1. Franz Kafka
(Praga, 1883 - Kierling, Austria, 1924) Escritor checo en lengua alemana. Nacido en el seno de
una familia de comerciantes judíos, Franz Kafka se formó en un ambiente cultural alemán, y se
doctoró en derecho. Pronto empezó a interesarse por la mística y la religión judías, que
ejercieron sobre él una notable influencia y favorecieron su adhesión al sionismo.
Su proyecto de emigrar a Palestina se vio frustrado en 1917 al padecer los primeros síntomas de
tuberculosis, que sería la causante de su muerte. A pesar de la enfermedad, de la hostilidad
manifiesta de su familia hacia su vocación literaria, de sus cinco tentativas matrimoniales
frustradas y de su empleo de burócrata en una compañía de seguros de Praga, Franz Kafka se
dedicó intensamente a la literatura.
Su obra, que nos ha llegado en contra de su voluntad expresa, pues ordenó a su íntimo amigo y
consejero literario Max Brod que, a su muerte, quemara todos sus manuscritos, constituye una
de las cumbres de la literatura alemana y se cuenta entre las más influyentes e innovadoras del
siglo XX.
En la línea de la Escuela de Praga, de la que es el miembro más destacado, la escritura de Kafka
se caracteriza por una marcada vocación metafísica y una síntesis de absurdo, ironía y lucidez.
Ese mundo de sueños, que describe paradójicamente con un realismo minucioso, ya se halla
presente en su primera novela corta, Descripción de una lucha, que apareció parcialmente en la
revista Hyperion, que dirigía Franz Blei.
Sus principales obras:
- La metamorfosis (novela corta)
- El proceso (novela)
- Carta al padre (epístola)
- Un artista del hambre (relato corto)
- El castillo (novela)
- Un médico rural (cuento corto)
- América o El desaparecido (novela)
- La obra (cuento)
- Contemplación (relatos)
- Descripción de una lucha (cuento)
- Las preocupaciones de un padre de familia (cuento)
2. James Joyce
(Dublín, 1882 - Zúrich, 1941) Escritor irlandés en lengua inglesa. Nacido en el seno de una familia
de arraigada tradición católica, estudió en el colegio de jesuitas de Belvedere entre 1893 y 1898,
año en que se matriculó en la National University de Dublín, en la que comenzó a aprender
varias lenguas y a interesarse por la gramática comparada.
Su formación jesuítica, que siempre reivindicó, le inculcó un espíritu riguroso y metódico que se
refleja incluso en sus composiciones literarias más innovadoras y experimentales. Manifestó
cierto rechazo por la búsqueda nacionalista de los orígenes de la identidad irlandesa, y su
voluntad de preservar su propia experiencia lingüística, que guiaría todo su trabajo literario, le
condujo a reivindicar su lengua materna, el inglés, en detrimento de una lengua gaélica que
estimaba re adoptada y promovida artificialmente.
En 1902 se instaló en París, con la intención de estudiar literatura, pero en 1903 regresó a
Irlanda, donde se dedicó a la enseñanza. En 1904 se casó y se trasladó a Zúrich, donde vivió
hasta 1906, año en que pasó a Trieste, donde dio clases de inglés en una academia de idiomas.
En 1907 apareció su primer libro, el volumen de poemas Música de cámara (Chamber Music) y
en 1912 volvió a su país con la intención de publicar una serie de quince relatos cortos dedicados
a la gente de Dublín, Dublineses (Dubliners), que apareció finalmente en 1914.
Durante la Primera Guerra Mundial vivió pobremente junto a su mujer y sus dos hijos en Zúrich
y Locarno. La novela semiautobiográfica Retrato del artista adolescente (Portrait of the Artist as
a Young Man), de sentido profundamente irónico, que empezó a publicarse en 1914 en la revista
The Egoist y apareció dos años después en forma de libro en Nueva York, lo dio a conocer a un
público más amplio.
(Dublín, 1882 - Zúrich, 1941) Escritor irlandés en lengua inglesa. Nacido en el seno de una familia
de arraigada tradición católica, estudió en el colegio de jesuitas de Belvedere entre 1893 y 1898,
año en que se matriculó en la National University de Dublín, en la que comenzó a aprender
varias lenguas y a interesarse por la gramática comparada.
Su formación jesuítica, que siempre reivindicó, le inculcó un espíritu riguroso y metódico que se
refleja incluso en sus composiciones literarias más innovadoras y experimentales. Manifestó
cierto rechazo por la búsqueda nacionalista de los orígenes de la identidad irlandesa, y su
voluntad de preservar su propia experiencia lingüística, que guiaría todo su trabajo literario, le
condujo a reivindicar su lengua materna, el inglés, en detrimento de una lengua gaélica que
estimaba readaptada y promovida artificialmente.
