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103
ANDRÉS TORRES QUEIRUGA
LA IMAGEN DE DIOS
EN LA NUEVA SITUACIÓN CULTURAL
En este artículo presenta el autor las condiciones que en nuestra
condición cultural hacen creíble cualquier lenguaje sobre Dios. Se tra-
ta de un buen resumen de las posturas queTorres Queiruga ha venido
defendiendo en los actuales foros teológicos. Resumen que tiene la
ventaja de ser hecho por él mismo y, además, la de no olvidar las
derivaciones pastorales de su pensamiento
A imaxe de Deus na nova situación cultural, Encrucillada 27 (2003)
221-243
“¿Cómo puede usted repetir
‘Dios’ una y otra vez? ¿Cómo pue-
de esperar que sus lectores to-
marán la palabra en el sentido que
usted quiere que sea tomada? Lo
que usted quiere decir con el
nombre de Dios es algo por enci-
ma de todo alcance y compren-
sión humanas, pero hablar de él
le hizo a usted descender al pla-
no de la conceptualización huma-
na. ¡Qué otra palabra del habla
humana ha sufrido tantos abusos,
ha sido tan corrompida, tan pro-
fanada! ¡Cuánta sangre inocente
derramada por ella a despecho de
todo su esplendor! ¡Cuánta injus-
ticia cubierta con ella borrando
sus trazos santos! Cuando oigo
llamar‘Dios’ a lo más elevado,me
parece casi una blasfemia”.
Con estas palabras que res-
ponden a una conversación real
en 1932, explicaba de algún modo
el filósofo judío Martin Buber “el
eclipse de Dios” en nuestro tiem-
po. Proceso que no hizo más que
afirmarse en los últimos años. De
ahí la importancia, la urgencia de
revisar nuestros conceptos,nues-
tro lenguaje para aludir a ese Mis-
terio siempre presente en sí mis-
mo, pero siempre cambiante en
el discurrir de la historia humana,
irremediablemente expuesto a
eclipses, deformaciones, manipu-
laciones,perversiones… Las ideas
que expongo,para muchos lecto-
res ya de sobras conocidas, quie-
ren ser una síntesis mínimamen-
te purificadora e iluminadora que
ayude a repensar y a reformular
viejos tópicos, y, sobre todo, a
aprovechar un poco más la luz y
el calor que nos llegan incansables
desde el abismo de amor de esta
presencia.
EL PROBLEMA DE DIOSY SUS AMBIGÜEDADES
Buber, después de reconocer
que,efectivamente,esa palabra“es
la más sobrecargada de todas las
palabras humanas” y que “ningu-
na ha sido tan envilecida, tan mu-
tilada”, manifiesta: “Precisamente
por esa razón no puedo abando-
narla”.Y concluye su impresionan-
104 Andrés Torres Queiruga
te alegación:“No podemos limpiar
la palabra Dios y no podemos
devolverle su integridad; sin em-
bargo,profanada y mutilada como
está, podemos levantarla del pol-
vo y sacarla de una hora de gran
desánimo”
La tarea no es fácil y la ambi-
güedad se adhiere a esa palabra
como una lapa,suscitando inquie-
tud y discusión, adhesión y rece-
lo;promoviendo las iniciativas más
generosas y siendo utilizada para
los crímenes más abyectos. Des-
de la entrada de la modernidad,
las pruebas con que se intenta fun-
dar intelectualmente la existencia
de Aquel a quien remiten fueron
cuestionadas y los conceptos con
los que se busca expresar la pro-
fundidad de su misterio resultan
muchas veces obsoletos. Con el
proceso secularizador se llegó a
hablar desde el interior de la teo-
logía y de las iglesias de la “muer-
te de Dios”, recogiendo así una
expresión a su vez ambigua, de
origen profundamente cristiano
en Lutero, con ambigua profundi-
dad conceptual en Hegel y con
furia anticristiana en Nietzsche.
En estas circunstancias, de la
discusión teórica cabe esperar
poco, y tal vez sea preciso espe-
rar a que las aguas de la historia
cultural se vayan reposando, para
empezar a establecer un diálogo
verdaderamente sereno y escla-
recedor. En él deberá entrar la
visión de Dios en las distintas re-
ligiones y también participar la
historia y la fenomenología de la
religión, así como la larga lista de
las tradiciones filosóficas que,con
los nombres de “Teología Natu-
ral”,“FilosofíaTeológica”,“Filoso-
fía de la Religión”, se enfrentaron
y enfrentan con este formidable
problema.
Es mejor centrarse en la visión
cristiana de Dios, presente en
nuestra cultura y configurando
nuestra arte y nuestro paisaje.
Frente a esta visión se toman dis-
tintas opciones y se adoptan dife-
rentes posturas. Intentar una re-
visión crítica que,manteniéndose
fiel a la tradición originaria, no
esquive ni las objeciones reales ni
las irrenunciables preguntas de
nuestro tiempo, puede constituir
un buen servicio, tanto para el
creyente como para el no creyen-
te.Para el primero,porque puede
calibrar mejor el sentido y la tras-
cendencia de su apuesta. Para el
segundo,porque tiene ocasión de
medirse no con tópicos obsole-
tos de un fantasma (pre)medieval,
sino con la visión actual de sus
contemporáneos, que, unidos en
una idéntica búsqueda de una
mejor interpretación de lo huma-
no, creen hallarla por un camino
distinto.
LA NUEVA SITUACIÓN CULTURAL
Un cambio de paradigma
Dios es eterno,pero nosotros
estamos en la historia, y lo poco
que de Él podemos comprender,
las sucesivas imágenes que de su
misterio nos hacemos, cambian
con el tiempo, el lugar y la cultu-
ra, mostrando así su relatividad y
la necesidad de ser continuamen-
La imagen de Dios en la nueva situación cultural 105
te rehechas y actualizadas. De lo
contrario, se solidifica la imagen
de un tiempo determinado que,
convirtiéndose en ídolo y substi-
tuyendo el misterio real de Dios,
se impone como una losa mortal
sobre las épocas siguientes. Si el
cambio es grande y persiste la in-
sistencia de la imagen anterior,
puede llegarse a la catástrofe:con
la reafirmación del ídolo acaba
negándose la verdadera realidad.
Sin pretender que esa sea toda
la explicación,resulta difícil negar
que ahí radica una de las causas
fundamentales del ateismo mo-
derno.La inmensa revolución cul-
tural que se inició en el renaci-
miento y,acentuándose en la ilus-
tración, llega hasta nuestros días,
no conllevó un cambio paralelo,
o por lo menos, un cambio sufi-
cientemente aceptable en el re-
pensar el misterio divino y remo-
delar –siempre provisionalmente–
su imagen. El Vaticano II lo reco-
noce a su modo en un texto muy
citado:“en esta génesis del ateís-
mo pueden tener parte no peque-
ña los propios creyentes,en cuan-
to que con el descuido de la edu-
cación religiosa, o con la exposi-
ción inadecuada de la doctrina o
asimismo con defectos de la vida
religiosa, moral y social, velaron
más bien que revelaron el genui-
no rostro de Dios y de la religión”
(GS 19).
La cita de la fe con la cultura
contemporánea constituye una de
las tareas más urgentes del pen-
samiento religioso actual. En mu-
chos aspectos, todo indica que se
ha llegado a una encrucijada deci-
siva:“el cristianismo debe cambiar
o morir”; la afirmación, del obis-
po anglicano John Shelby Spong,
puede ser exagerada pero lanza
un aviso que sería suicida ignorar.
Lo fundamental del cambio
Lo más válido e irreversible de
la modernidad consiste en el des-
cubrimiento del carácter autóno-
mo de los distintos estratos que
constituyen el mundo. Éste apa-
rece regido por leyes intrínsecas
y ya no traspasado por continuas
interferencias extramundanas
sean divinas o angélicas (para el
bien) o demoníacas o infernales
(para el mal).
Bultmann, en su programa de
desmitologización, llamó la aten-
ción sobre la importancia de este
hecho para la lectura de la Biblia.
Y la teología en general necesita
tomar el cambio muy en serio
para repensar todo lo relaciona-
do con la actuación de Dios en el
mundo.
La razón, por su parte, entró
en una nueva fase: como ya ad-
vertía Kant en su opúsculo sobre
la ilustración, ante una razón crí-
tica,salida de la“culpable minoría
de edad”,la religión no puede re-
fugiarse en el prestigio de“su san-
tidad” para seguir inmunizándose
contra las dificultades y resistirse
a las transformaciones necesarias,
que afectan al conjunto y no a los
detalles.Sobre todo obligan a pen-
sar de nuevo la relación de Dios
con el mundo natural y con la sub-
jetividad y la historia humanas: el
mundo físico aparece ahora regi-
do por leyes propias, que hacen
inconcebible un intervencionismo
divino;el mundo humano rechaza
como alienante toda imposición
106 Andrés Torres Queiruga
autoritaria, que de algún modo no
dé razón de sí misma y toda legi-
timación religiosa de las relacio-
nes sociales injustas.
Esto no puede significar entre-
garse atado de pies y manos al
“espíritu de la modernidad” (tan
ambiguo en tantos aspectos, como
mostró la Escuela de Frankfurt),
sino asumirla críticamente,distin-
guiendo cuidadosamente lo legí-
timo e irreversible de aquello que,
como en todo lo humano, es ca-
duco y deformado.El mismo pro-
ceso cultural tiene que hacer una
dura crítica del optimismo exage-
rado y del predominio destructor
de una “razón instrumental” que
amenaza con colonizar todo el
“mundo de la vida” (Habermas).
La misma postmodernidad su-
pone una aguda alerta.Sin embar-
go, no debe usarse como escudo
–cómodo,relativista y justificador
de los beneficiarios del statu quo–
contra aquello que es irrenuncia-
ble de la modernidad, es decir, su
talante autocrítico, su búsqueda
de la justicia y de la igualdad y su
llamada auténticamente emanci-
padora. De otro modo se corre
el peligro de esquivar los fuertes
y fundamentales desafíos que si-
guen pendientes para la humani-
dad: falta de compromiso, injusti-
cia, intolerancia, autoritarismo…
Sin dejar de reconocer que la si-
tuación posmoderna presenta al-
gunas tareas interesantes y nece-
sarias, la tarea fundamental con-
siste en elaborar críticamente la
fuerte llamada y las grandes pro-
mesas aún pendientes.
