Estrategias de enseñanza - aprendizaje. Seminario de Tecnologia..pptx.pdf
Articulo3
1. CONCLUSIONES
Probablemente no sea yo el único que haya tenido que escuchar, no sin pedante iteración,
eso de que el reggaetón es muy machista. Tampoco los habrá ajenos a las noticias de los
últimos meses referidas a este género, como las propuestas de censura de canciones en
fiestas populares o dirigidas a artistas como Bock G por un tema como A mí me gustan
mayores, donde es complicado encontrar el contenido machista o de vejación de la mujer.
Por ello, voy a explicar por qué considero que el hecho de despreciar el reggaetón por ser
un género machista realmente no tiene por qué tener ninguna relación alguna con un
planteamiento o posición feminista acerca del tipo de relaciones que se han de establecer
entre hombres y mujeres, ni mucho menos con la posible valía estética de esta variedad
musical.
Evidentemente, no voy a entrar en consideraciones sobre los constituyentes del género, de
si hay que diferenciar entre reggaetón, electrolatino, pop latino, etc. Yo me refiero al
reggaetón como lo que el imaginario colectivo entiende por reggaetón: Don Omar, Wisin y
Yandel, CNSO, Chino y Nacho, Maluma, Becky G, Osuna, Nicky Jam, Gente de Zona, etc.
En primer lugar, cuando se va a formular una consideración sobre un objeto artístico, da
igual que sea una escultura, una pintura, una construcción arquitectónica, una canción, un
libro, una película, etc. hay que tener en cuenta que existen dos planos: el ético y el
estético.
El primero abarca lo que se considera que está bien y lo que está mal, y a veces ello
coincide con lo permitido y lo prohibido, en fin, lo que llamamos moral.
En el plano estético entra la manipulación de materiales para producir belleza, para
provocar disfrute, placer, etc. En el caso del reggaetón, tenemos dos materiales: el lenguaje
y el sonido y, como género musical, artístico, sería una manifestación estética más de una
comunidad humana determinada.
A pesar de todo, podría alguien objetar que la belleza es muy subjetiva: la moral también es
subjetiva pero la subjetividad no impide que identifiquemos las cosas como buenas o malas
o como bellas o no bellas. Por tanto, el reggaetón es un género musical, así que está en el
plano estético; el machismo, es una actitud moral sobre las relaciones entre hombres y
mujeres, por lo que entra dentro de lo ético. Otra cosa es que el plano estético pueda reflejar
el ético o que el ético tenga sus manifestaciones en lo estético; de hecho, lo normal es que
se dé esta interrelación, pero no por ello ha de derivarse una identificación de ambos
planos. Por ejemplo, y sin salirme de la dialéctica entre machismo y feminismo, es
consabido que el trap, en vigente eclosión, está expresando, por un lado, las actitudes
machistas de cantantes que, procedentes en muchos casos del reggaetón, generan una
identidad masculina que, tal y como ha estudiado Priscila Carvallo Villarga, es
heterosexual, promiscua, con acceso a recursos económicos y violenta. Por otro lado,
2. también acoge las voces femeninas de artistas que reivindican no sólo su propio espacio en
un género monopolizado, como muchos otros, por los susodichos; sino, además, proponen
en sus letras un prototipo de mujer liberada de todas las posibles convenciones sociales
asociadas a su sexo. Es el caso de cantantes como Ms Nina, quien en una entrevista señaló
que «si un tío puede decir cosas como “cómeme la polla” o no sé qué, ¿por qué una tía no
puede decir “cómeme el coño” o “fóllame” o, no sé, o “quiero mover el culo porque tengo
ganas” o cosas así. Eso no quiere decir que seas una zorra o no sé. […] Puedo decir lo que
dice un tío también y no hago daño a nadie».
También en el heavy metal sucede algo similar pero esta vez con concepciones religiosas
contrapuestas. Como respuesta al black metal, satánico, surge el unblack metal, que utiliza
los mismos ritmos pero para promover el cristianismo y el antisatanismo. Por último,
también el rock sirvió de cauce a dos tendencias políticas diferentes: el punk rock tenía un
carácter contracultural y de denuncia social, mientras que el rac (rock against communism)
era de corte fascista y racista.
