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Si, el menor lo esperaba. Aguardaba con ansias la llegada de Gabriel. Lo extrañaba, ¿Por qué?
Porque el azabache estuvo metido en su trabajo toda la semana. Estaba dando lo mejor de sí, y
Levin lo entendía bien, pues su pareja lo hacía para poder pagar su nuevo hogar y todos los lujos
que últimamente se estaban dando. Él ahora era empleado de oficina, lo cual era obviamente
menos pagado que su anterior ‘’trabajo’’. Podía regresar a lo anterior cuando quisiera, pero no
quería, porque no tenía descansos, no habría nada de tiempo para pasar con su pequeño pelirrojo.
Por ello ahora se encontraba a punto de salir del trabajo, donde el jefe era su mejor amigo
Francisco.

El menor de los Thompson daba vueltas y vueltas de la habitación a la sala, de vez en cuando
miraba de reojo al reloj. ‘’Quisiera poder adelantar un poco el tiempo’’ se dijo a sí mismo. Cuando
dieron las 11:30, se escuchó fuera de la casa un auto estacionándose, seguido de unos pasos
rápidos y continuos, pertenecientes a Gabriel. El joven abrió la puerta y, al verlo, saltó hacia él,
abrazándolo fuertemente, como no queriéndolo soltar nunca.

-¿Me extrañaste amor? –susurró el mayor al oído del otro-

-Eso es obvio –le responde sonriente-. Claro que si… -esconde su cara sonrojada en el pecho de el
de ojos claros-

-Entremos –dice dándole un beso en la mejilla, luego lo carga y lo lleva directo a la habitación-.

Lo depositó con cuidado en la cama y lo besó. Luego lo miró de pies a cabeza y lo abrazó
tiernamente. Lo amaba demasiado. Sobre todos los errores y lo malo que le hubiese hecho en un
pasado, lo amaba. Quería estar junto a él toda su vida, y, tal vez, algún día adoptar un hijo y criarlo
juntos. Pensar en cualquiera de esas cosas hacía que su corazón palpitara agitadamente, era algo
que lo emocionaba, lo exaltaba, lo llenaba de alegría y gusto.

-¿Hay algo que quieras hacer hoy? –le dijo mientras se sentaba junto suyo-

-Quiero hacer muchas cosas, pero también me gustaría complacerte a ti –dijo Levin mirándolo fijo
y sonriendo de lado-. Así que tú dime.

-Tengo hambre, y quiero que vayamos a cenar, quiero ver una película y quiero estar contigo toda
la noche y hacerte mío –dijo sin dejar de mirarlo-.

-Pervertido –sonrió y después asintió-. Anda pues, vamos a cenar.

-Quiero bañarme antes –dijo y luego se levantó, para empezar a desvestirse-. ¿Tú ya te bañaste?

-Bueno, lo hice hace una hora, pero el calor está horrible y he sudado mucho –hizo una mueca de
disgusto-. ¿Me meto contigo?

-Sería un placer, Levin –sonríe-. Te ayudaré a desvestirte –se le acerca y le empieza a subir la
camisa, hasta quitársela-. Eres todo lo que pedí en la vida, y más de lo que podía esperar… -lo besa
largamente mientras lo sostiene de la cintura-.
-Te amo, y sé que decirte eso no es suficiente… -agacha la cabeza-

-Es más de lo que crees –sonríe ampliamente y se quita el saco, la corbata y la camisa-. Esta ropa
es muy tediosa, no es para mí… -suspira- Extraño mis pantalones de mezclilla –mira su corbata-,
además, no me queda nada de esto –hace una mueca-.

-Bueno, hoy puedes usar tus pantalones si quieres –se quita sus bermudas, quedando en bóxers-

-Que bien te vez –suelta con un deje de lujuria-. Tal vez y yo deba hacer lo mismo… -se baja el
cierre y se quita de un jalón el pantalón y sus interiores-

-Te ves raro –ríe mirando que aún llevaba puestos los zapatos con calcetines-. Lo bueno es que yo
traigo chanclas.

-Rayos… -se sonroja de vergüenza y se quita sus últimas prendas- Es tu culpa… -lo carga y lo lleva al
baño-

-Ahora resulta que el que seas tonto es causado por mi… -hace un mohín-

-Bueno, ya… -lo mira- Oye, te faltó algo –señala sus bóxers-.

-Ah sí… eso –suspira y se los quita con delicadeza-. Ya está.

