SlideShare una empresa de Scribd logo
1 de 334
Descargar para leer sin conexión
Revista Factor Crítico.

                               Consejo editorial: Jorge de Barnola,
                               Roberto Bartual, Miguel Carreira, Paz
                               Olivares, David Sánchez Usanos

                               Han participado en este número: Jorge
                               de Barnola, Roberto Bartual, El amante
Factor Crítico:Las drogas      de la cafeína, Goio Borge, Miguel Ca-
por Factor Crítico licencia-
da bajo reconocimiento         rreira, David García, Tatiana Giménez
Creative Commons Reco-         Carlos Javier González Serrano, Mi-
nocimiento-                    guel Ángel Mala, Paz Olivares, Mateo
Compartir.Igual 3.0 Unpor-     de Paz, David Sánchez Usanos, Victor
ted License. Creado a partir
de la obra en www.factorcri-   Sierra Matute, David Urgull, Scary Wo,
tico.es.                       Tabaret, Alexander Zarate

                               ISSN: 2254-3716
                               Madrid, Marzo de 2013
Audiovisual
                                                    Act of Faith / Jimmy’s End				            91
                                                    César debe morir					97
                                                    Django desencadenado, dos puntos de vista
                                                    sobre el tarantinismo					101
   Libros y Drogas                                  Grupo 7 						117
                                                    Hunger						121
Editorial					7
                                                    Lincoln 						125
Libros & drogas				9
                                                    De óxido y hueso					130
Entrevista con Timothy Leary			          12
                                                    Red Riding Trilogy					135
¿Se drogan los androides?			             32
                                                    The fades						141
Malditos					38
                                                    Thorne							145
Fumadores de opio				44
                                                    Wallander						149
Hydropathía. Alcohol, bohemia
                                                    Flight							156
y hadas verdes				49
Santiago Ramón y Cajal,
atisbos literarios del control de masas            Cómic
o de la modificación de la conducta	     61
Las drogas, una «deidad»                            Animal Party						161
 poderosa y maldita				                  75         The League of Extraordinary Gentlemen:
Leonor de Aquitania, comparativa entre tres bio-    Century 2009					 	                    164
grafías						79                                     De ratones y hombres				               171
Los 10 de Factor Crítico			              85         El retorno de las Ti-Girls				         183
Los secretos del universo				 187
Metamaus						193                                                Música
The Death Ray					198
¿Eres mi madre?					201                                       En un mundo enorme		              268
Kung fu infinito					206
The Long Tomorrow					210



   Cuento                                                        Novela
De repente llaman a la puerta			       214
Goethe se muere					230                                       Relámpagos				272
Los que duermen, el hombre como mito		 235                    No saldré vivo de este mundo
                                                              o los fantasmas de Steve Earle	     278
                                                              Las ruinas del presente
   Ensayo                                                     Los ojos de Natalie Wood		          282
Continente salvaje					240                                    La banda de la tenaza		             288
Canon heterodoxo Manual de literatura española para el lec-    Lo que no está escrito		           292
tor irreverente						244                                      Un rescate necesario.
Ifni, la última aventura colonial española		   249            Casa de niebla			                   295
Carl Jung. Psiquiatra pionero,                                 La última película			              299
artesano del alma					254                                     Barrio Perdido 			                  307
La nada y las tinieblas				                    259            La muerte del corazón		             312
Rara avis. Más afuera				                      263            El colapso de la literatura:
                                                               Retrato de un artista adolescente	 316
                                                              La alquimia como relato;
                                                              El diablo me obligó			              321
                                                              22/11/63, o los multiversos		       327
Libros & Drogas
Factor Crítico




                                       N
                                                  o hay muchos temas
                                                  como el de las drogas.
                                                  Se mire desde donde se

                      Editorial                   mire, desde el punto de
                                                  vista literario, sociológi-
                 por Miguel Carreira              co, político y hasta filo-
                                       sófico las preguntas que abren la
                                       producción, distribución, venta y
                                       consumo de drogas son casi infi-
                                       nitas.                                   [pg-7]


                                       En el plano socio-político, por ejem-
                                       plo, resulta desconcertante la falta
                                       de debate sobre una realidad tan
                                       notoria. Si postulamos un observa-
                                       dor ajeno a nuestra sociedad, un
                                       indígena de una sociedad primitiva,
                                       un extraterrestre o un observador fu-
                                       turo, y este se limitase a conocer los
                                       mensajes públicos, el discurso de los
                                       partidos políticos o la información
                                       de los medios de comunicación lle-
                                       garía quizás a la conclusión de que
                                       las drogas son un fenómeno que no
                                       merece la pena explorar, que se trata
                                       de una sustancia escasa consumida
                                       por parias desde los márgenes de la
Factor Crítico

   sociedad. Si postulamos otro observador ajeno a        definitiva, todos sabemos de la abrumadora abun-
   nuestra sociedad, que atendiese a una selección        dancia de oferta en las calles de cualquier ciudad.
   no demasiado azarosa de obras literarias, musi-
   cales o cinematográficas quizás sus conclusiones       Si nuestra sociedad le ha declarado a las drogas la
   habrían sido distintas, aunque estas diferirían lla-   guerra total de la que presume —una guerra que,
   matívamente si esa selección fuese de los sesen-       como plantea Escotado en su fascinante Historia
   ta, los setenta, los ochenta y así sucesivamente en    general de las drogas, ha obligado a la sociedad a
   cada década.                                           replantear o flexibilizar la noción de delito— resul-
                                                          ta palmario que esa guerra la está perdiendo; por
   De hecho parece que en los últimos años la droga       mucho, además. Eso nos deja dos opciones. O             [pg-8]
   ha desaparecido como objeto de análisis incluso        bien nuestra sociedad es terriblemente ineficiente
   en el arte, como si la droga hubiese perdido defini-   o bien esa guerra no existe, al menos con la inten-
   tivamente la batalla. No es así. Aún admitiendo los    sidad y firmeza de la que alardea.
   límites ambigüos que definen la frontera entre dro-
   gas, fármacos y productos de uso común como el         Este número de Factor Crítico no aborda, sin
   alcohol, lo cierto es que la droga es casi ubicua en   embargo, el aspecto sociopolítico del tema. Ni
   nuestra sociedad. Las estadísticas varían —como        siquiera se ha planteado desde el punto de vista
   es lógico, dado el carácter ilegal del producto—       polémico, aunque asumimos que la falta de vo-
   pero muchas apuntan a que el tráfico de drogas         ces sobre el tema da cierto brillo de controversia
   podría significar hasta un diez (sic) por ciento del   a cualquier alusión.
   comercio total mundial, es decir, que de cada cien
   euros que se mueven en el mundo por cualquier          Lo que hemos querido hacer aquí es hablar de
   razón dos compran o venden drogas ilegales. No         un tema. De algo que existe y que hemos ido a
   debería sorprendernos demasiado: todos hemos           buscar al mundo del arte, el único lugar en el que
   leído o tenido noticia de de esos llamativos infor-    se puede encontrar. Aparte de la realidad, claro.
   mes sobre el porcentaje de billetes en circulación
   en los que se encuentran restos de cocaína y, en       Gracias por leernos
Factor Crítico

                                «Uso el «&» porque yo también quiero ser hipster.»



    Libros & drogas
                                      S
                                                 e lo escuché una noche
                                                 a Jimmy Giménez-Arnau
  Por el amante de la cafeína                    en un programa de coti-
                                                 lleos: «En cierta ocasión,
                                                 al ser preguntado por un
                                                 periodista acerca de sus       [pg-9]
                                      problemas con las drogas, Mick Ja-
                                      gger contestó: “Yo jamás he tenido
                                      problemas con las drogas. Los he
                                      tenido con la policía”». En aquella
                                      época todavía no existía La noche
                                      del boxeo y yo pasaba mis noches
                                      de fin de semana enganchado a
                                      aquel rancho. Pero no me negarán
                                      que la cita da juego.

                                      Parafraseando a Jagger —mi vida
                                      es una paráfrasis de Jagger—, diré
                                      que jamás he tenido ningún pro-
                                      blema con las drogas, los he tenido
                                      con la gente que se droga. Bueno, ni
                                      siquiera esto es del todo exacto. Lo
                                      peor no es la gente que se droga, es
Factor Crítico

   la gente que dice que se droga. A mí
   lo que haga la gente con su cuerpo,
   con su dinero y con su tiempo me da
   bastante igual. Lo que me sobrecar-
   ga es que traten de convencerme de
   que aquello que hacen es bueno. Y,
   oigan, con lo de las drogas la gen-
   te se pone muy pesada. En un senti-
   do restringido yo sólo recurro a una
   droga con bastante asiduidad (sí,         [pg-10]

   ésa, soy así de obvio), pero lo hago
   por motivos estrictamente funciona-
   les. Me gusta cómo sabe y me gus-
   ta cómo me hace sentir. Pero no me
   paso el puñetero día alabando las
   virtudes de mi amada, ni me pongo
   camisetas ni otro atrezzo publicitán-
   dola. Tampoco asumo tácitamente
   que todo el mundo la toma o ha de
   tomarla, ni le doy la turra a mi inter-
   locutor con voz pastosa y demasiado
   próximo a su cara acerca de lo bue-
   na que está. La consumo. Punto.

   La literatura —incluyo en este apar-
   tado lo cinematográfico y lo musi-
   cal— acerca de las drogas forma
Factor Crítico

   parte de la misma estrategia discursiva. Parafra-      algunos títulos bajo los efectos de la efedrina o
   seando a Borges —ya ven, no soy un tipo muy            si Faulkner se alimentaba de whisky y tabaco, lo
   constante— diré que la literatura sobre drogas         esencial es que ambos produjeron algunos de
   es una rama de la literatura infantil. En efecto,      los párrafos más lúcidos de la historia de la lite-
   esos «escritores» son como niños. Hice esto y lo       ratura. Ambos eran excepcionales en su oficio, y
   otro. Quería experimentar y me metí aquello y          eso no tiene que ver con lo que tomasen o de-
   lo de más allá. Muy bien. ¿Y a mí qué? Quie-           jasen de tomar. De modo análogo a cómo uno
   ro decir que un contenido, una experiencia,            no se convierte en un as con la Telecaster por
   no basta para poder hablar de que lo que has           inyectarse heroína o compone Forever changes
   producido sea literatura, lo decisivo es cómo lo       por meterse LSD como si no hubiera mañana.            [pg-11]
   cuentes. Me da lo mismo si son drogas, asesi-          Esas prácticas quedan fuera de la producción
   natos o el día a día de un contable en una ofi-        artística —que es lo verdaderamente importan-
   cina de seguros. Y con las drogas a la gente se        te—, tienen el mismo interés que el tipo de pa-
   le suele ir la mano. Creen que sólo por hablar         pel higiénico que usaba Jack Bruce o la marca
   de algo supuestamente peligroso e ilegal tienen        de tinta con la que Ozzy se hizo su primer tatua-
   el interés del lector garantizado y suelen descui-     je. Toda esa mitología de las drogas y la cultura
   dar todo lo demás. Lo malo es que la cosa les          se parece bastante a lo que retrata Woody Allen
   funciona —la mayoría de los lectores no dista          en «Las listas de Metterling». Son aspectos, en
   demasiado de la mayoría de los escritores: no          suma, que forman parte no de la literatura, sino
   son demasiado exigentes con la escritura— y            de la prensa rosa de la literatura. Como ven,
   nos encontramos con tipos manifiestamente in-          volvemos al principio.
   capacitados para este noble arte acaparando
   galardones y títulos en la editorial Anagrama
   sólo por cuestiones biográficas. Asunto bien dis-
   tinto es que el escritor, o ciertos escritores, para
   escribir recurran a cierta asistencia química o
   farmacológica: me da igual si Sastre escribió
Factor Crítico

                                       «La literatura tiene el mismo fin que los psicodé-
                                       licos: ser quienes queramos cuando queramos»


 Entrevista con Ti-
                                            M
                                                       Mi nombre es Timothy
      mothy Leary                                      Leary y, aunque ahora
                                                       parezco un anciano de
                                                       aspecto sosegado, hubo
                 por Roberto Bartual                   un tiempo en que el FBI
                                                                                            [pg-12]
                                                       me concedió el título de
                                            Enemigo Público Número Uno.
                                            En aquel entonces también era un
                                            hombre tranquilo, pero eran otros
                                            tiempos: a Bin Laden todavía de-
                                            bían de estar cambiándole los pa-
                                            ñales y uno tampoco tenía por qué
                                            hacer grandes méritos para llamar
                                            la atención del FBI. Tan solo uno.
                                            Decirle a toda América que no solo
                                            es bueno consumir drogas psico-
                                            délicas, sino también necesario. El
                                            problema es que siempre importa
                                            menos lo que se dice, que quién
                                            lo dice. Y yo no era un hippie de
                                            Haight-Ashbury. Era doctor en Psi-
                                            cología por Berkeley y profesor en
                                            Harvard. Siempre me he sentido
Factor Crítico

   halagado por la importancia que me otorgaron          T.L.: Usted también tendrá que discul-
   las fuerzas de la ley, ya que el empeño que el        parme. A veces se me olvida que lo úni-
   señor Hoover puso en capturarme, en el fondo,         co que hago es representar un papel.
   daba la razón a mis ideas. Hubo un momento,
   a mediados de los años 60, en el que a pesar               F.C.: Para la generación hippie fue usted su
   de la evidente tensión con la Unión Soviética, el       Jesucristo Renacido, como rezaban los anun-
   comunismo dejó de ser brevemente la principal            cios de algunas de sus intervenciones públi-
   amenaza de América. Al FBI y a la CIA le impor-          cas. Pero ¿no fue demasiado prematuro ese
   taba mucho más la repentina posibilidad de que          papel? Quiero decir, con toda la controversia
   millones de americanos empezaran a consumir             que empezó a rondar en torno al LSD, ¿sigue       [pg-13]

   LSD con un motivo preciso: cambiar de forma            creyendo que la opción que usted tomó fue la
   radical su manera de percibir la realidad.             mejor? ¿De verdad fue buena estrategia hacer
                                                          una apología tan pública de los psicodélicos?
        FACTOR CRÍTICO: Las palabras de Leary sue-
          nan, como siempre, convincentes y viva-
           rachas; es ese tipo de persona al que es
         difícil echar en cara la excesiva importan-
         cia que se atribuye, pues resulta difícil sa-
          ber si él mismo se la toma en serio o no.

   TIMOTHY LEARY: Claro que no fui el úni-
   co que estuvo en punto de mira de los
   federales. También estaban Owsley Stan-
   ley, Kesey, la Weather Underground…

              F.C.: Perdone, doctor Leary, no pensé
               que estuviera hablando en voz alta.
Factor Crítico

   T.L.: Todavía me lo pregunto. Pensé mucho en        T.L.: Bastante, supongo. El gobierno estaba
   ello en su momento. Gente muy cercana a             preocupado por la increíble facilidad con la
   mí, como Richard Alpert o Aldous Huxley, me         que muchos jóvenes de América se replantea-
   advirtieron de ese peligro. Una cosa es que         ban radicalmente la necesidad de cualquier
   un científico chiflado aparezca en los periódi-     tipo de estructura de poder. Sabían perfecta-
   cos hablando de las beneficiosas propiedades        mente la función que estaban cumpliendo las
   psicoterapéuticas del LSD y otra muy distinta,      drogas psicodélicas en las revueltas universita-
   que aparezca en los mismas portadas acompa-         rias y por eso temían que su uso pudiera exten-
   ñado de los Beatles, con un titular diciendo en     derse a sectores más amplios de la población.
   mayúsculas que los ídolos de las niñas adoles-      Si el LSD estaba cambiando tan fácilmente los       [pg-14]

   centes le dan al doctor Leary toda la razón.        valores de jóvenes que sólo tenían razones abs-
                                                       tractas para estar enfadados el mundo, nada
               F.C.: Lo cual debió asustar a la gen-   concreto como, por ejemplo, trabajar bajo
             te a la que no debía haber asustado.      condiciones esclavistas o vivir preso de fuertes
                                                                    requerimientos sociales, imagíne-
                                                                    se lo que habría podido pasar si
                                                                    hubiera caído en manos como las
                                                                    de los mineros de Harlan County o,
                                                                    sin ir tan lejos, en las de las amas
                                                                    de casa de la aburrida clase media
                                                                    americana. Ken Kesey y yo tenía-
                                                                    mos demasiado acceso a los me-
                                                                    dios como para no resultar amena-
                                                                    zadores. El autor de un best-seller
                                                                    popular y el psicólogo más brillante
                                                                    de Harvard asegurando al público
                                                                    que el LSD es inofensivo, que no
Factor Crítico

   produce adicción y que puede ayudarles a per-
   cibir que toda idea social preconcebida es una
   simple ficción. El gobierno nunca
   tuvo realmente nada que temer de
   los hippies. Nunca tuvieron la menor
   posibilidad de convencer a nadie
   “decente” de lo correcto de su modo
   de vida. Por otro lado, al gobierno
   tampoco le importaba demasiado
   Hollywood. Cary Grant aprovechaba                                                                      [pg-15]

   la mínima oportunidad en sus entre-
   vistas para explicar cómo el LSD había
   cambiado su vida, pero Hoover tampo-
   co se echaba a temblar por ello. Grant
   era un actor y, por muy popular que fue-
   ra, ninguna de sus fans iba a tomar al
   pie de la letra las palabras de un actor.
                                                          F.C.: ¿En qué consistieron esos experimentos?
      F.C.: En cambio, usted era un reputado inves-
       tigador de Harvard que intentaba hacer que      T.L.: La psilocibina, el LSD, la mescalina y, en
      el LSD adquiriera respetabilidad dentro de la    realidad, cualquier otra sustancia psicodélica
      comunidad científica. Háblenos de sus expe-      colocan la mente humana en un estado de
          rimentos de psicoterapia con psicodélicos.   extrema sugestión y moldeabilidad. Similar al
                                                       que produce la hipnosis, pero con ramificacio-
   T.L.: En realidad lo que usamos para esos           nes más profundas y manteniendo un estado
   experimentos fue psilocibina, no LSD. Aunque        de absoluta consciencia. Bajo los efectos de
   los efectos son prácticamente comparables.          un psicodélico, cualquier estímulo externo,
Factor Crítico

   por pequeño que sea, es capaz de producir                       F.C.: Eso suena bastante a repro-
   en el sujeto conexiones mentales inusuales de                            gramación mental, ¿no?
   un contenido emocional asombroso. A veces,
   incluso llega a revivir, de manera completa,     T.L.: De hecho lo es. Pero ¿no se pue-
   experiencias pasadas, placenteras o traumá-      de decir lo mismo del psicoanálisis
   ticas. Al hacerlo, algunos de sus complejos      como metodología, en general?
   más profundos pueden quedar resueltos de
   manera inesperada. Es entonces cuando se                   F.C.: ¿No tenía miedo de que lo toma-
   produce lo que yo llamo el retroquelado men-                       ran por el clásico Mad Doktor?
   tal. La mente humana es como ese juguete                                                            [pg-16]

   infantil que consiste en hacer encajar bloques   T.L.: Se nos pasó por la cabeza la imagen de
   de madera con forma cilíndrica, de estrella o    Rudolph Klein-Rogge en Metrópolis, sí, pero
   de cubo, en una serie de agujeros de molde       después del tremendo éxito que tuvieron los ex-
   similar. Hay momentos de nuestra vida en los     perimentos, en Harvard nos empezaron a mi-
   que, si nos dan un cubo, intentamos desespe-     rar con una mezcla de respeto y cierto temor
   radamente meterlo en el agujero con forma        reverencial. Conseguimos que la universidad
   de círculo y un psicoanalista puede tardar       financiara una terapia con psilocibina para un
   hasta diez años en hacer que su paciente se      grupo de presos en la cárcel de Concord. Los
   dé cuenta de ello. Cuando Richard Alpert y       sometimos a varias sesiones de terapia grupal;
   yo empezamos a investigar con psilocibina,       la mayor parte de ellas, de preparación: solo
   nos dimos cuenta de que nuestros pacientes       administramos la droga dos veces a cada preso.
   podían llegar espontáneamente a la misma         Al finalizar la terapia, un 75% de ellos aseguró
   conclusión en una sola sesión. Entonces les      haber pasado por una experiencia clave en su
   ayudábamos a retroquelar sus mentes: ha-         vida que había cambiado su manera de pensar
   cer que cambien el agujero con forma de          de forma positiva. Una vez salieron de la cár-
   círculo por el agujero con forma de cubo,        cel, calculamos la tasa de retorno, es decir, el
   antes de hacer encajar el bloque de nuevo.       número de ellos que, después de cometer otro
Factor Crítico

   crimen, volvía a ingresar en el sistema peniten-      T.L.: Sí, al principio aceptamos a regañadientes
   ciario. De nuestro grupo, volvieron un 20%. El        el pretexto que nos dio el rector. Que está-
   porcentaje medio en la prisión de Concord era         bamos atrayendo demasiada atención sobre
   de un 60%. De ese modo conseguimos demos-             Harvard. Lo cual no tenía ningún sentido, ya
   trar que es posible utilizar los alucinógenos para    que la comunidad científica había recibido
   deshacer patrones obsesivos de pensamiento y          con euforia nuestro descubrimiento. En 1963,
   conductas autodestructivas.                           Alpert y yo fuimos expulsados de la universidad.
                                                         Poco después nos enteramos de la verdad. Y la
                      F.C.: Fue entonces cuando detu-    verdad se llamaba Proyecto MK-ULTRA. Duran-
                              vieron sus experimentos.   te los años 50, la CIA había estado experimen-     [pg-17]