En 1902 se instaló en París, con la intención de estudiar literatura, pero en 1903 regresó a
Irlanda, donde se dedicó a la enseñanza. En 1904 se casó y se trasladó a Zúrich, donde vivió
hasta 1906, año en que pasó a Trieste, donde dio clases de inglés en una academia de idiomas.
En 1907 apareció su primer libro, el volumen de poemas Música de cámara (Chamber Music) y
en 1912 volvió a su país con la intención de publicar una serie de quince relatos cortos dedicados
a la gente de Dublín, Dublineses (Dubliners), que apareció finalmente en 1914.
3. Virginia Woolf
(Adeline Virginia Stephen; Londres, Reino Unido, 1882 - Lewes, id., 1941) Escritora británica. El
nombre de Virginia Woolf figura junto con el de James Joyce, Thomas Mann o Franz Kafka entre
los grandes renovadores de la novela moderna. Experimentando con la estructura temporal y
espacial de la narración, perfeccionó en sus novelas el monólogo interior, procedimiento por el
que intenta representar los pensamientos de un personaje en su forma primigenia, en su fluir
inconsciente, tal y como surgen en la mente. Algunas de sus obras más famosas, como La señora
Dalloway (1925), Al faro (1927) o Las olas (1931), ejemplifican este recurso mediante un
poderoso lenguaje narrativo en el que se equilibran perfectamente el mundo racional y el
irracional.
Woolf fue además pionera en la reflexión sobre la condición de la mujer, la identidad femenina
y las relaciones de la mujer con el arte y la literatura, que desarrolló en algunos de sus ensayos;
entre ellos, destaca por la repercusión que posteriormente tendría para el feminismo Una
habitación propia (1932). No sólo abordó este tema en los ensayos, sino que también lo hizo en
novelas como la inquietante y misteriosa Orlando (1928), en la que se difuminan las diferencias
entre la condición masculina y la femenina encarnadas en el protagonista, un aristócrata dotado
Hija de sir Leslie Stephen, distinguido crítico e historiador, Virginia Woolf creció en un ambiente
frecuentado por literatos, artistas e intelectuales. Tras el fallecimiento de su padre, en 1905, se
estableció con su hermana Vanessa -pintora que se casaría con el crítico Clive Bell- y sus dos
hermanos en el barrio londinense de Bloomsbury, que se convirtió en centro de reunión de
antiguos compañeros universitarios de su hermano mayor, entre los que figuraban intelectuales
de la talla del escritor E. M. Forster, el economista J. M. Keynes y los filósofos Bertrand Russell y
Ludwig Wittgenstein, y que sería conocido como el grupo de Bloomsbury. Elementos comunes
de esta heterogénea elite intelectual fueron la búsqueda del conocimiento y del placer estético
entendido como la tarea más elevada a que debe tender el individuo, así como un
anticonformismo político y moral.
En 1912, cuando contaba treinta años, casó con Leonard Woolf, economista y miembro también
del grupo, con quien fundó en 1917 la célebre editorial Hogarth Press, que editó la obra de la
propia Virginia y la de otros relevantes escritores, como Katherine Mansfield, T. S. Eliot o S.
Freud. Sus primeras novelas, Viaje de ida y Noche y día, ponen ya de manifiesto la intención de
la escritora de romper los moldes narrativos heredados de la novelística inglesa anterior, en
especial la subordinación de personajes y acciones al argumento general de la novela, así como
las descripciones de ambientes y personajes tradicionales; sin embargo, estos primeros títulos
apenas merecieron consideración por parte de la crítica.
4. Jean-Paul Sartre
(París, 1905-id., 1980) Filósofo y escritor francés. Precoz lector de los clásicos franceses, en 1915
ingresó en el liceo Henri IV de París y conoció a Paul Nizan, con quien inició una estrecha
amistad. Al año siguiente, el segundo matrimonio de su madre (considerado por Jean-Paul como
«una traición») lo obligó a trasladarse a La Rochelle; hasta 1920 no regresó a París. En 1924
inició sus estudios universitarios en la École Normale Supérieure, donde conoció a Simone de
Beauvoir, con quien estableció una relación que duraría toda su vida.
Tras cumplir el servicio militar, empezó a ejercer como profesor de instituto; en 1933 obtuvo
una beca de estudios que le permitió trasladarse a Alemania, donde entró en contacto con la
filosofía de Husserl y de Heidegger. En 1938 publicó La náusea, novela que pretendía divulgar los
principios del existencialismo y que le proporcionó cierta celebridad, al tiempo que se convertía
en símbolo de aquel movimiento filosófico. Movilizado en 1939, fue hecho prisionero, aunque
consiguió evadirse en 1941 y regresar a París, donde trabajó en el liceo Condorcet y colaboró con
