El niño David era malcriado e indisciplinado debido a que era hijo único. Sus padres decidieron matricularlo en un jardín de infancia para que aprendiera a compartir y relacionarse con otros niños. Al principio, David lloraba todos los días al ir al jardín, pero después de unas semanas empezó a sonreír y divertirse con sus compañeros. Con el tiempo, David aprendió a compartir, relacionarse y jugar con los demás, lo que mejoró su comportamiento en casa. Sus padres quedaron complacidos con los cambios