El otro sonríe viendo que el pequeño se asemejaba con una mujer, pero no le dijo nada. Empezó a
llenar la tina, la cual era demasiado amplia, al igual que el baño y la casa entera.

Al haberla llenado, se sienta dentro de ella y se palmea las piernas, indicando al menor que se
sentara en ellas. El taheño se sonrojó y lo obedeció, sentándose con cuidado, quedando de frente
al otro y abriendo sus piernas un poco. Luego, le tomó el mentón y lo besó, rodeándole el cuello
con sus brazos, como siempre lo hacía. ‘’Yo sólo tomo lo que es mío’’ pensaba para sí. Era verdad,
Gabriel era suyo… Suyo y de nadie más.

-Debes haberme extrañado demasiado como para besarme así –dijo el mayor algo sonriente
mientras le acariciaba sus mejillas-.

Levin asintió muy sonrojado y esbozó una sonrisa tierna. El mayor le empezó a tallar la cabeza con
un poco de shampoo, y puso un una pequeña porción de jabón en la tina, presionando un botón
para que hiciera burbujas. Levin gustaba de eso, por ello lo hacía. Le gustaba verlo feliz,
complacerlo.

El pelirrojo chapoteó un poco, sintiéndose como un niño pequeño en una alberca para infantes.
Volvió su cabeza y miró al mayor, quien le sonreía, y no pudo evitar responderle igual. Le talló la
cabeza también y luego, con un recipiente chico, le echó agua en la cabeza.

-Gabriel, te amo –mira hacia abajo y esboza una sonrisa-.

-Te amo también, mi pequeño.
Era verdad. Con lo mucho o poco que dijera, siempre era verdad. Lo amaba demasiado y nunca
dejaría de hacerlo. Lo amaría y estaría con él hasta en el momento más difícil. Quería tenerlo
siempre, como un pirata codicioso con su tesoro. Eso era Levin, un tesoro. El más valioso que
pudiese existir.

Gabriel se acercó a besarle el cuello, mordiéndole con un poco de brusquedad. El menor gimoteó
un poco, pero eso no importó. El azabache entonces le acarició el pecho con una mano, mientras
que la otra iba y venía en sus muslos y entrepierna.

-G-gabriel… no ahora… -suplicó el chico- ¿No sería mejor si lo haces d-después? –le preguntó
esbozando una sonrisa nerviosa-

-Tú mismo te contradices, ¿o acaso no te has dado cuenta? –le susurró al oído, acariciando con
suavidad el endurecido miembro del joven-

-P-para por favor… -dijo mientras se sonrojaba y cerraba los ojos-

Entonces se detuvo por un momento. Decidió levantarse y cargarlo, lo tumbó en la cama y se puso
sobre él. Volvió a besarle el cuello, subiendo poco a poco hasta llegar a su lóbulo derecho,
entonces lo mordió, pero no tanto para lastimarlo. Sus manos se paseaban por el pecho del
taheño, tocándole aquí y allá, pasando por sus botones que, poco a poco, iban endureciéndose
también.

Levin se dejo hacer por él. Ambos lo querían, y tarde, o temprano en este caso, sucedería algo así.
Estaba sonrojado y un poco avergonzado, aunque ya lo habían hecho muchas veces. No debía ser
diferente, sin embargo lo era.

-¿Qué pasa amor? –lo miró desde arriba el de ojos azules- ¿No quieres que lo haga? –dijo
deteniéndose-

-N-no… y-yo… -suspiró y lo vio a los ojos- Y-yo... –desvió la mirada- Ha-hazlo Gabriel… -dijo en algo
parecido a un susurro-

Por más bajo que lo dijo, Gabriel lo entendió a la perfección. Entonces, continuó acariciándole su
cuerpo. Le rozó sus labios con los suyos y después los lamió, para poder introducir su lengua en su
boca y besarlo. Una mano le continuaba acariciando el pecho, mientras que con la otra, y con
apoyo de sus rodillas, se abrió paso a la entrepierna del joven.

Levin le dio un breve vistazo y se sonrojó por lo que sus ojos habían logrado mirar. La erección de
Gabriel frente a su entrada, y los ojos de su pareja, que hasta ese momento seguían enturbiados
de deseo y placer. Esas cosas lo hicieron sonrojarse mucho más y de golpe, y prefirió volver a
cerrar los ojos y a mantenerlos así por un tiempo. El otro sonrió de lado ante la entorpecida e
inocente reacción del más joven y se agachó para darle un beso en la frente. Seguía siendo como
el Levin primerizo, sin importar las veces que hicieran el amor.
-Creo que nunca vas a cambiar –le dijo sonriendo ampliamente y luego le acarició la frente-. Pero
tal y como eres me encantas.

