Lecciones 05 Esc. Sabática. Fe contra todo pronóstico.
El legado del conflicto armado en la paz y el desarrollo duraderos de América Latina.docx
1. 1
DISEÑO DEL SERVICIO
Código: M2- FOR05
Versión: 01
Fecha: 30/09/2017
GUÍAS Página 1 de 2
Tipo de guía: Informativa Desarrollo Control laboratorio Fecha: 31/08/2021
Periodo: Ill Área: Ciencias Sociales Asignatura: Sociales Grado: 10°
Meta de Comprensión Los estudiantes desarrollan comprensión acerca del conflicto armado en Colombia y la
incidencia en los derechos humanos.
Docente: Frank David Velásquez
El legado del conflicto armado en la paz y el desarrollo duraderos de América Latina
Angelika Rettberg es Directora del Programa de Investigación sobre Conflicto Armado y Construcción de Paz,
Universidad de los Andes en Bogotá (Colombia).
Está ampliamente documentado que es circular la relación entre conflicto armado y desarrollo. Por una parte, los
conflictos han sido más frecuentes en países menos adelantados. Por otra, en el curso de un conflicto suelen
deteriorarse las condiciones favorables al desarrollo, lo cual hace brotar conflictos nuevos y perpetúa otros antiguos
(Collier y otros, 20031; Gates y otros, 2014). Incluso cuando acaba un conflicto armado, por medios militares o
negociados, persiste el legado de la confrontación violenta. Ese legado se plasma en la atrofia de instituciones
sociales cruciales, la debilidad de los regímenes democráticos, prácticas corruptas en la distribución de los
recursos naturales, la perpetuación de la circulación de armas y la transformación de la proliferación de la
delincuencia. En resumen, los conflictos tienen consecuencias negativas duraderas en la sociedad.
A la vez, el historial de consolidación de la paz no es tan sombrío como cabe inferir de este círculo vicioso. Algunos
países salen efectivamente del conflicto y la inestabilidad política. De hecho, el número real de conflictos armados
está disminuyendo a escala mundial (Marshall y Cole, 2014; Pinker, 2011). Contra todo pronóstico, algunos países
han logrado consolidar una paz (es decir, ausencia de conflicto armado) imperfecta, aunque duradera, en contextos
de desarrollo todavía deficiente. En consecuencia, parece que hemos de tratar de entender mejor los casos en
que ni se ha superado la violencia imperante en la sociedad, aun habiendo cesado el conflicto armado, ni se han
resuelto problemas sociales y económicos acuciantes de carácter estructural, pese a lo cual se ha conseguido que
no se reproduzca el conflicto armado.
América Latina se presta especialmente bien al análisis de las tensas relaciones entre el conflicto armado y el
desarrollo y los obstáculos que plantean a la paz duradera. La región, antes dominada por varios conflictos armados
y guerras civiles en activo en países como Colombia, El Salvador, Guatemala, Nicaragua y el Perú, actualmente
se encuentra a punto de asistir al fin del último conflicto armado, además del más antiguo, subsistente en el
Hemisferio Occidental. Como consecuencia del éxito de las conversaciones de paz de Colombia, son muchas las
probabilidades de que para fines de 2016 América Latina esté libre de conflictos armados por primera vez en más
de 55 años.
Sin embargo, en toda la región se observan ampliamente los efectos del conflicto armado en las instituciones
sociales y políticas, además de numerosos obstáculos al desarrollo. Pese a las mejoras registradas en el ingreso
nacional bruto per cápita, la esperanza de vida, la educación, las tasas de pobreza, el tamaño de la clase media y
el crecimiento económico (Banco Mundial, 2015), América Latina sigue siendo una de las regiones del mundo
donde más impera la desigualdad. Además, según la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito
(UNODC) la tasa de homicidio de la región es la más alta registrada a escala mundial en varios años (UNODC,
2013). La delincuencia organizada está generalizada. No sorprende que la seguridad domine las preocupaciones
2. 2
de los ciudadanos de América Latina. En combinación con la percepción generalizada de inseguridad, y a pesar
de la traumática experiencia de muchos países con gobiernos autoritarios, los ciudadanos de América Latina hoy
desconfían de la eficacia de los regímenes democráticos a la hora de resolver problemas básicos, mientras que
están en auge los valores autoritarios (como la baja tolerancia política) frente a lo que ocurría hace 10 años (Carlin,
Love y Singer, 2014).
