Poner trampas para que el entrevistado caiga en ellas. Utilizar documentos robados. Ocultar la identidad de periodista. Huir de la verdad a costa de publicar lo que vende. No preocuparse por confirmar los datos. Profesar el cinismo y la arrogancia. No saber digerir las críticas. Escribir o hablar de lo que no se sabe. Matar historias. Prefabricar la realidad. ¿Será cierto todo esto? ¿O usted ejerce un buen periodismo? Averígualo en el siguiente artículo.