                                                         tando en Harvard con LSD, de forma secreta,
   T.L.: Más o menos. Cortaron la financiación sin       tratando de averiguar qué uso podía dársele
   darnos muchas explicaciones un tiempo des-            a la droga en la “guerra silenciosa”. Básica-
   pués de que publicáramos nuestros resultados.         mente tratando de inducir estados de terror
                                                         en los sujetos experimentales. Sin embargo,
                            F.C.: Un poco sospechoso.    descubrieron que los efectos de la droga eran
       Timothy Leary y Neal Cassa-                       demasiado impredecibles para poder darle una
                day en la carretera                      utilidad militar. Cuando Alpert y yo comenza-
                                                         mos nuestros experimentos con psilocibina no
                                                         sabíamos nada de esto. La CIA permitió que
                                                         Harvard nos financiara por una sencilla razón.
                                                         Pensaban que quizá nosotros podríamos triun-
                                                         far donde ellos no lo habían hecho, encon-
                                                         trando algún modo de controlar la droga para
                                                         que produjera los efectos deseados. Efectiva-
                                                         mente, conseguimos controlarla demostrando
                                                         que sus efectos dependían no tanto de la dosis
Factor Crítico

   como de las expectativas y el estado mental del        hecho de que, ahora mismo, me encuentre
   consumidor, así como del entorno físico en el       frente al doctor Leary, sentado sobre un mantel
   que se administra la droga. Descubrimos que           a cuadros escoceses, al aire libre de la cam-
   era posible “programar un viaje”, pero no para        piña inglesa. Para colmo estoy vestido según
   obtener los resultados que deseaba la CIA.             los cánones estrictos de la moda infantil fe-
   Ocho de cada diez de nuestros pacientes afir-        menina del Oxford de mediados del siglo XIX:
   maban haber tenido algún tipo de experiencia         falda plisada azul y lazo en el pelo del mismo
   espiritual después de nuestras sesiones. Desde        color. No me recuerdo en qué momento me
   un incremento considerable en la comunión             dejé caer por la madriguera de conejo. Solo
   afectiva con sus semejantes, hasta verdade-          me acuerdo de haber asistido a la fiesta maya     [pg-18]

   ras sensaciones de haber entrado en contacto          que la redacción de Factor Crítico celebró el
   con la divinidad. Pero la CIA no tenía ninguna      pasado 21 de diciembre con motivo del fin del
   utilidad que darle a Dios. Así que decidieron         mundo, y de repente, vi cómo alguien vacia-
   deshacerse de nosotros. Todavía ahora, en la         ba un pequeño frasco en el ponche. Aunque,
   década de los noventa, siento a veces la mo-             ahora que lo pienso, ese alguien era yo.
   lesta impresión de estar siendo observado.
                                                            F.C.: Perdone, pero he tenido un flashback.
   F.C.: No estamos en los años noventa, sino              Debería haber comenzado la entrevista con
   en 2013. Doctor Leary, creo que no de-                  una descripción de nuestro encuentro, pero
   bería abusar tanto de los psicodélicos.                resulta que acabo de vivir ese momento jus-
                                                            to ahora. Creo que me acabo de tomar el
        T.L.: Usted, que es joven, podrá estar en el         LSD farmacológicamente puro que los la-
       año que mejor le parezca, pero para mí es               boratorios Sandoz me enviaron hace un
             poco más difícil porque morí en el 96.            par de semanas para hacer una reseña.

     Lo cual explicaría la extraña sensación que       T.L.: Déjese llevar. ¿Dónde estábamos?
     tengo desde que comenzó la entrevista o el
Factor Crítico

                      F.C.: Su expulsión de Harvard,    T.L.: Tiene razón, eran los sesenta. Y en los se-
                             la prohibición del LSD…    senta todo nos lleva de vuelta a JFK. Eso fue
                                                        precisamente lo que me ocurrió. Que al doblar
   T.L.: Ah, la prohibición. Eso ocurrió en             la esquina, me encontré a Kennedy sin tener la
   1968. Justo el año en que me detuvieron.             más remota idea de que pudiera estar allí. Pero
                                                        en realidad nada de esto tuvo que ver con Ma-
       F.C.: Desde que le echaron de Harvard hasta      rilyn. Mi encuentro con ella fue pura casualidad.
      entonces, dedicó su vida a defender pública-      En mi caso, todo comenzó con la llamada de
    mente el uso de los psicodélicos. ¿Cómo llegó       una mujer llamada Mary Pinchot Meyer. Tra-
   a convertirse, según las palabras de Richard Ni-     bajaba en política, estaba bien conectada, su       [pg-19]

   xon, en «el hombre más peligroso de América»?        cuñado era jefe del Newsweek. En definitiva, la
                                                        típica descendiente de uno de esos viejos linajes
   T.L.: Bueno, a parte de salir en la televisión,      patricios de Washington. Alguien le había dicho
   almorzar con los Beatles, introducir a medio         que yo podía enseñarle a programar viajes con
   Hollywood en el mundo de los psicodélicos,           LSD.
   escribir decenas de artículos científicos y li-
   bros defendiendo su uso, y presentarme como
   candidato a gobernador de California con el
   aval público de John Lennon, supongo que lo
   que realmente puso nerviosa a la CIA fue el
   papel que jugué en las intrigas de Washing-
   ton. Eso y tal vez el hecho de que la primera
   dosis que tomó Marilyn Monroe se la di yo.

         F.C.: Siempre que alguien menciona a Ma-
       rilyn tan cerca de la palabra Washington es
              porque hay ciertas siglas entre medias.
Factor Crítico

                      F.C.: Cuéntenos qué es eso de     de unos meses me confesó sus verdaderos mo-
                                programar un viaje.     tivos. Había gente en Washington, me dijo, que
                                                        estaba interesada en el uso que se le podía dar
   T.L.: Pese a todo lo que se dijo sobre mí, nunca     al LSD dentro de una terapia personal. Acabé
   fui partidario del uso indiscriminado de psico-      enseñándole a Mary lo que sabía, cosa que,
   délicos. Siempre lo dejé bien claro en las entre-    en el fondo, tampoco tenía tanta importancia
   vistas y en los libros que escribí, aunque luego     pues, de todos modos, pensaba escribir con
   la prensa prefiriera compararme con gente            mis colaboradores un manual para explicar al
   como Kesey. Los efectos de los psicodélicos de-      gran público cómo preparar un viaje seguro.
   penden en gran medida del set y del setting, es      Mary yo seguimos manteniendo el contacto.         [pg-20]

   decir del marco mental en el que se encuentra        Nunca quiso darme muchos detalles sobre
   quien lo utiliza, y de su relación con el entorno.   lo que estaba haciendo y yo tampoco quise
   Descubrimos que ambas variables son fáciles          conocerlos, pero entendí por sus comentarios
   de controlar, así que diseñé con mis colabora-       que estaba programando viajes para gente de
   dores, Alpert y Metzner, un protocolo a seguir       muy alto nivel. Las palabras de Mary estaban
   durante las sesiones. Instrucciones precisas de      siempre teñidas de un idealismo absolutamente
   cara a la preparación mental del paciente, el        inocente y al mismo tiempo aterrador, como
   tipo de música y estímulos visuales recomen-         supongo que lo fue el idealismo que todos
   dables durante la sesión, cómo tranquilizar al       tuvimos en aquella época. Como si se hubiera
   paciente si, de repente, sufre un mal viaje, y lo    erigido en la cabeza invisible de una conspi-
   que es más importante, cómo ayudarle durante         ración para la paz que estaba empezando a
   el viaje de regreso a integrar el cambio psicoló-    conseguir, en secreto, cada vez más adeptos en
   gico dentro de la estructura de su personalidad.     Washington. Así fueron las cosas, hasta que un
   Mary quería que le enseñara todo eso, pero al        día, Mary me llamó aterrorizada para decirme
   principio me negué. Aunque había llegado a           que la estaban persiguiendo. No volví a saber
   mí a través de un amigo común, no terminaba          de ella en mucho tiempo. En 1963, poco des-
   de fiarme. Sin embargo, Mary insistió y al cabo      pués de la muerte de Kennedy, recibí su última
Factor Crítico

   llamada. “Ya no podían controlarle”, me dijo.     de paranoia se daban precisamente cuando
   “Estaba cambiando demasiado rápido. Han           me estaban persiguiendo. Me detuvieron dos
   echado tierra encima de todo el asunto. Tengo     veces por posesión de marihuana. Encon-
   que verte. Tengo miedo. Ten cuidado”. Mary        traron dos colillas de porro en la guantera
   murió unos meses más tarda. Fue asesinada         de mi coche. Me condenaron a 30 años.
   a la orilla del río Potomac. Tenía una herida
   de bala en la cabeza y otra en el corazón.                                             F.C.: (silencio)

                      F.C.: Supongo que encontra-
                        rían a un cabeza de turco.                                                           [pg-21]


   T.L.: Un hombre negro, por supuesto. In-
   tento de violación y robo. ¿Cuántos in-
   tentos de violación acaban con una bala
   en la cabeza y otra en el corazón?

                    F.C.: ¿Era amante de Kennedy?

   T.L.: No lo supe hasta después de su muerte.
   Claro que lo era. Pero no como las demás.
   Kennedy la quería de verdad. Después de
                                                                       T.L.: Pero yo tenía otros planes.
   aquello… Bueno, ya sabe. La muerte de Ken-
   nedy hizo que todo se viniera abajo. Empe-
                                                     F.C.: Se escapó de la cárcel.
   zando por mi puesto en Harvard. Entonces fue
   cuando empezaron a perseguirme. Al princi-
                                                     T.L.: (sonríe con cierto nerviosismo) Antes de in-
   pio pensé que mi paranoia era producto de
                                                     gresar en el sistema penitenciario, se sometía a
   las drogas, pero casualmente los momentos
                                                      los condenados a un test psicológico para de-
Factor Crítico

    terminar cuál sería su ocupación idónea dentro         contraba a kilómetro y medio de distancia. Allí
     de la cárcel. En cuanto me pusieron la hoja de        me esperaban dentro de un coche unos chicos
      preguntas delante, tuve que contener una car-          muy simpáticos de la Weather Underground.
       cajada. El test lo había diseñado yo. En cues-
     tión de segundos decidí cuál iba a ser el resul-                             F.C.: ¿El grupo terrorista?
      tado, ya que sabía perfectamente lo que tenía
        que responder para que la junta de prisiones      T.L.: Si quiere llamarlo así… No pude dejar de
     viese en mí un carácter totalmente conformista       reírme yo solo durante el tiempo que estuve
          con enormes aptitudes para la jardinería, el    dentro de aquel coche. Me llenaba de ale-
          trabajo más indicado para planear mi fuga.      gría el haber conseguido escapar sin ningún           [pg-22]
     Me mandaron a San Luís Obispo, un penal de           tipo de violencia. Uno de los Weathermen me
     baja seguridad cerca de Santa Bárbara. Nadie         pasó un porro de marihuana. Sostuve entre
        me molestaba mientras estaba trabajando en        mis dedos al pequeño culpable de mi ingreso
     el jardín, así que aprovechaba la jornada para       en prisión y me eché a reír pensando en lo
         estudiar el terreno. Me enamoré de un árbol      que harían los guardias mientras tanto. Nunca
      cuya copa se alzaba hacia uno de los tejados.       había disfrutado tanto de una calada. Traté
     Llegada la noche de la fuga, pinté mis deporti-      de imaginármelos descubriendo mi ausencia,
    vas de negro para que nadie pudiera verme en          llamando a Sacramento, donde algún puño
        la oscuridad. Salí al jardín por una puerta de    furioso golpearía un escritorio y dos o tres tra-
       mantenimiento que se había quedado abierta         seros se caerían de sus sillones. Me reí y me reí
      esa misma mañana y, una vez fuera, escalé el        y así pasé tres semanas, riéndome, porque me
         árbol hasta llegar al tejado. No fue sencillo.   sentí como si hubiera ejecutado con éxito una
       Para salvar la alambrada tuve que deslizarme       especie de performance para decirle a la gente
    a pulso por un cable telefónico de unos quince        cómo debían actuar frente al sistema judicial y
         metros de largo. El poste donde acababa el       a la burocracia policial. Me pareció una bro-
       cable estaba fuera del recinto. Una vez fuera,     ma redonda, que por desgracia los agentes
       fui andando al punto de recogida, que se en-       del orden público nunca supieron apreciar.
Factor Crítico

       F.C.: Desde luego, se la tuvieron jurada desde                F.C.: Volvió a ingresar en prisión en
       entonces. El FBI no dejó de perseguirle hasta                1972. ¿Cómo pudo soportar el en-
       que consiguieron ponerle las manos encima.                             cierro alguien como usted?

   T.L.: Eso ocurrió dos años más tarde, en             T.L.: Escribiendo. En el fondo, después de
   Afghanistán. Durante todo ese tiempo logré           tanto ir de aquí para allá, agradecí tener
   darles esquinazo en Argelia, en Austria, en          tiempo libre para mí mismo, así que apro-
   Suiza… Fueron años difíciles, viviendo en            veché para reflexionar un poco y poner so-
   casa de amigos, aceptando ayuda compro-              bre el papel todas las cosas a las que había
   metedora como la de los Panteras Negras.             estado dándole vueltas durante mi exilio.            [pg-23]


                                                             F.C.: Su amigo Robert Anton Wilson le visitó
                                                             varias veces en prisión. Decía que, a pesar
                                                          de las circunstancias, usted siempre tenía esa
                                                             sonrisa beatífica en la cara. La sonrisa que
                                                           le hizo famoso. Decía que, allí dentro, usted
                                                          parecía más libre que toda la gente de fuera.

                                                        T.L.: Después de más de diez años usando los
                                                        psicodélicos para descubrir qué hay debajo
                                                        del mundo que percibimos, llega un momento
                                                        en que ya no los necesitas. La mente aprende
                                                        a llegar a ese lugar por sí sola. Y entonces, el
                                                        hecho de estar viviendo en una celda deja de
                                                        tener tanta importancia. Pero mentiría si dije-
                                                        ra que no tuve malos momentos. En una de
                                                        las prisiones donde fui a parar, coincidí con
  Timothy Leary con G. Gordon Liddy,
     el agente del FBI que le detuvo.
Factor Crítico

                                                             F.C.: ¿Por qué le afec-
                                                              taron tanto las pala-
                                                                  bras de Manson?

                                                       T.L.: Quizá me preocupaba
                                                       que tuviera razón. Porque
                                                       en el fondo había estado
                                                       haciendo lo mismo que
                                                       él. Meterme en la cabeza
                                                       de los demás. Y es posible      [pg-24]
 G. Gordon Liddy, en quien se inspiró Alan Moore       que los demás no estuvie-
para crear al Comediante de Watchmen, se hizo
  amigo de Leary cuando éste salió de la cárcel        ran todavía preparados.
llegando a admitir que, después de tantos años,        Después de tantos años,
      había comprendido que Leary tenía razón          aún me pregunto si hice lo
                                                       correcto. Salí de la cárcel
                                                       tras la caída de Nixon. El
                                                       gobernador de California
     Charles Manson. Su celda estaba casi enfrente     me indultó, pero las cosas,
     de la mía. No le había reconocido, hasta que      afuera, habían cambiado.
     una noche me dijo: “Eh, Leary. Eres mi héroe.     Hacía mucho que la tele-
     Tienes que enseñarme cómo lo haces”. Me           visión y la prensa habían
     quedé mudo y entonces gritó para que le oyera     transformado el sueño
     todo el corredor: “¡Este es mi amigo Tim Leary!   hippie en mero hedonis-
     ¡Él sí que sabe cómo meterse dentro la cabeza     mo sexual e, incluso eso,
     de los demás!”. Solicité a través de mi aboga-    estaba a punto de acabar
     do un traslado de celda y lo conseguí. Fue uno    en cuestión de unos años
     de los momentos más aterradores de mi vida.       por culpa del SIDA. No
Factor Crítico

   solo se había ilegalizado el LSD y la psilocibina                     F.C.: Pero usted nunca utilizó psico-
   para consumo público, además se le impuso                                délicos para «controlar» a nadie,
   un veto a la investigación científica a pesar de                         como hicieron Manson o la CIA.
   que todos los estudios indicaban la incalculable
   utilidad de estas sustancias para desprogramar         T.L.: No importa lo que yo o Richard Alpert o
   conductas obsesivas o autodestructivas, ayudar         gente como Stan Grof o Humphrey Osmond hi-
   a pacientes terminales de cáncer a aceptar el          ciéramos. Lo que único importa es el uso que el
   tránsito o ser los únicos analgésicos efectivos        resto de la humanidad quiere darle a los psico-
   para las migrañas de racimo. Todo eso desapa-          délicos. Y lo que llevamos del siglo XXI tampoco
   reció, de golpe y plumazo. Y en cierto modo yo         deja demasiadas esperanzas, la verdad.                 [pg-25]
   tuve la culpa de ello. Yo, Kesey, Stanley… todos
   los que estuvimos en primera línea invitando                         F.C.: Pero usted está muerto, doctor
   a los Cary Grant de América a que probaran                     Leary, ¿cómo puede saber lo que ha pa-
   el LSD, o directamente echándolo en el pon-                       sado estos últimos años? A veces ten-
   che de sus fiestas multitudinarias, como hacía                    go la sensación de que soy yo mismo
   Kesey. Tampoco había tanta diferencia. Tal vez                        quien responde a través de su voz.
   hicimos demasiado ruido. Tal vez Huxley tenía razón: no es por
   azar que los chamanes siempre hayan ocultado la fuente de sus
   poderes. Era su manera de protegerla. Sin embargo, en aquellos
   años… no se imagina hasta qué punto estuvimos cerca de la
   destrucción total después de lo de Bahía Cochinos. Creí que si
   había un momento era ése, el momento de dar un salto ade-
   lante en la evolución y hacer madurar a la raza humana. Pero
   no estábamos preparados. Quizá nunca lo estemos y Manson
   tenga razón. Encontramos la herramienta más poderosa jamás
   conocida para explorar la mente humana y lo único que se nos
   ocurrió es usarla para meternos en la mente de los demás.
Factor Crítico