En todo caso, el esfuerzo por
renovar la imagen de ese Dios
humanissimus anunciado por Jesús
de Nazaret debe dirigirse a algu-
nos de esos desafíos. No hacerlo
a tiempo y con la suficiente deci-
sión tuvo consecuencias muy gra-
ves que cabe agrupar en dos fren-
tes principales:la impresión de un
“dios rival”,enemigo de lo huma-
no; y el aire anacrónico y todavía
incoherente de ciertas interpre-
taciones de la fe.
FIDELIDAD A LATIERRA:
DIOS QUE CREA POR AMOR
El gran malentendido entre el
cristianismo y la cultura moderna
consiste en que una iglesia enve-
jecida y poderosa ofrece una re-
sistencia al avance que suponen
las nuevas conquistas de la cien-
cia (Galileo,Darwin,la crítica his-
tórica de la Biblia y los dogmas) y
de la política (oposición a la re-
volución social y a la democracia
política).De“falta de fidelidad a la
tierra” la acusó Nietzsche.La Igle-
sia dio pie a eso. La acusación, al
señalar una deficiencia histórica
real,puede convertirse en ocasión
para repensar con más claridad la
verdadera esencia de la fe.La idea
bíblica de creación desde el amor
ofrece el mejor fundamento.
Un Dios cuya gloria es la per-
sona humana en plenitud de
vida
Tomar en serio la idea de un
Dios que desde la plenitud infini-
ta de su Ser se decide a crear,sólo
puede verse como una opción por
La imagen de Dios en la nueva situación cultural 107
el don y el amor. De suerte que
su único y exclusivo interés en
hacerlo es el bien y la realización
de la criatura. Lo cual, a su vez,
significa que todo aquello que la
apoye, promueva o mejore cons-
tituye una afirmación y prolonga-
ción de la acción creadora. Y, al
revés,todo lo que se opone a ella,
se opone,idénticamente,a la crea-
ción. Las deformaciones históri-
cas, una vez reconocidas, no de-
ben ocultar que no cabe base más
profunda ni más decisiva para una
profunda “fidelidad a la tierra”
(Teilhard de Chardin).
La idea de creación es tan ra-
dical que rompe de raíz todo dua-
lismo.De ahí que sea preciso des-
enmascarar ideas que en otro
tiempo pudieron tener un senti-
do aceptable, pero que hoy reci-
ben espontáneamente una lectu-
ra deformante.Tales como las de
que el hombre y la mujer fueron
creados para la “gloria” de Dios
o para su “servicio”. La visión de
la vida que inducen frases de ese
tipo –aparte de sugerir un Dios
interesado y preocupado por sí
mismo– es de un dualismo hete-
rónomo y alienante.
Dualismo, porque el“servicio”,
sancionado con premio o castigo,
implica que hay dos esferas de in-
tereses:la del“señor” y la del“sier-
vo”. De modo que estructural-
mente lo que es bueno para uno
no lo es para el otro,y la vida hu-
mana se divide en una parte re-
servada para ella y otra que debe
ser entregada a Dios,“cumplien-
do” con El. Alienante, porque así
fue percibido culturalmente. De
hecho, ésta fue, ya antes de Nie-
tzsche, la preocupación de Hegel
contra la“conciencia desgraciada”
y la acusación de Feuerbach: en
esta concepción, “para que Dios
sea todo,el hombre tiene que ser
nada”.
Pero esto queda muy lejos de
la visión bíblica,que,a pesar de las
inevitables deficiencias de un lar-
go camino de descubrimiento re-
velador, nunca dejó de ver a Dios
como el que libera y no se pre-
ocupa por su culto,sino únicamen-
te por las necesidades humanas.Y
con Jesús de Nazaret lo descubre
como Abbá que ama sin restric-
ción y perdona sin condiciones, y
que en su “mandamiento nuevo”
no pide otra cosa que amor a los
hermanos (cf. Mt 25,35). La pri-
mera carta de Juan no hará más
que sacar la consecuencia, cuan-
do escriba una definición osada e
insuperable:“Dios es amor” (1 Jn
4, 8.16). Es decir: “Dios consiste
en estar amando”, con un amor
que no piensa en sí mismo, sino
sólo en el bien de los demás.“La
gloria de Dios es que la persona
humana viva” (Ireneo de Lión).
Un Dios comprometido pero
no intervencionista
Desde una perspectiva más
teórica, pero de enormes conse-
cuencias prácticas, una gran fuen-
te de malentendidos radica en la
incorrecta reinterpretación de la
relación de Dios con un mundo
regido por leyes autónomas. El
cambio no era fácil, porque toda
la Biblia y lo fundamental de su
comprensión teológica se fijaron
dentro de la anterior imagen del
mundo, que veía a Dios intervi-
niendo empíricamente en todo y
108 Andrés Torres Queiruga
continuamente. La nueva visión
descolocaba literalmente a la teo-
logía, puesta entre tres malas so-
luciones que hacían muy difícil
comprender y vivir la presencia
de Dios en la vida humana.
En la visión intervencionista,gra-
cias a su trasfondo mitológico, la
trascendencia divina, falsamente
imaginada como alta y lejana, se
compensaba con la total per-
meabilidad del mundo a los con-
tinuos influjos sobrenaturales:los
buenos pensamientos podían ve-
nir de ángeles y las enfermedades
podían estar causadas por demo-
nios. En la nueva mentalidad esa
permeabilidad resulta impensable:
ni las personas más piadosas pien-
san –como hacía el mismoTomás
de Aquino– que la luna está mo-
vida por una inteligencia angélica
o que la epilepsia equivale –como
en los mismos Evangelios– a una
posesión diabólica.Pero la segun-
da solución,el deísmo,con su“dios
arquitecto o relojero”,que se des-
entiende de su creación, tampo-
co puede satisfacer la experien-
cia cristiana, basada en un Dios
vivo, íntimamente presente en el
mundo y actuante en la historia.
Lo grave fue que entre las dos
posturas no era posible realizar
una auténtica mediación. Poco a
poco se fue instalando en la con-
ciencia general una solución de
compromiso, consistente en una
especie de deísmo intervencionista.
Por un lado,se vive –por ósmosis
cultural– la evidencia innegable de
la consistencia y regularidad de las
leyes físicas; pero, por otro, sin la
suficiente clarificación conceptual,
se mantiene la creencia en inter-
venciones divinas concretas.A eso
responde la imagen de un “dios”
que está en el cielo, a donde nos
dirigimos para invocarlo y desde
donde él interviene de vez en
cuando (y no para todos, incluso
cuando lo necesitamos desespe-
radamente).
La idea de la creación por
amor, bien pensada, permite una
mejor salida, gracias a una inver-
sión radical del problema. No es
preciso romper la legalidad cria-
tural ni dejarla cerrada en sí mis-
ma bajo la mirada de un “dios”
distante. El creador no tiene que
venir al mundo, porque está ya
siempre dentro de él en su raíz
más profunda y originaria.Tampo-
co tiene que recurrir a interven-
ciones puntuales porque su acción
es la de sustentar, dinamizando y
promoviendo todo: está ya “des-
de siempre trabajando” en su
creación.
No se niega la validez religio-
sa de la experiencia antigua, que
veía a Dios actuando de verdad
en el mundo,en la historia y en la
vida, ni es preciso renunciar a la
cultura actual. Como modernos,
comprendemos que Dios actúa a
través de la acción de las criatu-
ras y de sus leyes; por eso, pode-
mos y debemos aceptar que el
mundo está entregado a nuestra
responsabilidad,aunque no hubie-
ra Dios (etsi Deus non daretur).
Pero,como nuestros antecesores
en la fe,podemos verla como una
responsabilidad“agraciada”;no de
titanes ni de esclavos, sino simple
y gloriosamente de hijos.
Una moral teónoma
Otro de los puntos, acaso el
La imagen de Dios en la nueva situación cultural 109
de más consecuencias psicológi-
cas del malentendido cultural del
Dios cristiano, radica en una vi-
sión profundamente deformada
de su relación con la moral. Un
“dios” que nos creó “para su glo-
ria” y a quien hay que “servir”,
convierte la moral en algo nece-
sariamente heterónomo,es decir,
en una carga impuesta por él so-
bre nosotros: una serie de “man-
damientos” que nos ordena cum-
plir o de “prohibiciones” que nos
manda evitar.
Kant, en el nacimiento mismo
del mundo moderno, denunció
esta concepción como indigna e
infantilizante.Y seguramente nun-
ca será posible medir la cantidad
de resentimiento que acumuló en
la conciencia cultural de occiden-
te una concepción que invierte y
pervierte el sentido de la religión
en relación con el esfuerzo mo-
ral.En lugar de percibir la palabra
y la presencia de Dios como ayu-
da y apoyo en la dura lucha que
inevitablemente implica la auto-
rrealización humana como tal –es
decir para todos, tanto creyentes
como no creyentes–,fue interpre-
tada como exigencia, imposición
y amenaza por su parte.
Encima, esa moral se presen-
tó como sancionada, en caso de
fallo, con el terrible castigo del
infierno. El Dios que crea por amor
y que sólo piensa en el bien y la
felicidad de sus criaturas, acabó
siendo descrito como capaz de
castigar, por toda la eternidad y
con tormentos inauditos, faltas, en
definitiva, siempre pequeñas, fru-
to de una libertad débil y limita-
da. (Piénsese que el avance de la
sensibilidad lleva en nuestro tiem-
po a una oposición generalizada
de la pena de muerte e incluso de
la cadena perpetua: ¿seremos los
humanos mejores que Dios?)
La visión del pecado marcha
en paralelo.Tomás deAquino dijo
que el pecado no era malo por-
que le haga daño a Dios,sino por-
que nos lo hace a nosotros: “no
ofendemos a Dios más que en la
medida en que actuamos en con-
tra de nuestro bien”. Sin embar-
go,todo el peso del discurso acer-
ca del pecado, ignoró –y sigue ig-
norando– que el interés de Dios
consiste en que no nos hagamos
daño a nosotros mismos,no mal-
gastemos la vida propia ni ajena,
no arruinemos la realización hu-
mana.