Así, el silogismo formado por los argumentos el reggaetón es machista, el machismo es
despreciable y la conclusión el reggaetón es despreciable, genera, a su vez, otra conclusión
de alcance más general: todos los género artísticos son despreciables, puesto que, si de
machismo se trata, hay que despreciar el 99% de las producciones artísticas, al menos, de
toda la historia occidental. O sea, no se puede caer en la ingenuidad de creer que el resto de
géneros musicales tienen como referente a Simone de Beauvoir: son abundantes los hilos
en Twitter sobre el machismo en el rock and roll, tampoco el rap deja a la mujer en un
lugar acorde a su dignidad humana. Sólo basta con atender al número de grupos masculinos
y femeninos que en cada uno de ellos existe. El mismo concepto de gruppie es claramente
machista: la típica banda masculina de pop o rock que tiene a su servicio –sexual– un
puñado de mujeres que satisfacen tales necesidades de los componentes (curiosamente)
siempre heterosexuales.
Precisamente, considero que el mundo del pop, quizá el género actual más corriente y
aceptado, no ha tenido la suficiente denuncia, como sí la ha tenido por fortuna el reggaetón,
sobre el machismo que lo domina. Hace dos años, Alejandro Sanz fue causa de noticia por
parar un concierto para increpar a un hombre del público que estaba pegando a su pareja.
Acto loable donde los haya, aunque no lo parece ser, sin embargo, la canción que en ese
mismo año sacó junto con Jesse & Joy, cuyo título ya anunciaba el presagio: No soy una de
esas. En ella, Jesse interpreta a una chica que, en un bar, se encuentra con un chico,
Alejandro Sanz, que le gusta pero no quiere entregarse a él porque Aunque me interesa, no
soy una de esas que tan fácilmente se deja enredar. Él, viendo que después del flirteo no va
a conseguir contacto alguno con ella, le espeta que Si no quieres flamenquito, no toques las
palmas […] A lo mejor es muy tarde para echarse atrás. Y es que el galanteo tampoco es
que sea muy ejemplar: ella le declara que Tus manos sobre esa guitarra me llevaron a
imaginar / todo lo que una dama no debe contar y, claro, ante eso él sólo puede contestar
que La música fluye, tus ojos me huye, te quiero amarrar.
Sin embargo, salvo algunos portales feministas, ni los medios ni las redes sociales ardieron
con mensajes de repulsa hacia el contenido nocivo de esta composición, como sí lo han
hecho con muchas canciones de reggaetón. Es más, El Mundo se hizo eco del lanzamiento
de la canción con muy buena crítica: «¿Qué os parece este nuevo tema? A nosotros nos
trasmite muy buen rollo y el ambiente festivo del videoclip nos ha trasladado rápidamente a
una pista de baile caribeña. ¡Larga vida a la música latina!».
3. A todo ello habría que añadir el hecho de que, tal y como señalan estudiosas como María
José Gallucci, el reggaetón tiene cuatro subgéneros: cristiano (en las iglesias), romántico
(gira en torno al amor y a la mujer como objeto de deseo), sandungueo (expresa libertad
para divertirse en las discotecas) y malianteo tiraera (hace referencia a las competencias
líricas entre cantantes y DJS). Así, señalar que el reggaetón es machista es una falacia de
las conocidas como generalización apresurada o muestra sesgada: ¿qué machismo existe en
canciones como Vivir mi vida (Marc Anthony), Madre tierra (Chayanne), Mi gente (J.
Balvin), La gozadera (Gente de Zona) o Vida (Ricky Martin)? Ni siquiera una canción tan
controvertida como Mayores, de Becky G, en la que se aborda el amor romántico, puede
considerarse machista: ¿en qué momento la mujer se encuentra subordinada al hombre? La
composición versa sobre la declaración de una mujer acerca de sus preferencias
sentimentales y sexuales, con la réplica de un hombre joven que se propone como
candidato dispuesto a cumplir sus expectativas a pesar de que no cumple el rasgo principal
por ella requerido: que sea mayor. Sin embargo, no han faltado las propuestas de censura
para esta canción: qué pena que no ocurriera lo mismo con la de Alejandro Sanz.
