insomnio, vino y puro

1. Irrepetible
Vientos cambiantes en tu vida te hacen tomar rumbos inesperados, como a
veces sucede con las cosas más medidas y estudiadas; viene la vida y te lo
cambia todo. Quizás sea la grandeza de la improvisación, o la miseria del
cambio, o el suceso del presente más tangible, quién lo sabe.
El ahora es lo que tienes; por más que puedas aprender del pasado, el ahora
lo puede todo, tanto como la incertidumbre gobierna el futuro, por más que lo
elucubremos.
Barruntando momentos felices, a instantes infinitos, si no aprendes a construir
tu propio ahora tú solito, alguien lo hará por ti, eso es seguro. Pocas veces
sucede que nos paramos a poner el pie firme en el suelo, a sentir la tierra bajo
ti, viva e inmensa, a diseñar nuestro ahora mismo. No tenemos más.
Algunos hablan de la felicidad desde la construcción de castillos en el aire, un
trabajar duro hoy para poder disfrutar de un incierto mañana –quizás yo
mismo más de mil veces-; pero como dice la película, el mañana nunca
muere. Aún a riesgo de que ni siquiera viva para ti, ese mañana siempre es un
objetivo, nunca una realidad.
Pocas veces tenemos la conciencia plena de la realidad del ahora. La
dimensión del momento, la intensidad de lo que haces que tiene tintes y visos
de exclusividad. ¿A qué sabe el amor?, ¿cuánta alegría existe tras de una
sonrisa?, ¿cómo es el esfuerzo de tu propia superación? ¿cuál es la esencia
del respirar?.
Todo, de inmediato pasa a alimentar la mochila del pasado y tan sólo queda lo
aprendido, que servirá de leve patrón con qué comparar otro momento
irrepetible. Si eres consciente de cada momento, estarás más cerca de la
felicidad, o al menos de tu propia felicidad, siendo plena o al menos,
consciente.
Hay que saber pedir perdón por la acción, por lo realizado, por lo
experimentado, pero nunca la inacción puede llenar el vacío alimentado por el
miedo. Un amigo me enseñó que el miedo es el doctor “¿y si?”, la emoción
que te lleva a la acción o precisamente a lo contrario. ¿cuánto vale un instante
de tu vida?
Quizás demasiadas preguntas a las que muchas veces no sabemos
responder: la prisa hace efímero el momento; la esencia de la vida muy a
menudo pasa desapercibida como los colores, los paisajes o los sabores que
no disfrutamos. Una segunda vez nunca superará el misterio irrepetible y la
curiosidad que suscita una primera. Si te pasa desapercibida o, ni siquiera
eso, igual vas demasiado rápido y cuando te des cuenta hayan desaparecido
cosas, personas o situaciones queridas. La vida nunca espera.