Cuando era primavera en España, el jazmín agrandaba su diminuta estrella frente al mar hasta alcanzar su aroma máximo por la noche, mientras que junto a los ríos las grandes mariposas de la luna fecundaban a las muchachas desnudas y los nardos crecían silenciosamente en el corazón hasta tapar la garganta; todas las playas convergían en un anillo y el mar sonaba como el ojo de un pez sobre la arena frente a un cielo más limpio que la paz de una nave sin viento en