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LA EUROPEIZACIÓN DE MATURANA

                     Por Lácides Martínez Ávila

No porque Colombia haya salido adelante en su grupo, nos íbamos
a abstener de escribir el presente artículo, que empezamos a
bosquejar tras haber observado los partidos de la selección
Colombia contra Ecuador y Paraguay en el marco de las
eliminatorias para el mundial de Italia 90. Antes bien, considerarnos
que ahora es más oportuno y hasta necesario.

Lo peor que le pudo ocurrir a la selección Colombia fue la gira que
hizo el año anterior por Europa. No, desde luego, por los resultados
de los partirlos, que fueron muy buenos, sino por la transformación
que causó en el técnico Francisco “Pacho” Maturana. Como se
recordará, éste se quedó, al final de dicha gira, presenciando los
partidos de la Eurocopa, cosa que, aunque no venga al caso,
también hacían por aquellas calendas Gabriel Ochoa Uribe y Carlos
Salvador Bilardo.

Cuando Maturana regresó de allá, llegó transformado: con otra
mentalidad, con otra manera de ver el fútbol. Quedó obsesionado
por el fútbol de fuerza de los europeos, y ya no volvió a pensar en el
fútbol técnico y vistoso que hasta entonces lo había caracterizado.
En una palabra, se europeizó, para desgracia del fútbol no
solamente de Colombia sino de Sudamérica.
El fenómeno del europeísmo nos ha afectado tradicionalmente a
nosotros los latinoamericanos en todas las esferas de la cultura. En
filosofía, por ejemplo, sólo desde hace poco tiempo se ha venido
planteando algo así como un “desprendimiento” de Europa, y ha
sido en los últimos foros filosóficos donde se ha ventilado
insistentemente la factibilidad de una filosofía auténticamente
latinoamericana, libre de los habituales lazos europeizantes.

El deporte, y en particular el fútbol, no iba a ser una excepción de
esta tendencia. Y es así cómo, en el caso específico nuestro, Pacho
Maturana se nos volvió de la noche a la mañana un europeísta,
arrojando por la borda todo su acervo futbolístico extraído de las
mismas entrañas de Sudamérica.

Cuando Colombia empezó a exhibir aquel fútbol de técnica,
habilidad y picardía, cuyo máximo timonel era precisamente el
genial Pacho Maturana, desde todos los rincones del continente se
comenzó a ver en el fútbol colombiano el renacer vigoroso del típico
fútbol sudamericano, tanto que, si mal no recordamos, el propio
Pelé manifestó que Colombia practicaba el mejor y verdadero fútbol
de Sudamérica. Y no es estólido asegurar que la designación del
Pibe Valderrama como el mejor jugador de la Copa América 87 en
Argentina, se hizo, más que por lo realizado individualmente por el
Pibe, para hacerle un merecido reconocimiento al brillante fútbol de
la selección Colombia, en cabeza de su jugador más llamativo.
En las páginas de los periódicos y en la radio se empezó a hablar
entonces de que Colombia, al fin, había encontrado su verdadera
identidad futbolística.
Pero vino la malhadada gira a Europa, que lo estropeó todo.
Maturana retornó de allí con otros esquemas mentales para
concebir el fútbol; se le estereotipó la idea del fútbol de fuerza. Mala
elección, lamentable desacierto, no sabemos si motu proprio o
inducido por alguien.

Porque nosotros, los de esta parte del hemisferio, tenemos que
reconocer que no poseemos la configuración físico-atlética de los
europeos. Ya sea por razones genéticas o por razones
socioeconómicas --no sabemos--, los europeos suelen estar
dotados de una mayor envergadura física que nosotros. Mal
podríamos entonces tratar de desarrollar frente a ellos un fútbol de
fuerza para vencerlos. Debemos emplear otros recursos: la astucia,
el ingenio, la habilidad, en fin, lo que se ha dado en llamar la malicia
indígena.

