Un burro murió frente a una iglesia hace una semana. El párroco llamó al comisario del pueblo para quejarse y pedir que se retire el cuerpo. El comisario, un adversario político del cura, respondió que no era responsabilidad del párroco cuidar de los muertos, sino de Dios, aunque el párroco replicó que también tenía la obligación de avisar a los parientes del burro.