   T.L.: Supongo que es la primera vez que             mancha amarilla en una esquina del techo me
   prueba el LSD. ¿Recuerda lo que estaba ha-          hizo volver a vivir lo que sentí el día en que mi
   ciendo antes de que nos encontrásemos?              ex y yo pintamos de blanco aquellas paredes
                                                       amarillas: la misma prisa por acabar el traba-
          F.C.: La verdad es que estoy empezando a     jo, la misma ilusión por tener nuestro propio
         acordarme. Estaba en una fiesta y empecé      espacio, la misma frustración al darnos cuenta
        a sentirme débil. Aunque débil no es la pa-    de que se había acabado la pintura; de repen-
       labra. Más bien era como si mis dedos, mis      te, aquella mancha amarilla se convirtió en el
      brazos, mis piernas fueran haciéndose cada       testimonio de una relación en la que siempre
     vez más ligeros hasta perder por completo su      quedarían cosas pendientes. Después estuve           [pg-26]

     masa. Volví a casa. Puse un poco de música.       cenando. Comí un poco de tortilla de patatas.
          Ravi Shankar. Esa música hindú está real-    Hacía frío y decidí cubrirme con una manta
     mente hecha para esto, ¿verdad? Cada nota         en lugar de encender la calefacción. Cubierto
        era una aguja clavándoseme en el cuerpo.       por la manta, volví literalmente a la infancia.
                                                       Al instante, aquella tortilla industrial comprada
                                    T.L.: ¿Le dolió?   en el súper, empezó a tener el mismo sabor
                                                       que la tortilla que me daba mi abuela cuando
   F.C.: Creo que la palabra “dolor” es irrelevan-     de niño, nos llevaba a mi hermano y a mí de
   te para describir lo que sentía. Era más bien       paseo por la sierra, y al volver a casa, nos abri-
   como si las cuerdas del sitar estuvieran dentro     gaba y nos daba de cenar. La misma sensación
   de mí, pero aún así Shankar pudiera hacerlas        de cobijo y necesidades básicas satisfechas
   vibrar pulsándolas a toda velocidad con esa         después de aquellas alegres pero cansadas
   mano suya endemoniada. Luego, empecé a              caminatas. Me eché a llorar de felicidad. Era
   mirar alrededor. Cualquier objeto, cualquier        como si estuviera dentro de la madalena de
   rincón me traía de vuelta los recuerdos más         Proust. Entonces comprendí que cuando Marcel
   asombrosos. Pero, de nuevo, “recordar” no           dice haber recuperado su infancia mojando la
   es la palabra. Revivir, quizá. Una pequeña          madalena en la leche, no estaba hablando en
Factor Crítico

   sentido metafórico, ni tampoco estaba utili-      rar esas sensaciones mismas para volver a vivir-
   zando las palabras como barniz literario para     las. Entonces… entonces fue cuando empecé a
   describir algo tan simple como el recuerdo.       ver cómo los colores de los azulejos del baño
   Cuando Proust dice que una madalena puede         se separaban por capas hasta que me permi-
   devolverte la infancia es porque literalmen-      tieron avistar a lo lejos estos árboles, este río,
   te puede hacerlo, igual que el contenido de       este bosque en el que nos encontramos ahora.
   un frasco o una seta puede hacerte crecer o       T.L.: Un viaje clásico. La psilocibina, el LSD
   disminuir de tamaño. Y se trata, además, de       activa de manera prodigiosa el cerebro repti-
   algo tan fácil de conseguir y tan aparentemente   liano, la parte más antigua de nuestro cerebro.
   común cuando lo consigues, que uno se llena                                                              [pg-27]

   de admiración y respeto por el género humano
   al saber que el cerebro es capaz de hacer algo
   así. Un rato después, fui a la ducha pensando
   en meterme luego en la cama. Pero… creo que
   no salí de allí. Debo seguir todavía dentro del
   baño. Recuerdo que entrar debajo del chorro
   de agua fue algo sobrecogedor. Como si mi
   piel hubiera desaparecido y las gotas pudieran
   alcanzar directamente mi sistema nervioso.
   Supongo que es la misma desprotección que
   sienten los bebés al nacer, porque ducharse
   bajo los efectos de aquello… Bueno, era como
   sentir las gotas de agua caer sobre tu cuerpo
   por primera vez en tu vida y, saber al mismo
   tiempo, que tu mente es capaz de recuperar de
   manera literal no solo el recuerdo de sensacio-
   nes tan antiguas, sino que es capaz de recupe-                          Leary en Suiza durante su épo-
                                                                           ca como prófugo de la ley
Factor Crítico

   La que domina en los animales anteriores a los         los agujeros. Solo que en este caso no tienen
   mamíferos y la que domina también durante nues-        la forma de cuadrado o de círculo, sino la de
   tra infancia. La parte del cerebro que rige nuestras   una niña victoriana y un viejo un poco sátiro.
   emociones más básicas, desde el miedo hasta el
   placer. Cuando estamos en un estado de vigilia,              F.C.: Entonces, ¿todo esto no son más que
   sobrios, las partes superiores de nuestro cerebro                  fantasías, proyecciones de mi mente?
   bloquean la mayor parte del contenido emocional
   básico que tienen nuestras percepciones. Simple-       T.L.: Es una forma de verlo. Para muchos no es
   mente no podríamos vivir en sociedad, o al menos       muy diferente a un efecto óptico. Sin embar-
   no en la sociedad tan complicada que hemos             go, después de tantos años de experimentar         [pg-28]

   montado, si tuviéramos acceso constante a esos         con el LSD, personalmente no he llegado a
   contenidos. Sin embargo, cuando domina esa parte       encontrar ninguna diferencia ontológica en-
   tan primaria de nuestro cerebro, se empiezan a         tre lo que percibimos bajo los efectos de la
   establecer vínculos emocionales que ya se creían       droga y lo que percibimos cuando estamos
   perdidos con los objetos, con las personas, con el     sobrios. Simplemente son dos formas diferen-
   entorno. Lo que ocurre es que, acostumbrados a         tes de ordenar las percepciones sensoriales.
   la vigilia, nuestro cerebro no está entrenado para     Lo que quiero decir es que puede llamarlo
   ordenar y clasificar toda esa abrumadora descarga      fantasía si quiere, pero entonces también
   de información emocional que penetra nuestros          deberá llamar fantasía a lo que percibe
   sentidos durante un viaje. Así que lo que hace es      cuando no está bajo los efectos del LSD.
   aplicar a la información visual determinados mol-
   des o patrones ya conocidos para intentar ordenar-     F.C.: Un pensamiento un poco inquietante, ¿no?
   la. De ahí que usted le pareciera que los colores
   de los azulejos se separaban por capas y que           T.L.: No me lo parece. Lo que nos enseñan los
   detrás de ellos estaba este bosque, o que ahora        psicodélicos es que el cuerpo humano, nuestro
   tenga usted el aspecto de Alicia y yo el de Timothy    sistema nervioso, nuestro cerebro puede imitar
   Leary. Es como el juego infantil de los bloques y      en cualquier momento todo aquello que hemos
Factor Crítico

           experimentado, sentido o visto antes. Ahora                   T.L.: Adorno dijo que escribir poesía después de
           mismo, su cerebro está imitando la forma de                   Auschwitz era un acto de barbarie. Los postmo-
           Timothy Leary porque ya antes ha visto su forma               dernistas se tomaron sus palabras literalmente y
           en una foto. También puede imitar las pala-                   se convencieron de que si no se podía escribir
           bras de Leary porque usted ha leído sus libros.               sobre nada, entonces el único tema legítimo
           Pero, en cualquier caso, lo que está haciendo                 que le quedaba a la literatura eran las palabras
           ahora su mente no es muy distinto a lo que
                                                                         mismas. Proclamaron la muerte de la escritura,
           hace todos los días cuando habla o cuando
                                                                         pero se equivocaron. Cuando usted ha tratado
           escribe. Imita formas sonoras o escritas que
           llamamos palabras y que en realidad no son                    de describir lo que experimentó durante su via-
                                                                         je ha recurrido a la metáfora y al símil porque       [pg-29]
           nuestras. Los psicodélicos nos hacen conscien-
           tes de algo muy importante que la mayor parte                 cuando la realidad deja de ser estable, las pa-
           de la gente pasa por alto en su vida diaria:                  labras comunes y el lenguaje racional pierden
           que la realidad no es más que lenguaje.                       su poder para describirla. Entonces solo nos
                                                                         quedan las madalenas. Y aún así, cuando uno
                       F.C.: Lo cual es básicamente lo mismo             recurre a las metáforas para intentar comuni-
                     que dicen algunas de las corrientes lite-           car experiencias tan extremas, éstas solo nos
                         rarias más importantes del siglo XX.            permiten, como mucho, acercarnos un poco
                                                                         más a lo Real sin llegar a tocarlo nunca. Por-
                                                                         que lo Real no está constituido por palabras,
                                                                         o no solo por ellas, sino también por signos
                                                                         visuales, táctiles, olfativos, gustativos y emocio-
                                                                         nales. Todos estos niveles son también lengua-
                                                                         je, porque el tacto, por ejemplo, es también un
                                                                         sistema organizado de signos, aunque pocas
                                                                         veces seamos conscientes de ello. Y sin embar-
                                                                         go, sí lo podemos percibirlo como un sistema
      Laura Huxley, a la derecha, llamó a Timothy Leary en el lecho de   cuando tomamos psilocibina y empezamos a
muerte de su marido para que éste le diera la extremaunción con LSD
Factor Crítico

   sentir en la palma de las manos los guijarros        los psicodélicos: hacernos ver que todo lo que
   que tocan las plantas de nuestros pies descal-       sentimos, tocamos u olfateamos, no son más
   zos. Es comprensible que después de Auschwitz        que metáforas, como las palabras, y que las
   mucha gente empezara a perder interés por lo         palabras, como los psicodélicos, nos permiten
   Real. Sin embargo, aún quedan realidades en          ser quienes queramos cuando queramos.
   el ser humano más profundas que la muerte
   y la destrucción. Realidades que es necesario                      F.C.: Nos permiten serlo hasta que
   describir. Y por suerte ha habido escritores                              se pasan sus efectos, claro.
   conscientes de ello que, rechazando el axioma
   postmodernista desde dentro, han demostrado          T.L.: No. Nos permiten serlo siempre, mien-         [pg-30]

   que la escritura era posible todavía: la escritura   tras sigamos hablando o escribiendo. Es
   entendida como un juego interminable de crea-        algo que los niños saben. Solo que los adul-
   ción de metáforas cuyo fin es alcanzar la reali-     tos, a veces, nos olvidamos de ello…
   dad invisible y quizá incomunicable del espíritu
   humano; esa realidad que los psicodélicos nos
   permiten percibir. Me refiero a pioneros como
   Lewis Carroll o Aldous Huxley, pero también a
   gente como Philip Dick, Robert Anton Wilson,
   Julio Cortázar… Aunque quizá quien más lejos
   haya llegado en este sentido es Thomas Pyn-
   chon, burlándose constantemente del credo
   postmodernista con sus gigantescas novelas en
   las que se acumulan cientos y cientos de pági-
   nas en las que se narra solo por el puro placer
   de narrar realidades nuevas. Lo que escritores
   como estos nos descubren sobre la literatura es
   que el acto de escribir tiene el mismo fin que
Factor Crítico

                                      «Yo... he visto cosas que vosotros
                                      no creeríais: Atacar naves ardien-
                                      do más allá de Orión. He visto ra-

      ¿Se drogan los
                                      yos C brillar en la oscuridad cerca
                                      de la Puerta de Tannhäuser. Todos
                                      esos momentos se perderán...
         androides?                   en el tiempo... como lágrimas
                                      en la lluvia. Es hora de morir».
                 por David Urgull
                                                                          [pg-32]




                                    R
                                               esulta imposible creer
                                               que estas breves líneas,
                                               este epitafio perfecto,
                                               fuese escrito por un an-
                                               droide, por muy avanza-
                                               do que fuera Roy Batty,
                                    ni tan siquiera por un Rutger Hauer
                                    encarnando a la última generación
                                    de replicantes. Un sistema operati-
                                    vo, un Windows Enterprise, no da
                                    para tanto. El lenguaje binario, la
                                    suma de unos y ceros, no es capaz
                                    de trascender ni de transmitir más
                                    allá de lo que podemos encon-
                                    trar en las novelas de Dan Brown
                                    y otros seguidores de las tramas
Factor Crítico

   calcadas con plantilla. Hay algo más, tiene que        veces vapuleado por la ausencia de la misma.
   haber algo más. Si no se tratase de androides          Philip K. Dick escribía Ciencia Ficción sin necesi-
   podríamos suponer que esa capacidad evoca-             tar premoniciones a lo Julio Verne para construir
   dora viene del alma o de esos veintidós gramos         la trama de sus creaciones, sin plantear civili-
   de espíritu que se dice tenemos los humanos, sin       zaciones lejanas absoluta e inimaginablemente
   embargo, en un amasijo de circuitos y células          avanzadas como haría Issac Asimov en su saga
   sintéticas, esta posibilidad espiritual está descar-   Fundación. Dick reduce el hiperespacio al cere-
   tada por su propia esencia artificial. Entonces, a     bro de sus protagonistas, ese es su mundo inex-
   qué podemos achacar esta insólita capacidad            plorado y la volatilidad de la sinapsis neuronal
   creativa, cuál fue el detonante externo que re-        es el centro gravitatorio de toda su obra. Luego            [pg-33]

   volucionó los microchips del pluscuamperfecto          adornará o no, en Confesiones de un artista de
   Nexus-6. Quizá se deba a los efectos de una            mierda el contexto es contemporáneo al autor,
   metanfetamina del futuro, a un tripi intergalácti-     sus historias con androides o naves espaciales,
   co, a cualquier sustancia exocrina capaz de des-       o las situará en planetas alejados o en futuros
   virtuar la realidad matemática de un robot como        atemporales, pero estos elementos clásicos del
   Roy Batty. Esta explicación podría convencer a         género para él no son más que atrezo. El tema
   los acólitos más beats de Aldous Huxley y sus          principal de
   teorías perceptivas, pero, sinceramente, no creo       su obra no es           «La Realidad es aquello que, inclu-
   que ningún doping sea capaz de convertir a un          otro que el de          so aunque dejes de creer en ello,
   androide en todo un Shakespeare. La explica-           la realidad,            sigue existiendo y no desaparece.»
   ción es más sencilla: se llama Philip K. Dick.         la percepción
                                                          de esa realidad muchas veces manipulable,
   Philip Kindred Dick es uno de los grandes auto-        volátil, incierta, una realidad tramposa.
   res de la llamada literatura de Ciencia Ficción.
   Escribió decenas de novelas y cientos de relatos       Esta preocupación, más bien obsesión, por algo
   que hoy en día constituyen un paradigma de li-         tan abstracto como la realidad le viene al au-
   teratura de calidad dentro de este género tantas       tor de sus propias experiencias vitales. Philip K.
Factor Crítico

   Dick estaba loco, completamente loco, loco con          moda en su tiempo. Antidepresivos y metanfe-
   certificado. Paranoia esquizofrénica, le diagnos-       tamina, esa era su dieta habitual. Pastillas rojas,
   ticaron los médicos. Él prefería llamarlo, al más       azules, blancas, verdes, de todos los colores, de
   puro estilo del Barroco español, experiencia mís-       todos los tipos, el arcoíris completo de la quími-
   tica. La distorsión mental le venía de la infancia,     ca y para pasar el trago un poquito de alcohol,
   desde aquellos primeros años en el Chicago de           todos los alcoholes. Poco a poco los episodios
   Al Capone y la “ley seca”. En el vientre materno        psicóticos se fueron multiplicando y los estados
   compartió líquido amniótico con una hermana             de lucidez empezaron a perder fuerza, su vida
   gemela, Jane, que murió a los pocos días de na-         se diluía, la realidad resultaba incomprensible.
   cer. Sus padres en la sepultura colocaron, junto        Él mismo comentaba que un haz de luz atrave-            [pg-34]

   al nombre de la hija fallecida, también el nombre
   de Philip, dejando la fecha de defunción en blan-
   co, en espera. La muerte de su gemela y aquella
   lápida le persiguió durante toda la vida como un                               «Solo con mirarme reconoce-
   fantasma ineludible, un fantasma que se fue apo-                               ríais que mi energía principal
                                                                                  se encuentra en la mente.»
   derando de sus neuronas. Con los años vendrían
   las alucinaciones, los trances religiosos, las visio-
   nes dislocadas, la creencia de que el FBI y la CIA
   le perseguían como si él fuera el enemigo núme-
   ro uno de los Estados Unidos, la irritabilidad, la
                                       dependencia
  «Estoy hecho de agua. Jamás
   se darán cuenta de ello por-        de los fárma-
       que la tengo contenida»         cos o las de-
                                       presiones.

   Además de la locura P K. Dick añadió a su via-
                         .
   je vital la experimentación psicotrópica tan de
Factor Crítico

   sando sus pestañas en un parpadeo frustrado         La locura y la adicción le proporcionaron una
   le reveló que en realidad era un griego del año     inspiración asombrosa y a la vez maldita. Cuan-
   cincuenta después de Cristo. El destello de un      do sus neuronas flaqueaban él buscaba en la
   colgante que llevaba una muchacha le disparó        metanfetamina las alucinaciones, ese mundo
   un rayo láser que abrió su mente y le otorgó co-    paralelo que su mente había ido creando. En sus
   nocimientos olvidados. La radio tenía la costum-    escritos aparece de manera recurrente la posibi-
   bre de insultarle. El universo entero le hablaba.   lidad que tienen los protagonistas de inducirse
   Dios se comunicaba a través de los titulares de     diferentes estados de ánimo, bien sea mediante
   los periódicos. La mente se le desbocaba mien-      impulsos eléctricos en el cerebro o mediante de-
   tras él intentaba dar sentido a sus visiones.       terminadas sustancias químicas. El propio Dick      [pg-35]
                                                       experimentaba en sí mismo estos métodos de in-
   Fue un hombre mental y emocionalmente ines-         ducción psicológica. Necesitaba que la realidad
   table. Según pasaron los años su vida entró en      se desmoronara a sus alrededor, se diluyera, ter-
   barrena. Los matrimonios le duraban poco y re-      minara hecha pedazos, fulminada, para encon-
   sultaban traumáticos, los episodios violentos se    trar entre las cenizas la verdadera esencia. La
   multiplicaban, se sometió a numerosas curas de      metanfetamina era para él ese vehículo hacia la
                                                       verdad, la sustancia D que aparece en su novela:
   desintoxicación, recayó una y mil veces, hasta
                                                       Una mirada a la oscuridad. Le gustaba enfren-
   que finalmente su corazón sufrió un colapso en
                                                       tar a sus personajes a un mundo supuestamente
   1982. Murió en Santa Ana, California, solo y
                                                       estable que inesperadamente se desvanece ante
   sin un dólar, murió unos meses antes de que         sus ojos y para poder escribir sobre cómo sobre-
   se estrenara la adaptación cinematográfica de       ponerse a esas situaciones necesitaba conocer
   ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, la    de primera mano la incertidumbre vital.
   exitosa Blade Runner. Su familia recogió las ce-
   nizas y las devolvió a Chicago, para colocarlas     Hay quien afirma que la originalidad de los
   en aquella tumba obsesiva donde le esperaba         planteamientos presentados en sus obras tiene
   su hermana Jane.                                    como base esa esquizofrenia paranoide diag-
Factor Crítico

   nosticada por los loqueros de turno. Sin em-          buscaba la forma de potenciar esos momen-
   bargo, las teorías psiquiátricas afirman que un       tos de máxima creatividad. Al igual que otros
   esquizofrénico sin tratamiento regular, como era      muchos escritores de su generación, P K. Dick
                                                                                                  .
   el caso de Dick, va perdiendo paulatinamente la       encontró en los psicotrópicos un vehículo hacia
   capacidad de comunicarse y se queda aislado           las dimensiones ocultas del cerebro. Es una téc-
   en su propio mundo alucinado. Esto nunca le           nica clásica, usada desde la antigüedad, segu-
   sucedió a Philip Kindred Dick. Él nunca dejó de       ramente hasta el mismísimo Homero le daba al
   escribir. La inmensa cantidad de novelas y es-        opio o a la mandrágora para ver a los cíclo-
   pecialmente de relatos demuestra su necesidad         pes o tener una cita con Circe. La inspiración,
   de comunicarse y su capacidad para hacerlo. Él        la maldita inspiración, es a menudo esquiva y        [pg-36]

   mismo relativizaba sus experiencias paranoicas y      aunque resulta muy romántico esperar que te
   sus alucinaciones psicóticas, las calificaba como     sorprenda a veces hay que forzarla. El opio, la
   sentido activo, tan útil como la vista, el olfato o   belladona, el estramonio, la marihuana, el áci-
   el gusto y con ironía comentaba: si hiciera caso      do lisérgico, la atropina, la ketamina, incluso la
   de mis visiones estaría en el manicomio. Proba-
   blemente su paranoia hoy sería calificada como
   transitoria o en todo caso débil. Él fue un loco
   cuerdo que forzaba sus
   viajes alucinógenos. La
   distorsión mental era su
   fuente de inspiración y
Factor Crítico

         más recurrente de todas las drogas: el alcohol;
         todas estas variantes de la sustancia D, no son
         más que un recurso de escritor, tan útil como un
         buen diccionario.

