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Prologo 
Liam tiene una vida buena, una que 
puede ser correcta según muchos puntos 
de vista, pero desde los 11 años tiene la 
sensación de que algo le falta. 
Tiene novia, un trabajo, amigos y mucha 
gente que lo quería, ¿Qué podía ser ese 
algo? 
Mientras tanto, sus sentimientos hacia 
Evie (su novia) comienzan a disminuir 
lentamente, ¿será esa la razón?
Qué nerviosa se sentía, le temblaban las 
piernas. No recordaba, o eso creía,
haber pasado un día tan emocionante 
como ese. Su cumpleaños número doce. 
No podía dejar sus manos quietas y se 
mordía el labio, nerviosa. 
Sí, estaba nerviosa. Su padre le había 
dicho que su regalo estaba escondido en 
las caballerizas. Se podía imaginar 
perfectamente cuál era su regalo. 
Respiró profundamente y entró al lugar. 
Aquel familiar olor a caballo y paja entró 
por su nariz. Lo respiró más aun… 
quizás fuera la última vez que lo hiciera. 
Entró del todo y miró a su alrededor, para 
luego volver a mirar al frente. Su regalo
estaba ahí. Una amplia sonrisa se 
impactó en su rostro, y sin poder evitarlo 
apresuró sus pasos hacia él. 
Siempre quiso un caballo blanco y al fin 
lo tenía. Mordió sus labios, de nuevo, y 
comenzó a disminuir el paso. Un nuevo 
sentimiento acaparó toda su emoción. 
Miedo. Tenía miedo. Era lindo, pero era 
muy grande, para ella, y no sabía cómo 
iba reaccionar. 
—No le tengas miedo —escuchó como 
alguien le hablaba.
Giró para encontrarse con él. Le dedicó 
una tímida sonrisa y sus mejillas se 
enrojecieron. Siempre se enrojecía 
cuando él estaba cerca. Sentía aquel 
lindo cosquilleo en el estómago y sentía 
aquellas molestas ganas de tomarle la 
mano y no soltarlo. 
— ¿Qué haces aquí? —le preguntó y se 
armó de valor para mirarlo. 
Su amiga, Lola, siempre le decía que un 
niño se da cuenta de que una niña gusta 
de él cuando esta no lo mira a los ojos. 
Tenía que mirarlo si o si.
—Te estaba buscando. Mañana te vas 
irás, y no sé cuando nos volveremos a 
ver —le dijo él. 
Ella sintió que las cosquillas se hacían 
más seguidas y algo parecido a la 
angustia se coló entre sus emociones. 
Sabía que no iba a volver por mucho 
tiempo. Su padre había decidió enviarla a 
estudiar a Londres. Lo iba a extrañar 
tanto. 
—No pienses en eso. Volveré —dijo 
dulce. 
— ¿Cuándo?
—No lo sé. Pero volveré. 
—Mi madre dice que Lotres… 
—Londres —lo corrigió esbozando una 
pequeña sonrisa. 
—Lo que sea —continuó —Queda muy 
lejos… tomé prestado un mapa del señor 
Leonard para cerciorarme. Y pues, 
queda muy lejos ¿Y si te pasa algo? ¿Y 
si me necesitas? —preguntó él con 
impaciencia. 
—Habrá mucha gente para cuidarme, 
salvaje —dijo divertida.
Él no pudo evitar sonreír, dejando ver su 
falta de un diente, el canino, el último de 
leche. Salvaje, apodo que ella le había 
puesto un día que ambos jugaban en los 
matorrales del campo y él se había 
comportado tal y como ella lo había 
llamado. 
—Sé que habrá mucha gente cuidándote 
—continuó. Se rascó la nariz y luego el 
mentón. Se sentía nervioso —Pero son 
gente desconocida… 
—Mi amiga Lola está allá —comentó.
—Esa niña exasperante… —murmuró. 
Ella rió por lo bajo. 
—Me gusta que utilices las palabras que 
te he enseñado —le dijo. 
—Odio esas palabras que me enseñaste 
—aseguró 
—En la escuela se ríen de mí por tu 
culpa… 
—No conozco a tus compañeros de 
escuela. Nunca los has traído a la casa o 
me has hablado de ellos.
¿Por qué? —ella caminó un poco hacia 
un costado acercándose, 
inconcientemente, al caballo. 
—Porque son todos unos idiotas… 
—¡Eso es una palabrota! —ella lo regañó 
divertida. 
—Solo saben pelearse y buscarme 
pelea. Porque saben que siempre les 
gano. 
—Porque eres un salvaje. 
—Exacto.
Ella comenzó a jugar con la punta de su 
vestido, apretándolo y arrugándolo en la 
palma de su mano. Las cosquillas de su 
estomago aun no se iban. 
—La señorita Katherine dice que ella 
podría enseñarte en casa como a mí… 
—No, eso es para niñas. 
Ella lo contempló en silencio por unos 
cuantos segundos. Tenía ganas de 
decirle muchas cosas. Sabía que dentro 
de un par de horas ya no se las podría 
decir.
—¿Vas a extrañarme? —le preguntó 
ella. 
Volvió a caminar hacia el caballo, y 
entonces chocó con él. El inmenso 
animal chilló e hizo un relinche. Ella lo 
miró asustada, pero de pronto sintió una 
mano que tomaba la suya y la apartaba 
un poco de la fiera. 
—Es un potro salvaje, como yo —le dijo 
él. 
Ella giró la cabeza para observarlo. 
Ahora estaba a su lado y sostenía su
mano. Al parecer no tenía ninguna 
intención de alejarse o soltarla. 
En eso Lola se había equivocado. Él no 
era como los demás niños… A él no le 
molestaba tomarla de la mano, tampoco 
que ella lo hiciera tomar el té o que le 
enseñara como hablar apropiadamente. 
—No sé porque papá lo compró justo 
ahora que me voy —se lamentó. 
—Lo hizo para que no le tomaras cariño 
y no te doliera tanto dejarlo… ¿Cómo 
quieres llamarlo? 
—¿Es niño verdad? —inquirió.
—Macho… se dice macho. 
—Lo que sea —dijo ella tratando de 
imitar la expresión de él cuando le decía 
así. Él rió quedamente —Quiero que se 
llame White. 
—¿Quieres tocarlo? —preguntó. 
Miró nerviosa al caballo y volvió la 
mirada a los ojos que chorreaban miel 
que estaban frente a ella. 
—No lo sé… tengo miedo. 
Él tomó con más firmeza la mano de ella, 
para acercarla con cuidado al caballo.
—White —lo llamó él, por su nuevo 
nombre. El caballo levantó un poco la 
cabeza y los miró. 
—Así es como te llamas ahora, caballo. 
Se acercaron más. El animal parecía 
tranquilo. Pero a ella no la convencía. Él 
estaba detrás de ella y todavía sostenía 
su mano. Estiró sus manos hasta que la 
de ella se apoyó primero en el hocico de 
White. El caballo se quedó quieto, 
recibiendo la caricia. Él hizo que ella 
moviera la mano un poco más.