-G-gabriel… eres… eres un sueño –dijo sonriendo, mirándolo al fin-. No tienes idea de lo feliz que
soy cada día contigo…

“Ni tú la tienes” se pensó. Le separó más las piernas y se preparó para penetrarle. Verle sonrojado
y saber la razón lo ponían un poco nervioso.

“Como la primera vez…” Pensó el otro. “Me siento igual”.

-Levin, relájate –dijo sin más y comenzó a introducirse de manera lenta-.

El pelirrojo contenía sus gemidos y apretaba sus ojos. Le rodeó el cuello con sus brazos, y su
cadera con sus piernas.

Poco a poco aumentó las embestidas, y tanto uno como otro trataban de soportarlo. Uno el dolor,
y el otro el placer. Ambos lo hicieron hasta acostumbrarse, entonces Gabriel se detuvo para
cambiar de posición y sentarse. El turno de moverse se cedió al chico, quien se iba de arriba abajo
sobre el mayor. Puso sus manos en sus hombros, y empezó a aumentar la velocidad, cada vez más
y más.

-Lo haces muy bien amor –dijo Gabriel-.

-Y-ya casi n-no puedo contenerme –dijo entre gemidos-. C-creo que pronto me vendré…

-Yo también –dijo cerrando sus ojos- ¿No habrá problema si…? –dijo, dando una ávida mirada
hacia abajo-

Levin negó con la cabeza, indicándole que podía terminar dentro de él.

Parecería que sólo esperaba a que el menor confirmara, pues en cuanto lo hizo, el azabache llegó
a su clímax.

El otro se vino unos segundos después que él y lo abrazó con fuerza.

-Te amo… -susurró al oído de su pareja, viendo sus ojos azules embelesado- ¿Sabes cuánto?

-De aquí al cielo… -contestó sonriendo-

-Ámame de aquí al cielo Gabriel –sonrió besándolo y recargando su cabeza en su pecho-.

-Te amaré mucho más que eso –le dijo al oído-. Te lo prometo.