        Philip K. Dick se drogaba, sí. Le daba a todo
        lo que tenía a mano, engullía cualquier pasti-
        lla que encontraba con tal de experimentar, con
        tal de sentir como un rayo láser de color rosa
        le abría la mente para revelarle las verdades       [pg-37]

        esenciales de la existencia. Con este doping,
        que no tiene nada de tramposo, consiguió mos-
        trar a sus lectores un mundo que no siempre es
                                como parece, planteó
   «Nuestro lema es: más        la posibilidad de que la
humano que los humanos.»        realidad se nos escapa,
                                afirmó que percibimos
                                solo lo que queremos
        percibir. Fue en busca de un misterio que in-
        tuía y como un cartógrafo intergaláctico dejó
        un cuaderno de bitácora detallando su travesía.
        Probablemente estaba loco, pero fue un loco
        muy humano, demasiado humano.
Factor Crítico




                                       All that we see or seem / is but

                 Malditos              a dream within a dream
                                                                             E.A. Poe

                  por Paz Olivares


                                                                                [pg-38]



                                     N
                                                o hay que ser Escoho-
                                                tado para saber que las
                                                drogas intensifican los
                                                efectos de los sentidos.
                                                Tampoco hay que haber
                                                leído demasiado para
                                     intuir que el lenguaje poético bus-
                                     ca la intensidad de la palabra. Así
                                     que no hay que ser un maestro de
                                     la lógica para asociar de manera
                                     natural poesía y drogas.

                                     El famoso fragmento de los Pa-
                                     raísos artificiales de Baudelaire
                                     refuerza esa idea: «Hay que estar
                                     siempre ebrio. Nada más: ése es
                                     todo el asunto. Para no sentir el ho-
Factor Crítico

   rrible peso del Tiempo que os fatiga la espalda y     modernidad. De ese extraño cruce de caminos
   os inclina hacia la tierra, tenéis que embriagaros    surgieron Poe, Baudelaire o Rimbaud, los gran-
   sin tregua. Pero, ¿de qué? De vino, de poesía o       des poetas malditos. Su obra es inimitable por lo
   de virtud, como queráis. Pero embriagaos.» La         que tiene de irrepetible.
   lectura sesgada podría apoyar la imagen que
   muchos sostienen de los poetas: los amantes del       En el XIX el artista se enfrenta a un mundo en
   exceso, los «mártires del hedonismo» que diría        el que Dios y el Rey dejan de ser omnipresentes
   Savater. No estoy de acuerdo.                         y omnipotentes para cederle el cetro al nuevo
                                                         amo en ciernes: el todopoderoso mercado de la
   No sé si se puede atribuir ese calificativo savate-   sociedad industrializada. Los valores espirituales     [pg-39]

   riano a los que se drogan esperando lo mismo          dejan de ser estimados por su nula productivi-
   que los que entran a un parque de atracciones.        dad. Lo que es útil es lo valioso. Un buen hom-
   Tampoco sé si el Prozac es la píldora de la fe-       bre es un hombre productivo, aquél que se labra
   licidad que soñara Huxley para su mundo feliz,        un futuro para su familia, el que se enriquece
   pero sí sé que esto no siempre ha sido así.           gracias a su esfuerzo. El burgués, el hombre de
                                                         negocios de éxito es el ejemplo a seguir. El ar-
   Hubo un primer y único momento en que litera-         tista, improductivo por naturaleza, es el inútil, el
   tura y drogas se encontraron de manera casual;
   casual en el sentido en que no existía conoci-
   miento contrastado de los efectos de las sustan-
   cias estupefacientes, por lo que no había una
   clara intencionalidad en dicho encuentro. No
   existía el interés ritual o religioso habitual has-
   ta entonces. No había chamanes, ni pitonisas
   délficas, ni apóstoles de secta alguna. El autor
   estaba sólo frente a la droga. No había guías.
   Ese momento coincidió con el nacimiento de la
Factor Crítico

   bohemio, el antisocial, el perverso, el degenera-     ter de los malditos, a esa tendencia adictiva de
   do, el indolente, el vicioso, el «mártir del hedo-    la exploración de los límites, hay que añadirle el
   nismo». Curiosa asociación ésta última teniendo       fácil acceso a todo tipo de drogas por aquél en-
   en cuenta que Epicuro promulgaba la búsqueda          tonces. Se vendían preparados de los alcaloides
   del placer sin poner en riesgo la salud, y los        en cualquier farmacia. El opio, la heroína, la
   malditos, más bien, buscaban ese placer aún a         codeína o la morfina eran de uso común entre
   riesgo de su vida. Entonces, ¿qué placer es ése?      los obreros londinenses lo que da una idea de
   Más que «mártires del hedonismo» eran mártires        su precio. El láudano se recetaba para paliar
   de lo absoluto.                                       todo tipo de molestias. El mismo Baudelaire lo
                                                         utilizaba como analgésico de las neuralgias pro-     [pg-40]
   Poe, el norteamericano que primero represen-          vocadas por el mercurio que se veía obligado a
   taría el desarraigo del hombre moderno, el pri-       ingerir desde que enfermó, muy joven, de sífilis.
   mer maldito, diría: «No encuentro precisamente        Thomas de Quincey lo utilizó de manera regular
   ningún placer en los estimulantes a los que me        a raíz de un dolor de muelas y acabó publican-
   entrego con frecuencia de forma tan vehemen-          do en la London Magazine las Confesiones de
   te. No es, en verdad, por amor al placer por          un comedor de opio inglés en las que descri-
   lo que he expuesto a la ruina mi vida, mi re-         bía con detalle su experiencia como adicto. (Sin
   putación y mi razón.» El sentimiento de culpa,        esta obra, los Paraísos artificiales de Baudelai-
   la personalidad compleja, la infancia difícil, la     re nunca habrían sido escritos). En 1884, por
   sensibilidad y el entorno hostil del que no quería    ejemplo, Freud escribe su famoso ensayo «Sobre
   formar parte es común a Baudelaire, traductor         la cocaína» donde el doctor defiende los bene-
   y admirador incondicional de toda su obra. En         ficios de la droga. Por aquel entonces (cuando
   Poe, Baudelaire se reconoció como en ningún           aún el psicoanálisis no era ni una idea en su
   otro autor. Encontró el sentimiento de abando-        cabeza), solía recetársela a sus pacientes de-
   no, la soledad, la angustia existencial, la tortura   presivos. En cuanto al alcohol, sobran los ejem-
   de saberse distinto… lo mismo que Rimbaud en          plos en la novela realista decimonónica como
   su compatriota. A las peculiaridades del carác-       no faltan tampoco las alusiones a la absenta.
Factor Crítico

   Todos los cafés de París tenían un grifo de agua    del Marqués de Sade y de todo aquél que dis-
   en las mesas para que los clientes pudieran ir      fruta rompiendo las normas, los tabúes. Decía
   mezclando la cantidad deseada y así, rebajar la     Bataille que «en el exceso erótico veneramos
   absenta. El «diablo» o «hada verde» se servía en    la regla que violamos» y esto puede aplicarse
   un vaso específico, se colocaba una cucharilla      a todo tipo de reglas en los malditos. Es decir,
   de plata perforada en el borde de cristal y sobre   para enfrentarse a la autoridad, antes debe re-
   ella dos terrones de azúcar. Después, se vertía
                                                       conocerse que dicha autoridad existe. Para ren-
   el agua deseada sobre la cuchara. La absenta
                                                       dirse a la obediencia de Satán, como afirmaba
   se convertía entonces en un líquido de aspecto
   lechoso cuyos efectos alucinógenos variaban en                                                         [pg-41]
   función de la cantidad de agua que se hubiera
   añadido. El hábito fue muy popular.

   Dicho todo esto, queda claro que el hecho de
   que un artista se drogara en el XIX no era extra-
   ño, como no lo era para nadie. No se le excluía
   por ello. Se le excluía porque no fuera conve-
   nientemente discreto» en su uso. Exactamente
   igual que con la prostitución: Los vicios, mode-
   rados y ocultos, nunca expuestos en un poema.

   Y he aquí donde reside el poder de los maldi-
   tos: en su rebeldía. Y es que su aparente provo-
   cación frente a la sociedad lo que escondía en
   realidad era una profunda moralidad. De ahí
   su poder. Se dirá que intentar tachar a Rimbaud
   de poeta moral no tiene razón de ser, como
Factor Crítico

      en Las flores del Mal Baudelaire o mearse en           de esto, Javier del Prado explica:
      el azur como escupía Rimbaud en uno de sus             Así que los malditos no eran sólo moralistas.
      poemas, hay que dotar de existencia a quien se         También eran metafísicos.
      pretende insultar. Si crees en el infierno no nie-
      gas el cielo, lo reafirmas. Un psicoanalista diría     Eternos insatisfechos, huían de la realidad del
      aquí que tanto Poe como Baudelaire o Rimbaud           tedio, o el spleen que diría Baudelaire. Cual-
      arrastraban un sentimiento de abandono por la          quier horror es preferible a esa sucesión de días
                                                             en la que no ocurre nada.
      figura paterna, que su enfrentamiento hacia la
      autoridad era su culpa disfrazada de ira. Esa
                                                             Poe, en su poema «Sueños»:                                         [pg-42]
      culpa es la que convirtió en malditos a sus auto-
      res y no sus excesos con las drogas. Era la culpa       «¡Sí!, aunque ese largo sueño fuese de aflicción sin esperanza,
      la que los obligaba una y otra vez a buscar el                                sería mejor que la realidad fría
      castigo y sólo la autoridad tiene potestad para
                                                               de la vida despierta para aquelcuyo corazón debe ser,
      ejercerlo. El castigo era en realidad el premio.
      Era la prueba del reconocimiento de la autori-                y ha sido siempre, en la tierra encantadora,
      dad. Asumiendo el riesgo reafirmaban su valen-           un caos de intensa pasión, desde su nacimiento.»
      tía y su importancia como sujetos. A propósito
                                                             O Rimbaud, en «Sol y carne»:
 «El objeto de la rebeldía es la Realidad (esa entelequia
   que se impone a la mente), por ello el espacio privile-      «¡Y en una huida eterna huyen los horizontes!»
     giado de la rebeldía es la añoranza de lo que fue (o
   creímos que fue) y el deseo de lo que tendría que ser,    Y cualquier huida es «un oasis en medio del de-
    porque en ese tendría que ser encuentra justificación
                                                             sierto del tedio» para Baudelaire.
 nuestro deseo imposible. El espacio final de la rebeldía
es la utopía que hemos soñado, como morada fronteriza
de nuestro ser. El hombre rebelde no es histórico; se ins-   Quizá de ahí venga esa predilección por lo exó-
    tala siempre en un más allá de su propia existencia.»    tico y los viajes. Todo escenario nuevo obliga al
Factor Crítico

   extrañamiento del Yo. Obliga a huir de uno mis-         La intensidad deslumbradora lograda a través de la
   mo para volver a reencontrarse. Rimbaud, en sólo        droga suponía el asidero al que agarrarse para sa-
   dos años (1876-1878) viajó de Java (enrolado            lir de lo ordinario de lo real. Esa intensidad le daba
   en el ejército colonial holandés del que deserta-       sentido a lo que había dejado de tenerlo. La auto-
   ría antes de cumplir dos meses) a Chipre pasando        destrucción de Poe, la atracción hacia el abismo que
   antes temporadas en Viena, Holanda, Suecia, Di-         sentencia en el final del El Cuervo, («Y mi alma, de
   namarca, Marsella, Alejandría, Alemania o Italia.       esa sombra que se extiende sobre el suelo, / ¡no se
   La visión de lo inesperado es más fácil que se dé       alzará nunca más!») señaló el camino. Baudelaire fue
   en los parajes desconocidos. Todos buscaban esa         el primero que se aventuró a trazar la ruta. Rimbaud
   sorpresa, ese asombro en la huida. Las drogas           la transitó después pateando cualquier obstáculo         [pg-43]
   que producían las visiones más extrañas posibles        que encontrara en su camino para dejar despejada
   constituían el viaje más exótico. La huida perfecta     la vía. Llegó Wilde y terminó plantando narcisos en
   para explorar el Yo más desconocido. Como le            sus lindes. Fue él quien dijo sobre la absenta:
   diría Rimbaud a su maestro, Izambard, en su fa-
   mosa carta: «Se trata de llegar a lo desconocido               «Después del primer vaso, uno ve las cosas
                                                                    como le gustaría que fuesen. Después del
   gracias al desajuste de todos los sentidos.»                  segundo, uno ve cosas que no existen. Final-
                                                               mente, uno acaba viendo las cosas tal y como
                                                              son y eso es lo más horrible que puede ocurrir.»
   «La embriaguez de la droga, muy próxima al im-
   pulso espontáneo de la infancia, se da por com-
                                                           Parece dicho por su Dorian Gray. Con Wilde se
   pleto en el presente», según Bataille. La droga, así,
   favorecía la posibilidad de encontrar la huida no       acabó el paseo.
   sólo del espacio tedioso sino también del tiempo
   rutinario. La intensidad de la sensación les libera-    La Gran Guerra y la prohibición transformaron
   ba de la culpa, del pasado que les atormentaba,         las culpas de los malditos en otras. El artista se
   del futuro que les angustiaba. Quedaban libera-         drogaba por motivos distintos. El sentido del via-
   dos de la autoridad de la conciencia. Recupera-         je había cambiado.
   ban la inocencia, la pureza del bien y del mal, la
   moral utópica.                                          Comenzaba el turismo.
Factor Crítico




                                  N
                                             o sabemos demasiado
                                             de Jules Boissière (1863-
                                             1897), pero lo cierto es

Fumadores de opio,                           que hoy en día no sa-
                                             bemos mucho de casi

 de Jules Boissière                          nada. Jules Boissière es
                                  el nombre que firma el libro Fu-
       Por David Sánchez Usanos   madores de opio magníficamente
                                  editado por Pre-Textos en 2005.
                                  Se trata de un funcionario colonial    [pg-44]
                                  francés que muere en Hanoi a los
                                  treinta y cuatro años; había publi-
                                  cado algún libro de poemas pero
                                  esta colección de relatos y frag-
                                  mentos autobiográficos quizá sea
                                  su gran obra. ¿Qué clase de libro
                                  es éste? Bueno, estamos ante siete
                                  piezas que tienen en común que se
                                  desarrollan en la selva de Indochi-
                                  na —o en regiones cercanas, me
                                  pierdo con cartografías tan con-
                                  vulsas— y en las que aparece con
                                  cierta profusión la palabra «opio».
                                  Quizá el relato «Cómicos ambulan-
                                  tes», con un punto a Siddharta de
                                  Herman Hesse, se aparte un poco
                                  del resto de textos que a lo que más
Factor Crítico

   se parecen es a unas memorias apócrifas en las        Si este juego de las afinidades o equivalen-
   que se nos habla de expediciones que se aden-         cias literarias tiene algún sentido, diremos que
   tran en la espesura, oficiales muertos y extraños     nuestro autor se parece a la confluencia entre
   ídolos. Y del opio, claro. De su ritual y de su po-   Joseph Conrad, el mencionado Hesse y Tho-
   der. Jules Boissière obtenía su sustento de su ca-    mas de Quincey. Eso significa finura y precisión
   rrera diplomática (que también le proporcionó         en las descripciones, cuidada atención a la di-
   la posibilidad de viajar al sudeste asiático, algo
                                                         mensión psicológica y coqueteo con el animis-
   que acabaría por devorarle), pero que nadie se
                                                         mo.
   confunda: estamos ante un verdadero escritor.
                                                                                                             [pg-45]
                                                         De la selva, de esta selva real pero también
                                                         opiácea, no se vuelve. Como el Nick (Christo-
                                                         pher Walken) de El cazador o el majestuoso
                                                         Elias (Willem Dafoe) de Platoon, Jules Boissière
                                                         se ve atrapado por una especie de hado que le
                                                         impide regresar a la civilización urbana e im-
                                                         personal que le ha llevado allí. La gran cadena
                                                         del ser se disuelve en la maleza asiática y todas
                                                         las almas parecen la misma, todas las miradas
                                                         son una y la experiencia vital, por fin, adquiere
                                                         la importancia que siempre se mostró esquiva.
                                                         Esta expansión espiritual acaba con el miedo a
                                                         la muerte e invita a fundirse con aquel paisaje
                                                         definitivo. Pero el viaje, porque a lo mejor esto
                                                         es únicamente un libro de viajes, no está exen-
                                                         to de recodos febriles y aterradores.
Factor Crítico

   «Lentamente, lentamente, como una           En última ins-       dos especies de las que quizá no existan dema-
  culebra, se insinúa en nuestros cora-        tancia,      cual-   siados ejemplares puros. En cualquier caso, la
   zones la tristeza y la angustiosa sen-
 sación de la sombra inmensa que nos           quier intento de     manera según la cual Jules Boissière entiende la
 cerca. Ahora los milicianos conversan         imponer una          escritura encaja mejor en la segunda. Pero, a di-
en voz baja; ¿de qué hablan? Siempre           clasificación a      ferencia de otros laureados correligionarios, no
 de los muertos y de los espíritus. Roux       lo literario re-     es un tipo aburrido. Creo que parte del secreto
    ya no dice una palabra, y sólo oigo
  el irritante murmullo de los hombres.        sulta infructuo-     de que su opción literaria no acabe varada en el
  Más tarde todos enmudecen, y tengo           so. Advertida        fastidio reside en el paisaje donde tienen lugar
     la impresión de que acaba de em-          esta     precau-     sus digresiones —sí, digámoslo claro, hay una
     pezar la Noche. El viento murmura         ción, si se nos      «literatura de la digresión»—: la jungla.           [pg-46]
     a lo lejos, entre las hojas —es una
      larga y profunda lamentación— y          permite conti-
      muy cerca, muy cerca, susurra en         nuar con estos       Si estuviésemos ante otro ejercicio de anatomía
  las cañas del techo —es un lamento           esparcimien-         de almas bajo techado (sea un salón de baile en
     agudo y triste—. Un terror indefini-      tos, podemos         la corte de algún Luís, o un loft en Manhattan)
   ble se apodera de mi pecho y de mi
  mente. Por momentos, en una ráfaga           hablar de una        quizá habríamos abandonado estas páginas
     que sacude el armazón de bambú,           literatura reple-    sin terminarlas para acudir a otros taquígrafos
  se diría que una banda de espectros          ta de acción,        más reputados. Pero que la fina prosa de es-
   acuden aullando al asalto, desde la         diálogos y per-      tos dietarios se recorte contra ese duro fondo de
        profunda oscuridad de la selva»
                                               sonajes cuyas        lodo, guerra y vegetación ancestral la libra de
                                               vidas se entre-      la cursilería. De hecho, para mí supone todo un
            cruzan: una literatura de movimiento y veloci-          misterio cómo un tipo dotado de esas maneras,
            dad. Frente a ella, se situaría la práctica literaria   de esa aristocracia mental, acabase absoluta-
            que se decanta por la descripción y el artificio y      mente enganchado a aquella situación. Porque
            que presenta no pocos momentos reflexivos en            para pensar así, para escribir así, no basta el
            los que desgrana, de manera intermitente, algo          talento —arbitraria concesión divina o diabóli-
            parecido a una metafísica o cosmovisión: una            ca—, sino que se precisa una sólida formación
            literatura estancada, atmosférica. Se trata de          clásica, una cierta familiaridad con el panteón
Factor Crítico

   literario. ¿Cómo demonios aguantó Julies Bois-       comprendiesen el porqué de su elección. La
   sière? Qué digo aguantar, ¿qué le hizo asumir        seducción de la selva, de la sabiduría y del
   el hechizo de aquella tumba? Quizá en el opio        opio, no se puede aclarar atendiendo única-
   esté la respuesta más precisa, que no la más         mente a las leyes de la lógica o la argumen-
   completa. Y no hemos de olvidar que murió a          tación, por eso quizá estas descripciones, es-
   los treinta y cuatro años: Jules Boissière, primer   tos relatos y diarios, sean la estrategia idónea
   cadáver de la absurda mitología del rock and         para que el lector absuelva a Jules Boissière.
   roll.                                                Algo a lo que ayuda la fascinación que ejer-
                                                        ce una mirada como la suya. Fumadores de
   Podemos interpretar, en fin, este Fumadores          opio está escrito desde la libertad y la lucidez,   [pg-47]
   de opio como un conjunto de cartas, como             casi como siguiendo los dictados de Spinoza:
   la forma que eligió su autor para ofrecernos         libertad no es otra cosa que el adecuado co-
   una explicación de aquel vínculo absoluto,           nocimiento de la necesidad y la conformidad
   un intento de que aquellos que le quisieron          con ella.
Factor Crítico

