Un científico realizó un experimento en un condenado a muerte voluntario en el que simuló cortar su pulso y hacerlo sangrar gota a gota en una vasija, aunque en realidad era suero el que salía de una válvula debajo de la cama. A medida que cerraba la válvula, el condenado iba perdiendo color y fuerza hasta sufrir un paro cardíaco, a pesar de no haber perdido sangre, demostrando que la mente cumple lo que le es enviado aunque no sea real.