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  • 1. Si, el menor lo esperaba. Aguardaba con ansias la llegada de Gabriel. Lo extrañaba, ¿Por qué? Porque el azabache estuvo metido en su trabajo toda la semana. Estaba dando lo mejor de sí, y Levin lo entendía bien, pues su pareja lo hacía para poder pagar su nuevo hogar y todos los lujos que últimamente se estaban dando. Él ahora era empleado de oficina, lo cual era obviamente menos pagado que su anterior ‘’trabajo’’. Podía regresar a lo anterior cuando quisiera, pero no quería, porque no tenía descansos, no habría nada de tiempo para pasar con su pequeño pelirrojo. Por ello ahora se encontraba a punto de salir del trabajo, donde el jefe era su mejor amigo Francisco. El menor de los Thompson daba vueltas y vueltas de la habitación a la sala, de vez en cuando miraba de reojo al reloj. ‘’Quisiera poder adelantar un poco el tiempo’’ se dijo a sí mismo. Cuando dieron las 11:30, se escuchó fuera de la casa un auto estacionándose, seguido de unos pasos rápidos y continuos, pertenecientes a Gabriel. El joven abrió la puerta y, al verlo, saltó hacia él, abrazándolo fuertemente, como no queriéndolo soltar nunca. -¿Me extrañaste amor? –susurró el mayor al oído del otro- -Eso es obvio –le responde sonriente-. Claro que si… -esconde su cara sonrojada en el pecho de el de ojos claros- -Entremos –dice dándole un beso en la mejilla, luego lo carga y lo lleva directo a la habitación-. Lo depositó con cuidado en la cama y lo besó. Luego lo miró de pies a cabeza y lo abrazó tiernamente. Lo amaba demasiado. Sobre todos los errores y lo malo que le hubiese hecho en un pasado, lo amaba. Quería estar junto a él toda su vida, y, tal vez, algún día adoptar un hijo y criarlo juntos. Pensar en cualquiera de esas cosas hacía que su corazón palpitara agitadamente, era algo que lo emocionaba, lo exaltaba, lo llenaba de alegría y gusto. -¿Hay algo que quieras hacer hoy? –le dijo mientras se sentaba junto suyo- -Quiero hacer muchas cosas, pero también me gustaría complacerte a ti –dijo Levin mirándolo fijo y sonriendo de lado-. Así que tú dime. -Tengo hambre, y quiero que vayamos a cenar, quiero ver una película y quiero estar contigo toda la noche y hacerte mío –dijo sin dejar de mirarlo-. -Pervertido –sonrió y después asintió-. Anda pues, vamos a cenar. -Quiero bañarme antes –dijo y luego se levantó, para empezar a desvestirse-. ¿Tú ya te bañaste? -Bueno, lo hice hace una hora, pero el calor está horrible y he sudado mucho –hizo una mueca de disgusto-. ¿Me meto contigo? -Sería un placer, Levin –sonríe-. Te ayudaré a desvestirte –se le acerca y le empieza a subir la camisa, hasta quitársela-. Eres todo lo que pedí en la vida, y más de lo que podía esperar… -lo besa largamente mientras lo sostiene de la cintura-.
  • 2. -Te amo, y sé que decirte eso no es suficiente… -agacha la cabeza- -Es más de lo que crees –sonríe ampliamente y se quita el saco, la corbata y la camisa-. Esta ropa es muy tediosa, no es para mí… -suspira- Extraño mis pantalones de mezclilla –mira su corbata-, además, no me queda nada de esto –hace una mueca-. -Bueno, hoy puedes usar tus pantalones si quieres –se quita sus bermudas, quedando en bóxers- -Que bien te vez –suelta con un deje de lujuria-. Tal vez y yo deba hacer lo mismo… -se baja el cierre y se quita de un jalón el pantalón y sus interiores- -Te ves raro –ríe mirando que aún llevaba puestos los zapatos con calcetines-. Lo bueno es que yo traigo chanclas. -Rayos… -se sonroja de vergüenza y se quita sus últimas prendas- Es tu culpa… -lo carga y lo lleva al baño- -Ahora resulta que el que seas tonto es causado por mi… -hace un mohín- -Bueno, ya… -lo mira- Oye, te faltó algo –señala sus bóxers-. -Ah sí… eso –suspira y se los quita con delicadeza-. Ya está. El otro sonríe viendo que el pequeño se asemejaba con una mujer, pero no le dijo nada. Empezó a llenar la tina, la cual era demasiado amplia, al igual que el baño y la casa entera. Al haberla llenado, se sienta dentro de ella y se palmea las piernas, indicando al menor que se sentara en ellas. El taheño se sonrojó y lo obedeció, sentándose con cuidado, quedando de frente al otro y abriendo sus piernas un poco. Luego, le tomó el mentón y lo besó, rodeándole el cuello con sus brazos, como siempre lo hacía. ‘’Yo sólo tomo lo que es mío’’ pensaba para sí. Era verdad, Gabriel era suyo… Suyo y de nadie más. -Debes haberme extrañado demasiado como para besarme así –dijo el mayor algo sonriente mientras le acariciaba sus mejillas-. Levin asintió muy sonrojado y esbozó una sonrisa tierna. El mayor le empezó a tallar la cabeza con un poco de shampoo, y puso un una pequeña porción de jabón en la tina, presionando un botón para que hiciera burbujas. Levin gustaba de eso, por ello lo hacía. Le gustaba verlo feliz, complacerlo. El pelirrojo chapoteó un poco, sintiéndose como un niño pequeño en una alberca para infantes. Volvió su cabeza y miró al mayor, quien le sonreía, y no pudo evitar responderle igual. Le talló la cabeza también y luego, con un recipiente chico, le echó agua en la cabeza. -Gabriel, te amo –mira hacia abajo y esboza una sonrisa-. -Te amo también, mi pequeño.