  Pero Boissière era un tipo sensible y, a pesar de   tirarlo todo por la borda y embarcarse rumbo a
  que nada podía hacer frente al poder que la         esa selva que afina la percepción y purifica la
  selva ejercía sobre él, también amaba a su mu-      escritura, ese reino de espíritus que acechan en
  jer y a todas «las almas generosas» con las que     la noche y de templos milenarios que surgen de
  se cruzó en ambos continentes. Y, pensando en       la maleza. La opción más adaptativa consiste en
  ellos, no le es ajeno el dolor que les causará      pensar, claro, que esa selva no existe fuera de
  su muerte y, en todo caso, su anclaje definitivo    las páginas de El corazón de las tinieblas o de
  en aquel fabuloso territorio; así que, como de-     este Fumadores de opio.
  cíamos, esta colección ha de entenderse tam-
  bién como una petición de indulto. Petición que                                                        [pg-48]
  supongo surtió efecto, porque la maestría con
  la que usa el lenguaje Boissière invita no ya a
  perdonarle o a comprenderle, sino a seguir sus
  pasos. Y es que raro será el lector al que no se
  le pase por la cabeza, siquiera por un instante,




                                                                   Fumadores de opio
                                                                                      Jules Boissière
                                                                       Antonio Rodríguez Esteban
                                                                        Pre-textos, Valencia, 2005
                                                                                       300 páginas
                                                                            ISBN: 84-8191-674-9
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico
Libros, arte y drogas según Factor Crítico

Más contenido relacionado

Similar a Libros, arte y drogas según Factor Crítico

Similar a Libros, arte y drogas según Factor Crítico (20)

Santiago Camacho 20 Grandes Conspiraciones De La Historia
Santiago Camacho   20 Grandes Conspiraciones De La HistoriaSantiago Camacho   20 Grandes Conspiraciones De La Historia
Santiago Camacho 20 Grandes Conspiraciones De La Historia
 
EOC 77
EOC 77EOC 77
EOC 77
 
Obesidad mental
Obesidad mentalObesidad mental
Obesidad mental
 
LUIS BUÑUEL, el gran humanista (Dossier cine)
LUIS BUÑUEL, el gran humanista (Dossier cine)LUIS BUÑUEL, el gran humanista (Dossier cine)
LUIS BUÑUEL, el gran humanista (Dossier cine)
 
P01032016 b
P01032016 bP01032016 b
P01032016 b
 
cultura pelicula els idiotes
cultura pelicula els idiotescultura pelicula els idiotes
cultura pelicula els idiotes
 
El fogoneo
El fogoneoEl fogoneo
El fogoneo
 
"Cuando el destino nos alcance" MyN 36, febrero 2011
"Cuando el destino nos alcance" MyN 36, febrero 2011"Cuando el destino nos alcance" MyN 36, febrero 2011
"Cuando el destino nos alcance" MyN 36, febrero 2011
 
EOC 63
EOC 63EOC 63
EOC 63
 
P01092013
P01092013P01092013
P01092013
 
Slavoj Zizek y el cine
Slavoj Zizek y el cineSlavoj Zizek y el cine
Slavoj Zizek y el cine
 
Liberación 64
Liberación 64Liberación 64
Liberación 64
 
El Infierno que Baila Conmigo
El Infierno que Baila ConmigoEl Infierno que Baila Conmigo
El Infierno que Baila Conmigo
 
Brandle richard la estructura de la magia 2
Brandle richard   la estructura de la magia 2Brandle richard   la estructura de la magia 2
Brandle richard la estructura de la magia 2
 
Rammstein Gallery 3
Rammstein Gallery 3Rammstein Gallery 3
Rammstein Gallery 3
 
Imprenta
ImprentaImprenta
Imprenta
 
Ejercicios varios
Ejercicios variosEjercicios varios
Ejercicios varios
 
ISLA DE (NUESTRAS) LETRAS 1
ISLA DE (NUESTRAS) LETRAS 1ISLA DE (NUESTRAS) LETRAS 1
ISLA DE (NUESTRAS) LETRAS 1
 
Archivos y archivistas en el imaginario representado en los medios masivos de...
Archivos y archivistas en el imaginario representado en los medios masivos de...Archivos y archivistas en el imaginario representado en los medios masivos de...
Archivos y archivistas en el imaginario representado en los medios masivos de...
 
Power point !
Power point !Power point !
Power point !
 

