Tres jóvenes hebreos, Sadrac, Mesac y Abed-Nego, se negaron a adorar la estatua de oro que el rey Nabucodonosor había erigido. Como castigo, fueron arrojados a un horno de fuego ardiente atados. Sin embargo, un ángel los protegió y salieron ilesos del horno para asombro del rey. Nabucodonosor alabó al Dios de los tres jóvenes y prohibió hablar mal de él.