Durante una reunión de líderes mundiales, el primer ministro canadiense criticó fuertemente las políticas de la primera ministra británica Margaret Thatcher. Aunque ofendida, Thatcher escuchó en silencio y luego se retiró sin responder. Más tarde, le explicó a Reagan que sabía que el primer ministro estaba actuando como un niño y no merecía una respuesta. El incidente ilustra la seguridad y convicción de Thatcher en sus propias creencias y liderazgo.