La verdad del Dios que crea
por amor deslegitima esa defor-
mación dualista. La moral no es
una carga impuesta por Él desde
fuera,sino una exigencia de nues-
tro ser que, superando la insegu-
ridad y la limitación del instinto,
busca aquellas pautas de conduc-
ta que le permitan alcanzar su
mejor realización.Realización au-
téntica que es justamente el úni-
co interés de Dios al crearnos.Por
eso su presencia en nuestro es-
fuerzo moral sólo tiene sentido
como iluminación y apoyo, como
ánimo y perdón. Jesús no conde-
na nunca y,cuando muestra la ac-
titud de Dios ante el pecado hu-
mano, la muestra como la del pa-
dre preocupado exclusivamente
por el bien del hijo, que en el pe-
cado estaba arruinando su vida (cf.
Lc 15, 24).
Kant intuyó esa estructura
fundamental:“la religión es (con-
siderada subjetivamente) el cono-
110 Andrés Torres Queiruga
cimiento de todos nuestros de-
beres como mandamientos divi-
nos”.Intuición que PaulTillich apli-
có a la teología mediante el con-
cepto de teonomía (de nomos ley,
y teos, Dios), que sintetiza bien los
dos aspectos. La ley de nuestro
ser manifiesta la intención crea-
dora de Dios para bien nuestro:
“la razón autónoma unida a su
propia profundidad”.
REVELACIÓN NO AUTORITARIA:
EL DIOS QUE “DICE LO MISMO QUE EL CORAZÓN”
Revelación como mayéutica
La nueva vivencia de la auto-
nomía afecta también a la subjeti-
vidad creyente.Su impacto,unido
al surgir de la crítica bíblica, exige
un nuevo concepto de revelación,
que ya no puede ser una imposi-
ción autoritaria ni un refugio fi-
deísta. Fruto de la lectura literal
de la Biblia y de su sistematiza-
ción en la patrística, la escolástica
y la reacción antimoderna,el con-
cepto de revelación que nos llegó
es el siguiente: la revelación con-
siste en una lista de verdades“caí-
das del cielo”, en virtud del mila-
gro de la “inspiración”, operado
en la mente del hagiógrafo.Se tra-
ta de verdades inaccesibles a la
razón humana,que hay que creer,
sin tener la mínima posibilidad de
verificar su verdad.
Se trata de una revelación im-
puesta desde fuera, sin conectar
verdaderamente con nuestras
necesidades y sin satisfacer nues-
tras preguntas. Su aceptación tie-
ne así algo de arbitrario. Esta dis-
posición a aceptarlo todo puede
parecer sumisión “humilde y reli-
giosa”. En el fondo, acaba convir-
tiéndose en indiferencia.
Así se aclara el terrible divor-
cio entre la fe y la cultura y la di-
ficultad de establecer un verdade-
ro diálogo. Se crea la impresión
de que entre ellas no puede me-
diar ningún tipo de razones que
se puedan compartir,sino tan sólo
la aceptación o el rechazo de la
autoridad de la revelación y de sus
“representantes”. A nivel perso-
nal, se explica el abandono masi-
vo de la fe, cuando ésta se mues-
tra incapaz de mantener el paso
de la propia maduración psicoló-
gica y cultural, y sólo se dispone
de “razones de primera comu-
nión” para responder a las dificul-
tades de la persona adulta.
Una concepción fiel a los da-
tos de la crítica bíblica compren-
de que la revelación actúa a tra-
vés del psiquismo humano.El pro-
feta, con su “genialidad” religiosa,
cae en la cuenta de que Dios,
mediante su presencia amorosa,
trata de manifestarse a todos. La
palabra inspirada es “mayéutica”,
es decir, nos ayuda a dar a luz lo
que, desde Dios,somos nosotros
mismos. No precisamos aceptar-
la “porque sí”, sino porque pode-
mos reconocernos en ella (o re-
chazarla…).
Esa fe, fundada en Dios pero
nacida dentro de la humanidad,se
hace estrictamente personal, con
toda la gloria y la carga de la li-
bertad. Los creyentes lo son por
sí mismos y no por rutina.
La imagen de Dios en la nueva situación cultural 111
Y respecto a la cultura, la fe
no aparece como un añadido ex-
trínseco, sino como un modo de
situarse en su proceso y de parti-
cipar en su historia.“La Biblia y el
corazón del hombre dicen lo mis-
mo” (F.Rosenzweig).No tiene por
qué imponerse de forma autori-
taria sino que se somete a las pre-
guntas y ofrece razones (cf. 1 Pe
3, 15).Tampoco se ve obligada a
aceptar de forma acrítica cual-
quier evolución cultural: también
la fe tiene derecho a hacer pre-
guntas y pedir razones. Por su
misma esencia,se presenta como
abierta a un diálogo en el que da
y recibe, enseña y aprende.
Verlo así permite enjuiciar con
lucidez las difíciles y conflictivas
relaciones entre la fe y la cultura
desde la entrada de la moderni-
dad. Dentro de la Iglesia puede
poner las bases para fomentar la
libertad teológica y la responsa-
bilidad creyente y deslegitimar
todo autoritarismo institucional.
Y propicia realizar de un modo
nuevo el diálogo de las religiones.
El diálogo de las religiones:
“inreligionación”
De modo casi inevitable, la vi-
sión dualista de lo religioso y el
concepto extrínseco de revela-
ción eran solidarios del particula-
rismo de la “elección”: Dios es-
cogería un pueblo y sólo a él en-
tregaría la revelación sobrenatu-
ral, dejando a todos los demás en
el estado de una religión pura-
mente “natural”. Esto era com-
prensiblemente reforzado por una
visión del mundo que le confería
cierta verosimilitud:la humanidad
se limitaba en el tiempo a los cua-
tro mil años que separaban a Cris-
to de la creación de Adán, y se
reducía en el espacio al ámbito de
la ecumene, cuyos extremos so-
ñaba con alcanzar ya de algún
modo el mismo san Pablo al que-
rer llegar a Hispania.
Hoy esta concepción resulta
inhumana y exige una profunda re-
visión. Las reacciones fundamen-
talistas, síntoma de una situación
desconcertada, temerosa de per-
der la identidad ante una nueva
universalidad que se impone, no
deben impedirla. Nada hay más
opuesto a la universalidad radical
y a la generosidad del Abba Crea-
dor, que cualquier tipo de elitis-
mo egoísta o de particularismo
provinciano.Un Dios que crea por
amor vive volcado con generosi-
dad total sobre todas y cada una
de sus criaturas. No se puede pen-
sar en la imagen cruel de un pa-
dre egoísta que, creando muchos
hijos, se preocupa únicamente de
sus preferidos y deja a los demás
abandonados en el orfanato. El
Dios que “hace salir el sol sobre
malos y buenos y llover sobre jus-
tos e injustos”, llama a todos y
desde siempre: no hubo desde el
comienzo del mundo un solo
hombre o una sola mujer que no
nacieran amparados, habitados y
promovidos por su revelación y
por su amor incondicional.
Que las categorías para pen-
sar esto,conciliando universalidad
y particularidad, definitividad de
Cristo y valor salvífico de las de-
más religiones, resulten difíciles e
(incluso) insatisfactorias, no debe
ocultar esa evidencia fundamen-
tal.En el fondo,la humanidad siem-
112 Andrés Torres Queiruga
pre lo comprendió así.De hecho,
todas las religiones se consideran
a sí mismas reveladas. Hay que
partir siempre del principio de que
todas las religiones son a su modo
verdaderas y constituyen caminos
reales de salvación para los que
honestamente las practican.
Eso no significa un relativismo
que las nivele a todas; ni a todo
dentro de cada una. Por parte de
Dios no existe ningún tipo de dis-
criminación; pero la receptividad
humana – que pertenece también,
y de modo esencial, a la constitu-
ción misma de la revelación– mar-
ca diferencias inevitables. El esta-
dio evolutivo, la situación históri-
ca, las circunstancias culturales y
la maldad del corazón limitan, con-
dicionan y deforman continua-
mente la manifestación divina.No
existe religión sin verdad, pues
todas consisten en el descubri-
miento y vivencia de lo divino, ni
religión absolutamente perfecta,
pues ninguna puede agotar en su
traducción humana la riqueza in-
finita del Misterio. Pablo subraya
que la culminación cristiana está
vertida en pobres “vasijas de ba-
rro”.
Ahí,y no en un pretendido“fa-
voritismo” divino, radican las di-
ferencias entre las religiones.Dios
se da “cuanto es posible” en to-
das ellas, pero la acogida es dife-
rente en cada una. Debe evitarse
la peligrosa palabra de “elección”
pues ni el amor discrimina ni en
Dios hay acepción de personas.
Las diferencias existen realmen-
te; son un hecho inevitable, dada
la diversidad humana. Por eso se
pervierten,cuando lo positivo de
ellas se ve como privilegio y no
como algo destinado, también, y
con igual derecho, a los demás.
La teología actual hizo progre-
sos notables en el replanteamien-
to de la nueva situación, sobre
todo en dos frentes: 1) el de la
inculturación, por el que toda reli-
gión comprende que ha de res-
petar la especificidad de aquellas
culturas en donde es proclamada,
buscando expresarse en sus ca-
tegorías y encarnarse en sus ins-
tituciones; y 2) el del inclusivismo,
que, con diversos matices según
los autores, reconoce que toda
religión es verdadera y que todos
podemos aprender de todos.
Personalmente, me atrevo a
aventurar un tercer paso: el de la
inreligionación. Si toda religión es
revelada y en ella acontece la sal-
vación real de Dios, es obvio que
la religión que entre en diálogo
con ella no puede pretender anu-
lar esa verdad y esa salvación. En
todo caso, las vivifica y las com-
pleta con su contribución.Ya san
Pablo hablaba no de substitución
sino de“injerto” en la relación del
cristianismo con el judaísmo.
