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Aua,la
    huerfanita
 Había una vez un hombre viudo que
 tenía una hija llamada Aua. El hombre
 casó de nuevo y de este matrimonio
 hubo otra hija, que era tan querida
 como odiada aquélla. Una noche,
 mientras la pequeña Aua dormía, se le
 apareció su madre y le habló de esta
 manera: - Hija mía, mañana tu
 madrastra te dará una piel de carnero
 para que la laves en el río Amarillo. No le
 contestes. Ponte en camino para lavar la
 piel que tu hermanastra Alimata ha
 ensuciado. Vete sin temor, pues
 dondequiera que tú vayas, yo estaré
 siempre cerca de ti. A la mañana
 siguiente, sucedió como había advertido
 la aparición.               46
Autor: Amy Brown origen: Barcelona
• Y Aua fue enviada al río Amarillo a
  lavar la piel de carnero. Hallábase en
  camino cuando estalló una espantosa
  tormenta. Aua divisó una choza a lo
  lejos y corrió para refugiarse en ella.
  Pero la choza huía, huía de la
  muchacha. Hasta que Aua consiguió
  darle alcance, no sin haberse calado
  hasta los huesos. Un perro peludo
  guardaba la choza y el perro dijo: -
  Linda Aua, puedes entrar. Aua no se
  hizo rogar. Penetró en la choza y en el
  fondo del albergue vio colgada una
  enorme pierna de buey. El peludo
  perro era el esclavo y guardián de esta
  pierna de buey que, a su vez, dijo al
  perro:                   47
• - Haz sentar a esta niña en la esterilla. El
  enorme perro peludo invitó a Aua a
  sentarse, y la niña se sentó. Al cabo de
  un rato, la Pierna de Buey ordenó al
  perro, su esclavo: - Dale a la niña algo
  con que pueda preparar su comida. Y el
  perro dio a la niña dos granos de arroz, y
  cuando ella los puso a cocer en la
  marmita, los granos se hincharon hasta
  llenarla por completo. Cocido el arroz,
  Aua lo sacó de la marmita y vio,
  sorprendida, que estaba condimentado
  con grasa. Y comió, Aua, hasta que hubo
  satisfecho su apetito y, entonces, lo que
  quedaba en la marmita desapareció
  como por encanto. Aua pasó así ocho
  días en esta choza, habiendo por
  compañía al perro fiel y a la hospitalaria
  Pierna de Buey. Día y noche se
                              48
  alimentaba de arroz con carne grasa, y el
  manjar mucho le apetecía.
• En la noche del octavo día, la Pierna
  de Buey dijo al perro: - Di a la niña
  que venga a darme masaje. Sin
  hacerse rogar, la niña prestó sumisa el
  servicio pedido. Entonces la Pierna de
  Buey dijo: - Veo que realmente eres
  una niña dechado de bondad. Vuelve
  a casa de tu padre, pero, antes de
  partir, toma estos dos huevos. Cuando
  llegues a un sitio donde no oigas
  ninguna voz, rómpelos. Aua tomó los
  dos huevos y se puso en camino para
  regresar a la choza paterna.




                           49
• No se hallaba muy lejos de la de
  Pierna de Buey, cuando oyó voces
  de gentes invisibles que le gritaban:
  - ¡Rompe los huevos, que nosotros
  los sorberemos! En la noche del
  octavo día, la Pierna de Buey dijo al
  perro: - Di a la niña que venga a
  darme masaje. Sin hacerse rogar, la
  niña prestó sumisa el servicio
  pedido. Entonces la Pierna de Buey
  dijo: - Veo que realmente eres una
  niña dechado de bondad. Vuelve a
  casa de tu padre, pero, antes de
  partir, toma estos dos huevos.
  Cuando llegues a un sitio donde no
  oigas ninguna voz, rómpelos
                           50
• . Aua tomó los dos huevos y se puso
  en camino para regresar a la choza
  paterna. No se hallaba muy lejos de la
  de Pierna de Buey, cuando oyó voces
  de gentes invisibles que le gritaban: -
  ¡Rompe los huevos, que nosotros los
  sorberemos! La pequeña Aua
  prosiguió su ruta sin impresionarse
  por las voces misteriosas que le
  gritaban órdenes. Por fin llegó a un
  sitio solitario; no había ni un solo
  guijarro y no se percibía el menor
  ruido.




                           51
Entonces dejó caer uno de
los huevos sobre el suelo y el
huevo se rompió. Caballeros,
guerreros armados de
fusiles, esclavos y esclavas,
salieron de aquel huevo. Aua
rompió el otro huevo:
montones de alhajas,
vestidos suntuosos y toda
clase de animales
domésticos salieron de éste.
                    52
• Mandó entonces a uno de los caballeros:
  - Di a mi padre que estoy de vuelta para
  abrazarle. El caballero entró en el pueblo
  en el momento en que el jefe, habiendo
  convocado a todos los hombres por
  medio del tambor, tomaba disposiciones
  para rechazar a la escolta de la
  huerfanita, a quien tomara por una
  columna enemiga. El rey, acompañado
  del padre de Aua, salió al encuentro de
  la joven y la condujeron, montada en un
  soberbio caballo, a la choza paterna.
