El documento discute el uso de un lenguaje inclusivo. Argumenta que la exclusión es un fenómeno social y no gramatical, y que el uso del género masculino en español no excluye a las mujeres, sino que puede referirse a grupos mixtos. También señala que desdoblar los sustantivos, como "lectores y lectoras", se hace por razones políticas y no lingüísticas. Concluye que el género masculino cumple con la economía expresiva y no debería considerarse excluyente.
Caja de herramientas de inteligencia artificial para la academia y la investi...
Lenguaje Excluyente.
1. Lenguaje excluyente: Tomás Jurado Zabala (citado por Rithard Bolívar, 2013)
Se volvió común oír, a supuestos defensores de los derechos de la mujer, decir que cuando se expresa,
por ejemplo: “Los niños pequeños son indefensos, se está usando un lenguaje excluyente porque se está
dejando por fuera a las niñas”. Se insiste una y otra vez sobre los términos inclusión y exclusión. Según
esto, se debería decir: Los niños pequeños y las niñas pequeñas son indefensos e indefensas.
O algo peor, el invento de fórmulas contrarias a las normas elementales de la gramática: Las y los
niños pequeños son indefensos e indefensas. O más grave aún: Lo(s) niñ(o)(s)(a)(s) pequeñ(o)(s)(a)(s)
son indefens(o)(s)(a)(s). O, por señalar otra barbaridad: el uso de la arroba que ni siquiera es una letra:
L@s niñ@s pequeñ@s son indefens@s.
Ahora bien, lo primero que se debe dejar claro es que la exclusión es un fenómeno esencialmente
social, no gramatical. El Diccionario panhispánico de dudas, es claro cuando señala que “en los
sustantivos que designan seres animados, el masculino gramatical no solo se emplea para referirse a los
individuos de sexo masculino, sino también para designar la clase, esto es, a todos los individuos de la
especie, sin distinción de sexos: El hombre es un animal racional; El zorro come gallinas”. De esto, se
desprende que cuando se emplean en plural los nombres apelativos masculinos pueden incluir en
su designación a seres de uno y otro sexo. Así cuando decimos: Los hombres de las cavernas eran muy
rudos; No me gustan los zorros, no estamos dejando por fuera ni a las mujeres de las cavernas ni a las
zorras.
Por otra parte, cuando decimos: “Los lectores de la UNELLEZ”, podemos referirnos a un grupo de
personas de sexo masculino, pero también a un grupo de varones y hembras. No obstante, se nos insiste
en que debemos decir: Los lectores y las lectoras de UNELLEZ, y sabemos que esto es por razones
políticas, no por razones lingüísticas. Visto así, estamos echando a un lado que en nuestra lengua, a
través del género gramatical masculino, podemos hacer referencia a colectivos mixtos, sin que se esté
cayendo en discriminaciones, sino por mera aplicación de la ley lingüística de la economía expresiva.
Solo se justifica lo contrario cuando hay riesgos de interpretación anfibológica, y entonces, se
procede a implicar ambos sexos, como por ejemplo cuando decimos: Los delincuentes han matado por
igual a hombres y mujeres, niños y niñas.
Así, pues, no deberíamos sostener a ultranza que el género masculino es excluyente. Todo lo
contrario, es inclusivo, porque gramaticalmente es el género no marcado. Por esto podemos hablar de
Hijos bondadosos sin excluir a las hijas. En cambio, el género femenino sí es exclusivo porque designa
solamente hembras: Hijas bondadosas, excluye a los hijos varones.
Epistemológicamente, parecen innecesarios estos desdoblamientos. El género no marcado, el
masculino, es el que nos permite cumplir con el principio básico de economía expresiva, con lo cual se
gana que el oyente o el lector reciba un mensaje sin repeticiones cansonas y en muchísimos casos,
ridículas.
En la línea Ontológica, se nos vino la tan discutida palabra “presidenta” para designar a la mujer que
preside. Muchos sostienen que no se debe decir presidenta, sino “la presidente”. Veamos: la palabra
latina presidere está formada por el prefijo prae- (antes, delante) y el verbo sídere (sentarse), con el
significado de ‘estar sentado al frente’ y también ‘estar situado al frente para proteger a los demás’. La
palabra presidente, entonces, enfatizamos, designa a la persona que preside algo. Es común para ambos
géneros cambiando solo el artículo: El presidente, la presidente (en minúscula conforme a la norma de
uso de mayúsculas y minúsculas). Pero... y he aquí la confusión, es un hecho aceptado que por
acreditación de uso se ha establecido el femenino específico presidenta, y no ha sido un capricho de
nadie en particular, sino que este vocablo ha sido consagrado por el uso al irrumpir la mujer en los
espacios políticos. Se dice, entonces, la presidente, pero es igualmente correcto