Recuperando el Rumbo Hasta la Transformación Parte #3.pptx
Misericordia y perdón
1. DOMINGO QUINTO DE CUARESMA. CICLO C. DIA 13 DE MARZO DEL 2016
Moniciones de entrada
La liturgia de este domingo nos ofrece el evangelio de la misericordia. Asistimos a un diálogo
conmovedor entre Jesús y la mujer adultera.
Son muchas las lecciones que podemos aprender de esta narración. Una de ellas y muy
importante para nuestra sociedad actual, sería la de no juzgar, la de no condenar a nadie
porque ninguno estamos libres de pecado.
Celebramos la Eucaristía con el corazón lleno de gozo por la actitud que Dios tiene ante
nuestro modo de actuar en la vida
Acto penitencial
Señor: Es mi tentación de cada día.
Verme a mí mismo como el bueno y a los demás como los malos.
Es mi tentación tirar piedras a los demás, para sentirme yo mejor.
Es mi tentación hablar mal de los demás en vez de ver lo bueno que llevan dentro.
Es mi tentación acusar a los demás,
y absolverme a mí mismo de los mismos defectos que veo en ellos.
Dame un poco de tu corazón, que no entiende de piedras ni condenas.
• Tú, Jesús, que quieres cambiar nuestro corazón de piedra, por un corazón sensible. ¡Señor,
ten piedad!
• Tú, que quieres levantar nuestra dignidad caída. ¡Cristo, ten piedad!
• Tú, que no quieres que juzguemos ni condenemos a los demás. ¡Señor, ten piedad!
El Señor, que nos alegra con su comprensión y su perdón, nos
lleve a la vida eterna.
Homilía
Dos señoras fueron a un sabio con fama de santo, para pedirle algún consejo sobre su vida
espiritual.
Una decía que era una gran pecadora.
En sus primeros años de matrimonio había traicionado la confianza de su marido. No lograba
olvidar aquella culpa, aun cuando después siempre se había portado de modo irreprensible;
pero le seguía torturando aquel remordimiento.
En cambio, la segunda siempre había cumplido todas las leyes, y se sentía inocente y en paz
consigo misma.
El sabio pidió que le contaran sus vidas.
La primera confesó con lágrimas en los ojos su culpa. Decía, gimiendo, que para ella no podía
haber perdón, porque su pecado era demasiado grande.
La segunda dijo que no tenía nada especial de que arrepentirse.
El santo varón se dirigió a la primera: «Hija, ve a buscar una piedra, la más pesada y grande
que puedas levantar, y tráemela».
Después, habló a la segunda: «y tú, tráeme tantas piedras como quepan en tu delantal, pero
2. que sean pequeñas».
Las dos mujeres se dieron prisa a cumplir la orden del sabio. La primera volvió con una piedra
grande, la segunda con una bolsa de guijarros. El sabio miró las piedras y dijo: “Ahora debéis
hacer otra cosa: llevadlas a donde las habéis encontrado, pero poned mucho cuidado en
dejarlas en su sitio. Después, volved aquí”.
Obedientes, las dos mujeres fueron a cumplir la orden del sabio. La primera encontró
fácilmente el sitio de donde había arrancado la gran piedra y la puso en su lugar. La segunda,
en cambio, daba vueltas inútilmente tratando de recordar de dónde había recogido cada
guijarro. Era una tarea imposible, y volvió mortificada al sabio con todas sus piedras.
El santo varón sonrió y dijo: «lo mismo sucede con los pecados. Tú», dijo a la primera mujer,
«has devuelto fácilmente a su sitio la piedra porque sabías exactamente dónde estaba: has
reconocido tu pecado, has escuchado con humildad los reproches de la gente y de tu
conciencia y has reparado con el arrepentimiento. Tú, en cambio», dijo a la segunda, «no
sabes de dónde has recogido todas esas piedras. Igual que no has sabido reconocer tus
pequeños pecados. Quizás has condenado las grandes culpas del prójimo y has permanecido
apegada a las tuyas, porque no has sabido verlas».