Si se nos permite recurrir a la mitología griega, bien pudiéramos
decir que el europeo representa a Aquiles, el símbolo de la fortaleza
y la impetuosidad, mientras que nosotros los indoamericanos
representaríamos a Ulises, el hombre que, sin ser débil, basó sus
triunfos más que todo en la astucia y el ingenio. Recuérdese que
fue él quien ideó el famoso caballo de Troya y quien, para vencer al
cíclope, no se enfrentó fuerza a fuerza con él, sino que esperó a
que se durmiera para clavarle una varilla incandescente en el ojo y
salir luego de la cueva con sus compañeros abrazados del vientre
de las ovejas.

En otro ámbito de la mitología, el hombre europeo encarnaría a
Heracles y el indoamericano a Dédalos. Es, en resumen, de
elemental lógica que no conviene enfrentar con la fuerza a quien es
más fuerte que uno.
No se trata —entiéndase bien— de que juguemos como las
hermanitas de la caridad o como enclenques petimetres, ¡ni más
faltaba!, sino simplemente de que la técnica y la habilidad
prevalezcan sobre la fuerza y el choque corporal. Tampoco nos
estamos refiriendo aquí a que se utilicen o se dejen de utilizar dos
volantes de marca. ¡Nada de eso! Estamos hablando, es, del estilo
general de juego, del modo de jugar todo el equipo. Creemos que
es un problema más de concepción que de estrategia.

Jugando exquisita y técnicamente, a base de toques cortos y
precisos, Colombia le ganó fácilmente a Paraguay en Argentina 3 -
0 hace dos años. En cambio, este año, jugando con base en la
fuerza y en los pelotazos largos, tuvo dificultades para vencerle en
Barranquilla. El mismo Ecuador, que, según confesiones públicas,
está intentando imitar el fútbol que practicaba Colombia hasta
mediados del año pasado, superó en las recientes eliminatorias a
Paraguay, pese a que no posee aún la capacidad futbolística de
nuestro país, lo que nos lleva a pensar que si nuestra selección
hubiese retomado el fútbol que en sus comienzos le imprimió
Francisco Maturana, habría ganado el grupo con mayor facilidad
que como lo acaba de lograr.

Una realidad inocultable es la de que siempre que nuestras
selecciones de fútbol basaron su juego en la fuerza en lugar de la
técnica, resultaron eliminadas. Así, por ejemplo, las de Vidinic,
Bilardo y Ochoa. En cambio, la que dirigiera Efraín “Caimán”
Sánchez en 1975, en la cual predominaba la habilidad sobre la
fuerza, alcanzó el subtítulo sudamericano.

Pacho Maturana no debió cambiar nunca. Lo que se imponía era un
perfeccionamiento de ese estilo netamente sudamericano y no su
sustitución por otro sistema, ya que no se justifica imitar el fútbol
europeo, si se tiene en cuenta que las estadísticas de la historia
señalan que Sudamérica ha obtenido mayores logros en casi todos
los niveles. Y no es arbitrario afirmar que en los actuales momentos
los países cuyo fútbol está “mandando la parada” en Europa son
aquellos que han recibido mayor influencia sudamericana, tales
como Italia, España y Portugal.

Al Pibe Valderrama también lo envolvió el mismo fenómeno de la
europeización, claro está que no por espontaneidad de él, sino por
la circunstancia de haber sido vendido al fútbol francés. Recuérdese
que cuando el Pibe llegó al Montpellier y jugó algunos partidos
amistosos, lo hizo con su fútbol original y hasta marcó goles. Pero
después se le exigió que tenía que chocar y jugar con fortaleza,
para lo cual el Pibe no está hecho ni posee contextura física, y, por
supuesto, no dio los resultados pretendidos por el técnico Pierre
Mosca, de tal suerte que ahora ni juega habilidosamente ni ejerce
con propiedad el papel de jugar con fuerza y al choque. Y, para
colmo de males, llega a la selección Colombia y encuentra a un
Maturana europeizado, que, al parecer, también le exige fuerza y
contención.

Resumamos, pues, diciendo que Francisco Maturana ha
equivocado la vía y que, si va al mundial de Italia con ese fútbol de
fuerza, lo más probable es que cualquier selección europea elimine
a Colombia en las primeras de cambio. Seguramente si Colombia
hubiera jugado ante Inglaterra basando su fútbol en la fuerza, no
habría logrado aquel histórico empate en Wembley, sino que, por el
contrario, habría salido mal librada. Ojalá el técnico Pacho Maturana
reflexione y rectifique a tiempo.