HACIA UNA IMAGEN (MÁS) COHERENTE DE DIOS
Por definición, el misterio de
Dios desborda toda capacidad
humana y jamás podrá ser ence-
rrado en sus esquemas concep-
tuales. Si comprehendis, non est
Deus (si lo comprendes no es
Dios). Pero el misterio no es lla-
mada a la desidia ni salvoconduc-
to para la arbitrariedad. Debemos
hacernos responsables de lo poco
La imagen de Dios en la nueva situación cultural 113
que podemos decir.
Dios como Anti-mal
Nada daña tanto hoy la ima-
gen de Dios como el modo ordi-
nario de explicar su relación con
el mal.Aunque el problema del mal
afecta desde siempre a la huma-
nidad, la plausibilidad social y el
ambiente religioso hacían posible
asimilar una posible falta de co-
herencia teórica. Pero nuestro
tiempo no puede permitirse esto.
El terrible dilema de Epicuro –si
Dios puede y no quiere evitar el
mal, no es bueno; si quiere y no
puede,no es omnipotente– exige
una respuesta a las preguntas de
una razón críticamente emancipa-
da. Ya no es posible esquivar su
desafío; de lo contrario el mal se
convierte en “roca del ateísmo”
Mientras se mantenga, de
modo acrítico e inconsciente, el
viejo presupuesto de que es po-
sible un mundo sin mal, no sería
ni humanamente digno ni intelec-
tualmente posible creer en un
Dios que, siendo posible, no im-
pide que millones de niños mue-
ran de hambre o que la humani-
dad siga azotada por la guerra o
el cáncer. Si el mal puede ser evi-
tado, ninguna razón puede valer
contra la necesidad primaria e in-
condicional de evitarlo. De nada
sirve la proclamación de que Dios
sufre con nuestros males,si antes
los pudo evitar, pues entonces su
compasión y su dolor llegarían
demasiado tarde.
El descubrimiento de la au-
tonomía del mundo, unida a la
idea de un Dios no intervencio-
nista y respetuoso con la liber-
tad, permite mantener la fe en
Él, sin incurrir en contradicción
lógica ni refugiarse en el fideís-
mo. Para eso se impone el paso
intermedio de una ponerología
(del griego ponerós, “malo”), es
decir, de un tratado del mal en
sí mismo, previo a toda opción
religiosa o a-religiosa.
Porque entonces es posible
mostrar el carácter estrictamen-
te inevitable del mal en un mun-
do finito (sea el mundo que sea,
pues no se trata del“mejor”,sino
de cualquiera de los posibles). En
lo finito “toda determinación es
negación” (Spinoza), una propie-
dad excluye necesariamente la
contraria, y la carencia genera
conflicto.Un mundo en evolución
no puede realizarse sin catástro-
fes; una vida limitada no puede
escapar al dolor y la muerte,y una
libertad finita no puede excluir a
priori la situación límite del fallo y
de la culpa.
Creyentes y no creyentes que-
dan igualmente situados ante un
idéntico problema: dar sentido a
la vida en un mundo herido por
el mal de un modo inevitable y
terrible. Este es el papel de la pis-
teodicea o justificación de la fe (pis-
tis, fe, en sentido amplio) religio-
sa, agnóstica o atea: tanta razón
de su “fe” tiene que dar Sartre,
cuando juzga absurda la existen-
cia, como el creyente que le da
un sentido a partir de Dios.
La ponerología permite a la fe
religiosa mantener su coherencia,
poniendo al descubierto la tram-
pa del dilema de Epicuro: carece
de sentido pretender que Dios
pueda crear un mundo sin mal.
Sería tan absurdo como exigirle
114 Andrés Torres Queiruga
que crease un círculo cuadrado.
No es que Él“no pueda”,sino que
“es imposible”.
El misterio se desplaza: ¿por
qué Dios creó el mundo, a pesar
de saber que de modo inevitable
comportaría tanto mal? La histo-
ria de la salvación recibe una nue-
va luz: Dios creó por amor y lo
muestra en su darse a la humani-
dad (toda historia es historia de
salvación) con la promesa de res-
catarla definitivamente del mal,
cuando, tras la muerte, lo permi-
ta la ruptura de la finitud históri-
ca.Algo que se ilumina definitiva-
mente en el destino de Jesús de
Nazaret: en su cruz se mostró
como todos mordido por el mal,
pero su resurrección desvela que
el mal no tiene la última palabra.
El giro es radical y urge sacar
una consecuencia justa. Un Dios
que crea por amor sólo puede
querer el bien para sus criaturas.
El mal, en todas sus formas, exis-
te porque es inevitable,tanto físi-
ca como moralmente,en las con-
diciones de un mundo y libertad
finitas. No debe decirse que Dios
lo manda o lo permite, sino que
lo co-sufre y com-padece como
frustración de la obra de su amor
en nosotros. Dios es el Anti-mal:
el Salvador que lucha contra el mal
y nos convoca a colaborar con Él.
Más allá de la oración de pe-
tición
Sin embargo, tanto nuestros
hábitos de pensamiento como
nuestras prácticas de piedad con-
tinúan cargados del presupuesto
contrario.Muchas veces,aun cuan-
do teóricamente se acepta la im-
posibilidad de que el mundo pue-
da existir sin mal, se sigue alimen-
tando el inconsciente con la
creencia contraria. Es necesario
superar rutinas y romper incohe-
rencias,para honra de Dios y para
nuestro bien. En ese sentido, re-
viste una importancia decisiva el
modo de orar.
En concreto, las fórmulas de
la oración de petición mantienen
vivo aquel presupuesto.Ello resul-
ta tanto más eficaz cuanto que
permanece ignorado y enlaza con
profundas necesidades antropoló-
gicas,como el reconocimiento de
nuestra indigencia y de nuestra
necesidad de ayuda. No se trata
de negar u ocultar esas necesida-
des.Pero sería incorrecto usarlas
como escudo para resistirse a
revisar la lógica de las expresio-
nes usadas.Lo justo es conservar
sus valores, pero evitar sus efec-
tos objetivamente perversos.
Cada vez que le pedimos a
Dios que acabe con el hambre en
África, o que cure la enfermedad
de un familiar, objetivamente su-
ponemos que lo puede hacer y
que, si no lo hace, es porque no
quiere. Lo cual, en la actual situa-
ción cultural,que rompe los silen-
cios y tabúes sagrados que encu-
brían las consecuencias lógicas,
pasa a tener unas consecuencias
terribles.
Vista la enormidad de los ma-
les que afectan al mundo,un Dios
que pudiendo, no los limita, apa-
rece como un ser indiferente y
cruel.Porque ¿quién,si pudiese,no
eliminaría el hambre,las pestes,los
genocidios que arrasan el mundo?
¿Seremos nosotros mejores que
Dios? Como escribió Jürgen Molt-
La imagen de Dios en la nueva situación cultural 115
mann ante el recuerdo deVerdún,
Stalingrado,Auschwitz o Hiroshi-
ma:“Un Dios que permite críme-
nes tan espantosos, haciéndose
cómplice de los hombres, difícil-
mente puede ser llamado‘Dios’”.
Hay que orar, pero de otro
modo. Con una oración que no
oculte la indigencia humana ni si-
lencie el deseo de ayuda y mejo-
ra, pero que trate de expresarse
de manera que,respetando el ex-
quisito amor de Dios,más preocu-
pado por el mal que todos noso-
tros, manifieste el esfuerzo por
alimentar la confianza y avivar el
agradecimiento por su presen-
cia y por su ayuda.
Hoy es preciso reconocer lo
contradictorio –y culturalmente
dañino– de una invocación como:
“para que los niños no mueran de
hambre, Señor escucha y ten pie-
dad”. Porque objetivamente apa-
recemos nosotros como los bue-
nos y atentos mientras que Dios
sería ese extraño ser al que hace
falta alertar –“escucha”– y mover
a compasión –“y ten piedad”–. La
realidad es justamente la contra-
ria: Dios es quien está llamando
incansablemente a las puertas de
la conciencia humana, para que
escuche el grito de los demás y
tenga compasión de su dolor. Es
Él quien llama y nos “suplica”.
Dios no es un“dios” de omni-
potencia arbitraria y abstracta
que, pudiendo librar del mal, no
lo hace,o lo hace sólo a veces o a
favor de unos cuantos privilegia-
dos. Sino el Dios solidario con
todos hasta la cruz; el Dios Anti-
mal, “el Gran compañero, el que
sufre con nosotros y nos com-
prende” (Whitehead).
El Creador como liberador
Hegel y Kant conocían el te-
rror de la revolución francesa.
Pero sabían que suponía un hito
decisivo en el avance de la con-
ciencia humana: la sociedad y su
reparto de justicia,igualdad,liber-
tad y fraternidad forman parte de
la autonomía y responsabilidad
humanas. Las iglesias no siempre
lo comprendieron así, e incluso
después de la Revolución se pro-
dujo un fuerte retroceso:la legiti-
mación religiosa del absolutismo
político y de la desigualdad social.
El precio fue terrible:la distorsión
de la imagen de Dios, interpreta-
do como cómplice de la injusticia
y opio para adormecer las fuer-
zas de progreso. La “apostasía de
las masas trabajadoras” da testi-
monio de ello.
Nada más contrario al rostro
auténtico del Dios de Jesús. Lo
comprendieron las minorías, que
jamás faltaron en las iglesias, afir-
mando una fe que les situaba al
lado de los pobres y de las vícti-
mas. Las órdenes dedicadas a los
pobres,diversos movimientos del
socialismo utópico y el socialismo
religioso de la primera mitad del
siglo pasado mantuvieron despier-
ta la conciencia de esa verdad.
Después delVaticano II las distin-
tas teologías de la esperanza, del
mundo,de la política,de la libera-
ción desenmascararon hasta la
evidencia lo falso y horrible de la
deformación.
El escándalo, reconocido, se
convirtió en “profecía externa”
que renueva hoy en las iglesias la
“memoria” del rostro más origi-
nal y auténtico de Dios, que inau-
116 Andrés Torres Queiruga
gura la historia bíblica escuchan-
do el clamor de un pueblo opri-
mido y haciendo todo lo posible
por liberarlo; que, mediante sus
profetas, no dejó de insistir a fa-
vor del huérfano y de la viuda,del
esclavo y del extranjero; que, en
Jesús, se sitúa sin reservas al lado
de los pobres, convirtiendo la fi-
delidad a esta exigencia en crite-
rio último de la comunión con Él.
