El documento discute cómo los bebés de hace un millón de años tenían menos probabilidades de sobrevivir porque no podían reconocer rostros y responder con una sonrisa, mientras que los bebés de hoy en día casi siempre reconocen rostros humanos y responden con una sonrisa. También explica cómo los humanos tenemos una gran habilidad para reconocer rostros y expresiones faciales, incluso cuando no existen realmente, debido a nuestra evolución para interpretar señales sociales y emocionales.