Deberíamos ser extremadamente precavidos con los criterios que se usan para descartar un
objeto artístico. Es como si, por ejemplo, alguien que no lee novela fantástica y se inclina
más por la estética realista, sostiene que la novela fantástica no le gusta porque no es fiel a
la realidad, porque crea mundos imposibles, etc., cuando evidentemente las dos tienen el
mismo grado de ficcionalización. Tan ficcionales son El Señor de los Anillos o Harry
Potter como La desheredada, La familia de Pascual Duarte o Los santos inocentes.
Es decir, desde la crítica artística, son certeros los juicios de Harold Bloom acerca de los
criterios en torno a los que se forman los cánones. En el primer capítulo de su obra El
canon occidental, precisamente hace hincapié en el hecho de que no se les puede pedir
responsabilidades morales a los artistas, es decir, no podemos juzgar con parámetros
morales las producciones artísticas, sino con criterios estéticos: cómo se han manejado los
materiales para conseguir la obra, sea un libro, una escultura, una pintura, un edificio, lo
que sea. Por ello, tan injusto es preservar el canon en virtud de preceptos morales
políticamente correctos, como ni siquiera contemplar su existencia por no respetarlos: «No
me interesa, […] el actual debate entre los defensores del ala derecha del canon, que desean
preservarlo en virtud de sus supuestos (e inexistentes) valores morales, y la trama
académico-periodística, que he bautizado como Escuela del Resentimiento, que desea
derrocar el canon con el fin de promover sus supuestos (e inexistentes) programas de
cambio social». Igual de improcedente es no admitir el reggaetón por ser un género de
clases bajas, como despreciarlo por denigrar a la mujer.
Él pone como ejemplo señero a Shakespeare, diciendo que no podemos pretender que el
dramaturgo nos dé las claves para salvar a la humanidad inglesa del siglo XVII, y tiene toda
la razón, no podemos pretender que los artistas nos salven de nuestras inquietudes morales:
«La Ilíada muestra la incomparable gloria de una victoria armada, mientras que Dante se
recrea en los eternos tormentos sobre sus enemigos más personales de que es testigo. La
versión que Tolstói ofrece del cristianismo deja de lado casi todo lo que cualquiera de
nosotros conserva, y Dostoievski predica el antisemitismo, el oscurantismo y la necesidad
de la servidumbre humana. Las ideas políticas de Shakespeare, al menos por lo que
podemos precisar, no parecen muy distintas de las de su Coriolano, y las ideas de Milton
acerca de la libertad de expresión y la libertad de prensa no impiden la imposición de todo
tipo de represiones sociales. Spenser se regocija en la masacre de los rebeldes irlandeses,
mientras que la egomanía de Wordsworth exalta su mente poética por encima de cualquier
4. otra fuente de esplendor. Los más grandes escritores occidentales subvierten todos los
valores, tanto los nuestros como los suyos».
Del mismo modo, en el caso hispánico, no podemos exigirle a Maluma o a Don Omar que
responda a las interrogaciones existenciales de nuestra sincronía, tampoco podemos
desechar a Quevedo, que escribió posiblemente los mejores poemas que se escribirán nunca
en español, porque fuese racista, homófobo y profundamente misógino. Ni rechazar a Lope
de Vega por ser absolutista (léase Fuenteovejuna): precisamente él en su Arte nuevo de
hacer comedias le echaba siete llaves a la Poética de Aristóteles para escribir sus obras
porque lo que le interesaba era hacer piezas que gustasen al vulgo, a la gente más baja, y si
para ello tenía que hacer siempre las mismas obras pero con distintos personajes, sin ningún
remilgo las componía, porque a él pretendía que la gente disfrutase con sus creaciones para
que siguiese pagando por verlas.