Tal es el sentido más radical de
las bienaventuranzas. Una de las
perversiones que amenazan a toda
religión es justamente la de agra-
var con el recurso a Dios el dra-
ma del dolor natural y legitimar
con la sanción divina la perversión
de la injusticia social: convertir al
enfermo en maldito y al pobre en
pecador. Contra lo primero se
revela ya el libro de Job, y contra
lo segundo se dirigen directamen-
te las palabras de Jesús:“Bienaven-
turados los pobres,los enfermos,
los perseguidos…”. Porque está
herido por el sufrimiento, el en-
fermo sabe que Dios se pone prio-
ritariamente a su lado;porque está
marginado y explotado por los
hombres,el oprimido escucha que
Dios le defiende y rescata con la
justicia de su Reino.
No es posible confesar un
Dios que crea por amor, consti-
tuyéndose en Abbá, Padre/Madre
de todos, sin verlo al lado de los
que sufren, y sin transformar la
confesión creyente en esfuerzo
por reconocer y tratar a todo
hombre y mujer como hermano
y hermana.
Tradujo y condensó: JOSEP Mª BULLICH

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70 la imagen de dios

  • 1. 103 ANDRÉS TORRES QUEIRUGA LA IMAGEN DE DIOS EN LA NUEVA SITUACIÓN CULTURAL En este artículo presenta el autor las condiciones que en nuestra condición cultural hacen creíble cualquier lenguaje sobre Dios. Se tra- ta de un buen resumen de las posturas queTorres Queiruga ha venido defendiendo en los actuales foros teológicos. Resumen que tiene la ventaja de ser hecho por él mismo y, además, la de no olvidar las derivaciones pastorales de su pensamiento A imaxe de Deus na nova situación cultural, Encrucillada 27 (2003) 221-243 “¿Cómo puede usted repetir ‘Dios’ una y otra vez? ¿Cómo pue- de esperar que sus lectores to- marán la palabra en el sentido que usted quiere que sea tomada? Lo que usted quiere decir con el nombre de Dios es algo por enci- ma de todo alcance y compren- sión humanas, pero hablar de él le hizo a usted descender al pla- no de la conceptualización huma- na. ¡Qué otra palabra del habla humana ha sufrido tantos abusos, ha sido tan corrompida, tan pro- fanada! ¡Cuánta sangre inocente derramada por ella a despecho de todo su esplendor! ¡Cuánta injus- ticia cubierta con ella borrando sus trazos santos! Cuando oigo llamar‘Dios’ a lo más elevado,me parece casi una blasfemia”. Con estas palabras que res- ponden a una conversación real en 1932, explicaba de algún modo el filósofo judío Martin Buber “el eclipse de Dios” en nuestro tiem- po. Proceso que no hizo más que afirmarse en los últimos años. De ahí la importancia, la urgencia de revisar nuestros conceptos,nues- tro lenguaje para aludir a ese Mis- terio siempre presente en sí mis- mo, pero siempre cambiante en el discurrir de la historia humana, irremediablemente expuesto a eclipses, deformaciones, manipu- laciones,perversiones… Las ideas que expongo,para muchos lecto- res ya de sobras conocidas, quie- ren ser una síntesis mínimamen- te purificadora e iluminadora que ayude a repensar y a reformular viejos tópicos, y, sobre todo, a aprovechar un poco más la luz y el calor que nos llegan incansables desde el abismo de amor de esta presencia. EL PROBLEMA DE DIOSY SUS AMBIGÜEDADES Buber, después de reconocer que,efectivamente,esa palabra“es la más sobrecargada de todas las palabras humanas” y que “ningu- na ha sido tan envilecida, tan mu- tilada”, manifiesta: “Precisamente por esa razón no puedo abando- narla”.Y concluye su impresionan-
  • 2. 104 Andrés Torres Queiruga te alegación:“No podemos limpiar la palabra Dios y no podemos devolverle su integridad; sin em- bargo,profanada y mutilada como está, podemos levantarla del pol- vo y sacarla de una hora de gran desánimo” La tarea no es fácil y la ambi- güedad se adhiere a esa palabra como una lapa,suscitando inquie- tud y discusión, adhesión y rece- lo;promoviendo las iniciativas más generosas y siendo utilizada para los crímenes más abyectos. Des- de la entrada de la modernidad, las pruebas con que se intenta fun- dar intelectualmente la existencia de Aquel a quien remiten fueron cuestionadas y los conceptos con los que se busca expresar la pro- fundidad de su misterio resultan muchas veces obsoletos. Con el proceso secularizador se llegó a hablar desde el interior de la teo- logía y de las iglesias de la “muer- te de Dios”, recogiendo así una expresión a su vez ambigua, de origen profundamente cristiano en Lutero, con ambigua profundi- dad conceptual en Hegel y con furia anticristiana en Nietzsche. En estas circunstancias, de la discusión teórica cabe esperar poco, y tal vez sea preciso espe- rar a que las aguas de la historia cultural se vayan reposando, para empezar a establecer un diálogo verdaderamente sereno y escla- recedor. En él deberá entrar la visión de Dios en las distintas re- ligiones y también participar la historia y la fenomenología de la religión, así como la larga lista de las tradiciones filosóficas que,con los nombres de “Teología Natu- ral”,“FilosofíaTeológica”,“Filoso- fía de la Religión”, se enfrentaron y enfrentan con este formidable problema. Es mejor centrarse en la visión cristiana de Dios, presente en nuestra cultura y configurando nuestra arte y nuestro paisaje. Frente a esta visión se toman dis- tintas opciones y se adoptan dife- rentes posturas. Intentar una re- visión crítica que,manteniéndose fiel a la tradición originaria, no esquive ni las objeciones reales ni las irrenunciables preguntas de nuestro tiempo, puede constituir un buen servicio, tanto para el creyente como para el no creyen- te.Para el primero,porque puede calibrar mejor el sentido y la tras- cendencia de su apuesta. Para el segundo,porque tiene ocasión de medirse no con tópicos obsole- tos de un fantasma (pre)medieval, sino con la visión actual de sus contemporáneos, que, unidos en una idéntica búsqueda de una mejor interpretación de lo huma- no, creen hallarla por un camino distinto. LA NUEVA SITUACIÓN CULTURAL Un cambio de paradigma Dios es eterno,pero nosotros estamos en la historia, y lo poco que de Él podemos comprender, las sucesivas imágenes que de su misterio nos hacemos, cambian con el tiempo, el lugar y la cultu- ra, mostrando así su relatividad y la necesidad de ser continuamen-
  • 3. La imagen de Dios en la nueva situación cultural 105 te rehechas y actualizadas. De lo contrario, se solidifica la imagen de un tiempo determinado que, convirtiéndose en ídolo y substi- tuyendo el misterio real de Dios, se impone como una losa mortal sobre las épocas siguientes. Si el cambio es grande y persiste la in- sistencia de la imagen anterior, puede llegarse a la catástrofe:con la reafirmación del ídolo acaba negándose la verdadera realidad. Sin pretender que esa sea toda la explicación,resulta difícil negar que ahí radica una de las causas fundamentales del ateismo mo- derno.La inmensa revolución cul- tural que se inició en el renaci- miento y,acentuándose en la ilus- tración, llega hasta nuestros días, no conllevó un cambio paralelo, o por lo menos, un cambio sufi- cientemente aceptable en el re- pensar el misterio divino y remo- delar –siempre provisionalmente– su imagen. El Vaticano II lo reco- noce a su modo en un texto muy citado:“en esta génesis del ateís- mo pueden tener parte no peque- ña los propios creyentes,en cuan- to que con el descuido de la edu- cación religiosa, o con la exposi- ción inadecuada de la doctrina o asimismo con defectos de la vida religiosa, moral y social, velaron más bien que revelaron el genui- no rostro de Dios y de la religión” (GS 19). La cita de la fe con la cultura contemporánea constituye una de las tareas más urgentes del pen- samiento religioso actual. En mu- chos aspectos, todo indica que se ha llegado a una encrucijada deci- siva:“el cristianismo debe cambiar o morir”; la afirmación, del obis- po anglicano John Shelby Spong, puede ser exagerada pero lanza un aviso que sería suicida ignorar. Lo fundamental del cambio Lo más válido e irreversible de la modernidad consiste en el des- cubrimiento del carácter autóno- mo de los distintos estratos que constituyen el mundo. Éste apa- rece regido por leyes intrínsecas y ya no traspasado por continuas interferencias extramundanas sean divinas o angélicas (para el bien) o demoníacas o infernales (para el mal). Bultmann, en su programa de desmitologización, llamó la aten- ción sobre la importancia de este hecho para la lectura de la Biblia. Y la teología en general necesita tomar el cambio muy en serio para repensar todo lo relaciona- do con la actuación de Dios en el mundo. La razón, por su parte, entró en una nueva fase: como ya ad- vertía Kant en su opúsculo sobre la ilustración, ante una razón crí- tica,salida de la“culpable minoría de edad”,la religión no puede re- fugiarse en el prestigio de“su san- tidad” para seguir inmunizándose contra las dificultades y resistirse a las transformaciones necesarias, que afectan al conjunto y no a los detalles.Sobre todo obligan a pen- sar de nuevo la relación de Dios con el mundo natural y con la sub- jetividad y la historia humanas: el mundo físico aparece ahora regi- do por leyes propias, que hacen inconcebible un intervencionismo divino;el mundo humano rechaza como alienante toda imposición