  • 3. Era verdad. Con lo mucho o poco que dijera, siempre era verdad. Lo amaba demasiado y nunca dejaría de hacerlo. Lo amaría y estaría con él hasta en el momento más difícil. Quería tenerlo siempre, como un pirata codicioso con su tesoro. Eso era Levin, un tesoro. El más valioso que pudiese existir. Gabriel se acercó a besarle el cuello, mordiéndole con un poco de brusquedad. El menor gimoteó un poco, pero eso no importó. El azabache entonces le acarició el pecho con una mano, mientras que la otra iba y venía en sus muslos y entrepierna. -G-gabriel… no ahora… -suplicó el chico- ¿No sería mejor si lo haces d-después? –le preguntó esbozando una sonrisa nerviosa- -Tú mismo te contradices, ¿o acaso no te has dado cuenta? –le susurró al oído, acariciando con suavidad el endurecido miembro del joven- -P-para por favor… -dijo mientras se sonrojaba y cerraba los ojos- Entonces se detuvo por un momento. Decidió levantarse y cargarlo, lo tumbó en la cama y se puso sobre él. Volvió a besarle el cuello, subiendo poco a poco hasta llegar a su lóbulo derecho, entonces lo mordió, pero no tanto para lastimarlo. Sus manos se paseaban por el pecho del taheño, tocándole aquí y allá, pasando por sus botones que, poco a poco, iban endureciéndose también. Levin se dejo hacer por él. Ambos lo querían, y tarde, o temprano en este caso, sucedería algo así. Estaba sonrojado y un poco avergonzado, aunque ya lo habían hecho muchas veces. No debía ser diferente, sin embargo lo era. -¿Qué pasa amor? –lo miró desde arriba el de ojos azules- ¿No quieres que lo haga? –dijo deteniéndose- -N-no… y-yo… -suspiró y lo vio a los ojos- Y-yo... –desvió la mirada- Ha-hazlo Gabriel… -dijo en algo parecido a un susurro- Por más bajo que lo dijo, Gabriel lo entendió a la perfección. Entonces, continuó acariciándole su cuerpo. Le rozó sus labios con los suyos y después los lamió, para poder introducir su lengua en su boca y besarlo. Una mano le continuaba acariciando el pecho, mientras que con la otra, y con apoyo de sus rodillas, se abrió paso a la entrepierna del joven. Levin le dio un breve vistazo y se sonrojó por lo que sus ojos habían logrado mirar. La erección de Gabriel frente a su entrada, y los ojos de su pareja, que hasta ese momento seguían enturbiados de deseo y placer. Esas cosas lo hicieron sonrojarse mucho más y de golpe, y prefirió volver a cerrar los ojos y a mantenerlos así por un tiempo. El otro sonrió de lado ante la entorpecida e inocente reacción del más joven y se agachó para darle un beso en la frente. Seguía siendo como el Levin primerizo, sin importar las veces que hicieran el amor.
  • 4. -Creo que nunca vas a cambiar –le dijo sonriendo ampliamente y luego le acarició la frente-. Pero tal y como eres me encantas. -G-gabriel… eres… eres un sueño –dijo sonriendo, mirándolo al fin-. No tienes idea de lo feliz que soy cada día contigo… “Ni tú la tienes” se pensó. Le separó más las piernas y se preparó para penetrarle. Verle sonrojado y saber la razón lo ponían un poco nervioso. “Como la primera vez…” Pensó el otro. “Me siento igual”. -Levin, relájate –dijo sin más y comenzó a introducirse de manera lenta-. El pelirrojo contenía sus gemidos y apretaba sus ojos. Le rodeó el cuello con sus brazos, y su cadera con sus piernas. Poco a poco aumentó las embestidas, y tanto uno como otro trataban de soportarlo. Uno el dolor, y el otro el placer. Ambos lo hicieron hasta acostumbrarse, entonces Gabriel se detuvo para cambiar de posición y sentarse. El turno de moverse se cedió al chico, quien se iba de arriba abajo sobre el mayor. Puso sus manos en sus hombros, y empezó a aumentar la velocidad, cada vez más y más. -Lo haces muy bien amor –dijo Gabriel-. -Y-ya casi n-no puedo contenerme –dijo entre gemidos-. C-creo que pronto me vendré… -Yo también –dijo cerrando sus ojos- ¿No habrá problema si…? –dijo, dando una ávida mirada hacia abajo- Levin negó con la cabeza, indicándole que podía terminar dentro de él. Parecería que sólo esperaba a que el menor confirmara, pues en cuanto lo hizo, el azabache llegó a su clímax. El otro se vino unos segundos después que él y lo abrazó con fuerza. -Te amo… -susurró al oído de su pareja, viendo sus ojos azules embelesado- ¿Sabes cuánto? -De aquí al cielo… -contestó sonriendo- -Ámame de aquí al cielo Gabriel –sonrió besándolo y recargando su cabeza en su pecho-. -Te amaré mucho más que eso –le dijo al oído-. Te lo prometo.