  Pasaron unos días, y la madrastra, celosa
  de ver a Aua tan parecida a una reina,
  dio a su hija Alimata la piel de carnero
  que antes confiara a su hijastra, para que
  fuera a lavarla, también, al río Amarillo.
  Alimata obedeció. Como anteriormente
  su hermanastra, ella encontró la choza
  fugitiva.                  53
• Como Aua, también la persiguió en
  medio de una espantosa tormenta y
  se caló hasta los huesos. Llegó por fin
  delante de la choza de Pierna de Buey.
  El enorme perro peludo la invitó a
  entrar. - ¡Ah! - exclamó ella -. ¡Cuanto
  más vieja una se hace, más cosas se
  ven! ¡Un perro que habla! Y así que
  hubo entrado, la Pierna de Buey
  ordenó al perro que la invitase a
  sentarse. - ¡Otra maravilla! - exclamó -
  . ¡Carne que habla! A la noche,
  siempre obedeciendo las órdenes de
  Pierna de Buey, el enorme perro
  peludo dio a Alimata dos granos de
  arroz para que preparase su cena. La
  atolondrada se enfadó y gritó: - ¡Ah!
  ¿Así obsequian a los forasteros? ¿Qué
  plato puede prepararse con dos
  granos de arroz?          54
• Y acostóse sin haber comido. A la mañana
  siguiente, Pierna de Buey la despidió, no sin
  haberle regalado dos huevos, que le
  recomendó no rompiera hasta pasar por un
  lugar donde no se percibiera voz ninguna.
  Alimata partió sin dar ni siquiera las gracias.
  Pronto oyó voces que le gritaban: - ¡Rompe
  los huevos! ¡Rompe los huevos! Y
  apresuróse a romperlos, dejándolos caer
  sobre una piedra. Al instante, ciegos, cojos,
  bestias feroces, sapos, escorpiones y
  alacranes, salieron de los dos huevos rotos
  contra las recomendaciones de Pierna de
  Buey. Y se lanzaron todos sobre ella, y la
  mordieron, picaron y destrozaron, teniendo
  Alimata un fin tan horroroso, como feliz
  había sido el de la obediente y bondadosa
  Aua.
     "Cuentos Populares Africanos." Hadaluna. Bruce
                                                      55
     Deboer, 2000. Web.
     <http://www.hadaluna.com/indices/africaindex.
     htm>.
MORALEJA
La Moraleja y reflexión de
 este cuento es que debes
    de ser obediente de
 seguir las reglas que se te
 indiquen ya sean fáciles o
  difíciles, sin importar los
    obstáculos que se te
     presenten hay que
          cumplirlas. 56

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  • 1. Aua,la huerfanita Había una vez un hombre viudo que tenía una hija llamada Aua. El hombre casó de nuevo y de este matrimonio hubo otra hija, que era tan querida como odiada aquélla. Una noche, mientras la pequeña Aua dormía, se le apareció su madre y le habló de esta manera: - Hija mía, mañana tu madrastra te dará una piel de carnero para que la laves en el río Amarillo. No le contestes. Ponte en camino para lavar la piel que tu hermanastra Alimata ha ensuciado. Vete sin temor, pues dondequiera que tú vayas, yo estaré siempre cerca de ti. A la mañana siguiente, sucedió como había advertido la aparición. 46 Autor: Amy Brown origen: Barcelona
  • 2. • Y Aua fue enviada al río Amarillo a lavar la piel de carnero. Hallábase en camino cuando estalló una espantosa tormenta. Aua divisó una choza a lo lejos y corrió para refugiarse en ella. Pero la choza huía, huía de la muchacha. Hasta que Aua consiguió darle alcance, no sin haberse calado hasta los huesos. Un perro peludo guardaba la choza y el perro dijo: - Linda Aua, puedes entrar. Aua no se hizo rogar. Penetró en la choza y en el fondo del albergue vio colgada una enorme pierna de buey. El peludo perro era el esclavo y guardián de esta pierna de buey que, a su vez, dijo al perro: 47
  • 3. • - Haz sentar a esta niña en la esterilla. El enorme perro peludo invitó a Aua a sentarse, y la niña se sentó. Al cabo de un rato, la Pierna de Buey ordenó al perro, su esclavo: - Dale a la niña algo con que pueda preparar su comida. Y el perro dio a la niña dos granos de arroz, y cuando ella los puso a cocer en la marmita, los granos se hincharon hasta llenarla por completo. Cocido el arroz, Aua lo sacó de la marmita y vio, sorprendida, que estaba condimentado con grasa. Y comió, Aua, hasta que hubo satisfecho su apetito y, entonces, lo que quedaba en la marmita desapareció como por encanto. Aua pasó así ocho días en esta choza, habiendo por compañía al perro fiel y a la hospitalaria Pierna de Buey. Día y noche se 48 alimentaba de arroz con carne grasa, y el manjar mucho le apetecía.