Libros, arte y drogas según Factor Crítico

  • 1.
  • 2. Revista Factor Crítico. Consejo editorial: Jorge de Barnola, Roberto Bartual, Miguel Carreira, Paz Olivares, David Sánchez Usanos Han participado en este número: Jorge de Barnola, Roberto Bartual, El amante Factor Crítico:Las drogas de la cafeína, Goio Borge, Miguel Ca- por Factor Crítico licencia- da bajo reconocimiento rreira, David García, Tatiana Giménez Creative Commons Reco- Carlos Javier González Serrano, Mi- nocimiento- guel Ángel Mala, Paz Olivares, Mateo Compartir.Igual 3.0 Unpor- de Paz, David Sánchez Usanos, Victor ted License. Creado a partir de la obra en www.factorcri- Sierra Matute, David Urgull, Scary Wo, tico.es. Tabaret, Alexander Zarate ISSN: 2254-3716 Madrid, Marzo de 2013
  • 3. Audiovisual Act of Faith / Jimmy’s End 91 César debe morir 97 Django desencadenado, dos puntos de vista sobre el tarantinismo 101 Libros y Drogas Grupo 7 117 Hunger 121 Editorial 7 Lincoln 125 Libros & drogas 9 De óxido y hueso 130 Entrevista con Timothy Leary 12 Red Riding Trilogy 135 ¿Se drogan los androides? 32 The fades 141 Malditos 38 Thorne 145 Fumadores de opio 44 Wallander 149 Hydropathía. Alcohol, bohemia Flight 156 y hadas verdes 49 Santiago Ramón y Cajal, atisbos literarios del control de masas Cómic o de la modificación de la conducta 61 Las drogas, una «deidad» Animal Party 161 poderosa y maldita 75 The League of Extraordinary Gentlemen: Leonor de Aquitania, comparativa entre tres bio- Century 2009 164 grafías 79 De ratones y hombres 171 Los 10 de Factor Crítico 85 El retorno de las Ti-Girls 183
  • 4. Los secretos del universo 187 Metamaus 193 Música The Death Ray 198 ¿Eres mi madre? 201 En un mundo enorme 268 Kung fu infinito 206 The Long Tomorrow 210 Cuento Novela De repente llaman a la puerta 214 Goethe se muere 230 Relámpagos 272 Los que duermen, el hombre como mito 235 No saldré vivo de este mundo o los fantasmas de Steve Earle 278 Las ruinas del presente Ensayo Los ojos de Natalie Wood 282 Continente salvaje 240 La banda de la tenaza 288 Canon heterodoxo Manual de literatura española para el lec- Lo que no está escrito 292 tor irreverente 244 Un rescate necesario. Ifni, la última aventura colonial española 249 Casa de niebla 295 Carl Jung. Psiquiatra pionero, La última película 299 artesano del alma 254 Barrio Perdido 307 La nada y las tinieblas 259 La muerte del corazón 312 Rara avis. Más afuera 263 El colapso de la literatura: Retrato de un artista adolescente 316 La alquimia como relato; El diablo me obligó 321 22/11/63, o los multiversos 327
  • 5.
  • 7. Factor Crítico N o hay muchos temas como el de las drogas. Se mire desde donde se Editorial mire, desde el punto de vista literario, sociológi- por Miguel Carreira co, político y hasta filo- sófico las preguntas que abren la producción, distribución, venta y consumo de drogas son casi infi- nitas. [pg-7] En el plano socio-político, por ejem- plo, resulta desconcertante la falta de debate sobre una realidad tan notoria. Si postulamos un observa- dor ajeno a nuestra sociedad, un indígena de una sociedad primitiva, un extraterrestre o un observador fu- turo, y este se limitase a conocer los mensajes públicos, el discurso de los partidos políticos o la información de los medios de comunicación lle- garía quizás a la conclusión de que las drogas son un fenómeno que no merece la pena explorar, que se trata de una sustancia escasa consumida por parias desde los márgenes de la
  • 8. Factor Crítico sociedad. Si postulamos otro observador ajeno a definitiva, todos sabemos de la abrumadora abun- nuestra sociedad, que atendiese a una selección dancia de oferta en las calles de cualquier ciudad. no demasiado azarosa de obras literarias, musi- cales o cinematográficas quizás sus conclusiones Si nuestra sociedad le ha declarado a las drogas la habrían sido distintas, aunque estas diferirían lla- guerra total de la que presume —una guerra que, matívamente si esa selección fuese de los sesen- como plantea Escotado en su fascinante Historia ta, los setenta, los ochenta y así sucesivamente en general de las drogas, ha obligado a la sociedad a cada década. replantear o flexibilizar la noción de delito— resul- ta palmario que esa guerra la está perdiendo; por De hecho parece que en los últimos años la droga mucho, además. Eso nos deja dos opciones. O [pg-8] ha desaparecido como objeto de análisis incluso bien nuestra sociedad es terriblemente ineficiente en el arte, como si la droga hubiese perdido defini- o bien esa guerra no existe, al menos con la inten- tivamente la batalla. No es así. Aún admitiendo los sidad y firmeza de la que alardea. límites ambigüos que definen la frontera entre dro- gas, fármacos y productos de uso común como el Este número de Factor Crítico no aborda, sin alcohol, lo cierto es que la droga es casi ubicua en embargo, el aspecto sociopolítico del tema. Ni nuestra sociedad. Las estadísticas varían —como siquiera se ha planteado desde el punto de vista es lógico, dado el carácter ilegal del producto— polémico, aunque asumimos que la falta de vo- pero muchas apuntan a que el tráfico de drogas ces sobre el tema da cierto brillo de controversia podría significar hasta un diez (sic) por ciento del a cualquier alusión. comercio total mundial, es decir, que de cada cien euros que se mueven en el mundo por cualquier Lo que hemos querido hacer aquí es hablar de razón dos compran o venden drogas ilegales. No un tema. De algo que existe y que hemos ido a debería sorprendernos demasiado: todos hemos buscar al mundo del arte, el único lugar en el que leído o tenido noticia de de esos llamativos infor- se puede encontrar. Aparte de la realidad, claro. mes sobre el porcentaje de billetes en circulación en los que se encuentran restos de cocaína y, en Gracias por leernos
  • 9. Factor Crítico «Uso el «&» porque yo también quiero ser hipster.» Libros & drogas S e lo escuché una noche a Jimmy Giménez-Arnau Por el amante de la cafeína en un programa de coti- lleos: «En cierta ocasión, al ser preguntado por un periodista acerca de sus [pg-9] problemas con las drogas, Mick Ja- gger contestó: “Yo jamás he tenido problemas con las drogas. Los he tenido con la policía”». En aquella época todavía no existía La noche del boxeo y yo pasaba mis noches de fin de semana enganchado a aquel rancho. Pero no me negarán que la cita da juego. Parafraseando a Jagger —mi vida es una paráfrasis de Jagger—, diré que jamás he tenido ningún pro- blema con las drogas, los he tenido con la gente que se droga. Bueno, ni siquiera esto es del todo exacto. Lo peor no es la gente que se droga, es
  • 10. Factor Crítico la gente que dice que se droga. A mí lo que haga la gente con su cuerpo, con su dinero y con su tiempo me da bastante igual. Lo que me sobrecar- ga es que traten de convencerme de que aquello que hacen es bueno. Y, oigan, con lo de las drogas la gen- te se pone muy pesada. En un senti- do restringido yo sólo recurro a una droga con bastante asiduidad (sí, [pg-10] ésa, soy así de obvio), pero lo hago por motivos estrictamente funciona- les. Me gusta cómo sabe y me gus- ta cómo me hace sentir. Pero no me paso el puñetero día alabando las virtudes de mi amada, ni me pongo camisetas ni otro atrezzo publicitán- dola. Tampoco asumo tácitamente que todo el mundo la toma o ha de tomarla, ni le doy la turra a mi inter- locutor con voz pastosa y demasiado próximo a su cara acerca de lo bue- na que está. La consumo. Punto. La literatura —incluyo en este apar- tado lo cinematográfico y lo musi- cal— acerca de las drogas forma
  • 11. Factor Crítico parte de la misma estrategia discursiva. Parafra- algunos títulos bajo los efectos de la efedrina o seando a Borges —ya ven, no soy un tipo muy si Faulkner se alimentaba de whisky y tabaco, lo constante— diré que la literatura sobre drogas esencial es que ambos produjeron algunos de es una rama de la literatura infantil. En efecto, los párrafos más lúcidos de la historia de la lite- esos «escritores» son como niños. Hice esto y lo ratura. Ambos eran excepcionales en su oficio, y otro. Quería experimentar y me metí aquello y eso no tiene que ver con lo que tomasen o de- lo de más allá. Muy bien. ¿Y a mí qué? Quie- jasen de tomar. De modo análogo a cómo uno ro decir que un contenido, una experiencia, no se convierte en un as con la Telecaster por no basta para poder hablar de que lo que has inyectarse heroína o compone Forever changes producido sea literatura, lo decisivo es cómo lo por meterse LSD como si no hubiera mañana. [pg-11] cuentes. Me da lo mismo si son drogas, asesi- Esas prácticas quedan fuera de la producción natos o el día a día de un contable en una ofi- artística —que es lo verdaderamente importan- cina de seguros. Y con las drogas a la gente se te—, tienen el mismo interés que el tipo de pa- le suele ir la mano. Creen que sólo por hablar pel higiénico que usaba Jack Bruce o la marca de algo supuestamente peligroso e ilegal tienen de tinta con la que Ozzy se hizo su primer tatua- el interés del lector garantizado y suelen descui- je. Toda esa mitología de las drogas y la cultura dar todo lo demás. Lo malo es que la cosa les se parece bastante a lo que retrata Woody Allen funciona —la mayoría de los lectores no dista en «Las listas de Metterling». Son aspectos, en demasiado de la mayoría de los escritores: no suma, que forman parte no de la literatura, sino son demasiado exigentes con la escritura— y de la prensa rosa de la literatura. Como ven, nos encontramos con tipos manifiestamente in- volvemos al principio. capacitados para este noble arte acaparando galardones y títulos en la editorial Anagrama sólo por cuestiones biográficas. Asunto bien dis- tinto es que el escritor, o ciertos escritores, para escribir recurran a cierta asistencia química o farmacológica: me da igual si Sastre escribió
  • 12. Factor Crítico «La literatura tiene el mismo fin que los psicodé- licos: ser quienes queramos cuando queramos» Entrevista con Ti- M Mi nombre es Timothy mothy Leary Leary y, aunque ahora parezco un anciano de aspecto sosegado, hubo por Roberto Bartual un tiempo en que el FBI [pg-12] me concedió el título de Enemigo Público Número Uno. En aquel entonces también era un hombre tranquilo, pero eran otros tiempos: a Bin Laden todavía de- bían de estar cambiándole los pa- ñales y uno tampoco tenía por qué hacer grandes méritos para llamar la atención del FBI. Tan solo uno. Decirle a toda América que no solo es bueno consumir drogas psico- délicas, sino también necesario. El problema es que siempre importa menos lo que se dice, que quién lo dice. Y yo no era un hippie de Haight-Ashbury. Era doctor en Psi- cología por Berkeley y profesor en Harvard. Siempre me he sentido
  • 13. Factor Crítico halagado por la importancia que me otorgaron T.L.: Usted también tendrá que discul- las fuerzas de la ley, ya que el empeño que el parme. A veces se me olvida que lo úni- señor Hoover puso en capturarme, en el fondo, co que hago es representar un papel. daba la razón a mis ideas. Hubo un momento, a mediados de los años 60, en el que a pesar F.C.: Para la generación hippie fue usted su de la evidente tensión con la Unión Soviética, el Jesucristo Renacido, como rezaban los anun- comunismo dejó de ser brevemente la principal cios de algunas de sus intervenciones públi- amenaza de América. Al FBI y a la CIA le impor- cas. Pero ¿no fue demasiado prematuro ese taba mucho más la repentina posibilidad de que papel? Quiero decir, con toda la controversia millones de americanos empezaran a consumir que empezó a rondar en torno al LSD, ¿sigue [pg-13] LSD con un motivo preciso: cambiar de forma creyendo que la opción que usted tomó fue la radical su manera de percibir la realidad. mejor? ¿De verdad fue buena estrategia hacer una apología tan pública de los psicodélicos? FACTOR CRÍTICO: Las palabras de Leary sue- nan, como siempre, convincentes y viva- rachas; es ese tipo de persona al que es difícil echar en cara la excesiva importan- cia que se atribuye, pues resulta difícil sa- ber si él mismo se la toma en serio o no. TIMOTHY LEARY: Claro que no fui el úni- co que estuvo en punto de mira de los federales. También estaban Owsley Stan- ley, Kesey, la Weather Underground… F.C.: Perdone, doctor Leary, no pensé que estuviera hablando en voz alta.
  • 14. Factor Crítico T.L.: Todavía me lo pregunto. Pensé mucho en T.L.: Bastante, supongo. El gobierno estaba ello en su momento. Gente muy cercana a preocupado por la increíble facilidad con la mí, como Richard Alpert o Aldous Huxley, me que muchos jóvenes de América se replantea- advirtieron de ese peligro. Una cosa es que ban radicalmente la necesidad de cualquier un científico chiflado aparezca en los periódi- tipo de estructura de poder. Sabían perfecta- cos hablando de las beneficiosas propiedades mente la función que estaban cumpliendo las psicoterapéuticas del LSD y otra muy distinta, drogas psicodélicas en las revueltas universita- que aparezca en los mismas portadas acompa- rias y por eso temían que su uso pudiera exten- ñado de los Beatles, con un titular diciendo en derse a sectores más amplios de la población. mayúsculas que los ídolos de las niñas adoles- Si el LSD estaba cambiando tan fácilmente los [pg-14] centes le dan al doctor Leary toda la razón. valores de jóvenes que sólo tenían razones abs- tractas para estar enfadados el mundo, nada F.C.: Lo cual debió asustar a la gen- concreto como, por ejemplo, trabajar bajo te a la que no debía haber asustado. condiciones esclavistas o vivir preso de fuertes requerimientos sociales, imagíne- se lo que habría podido pasar si hubiera caído en manos como las de los mineros de Harlan County o, sin ir tan lejos, en las de las amas de casa de la aburrida clase media americana. Ken Kesey y yo tenía- mos demasiado acceso a los me- dios como para no resultar amena- zadores. El autor de un best-seller popular y el psicólogo más brillante de Harvard asegurando al público que el LSD es inofensivo, que no
  • 15. Factor Crítico produce adicción y que puede ayudarles a per- cibir que toda idea social preconcebida es una simple ficción. El gobierno nunca tuvo realmente nada que temer de los hippies. Nunca tuvieron la menor posibilidad de convencer a nadie “decente” de lo correcto de su modo de vida. Por otro lado, al gobierno tampoco le importaba demasiado Hollywood. Cary Grant aprovechaba [pg-15] la mínima oportunidad en sus entre- vistas para explicar cómo el LSD había cambiado su vida, pero Hoover tampo- co se echaba a temblar por ello. Grant era un actor y, por muy popular que fue- ra, ninguna de sus fans iba a tomar al pie de la letra las palabras de un actor. F.C.: ¿En qué consistieron esos experimentos? F.C.: En cambio, usted era un reputado inves- tigador de Harvard que intentaba hacer que T.L.: La psilocibina, el LSD, la mescalina y, en el LSD adquiriera respetabilidad dentro de la realidad, cualquier otra sustancia psicodélica comunidad científica. Háblenos de sus expe- colocan la mente humana en un estado de rimentos de psicoterapia con psicodélicos. extrema sugestión y moldeabilidad. Similar al que produce la hipnosis, pero con ramificacio- T.L.: En realidad lo que usamos para esos nes más profundas y manteniendo un estado experimentos fue psilocibina, no LSD. Aunque de absoluta consciencia. Bajo los efectos de los efectos son prácticamente comparables. un psicodélico, cualquier estímulo externo,
  • 16. Factor Crítico por pequeño que sea, es capaz de producir F.C.: Eso suena bastante a repro- en el sujeto conexiones mentales inusuales de gramación mental, ¿no? un contenido emocional asombroso. A veces, incluso llega a revivir, de manera completa, T.L.: De hecho lo es. Pero ¿no se pue- experiencias pasadas, placenteras o traumá- de decir lo mismo del psicoanálisis ticas. Al hacerlo, algunos de sus complejos como metodología, en general? más profundos pueden quedar resueltos de manera inesperada. Es entonces cuando se F.C.: ¿No tenía miedo de que lo toma- produce lo que yo llamo el retroquelado men- ran por el clásico Mad Doktor? tal. La mente humana es como ese juguete [pg-16] infantil que consiste en hacer encajar bloques T.L.: Se nos pasó por la cabeza la imagen de de madera con forma cilíndrica, de estrella o Rudolph Klein-Rogge en Metrópolis, sí, pero de cubo, en una serie de agujeros de molde después del tremendo éxito que tuvieron los ex- similar. Hay momentos de nuestra vida en los perimentos, en Harvard nos empezaron a mi- que, si nos dan un cubo, intentamos desespe- rar con una mezcla de respeto y cierto temor radamente meterlo en el agujero con forma reverencial. Conseguimos que la universidad de círculo y un psicoanalista puede tardar financiara una terapia con psilocibina para un hasta diez años en hacer que su paciente se grupo de presos en la cárcel de Concord. Los dé cuenta de ello. Cuando Richard Alpert y sometimos a varias sesiones de terapia grupal; yo empezamos a investigar con psilocibina, la mayor parte de ellas, de preparación: solo nos dimos cuenta de que nuestros pacientes administramos la droga dos veces a cada preso. podían llegar espontáneamente a la misma Al finalizar la terapia, un 75% de ellos aseguró conclusión en una sola sesión. Entonces les haber pasado por una experiencia clave en su ayudábamos a retroquelar sus mentes: ha- vida que había cambiado su manera de pensar cer que cambien el agujero con forma de de forma positiva. Una vez salieron de la cár- círculo por el agujero con forma de cubo, cel, calculamos la tasa de retorno, es decir, el antes de hacer encajar el bloque de nuevo. número de ellos que, después de cometer otro
  • 17. Factor Crítico crimen, volvía a ingresar en el sistema peniten- T.L.: Sí, al principio aceptamos a regañadientes ciario. De nuestro grupo, volvieron un 20%. El el pretexto que nos dio el rector. Que está- porcentaje medio en la prisión de Concord era bamos atrayendo demasiada atención sobre de un 60%. De ese modo conseguimos demos- Harvard. Lo cual no tenía ningún sentido, ya trar que es posible utilizar los alucinógenos para que la comunidad científica había recibido deshacer patrones obsesivos de pensamiento y con euforia nuestro descubrimiento. En 1963, conductas autodestructivas. Alpert y yo fuimos expulsados de la universidad. Poco después nos enteramos de la verdad. Y la F.C.: Fue entonces cuando detu- verdad se llamaba Proyecto MK-ULTRA. Duran- vieron sus experimentos. te los años 50, la CIA había estado experimen- [pg-17] tando en Harvard con LSD, de forma secreta, T.L.: Más o menos. Cortaron la financiación sin tratando de averiguar qué uso podía dársele darnos muchas explicaciones un tiempo des- a la droga en la “guerra silenciosa”. Básica- pués de que publicáramos nuestros resultados. mente tratando de inducir estados de terror en los sujetos experimentales. Sin embargo, F.C.: Un poco sospechoso. descubrieron que los efectos de la droga eran Timothy Leary y Neal Cassa- demasiado impredecibles para poder darle una day en la carretera utilidad militar. Cuando Alpert y yo comenza- mos nuestros experimentos con psilocibina no sabíamos nada de esto. La CIA permitió que Harvard nos financiara por una sencilla razón. Pensaban que quizá nosotros podríamos triun- far donde ellos no lo habían hecho, encon- trando algún modo de controlar la droga para que produjera los efectos deseados. Efectiva- mente, conseguimos controlarla demostrando que sus efectos dependían no tanto de la dosis
  • 18. Factor Crítico como de las expectativas y el estado mental del hecho de que, ahora mismo, me encuentre consumidor, así como del entorno físico en el frente al doctor Leary, sentado sobre un mantel que se administra la droga. Descubrimos que a cuadros escoceses, al aire libre de la cam- era posible “programar un viaje”, pero no para piña inglesa. Para colmo estoy vestido según obtener los resultados que deseaba la CIA. los cánones estrictos de la moda infantil fe- Ocho de cada diez de nuestros pacientes afir- menina del Oxford de mediados del siglo XIX: maban haber tenido algún tipo de experiencia falda plisada azul y lazo en el pelo del mismo espiritual después de nuestras sesiones. Desde color. No me recuerdo en qué momento me un incremento considerable en la comunión dejé caer por la madriguera de conejo. Solo afectiva con sus semejantes, hasta verdade- me acuerdo de haber asistido a la fiesta maya [pg-18] ras sensaciones de haber entrado en contacto que la redacción de Factor Crítico celebró el con la divinidad. Pero la CIA no tenía ninguna pasado 21 de diciembre con motivo del fin del utilidad que darle a Dios. Así que decidieron mundo, y de repente, vi cómo alguien vacia- deshacerse de nosotros. Todavía ahora, en la ba un pequeño frasco en el ponche. Aunque, década de los noventa, siento a veces la mo- ahora que lo pienso, ese alguien era yo. lesta impresión de estar siendo observado. F.C.: Perdone, pero he tenido un flashback. F.C.: No estamos en los años noventa, sino Debería haber comenzado la entrevista con en 2013. Doctor Leary, creo que no de- una descripción de nuestro encuentro, pero bería abusar tanto de los psicodélicos. resulta que acabo de vivir ese momento jus- to ahora. Creo que me acabo de tomar el T.L.: Usted, que es joven, podrá estar en el LSD farmacológicamente puro que los la- año que mejor le parezca, pero para mí es boratorios Sandoz me enviaron hace un poco más difícil porque morí en el 96. par de semanas para hacer una reseña. Lo cual explicaría la extraña sensación que T.L.: Déjese llevar. ¿Dónde estábamos? tengo desde que comenzó la entrevista o el
  • 19. Factor Crítico F.C.: Su expulsión de Harvard, T.L.: Tiene razón, eran los sesenta. Y en los se- la prohibición del LSD… senta todo nos lleva de vuelta a JFK. Eso fue precisamente lo que me ocurrió. Que al doblar T.L.: Ah, la prohibición. Eso ocurrió en la esquina, me encontré a Kennedy sin tener la 1968. Justo el año en que me detuvieron. más remota idea de que pudiera estar allí. Pero en realidad nada de esto tuvo que ver con Ma- F.C.: Desde que le echaron de Harvard hasta rilyn. Mi encuentro con ella fue pura casualidad. entonces, dedicó su vida a defender pública- En mi caso, todo comenzó con la llamada de mente el uso de los psicodélicos. ¿Cómo llegó una mujer llamada Mary Pinchot Meyer. Tra- a convertirse, según las palabras de Richard Ni- bajaba en política, estaba bien conectada, su [pg-19] xon, en «el hombre más peligroso de América»? cuñado era jefe del Newsweek. En definitiva, la típica descendiente de uno de esos viejos linajes T.L.: Bueno, a parte de salir en la televisión, patricios de Washington. Alguien le había dicho almorzar con los Beatles, introducir a medio que yo podía enseñarle a programar viajes con Hollywood en el mundo de los psicodélicos, LSD. escribir decenas de artículos científicos y li- bros defendiendo su uso, y presentarme como candidato a gobernador de California con el aval público de John Lennon, supongo que lo que realmente puso nerviosa a la CIA fue el papel que jugué en las intrigas de Washing- ton. Eso y tal vez el hecho de que la primera dosis que tomó Marilyn Monroe se la di yo. F.C.: Siempre que alguien menciona a Ma- rilyn tan cerca de la palabra Washington es porque hay ciertas siglas entre medias.
