1. Ciclo “Cuaresma para los sentidos”. Excmo. Ayuntamiento de Cádiz.
Jueves, 21 de marzo. 20:30 h. Catedral de Cádiz.
CONCIERTO DE CUARESMA
Programa:
Eduardo Escobar de Rivas (Cádiz, 1879-1942)
¡Ecce-Homo!, marcha fúnebre (1929)
Arreglo para orquesta de Jorge Enrique García Ortega.
Antonio Maqueda Castillo (Granada, 1910-Cádiz, 1905).
Stabat Mater en Fa menor (1881)
Transcripción de Fco. Javier Orellana Vallejo.
1.- Stabat Mater dolorosa (solistas y coro).
2.- Cujus animam gementem (dúo de sopranos).
3.- O quam tristis (solo de contratenor).
4.- Quae moerebat et dolebat (dúo de soprano y contratenor).
5.- Qui posset non contristari (soprano y coro).
6.- Vidit suum dulcem natum (solo de soprano).
7.- Inflammatus et accensus (solo de contratenor).
8.- Eja Mater fons amoris (dúo de soprano y violín).
9.- Quando corpus morietur (coro).
José Mª Gálvez Ruiz (Cádiz, 1874-1939).
Salve Gregoriana para dos coros de tiples y uno de bajos (ca. 1895-1905)
Transcripción de Jorge Enrique García Ortega.
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Conjunto Vocal Virelay
-Capilla de música de la Catedral de Cádiz-
Orquesta Barroca de Cádiz
Jaime Calderón Rovira, concertino.
Solistas:
Andrea Ramírez Ortegón, soprano.
Carmen Ramírez Sola, soprano.
Bruno Campelo Muñiz, contratenor.
Dirección: Jorge Enrique García Ortega.
2. Notas al programa:
Maqueda, Escobar, Gálvez: instituciones y tradiciones musicales en el Cádiz
decimonónico.
El presente programa tiene como obra central el Stabat Mater compuesto por
Antonio Maqueda Castillo (1810-1905) para la Orden Seglar Servita de Cádiz. En
torno a Maqueda podemos dibujar una imagen bastante aproximada del ambiente
musical del Cádiz del último tercio del siglo XIX, ya que desarrolló su carrera en tres
ámbitos distintos pero complementarios: director de la orquesta del Teatro Principal,
profesor del la Academia Santa Cecilia y maestro de capilla de la Catedral de Cádiz.
Estas tres instituciones musicales nos servirán para ejemplificar las numerosas
interconexiones musicales entre los tres compositores que conforman el programa de
concierto.
Antonio Maqueda se forma en su Granada natal como niño seise bajo la
dirección del maestro de capilla Vicente Palacios (1777-1836). Pese a los profundos
cambios sufridos en la España de la primera mitad del siglo, aún permanecían
intactas algunas instituciones del Antiguo Régimen como las capillas musicales. Estas
agrupaciones vocales e instrumentales tenían como principal cometido la
interpretación musical en las distintas celebraciones litúrgicas de la catedral,
funcionando como centros de creación, formación, interpretación y circulación de
música y músicos. En ellas, los seises recibían la formación musical necesaria para el
desempeño del oficio de músico a la vez que formaban parte de la capilla. Maqueda
se especializó en el violín y la viola, y a través de la música instrumental llegó al
mundo de la todopoderosa ópera italiana con Rossini como compositor omnipresente
en la España del siglo XIX. Cádiz, centro operístico periférico de referencia ya desde
el siglo XVIII requirió los servicios de Maqueda, ocupando la dirección de la
orquesta del Teatro Principal de Cádiz a finales de la década de 1850. Este teatro,
3. ubicado en el solar de lo que hasta hace no mucho fue el Cine Municipal, ofrecía una
intensa temporada operística.
Así, el panorama musical con el que se encuentra Maqueda a su llegada a
Cádiz es de total ebullición: el Carnaval está perfilando sus contornos reconocibles, el
Barrio de Santa María irradia Flamenco a través de la saga de los Ortega, y las
primeras marchas de López Juarranz sonaban tras los pasos de Semana Santa. De otra
parte, y simultáneamente, una naciente academia de música originará el actual
Conservatorio Manuel de Falla de Cádiz: la Academia Santa Cecilia, fundada por
Alejandro Odero en 1859. Este conservatorio, civil y laico, complementará la oferta
formativa musical del Colegio de Santa Cruz, donde los seises gaditanos eran
adiestrados para el oficio de la música litúrgica. Maqueda compaginará pronto su
cargo en el teatro con el de profesor de la Academia, donde comenzará su formación
el compositor de la obra que abre el concierto y que ejemplifica de igual modo la
estrecha unión entre conservatorio y catedral: Eduardo Escobar de Rivas (1879-
1942). Proveniente de una familia de músicos, Escobar continuó su formación como
violinista en Madrid, llegando a dirigir la Capilla Real durante el reinado de Alfonso
XIII. De vuelta a Cádiz, Escobar impulsó la música en su ciudad participando y
organizando infinidad de conciertos, colaborando con la capilla musical
(estrechamente junto a Maqueda) y creando en 1931 la Banda Municipal, primera
agrupación civil de este tipo ya que Cádiz, como importante destacamento militar,
contaba con numerosas bandas que acompañaban los cortejos procesionales. Sus
esfuerzos en pro de la música en su ciudad tuvieron como consecuencia la donación
al archivo musical de la Catedral de un importante corpus de obras de varios autores.
