Las mujeres celtas gozaban de gran libertad y autonomía. Podían elegir libremente a sus parejas y nunca podían ser forzadas a una relación no deseada. Se les enseñaba a valerse por sí mismas y a ser buenas amantes, amas de casa y madres. La primera lección era amar a su pareja y seguirlo sólo si ambos se trataban con amor, compañerismo y amistad, como enseñaba la Diosa Madre.