El documento analiza el versículo de Jeremías 1:6-7 donde Dios le dice a Jeremías "No digas: Soy un niño". Explica que Jeremías se menospreciaba a sí mismo debido a su edad y estatus, pero que Dios lo veía de manera diferente. A Dios no le importaba la edad o experiencia de Jeremías, sino su propósito de hacerlo profeta de las naciones, como estaba escrito antes de su nacimiento.