  • 20. Factor Crítico F.C.: Cuéntenos qué es eso de de unos meses me confesó sus verdaderos mo- programar un viaje. tivos. Había gente en Washington, me dijo, que estaba interesada en el uso que se le podía dar T.L.: Pese a todo lo que se dijo sobre mí, nunca al LSD dentro de una terapia personal. Acabé fui partidario del uso indiscriminado de psico- enseñándole a Mary lo que sabía, cosa que, délicos. Siempre lo dejé bien claro en las entre- en el fondo, tampoco tenía tanta importancia vistas y en los libros que escribí, aunque luego pues, de todos modos, pensaba escribir con la prensa prefiriera compararme con gente mis colaboradores un manual para explicar al como Kesey. Los efectos de los psicodélicos de- gran público cómo preparar un viaje seguro. penden en gran medida del set y del setting, es Mary yo seguimos manteniendo el contacto. [pg-20] decir del marco mental en el que se encuentra Nunca quiso darme muchos detalles sobre quien lo utiliza, y de su relación con el entorno. lo que estaba haciendo y yo tampoco quise Descubrimos que ambas variables son fáciles conocerlos, pero entendí por sus comentarios de controlar, así que diseñé con mis colabora- que estaba programando viajes para gente de dores, Alpert y Metzner, un protocolo a seguir muy alto nivel. Las palabras de Mary estaban durante las sesiones. Instrucciones precisas de siempre teñidas de un idealismo absolutamente cara a la preparación mental del paciente, el inocente y al mismo tiempo aterrador, como tipo de música y estímulos visuales recomen- supongo que lo fue el idealismo que todos dables durante la sesión, cómo tranquilizar al tuvimos en aquella época. Como si se hubiera paciente si, de repente, sufre un mal viaje, y lo erigido en la cabeza invisible de una conspi- que es más importante, cómo ayudarle durante ración para la paz que estaba empezando a el viaje de regreso a integrar el cambio psicoló- conseguir, en secreto, cada vez más adeptos en gico dentro de la estructura de su personalidad. Washington. Así fueron las cosas, hasta que un Mary quería que le enseñara todo eso, pero al día, Mary me llamó aterrorizada para decirme principio me negué. Aunque había llegado a que la estaban persiguiendo. No volví a saber mí a través de un amigo común, no terminaba de ella en mucho tiempo. En 1963, poco des- de fiarme. Sin embargo, Mary insistió y al cabo pués de la muerte de Kennedy, recibí su última
  • 21. Factor Crítico llamada. “Ya no podían controlarle”, me dijo. de paranoia se daban precisamente cuando “Estaba cambiando demasiado rápido. Han me estaban persiguiendo. Me detuvieron dos echado tierra encima de todo el asunto. Tengo veces por posesión de marihuana. Encon- que verte. Tengo miedo. Ten cuidado”. Mary traron dos colillas de porro en la guantera murió unos meses más tarda. Fue asesinada de mi coche. Me condenaron a 30 años. a la orilla del río Potomac. Tenía una herida de bala en la cabeza y otra en el corazón. F.C.: (silencio) F.C.: Supongo que encontra- rían a un cabeza de turco. [pg-21] T.L.: Un hombre negro, por supuesto. In- tento de violación y robo. ¿Cuántos in- tentos de violación acaban con una bala en la cabeza y otra en el corazón? F.C.: ¿Era amante de Kennedy? T.L.: No lo supe hasta después de su muerte. Claro que lo era. Pero no como las demás. Kennedy la quería de verdad. Después de T.L.: Pero yo tenía otros planes. aquello… Bueno, ya sabe. La muerte de Ken- nedy hizo que todo se viniera abajo. Empe- F.C.: Se escapó de la cárcel. zando por mi puesto en Harvard. Entonces fue cuando empezaron a perseguirme. Al princi- T.L.: (sonríe con cierto nerviosismo) Antes de in- pio pensé que mi paranoia era producto de gresar en el sistema penitenciario, se sometía a las drogas, pero casualmente los momentos los condenados a un test psicológico para de-
  • 22. Factor Crítico terminar cuál sería su ocupación idónea dentro contraba a kilómetro y medio de distancia. Allí de la cárcel. En cuanto me pusieron la hoja de me esperaban dentro de un coche unos chicos preguntas delante, tuve que contener una car- muy simpáticos de la Weather Underground. cajada. El test lo había diseñado yo. En cues- tión de segundos decidí cuál iba a ser el resul- F.C.: ¿El grupo terrorista? tado, ya que sabía perfectamente lo que tenía que responder para que la junta de prisiones T.L.: Si quiere llamarlo así… No pude dejar de viese en mí un carácter totalmente conformista reírme yo solo durante el tiempo que estuve con enormes aptitudes para la jardinería, el dentro de aquel coche. Me llenaba de ale- trabajo más indicado para planear mi fuga. gría el haber conseguido escapar sin ningún [pg-22] Me mandaron a San Luís Obispo, un penal de tipo de violencia. Uno de los Weathermen me baja seguridad cerca de Santa Bárbara. Nadie pasó un porro de marihuana. Sostuve entre me molestaba mientras estaba trabajando en mis dedos al pequeño culpable de mi ingreso el jardín, así que aprovechaba la jornada para en prisión y me eché a reír pensando en lo estudiar el terreno. Me enamoré de un árbol que harían los guardias mientras tanto. Nunca cuya copa se alzaba hacia uno de los tejados. había disfrutado tanto de una calada. Traté Llegada la noche de la fuga, pinté mis deporti- de imaginármelos descubriendo mi ausencia, vas de negro para que nadie pudiera verme en llamando a Sacramento, donde algún puño la oscuridad. Salí al jardín por una puerta de furioso golpearía un escritorio y dos o tres tra- mantenimiento que se había quedado abierta seros se caerían de sus sillones. Me reí y me reí esa misma mañana y, una vez fuera, escalé el y así pasé tres semanas, riéndome, porque me árbol hasta llegar al tejado. No fue sencillo. sentí como si hubiera ejecutado con éxito una Para salvar la alambrada tuve que deslizarme especie de performance para decirle a la gente a pulso por un cable telefónico de unos quince cómo debían actuar frente al sistema judicial y metros de largo. El poste donde acababa el a la burocracia policial. Me pareció una bro- cable estaba fuera del recinto. Una vez fuera, ma redonda, que por desgracia los agentes fui andando al punto de recogida, que se en- del orden público nunca supieron apreciar.
  • 23. Factor Crítico F.C.: Desde luego, se la tuvieron jurada desde F.C.: Volvió a ingresar en prisión en entonces. El FBI no dejó de perseguirle hasta 1972. ¿Cómo pudo soportar el en- que consiguieron ponerle las manos encima. cierro alguien como usted? T.L.: Eso ocurrió dos años más tarde, en T.L.: Escribiendo. En el fondo, después de Afghanistán. Durante todo ese tiempo logré tanto ir de aquí para allá, agradecí tener darles esquinazo en Argelia, en Austria, en tiempo libre para mí mismo, así que apro- Suiza… Fueron años difíciles, viviendo en veché para reflexionar un poco y poner so- casa de amigos, aceptando ayuda compro- bre el papel todas las cosas a las que había metedora como la de los Panteras Negras. estado dándole vueltas durante mi exilio. [pg-23] F.C.: Su amigo Robert Anton Wilson le visitó varias veces en prisión. Decía que, a pesar de las circunstancias, usted siempre tenía esa sonrisa beatífica en la cara. La sonrisa que le hizo famoso. Decía que, allí dentro, usted parecía más libre que toda la gente de fuera. T.L.: Después de más de diez años usando los psicodélicos para descubrir qué hay debajo del mundo que percibimos, llega un momento en que ya no los necesitas. La mente aprende a llegar a ese lugar por sí sola. Y entonces, el hecho de estar viviendo en una celda deja de tener tanta importancia. Pero mentiría si dije- ra que no tuve malos momentos. En una de las prisiones donde fui a parar, coincidí con Timothy Leary con G. Gordon Liddy, el agente del FBI que le detuvo.
  • 24. Factor Crítico F.C.: ¿Por qué le afec- taron tanto las pala- bras de Manson? T.L.: Quizá me preocupaba que tuviera razón. Porque en el fondo había estado haciendo lo mismo que él. Meterme en la cabeza de los demás. Y es posible [pg-24] G. Gordon Liddy, en quien se inspiró Alan Moore que los demás no estuvie- para crear al Comediante de Watchmen, se hizo amigo de Leary cuando éste salió de la cárcel ran todavía preparados. llegando a admitir que, después de tantos años, Después de tantos años, había comprendido que Leary tenía razón aún me pregunto si hice lo correcto. Salí de la cárcel tras la caída de Nixon. El gobernador de California Charles Manson. Su celda estaba casi enfrente me indultó, pero las cosas, de la mía. No le había reconocido, hasta que afuera, habían cambiado. una noche me dijo: “Eh, Leary. Eres mi héroe. Hacía mucho que la tele- Tienes que enseñarme cómo lo haces”. Me visión y la prensa habían quedé mudo y entonces gritó para que le oyera transformado el sueño todo el corredor: “¡Este es mi amigo Tim Leary! hippie en mero hedonis- ¡Él sí que sabe cómo meterse dentro la cabeza mo sexual e, incluso eso, de los demás!”. Solicité a través de mi aboga- estaba a punto de acabar do un traslado de celda y lo conseguí. Fue uno en cuestión de unos años de los momentos más aterradores de mi vida. por culpa del SIDA. No
  • 25. Factor Crítico solo se había ilegalizado el LSD y la psilocibina F.C.: Pero usted nunca utilizó psico- para consumo público, además se le impuso délicos para «controlar» a nadie, un veto a la investigación científica a pesar de como hicieron Manson o la CIA. que todos los estudios indicaban la incalculable utilidad de estas sustancias para desprogramar T.L.: No importa lo que yo o Richard Alpert o conductas obsesivas o autodestructivas, ayudar gente como Stan Grof o Humphrey Osmond hi- a pacientes terminales de cáncer a aceptar el ciéramos. Lo que único importa es el uso que el tránsito o ser los únicos analgésicos efectivos resto de la humanidad quiere darle a los psico- para las migrañas de racimo. Todo eso desapa- délicos. Y lo que llevamos del siglo XXI tampoco reció, de golpe y plumazo. Y en cierto modo yo deja demasiadas esperanzas, la verdad. [pg-25] tuve la culpa de ello. Yo, Kesey, Stanley… todos los que estuvimos en primera línea invitando F.C.: Pero usted está muerto, doctor a los Cary Grant de América a que probaran Leary, ¿cómo puede saber lo que ha pa- el LSD, o directamente echándolo en el pon- sado estos últimos años? A veces ten- che de sus fiestas multitudinarias, como hacía go la sensación de que soy yo mismo Kesey. Tampoco había tanta diferencia. Tal vez quien responde a través de su voz. hicimos demasiado ruido. Tal vez Huxley tenía razón: no es por azar que los chamanes siempre hayan ocultado la fuente de sus poderes. Era su manera de protegerla. Sin embargo, en aquellos años… no se imagina hasta qué punto estuvimos cerca de la destrucción total después de lo de Bahía Cochinos. Creí que si había un momento era ése, el momento de dar un salto ade- lante en la evolución y hacer madurar a la raza humana. Pero no estábamos preparados. Quizá nunca lo estemos y Manson tenga razón. Encontramos la herramienta más poderosa jamás conocida para explorar la mente humana y lo único que se nos ocurrió es usarla para meternos en la mente de los demás.
  • 26. Factor Crítico T.L.: Supongo que es la primera vez que mancha amarilla en una esquina del techo me prueba el LSD. ¿Recuerda lo que estaba ha- hizo volver a vivir lo que sentí el día en que mi ciendo antes de que nos encontrásemos? ex y yo pintamos de blanco aquellas paredes amarillas: la misma prisa por acabar el traba- F.C.: La verdad es que estoy empezando a jo, la misma ilusión por tener nuestro propio acordarme. Estaba en una fiesta y empecé espacio, la misma frustración al darnos cuenta a sentirme débil. Aunque débil no es la pa- de que se había acabado la pintura; de repen- labra. Más bien era como si mis dedos, mis te, aquella mancha amarilla se convirtió en el brazos, mis piernas fueran haciéndose cada testimonio de una relación en la que siempre vez más ligeros hasta perder por completo su quedarían cosas pendientes. Después estuve [pg-26] masa. Volví a casa. Puse un poco de música. cenando. Comí un poco de tortilla de patatas. Ravi Shankar. Esa música hindú está real- Hacía frío y decidí cubrirme con una manta mente hecha para esto, ¿verdad? Cada nota en lugar de encender la calefacción. Cubierto era una aguja clavándoseme en el cuerpo. por la manta, volví literalmente a la infancia. Al instante, aquella tortilla industrial comprada T.L.: ¿Le dolió? en el súper, empezó a tener el mismo sabor que la tortilla que me daba mi abuela cuando F.C.: Creo que la palabra “dolor” es irrelevan- de niño, nos llevaba a mi hermano y a mí de te para describir lo que sentía. Era más bien paseo por la sierra, y al volver a casa, nos abri- como si las cuerdas del sitar estuvieran dentro gaba y nos daba de cenar. La misma sensación de mí, pero aún así Shankar pudiera hacerlas de cobijo y necesidades básicas satisfechas vibrar pulsándolas a toda velocidad con esa después de aquellas alegres pero cansadas mano suya endemoniada. Luego, empecé a caminatas. Me eché a llorar de felicidad. Era mirar alrededor. Cualquier objeto, cualquier como si estuviera dentro de la madalena de rincón me traía de vuelta los recuerdos más Proust. Entonces comprendí que cuando Marcel asombrosos. Pero, de nuevo, “recordar” no dice haber recuperado su infancia mojando la es la palabra. Revivir, quizá. Una pequeña madalena en la leche, no estaba hablando en
  • 27. Factor Crítico sentido metafórico, ni tampoco estaba utili- rar esas sensaciones mismas para volver a vivir- zando las palabras como barniz literario para las. Entonces… entonces fue cuando empecé a describir algo tan simple como el recuerdo. ver cómo los colores de los azulejos del baño Cuando Proust dice que una madalena puede se separaban por capas hasta que me permi- devolverte la infancia es porque literalmen- tieron avistar a lo lejos estos árboles, este río, te puede hacerlo, igual que el contenido de este bosque en el que nos encontramos ahora. un frasco o una seta puede hacerte crecer o T.L.: Un viaje clásico. La psilocibina, el LSD disminuir de tamaño. Y se trata, además, de activa de manera prodigiosa el cerebro repti- algo tan fácil de conseguir y tan aparentemente liano, la parte más antigua de nuestro cerebro. común cuando lo consigues, que uno se llena [pg-27] de admiración y respeto por el género humano al saber que el cerebro es capaz de hacer algo así. Un rato después, fui a la ducha pensando en meterme luego en la cama. Pero… creo que no salí de allí. Debo seguir todavía dentro del baño. Recuerdo que entrar debajo del chorro de agua fue algo sobrecogedor. Como si mi piel hubiera desaparecido y las gotas pudieran alcanzar directamente mi sistema nervioso. Supongo que es la misma desprotección que sienten los bebés al nacer, porque ducharse bajo los efectos de aquello… Bueno, era como sentir las gotas de agua caer sobre tu cuerpo por primera vez en tu vida y, saber al mismo tiempo, que tu mente es capaz de recuperar de manera literal no solo el recuerdo de sensacio- nes tan antiguas, sino que es capaz de recupe- Leary en Suiza durante su épo- ca como prófugo de la ley
  • 28. Factor Crítico La que domina en los animales anteriores a los los agujeros. Solo que en este caso no tienen mamíferos y la que domina también durante nues- la forma de cuadrado o de círculo, sino la de tra infancia. La parte del cerebro que rige nuestras una niña victoriana y un viejo un poco sátiro. emociones más básicas, desde el miedo hasta el placer. Cuando estamos en un estado de vigilia, F.C.: Entonces, ¿todo esto no son más que sobrios, las partes superiores de nuestro cerebro fantasías, proyecciones de mi mente? bloquean la mayor parte del contenido emocional básico que tienen nuestras percepciones. Simple- T.L.: Es una forma de verlo. Para muchos no es mente no podríamos vivir en sociedad, o al menos muy diferente a un efecto óptico. Sin embar- no en la sociedad tan complicada que hemos go, después de tantos años de experimentar [pg-28] montado, si tuviéramos acceso constante a esos con el LSD, personalmente no he llegado a contenidos. Sin embargo, cuando domina esa parte encontrar ninguna diferencia ontológica en- tan primaria de nuestro cerebro, se empiezan a tre lo que percibimos bajo los efectos de la establecer vínculos emocionales que ya se creían droga y lo que percibimos cuando estamos perdidos con los objetos, con las personas, con el sobrios. Simplemente son dos formas diferen- entorno. Lo que ocurre es que, acostumbrados a tes de ordenar las percepciones sensoriales. la vigilia, nuestro cerebro no está entrenado para Lo que quiero decir es que puede llamarlo ordenar y clasificar toda esa abrumadora descarga fantasía si quiere, pero entonces también de información emocional que penetra nuestros deberá llamar fantasía a lo que percibe sentidos durante un viaje. Así que lo que hace es cuando no está bajo los efectos del LSD. aplicar a la información visual determinados mol- des o patrones ya conocidos para intentar ordenar- F.C.: Un pensamiento un poco inquietante, ¿no? la. De ahí que usted le pareciera que los colores de los azulejos se separaban por capas y que T.L.: No me lo parece. Lo que nos enseñan los detrás de ellos estaba este bosque, o que ahora psicodélicos es que el cuerpo humano, nuestro tenga usted el aspecto de Alicia y yo el de Timothy sistema nervioso, nuestro cerebro puede imitar Leary. Es como el juego infantil de los bloques y en cualquier momento todo aquello que hemos
  • 29. Factor Crítico experimentado, sentido o visto antes. Ahora T.L.: Adorno dijo que escribir poesía después de mismo, su cerebro está imitando la forma de Auschwitz era un acto de barbarie. Los postmo- Timothy Leary porque ya antes ha visto su forma dernistas se tomaron sus palabras literalmente y en una foto. También puede imitar las pala- se convencieron de que si no se podía escribir bras de Leary porque usted ha leído sus libros. sobre nada, entonces el único tema legítimo Pero, en cualquier caso, lo que está haciendo que le quedaba a la literatura eran las palabras ahora su mente no es muy distinto a lo que mismas. Proclamaron la muerte de la escritura, hace todos los días cuando habla o cuando pero se equivocaron. Cuando usted ha tratado escribe. Imita formas sonoras o escritas que llamamos palabras y que en realidad no son de describir lo que experimentó durante su via- je ha recurrido a la metáfora y al símil porque [pg-29] nuestras. Los psicodélicos nos hacen conscien- tes de algo muy importante que la mayor parte cuando la realidad deja de ser estable, las pa- de la gente pasa por alto en su vida diaria: labras comunes y el lenguaje racional pierden que la realidad no es más que lenguaje. su poder para describirla. Entonces solo nos quedan las madalenas. Y aún así, cuando uno F.C.: Lo cual es básicamente lo mismo recurre a las metáforas para intentar comuni- que dicen algunas de las corrientes lite- car experiencias tan extremas, éstas solo nos rarias más importantes del siglo XX. permiten, como mucho, acercarnos un poco más a lo Real sin llegar a tocarlo nunca. Por- que lo Real no está constituido por palabras, o no solo por ellas, sino también por signos visuales, táctiles, olfativos, gustativos y emocio- nales. Todos estos niveles son también lengua- je, porque el tacto, por ejemplo, es también un sistema organizado de signos, aunque pocas veces seamos conscientes de ello. Y sin embar- go, sí lo podemos percibirlo como un sistema Laura Huxley, a la derecha, llamó a Timothy Leary en el lecho de cuando tomamos psilocibina y empezamos a muerte de su marido para que éste le diera la extremaunción con LSD
  • 30. Factor Crítico sentir en la palma de las manos los guijarros los psicodélicos: hacernos ver que todo lo que que tocan las plantas de nuestros pies descal- sentimos, tocamos u olfateamos, no son más zos. Es comprensible que después de Auschwitz que metáforas, como las palabras, y que las mucha gente empezara a perder interés por lo palabras, como los psicodélicos, nos permiten Real. Sin embargo, aún quedan realidades en ser quienes queramos cuando queramos. el ser humano más profundas que la muerte y la destrucción. Realidades que es necesario F.C.: Nos permiten serlo hasta que describir. Y por suerte ha habido escritores se pasan sus efectos, claro. conscientes de ello que, rechazando el axioma postmodernista desde dentro, han demostrado T.L.: No. Nos permiten serlo siempre, mien- [pg-30] que la escritura era posible todavía: la escritura tras sigamos hablando o escribiendo. Es entendida como un juego interminable de crea- algo que los niños saben. Solo que los adul- ción de metáforas cuyo fin es alcanzar la reali- tos, a veces, nos olvidamos de ello… dad invisible y quizá incomunicable del espíritu humano; esa realidad que los psicodélicos nos permiten percibir. Me refiero a pioneros como Lewis Carroll o Aldous Huxley, pero también a gente como Philip Dick, Robert Anton Wilson, Julio Cortázar… Aunque quizá quien más lejos haya llegado en este sentido es Thomas Pyn- chon, burlándose constantemente del credo postmodernista con sus gigantescas novelas en las que se acumulan cientos y cientos de pági- nas en las que se narra solo por el puro placer de narrar realidades nuevas. Lo que escritores como estos nos descubren sobre la literatura es que el acto de escribir tiene el mismo fin que
  • 31.
  • 32. Factor Crítico «Yo... he visto cosas que vosotros no creeríais: Atacar naves ardien- do más allá de Orión. He visto ra- ¿Se drogan los yos C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán... androides? en el tiempo... como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir». por David Urgull [pg-32] R esulta imposible creer que estas breves líneas, este epitafio perfecto, fuese escrito por un an- droide, por muy avanza- do que fuera Roy Batty, ni tan siquiera por un Rutger Hauer encarnando a la última generación de replicantes. Un sistema operati- vo, un Windows Enterprise, no da para tanto. El lenguaje binario, la suma de unos y ceros, no es capaz de trascender ni de transmitir más allá de lo que podemos encon- trar en las novelas de Dan Brown y otros seguidores de las tramas
  • 33. Factor Crítico calcadas con plantilla. Hay algo más, tiene que veces vapuleado por la ausencia de la misma. haber algo más. Si no se tratase de androides Philip K. Dick escribía Ciencia Ficción sin necesi- podríamos suponer que esa capacidad evoca- tar premoniciones a lo Julio Verne para construir dora viene del alma o de esos veintidós gramos la trama de sus creaciones, sin plantear civili- de espíritu que se dice tenemos los humanos, sin zaciones lejanas absoluta e inimaginablemente embargo, en un amasijo de circuitos y células avanzadas como haría Issac Asimov en su saga sintéticas, esta posibilidad espiritual está descar- Fundación. Dick reduce el hiperespacio al cere- tada por su propia esencia artificial. Entonces, a bro de sus protagonistas, ese es su mundo inex- qué podemos achacar esta insólita capacidad plorado y la volatilidad de la sinapsis neuronal creativa, cuál fue el detonante externo que re- es el centro gravitatorio de toda su obra. Luego [pg-33] volucionó los microchips del pluscuamperfecto adornará o no, en Confesiones de un artista de Nexus-6. Quizá se deba a los efectos de una mierda el contexto es contemporáneo al autor, metanfetamina del futuro, a un tripi intergalácti- sus historias con androides o naves espaciales, co, a cualquier sustancia exocrina capaz de des- o las situará en planetas alejados o en futuros virtuar la realidad matemática de un robot como atemporales, pero estos elementos clásicos del Roy Batty. Esta explicación podría convencer a género para él no son más que atrezo. El tema los acólitos más beats de Aldous Huxley y sus principal de teorías perceptivas, pero, sinceramente, no creo su obra no es «La Realidad es aquello que, inclu- que ningún doping sea capaz de convertir a un otro que el de so aunque dejes de creer en ello, androide en todo un Shakespeare. La explica- la realidad, sigue existiendo y no desaparece.» ción es más sencilla: se llama Philip K. Dick. la percepción de esa realidad muchas veces manipulable, Philip Kindred Dick es uno de los grandes auto- volátil, incierta, una realidad tramposa. res de la llamada literatura de Ciencia Ficción. Escribió decenas de novelas y cientos de relatos Esta preocupación, más bien obsesión, por algo que hoy en día constituyen un paradigma de li- tan abstracto como la realidad le viene al au- teratura de calidad dentro de este género tantas tor de sus propias experiencias vitales. Philip K.
  • 34. Factor Crítico Dick estaba loco, completamente loco, loco con moda en su tiempo. Antidepresivos y metanfe- certificado. Paranoia esquizofrénica, le diagnos- tamina, esa era su dieta habitual. Pastillas rojas, ticaron los médicos. Él prefería llamarlo, al más azules, blancas, verdes, de todos los colores, de puro estilo del Barroco español, experiencia mís- todos los tipos, el arcoíris completo de la quími- tica. La distorsión mental le venía de la infancia, ca y para pasar el trago un poquito de alcohol, desde aquellos primeros años en el Chicago de todos los alcoholes. Poco a poco los episodios Al Capone y la “ley seca”. En el vientre materno psicóticos se fueron multiplicando y los estados compartió líquido amniótico con una hermana de lucidez empezaron a perder fuerza, su vida gemela, Jane, que murió a los pocos días de na- se diluía, la realidad resultaba incomprensible. cer. Sus padres en la sepultura colocaron, junto Él mismo comentaba que un haz de luz atrave- [pg-34] al nombre de la hija fallecida, también el nombre de Philip, dejando la fecha de defunción en blan- co, en espera. La muerte de su gemela y aquella lápida le persiguió durante toda la vida como un «Solo con mirarme reconoce- fantasma ineludible, un fantasma que se fue apo- ríais que mi energía principal se encuentra en la mente.» derando de sus neuronas. Con los años vendrían las alucinaciones, los trances religiosos, las visio- nes dislocadas, la creencia de que el FBI y la CIA le perseguían como si él fuera el enemigo núme- ro uno de los Estados Unidos, la irritabilidad, la dependencia «Estoy hecho de agua. Jamás se darán cuenta de ello por- de los fárma- que la tengo contenida» cos o las de- presiones. Además de la locura P K. Dick añadió a su via- . je vital la experimentación psicotrópica tan de