Asimismo, es notorio el hecho de que Javier Cercas fuera criticado por rescatar la figura de
Rafael Sánchez Mazas, fundador del falangismo, en su novela Soldados de Salamina,
cuando el argumento de la obra es simplemente cómo se construye una novela.
Continuando con Bloom, «si leemos […] con la finalidad de conformar nuestros valores
sociales, políticos, personales o morales, creo firmemente que nos convertiremos en
monstruos entregados al egoísmo y la explotación. Leer al servicio de cualquier ideología, a
mi juicio, es lo mismo que no leer nada». Por ello, el norteamericano defiende la
independencia de la estética con respecto a la filosofía y la ideología: «es señal de la
degeneración de los estudios literarios que a uno se le considere un excéntrico por mantener
que la literatura no es dependiente de la filosofía, y que la estética es irreductible a la
ideología o la metafísica. La crítica estética nos devuelve a la autonomía de la literatura de
imaginación y a la soberanía del alma solitaria, al lector no como un ser social sino como el
yo profundo: nuestra más recóndita interioridad».
Mi tesis es que cualquiera que afirme que no le gusta el reggaetón porque es machista
revela un elitismo clarísimo: como el reggaetón es un género popular, hecho por personas
de las más bajas capas sociales de países socioeconómicamente muy pobres, ya por eso
carece de cualquier posibilidad de alta consideración por parte de las esferas académicas.
Realmente es mucha la hipocresía, porque, aunque ya hay estudios serios sobre este género
musical desde el punto de vista crítico e incluso lingüístico (como la comparación entre el
bilingüismo de las jarchas y las canciones de Shakira por parte de Eva Llergo Ojalvo e
Ignacio Ceballos Viro), habrán de pasar cincuenta o cien años para que empiece a
admirarse este género bajo el marbete de lo antiguo, de lo histórico, de lo premoderno, y
por tanto, libre de toda asociación con lo socialmente bajo, como le pasó a la mayoría de
géneros medievales (hasta el siglo XV no alcanzaron reconocimiento erudito), a la comedia
nueva de Lope (despreciado por la élite cultural del Imperio) o la comedia de espectáculo
del siglo XVIII. Todas estas composiciones, (supuestas) bazofias para que la gente pobre se
divirtiera, han acabado haciendo que los críticos pongan los ojos en blancos al leerlas.
Mientras tanto, como señala Bloom, seguimos sin aprender que «leer a los mejores
escritores —pongamos a Homero, Dante, Shakespeare, Tolstói— no nos convertirá en
mejores ciudadanos. El arte es absolutamente inútil, según el sublime Oscar Wilde, que
tenía razón en todo. También nos dijo que toda mala poesía es sincera. Si yo tuviera el
poder de hacerlo, daría orden de que esas palabras fueran grabadas a la entrada de todas las
5. universidades, a fin de que todos los estudiantes pudieran ponderar el esplendor de dicha
idea».
Terminando: obviamente, el reggaetón es machista, pero no es más machista que el resto de
géneros, promueve el machismo como lo promueven los demás. Quizá pudiera parecer más
machista que otros géneros porque se expresa en una variedad socioculturalmente muy baja
del español, de tal manera que, de nuevo por elitismo, se considera que estas variedades las
usan personas con valores morales igualmente evitables. Sin embargo, no por enunciar el
machismo en variedades cultas se atenúa esa actitud de superioridad de los hombres con
respecto a las mujeres. Y es que realmente el reggaetón no asume valores que no estén ya
identificados como propios dentro del modelo social (heteropatriarcal) que sigue rigiendo
aún hoy las sociedades occidentales.
RECOMENDACIONES
NIGGA: TE AMO
PLAN B; AMOR DE ANTES
NIGGA: SIN TU AMOR
DA CARLOS: DONDE ESTA EL AMOR
EDDY LOVER : NO EHDEJADO DE EXTRAÑARTE
ANUEL AA :BEBESITA
CALI EL DANTE :YO TE ESPERARE
MALUMA FT KAROL G :CREEME