San Blas curó a un niño que se había atorado una espina de pescado en la garganta, por lo que se instituyó la costumbre de bendecir las gargantas en su día, el 3 de febrero. Como médico, convenció a muchos pacientes de convertirse al cristianismo. Durante la persecución, se escondió en una cueva donde continuó guiando a los cristianos. Los animales enfermos también acudían a él para ser sanados.