  • 4. 106 Andrés Torres Queiruga autoritaria, que de algún modo no dé razón de sí misma y toda legi- timación religiosa de las relacio- nes sociales injustas. Esto no puede significar entre- garse atado de pies y manos al “espíritu de la modernidad” (tan ambiguo en tantos aspectos, como mostró la Escuela de Frankfurt), sino asumirla críticamente,distin- guiendo cuidadosamente lo legí- timo e irreversible de aquello que, como en todo lo humano, es ca- duco y deformado.El mismo pro- ceso cultural tiene que hacer una dura crítica del optimismo exage- rado y del predominio destructor de una “razón instrumental” que amenaza con colonizar todo el “mundo de la vida” (Habermas). La misma postmodernidad su- pone una aguda alerta.Sin embar- go, no debe usarse como escudo –cómodo,relativista y justificador de los beneficiarios del statu quo– contra aquello que es irrenuncia- ble de la modernidad, es decir, su talante autocrítico, su búsqueda de la justicia y de la igualdad y su llamada auténticamente emanci- padora. De otro modo se corre el peligro de esquivar los fuertes y fundamentales desafíos que si- guen pendientes para la humani- dad: falta de compromiso, injusti- cia, intolerancia, autoritarismo… Sin dejar de reconocer que la si- tuación posmoderna presenta al- gunas tareas interesantes y nece- sarias, la tarea fundamental con- siste en elaborar críticamente la fuerte llamada y las grandes pro- mesas aún pendientes. En todo caso, el esfuerzo por renovar la imagen de ese Dios humanissimus anunciado por Jesús de Nazaret debe dirigirse a algu- nos de esos desafíos. No hacerlo a tiempo y con la suficiente deci- sión tuvo consecuencias muy gra- ves que cabe agrupar en dos fren- tes principales:la impresión de un “dios rival”,enemigo de lo huma- no; y el aire anacrónico y todavía incoherente de ciertas interpre- taciones de la fe. FIDELIDAD A LATIERRA: DIOS QUE CREA POR AMOR El gran malentendido entre el cristianismo y la cultura moderna consiste en que una iglesia enve- jecida y poderosa ofrece una re- sistencia al avance que suponen las nuevas conquistas de la cien- cia (Galileo,Darwin,la crítica his- tórica de la Biblia y los dogmas) y de la política (oposición a la re- volución social y a la democracia política).De“falta de fidelidad a la tierra” la acusó Nietzsche.La Igle- sia dio pie a eso. La acusación, al señalar una deficiencia histórica real,puede convertirse en ocasión para repensar con más claridad la verdadera esencia de la fe.La idea bíblica de creación desde el amor ofrece el mejor fundamento. Un Dios cuya gloria es la per- sona humana en plenitud de vida Tomar en serio la idea de un Dios que desde la plenitud infini- ta de su Ser se decide a crear,sólo puede verse como una opción por
  • 5. La imagen de Dios en la nueva situación cultural 107 el don y el amor. De suerte que su único y exclusivo interés en hacerlo es el bien y la realización de la criatura. Lo cual, a su vez, significa que todo aquello que la apoye, promueva o mejore cons- tituye una afirmación y prolonga- ción de la acción creadora. Y, al revés,todo lo que se opone a ella, se opone,idénticamente,a la crea- ción. Las deformaciones históri- cas, una vez reconocidas, no de- ben ocultar que no cabe base más profunda ni más decisiva para una profunda “fidelidad a la tierra” (Teilhard de Chardin). La idea de creación es tan ra- dical que rompe de raíz todo dua- lismo.De ahí que sea preciso des- enmascarar ideas que en otro tiempo pudieron tener un senti- do aceptable, pero que hoy reci- ben espontáneamente una lectu- ra deformante.Tales como las de que el hombre y la mujer fueron creados para la “gloria” de Dios o para su “servicio”. La visión de la vida que inducen frases de ese tipo –aparte de sugerir un Dios interesado y preocupado por sí mismo– es de un dualismo hete- rónomo y alienante. Dualismo, porque el“servicio”, sancionado con premio o castigo, implica que hay dos esferas de in- tereses:la del“señor” y la del“sier- vo”. De modo que estructural- mente lo que es bueno para uno no lo es para el otro,y la vida hu- mana se divide en una parte re- servada para ella y otra que debe ser entregada a Dios,“cumplien- do” con El. Alienante, porque así fue percibido culturalmente. De hecho, ésta fue, ya antes de Nie- tzsche, la preocupación de Hegel contra la“conciencia desgraciada” y la acusación de Feuerbach: en esta concepción, “para que Dios sea todo,el hombre tiene que ser nada”. Pero esto queda muy lejos de la visión bíblica,que,a pesar de las inevitables deficiencias de un lar- go camino de descubrimiento re- velador, nunca dejó de ver a Dios como el que libera y no se pre- ocupa por su culto,sino únicamen- te por las necesidades humanas.Y con Jesús de Nazaret lo descubre como Abbá que ama sin restric- ción y perdona sin condiciones, y que en su “mandamiento nuevo” no pide otra cosa que amor a los hermanos (cf. Mt 25,35). La pri- mera carta de Juan no hará más que sacar la consecuencia, cuan- do escriba una definición osada e insuperable:“Dios es amor” (1 Jn 4, 8.16). Es decir: “Dios consiste en estar amando”, con un amor que no piensa en sí mismo, sino sólo en el bien de los demás.“La gloria de Dios es que la persona humana viva” (Ireneo de Lión). Un Dios comprometido pero no intervencionista Desde una perspectiva más teórica, pero de enormes conse- cuencias prácticas, una gran fuen- te de malentendidos radica en la incorrecta reinterpretación de la relación de Dios con un mundo regido por leyes autónomas. El cambio no era fácil, porque toda la Biblia y lo fundamental de su comprensión teológica se fijaron dentro de la anterior imagen del mundo, que veía a Dios intervi- niendo empíricamente en todo y
  • 6. 108 Andrés Torres Queiruga continuamente. La nueva visión descolocaba literalmente a la teo- logía, puesta entre tres malas so- luciones que hacían muy difícil comprender y vivir la presencia de Dios en la vida humana. En la visión intervencionista,gra- cias a su trasfondo mitológico, la trascendencia divina, falsamente imaginada como alta y lejana, se compensaba con la total per- meabilidad del mundo a los con- tinuos influjos sobrenaturales:los buenos pensamientos podían ve- nir de ángeles y las enfermedades podían estar causadas por demo- nios. En la nueva mentalidad esa permeabilidad resulta impensable: ni las personas más piadosas pien- san –como hacía el mismoTomás de Aquino– que la luna está mo- vida por una inteligencia angélica o que la epilepsia equivale –como en los mismos Evangelios– a una posesión diabólica.Pero la segun- da solución,el deísmo,con su“dios arquitecto o relojero”,que se des- entiende de su creación, tampo- co puede satisfacer la experien- cia cristiana, basada en un Dios vivo, íntimamente presente en el mundo y actuante en la historia. Lo grave fue que entre las dos posturas no era posible realizar una auténtica mediación. Poco a poco se fue instalando en la con- ciencia general una solución de compromiso, consistente en una especie de deísmo intervencionista. Por un lado,se vive –por ósmosis cultural– la evidencia innegable de la consistencia y regularidad de las leyes físicas; pero, por otro, sin la suficiente clarificación conceptual, se mantiene la creencia en inter- venciones divinas concretas.A eso responde la imagen de un “dios” que está en el cielo, a donde nos dirigimos para invocarlo y desde donde él interviene de vez en cuando (y no para todos, incluso cuando lo necesitamos desespe- radamente). La idea de la creación por amor, bien pensada, permite una mejor salida, gracias a una inver- sión radical del problema. No es preciso romper la legalidad cria- tural ni dejarla cerrada en sí mis- ma bajo la mirada de un “dios” distante. El creador no tiene que venir al mundo, porque está ya siempre dentro de él en su raíz más profunda y originaria.Tampo- co tiene que recurrir a interven- ciones puntuales porque su acción es la de sustentar, dinamizando y promoviendo todo: está ya “des- de siempre trabajando” en su creación. No se niega la validez religio- sa de la experiencia antigua, que veía a Dios actuando de verdad en el mundo,en la historia y en la vida, ni es preciso renunciar a la cultura actual. Como modernos, comprendemos que Dios actúa a través de la acción de las criatu- ras y de sus leyes; por eso, pode- mos y debemos aceptar que el mundo está entregado a nuestra responsabilidad,aunque no hubie- ra Dios (etsi Deus non daretur). Pero,como nuestros antecesores en la fe,podemos verla como una responsabilidad“agraciada”;no de titanes ni de esclavos, sino simple y gloriosamente de hijos. Una moral teónoma Otro de los puntos, acaso el
  • 7. La imagen de Dios en la nueva situación cultural 109 de más consecuencias psicológi- cas del malentendido cultural del Dios cristiano, radica en una vi- sión profundamente deformada de su relación con la moral. Un “dios” que nos creó “para su glo- ria” y a quien hay que “servir”, convierte la moral en algo nece- sariamente heterónomo,es decir, en una carga impuesta por él so- bre nosotros: una serie de “man- damientos” que nos ordena cum- plir o de “prohibiciones” que nos manda evitar. Kant, en el nacimiento mismo del mundo moderno, denunció esta concepción como indigna e infantilizante.Y seguramente nun- ca será posible medir la cantidad de resentimiento que acumuló en la conciencia cultural de occiden- te una concepción que invierte y pervierte el sentido de la religión en relación con el esfuerzo mo- ral.En lugar de percibir la palabra y la presencia de Dios como ayu- da y apoyo en la dura lucha que inevitablemente implica la auto- rrealización humana como tal –es decir para todos, tanto creyentes como no creyentes–,fue interpre- tada como exigencia, imposición y amenaza por su parte. Encima, esa moral se presen- tó como sancionada, en caso de fallo, con el terrible castigo del infierno. El Dios que crea por amor y que sólo piensa en el bien y la felicidad de sus criaturas, acabó siendo descrito como capaz de castigar, por toda la eternidad y con tormentos inauditos, faltas, en definitiva, siempre pequeñas, fru- to de una libertad débil y limita- da. (Piénsese que el avance de la sensibilidad lleva en nuestro tiem- po a una oposición generalizada de la pena de muerte e incluso de la cadena perpetua: ¿seremos los humanos mejores que Dios?) La visión del pecado marcha en paralelo.Tomás deAquino dijo que el pecado no era malo por- que le haga daño a Dios,sino por- que nos lo hace a nosotros: “no ofendemos a Dios más que en la medida en que actuamos en con- tra de nuestro bien”. Sin embar- go,todo el peso del discurso acer- ca del pecado, ignoró –y sigue ig- norando– que el interés de Dios consiste en que no nos hagamos daño a nosotros mismos,no mal- gastemos la vida propia ni ajena, no arruinemos la realización hu- mana. La verdad del Dios que crea por amor deslegitima esa defor- mación dualista. La moral no es una carga impuesta por Él desde fuera,sino una exigencia de nues- tro ser que, superando la insegu- ridad y la limitación del instinto, busca aquellas pautas de conduc- ta que le permitan alcanzar su mejor realización.Realización au- téntica que es justamente el úni- co interés de Dios al crearnos.Por eso su presencia en nuestro es- fuerzo moral sólo tiene sentido como iluminación y apoyo, como ánimo y perdón. Jesús no conde- na nunca y,cuando muestra la ac- titud de Dios ante el pecado hu- mano, la muestra como la del pa- dre preocupado exclusivamente por el bien del hijo, que en el pe- cado estaba arruinando su vida (cf. Lc 15, 24). Kant intuyó esa estructura fundamental:“la religión es (con- siderada subjetivamente) el cono-
