El contrato de cuenta corriente tiene sus orígenes en el siglo pasado como una forma científica de llevar a cabo contabilidad en operaciones comerciales. En México, la cuenta corriente está regulada por la Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito de 1932, la cual establece las características, clasificaciones, elementos, obligaciones, prohibiciones y términos para dar por terminada una cuenta corriente.