  • 4. • En la noche del octavo día, la Pierna de Buey dijo al perro: - Di a la niña que venga a darme masaje. Sin hacerse rogar, la niña prestó sumisa el servicio pedido. Entonces la Pierna de Buey dijo: - Veo que realmente eres una niña dechado de bondad. Vuelve a casa de tu padre, pero, antes de partir, toma estos dos huevos. Cuando llegues a un sitio donde no oigas ninguna voz, rómpelos. Aua tomó los dos huevos y se puso en camino para regresar a la choza paterna. 49
  • 5. • No se hallaba muy lejos de la de Pierna de Buey, cuando oyó voces de gentes invisibles que le gritaban: - ¡Rompe los huevos, que nosotros los sorberemos! En la noche del octavo día, la Pierna de Buey dijo al perro: - Di a la niña que venga a darme masaje. Sin hacerse rogar, la niña prestó sumisa el servicio pedido. Entonces la Pierna de Buey dijo: - Veo que realmente eres una niña dechado de bondad. Vuelve a casa de tu padre, pero, antes de partir, toma estos dos huevos. Cuando llegues a un sitio donde no oigas ninguna voz, rómpelos 50
  • 6. • . Aua tomó los dos huevos y se puso en camino para regresar a la choza paterna. No se hallaba muy lejos de la de Pierna de Buey, cuando oyó voces de gentes invisibles que le gritaban: - ¡Rompe los huevos, que nosotros los sorberemos! La pequeña Aua prosiguió su ruta sin impresionarse por las voces misteriosas que le gritaban órdenes. Por fin llegó a un sitio solitario; no había ni un solo guijarro y no se percibía el menor ruido. 51
  • 7. Entonces dejó caer uno de los huevos sobre el suelo y el huevo se rompió. Caballeros, guerreros armados de fusiles, esclavos y esclavas, salieron de aquel huevo. Aua rompió el otro huevo: montones de alhajas, vestidos suntuosos y toda clase de animales domésticos salieron de éste. 52
  • 8. • Mandó entonces a uno de los caballeros: - Di a mi padre que estoy de vuelta para abrazarle. El caballero entró en el pueblo en el momento en que el jefe, habiendo convocado a todos los hombres por medio del tambor, tomaba disposiciones para rechazar a la escolta de la huerfanita, a quien tomara por una columna enemiga. El rey, acompañado del padre de Aua, salió al encuentro de la joven y la condujeron, montada en un soberbio caballo, a la choza paterna. Pasaron unos días, y la madrastra, celosa de ver a Aua tan parecida a una reina, dio a su hija Alimata la piel de carnero que antes confiara a su hijastra, para que fuera a lavarla, también, al río Amarillo. Alimata obedeció. Como anteriormente su hermanastra, ella encontró la choza fugitiva. 53
  • 9. • Como Aua, también la persiguió en medio de una espantosa tormenta y se caló hasta los huesos. Llegó por fin delante de la choza de Pierna de Buey. El enorme perro peludo la invitó a entrar. - ¡Ah! - exclamó ella -. ¡Cuanto más vieja una se hace, más cosas se ven! ¡Un perro que habla! Y así que hubo entrado, la Pierna de Buey ordenó al perro que la invitase a sentarse. - ¡Otra maravilla! - exclamó - . ¡Carne que habla! A la noche, siempre obedeciendo las órdenes de Pierna de Buey, el enorme perro peludo dio a Alimata dos granos de arroz para que preparase su cena. La atolondrada se enfadó y gritó: - ¡Ah! ¿Así obsequian a los forasteros? ¿Qué plato puede prepararse con dos granos de arroz? 54
  • 10. • Y acostóse sin haber comido. A la mañana siguiente, Pierna de Buey la despidió, no sin haberle regalado dos huevos, que le recomendó no rompiera hasta pasar por un lugar donde no se percibiera voz ninguna. Alimata partió sin dar ni siquiera las gracias. Pronto oyó voces que le gritaban: - ¡Rompe los huevos! ¡Rompe los huevos! Y apresuróse a romperlos, dejándolos caer sobre una piedra. Al instante, ciegos, cojos, bestias feroces, sapos, escorpiones y alacranes, salieron de los dos huevos rotos contra las recomendaciones de Pierna de Buey. Y se lanzaron todos sobre ella, y la mordieron, picaron y destrozaron, teniendo Alimata un fin tan horroroso, como feliz había sido el de la obediente y bondadosa Aua. "Cuentos Populares Africanos." Hadaluna. Bruce 55 Deboer, 2000. Web. <http://www.hadaluna.com/indices/africaindex. htm>.
  • 11. MORALEJA La Moraleja y reflexión de este cuento es que debes de ser obediente de seguir las reglas que se te indiquen ya sean fáciles o difíciles, sin importar los obstáculos que se te presenten hay que cumplirlas. 56