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  • 1. LA EUROPEIZACIÓN DE MATURANA Por Lácides Martínez Ávila No porque Colombia haya salido adelante en su grupo, nos íbamos a abstener de escribir el presente artículo, que empezamos a bosquejar tras haber observado los partidos de la selección Colombia contra Ecuador y Paraguay en el marco de las eliminatorias para el mundial de Italia 90. Antes bien, considerarnos que ahora es más oportuno y hasta necesario. Lo peor que le pudo ocurrir a la selección Colombia fue la gira que hizo el año anterior por Europa. No, desde luego, por los resultados de los partirlos, que fueron muy buenos, sino por la transformación que causó en el técnico Francisco “Pacho” Maturana. Como se recordará, éste se quedó, al final de dicha gira, presenciando los partidos de la Eurocopa, cosa que, aunque no venga al caso, también hacían por aquellas calendas Gabriel Ochoa Uribe y Carlos Salvador Bilardo. Cuando Maturana regresó de allá, llegó transformado: con otra mentalidad, con otra manera de ver el fútbol. Quedó obsesionado por el fútbol de fuerza de los europeos, y ya no volvió a pensar en el fútbol técnico y vistoso que hasta entonces lo había caracterizado. En una palabra, se europeizó, para desgracia del fútbol no solamente de Colombia sino de Sudamérica. El fenómeno del europeísmo nos ha afectado tradicionalmente a nosotros los latinoamericanos en todas las esferas de la cultura. En filosofía, por ejemplo, sólo desde hace poco tiempo se ha venido planteando algo así como un “desprendimiento” de Europa, y ha sido en los últimos foros filosóficos donde se ha ventilado insistentemente la factibilidad de una filosofía auténticamente latinoamericana, libre de los habituales lazos europeizantes. El deporte, y en particular el fútbol, no iba a ser una excepción de esta tendencia. Y es así cómo, en el caso específico nuestro, Pacho Maturana se nos volvió de la noche a la mañana un europeísta, arrojando por la borda todo su acervo futbolístico extraído de las mismas entrañas de Sudamérica. Cuando Colombia empezó a exhibir aquel fútbol de técnica, habilidad y picardía, cuyo máximo timonel era precisamente el genial Pacho Maturana, desde todos los rincones del continente se
  • 2. comenzó a ver en el fútbol colombiano el renacer vigoroso del típico fútbol sudamericano, tanto que, si mal no recordamos, el propio Pelé manifestó que Colombia practicaba el mejor y verdadero fútbol de Sudamérica. Y no es estólido asegurar que la designación del Pibe Valderrama como el mejor jugador de la Copa América 87 en Argentina, se hizo, más que por lo realizado individualmente por el Pibe, para hacerle un merecido reconocimiento al brillante fútbol de la selección Colombia, en cabeza de su jugador más llamativo. En las páginas de los periódicos y en la radio se empezó a hablar entonces de que Colombia, al fin, había encontrado su verdadera identidad futbolística. Pero vino la malhadada gira a Europa, que lo estropeó todo. Maturana retornó de allí con otros esquemas mentales para concebir el fútbol; se le estereotipó la idea del fútbol de fuerza. Mala elección, lamentable desacierto, no sabemos si motu proprio o inducido por alguien. Porque nosotros, los de esta parte del hemisferio, tenemos que reconocer que no poseemos la configuración físico-atlética de los europeos. Ya sea por razones genéticas o por razones socioeconómicas --no sabemos--, los europeos suelen estar dotados de una mayor envergadura física que nosotros. Mal podríamos entonces tratar de desarrollar frente a ellos un fútbol de fuerza para vencerlos. Debemos emplear otros recursos: la astucia, el ingenio, la habilidad, en fin, lo que se ha dado en llamar la malicia indígena. Si se nos permite recurrir a la mitología griega, bien pudiéramos decir que el europeo representa a Aquiles, el símbolo de la fortaleza y la impetuosidad, mientras que nosotros los indoamericanos representaríamos a Ulises, el hombre que, sin ser débil, basó sus triunfos más que todo en la astucia y el ingenio. Recuérdese que fue él quien ideó el famoso caballo de Troya y quien, para vencer al cíclope, no se enfrentó fuerza a fuerza con él, sino que esperó a que se durmiera para clavarle una varilla incandescente en el ojo y salir luego de la cueva con sus compañeros abrazados del vientre de las ovejas. En otro ámbito de la mitología, el hombre europeo encarnaría a Heracles y el indoamericano a Dédalos. Es, en resumen, de elemental lógica que no conviene enfrentar con la fuerza a quien es más fuerte que uno.
