Una anciana de 80 años estaba llorando en el parque. Le contó a un hombre que en su casa tenía un marido de 32 años que la atendía y consentía todo el día, desde prepararle desayunos y almuerzos caseros hasta hacerle el amor varias veces al día, pero ella no podía dejar de llorar porque se había olvidado de dónde vivía.