— ¿Lo ves? Él no te hará daño. Sabe 
que eres su dueña —le dijo. 
Lo miró a los ojos. Parecía ese príncipe 
del cuento que ella siempre leía. Un 
príncipe un poco particular, ya que 
siempre estaba jugando en el barro o con 
los animales. Pero era tan lindo. Lo iba a 
extrañar, de todo esto a él era al que 
más iba a extrañar. 
—¿Lo vas a cuidar por mí? —le 
preguntó. Él se alejó para que ella 
continuara acariciando a su nuevo 
caballo por si sola.
—Claro que si, cuando vuelvas no lo vas 
a reconocer de lo lindo que va a estar — 
dijo con una sonrisa. 
Ella sonrió y se alejó del caballo para 
acercarse a él. Vio que algo brillaba 
colgando en su pecho. Semisonrió. 
Hacía casi dos meses que él había 
cumplido los trece. 
—¿Aun tienes mi regalo? —le preguntó. 
Él asintió y lo buscó. Alzó a la vista una 
pequeña medallita de oro en forma de 
caballo. Ella la tomó para mirarla. 
—Siempre la vas a cuidar, ¿verdad?
—Siempre voy a cuidarla. Siempre voy a 
cuidar todo lo que tenga que ver contigo. 
Porque… porque… —dejó de hablar. 
—¿Por qué? —quiso saber ella. 
Él sintió aquel tonto cosquilleo en la boca 
del estomago. Parecía que se acababa 
de comer un enjambre de mariposas. 
—Porque yo te quiero, enana —se animó 
a decir al fin. 
Ella sintió una felicidad que nunca había 
sentido. Él sacó algo del bolsillo de su 
pantalón y se lo tendió. Ella lo tomó 
apresuradamente y sin dudarlo abrió la
pequeña cajita. Sus ojos no podían creer 
que lo que estaban viendo. 
—¿Lo compraste? —dijo anonadada. 
—Si —asintió él tímidamente —Dijiste 
que te gustaba cuando fuimos la última 
vez al pueblo. Y estuve ahorrando desde 
entonces para comprártelo. 
—¿Por eso estabas haciéndole 
mandados al señor de la panadería? 
Él solo asintió. Ella sacó el pequeño 
anillo que tenía una piedrita violeta en el 
medio y se lo puso. Sintió un nuevo 
dolor… nunca lo había sentido. Iba a
extrañarlo tanto. Lo miró fijo a los ojos. 
Esos ojos hermosos ojos miel, sin 
comparación alguna. 
—Yo también te quiero, salvaje —le dijo 
en tono dulce. 
Con cuidado se acercó a él, se puso en 
puntas de pie y apoyó sus labios sobre 
los suyos. Ambos cerraron los ojos, 
compartiendo así su primer beso.
Capítulo 1. 
Años después. 
¿Cómo podía ser posible que se le 
perdiera aquella cadenita? ¿Cómo? Él no 
era descuidado, jamás lo había sido. Y 
ahora no la encontraba la pequeña 
cadena en forma de caballo por ningún 
lado. No quería perder aquel recuerdo de 
los mejores años de su vida. Siendo un 
niño él había sido muy feliz… Ahora 
también lo era, pero desgraciadamente 
nunca iba a ser igual.
Se maldijo a si mismo… ¿Dónde podría 
haberla dejado? Ya la había buscado en 
todos lados: la caballeriza, su cuarto, el 
baño, el gallinero, la cocina, la casa 
grande. 
Se detuvo a pensar un poco. Quizás la 
había dejado en la casa de Evie. Aunque 
a decir verdad hacía como una semana 
que no iba a ver a su novia y la cadenita 
la había perdido ayer. Soltó un suspiro. Y 
se sentó con cuidado en una de las sillas 
de la 
cocina. 
—¿Buscabas esto? —preguntó ella.
Al instante él levantó la vista y se puso 
de pie. Casi corrió hacia donde estaba su 
madre con la mano levantada y 
mostrándole lo que había estado 
buscando desde hacía tantas horas. 
—¿Dónde estaba? —quiso saber 
mientras se la quitaba de la mano. 
—La dejaste tirada cerca del horno 
anoche, después de que lo arreglaste. 
—No la dejé tirada. Seguramente se me 
cayó… 
Se la volvió a poner, y se sintió aliviado. 
Sus bonitos recuerdos ahora estaban de
nuevo con él. 
Liam Payne era un hombre de campo. 
Había nacido allí, se había criado allí y 
pensaba morir allí. Él no se consideraba 
una persona mala, y estaba muy 
orgulloso de lo que había logrado en 
todos esos año en los campos Streep. 
Siendo muy joven con apenas 15 años, 
su jefe lo había nombrado encargado del 
lugar, cuando había decidido irse a vivir a 
la cuidad. Y desde entonces Liam había 
llevado adelante los asuntos de aquella 
conocida estancia. Pero a pesar de
dejarle toda la responsabilidad, Leonard 
Streep iba a verlos todos los años en las 
vacaciones de verano. Se quedaba allí 
unos dos meses y luego volvía a su 
agitada vida de negocios. Liam siempre 
se preguntaba como era que ese hombre 
no se había vuelto loco viviendo en la 
cuidad, siendo que él también había 
nacido y criado en aquel campo. Pero lo 
sabía, Leo era un gran hombre que se 
adaptaba a cualquier situación de 
cambio. Y Liam lo admirada… lo 
admiraba y lo quería como a un padre. 
Por eso mismo cada vez que el jefe
llegaba todo el mundo estaba como loco 
arreglando y preparando todo. 
—Es como la decimoquinta vez que 
pierdes ese colgante, Liam —lo regañó 
ella pero no del todo. Le besó la frente y 
se acercó a las hornillas para revisar la 
comida que estaba preparando. La cena 
siempre comenzaba a prepararse antes 
del atardecer. 
—No es a propósito —aseguró él —Al 
parecer no le gusta estar en mi cuello. 
Maggie sonrió y lo miró de manera 
tierna.
— ¿Ya está todo listo? Mira que hoy 
llega el señor Streep. 
—Sí, todo está listo. 
—Más te vale, Liam… 
—Mamá… bien sabes que me gusta que 
el jefe venga a encontrar todo en orden y 
en perfecto estado. 
—Si, lo sé. Pero solo te pregunto para 
que estés completamente seguro. No 
quiero que nada salga mal. Leonard… — 
sacudió la cabeza —Digo, el señor 
Streep se merece lo mejor.
Liam puso los ojos en blanco. Si había 
alguien que se ponía quisquillosa con la 
llegada del jefe en aquel lugar, esa era 
su madre. Todos los trabajadores huían 
de ella despavoridos. Se ponía 
insoportable, histérica y sobre todo 
intratable. Liam creía saber la razón de 
sus nervios. Aunque ella jamás llegara a 
admitirlo, él sabía que su madre sentía 
algo especial por ese hombre. Y cuando 
volvía al campo, ella parecía perder los 
estribos. Los únicos que podían con ella 
en días así eran Cameron y él.
