1. La gestión de basuras,
la gran asignatura pendiente del Himalaya
29 de abril de 2012 a la(s) 9:12
La falta de voluntad de alpinistas y autoridades dificulta el tratamiento de los
desperdicios, especialmente a grandes alturas.
En ocasiones, algunas expediciones incumplen las normas básicas y dejan sus desperdicios allá por donde pasan. En la
imagen, restos de basura abandonados por una expedición de la India la pasada semana en el campo base del Annapurna.
Campo base del Annapurna, 29 de abril de 2012.- Los que han pisado el punto más
alto que existe sobre la Tierra, la cumbre del Everest, la describen como un lugar maravilloso,
con las mejores vistas posibles sobre el planeta... y con restos de basura. Deshechos de
comida, banderas y, especialmente, botellas de oxígeno vacías jalonan un lugar que se supone
debería ser idílico en su paisaje y en su limpieza. La imagen se repite en mayor o menor
medida en las cumbres de las montañas más altas del mundo, pese que ningún alpinista que
haya estado en ellas admite haber dejado nada antes de retirarse.
La situación, no obstante, no es en absoluto alarmante. Salvo esos lugares en
concreto, el Himalaya sigue siendo una zona limpia. Y la mayoría de las expediciones,
excursionistas y habitantes de las montañas se preocupan por mantenerlo en ese estado.
Incluso en los últimos años, el Gobierno de Nepal ha tomado una serie de medidas para obligar
2. a quienes disfrutan de los paisajes a no estropearlos a su paso. Entre ellas, el dejar un dinero
en depósito, que sólo se devuelve cuando se regresa con la basura acumulada durante las
expediciones.
"La gente se piensa que el Himalaya es un basurero, pero no es así. Está todo
bastante limpio. Hay que tener en cuenta que a las grandes cumbres se sube sólo unos días al
año, así que tampoco se puede ensuciar mucho. En los campos de altura sí que se pueden
encontrar tiendas abandonadas y ese tipo de materiales", explica el palentino Tente Lagunilla,
compañero de Carlos Soria en la Expedición BBVA Annapurna 2012. "Hay expediciones que
no se comportan, pero la mayoría de las veces funciona todo bien. Sólo faltaría un poco más
de seguimiento por parte de la Administración para mejorar los errores".
Excrementos humanos en bidones
El problema, como siempre, es el cumplimiento de la ley. Corruptelas en unos casos, y
picaresca para saltarse la norma en otros, impiden que toda la basura generada salga de las
montañas. Transportar todos los desperdicios mediante porteadores o en helicóptero tiene un
coste que algunas expediciones prefieren saltarse, en cuyo caso se viaja sólo con parte de los
deshechos, para cumplir delante de la autoridad. El resto, o bien se entierran pese a no ser
biodegradables, o se dejan simplemente tirados a la vista de todos. Es la peor cara del
himalayismo del siglo XXI.
En contra de lo que pudiera pensarse, cuanto más transitado es un sitio, más
escrupuloso es el sistema para su limpieza. El campo base del Everest, sin duda el más
visitado del mundo, es un paraíso cuando no es época de expediciones, sin un sólo papel que
recuerde que en primavera y otoño es un hervidero de gente. Incluso la normativa obliga a los
expedicionarios a hacer sus necesidades en bidones, que son sacados a cuestas del glaciar y
depositados fuera del hielo, puesto que de otro modo nunca llegarían a descomponerse.
En general, la mayoría de las expediciones toman medidas drásticas respecto al
reciclaje y gestión de sus deshechos. Los restos orgánicos se entierran fuera de los glaciares, y
papeles y cartones se queman antes de ser trasladados. Latas, cristales, baterías y materiales
no biodegradables, se transportan a Katmandú para su gestión adecuada. Una forma de actuar
a la que obligan tanto la ley como la moral, pero que en algunas ocasiones, hoy en día, siguen
sin ser observadas por todos.