En los siglos XV y XVI, la higiene personal era deficiente. No existían artículos como cepillos de dientes, desodorantes o papel higiénico, y las personas solo se bañaban ocasionalmente. Los olores corporales eran comunes, por lo que las novias llevaban ramos de flores para ocultarlos. También, los entierros eran problemáticos debido a la falta de espacio, por lo que a veces enterraban a personas vivas, de ahí la tradición de amarrar una campana al dedo del difunto.