Concretamente, los países afectados por conflictos armados se encuentran entre los que presentan mayor
preocupación pública en torno a la seguridad o la inseguridad, mayor frecuencia de denuncias de victimización
(Hinton y Montalvo, 2014) y peores perspectivas económicas (Singer, Carlin y Love, 2014). Según datos del Banco
Mundial, y en comparación con la media de la región, el producto interno bruto per cápita es inferior en estos países
(Banco Mundial, 2015). Centroamérica, lastrada en los años setenta y ochenta por distintas formas de conflicto
armado y violencia política, es actualmente la región más violenta del mundo. La delincuencia organizada ha
convertido a países como Guatemala en un centro del comercio y la distribución de drogas ilícitas, en lo cual toma
parte activa antiguo personal militar. En el Salvador, cuyo conflicto armado finalizó en 1992, se observó un aumento
de los homicidios al término de la confrontación. Las bandas y las drogas ilícitas hacen estragos en zonas urbanas.
En Colombia el conflicto armado prosperó gracias al comercio de cocaína, así como a otras actividades
económicas ilícitas, como la extracción de petróleo y operaciones ilegales de extracción de oro. Pese a la inminente
desmovilización de la principal guerrilla izquierdista del país, Colombia se enfrenta a la posibilidad de que algunas
formas de violencia se perpetúen y transformen a raíz del actual atractivo de las lucrativas economías de guerra
en un contexto de fragilidad estatal persistente. La alienación juvenil suministra constantemente a las
organizaciones delictivas jóvenes dispuestos a ingresar en ellas. El carácter enrevesado y conflictivo de muchas
controversias sociales, como las suscitadas por los papeles y los derechos de las industrias extractivas, la
organización y estructura de la agricultura moderna y la prestación de servicios de atención médica y educación,
viene a indicar que la atención prestada al conflicto armado ha aplazado en estos países el examen y la solución
de muchos problemas de desarrollo importantes.
Con toda certeza, el conflicto armado librado en estos países latinoamericanos no fue la causa de la mayor parte
de estos problemas. De hecho, la violencia social, la inseguridad y el desarrollo frustrado no son algo exclusivo de
países antes afectados por conflictos. Sin embargo, parece que la sucesión de años de conflicto armado ha
exacerbado estas condiciones como consecuencia de presupuestos militares inflados que han desviado recursos
imprescindibles de tareas como la mejora de la atención sanitaria y la educación y han mermado la rendición de
cuentas democrática en contextos en los que predominó el discurso antiinsurgente, tendente a “justificar” las
medidas ejecutivas rápidas y una gobernanza negligente ante las cuestiones que no guardaban relación con el
conflicto en nombre de poblaciones dominadas por la ansiedad que a menudo toleraban o incluso justificaban los
excesos autoritarios. En este sentido, el legado del conflicto armado ha contribuido a la debilidad institucional
crónica y al desequilibrio de los presupuestos públicos, lo cual ha generado un clima en el que ha podido prosperar
la delincuencia, la justicia civil no arraiga y la democracia carece de la legitimidad de que goza en otros países.
Está claro que ha acabado la era de las insurgencias guerrilleras, pero perduran las condiciones que prolongan la
violencia y los disturbios sociales y políticos.
A la vez, parece que, en su mayor parte, los países no corren peligro inminente de recaer en un conflicto armado.
Los grupos radicales decididos a derrocar gobiernos legítimos se han desmovilizado en gran medida y ya no
plantean amenazas verosímiles a la seguridad de los ciudadanos y los Estados. Ninguno cuenta con asociados
externos poderosos que, como ha ocurrido antes, podrían haber asumido los costos políticos y económicos de la
rebelión. Los problemas planteados por las bandas delictivas y las mafias del mundo de la droga tienen carácter
distinto y apuntan hacia una complejísima tarea inconclusa orientada a cumplir la promesa de desarrollo y aumento
de la capacidad estatal.
3. 3
La experiencia de los países latinoamericanos afectados por conflictos ilustra con precisión la difícil relación entre
consolidación de la paz y desarrollo. Los estudios académicos y de ámbito profesional suelen corroborar la
necesidad de separar agendas para no sobrecargar la paz de expectativas de profundas transformaciones
sociales. Sin embargo, con el tiempo cada vez resulta más difícil mantener los límites claros. Concretamente, los
casos examinados apuntan a la necesidad de determinar las intersecciones de paz y desarrollo que ayudarán a
estos países, antes desgarrados por el conflicto, a seguir avanzando en ambos frentes a fin de salvar la brecha
que los separa de algunos de sus vecinos latinoamericanos más prósperos y más estables desde el punto de vista
social y político.
La interdependencia entre paz y desarrollo quedó reconocida en la recién aprobada Agenda 2030 para el
Desarrollo Sostenible, según la cual “no puede haber desarrollo sostenible sin paz, ni paz sin desarrollo sostenible”.
Como consecuencia de ello, el Objetivo de Desarrollo Sostenible 16 va dirigido a “promover sociedades más
pacíficas e inclusivas”. La experiencia descrita de América Latina, que ilustra los problemas encontrados por
sociedades empeñadas en superar el legado del conflicto armado en el desarrollo, subraya la pertinencia de este
objetivo.