Cameron Payne era más que un primo 
para Liam. Era como su hermano menor. 
El rubio se había mudado a vivir con 
ellos cuando su padre, había muerto en 
un accidente de campo. Liam y Maggi 
eran la única familia que le quedaba. 
Payne entró a la cocina y se detuvo a 
mirarlos. Liam le sonrió y se puso de pie. 
Pero dejó de sonreír al ver la cara de 
preocupación y frustración que tenía su 
primo. 
—¿Qué sucedió? —le preguntó al 
instante.
—White —murmuró el rubio 
simplemente. 
Liam resopló. ¿Otra vez aquel caballo? 
¿Cuándo iba a ser el día en que el corcel 
blanco no le diera dolores de cabeza? 
—¿Qué hizo ahora? —quiso saber. 
—Le ha dado un buen susto al pobre de 
Peter, casi lo golpea. Luego rompió su 
bozal, rompió un par de mecheras en las 
caballerizas, salió hecho una fiera, saltó 
la cerca y se metió por el bosque. 
Liam cerró los ojos y se masajeó el 
puente de la nariz. Ese caballo no
cambiaba más. No había forma de que lo 
adiestrara. El muy cabeza dura jamás se 
terminaba de comportar. Solo le gustaba 
ser un caballo salvaje. Pero ¿Quién 
podría culparlo de ser así?, Nadie. 
El castaño se había encargado de 
criarlo… y jamás le había puesto 
verdaderamente los límites. Además de 
que se parecían demasiado. Podría 
decirse que hasta White estaba 
mimetizado con Liam. 
Por ejemplo: cuando él estaba enfermo, 
White también parecía estarlo. Cuando 
se sentía enojado, el caballo también.
Cuando estaba contento, también él. 
Cuando se sentía atrapado, frustrado por 
el trabajo y quería salir corriendo y dejar 
todo en manos de alguien más… White 
hacía destrozos y huía al medio del 
bosque. 
Al parecer hoy el caballo también se 
había mimetizado con él… aquello que 
White había hecho era lo mismo que 
Justin quería hacer. Huir. Y no sabía 
exactamente por qué. La mayoría de las 
veces cuando su jefe venía al campo, él 
estaba contento. Pero hoy no era así.
Hoy se sentía extraño. Algo le decía que 
pronto se sentiría más extraño aun. 
Giró para mirar a Maggi y le entregó una 
sonrisa galante. Ella casi siempre se 
quedaba tranquila cuando él le sonreía 
así. 
—¿Te dije que llamó, Evie? —le 
preguntó. Liam frunció el ceño. 
—No, no me lo habías dicho —resopló — 
¿Qué te dijo? 
—Que está enojada contigo porque no le 
devuelves las llamadas y ya no la vas a 
ver…
—¿Le dijiste que estoy muy ocupado? — 
inquirió mientras se acercaba a donde 
estaba parado 
Cameron y le hacía una seña de que 
comenzara a caminar. 
—Si, se lo dije… pero dice que como ella 
es tu novia tendría que ser tu prioridad. 
Liam soltó un lento suspiro. A veces Evie 
era demasiado ‘inmadura’. Y él sentía 
que 
necesitaba un respiro.
—En la noche iré a verla… si vuelve a 
llamar dile eso. 
Su madre asintió y ellos dos salieron de 
la casa. 
—Tú no estás realmente enamorado de 
Evangelina —habló Cam mientras ambos 
caminaban hacia la caballeriza. Liam iría 
a buscar a White. 
—¿Por qué lo dices? —preguntó 
extrañado. 
—Porque si la amaras realmente… le 
harías un espacio aunque te estuvieras 
muriendo. Solo estás con ella por
costumbre. Y créeme cuando te digo que 
eso no es amor. 
—¿Y tú que sabes del amor? —inquirió 
divertido el castaño. 
—Yo estoy enamorado. Solo que soy un 
maldito cobarde y no me animo a 
decírselo. 
—¿Y por qué no te animas, tonto? 
—Liam, es la hija de un acensado. 
¿Acaso no has visto como terminan ese 
tipo de romances? Si ella llegara a tener 
algo con un simple trabajador como yo, 
su familia sería capaz de darle la espalda
y dejarla en la calle… en este caso en 
medio del campo. 
Liam esbozó una pequeña sonrisa y 
despeinó un poco el cabello del rubio. 
Cam apenas tenía 19 años y ya sufría de 
aquella manera tan pasional. 
—Gretta no es de esas que 
menosprecian a los chicos. Es más,… tú 
también le gustas. 
Cameron solo sonrió de medio lado. 
—Como saberlo las mujeres son tan 
difíciles y cambiantes que podría
simplemente tenerme un cariño… como 
el que se le tiene a una mascota… 
—Tú no eres su mascota. 
—A veces parece. 
— ¿De qué hablas? 
—Solo dejémoslo así. Tenemos que 
irnos ya. Empieza a oscurecer.
Capítulo 2. 
Buscaron por un largo rato y solo 
quedaban algunos minutos de luz. 
Estaban por rendirse. Pero Liam no 
pensaba hacerlo había prometido cuidar 
del caballo a aquella niña que se había 
mudado. Aquella tarde que 
intercambiaron regalos. Aquella tarde 
que dio su primer beso. Tomo la cadena 
que colgaba de su cuello y suspiro.
—Liam, si no nos vamos ahora no 
podremos regresar. No habrá luz que 
nos guie. 
— ¿Podemos buscar tan siquiera un 
poco más? 
—Te doy 5 minutos. 
—Es lo que necesito. 
Recorrió el camino hacia donde se había 
escondido antes, y por fin ahí lo vio. 
Parado en medio del claro, con la luz de 
la luna iluminándolo como si fuera el 
estelar de un espectáculo. No llevaba
una silla puesta así que lo tendría que 
montar a pelo. 
— ¿Por qué insistes en escapar? No 
podemos escapar. Y sabes que te 
encontrare. Pero de cualquier modo, ¿de 
qué estamos escapando? — se sintió 
extraño, no por estar hablando con 
White, sino por estar incluyéndose a sí 
mismo en aquella conversación. 
Salvaje. 
Pero que… ¿Qué estaba pasando? Jure 
escuchar… 
¿Lo vas a cuidar por mí?
¿Qué le estaba sucediendo? 
Tengo miedo… 
Liam cerró los ojos y recordó aquella 
escena pero no como si él estuviera en 
ella, sino como si la estuviera viendo 
aquella niña de cabello castaño y ojos 
grises. El, parado frente a ella. Aquel 
beso. Abrió los ojos y sin darse cuenta 
tenía una lágrima en la mejilla, habían 
sido tiempos muy lindos, ¡como le 
encantaría volver a ellos! 
Sintió nostalgia por esa relación que 
nunca paso, por esos momentos que
pudieron vivir. Pero sobre todo por 
aquello que si vivió, momentos con la 
que fue su mejor amiga, momentos que 
sin duda no se repetirían jamás, pues 
ella se encontraba lejos. 
