Este poema rinde homenaje a un perro callejero llamado Juanjo que vivió libremente sin un dueño. Aunque no pertenecía a nadie en particular, Juanjo era querido por todos en el barrio. Era un símbolo de aventura y alegría que traía consuelo a los niños y ancianos. Juanjo representaba la belleza y la libertad del barrio hasta que murió, dejando atrás recuerdos y emociones en los corazones de quienes lo conocieron.