2. Un estudiante universitario salió un día a dar un
paseo con un profesor, a quien los alumnos
consideraban su amigo debido a su bondad para
quienes seguían sus instrucciones.
3. Mientras caminaban, vieron en el camino un par
de zapatos viejos y supusieron que pertenecían a un anciano
que trabajaba en el campo de al lado y que estaba por
terminar sus labores diarias.
4. El alumno dijo al profesor:
Hagámosle una broma; escondamos los zapatos y
ocultémonos detrás de
esos arbustos para ver su cara cuando no los encuentre.
5. Mi querido amigo -le dijo el profesor-, nunca
tenemos que divertirnos a expensas de los pobres.
6. Tú eres rico y puedes darle una alegría a este hombre. Coloca
una moneda en cada zapato y luego nos ocultaremos para ver
cómo reacciona cuando las encuentre.
7. Eso hizo y ambos se ocultaron entre los arbustos cercanos. El
hombre pobre, terminó sus tareas, y cruzó el terreno en busca
de sus zapatos y su abrigo.
8. Al ponerse el abrigo deslizó el pie en el zapato, pero al sentir
algo adentro, se agachó para ver qué era y encontró la
moneda. Pasmado, se
preguntó qué podía haber pasado. Miró la moneda, le dio
vuelta y la volvió
a mirar.
9. Luego miró a su alrededor, para todos lados, pero no se veía a
nadie. La guardó en el bolsillo y se puso el otro zapato; su
sorpresa fue
doble al encontrar la otra moneda.
10. Sus sentimientos lo sobrecogieron; cayó de rodillas y levantó
la vista al cielo pronunciando un ferviente agradecimiento en
voz alta, hablando de su esposa enferma y sin ayuda y de sus
hijos que no tenían pan y que debido a una mano desconocida
no morirían de hambre.
11. El estudiante quedó profundamente afectado y se le llenaron
los ojos de
lágrimas.
12. Ahora- dijo el profesor- ¿no estás más complacido que si le
hubieras
hecho una broma?
13. El joven respondió:
Usted me ha enseñado una lección que jamás olvidaré. Ahora
entiendo algo que antes no entendía: es mejor dar que recibir.