Con otro suspiro, subió al caballo y 
cabalgo de vuelta a las caballerizas. 
Al llegar a su casa se encontró con que 
el señor Streep ya estaba allí. Él era un 
hombre alto que posiblemente fue muy 
atlético en su juventud, ahora aún se 
podía ver un poco el reflejo de aquello.
Con el cabello negro con algunas canas 
y una sonrisa de comercial. Lo volteo a 
ver con aquellos ojos azules que podrían 
dar escalofríos. 
—Señor. ¿Cómo se encuentra? 
—Liam ¿acaso me vas a recibir así? 
—señor, no sé qué es lo que esperaba… 
—Pueden pasar a cenar… — dijo mi 
madre entre nerviosa y emocionada. 
—por supuesto, Margaret. 
—Puede llamarme Maggie… si quiere — 
sus mejillas se encendieron.
Después de aquello, Maggie sirvió la 
cena. Y comieron en silencio. En aquella 
ocasión sin saber por qué, Liam se sintió 
más incómodo y nervioso de lo usual. 
Capítulo 3 
Esa misma noche en una casa cercana. 
Evie se veía a sí misma en el espejo. No 
era fea. Tenía cabello castaño y ojos 
grises. Su piel era cambiante, como la de 
todos. En invierno era pálida y en verano 
su piel se veía un poco tostada. En esta 
ocasión, como era otoño, su piel estaba
poniéndose cada vez más blanca y había 
algunas pecas en su cara. 
Comenzó a escribir su canción favorita 
en el cuaderno que usaba para sus 
cosas personales. 
Uhoo oh sí, 
La da da una 
No me malinterpreten, 
Me encanta lo que soy 
No quiero ser ingrato 
Probablemente suena extraño 
Me encanta el papel que desempeñan 
Las canciones que cantan
Pero con toda la fama 
Las cosas que parecen tan simples, 
de repente, llegan tan lejos de 
Deseo que pudieran ver que debajo de 
... 
Yo solo soy una chica normal! 
A veces soy perezoso 
Me aburro 
Me da miedo 
Me siento ignorado 
Me siento feliz, me pongo tonta 
Me ahogo con mis propias palabras 
Puedo hacer preguntas, tengo sueños 
Y todavía quiero creer
Cualquier cosa puede pasar en este 
mundo, 
Para una chica normal 
Al igual que usted, como yo 
Para una chica normal 
Al igual que usted, como yo 
¿Cómo estás? 
Hola, Adiós 
Un día aquí, Un día 
Y otra vez es tiempo de ir 
Miss popular siempre en el camino 
Pero mi mejor pie adelante 
Tengo que seguir adelante con el show 
Una pose para la portada de una
revista 
Cada que llego, llego alto y cinco de 
Ellos me pagan más grande que la 
vida 
(Yeaheaaaa) 
Yo solo soy una chica normal! 
A veces soy perezosa 
Me aburro 
Me da miedo 
Me siento ignorado (Sí) 
Me siento feliz, me pongo tonta 
Me ahogo con mis propias palabras 
Puedo hacer preguntas, tengo sueños 
Y todavía quiero creer
Cualquier cosa puede pasar en este 
mundo, 
Para una chica normal 
Por lo tanto, dar todo o nada en 
absoluto 
Vuelve sobre su sentir cuando 
Usted tropezar y caer 
Un poco de suerte puede ir un largo 
camino 
Así que no te preocupes por lo que la 
gente dice 
¿Quién sabe cuando el viento puede 
soplar 
Para una chica normal .. (Mmmm)
Yo solo soy una chica normal 
A veces soy perezosa 
Me aburro 
Me da miedo 
Me siento ignorado 
Me siento feliz, me pongo tonta 
Me ahogo con mis propias palabras 
Puedo hacer preguntas, tengo sueños 
Y todavía quiero creer 
Cualquier cosa puede pasar en este 
mundo, 
Para una chica normal 
Al igual que usted, como yo 
(Sí)
Para una chica normal 
Al igual que usted, como yo 
Para una chica normal 
(Mmmmm) 
Para una chica normal 
Como yo, te gusta ... 
Al terminar de escribirla, sonó el timbre. 
Al bajar supo quién era al instante. Su 
novio. A diferencia de los primeros 
meses, llevaba ya un tiempo sin sentir 
más que afecto o cariño cuando lo veía, 
cuando lo besaba no sentía lo que antes 
sintió, y lo comprobó en ese instante
cuando le dio un beso corto de 
bienvenida. 
Ya nada era lo mismo, el seguía igual de 
guapo, ella exactamente igual, pero 
ninguno de los dos sentía lo mismo que 
antes si es que el alguna vez sintió algo 
fuerte, pues era bien sabido de la 
relación que tuvo con Mayra, la hija del 
inspector y sobrina del dueño. 
Decidió por fin hacer algo al respecto, y 
quería quedar con su dignidad intacta 
pues si el la terminaba a ella, sería malo, 
al menos para ella.
- Evie… no sé cómo decirte esto, te 
quiero, pero siento que algo falta 
en mi vida y… 
- No hables, yo tenía algo que 
decirte. 
- Pues dime- dijo aliviado. 
- Hace ya mucho tiempo, hablando 
sinceramente que te noto extraño y 
también ya hace tiempo que no 
siento lo mismo, la verdad me 
parece que deberíamos terminar… 
- Gracias. 
- ¿Por qué?
- Por ahorrármelo, realmente 
buscaba una forma amable de 
decírtelo… 
- Calla, lo mejor será que te vayas a 
tu casa, ya está oscuro. 
- Te quiero. 
- Y yo a ti. 
- Espero que sigamos siendo 
amigos. 
- Yo también. 
- Bueno, Ev, me retiro, que pases 
buena noche. 
- Igual tu Liam.
Y entonces se retiró. Al contrario de lo 
que ambos pensaron, esa noche no hubo 
lágrimas. Ambos fueron sinceros y 
ninguno salió lastimado. Ningún corazón 
roto. Eso era bueno para ambos.
Capítulo 4 
Dos años después 
Su primo había conseguido la chica que 
quería, Evie estaba comprometida. 
Todos tenían ya 21 años. 
El seguía con el mismo sentimiento de 
que algo le faltaba. 
Aquella tarde cabalgaba con White en los 
alrededores del lago. 
Ahí recordó miles de momentos de niño, 
nadando con Mayra, paseando, lanzando 
rocas y haciendo todo tipo de cosas que
hacían los niños, alguna vez de sentaron 
en la orilla y discutieron sobre el por qué 
los patos se habían ido por el invierno… 
Suspiro. 
Lindos recuerdos de lindos tiempos. 
Regreso montado en White y esa noche 
se fue a dormir con una sensación 
extraña.
Epilogo 
Días después… 
Liam se encontraba aquella tarde en las 
caballerizas, mientras el atardecer 
ocurría afuera, el cepillaba a White y se 
quitaba hojas secas de las botas. Y ese 
era el único sonido. 
