Este poema describe a una persona que va solo al huerto cuando la naturaleza todavía duerme para estar en paz y quietud con Jesús, escuchando su voz. La voz del Señor es tan dulce que las aves guardan silencio, y sólo se oye esa voz de amor que trae una paz inmensa al alma. Aunque lleguen las sombras, la persona está encantada con Jesús y siempre escucha su voz donde haya pena.