El documento discute las diferencias entre género morfológico y sexo, y explica que el género no implica posturas machistas o feministas. También explica que el género masculino en español es inclusivo y puede referirse a términos masculinos y femeninos, mientras que el femenino es exclusivo. Finalmente, argumenta que la lengua en sí misma no es discriminatoria y que el contexto es importante para entender significados.
MUY INTERESANTE Es la primera gramática académica desde 1931 y ofrece el resultado de once años de trabajo de las veintidós Academias de la Lengua Española, fijando la norma lingüística para todos los hispanohablantes.
He observado como algunos "ilustrados", políticos, profesores en escuelas y universidades, periodistas, locutores y un sinnúmero de diferentes teóricos, empujados por la presión de un "hembrismo" creciente, se ven compelidos a utilizar en su discurso, los elementos que se discuten en esta presentación. En lo personal me he opuesto radicalmente y me opondré siempre a tal tipo de estilo, no importa lo mal que caiga entre los feministas cualquier presentación o conferencia que haga sin incluir el "nuevo estilo".
Recuerdo hasta con amargo sabor, como una profesora enrostró a un profesor amigo que hacía una presentación sobre un nuevo sistema informático en nuestro recinto universitario, el utilizar un discurso de tipo "machista" al no haberse enrolado en el nuevo estilo en su exposición. Nada más ridículo. Espero que esta presentación pueda traer luz sobre este asunto y "reilustrar" a los "ilustrados" descarrilados.
Eric Olivero
MUY INTERESANTE Es la primera gramática académica desde 1931 y ofrece el resultado de once años de trabajo de las veintidós Academias de la Lengua Española, fijando la norma lingüística para todos los hispanohablantes.
He observado como algunos "ilustrados", políticos, profesores en escuelas y universidades, periodistas, locutores y un sinnúmero de diferentes teóricos, empujados por la presión de un "hembrismo" creciente, se ven compelidos a utilizar en su discurso, los elementos que se discuten en esta presentación. En lo personal me he opuesto radicalmente y me opondré siempre a tal tipo de estilo, no importa lo mal que caiga entre los feministas cualquier presentación o conferencia que haga sin incluir el "nuevo estilo".
Recuerdo hasta con amargo sabor, como una profesora enrostró a un profesor amigo que hacía una presentación sobre un nuevo sistema informático en nuestro recinto universitario, el utilizar un discurso de tipo "machista" al no haberse enrolado en el nuevo estilo en su exposición. Nada más ridículo. Espero que esta presentación pueda traer luz sobre este asunto y "reilustrar" a los "ilustrados" descarrilados.
Eric Olivero
1. El género morfológico y el sexo son dos conceptos completamente distintos y que no tienen nada
que ver porque el primero es una entidad gramatical y el segundo corretea bajo el amparo de la
genética; ahora bien, el género morfológico suele coincidir con el sexo del ser vivo al que se
refiere (el tigre / la tigresa). Así pues, el que un término sea masculino o femenino no guarda
ninguna relación con ningún tema referente al machismo ni al feminismo: que la palabra árbol sea
masculino no se traduce en que los primeros botánicos fueron machistas; y que el término ave sea
femenino no significa que la de ornitólogo sea una profesión para mujeres o afeminados.
Una vez aclarado esto, debemos recordar que, en español, el género no marcado es el masculino.
Esto quiere decir que con él podemos englobar términos femeninos y masculinos, y esta es la
razón de que a este género se le denomina inclusivo. Si digo: “Los ancianos abandonados
necesitan una atención constante”, me refiero a los hombres y a las mujeres de la tercera edad
que están pasando por esa situación. El género femenino, en cambio, es el exclusivo porque con él
solo se hace mención a términos femeninos y quedan fuera, por tanto, los masculinos; al decir:
“Las ancianas abandonadas necesitan una atención constante”, se excluye a los varones.
La presencia del género inclusivo es absolutamente necesaria en una lengua por una cuestión de
corrección y de economía lingüísticas; si no, imagínense que tuviéramos que decir, siguiendo con
el ejemplo anterior: “Los ancianos y las ancianas abandonados y abandonadas necesitan una
atención constante”. Este desdoblamiento defendido por sectores que equivocadamente desean
abanderar una “igualdad de género” en el ámbito lingüístico sería casi irrealizable en algunos
casos como este: “Ellos están enamorados”; ¿qué dirían estos “innovadores lingüísticos” aquí?:
¿”Él y ella están mutuamente enamorado y enamorada”, o quizás “Ella está enamorada de él y él
de ella”? Lo que no es posible es el uso de paréntesis —*“Los(as) ancianos(as) abandonados(as)
necesitan una atención constante”— y, menos aún, de signos matemáticos como la @:
*“Querid@s amig@s”.
La lengua, tengámoslo en cuenta, no es discriminatoria ni promueve actitudes machistas porque el
género inclusivo sea el masculino; la discriminación por motivos de sexo es una cuestión de
ámbito social, pero no lingüística. Cuando en mi centro de trabajo se convoca a los profesores a
una reunión académica, no se excluye a las profesoras porque se haya usado el masculino; ni
lógicamente quedan excluidas las mujeres cuando leemos el siguiente titular: “Los españoles
serán llamados a las urnas el próximo mes de mayo”. También hay que tener en cuenta que el
contexto ofrece significados distintos de un mismo término: “En Libia no se están respetando los
derechos fundamentales del hombre” (hombre: `Ser animado racional, varón o mujer´, DRAE);
“La mujer debería tener en el hombre un buen apoyo” (hombre: `Varón que ha llegado a la edad
adulta´, DRAE). No obstante, y solo cuando haya que romper cualquier tipo de ambigüedad, se
usarán ambos géneros: “Todos los policías, tanto hombres como mujeres, deben superar las
mismas pruebas físicas”.
No seamos partícipes, pues, del uso partidista y fraudulento que se hace del idioma por parte de
ciertos sectores políticos y sociales. Simplemente ocupémonos de hablar y escribir con propiedad,
corrección y sentido común.
José Juan Morcillo Pérez “La Tribuna” 11 de marzo 2011