De repente justo cuando el sol 
proyectaba montones de sombras en la 
caballeriza una voz dulce penetro aquel 
espacio de tranquilidad.
-¿Quién anda ahí? – y se escucharon 
pisadas, un grito ahogado y de nuevo la 
voz - ¿acaso eres tú, White? 
Y de entre las sombras proyectadas por 
el sol salió una chica, rubia con el cabello 
ondulado suelto, y ojos azules y 
relucientes brillando en su cara. Tardo un 
segundo en reconocerla. Ella se acercó 
lentamente al caballo blanco y Liam bajo 
la protección de las sombras la observo 
con una sonrisa. 
-White… soy yo… ¿no me reconoces?
-Lo he cuidado todo este tiempo, tal 
como me lo pediste… 
-¡Salvaje! – ella le rodeo el cuello con los 
brazos y al separarse se vieron a los 
ojos. 
Viendo algunas lágrimas saliendo de los 
ojos de la chica y entendió una frase que 
decía su rostro. “aun te quiero” 
Y esas tres palabras lo hicieron entender 
por qué sentía que algo le faltaba. Lo 
había descubierto. Y el sentimiento había 
desaparecido.
Sin olvidarte

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Sin olvidarte

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  • 2. Prologo Liam tiene una vida buena, una que puede ser correcta según muchos puntos de vista, pero desde los 11 años tiene la sensación de que algo le falta. Tiene novia, un trabajo, amigos y mucha gente que lo quería, ¿Qué podía ser ese algo? Mientras tanto, sus sentimientos hacia Evie (su novia) comienzan a disminuir lentamente, ¿será esa la razón?
  • 3. Qué nerviosa se sentía, le temblaban las piernas. No recordaba, o eso creía,
  • 4. haber pasado un día tan emocionante como ese. Su cumpleaños número doce. No podía dejar sus manos quietas y se mordía el labio, nerviosa. Sí, estaba nerviosa. Su padre le había dicho que su regalo estaba escondido en las caballerizas. Se podía imaginar perfectamente cuál era su regalo. Respiró profundamente y entró al lugar. Aquel familiar olor a caballo y paja entró por su nariz. Lo respiró más aun… quizás fuera la última vez que lo hiciera. Entró del todo y miró a su alrededor, para luego volver a mirar al frente. Su regalo
  • 5. estaba ahí. Una amplia sonrisa se impactó en su rostro, y sin poder evitarlo apresuró sus pasos hacia él. Siempre quiso un caballo blanco y al fin lo tenía. Mordió sus labios, de nuevo, y comenzó a disminuir el paso. Un nuevo sentimiento acaparó toda su emoción. Miedo. Tenía miedo. Era lindo, pero era muy grande, para ella, y no sabía cómo iba reaccionar. —No le tengas miedo —escuchó como alguien le hablaba.
  • 6. Giró para encontrarse con él. Le dedicó una tímida sonrisa y sus mejillas se enrojecieron. Siempre se enrojecía cuando él estaba cerca. Sentía aquel lindo cosquilleo en el estómago y sentía aquellas molestas ganas de tomarle la mano y no soltarlo. — ¿Qué haces aquí? —le preguntó y se armó de valor para mirarlo. Su amiga, Lola, siempre le decía que un niño se da cuenta de que una niña gusta de él cuando esta no lo mira a los ojos. Tenía que mirarlo si o si.
  • 7. —Te estaba buscando. Mañana te vas irás, y no sé cuando nos volveremos a ver —le dijo él. Ella sintió que las cosquillas se hacían más seguidas y algo parecido a la angustia se coló entre sus emociones. Sabía que no iba a volver por mucho tiempo. Su padre había decidió enviarla a estudiar a Londres. Lo iba a extrañar tanto. —No pienses en eso. Volveré —dijo dulce. — ¿Cuándo?
  • 8. —No lo sé. Pero volveré. —Mi madre dice que Lotres… —Londres —lo corrigió esbozando una pequeña sonrisa. —Lo que sea —continuó —Queda muy lejos… tomé prestado un mapa del señor Leonard para cerciorarme. Y pues, queda muy lejos ¿Y si te pasa algo? ¿Y si me necesitas? —preguntó él con impaciencia. —Habrá mucha gente para cuidarme, salvaje —dijo divertida.
  • 9. Él no pudo evitar sonreír, dejando ver su falta de un diente, el canino, el último de leche. Salvaje, apodo que ella le había puesto un día que ambos jugaban en los matorrales del campo y él se había comportado tal y como ella lo había llamado. —Sé que habrá mucha gente cuidándote —continuó. Se rascó la nariz y luego el mentón. Se sentía nervioso —Pero son gente desconocida… —Mi amiga Lola está allá —comentó.
  • 10. —Esa niña exasperante… —murmuró. Ella rió por lo bajo. —Me gusta que utilices las palabras que te he enseñado —le dijo. —Odio esas palabras que me enseñaste —aseguró —En la escuela se ríen de mí por tu culpa… —No conozco a tus compañeros de escuela. Nunca los has traído a la casa o me has hablado de ellos.
  • 11. ¿Por qué? —ella caminó un poco hacia un costado acercándose, inconcientemente, al caballo. —Porque son todos unos idiotas… —¡Eso es una palabrota! —ella lo regañó divertida. —Solo saben pelearse y buscarme pelea. Porque saben que siempre les gano. —Porque eres un salvaje. —Exacto.
  • 12. Ella comenzó a jugar con la punta de su vestido, apretándolo y arrugándolo en la palma de su mano. Las cosquillas de su estomago aun no se iban. —La señorita Katherine dice que ella podría enseñarte en casa como a mí… —No, eso es para niñas. Ella lo contempló en silencio por unos cuantos segundos. Tenía ganas de decirle muchas cosas. Sabía que dentro de un par de horas ya no se las podría decir.
  • 13. —¿Vas a extrañarme? —le preguntó ella. Volvió a caminar hacia el caballo, y entonces chocó con él. El inmenso animal chilló e hizo un relinche. Ella lo miró asustada, pero de pronto sintió una mano que tomaba la suya y la apartaba un poco de la fiera. —Es un potro salvaje, como yo —le dijo él. Ella giró la cabeza para observarlo. Ahora estaba a su lado y sostenía su
  • 14. mano. Al parecer no tenía ninguna intención de alejarse o soltarla. En eso Lola se había equivocado. Él no era como los demás niños… A él no le molestaba tomarla de la mano, tampoco que ella lo hiciera tomar el té o que le enseñara como hablar apropiadamente. —No sé porque papá lo compró justo ahora que me voy —se lamentó. —Lo hizo para que no le tomaras cariño y no te doliera tanto dejarlo… ¿Cómo quieres llamarlo? —¿Es niño verdad? —inquirió.