El “Archivo Escobar” supone un alto porcentaje de obras en el archivo catedralicio, y
es este archivo el que nos conduce a la siguiente parada en nuestro recorrido que
conecta a los compositores de este programa: su vinculación con las cofradías de
Cádiz.
Maqueda y Gálvez mantenían una fuerte vinculación con la Orden Seglar
Servita de Mª Santísima de los Dolores, y Escobar con la Archicofradía del Ecce-
Homo. Este dato no es anecdótico ya que hay constancia de la vitalidad que la música
4. sacra gozaba en los cultos de las hermandades en esta época. Además, tanto
canónigos como miembros de la capilla musical sintieron especial devoción durante
el siglo XIX y bien entrado el XX por la Virgen de los Dolores. Escobar, que fue
hermano de la corporación de San Pablo, dedicó a su titular la marcha fúnebre ¡Ecce-
Homo!, que abre el concierto. Este cuidado arreglo realizado por Jorge Enrique
García basado en el guión original conservado por la archicofradía nos permitirá
apreciar el lenguaje romántico que nos preparará para la escucha de la pieza central
del concierto, cuya partitura general para la dirección fue donada a los servitas por la
familia de Escobar en 1922. Una donación más del “Archivo Escobar” que no será el
único testimonio de la dedicatoria de Maqueda a la Virgen de los Dolores, ya que el
archivo de esta orden seglar conserva un importante número de partichelas que
atestiguan su interpretación habitual cada Viernes de Dolores en la Parroquia de San
Lorenzo.
Y de la mano del Stabat Mater, regresamos a la Catedral de Cádiz, lugar donde
Maqueda ejerció como maestro de capilla entre los años 1864 y 1905. Lejos de
sustituir el repertorio por obras nuevas en el estilo de su época (como solía ser
habitual), el maestro granadino no sólo enriqueció el archivo con un notable número
de composiciones propias, sino que mantuvo, actualizó y revitalizó los repertorios sus
predecesores en el cargo como Nicolás Zabala (1770-1829) o Juan Domingo Vidal
(1734-1808), adaptándolos a la nueva configuración vocal e instrumental de la capilla
musical gaditana. Es importante mencionar que Maqueda es el único seglar que ha
accedido a este cargo en Cádiz, dato que nos indica la altísima estima que gozaba en
nuestra ciudad y que culminó con su reconocimiento como hijo adoptivo por el
Ayuntamiento de 1894.
Bajo el magisterio de Maqueda entró al servicio como seise el último autor de
esta terna de lujo: José María Gálvez Ruiz (1874-1939), quien tomó las riendas de
la capilla catedralicia tras el fallecimiento de su maestro. Amigo de Eduardo Escobar,
asumió el compromiso de continuación de la tradición musical de Maqueda tanto en
la catedral como en la Academia Santa Cecilia, de la cual fue director durante más de
treinta años. Su Salve gregoriana, que cierra el presente concierto de Cuaresma, es no
5. sólo un fervoroso canto a la Virgen, sino también un homenaje a la grandiosidad
musical inaugurada por Maqueda que ya a principios del siglo XX comenzaba a
languidecer. La entonación inicial, de inspiración gregoriana, nos muestra cómo
Gálvez aúna la corriente cecilianista con la tradición romántica heredada.
El estilo musical de Maqueda, que podremos escuchar en su Stabat Mater, pone
de manifiesto su conocimiento del lenguaje operístico, característica común a la
inmensa mayoría de compositores tanto españoles como europeos durante el largo
siglo XIX. Respecto a su estructura formal, este Stabat Mater se divide en nueve
números, empleando con libertad parte de los versos canónicos. De enorme variedad,
combina piezas de orquesta y coro, solos y dúos e incluso un solo para tiple
acompañado únicamente por la sección de vientos de la orquesta. Destacan también
por su complejidad el octavo, donde el violín realiza un alarde de virtuosismo
mientras “canta” junto a la solista (quizá interpretado en alguna ocasión por Escobar).
Se trata de un Stabat Mater claramente romántico, concebido para el
estremecimiento, la exaltación del dolor de la Virgen; pero un dolor cercano, humano
y dulce que conmueve al oyente. A través de una rica paleta sonora y la
profundización en las texturas, las notas, como colores, inundan la partitura con
cromatismos y modulaciones, mostrándonos a un compositor experimentado y
ampliamente conocedor de las capacidades expresivas de cada instrumento. Como
hemos mencionado anteriormente, su cargo de director de la orquesta del Teatro
Principal en una época de florecimiento de la ópera en nuestra ciudad le mantuvo en
pleno contacto con las corrientes estéticas europeas de su tiempo, reflejándose en una
partitura llena de dramatismo propio de la música escénica.
Pese a su disparidad y aparente falta de unidad -recordemos que Maqueda no
compuso esta obra de manera unitaria y fue estrenando números sueltos en conciertos
hasta su finalización en 1881- estas nueve secciones de su Stabat Mater nos ofrecen
nueve miradas diferentes, nueve formas de meditación sobre la muerte de Cristo
empleando una gran riqueza de matices expresivos.
6. Finalizamos diciendo que Maqueda, Escobar y Gálvez ejemplifican los fuertes
lazos de interdependencia musical existentes en el Cádiz del romanticismo, con
fuertes instituciones de enseñanza, creación y difusión musical. Catedral, Academia,
Teatro y bandas de música entrelazaban fuertes lazos en favor de una cultura de
excelencia musical.
Fco. Javier Orellana Vallejo.