1. Fábula de los dos leñadores
Dos leñadores iban juntos al bosque. Los dos eran laboriosos y los dos
necesitaban el dinero que les iba a proporcionar su trabajo, de modo que se pusieron,
con ardor, a cortar árboles.
Pasado un buen rato, uno de ellos se detuvo y examinó el filo de su hacha.
Aunque no estaba, todavía, en condiciones precarias, nuestro hombre decidió afilarla.
Sacó su piedra del zurrón y, cuidadosamente se dedicó a ello. Entre tanto, su
compañero pensaba: "Más te valdría esforzarte como hago yo".
Al final de la jornada, el primer leñador había repetido varias veces la operación
de afilar su hacha. Su compañero, obsesionado por cortar el mayor número posible de
árboles "no había tenido tiempo" ni de afilar el hacha ni de descansar. Agotado, dirigió
su mirada al trabajo realizado y su sorpresa fue mayúscula: comprobó que pese a
trabajar tan duramente y ser, al menos, tan fuerte y tan hábil con el hacha como su
compañero (tan eficiente) había cortado menos árboles, pese a no haberse detenido a
afilar su hacha.
Moraleja: El esfuerzo y el empeño por hacer las cosas bien es un buen aliado,
pero sin duda hay otros que nos pueden ayudar a alcanzar nuestra meta.
La mayoría de las veces actuamos como el segundo leñador: nos centramos en
lo que tenemos que hacer, sin pararnos a pensar sobre el modo más adecuado de
alcanzar nuestros objetivos. No nos preocupamos de "afilar el hacha" y con frecuencia
acabamos tan cansados que ni siquiera podemos garantizar que estemos dando los
golpes en el sitio justo.