  • 15. —Macho… se dice macho. —Lo que sea —dijo ella tratando de imitar la expresión de él cuando le decía así. Él rió quedamente —Quiero que se llame White. —¿Quieres tocarlo? —preguntó. Miró nerviosa al caballo y volvió la mirada a los ojos que chorreaban miel que estaban frente a ella. —No lo sé… tengo miedo. Él tomó con más firmeza la mano de ella, para acercarla con cuidado al caballo.
  • 16. —White —lo llamó él, por su nuevo nombre. El caballo levantó un poco la cabeza y los miró. —Así es como te llamas ahora, caballo. Se acercaron más. El animal parecía tranquilo. Pero a ella no la convencía. Él estaba detrás de ella y todavía sostenía su mano. Estiró sus manos hasta que la de ella se apoyó primero en el hocico de White. El caballo se quedó quieto, recibiendo la caricia. Él hizo que ella moviera la mano un poco más.
  • 17. — ¿Lo ves? Él no te hará daño. Sabe que eres su dueña —le dijo. Lo miró a los ojos. Parecía ese príncipe del cuento que ella siempre leía. Un príncipe un poco particular, ya que siempre estaba jugando en el barro o con los animales. Pero era tan lindo. Lo iba a extrañar, de todo esto a él era al que más iba a extrañar. —¿Lo vas a cuidar por mí? —le preguntó. Él se alejó para que ella continuara acariciando a su nuevo caballo por si sola.
  • 18. —Claro que si, cuando vuelvas no lo vas a reconocer de lo lindo que va a estar — dijo con una sonrisa. Ella sonrió y se alejó del caballo para acercarse a él. Vio que algo brillaba colgando en su pecho. Semisonrió. Hacía casi dos meses que él había cumplido los trece. —¿Aun tienes mi regalo? —le preguntó. Él asintió y lo buscó. Alzó a la vista una pequeña medallita de oro en forma de caballo. Ella la tomó para mirarla. —Siempre la vas a cuidar, ¿verdad?
  • 19. —Siempre voy a cuidarla. Siempre voy a cuidar todo lo que tenga que ver contigo. Porque… porque… —dejó de hablar. —¿Por qué? —quiso saber ella. Él sintió aquel tonto cosquilleo en la boca del estomago. Parecía que se acababa de comer un enjambre de mariposas. —Porque yo te quiero, enana —se animó a decir al fin. Ella sintió una felicidad que nunca había sentido. Él sacó algo del bolsillo de su pantalón y se lo tendió. Ella lo tomó apresuradamente y sin dudarlo abrió la
  • 20. pequeña cajita. Sus ojos no podían creer que lo que estaban viendo. —¿Lo compraste? —dijo anonadada. —Si —asintió él tímidamente —Dijiste que te gustaba cuando fuimos la última vez al pueblo. Y estuve ahorrando desde entonces para comprártelo. —¿Por eso estabas haciéndole mandados al señor de la panadería? Él solo asintió. Ella sacó el pequeño anillo que tenía una piedrita violeta en el medio y se lo puso. Sintió un nuevo dolor… nunca lo había sentido. Iba a
  • 21. extrañarlo tanto. Lo miró fijo a los ojos. Esos ojos hermosos ojos miel, sin comparación alguna. —Yo también te quiero, salvaje —le dijo en tono dulce. Con cuidado se acercó a él, se puso en puntas de pie y apoyó sus labios sobre los suyos. Ambos cerraron los ojos, compartiendo así su primer beso.
  • 22. Capítulo 1. Años después. ¿Cómo podía ser posible que se le perdiera aquella cadenita? ¿Cómo? Él no era descuidado, jamás lo había sido. Y ahora no la encontraba la pequeña cadena en forma de caballo por ningún lado. No quería perder aquel recuerdo de los mejores años de su vida. Siendo un niño él había sido muy feliz… Ahora también lo era, pero desgraciadamente nunca iba a ser igual.
  • 23. Se maldijo a si mismo… ¿Dónde podría haberla dejado? Ya la había buscado en todos lados: la caballeriza, su cuarto, el baño, el gallinero, la cocina, la casa grande. Se detuvo a pensar un poco. Quizás la había dejado en la casa de Evie. Aunque a decir verdad hacía como una semana que no iba a ver a su novia y la cadenita la había perdido ayer. Soltó un suspiro. Y se sentó con cuidado en una de las sillas de la cocina. —¿Buscabas esto? —preguntó ella.
  • 24. Al instante él levantó la vista y se puso de pie. Casi corrió hacia donde estaba su madre con la mano levantada y mostrándole lo que había estado buscando desde hacía tantas horas. —¿Dónde estaba? —quiso saber mientras se la quitaba de la mano. —La dejaste tirada cerca del horno anoche, después de que lo arreglaste. —No la dejé tirada. Seguramente se me cayó… Se la volvió a poner, y se sintió aliviado. Sus bonitos recuerdos ahora estaban de
  • 25. nuevo con él. Liam Payne era un hombre de campo. Había nacido allí, se había criado allí y pensaba morir allí. Él no se consideraba una persona mala, y estaba muy orgulloso de lo que había logrado en todos esos año en los campos Streep. Siendo muy joven con apenas 15 años, su jefe lo había nombrado encargado del lugar, cuando había decidido irse a vivir a la cuidad. Y desde entonces Liam había llevado adelante los asuntos de aquella conocida estancia. Pero a pesar de
  • 26. dejarle toda la responsabilidad, Leonard Streep iba a verlos todos los años en las vacaciones de verano. Se quedaba allí unos dos meses y luego volvía a su agitada vida de negocios. Liam siempre se preguntaba como era que ese hombre no se había vuelto loco viviendo en la cuidad, siendo que él también había nacido y criado en aquel campo. Pero lo sabía, Leo era un gran hombre que se adaptaba a cualquier situación de cambio. Y Liam lo admirada… lo admiraba y lo quería como a un padre. Por eso mismo cada vez que el jefe
  • 27. llegaba todo el mundo estaba como loco arreglando y preparando todo. —Es como la decimoquinta vez que pierdes ese colgante, Liam —lo regañó ella pero no del todo. Le besó la frente y se acercó a las hornillas para revisar la comida que estaba preparando. La cena siempre comenzaba a prepararse antes del atardecer. —No es a propósito —aseguró él —Al parecer no le gusta estar en mi cuello. Maggie sonrió y lo miró de manera tierna.
  • 28. — ¿Ya está todo listo? Mira que hoy llega el señor Streep. —Sí, todo está listo. —Más te vale, Liam… —Mamá… bien sabes que me gusta que el jefe venga a encontrar todo en orden y en perfecto estado. —Si, lo sé. Pero solo te pregunto para que estés completamente seguro. No quiero que nada salga mal. Leonard… — sacudió la cabeza —Digo, el señor Streep se merece lo mejor.
  • 29. Liam puso los ojos en blanco. Si había alguien que se ponía quisquillosa con la llegada del jefe en aquel lugar, esa era su madre. Todos los trabajadores huían de ella despavoridos. Se ponía insoportable, histérica y sobre todo intratable. Liam creía saber la razón de sus nervios. Aunque ella jamás llegara a admitirlo, él sabía que su madre sentía algo especial por ese hombre. Y cuando volvía al campo, ella parecía perder los estribos. Los únicos que podían con ella en días así eran Cameron y él.
