El Sol y la Luna se enamoraron cuando se conocieron, pero Dios los separó al designarlos para iluminar el día y la noche respectivamente. Ambos se entristecieron por la separación y la soledad que les tocó vivir, aunque el Sol fingía felicidad y la Luna no podía ocultar su tristeza. Dios creó las estrellas para hacerle compañía a la Luna. El único momento en que el Sol y la Luna pueden estar juntos es durante un eclipse, cuando el Sol se acuesta sobre la Luna y pueden amarse.