¡Qué buenos abogados defensores para nosotros mismos y qué buenos fiscales para los
demás!
Me admira la increíble capacidad de autoengaño que tenemos para encubrir nuestros
pecados, y la agudeza que tenemos para agravar a las acciones de los demás…
También en mí están las semillas del mal… Y los efectos de nuestros “pequeños pecados”
pueden ser a la larga muy destructivos. Los grandes fracasos en el matrimonio no suelen
deberse a grandes pecados: adulterio, alcoholismo, juego…. Las más de las veces el
matrimonio muere no debido a hachazos, sino a pequeños y continuos alfilerazos:
desatenciones, olvidos, silencios, caprichos, genio, egoísmo…
¿Por qué no acogemos y meditamos los reproches que nos hacen los demás? Tendemos a
descartarlos con demasiada facilidad. Todo el mundo piensa que la culpa es de los demás. ¿No
habrá también algo de culpa en mí?
Hoy se nos invita a reconocernos hermanos en la debilidad…
Si a pesar de los esfuerzos que hago por mejorar consigo tan poco… ¿cómo me atrevo a exigir
a los demás que sean más eficaces en la lucha contra sus propios defectos? ¿No puedo
suponer que ellos intentan corregirse pero no lo consiguen?
Creo que todos nos hemos encontrado alguna vez con personas duras, inmisericordes, del
estilo de los fariseos y escribas del evangelio. Esas gentes nos producen miedo. De alguna
forma, el evangelio de este domingo nos está diciendo a los cristianos que nosotros no
podemos ser así. No podemos ser gentes sin misericordia y de mano dura. Nosotros somos los
primeros en reconocernos pecadores y necesitados del perdón de Dios. No podemos ir por la
vida de acusadores de nadie, de nadie… porque somos conscientes de nuestra inmensa
pobreza y de nuestra vida, salpicada de caídas y pecados. Muchas veces hemos tenido que
acudir al Señor, y el Señor nos ha devuelto la vida y la paz del corazón. De esta experiencia
hemos aprendido que el Señor nos quiere y nos perdona con entrañas de misericordia… Esta
experiencia es una ocasión hermosa para aprender que la compasión y la misericordia han de
ser también el rasgo por el que se nos distinga a los cristianos, porque son el rasgo distintivo
de Dios.
3. Oración de los fieles
Oremos al Señor, nuestro Dios, que no quiere la muerte del pecador sino que se convierta y
viva.
1.- “Yo tampoco te condeno”
– Para que la Iglesia sea a los ojos del mundo signo de esperanza, acogiendo a todos,
animando y consolando. Roguemos al Señor.
2.- “La ley de Moisés nos manda apedrear a la adúltera”.
– Para que nuestra sociedad, injusta e hipócrita, que busca lo que escandaliza y fomenta lo que
luego condena, asuma su culpa y procure el remedio. Roguemos al Señor.
3.- “Esta mujer ha sido sorprendida en claro adulterio”.
– Para que denunciemos toda injusticia o hipocresía contra las mujeres que se sienten
despreciadas, maltratadas, amenazadas, discriminadas, asesinadas, y defendamos la dignidad
e igualdad propia de los hijos de Dios. Roguemos al Señor.
4.- “El que esté sin pecado, que tire la primera piedra”.
– Para que no nos creamos mejores que otros, ni nos convirtamos en jueces de los demás, sino
que aprendamos de Jesús a ser comprensivos con todos. Roguemos al Señor.
Señor, Dios nuestro, ábrenos a la esperanza. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Presentación de ofrendas:
Colocar en un sitio visible, junto al altar, un montón de piedras, con alguna frase alusiva: “Yo
tampoco te condeno…”
Y se puede presentar junto al pan y el vino, una balanza, como signo de la justicia (La justicia
de Dios y la justicia de los hombres)
Prefacio…
En verdad es justo y necesario
darte gracias, Señor, Padre santo,
porque no dejas de llamarnos a una vida plenamente feliz.
Tú, Dios de bondad y misericordia,
ofreces siempre tu perdón
e invitas a los pecadores
a recurrir confiadamente a Ti.