  • 30. Cameron Payne era más que un primo para Liam. Era como su hermano menor. El rubio se había mudado a vivir con ellos cuando su padre, había muerto en un accidente de campo. Liam y Maggi eran la única familia que le quedaba. Payne entró a la cocina y se detuvo a mirarlos. Liam le sonrió y se puso de pie. Pero dejó de sonreír al ver la cara de preocupación y frustración que tenía su primo. —¿Qué sucedió? —le preguntó al instante.
  • 31. —White —murmuró el rubio simplemente. Liam resopló. ¿Otra vez aquel caballo? ¿Cuándo iba a ser el día en que el corcel blanco no le diera dolores de cabeza? —¿Qué hizo ahora? —quiso saber. —Le ha dado un buen susto al pobre de Peter, casi lo golpea. Luego rompió su bozal, rompió un par de mecheras en las caballerizas, salió hecho una fiera, saltó la cerca y se metió por el bosque. Liam cerró los ojos y se masajeó el puente de la nariz. Ese caballo no
  • 32. cambiaba más. No había forma de que lo adiestrara. El muy cabeza dura jamás se terminaba de comportar. Solo le gustaba ser un caballo salvaje. Pero ¿Quién podría culparlo de ser así?, Nadie. El castaño se había encargado de criarlo… y jamás le había puesto verdaderamente los límites. Además de que se parecían demasiado. Podría decirse que hasta White estaba mimetizado con Liam. Por ejemplo: cuando él estaba enfermo, White también parecía estarlo. Cuando se sentía enojado, el caballo también.
  • 33. Cuando estaba contento, también él. Cuando se sentía atrapado, frustrado por el trabajo y quería salir corriendo y dejar todo en manos de alguien más… White hacía destrozos y huía al medio del bosque. Al parecer hoy el caballo también se había mimetizado con él… aquello que White había hecho era lo mismo que Justin quería hacer. Huir. Y no sabía exactamente por qué. La mayoría de las veces cuando su jefe venía al campo, él estaba contento. Pero hoy no era así.
  • 34. Hoy se sentía extraño. Algo le decía que pronto se sentiría más extraño aun. Giró para mirar a Maggi y le entregó una sonrisa galante. Ella casi siempre se quedaba tranquila cuando él le sonreía así. —¿Te dije que llamó, Evie? —le preguntó. Liam frunció el ceño. —No, no me lo habías dicho —resopló — ¿Qué te dijo? —Que está enojada contigo porque no le devuelves las llamadas y ya no la vas a ver…
  • 35. —¿Le dijiste que estoy muy ocupado? — inquirió mientras se acercaba a donde estaba parado Cameron y le hacía una seña de que comenzara a caminar. —Si, se lo dije… pero dice que como ella es tu novia tendría que ser tu prioridad. Liam soltó un lento suspiro. A veces Evie era demasiado ‘inmadura’. Y él sentía que necesitaba un respiro.
  • 36. —En la noche iré a verla… si vuelve a llamar dile eso. Su madre asintió y ellos dos salieron de la casa. —Tú no estás realmente enamorado de Evangelina —habló Cam mientras ambos caminaban hacia la caballeriza. Liam iría a buscar a White. —¿Por qué lo dices? —preguntó extrañado. —Porque si la amaras realmente… le harías un espacio aunque te estuvieras muriendo. Solo estás con ella por
  • 37. costumbre. Y créeme cuando te digo que eso no es amor. —¿Y tú que sabes del amor? —inquirió divertido el castaño. —Yo estoy enamorado. Solo que soy un maldito cobarde y no me animo a decírselo. —¿Y por qué no te animas, tonto? —Liam, es la hija de un acensado. ¿Acaso no has visto como terminan ese tipo de romances? Si ella llegara a tener algo con un simple trabajador como yo, su familia sería capaz de darle la espalda
  • 38. y dejarla en la calle… en este caso en medio del campo. Liam esbozó una pequeña sonrisa y despeinó un poco el cabello del rubio. Cam apenas tenía 19 años y ya sufría de aquella manera tan pasional. —Gretta no es de esas que menosprecian a los chicos. Es más,… tú también le gustas. Cameron solo sonrió de medio lado. —Como saberlo las mujeres son tan difíciles y cambiantes que podría
  • 39. simplemente tenerme un cariño… como el que se le tiene a una mascota… —Tú no eres su mascota. —A veces parece. — ¿De qué hablas? —Solo dejémoslo así. Tenemos que irnos ya. Empieza a oscurecer.
  • 40. Capítulo 2. Buscaron por un largo rato y solo quedaban algunos minutos de luz. Estaban por rendirse. Pero Liam no pensaba hacerlo había prometido cuidar del caballo a aquella niña que se había mudado. Aquella tarde que intercambiaron regalos. Aquella tarde que dio su primer beso. Tomo la cadena que colgaba de su cuello y suspiro.
  • 41. —Liam, si no nos vamos ahora no podremos regresar. No habrá luz que nos guie. — ¿Podemos buscar tan siquiera un poco más? —Te doy 5 minutos. —Es lo que necesito. Recorrió el camino hacia donde se había escondido antes, y por fin ahí lo vio. Parado en medio del claro, con la luz de la luna iluminándolo como si fuera el estelar de un espectáculo. No llevaba
  • 42. una silla puesta así que lo tendría que montar a pelo. — ¿Por qué insistes en escapar? No podemos escapar. Y sabes que te encontrare. Pero de cualquier modo, ¿de qué estamos escapando? — se sintió extraño, no por estar hablando con White, sino por estar incluyéndose a sí mismo en aquella conversación. Salvaje. Pero que… ¿Qué estaba pasando? Jure escuchar… ¿Lo vas a cuidar por mí?
  • 43. ¿Qué le estaba sucediendo? Tengo miedo… Liam cerró los ojos y recordó aquella escena pero no como si él estuviera en ella, sino como si la estuviera viendo aquella niña de cabello castaño y ojos grises. El, parado frente a ella. Aquel beso. Abrió los ojos y sin darse cuenta tenía una lágrima en la mejilla, habían sido tiempos muy lindos, ¡como le encantaría volver a ellos! Sintió nostalgia por esa relación que nunca paso, por esos momentos que
  • 44. pudieron vivir. Pero sobre todo por aquello que si vivió, momentos con la que fue su mejor amiga, momentos que sin duda no se repetirían jamás, pues ella se encontraba lejos. Con otro suspiro, subió al caballo y cabalgo de vuelta a las caballerizas. Al llegar a su casa se encontró con que el señor Streep ya estaba allí. Él era un hombre alto que posiblemente fue muy atlético en su juventud, ahora aún se podía ver un poco el reflejo de aquello.