  • 35. Factor Crítico sando sus pestañas en un parpadeo frustrado La locura y la adicción le proporcionaron una le reveló que en realidad era un griego del año inspiración asombrosa y a la vez maldita. Cuan- cincuenta después de Cristo. El destello de un do sus neuronas flaqueaban él buscaba en la colgante que llevaba una muchacha le disparó metanfetamina las alucinaciones, ese mundo un rayo láser que abrió su mente y le otorgó co- paralelo que su mente había ido creando. En sus nocimientos olvidados. La radio tenía la costum- escritos aparece de manera recurrente la posibi- bre de insultarle. El universo entero le hablaba. lidad que tienen los protagonistas de inducirse Dios se comunicaba a través de los titulares de diferentes estados de ánimo, bien sea mediante los periódicos. La mente se le desbocaba mien- impulsos eléctricos en el cerebro o mediante de- tras él intentaba dar sentido a sus visiones. terminadas sustancias químicas. El propio Dick [pg-35] experimentaba en sí mismo estos métodos de in- Fue un hombre mental y emocionalmente ines- ducción psicológica. Necesitaba que la realidad table. Según pasaron los años su vida entró en se desmoronara a sus alrededor, se diluyera, ter- barrena. Los matrimonios le duraban poco y re- minara hecha pedazos, fulminada, para encon- sultaban traumáticos, los episodios violentos se trar entre las cenizas la verdadera esencia. La multiplicaban, se sometió a numerosas curas de metanfetamina era para él ese vehículo hacia la verdad, la sustancia D que aparece en su novela: desintoxicación, recayó una y mil veces, hasta Una mirada a la oscuridad. Le gustaba enfren- que finalmente su corazón sufrió un colapso en tar a sus personajes a un mundo supuestamente 1982. Murió en Santa Ana, California, solo y estable que inesperadamente se desvanece ante sin un dólar, murió unos meses antes de que sus ojos y para poder escribir sobre cómo sobre- se estrenara la adaptación cinematográfica de ponerse a esas situaciones necesitaba conocer ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, la de primera mano la incertidumbre vital. exitosa Blade Runner. Su familia recogió las ce- nizas y las devolvió a Chicago, para colocarlas Hay quien afirma que la originalidad de los en aquella tumba obsesiva donde le esperaba planteamientos presentados en sus obras tiene su hermana Jane. como base esa esquizofrenia paranoide diag-
  • 36. Factor Crítico nosticada por los loqueros de turno. Sin em- buscaba la forma de potenciar esos momen- bargo, las teorías psiquiátricas afirman que un tos de máxima creatividad. Al igual que otros esquizofrénico sin tratamiento regular, como era muchos escritores de su generación, P K. Dick . el caso de Dick, va perdiendo paulatinamente la encontró en los psicotrópicos un vehículo hacia capacidad de comunicarse y se queda aislado las dimensiones ocultas del cerebro. Es una téc- en su propio mundo alucinado. Esto nunca le nica clásica, usada desde la antigüedad, segu- sucedió a Philip Kindred Dick. Él nunca dejó de ramente hasta el mismísimo Homero le daba al escribir. La inmensa cantidad de novelas y es- opio o a la mandrágora para ver a los cíclo- pecialmente de relatos demuestra su necesidad pes o tener una cita con Circe. La inspiración, de comunicarse y su capacidad para hacerlo. Él la maldita inspiración, es a menudo esquiva y [pg-36] mismo relativizaba sus experiencias paranoicas y aunque resulta muy romántico esperar que te sus alucinaciones psicóticas, las calificaba como sorprenda a veces hay que forzarla. El opio, la sentido activo, tan útil como la vista, el olfato o belladona, el estramonio, la marihuana, el áci- el gusto y con ironía comentaba: si hiciera caso do lisérgico, la atropina, la ketamina, incluso la de mis visiones estaría en el manicomio. Proba- blemente su paranoia hoy sería calificada como transitoria o en todo caso débil. Él fue un loco cuerdo que forzaba sus viajes alucinógenos. La distorsión mental era su fuente de inspiración y
  • 37. Factor Crítico más recurrente de todas las drogas: el alcohol; todas estas variantes de la sustancia D, no son más que un recurso de escritor, tan útil como un buen diccionario. Philip K. Dick se drogaba, sí. Le daba a todo lo que tenía a mano, engullía cualquier pasti- lla que encontraba con tal de experimentar, con tal de sentir como un rayo láser de color rosa le abría la mente para revelarle las verdades [pg-37] esenciales de la existencia. Con este doping, que no tiene nada de tramposo, consiguió mos- trar a sus lectores un mundo que no siempre es como parece, planteó «Nuestro lema es: más la posibilidad de que la humano que los humanos.» realidad se nos escapa, afirmó que percibimos solo lo que queremos percibir. Fue en busca de un misterio que in- tuía y como un cartógrafo intergaláctico dejó un cuaderno de bitácora detallando su travesía. Probablemente estaba loco, pero fue un loco muy humano, demasiado humano.
  • 38. Factor Crítico All that we see or seem / is but Malditos a dream within a dream E.A. Poe por Paz Olivares [pg-38] N o hay que ser Escoho- tado para saber que las drogas intensifican los efectos de los sentidos. Tampoco hay que haber leído demasiado para intuir que el lenguaje poético bus- ca la intensidad de la palabra. Así que no hay que ser un maestro de la lógica para asociar de manera natural poesía y drogas. El famoso fragmento de los Pa- raísos artificiales de Baudelaire refuerza esa idea: «Hay que estar siempre ebrio. Nada más: ése es todo el asunto. Para no sentir el ho-
  • 39. Factor Crítico rrible peso del Tiempo que os fatiga la espalda y modernidad. De ese extraño cruce de caminos os inclina hacia la tierra, tenéis que embriagaros surgieron Poe, Baudelaire o Rimbaud, los gran- sin tregua. Pero, ¿de qué? De vino, de poesía o des poetas malditos. Su obra es inimitable por lo de virtud, como queráis. Pero embriagaos.» La que tiene de irrepetible. lectura sesgada podría apoyar la imagen que muchos sostienen de los poetas: los amantes del En el XIX el artista se enfrenta a un mundo en exceso, los «mártires del hedonismo» que diría el que Dios y el Rey dejan de ser omnipresentes Savater. No estoy de acuerdo. y omnipotentes para cederle el cetro al nuevo amo en ciernes: el todopoderoso mercado de la No sé si se puede atribuir ese calificativo savate- sociedad industrializada. Los valores espirituales [pg-39] riano a los que se drogan esperando lo mismo dejan de ser estimados por su nula productivi- que los que entran a un parque de atracciones. dad. Lo que es útil es lo valioso. Un buen hom- Tampoco sé si el Prozac es la píldora de la fe- bre es un hombre productivo, aquél que se labra licidad que soñara Huxley para su mundo feliz, un futuro para su familia, el que se enriquece pero sí sé que esto no siempre ha sido así. gracias a su esfuerzo. El burgués, el hombre de negocios de éxito es el ejemplo a seguir. El ar- Hubo un primer y único momento en que litera- tista, improductivo por naturaleza, es el inútil, el tura y drogas se encontraron de manera casual; casual en el sentido en que no existía conoci- miento contrastado de los efectos de las sustan- cias estupefacientes, por lo que no había una clara intencionalidad en dicho encuentro. No existía el interés ritual o religioso habitual has- ta entonces. No había chamanes, ni pitonisas délficas, ni apóstoles de secta alguna. El autor estaba sólo frente a la droga. No había guías. Ese momento coincidió con el nacimiento de la
  • 40. Factor Crítico bohemio, el antisocial, el perverso, el degenera- ter de los malditos, a esa tendencia adictiva de do, el indolente, el vicioso, el «mártir del hedo- la exploración de los límites, hay que añadirle el nismo». Curiosa asociación ésta última teniendo fácil acceso a todo tipo de drogas por aquél en- en cuenta que Epicuro promulgaba la búsqueda tonces. Se vendían preparados de los alcaloides del placer sin poner en riesgo la salud, y los en cualquier farmacia. El opio, la heroína, la malditos, más bien, buscaban ese placer aún a codeína o la morfina eran de uso común entre riesgo de su vida. Entonces, ¿qué placer es ése? los obreros londinenses lo que da una idea de Más que «mártires del hedonismo» eran mártires su precio. El láudano se recetaba para paliar de lo absoluto. todo tipo de molestias. El mismo Baudelaire lo utilizaba como analgésico de las neuralgias pro- [pg-40] Poe, el norteamericano que primero represen- vocadas por el mercurio que se veía obligado a taría el desarraigo del hombre moderno, el pri- ingerir desde que enfermó, muy joven, de sífilis. mer maldito, diría: «No encuentro precisamente Thomas de Quincey lo utilizó de manera regular ningún placer en los estimulantes a los que me a raíz de un dolor de muelas y acabó publican- entrego con frecuencia de forma tan vehemen- do en la London Magazine las Confesiones de te. No es, en verdad, por amor al placer por un comedor de opio inglés en las que descri- lo que he expuesto a la ruina mi vida, mi re- bía con detalle su experiencia como adicto. (Sin putación y mi razón.» El sentimiento de culpa, esta obra, los Paraísos artificiales de Baudelai- la personalidad compleja, la infancia difícil, la re nunca habrían sido escritos). En 1884, por sensibilidad y el entorno hostil del que no quería ejemplo, Freud escribe su famoso ensayo «Sobre formar parte es común a Baudelaire, traductor la cocaína» donde el doctor defiende los bene- y admirador incondicional de toda su obra. En ficios de la droga. Por aquel entonces (cuando Poe, Baudelaire se reconoció como en ningún aún el psicoanálisis no era ni una idea en su otro autor. Encontró el sentimiento de abando- cabeza), solía recetársela a sus pacientes de- no, la soledad, la angustia existencial, la tortura presivos. En cuanto al alcohol, sobran los ejem- de saberse distinto… lo mismo que Rimbaud en plos en la novela realista decimonónica como su compatriota. A las peculiaridades del carác- no faltan tampoco las alusiones a la absenta.
  • 41. Factor Crítico Todos los cafés de París tenían un grifo de agua del Marqués de Sade y de todo aquél que dis- en las mesas para que los clientes pudieran ir fruta rompiendo las normas, los tabúes. Decía mezclando la cantidad deseada y así, rebajar la Bataille que «en el exceso erótico veneramos absenta. El «diablo» o «hada verde» se servía en la regla que violamos» y esto puede aplicarse un vaso específico, se colocaba una cucharilla a todo tipo de reglas en los malditos. Es decir, de plata perforada en el borde de cristal y sobre para enfrentarse a la autoridad, antes debe re- ella dos terrones de azúcar. Después, se vertía conocerse que dicha autoridad existe. Para ren- el agua deseada sobre la cuchara. La absenta dirse a la obediencia de Satán, como afirmaba se convertía entonces en un líquido de aspecto lechoso cuyos efectos alucinógenos variaban en [pg-41] función de la cantidad de agua que se hubiera añadido. El hábito fue muy popular. Dicho todo esto, queda claro que el hecho de que un artista se drogara en el XIX no era extra- ño, como no lo era para nadie. No se le excluía por ello. Se le excluía porque no fuera conve- nientemente discreto» en su uso. Exactamente igual que con la prostitución: Los vicios, mode- rados y ocultos, nunca expuestos en un poema. Y he aquí donde reside el poder de los maldi- tos: en su rebeldía. Y es que su aparente provo- cación frente a la sociedad lo que escondía en realidad era una profunda moralidad. De ahí su poder. Se dirá que intentar tachar a Rimbaud de poeta moral no tiene razón de ser, como
  • 42. Factor Crítico en Las flores del Mal Baudelaire o mearse en de esto, Javier del Prado explica: el azur como escupía Rimbaud en uno de sus Así que los malditos no eran sólo moralistas. poemas, hay que dotar de existencia a quien se También eran metafísicos. pretende insultar. Si crees en el infierno no nie- gas el cielo, lo reafirmas. Un psicoanalista diría Eternos insatisfechos, huían de la realidad del aquí que tanto Poe como Baudelaire o Rimbaud tedio, o el spleen que diría Baudelaire. Cual- arrastraban un sentimiento de abandono por la quier horror es preferible a esa sucesión de días en la que no ocurre nada. figura paterna, que su enfrentamiento hacia la autoridad era su culpa disfrazada de ira. Esa Poe, en su poema «Sueños»: [pg-42] culpa es la que convirtió en malditos a sus auto- res y no sus excesos con las drogas. Era la culpa «¡Sí!, aunque ese largo sueño fuese de aflicción sin esperanza, la que los obligaba una y otra vez a buscar el sería mejor que la realidad fría castigo y sólo la autoridad tiene potestad para de la vida despierta para aquelcuyo corazón debe ser, ejercerlo. El castigo era en realidad el premio. Era la prueba del reconocimiento de la autori- y ha sido siempre, en la tierra encantadora, dad. Asumiendo el riesgo reafirmaban su valen- un caos de intensa pasión, desde su nacimiento.» tía y su importancia como sujetos. A propósito O Rimbaud, en «Sol y carne»: «El objeto de la rebeldía es la Realidad (esa entelequia que se impone a la mente), por ello el espacio privile- «¡Y en una huida eterna huyen los horizontes!» giado de la rebeldía es la añoranza de lo que fue (o creímos que fue) y el deseo de lo que tendría que ser, Y cualquier huida es «un oasis en medio del de- porque en ese tendría que ser encuentra justificación sierto del tedio» para Baudelaire. nuestro deseo imposible. El espacio final de la rebeldía es la utopía que hemos soñado, como morada fronteriza de nuestro ser. El hombre rebelde no es histórico; se ins- Quizá de ahí venga esa predilección por lo exó- tala siempre en un más allá de su propia existencia.» tico y los viajes. Todo escenario nuevo obliga al
  • 43. Factor Crítico extrañamiento del Yo. Obliga a huir de uno mis- La intensidad deslumbradora lograda a través de la mo para volver a reencontrarse. Rimbaud, en sólo droga suponía el asidero al que agarrarse para sa- dos años (1876-1878) viajó de Java (enrolado lir de lo ordinario de lo real. Esa intensidad le daba en el ejército colonial holandés del que deserta- sentido a lo que había dejado de tenerlo. La auto- ría antes de cumplir dos meses) a Chipre pasando destrucción de Poe, la atracción hacia el abismo que antes temporadas en Viena, Holanda, Suecia, Di- sentencia en el final del El Cuervo, («Y mi alma, de namarca, Marsella, Alejandría, Alemania o Italia. esa sombra que se extiende sobre el suelo, / ¡no se La visión de lo inesperado es más fácil que se dé alzará nunca más!») señaló el camino. Baudelaire fue en los parajes desconocidos. Todos buscaban esa el primero que se aventuró a trazar la ruta. Rimbaud sorpresa, ese asombro en la huida. Las drogas la transitó después pateando cualquier obstáculo [pg-43] que producían las visiones más extrañas posibles que encontrara en su camino para dejar despejada constituían el viaje más exótico. La huida perfecta la vía. Llegó Wilde y terminó plantando narcisos en para explorar el Yo más desconocido. Como le sus lindes. Fue él quien dijo sobre la absenta: diría Rimbaud a su maestro, Izambard, en su fa- mosa carta: «Se trata de llegar a lo desconocido «Después del primer vaso, uno ve las cosas como le gustaría que fuesen. Después del gracias al desajuste de todos los sentidos.» segundo, uno ve cosas que no existen. Final- mente, uno acaba viendo las cosas tal y como son y eso es lo más horrible que puede ocurrir.» «La embriaguez de la droga, muy próxima al im- pulso espontáneo de la infancia, se da por com- Parece dicho por su Dorian Gray. Con Wilde se pleto en el presente», según Bataille. La droga, así, favorecía la posibilidad de encontrar la huida no acabó el paseo. sólo del espacio tedioso sino también del tiempo rutinario. La intensidad de la sensación les libera- La Gran Guerra y la prohibición transformaron ba de la culpa, del pasado que les atormentaba, las culpas de los malditos en otras. El artista se del futuro que les angustiaba. Quedaban libera- drogaba por motivos distintos. El sentido del via- dos de la autoridad de la conciencia. Recupera- je había cambiado. ban la inocencia, la pureza del bien y del mal, la moral utópica. Comenzaba el turismo.
  • 44. Factor Crítico N o sabemos demasiado de Jules Boissière (1863- 1897), pero lo cierto es Fumadores de opio, que hoy en día no sa- bemos mucho de casi de Jules Boissière nada. Jules Boissière es el nombre que firma el libro Fu- Por David Sánchez Usanos madores de opio magníficamente editado por Pre-Textos en 2005. Se trata de un funcionario colonial [pg-44] francés que muere en Hanoi a los treinta y cuatro años; había publi- cado algún libro de poemas pero esta colección de relatos y frag- mentos autobiográficos quizá sea su gran obra. ¿Qué clase de libro es éste? Bueno, estamos ante siete piezas que tienen en común que se desarrollan en la selva de Indochi- na —o en regiones cercanas, me pierdo con cartografías tan con- vulsas— y en las que aparece con cierta profusión la palabra «opio». Quizá el relato «Cómicos ambulan- tes», con un punto a Siddharta de Herman Hesse, se aparte un poco del resto de textos que a lo que más
  • 45. Factor Crítico se parecen es a unas memorias apócrifas en las Si este juego de las afinidades o equivalen- que se nos habla de expediciones que se aden- cias literarias tiene algún sentido, diremos que tran en la espesura, oficiales muertos y extraños nuestro autor se parece a la confluencia entre ídolos. Y del opio, claro. De su ritual y de su po- Joseph Conrad, el mencionado Hesse y Tho- der. Jules Boissière obtenía su sustento de su ca- mas de Quincey. Eso significa finura y precisión rrera diplomática (que también le proporcionó en las descripciones, cuidada atención a la di- la posibilidad de viajar al sudeste asiático, algo mensión psicológica y coqueteo con el animis- que acabaría por devorarle), pero que nadie se mo. confunda: estamos ante un verdadero escritor. [pg-45] De la selva, de esta selva real pero también opiácea, no se vuelve. Como el Nick (Christo- pher Walken) de El cazador o el majestuoso Elias (Willem Dafoe) de Platoon, Jules Boissière se ve atrapado por una especie de hado que le impide regresar a la civilización urbana e im- personal que le ha llevado allí. La gran cadena del ser se disuelve en la maleza asiática y todas las almas parecen la misma, todas las miradas son una y la experiencia vital, por fin, adquiere la importancia que siempre se mostró esquiva. Esta expansión espiritual acaba con el miedo a la muerte e invita a fundirse con aquel paisaje definitivo. Pero el viaje, porque a lo mejor esto es únicamente un libro de viajes, no está exen- to de recodos febriles y aterradores.
  • 46. Factor Crítico «Lentamente, lentamente, como una En última ins- dos especies de las que quizá no existan dema- culebra, se insinúa en nuestros cora- tancia, cual- siados ejemplares puros. En cualquier caso, la zones la tristeza y la angustiosa sen- sación de la sombra inmensa que nos quier intento de manera según la cual Jules Boissière entiende la cerca. Ahora los milicianos conversan imponer una escritura encaja mejor en la segunda. Pero, a di- en voz baja; ¿de qué hablan? Siempre clasificación a ferencia de otros laureados correligionarios, no de los muertos y de los espíritus. Roux lo literario re- es un tipo aburrido. Creo que parte del secreto ya no dice una palabra, y sólo oigo el irritante murmullo de los hombres. sulta infructuo- de que su opción literaria no acabe varada en el Más tarde todos enmudecen, y tengo so. Advertida fastidio reside en el paisaje donde tienen lugar la impresión de que acaba de em- esta precau- sus digresiones —sí, digámoslo claro, hay una pezar la Noche. El viento murmura ción, si se nos «literatura de la digresión»—: la jungla. [pg-46] a lo lejos, entre las hojas —es una larga y profunda lamentación— y permite conti- muy cerca, muy cerca, susurra en nuar con estos Si estuviésemos ante otro ejercicio de anatomía las cañas del techo —es un lamento esparcimien- de almas bajo techado (sea un salón de baile en agudo y triste—. Un terror indefini- tos, podemos la corte de algún Luís, o un loft en Manhattan) ble se apodera de mi pecho y de mi mente. Por momentos, en una ráfaga hablar de una quizá habríamos abandonado estas páginas que sacude el armazón de bambú, literatura reple- sin terminarlas para acudir a otros taquígrafos se diría que una banda de espectros ta de acción, más reputados. Pero que la fina prosa de es- acuden aullando al asalto, desde la diálogos y per- tos dietarios se recorte contra ese duro fondo de profunda oscuridad de la selva» sonajes cuyas lodo, guerra y vegetación ancestral la libra de vidas se entre- la cursilería. De hecho, para mí supone todo un cruzan: una literatura de movimiento y veloci- misterio cómo un tipo dotado de esas maneras, dad. Frente a ella, se situaría la práctica literaria de esa aristocracia mental, acabase absoluta- que se decanta por la descripción y el artificio y mente enganchado a aquella situación. Porque que presenta no pocos momentos reflexivos en para pensar así, para escribir así, no basta el los que desgrana, de manera intermitente, algo talento —arbitraria concesión divina o diabóli- parecido a una metafísica o cosmovisión: una ca—, sino que se precisa una sólida formación literatura estancada, atmosférica. Se trata de clásica, una cierta familiaridad con el panteón
  • 47. Factor Crítico literario. ¿Cómo demonios aguantó Julies Bois- comprendiesen el porqué de su elección. La sière? Qué digo aguantar, ¿qué le hizo asumir seducción de la selva, de la sabiduría y del el hechizo de aquella tumba? Quizá en el opio opio, no se puede aclarar atendiendo única- esté la respuesta más precisa, que no la más mente a las leyes de la lógica o la argumen- completa. Y no hemos de olvidar que murió a tación, por eso quizá estas descripciones, es- los treinta y cuatro años: Jules Boissière, primer tos relatos y diarios, sean la estrategia idónea cadáver de la absurda mitología del rock and para que el lector absuelva a Jules Boissière. roll. Algo a lo que ayuda la fascinación que ejer- ce una mirada como la suya. Fumadores de Podemos interpretar, en fin, este Fumadores opio está escrito desde la libertad y la lucidez, [pg-47] de opio como un conjunto de cartas, como casi como siguiendo los dictados de Spinoza: la forma que eligió su autor para ofrecernos libertad no es otra cosa que el adecuado co- una explicación de aquel vínculo absoluto, nocimiento de la necesidad y la conformidad un intento de que aquellos que le quisieron con ella.
  • 48. Factor Crítico Pero Boissière era un tipo sensible y, a pesar de tirarlo todo por la borda y embarcarse rumbo a que nada podía hacer frente al poder que la esa selva que afina la percepción y purifica la selva ejercía sobre él, también amaba a su mu- escritura, ese reino de espíritus que acechan en jer y a todas «las almas generosas» con las que la noche y de templos milenarios que surgen de se cruzó en ambos continentes. Y, pensando en la maleza. La opción más adaptativa consiste en ellos, no le es ajeno el dolor que les causará pensar, claro, que esa selva no existe fuera de su muerte y, en todo caso, su anclaje definitivo las páginas de El corazón de las tinieblas o de en aquel fabuloso territorio; así que, como de- este Fumadores de opio. cíamos, esta colección ha de entenderse tam- bién como una petición de indulto. Petición que [pg-48] supongo surtió efecto, porque la maestría con la que usa el lenguaje Boissière invita no ya a perdonarle o a comprenderle, sino a seguir sus pasos. Y es que raro será el lector al que no se le pase por la cabeza, siquiera por un instante, Fumadores de opio Jules Boissière Antonio Rodríguez Esteban Pre-textos, Valencia, 2005 300 páginas ISBN: 84-8191-674-9