El hombre enfermo le contó al sacerdote que había descubierto una forma sencilla de orar sentándose frente a una silla vacía y hablando con Jesús como si estuviera sentado allí, lo cual había estado haciendo durante cuatro años. Antes de morir, el hombre se acercó a la silla, recostando su cabeza como si Jesús realmente hubiera estado ahí para recibirlo.