  • 45. Con el cabello negro con algunas canas y una sonrisa de comercial. Lo volteo a ver con aquellos ojos azules que podrían dar escalofríos. —Señor. ¿Cómo se encuentra? —Liam ¿acaso me vas a recibir así? —señor, no sé qué es lo que esperaba… —Pueden pasar a cenar… — dijo mi madre entre nerviosa y emocionada. —por supuesto, Margaret. —Puede llamarme Maggie… si quiere — sus mejillas se encendieron.
  • 46. Después de aquello, Maggie sirvió la cena. Y comieron en silencio. En aquella ocasión sin saber por qué, Liam se sintió más incómodo y nervioso de lo usual. Capítulo 3 Esa misma noche en una casa cercana. Evie se veía a sí misma en el espejo. No era fea. Tenía cabello castaño y ojos grises. Su piel era cambiante, como la de todos. En invierno era pálida y en verano su piel se veía un poco tostada. En esta ocasión, como era otoño, su piel estaba
  • 47. poniéndose cada vez más blanca y había algunas pecas en su cara. Comenzó a escribir su canción favorita en el cuaderno que usaba para sus cosas personales. Uhoo oh sí, La da da una No me malinterpreten, Me encanta lo que soy No quiero ser ingrato Probablemente suena extraño Me encanta el papel que desempeñan Las canciones que cantan
  • 48. Pero con toda la fama Las cosas que parecen tan simples, de repente, llegan tan lejos de Deseo que pudieran ver que debajo de ... Yo solo soy una chica normal! A veces soy perezoso Me aburro Me da miedo Me siento ignorado Me siento feliz, me pongo tonta Me ahogo con mis propias palabras Puedo hacer preguntas, tengo sueños Y todavía quiero creer
  • 49. Cualquier cosa puede pasar en este mundo, Para una chica normal Al igual que usted, como yo Para una chica normal Al igual que usted, como yo ¿Cómo estás? Hola, Adiós Un día aquí, Un día Y otra vez es tiempo de ir Miss popular siempre en el camino Pero mi mejor pie adelante Tengo que seguir adelante con el show Una pose para la portada de una
  • 50. revista Cada que llego, llego alto y cinco de Ellos me pagan más grande que la vida (Yeaheaaaa) Yo solo soy una chica normal! A veces soy perezosa Me aburro Me da miedo Me siento ignorado (Sí) Me siento feliz, me pongo tonta Me ahogo con mis propias palabras Puedo hacer preguntas, tengo sueños Y todavía quiero creer
  • 51. Cualquier cosa puede pasar en este mundo, Para una chica normal Por lo tanto, dar todo o nada en absoluto Vuelve sobre su sentir cuando Usted tropezar y caer Un poco de suerte puede ir un largo camino Así que no te preocupes por lo que la gente dice ¿Quién sabe cuando el viento puede soplar Para una chica normal .. (Mmmm)
  • 52. Yo solo soy una chica normal A veces soy perezosa Me aburro Me da miedo Me siento ignorado Me siento feliz, me pongo tonta Me ahogo con mis propias palabras Puedo hacer preguntas, tengo sueños Y todavía quiero creer Cualquier cosa puede pasar en este mundo, Para una chica normal Al igual que usted, como yo (Sí)
  • 53. Para una chica normal Al igual que usted, como yo Para una chica normal (Mmmmm) Para una chica normal Como yo, te gusta ... Al terminar de escribirla, sonó el timbre. Al bajar supo quién era al instante. Su novio. A diferencia de los primeros meses, llevaba ya un tiempo sin sentir más que afecto o cariño cuando lo veía, cuando lo besaba no sentía lo que antes sintió, y lo comprobó en ese instante
  • 54. cuando le dio un beso corto de bienvenida. Ya nada era lo mismo, el seguía igual de guapo, ella exactamente igual, pero ninguno de los dos sentía lo mismo que antes si es que el alguna vez sintió algo fuerte, pues era bien sabido de la relación que tuvo con Mayra, la hija del inspector y sobrina del dueño. Decidió por fin hacer algo al respecto, y quería quedar con su dignidad intacta pues si el la terminaba a ella, sería malo, al menos para ella.
  • 55. - Evie… no sé cómo decirte esto, te quiero, pero siento que algo falta en mi vida y… - No hables, yo tenía algo que decirte. - Pues dime- dijo aliviado. - Hace ya mucho tiempo, hablando sinceramente que te noto extraño y también ya hace tiempo que no siento lo mismo, la verdad me parece que deberíamos terminar… - Gracias. - ¿Por qué?
  • 56. - Por ahorrármelo, realmente buscaba una forma amable de decírtelo… - Calla, lo mejor será que te vayas a tu casa, ya está oscuro. - Te quiero. - Y yo a ti. - Espero que sigamos siendo amigos. - Yo también. - Bueno, Ev, me retiro, que pases buena noche. - Igual tu Liam.
  • 57. Y entonces se retiró. Al contrario de lo que ambos pensaron, esa noche no hubo lágrimas. Ambos fueron sinceros y ninguno salió lastimado. Ningún corazón roto. Eso era bueno para ambos.
  • 58. Capítulo 4 Dos años después Su primo había conseguido la chica que quería, Evie estaba comprometida. Todos tenían ya 21 años. El seguía con el mismo sentimiento de que algo le faltaba. Aquella tarde cabalgaba con White en los alrededores del lago. Ahí recordó miles de momentos de niño, nadando con Mayra, paseando, lanzando rocas y haciendo todo tipo de cosas que
  • 59. hacían los niños, alguna vez de sentaron en la orilla y discutieron sobre el por qué los patos se habían ido por el invierno… Suspiro. Lindos recuerdos de lindos tiempos. Regreso montado en White y esa noche se fue a dormir con una sensación extraña.
  • 60. Epilogo Días después… Liam se encontraba aquella tarde en las caballerizas, mientras el atardecer ocurría afuera, el cepillaba a White y se quitaba hojas secas de las botas. Y ese era el único sonido. De repente justo cuando el sol proyectaba montones de sombras en la caballeriza una voz dulce penetro aquel espacio de tranquilidad.
  • 61. -¿Quién anda ahí? – y se escucharon pisadas, un grito ahogado y de nuevo la voz - ¿acaso eres tú, White? Y de entre las sombras proyectadas por el sol salió una chica, rubia con el cabello ondulado suelto, y ojos azules y relucientes brillando en su cara. Tardo un segundo en reconocerla. Ella se acercó lentamente al caballo blanco y Liam bajo la protección de las sombras la observo con una sonrisa. -White… soy yo… ¿no me reconoces?
  • 62. -Lo he cuidado todo este tiempo, tal como me lo pediste… -¡Salvaje! – ella le rodeo el cuello con los brazos y al separarse se vieron a los ojos. Viendo algunas lágrimas saliendo de los ojos de la chica y entendió una frase que decía su rostro. “aun te quiero” Y esas tres palabras lo hicieron entender por qué sentía que algo le faltaba. Lo había descubierto. Y el sentimiento había desaparecido.