un beso que dejó en mi mejilla gotas de saliva y
sudor, a través de un caminito de plata, entretejido de amor. Fue en ese
momento que pasaron por mi mente un sin fin de recuerdos, que no hubiesen
sido posible si solo hubiese hecho mi trabajo sin ponerle esfuerzo, creatividad e
iniciativa, pero sobretodo corazón y si solo hubiese sido una gana pan, una
cómoda profesora que se queda en el núcleo de su rosquilla, haciendo solo lo
que debía hacer. Me estremezco de sólo pensar en cómo mis ojos no hubiesen
podido apreciar la imagen de este hermoso joven, que ya cursa el Cuarto
Medio, convertido en un hombre, quizás aún con algunos rasgo de su severa
disfasia, pero que compensa con su amoroso comportamiento. Detuvo mis
recuerdos cuando gritó frente a los niños, que atónitos lo miraban… Yo , yo, yo
soy Felipe y yy quiero mucho mucho a la señorita María, abrazándome, ella me
enseñó a leer y yy a aa escribir, así que no no se porte mal con e eella.
Escúchenla porque hay que se respetuosos ¿ciercierto niños?... Sentí su
inmensa protección, esa mismo que con gran amor yo le había entregado
desde Primer Año, cuando me golpeaba, me hacía miles de preguntas
repetitiva, cuando le daban esas obsesiones, que irritaban, sus rabietas,
cuando era discriminado y golpeado por los demás tanto física como
psicológicamente. Ahora entiendo que los frutos de las buenas acciones no se
ven en un instante. Cuando comenzó el proceso de integración de Felipe
nuestra rosquilla en el colegio, tenía un espacio inmenso, ningún colegio quiso
recibirlo y nosotros dudamos mucho en hacerlo, no queríamos realizar
modificaciones a nuestro comportamiento ni a nuestras actividades, pero hoy le
doy gracias a Dios que nuestra iniciativa fue mayor, aunque ese espacio
estaba formado por inseguridades entremezcladas con desafíos, pero que
2. permitieron iniciar un largo caminar de integración junto a nosotros. Para mí,
las expectativas en momentos eran muy débiles a tal punto que hubiese
preferido no asumir ese espacio y quedarme tranquilo y encerrada en mi
núcleo de mi grupo diferencial. Pero hoy entiendo que eso me hubiese negado
de disfrutar y deleitarme de estos gratos momentos. Cada año era una
peregrinación, colegas que no quería trabajar con él por su comportamiento y
otro asustados y disgustados aceptaban por imposición. El gran desafío de
expandir este espacio fue cuando ingresó al segundo ciclo, los colegas no
tenían ningún deseo de acogerlo, comenzamos a trabajar con ellos, para que le
conocieran y aprendieran a encantarse con su presencia, que ya era educada y
tierna. Su doloroso caminar traía consigo burlas, que era para él y para mí
momentos de mucha impotencia, porque ya era mí hijo, un hijo que se había
encarnado en mi ser,”mi rey” como le llamaba y le llamo, al cual defendía
como leona cuando era atacado, no importando quien fuera, porque su dolor
era también mío.
Pasaron los años y su crecimiento fue cada vez más perfeccionado como un
diamante en bruto, que se fue tallando con todos y con su esfuerzo personal,
como una flor que nace de un capullo muy débil y desdeñado, pero que luego
despliega su hermosura. Desde que ingresó a su último curso, sentimos
nuevamente muchos inseguridades, comenzamos a salir de nuestra rosquilla
para dirigirnos a diferentes entidades, que no comprendieron o no quisieron
asumir que las diferencias entre los seres humanos son valiosas y nos hacen
crecer como humanidad, sin que quizás, hayan reglamentos escritos que nos
los recuerden, pero siempre hay corazones dispuestos, hubo un Liceo que lo
acogió, brindándole su apoyo. Quizás Felipe no sea nunca un ingeniero ni un
abogado, pero es la mejor persona que he conocido, sincera, transparente,
caballero y con valores tan puros que cualquier persona que se acerque a él no
puede quedar impávido frente a su maravillosa personalidad, no es fácil
convencerlo que hay algo que no puede hacer, él se atreve, porque aprendió a
vivir, a ser incluido en una sociedad demandante y que no permite que seamos
una simple rosquilla, sino una rosquilla invertida, capaces de no darnos por
vencido y de ocupar todas nuestras capacidades e iniciativas para crear un
mundo más humano y fraterno.
“Gracias Señor, por esa gente que vive y que siente en su vida el AMOR”