Un anciano de 80 años llegó apurado al hospital para que le sacaran los puntos de un pulgar. Aunque le llevaría más de una hora ser atendido, el doctor examinó su herida y se la curó rápidamente. El hombre le explicó que iba todos los días al asilo a desayunar con su esposa, que sufre de Alzheimer y ya no lo reconoce, porque aunque ella no sepa quién es él, él aún sabe quién es ella. Esto conmovió al doctor, quien reflexionó sobre el verdadero amor.