  • 3. No se trata —entiéndase bien— de que juguemos como las hermanitas de la caridad o como enclenques petimetres, ¡ni más faltaba!, sino simplemente de que la técnica y la habilidad prevalezcan sobre la fuerza y el choque corporal. Tampoco nos estamos refiriendo aquí a que se utilicen o se dejen de utilizar dos volantes de marca. ¡Nada de eso! Estamos hablando, es, del estilo general de juego, del modo de jugar todo el equipo. Creemos que es un problema más de concepción que de estrategia. Jugando exquisita y técnicamente, a base de toques cortos y precisos, Colombia le ganó fácilmente a Paraguay en Argentina 3 - 0 hace dos años. En cambio, este año, jugando con base en la fuerza y en los pelotazos largos, tuvo dificultades para vencerle en Barranquilla. El mismo Ecuador, que, según confesiones públicas, está intentando imitar el fútbol que practicaba Colombia hasta mediados del año pasado, superó en las recientes eliminatorias a Paraguay, pese a que no posee aún la capacidad futbolística de nuestro país, lo que nos lleva a pensar que si nuestra selección hubiese retomado el fútbol que en sus comienzos le imprimió Francisco Maturana, habría ganado el grupo con mayor facilidad que como lo acaba de lograr. Una realidad inocultable es la de que siempre que nuestras selecciones de fútbol basaron su juego en la fuerza en lugar de la técnica, resultaron eliminadas. Así, por ejemplo, las de Vidinic, Bilardo y Ochoa. En cambio, la que dirigiera Efraín “Caimán” Sánchez en 1975, en la cual predominaba la habilidad sobre la fuerza, alcanzó el subtítulo sudamericano. Pacho Maturana no debió cambiar nunca. Lo que se imponía era un perfeccionamiento de ese estilo netamente sudamericano y no su sustitución por otro sistema, ya que no se justifica imitar el fútbol europeo, si se tiene en cuenta que las estadísticas de la historia señalan que Sudamérica ha obtenido mayores logros en casi todos los niveles. Y no es arbitrario afirmar que en los actuales momentos los países cuyo fútbol está “mandando la parada” en Europa son aquellos que han recibido mayor influencia sudamericana, tales como Italia, España y Portugal. Al Pibe Valderrama también lo envolvió el mismo fenómeno de la europeización, claro está que no por espontaneidad de él, sino por la circunstancia de haber sido vendido al fútbol francés. Recuérdese que cuando el Pibe llegó al Montpellier y jugó algunos partidos
  • 4. amistosos, lo hizo con su fútbol original y hasta marcó goles. Pero después se le exigió que tenía que chocar y jugar con fortaleza, para lo cual el Pibe no está hecho ni posee contextura física, y, por supuesto, no dio los resultados pretendidos por el técnico Pierre Mosca, de tal suerte que ahora ni juega habilidosamente ni ejerce con propiedad el papel de jugar con fuerza y al choque. Y, para colmo de males, llega a la selección Colombia y encuentra a un Maturana europeizado, que, al parecer, también le exige fuerza y contención. Resumamos, pues, diciendo que Francisco Maturana ha equivocado la vía y que, si va al mundial de Italia con ese fútbol de fuerza, lo más probable es que cualquier selección europea elimine a Colombia en las primeras de cambio. Seguramente si Colombia hubiera jugado ante Inglaterra basando su fútbol en la fuerza, no habría logrado aquel histórico empate en Wembley, sino que, por el contrario, habría salido mal librada. Ojalá el técnico Pacho Maturana reflexione y rectifique a tiempo.