El rey tenía cuatro esposas que representaban el cuerpo, las posesiones, la familia y el alma. Cuando se estaba muriendo, le preguntó a cada una si lo acompañaría después de la muerte, pero sólo su primera esposa, el alma, aceptó seguirlo. El rey se dio cuenta de que debió haber cuidado más de su alma durante su vida. La lección es que el alma es lo único que nos acompaña después de la muerte, por lo que debemos cultivarla y fortalecerla.