  • 8. 110 Andrés Torres Queiruga cimiento de todos nuestros de- beres como mandamientos divi- nos”.Intuición que PaulTillich apli- có a la teología mediante el con- cepto de teonomía (de nomos ley, y teos, Dios), que sintetiza bien los dos aspectos. La ley de nuestro ser manifiesta la intención crea- dora de Dios para bien nuestro: “la razón autónoma unida a su propia profundidad”. REVELACIÓN NO AUTORITARIA: EL DIOS QUE “DICE LO MISMO QUE EL CORAZÓN” Revelación como mayéutica La nueva vivencia de la auto- nomía afecta también a la subjeti- vidad creyente.Su impacto,unido al surgir de la crítica bíblica, exige un nuevo concepto de revelación, que ya no puede ser una imposi- ción autoritaria ni un refugio fi- deísta. Fruto de la lectura literal de la Biblia y de su sistematiza- ción en la patrística, la escolástica y la reacción antimoderna,el con- cepto de revelación que nos llegó es el siguiente: la revelación con- siste en una lista de verdades“caí- das del cielo”, en virtud del mila- gro de la “inspiración”, operado en la mente del hagiógrafo.Se tra- ta de verdades inaccesibles a la razón humana,que hay que creer, sin tener la mínima posibilidad de verificar su verdad. Se trata de una revelación im- puesta desde fuera, sin conectar verdaderamente con nuestras necesidades y sin satisfacer nues- tras preguntas. Su aceptación tie- ne así algo de arbitrario. Esta dis- posición a aceptarlo todo puede parecer sumisión “humilde y reli- giosa”. En el fondo, acaba convir- tiéndose en indiferencia. Así se aclara el terrible divor- cio entre la fe y la cultura y la di- ficultad de establecer un verdade- ro diálogo. Se crea la impresión de que entre ellas no puede me- diar ningún tipo de razones que se puedan compartir,sino tan sólo la aceptación o el rechazo de la autoridad de la revelación y de sus “representantes”. A nivel perso- nal, se explica el abandono masi- vo de la fe, cuando ésta se mues- tra incapaz de mantener el paso de la propia maduración psicoló- gica y cultural, y sólo se dispone de “razones de primera comu- nión” para responder a las dificul- tades de la persona adulta. Una concepción fiel a los da- tos de la crítica bíblica compren- de que la revelación actúa a tra- vés del psiquismo humano.El pro- feta, con su “genialidad” religiosa, cae en la cuenta de que Dios, mediante su presencia amorosa, trata de manifestarse a todos. La palabra inspirada es “mayéutica”, es decir, nos ayuda a dar a luz lo que, desde Dios,somos nosotros mismos. No precisamos aceptar- la “porque sí”, sino porque pode- mos reconocernos en ella (o re- chazarla…). Esa fe, fundada en Dios pero nacida dentro de la humanidad,se hace estrictamente personal, con toda la gloria y la carga de la li- bertad. Los creyentes lo son por sí mismos y no por rutina.
  • 9. La imagen de Dios en la nueva situación cultural 111 Y respecto a la cultura, la fe no aparece como un añadido ex- trínseco, sino como un modo de situarse en su proceso y de parti- cipar en su historia.“La Biblia y el corazón del hombre dicen lo mis- mo” (F.Rosenzweig).No tiene por qué imponerse de forma autori- taria sino que se somete a las pre- guntas y ofrece razones (cf. 1 Pe 3, 15).Tampoco se ve obligada a aceptar de forma acrítica cual- quier evolución cultural: también la fe tiene derecho a hacer pre- guntas y pedir razones. Por su misma esencia,se presenta como abierta a un diálogo en el que da y recibe, enseña y aprende. Verlo así permite enjuiciar con lucidez las difíciles y conflictivas relaciones entre la fe y la cultura desde la entrada de la moderni- dad. Dentro de la Iglesia puede poner las bases para fomentar la libertad teológica y la responsa- bilidad creyente y deslegitimar todo autoritarismo institucional. Y propicia realizar de un modo nuevo el diálogo de las religiones. El diálogo de las religiones: “inreligionación” De modo casi inevitable, la vi- sión dualista de lo religioso y el concepto extrínseco de revela- ción eran solidarios del particula- rismo de la “elección”: Dios es- cogería un pueblo y sólo a él en- tregaría la revelación sobrenatu- ral, dejando a todos los demás en el estado de una religión pura- mente “natural”. Esto era com- prensiblemente reforzado por una visión del mundo que le confería cierta verosimilitud:la humanidad se limitaba en el tiempo a los cua- tro mil años que separaban a Cris- to de la creación de Adán, y se reducía en el espacio al ámbito de la ecumene, cuyos extremos so- ñaba con alcanzar ya de algún modo el mismo san Pablo al que- rer llegar a Hispania. Hoy esta concepción resulta inhumana y exige una profunda re- visión. Las reacciones fundamen- talistas, síntoma de una situación desconcertada, temerosa de per- der la identidad ante una nueva universalidad que se impone, no deben impedirla. Nada hay más opuesto a la universalidad radical y a la generosidad del Abba Crea- dor, que cualquier tipo de elitis- mo egoísta o de particularismo provinciano.Un Dios que crea por amor vive volcado con generosi- dad total sobre todas y cada una de sus criaturas. No se puede pen- sar en la imagen cruel de un pa- dre egoísta que, creando muchos hijos, se preocupa únicamente de sus preferidos y deja a los demás abandonados en el orfanato. El Dios que “hace salir el sol sobre malos y buenos y llover sobre jus- tos e injustos”, llama a todos y desde siempre: no hubo desde el comienzo del mundo un solo hombre o una sola mujer que no nacieran amparados, habitados y promovidos por su revelación y por su amor incondicional. Que las categorías para pen- sar esto,conciliando universalidad y particularidad, definitividad de Cristo y valor salvífico de las de- más religiones, resulten difíciles e (incluso) insatisfactorias, no debe ocultar esa evidencia fundamen- tal.En el fondo,la humanidad siem-
  • 10. 112 Andrés Torres Queiruga pre lo comprendió así.De hecho, todas las religiones se consideran a sí mismas reveladas. Hay que partir siempre del principio de que todas las religiones son a su modo verdaderas y constituyen caminos reales de salvación para los que honestamente las practican. Eso no significa un relativismo que las nivele a todas; ni a todo dentro de cada una. Por parte de Dios no existe ningún tipo de dis- criminación; pero la receptividad humana – que pertenece también, y de modo esencial, a la constitu- ción misma de la revelación– mar- ca diferencias inevitables. El esta- dio evolutivo, la situación históri- ca, las circunstancias culturales y la maldad del corazón limitan, con- dicionan y deforman continua- mente la manifestación divina.No existe religión sin verdad, pues todas consisten en el descubri- miento y vivencia de lo divino, ni religión absolutamente perfecta, pues ninguna puede agotar en su traducción humana la riqueza in- finita del Misterio. Pablo subraya que la culminación cristiana está vertida en pobres “vasijas de ba- rro”. Ahí,y no en un pretendido“fa- voritismo” divino, radican las di- ferencias entre las religiones.Dios se da “cuanto es posible” en to- das ellas, pero la acogida es dife- rente en cada una. Debe evitarse la peligrosa palabra de “elección” pues ni el amor discrimina ni en Dios hay acepción de personas. Las diferencias existen realmen- te; son un hecho inevitable, dada la diversidad humana. Por eso se pervierten,cuando lo positivo de ellas se ve como privilegio y no como algo destinado, también, y con igual derecho, a los demás. La teología actual hizo progre- sos notables en el replanteamien- to de la nueva situación, sobre todo en dos frentes: 1) el de la inculturación, por el que toda reli- gión comprende que ha de res- petar la especificidad de aquellas culturas en donde es proclamada, buscando expresarse en sus ca- tegorías y encarnarse en sus ins- tituciones; y 2) el del inclusivismo, que, con diversos matices según los autores, reconoce que toda religión es verdadera y que todos podemos aprender de todos. Personalmente, me atrevo a aventurar un tercer paso: el de la inreligionación. Si toda religión es revelada y en ella acontece la sal- vación real de Dios, es obvio que la religión que entre en diálogo con ella no puede pretender anu- lar esa verdad y esa salvación. En todo caso, las vivifica y las com- pleta con su contribución.Ya san Pablo hablaba no de substitución sino de“injerto” en la relación del cristianismo con el judaísmo. HACIA UNA IMAGEN (MÁS) COHERENTE DE DIOS Por definición, el misterio de Dios desborda toda capacidad humana y jamás podrá ser ence- rrado en sus esquemas concep- tuales. Si comprehendis, non est Deus (si lo comprendes no es Dios). Pero el misterio no es lla- mada a la desidia ni salvoconduc- to para la arbitrariedad. Debemos hacernos responsables de lo poco