Muchas veces los hombres hemos quebrantado tu alianza;
pero tú, en vez de abandonarnos,
has sellado de nuevo con toda la familia humana,
un pacto de amor, que nada ni nadie podrá romper.
Y ahora mientras ofreces a tu pueblo
un tiempo de gracia y reconciliación,
lo alientas en Cristo
para que vuelva a ti, obedeciendo al Espíritu Santo,
4. y se entregue al servicio de todos los hombres.
Por eso, llenos de admiración y agradecimiento,
unimos nuestras voces
a las de los coros celestiales
para cantar la grandeza de tu amor
y proclamar la alegría de nuestra salvación:
Santo, Santo, Santo…
Padrenuestro
Al dirigirnos ahora a Dios, con la misma oración que Jesucristo nos enseñó, seamos conscientes
del corazón de Dios, reflejado hoy en Jesús, cuando acoge, perdona y devuelve su dignidad a la
mujer pecadora. Esta es la justicia y el corazón del Padre, al que ahora nos dirigimos
confiadamente, diciendo juntos… Padre nuestro…
Nos damos la paz
Signo y expresión del perdón compartido es la paz que ahora nos deseamos unos a otros. Que
la paz del Señor esté con todos vosotros…
Démonos fraternalmente la paz…
Comunión:
Sabemos, Señor, que no somos dignos de estar junto a Ti y menos de comer tu Cuerpo. Pero
Tú no nos condenas a ninguno, sino que quieres que volvamos nuestros corazones hacia Ti y
sigamos adelante en una vida limpia y coherente con la tuya. Por eso necesitamos tu pan . Este
es el Cordero de Dios…
Oración
Enséñanos, Señor, a biendecir …
Tenemos en los labios la crítica rápida,
nos damos cuenta enseguida del fallo ajeno,
parecemos niños acusadores, que no aman,
en vez de hermanos fraternos y disculpadores.
Enséñanos, Señor, a hablar bien del otro,
a descubrir su tesoro interior y su mejor parte,
a disculpar con una ternura como la tuya,
a comprender metiéndonos dentro de su persona.
Tú que con todas las personas provocabas encuentros,
danos la capacidad de respetarnos a fondo,
la empatía de escuchar al otro desde su música interior,
y la misericordia de corazón para acogerle como es.
5. Frena en nosotros toda crítica amarga,
todo comentario descalificador y negativo,
cualquier reproche que distancia y aleja,
y el más pequeño gesto que rompa nuestro amor.
Queremos contigo disculpar siempre,
entender los porqués de la otra persona,
comprenderle incondicionalmente,
restituyéndole la fe en sí mismo
y en nuestra incondicional amistad.
Haznos palabra cálida, gesto oportuno,
mirada amorosa
y mano tendida, como tú lo eres, Señor.
Bendición:
Amigos, al finalizar esta celebración, que nos pone ya en el pórtico de la Semana Santa, que la
bendición de Dios nos conduzca a una vida nueva donde, olvidando nuestros pecados e
infidelidades, llevemos a nuestras tareas cotidianas una ilusión renovada, fruto del Espíritu que
habita en nosotros.
Que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nosotros
y nos acompañe siempre. Amén.
6. Frena en nosotros toda crítica amarga,
todo comentario descalificador y negativo,
cualquier reproche que distancia y aleja,
y el más pequeño gesto que rompa nuestro amor.
Queremos contigo disculpar siempre,
entender los porqués de la otra persona,
comprenderle incondicionalmente,
restituyéndole la fe en sí mismo
y en nuestra incondicional amistad.
Haznos palabra cálida, gesto oportuno,
mirada amorosa
y mano tendida, como tú lo eres, Señor.
Bendición:
Amigos, al finalizar esta celebración, que nos pone ya en el pórtico de la Semana Santa, que la
bendición de Dios nos conduzca a una vida nueva donde, olvidando nuestros pecados e
infidelidades, llevemos a nuestras tareas cotidianas una ilusión renovada, fruto del Espíritu que
habita en nosotros.
Que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nosotros
y nos acompañe siempre. Amén.