  • 11. La imagen de Dios en la nueva situación cultural 113 que podemos decir. Dios como Anti-mal Nada daña tanto hoy la ima- gen de Dios como el modo ordi- nario de explicar su relación con el mal.Aunque el problema del mal afecta desde siempre a la huma- nidad, la plausibilidad social y el ambiente religioso hacían posible asimilar una posible falta de co- herencia teórica. Pero nuestro tiempo no puede permitirse esto. El terrible dilema de Epicuro –si Dios puede y no quiere evitar el mal, no es bueno; si quiere y no puede,no es omnipotente– exige una respuesta a las preguntas de una razón críticamente emancipa- da. Ya no es posible esquivar su desafío; de lo contrario el mal se convierte en “roca del ateísmo” Mientras se mantenga, de modo acrítico e inconsciente, el viejo presupuesto de que es po- sible un mundo sin mal, no sería ni humanamente digno ni intelec- tualmente posible creer en un Dios que, siendo posible, no im- pide que millones de niños mue- ran de hambre o que la humani- dad siga azotada por la guerra o el cáncer. Si el mal puede ser evi- tado, ninguna razón puede valer contra la necesidad primaria e in- condicional de evitarlo. De nada sirve la proclamación de que Dios sufre con nuestros males,si antes los pudo evitar, pues entonces su compasión y su dolor llegarían demasiado tarde. El descubrimiento de la au- tonomía del mundo, unida a la idea de un Dios no intervencio- nista y respetuoso con la liber- tad, permite mantener la fe en Él, sin incurrir en contradicción lógica ni refugiarse en el fideís- mo. Para eso se impone el paso intermedio de una ponerología (del griego ponerós, “malo”), es decir, de un tratado del mal en sí mismo, previo a toda opción religiosa o a-religiosa. Porque entonces es posible mostrar el carácter estrictamen- te inevitable del mal en un mun- do finito (sea el mundo que sea, pues no se trata del“mejor”,sino de cualquiera de los posibles). En lo finito “toda determinación es negación” (Spinoza), una propie- dad excluye necesariamente la contraria, y la carencia genera conflicto.Un mundo en evolución no puede realizarse sin catástro- fes; una vida limitada no puede escapar al dolor y la muerte,y una libertad finita no puede excluir a priori la situación límite del fallo y de la culpa. Creyentes y no creyentes que- dan igualmente situados ante un idéntico problema: dar sentido a la vida en un mundo herido por el mal de un modo inevitable y terrible. Este es el papel de la pis- teodicea o justificación de la fe (pis- tis, fe, en sentido amplio) religio- sa, agnóstica o atea: tanta razón de su “fe” tiene que dar Sartre, cuando juzga absurda la existen- cia, como el creyente que le da un sentido a partir de Dios. La ponerología permite a la fe religiosa mantener su coherencia, poniendo al descubierto la tram- pa del dilema de Epicuro: carece de sentido pretender que Dios pueda crear un mundo sin mal. Sería tan absurdo como exigirle
  • 12. 114 Andrés Torres Queiruga que crease un círculo cuadrado. No es que Él“no pueda”,sino que “es imposible”. El misterio se desplaza: ¿por qué Dios creó el mundo, a pesar de saber que de modo inevitable comportaría tanto mal? La histo- ria de la salvación recibe una nue- va luz: Dios creó por amor y lo muestra en su darse a la humani- dad (toda historia es historia de salvación) con la promesa de res- catarla definitivamente del mal, cuando, tras la muerte, lo permi- ta la ruptura de la finitud históri- ca.Algo que se ilumina definitiva- mente en el destino de Jesús de Nazaret: en su cruz se mostró como todos mordido por el mal, pero su resurrección desvela que el mal no tiene la última palabra. El giro es radical y urge sacar una consecuencia justa. Un Dios que crea por amor sólo puede querer el bien para sus criaturas. El mal, en todas sus formas, exis- te porque es inevitable,tanto físi- ca como moralmente,en las con- diciones de un mundo y libertad finitas. No debe decirse que Dios lo manda o lo permite, sino que lo co-sufre y com-padece como frustración de la obra de su amor en nosotros. Dios es el Anti-mal: el Salvador que lucha contra el mal y nos convoca a colaborar con Él. Más allá de la oración de pe- tición Sin embargo, tanto nuestros hábitos de pensamiento como nuestras prácticas de piedad con- tinúan cargados del presupuesto contrario.Muchas veces,aun cuan- do teóricamente se acepta la im- posibilidad de que el mundo pue- da existir sin mal, se sigue alimen- tando el inconsciente con la creencia contraria. Es necesario superar rutinas y romper incohe- rencias,para honra de Dios y para nuestro bien. En ese sentido, re- viste una importancia decisiva el modo de orar. En concreto, las fórmulas de la oración de petición mantienen vivo aquel presupuesto.Ello resul- ta tanto más eficaz cuanto que permanece ignorado y enlaza con profundas necesidades antropoló- gicas,como el reconocimiento de nuestra indigencia y de nuestra necesidad de ayuda. No se trata de negar u ocultar esas necesida- des.Pero sería incorrecto usarlas como escudo para resistirse a revisar la lógica de las expresio- nes usadas.Lo justo es conservar sus valores, pero evitar sus efec- tos objetivamente perversos. Cada vez que le pedimos a Dios que acabe con el hambre en África, o que cure la enfermedad de un familiar, objetivamente su- ponemos que lo puede hacer y que, si no lo hace, es porque no quiere. Lo cual, en la actual situa- ción cultural,que rompe los silen- cios y tabúes sagrados que encu- brían las consecuencias lógicas, pasa a tener unas consecuencias terribles. Vista la enormidad de los ma- les que afectan al mundo,un Dios que pudiendo, no los limita, apa- rece como un ser indiferente y cruel.Porque ¿quién,si pudiese,no eliminaría el hambre,las pestes,los genocidios que arrasan el mundo? ¿Seremos nosotros mejores que Dios? Como escribió Jürgen Molt-
  • 13. La imagen de Dios en la nueva situación cultural 115 mann ante el recuerdo deVerdún, Stalingrado,Auschwitz o Hiroshi- ma:“Un Dios que permite críme- nes tan espantosos, haciéndose cómplice de los hombres, difícil- mente puede ser llamado‘Dios’”. Hay que orar, pero de otro modo. Con una oración que no oculte la indigencia humana ni si- lencie el deseo de ayuda y mejo- ra, pero que trate de expresarse de manera que,respetando el ex- quisito amor de Dios,más preocu- pado por el mal que todos noso- tros, manifieste el esfuerzo por alimentar la confianza y avivar el agradecimiento por su presen- cia y por su ayuda. Hoy es preciso reconocer lo contradictorio –y culturalmente dañino– de una invocación como: “para que los niños no mueran de hambre, Señor escucha y ten pie- dad”. Porque objetivamente apa- recemos nosotros como los bue- nos y atentos mientras que Dios sería ese extraño ser al que hace falta alertar –“escucha”– y mover a compasión –“y ten piedad”–. La realidad es justamente la contra- ria: Dios es quien está llamando incansablemente a las puertas de la conciencia humana, para que escuche el grito de los demás y tenga compasión de su dolor. Es Él quien llama y nos “suplica”. Dios no es un“dios” de omni- potencia arbitraria y abstracta que, pudiendo librar del mal, no lo hace,o lo hace sólo a veces o a favor de unos cuantos privilegia- dos. Sino el Dios solidario con todos hasta la cruz; el Dios Anti- mal, “el Gran compañero, el que sufre con nosotros y nos com- prende” (Whitehead). El Creador como liberador Hegel y Kant conocían el te- rror de la revolución francesa. Pero sabían que suponía un hito decisivo en el avance de la con- ciencia humana: la sociedad y su reparto de justicia,igualdad,liber- tad y fraternidad forman parte de la autonomía y responsabilidad humanas. Las iglesias no siempre lo comprendieron así, e incluso después de la Revolución se pro- dujo un fuerte retroceso:la legiti- mación religiosa del absolutismo político y de la desigualdad social. El precio fue terrible:la distorsión de la imagen de Dios, interpreta- do como cómplice de la injusticia y opio para adormecer las fuer- zas de progreso. La “apostasía de las masas trabajadoras” da testi- monio de ello. Nada más contrario al rostro auténtico del Dios de Jesús. Lo comprendieron las minorías, que jamás faltaron en las iglesias, afir- mando una fe que les situaba al lado de los pobres y de las vícti- mas. Las órdenes dedicadas a los pobres,diversos movimientos del socialismo utópico y el socialismo religioso de la primera mitad del siglo pasado mantuvieron despier- ta la conciencia de esa verdad. Después delVaticano II las distin- tas teologías de la esperanza, del mundo,de la política,de la libera- ción desenmascararon hasta la evidencia lo falso y horrible de la deformación. El escándalo, reconocido, se convirtió en “profecía externa” que renueva hoy en las iglesias la “memoria” del rostro más origi- nal y auténtico de Dios, que inau-
  • 14. 116 Andrés Torres Queiruga gura la historia bíblica escuchan- do el clamor de un pueblo opri- mido y haciendo todo lo posible por liberarlo; que, mediante sus profetas, no dejó de insistir a fa- vor del huérfano y de la viuda,del esclavo y del extranjero; que, en Jesús, se sitúa sin reservas al lado de los pobres, convirtiendo la fi- delidad a esta exigencia en crite- rio último de la comunión con Él. Tal es el sentido más radical de las bienaventuranzas. Una de las perversiones que amenazan a toda religión es justamente la de agra- var con el recurso a Dios el dra- ma del dolor natural y legitimar con la sanción divina la perversión de la injusticia social: convertir al enfermo en maldito y al pobre en pecador. Contra lo primero se revela ya el libro de Job, y contra lo segundo se dirigen directamen- te las palabras de Jesús:“Bienaven- turados los pobres,los enfermos, los perseguidos…”. Porque está herido por el sufrimiento, el en- fermo sabe que Dios se pone prio- ritariamente a su lado;porque está marginado y explotado por los hombres,el oprimido escucha que Dios le defiende y rescata con la justicia de su Reino. No es posible confesar un Dios que crea por amor, consti- tuyéndose en Abbá, Padre/Madre de todos, sin verlo al lado de los que sufren, y sin transformar la confesión creyente en esfuerzo por reconocer y tratar a todo hombre y mujer como hermano y hermana. Tradujo y condensó: JOSEP Mª BULLICH