A. Camus en Combate, el periódico de la Resistencia.
En 1943 publicó El Ser y la Nada, su obra filosófica más conocida, versión personal de la filosofía
existencialista de Heidegger. El ser humano existe como cosa (en sí), pero también como
conciencia (para sí), que sabe de la existencia de las cosas sin ser ella misma un en sí como esas
cosas, sino su negación (la Nada). La conciencia sitúa al hombre ante la posibilidad de elegir lo
que será; ésta es la condición de la libertad humana. Eligiendo su acción, el hombre se elige a sí
mismo, pero no elige su existencia, que le viene ya dada y es requisito de su elección; de aquí la
famosa máxima existencialista: «la existencia precede a la esencia»
Dos años más tarde, alcanzada ya la popularidad, abandonó la enseñanza para dedicarse
exclusivamente a escribir; en colaboración con Aron, Merleau-Ponty y Simone de Beauvoir,
fundó Les Temps Modernes, una de las revistas de pensamiento de la izquierda más influyentes
de la posguerra.
Por esa época, Sartre inició una fluctuante relación con el comunismo, hecha de acercamientos
(uno de los cuales provocó su ruptura con Camus en 1956) y alejamientos motivados por su
denuncia del estalinismo o su protesta por la intervención soviética en Hungría. En su última
obra filosófica, Crítica de la razón dialéctica (1960), se propuso una reconciliación del
materialismo dialéctico con el existencialismo, al cual pasó a considerar como una ideología
parásita del marxismo, y trató de establecer un fundamento de la dialéctica marxista mostrando
que la actividad racional humana, la praxis, es necesariamente dialéctica.
5. Albert Camus
(Mondovi, Argelia, 1913 - Villeblerin, Francia, 1960) Novelista, dramaturgo y ensayista francés.
Nacido en el seno de una modesta familia de emigrantes franceses, su infancia y gran parte de
su juventud transcurrieron en Argelia. Inteligente y disciplinado, empezó estudios de filosofía en
la Universidad de Argel, que no pudo concluir debido a que enfermó de tuberculosis.
Formó entonces una compañía de teatro de aficionados que representaba obras clásicas ante un
auditorio integrado por trabajadores. Luego ejerció como periodista durante un corto período
de tiempo en un diario de la capital argelina, mientras viajaba intensamente por Europa. En
1939 publicó Bodas, conjunto de artículos que incluyen numerosas reflexiones inspiradas en sus
lecturas y viajes. En 1940 marchó a París, donde pronto encontró trabajo como redactor en
Paris-Soir.
Empezó a ser conocido en 1942, cuando se publicaron su novela corta El extranjero, ambientada
en Argelia, y el ensayo El mito de Sísifo, obras que se complementan y que reflejan la influencia
que sobre él tuvo el existencialismo. Tal influjo se materializa en una visión del destino humano
como absurdo, y su mejor exponente quizá sea el «extranjero» de su novela, incapaz de
participar en las pasiones de los hombres y que vive incluso su propia desgracia desde una
indiferencia absoluta, la misma, según Camus, que marca la naturaleza y el mundo.
Sin embargo, durante la Segunda Guerra Mundial se implicó en los acontecimientos del
momento: militó en la Resistencia y fue uno de los fundadores del periódico clandestino
Combat, y de 1945 a 1947, su director y editorialista. Sus primeras obras de teatro, El
malentendido y Calígula, prolongan esta línea de pensamiento que tanto debe al
existencialismo, mientras los problemas que había planteado la guerra le inspiraron Cartas a un
amigo alemán.
Su novela La peste (1947) supone un cierto cambio en su pensamiento: la idea de la solidaridad y
la capacidad de resistencia humana frente a la tragedia de vivir se impone a la noción del
absurdo. La peste es a la vez una obra realista y alegórica, una reconstrucción mítica de los
sentimientos del hombre europeo de la posguerra, de sus terrores más agobiantes. El autor
precisó su nueva perspectiva en otros escritos, como el ensayo El hombre en rebeldía (1951) y en
relatos breves como La caída y El exilio y el reino, obras en que orientó su moral de la rebeldía
hacia un ideal que salvara los más altos valores morales y espirituales, cuya necesidad le parece
tanto más evidente cuanto mayor es su convicción del absurdo del mundo.
Si la concepción del mundo lo emparenta con el existencialismo de Jean-Paul Sartre y su
definición del hombre como «pasión inútil», las relaciones entre ambos estuvieron marcadas
por una agria polémica. Mientras Sartre lo acusaba de independencia de criterio, de esterilidad y
de ineficacia, Camus tachaba de inmoral la vinculación política de aquél con el comunismo.
6. Henry James
(Nueva York, 1843 - Londres, 1916) Narrador, crítico y dramaturgo estadounidense de obra
psicológica y estructuralmente compleja, considerado uno de los grandes maestros de la ficción
moderna. Era hermano del filósofo y psicólogo W. James. Estudió en Nueva York, Londres, París
y Ginebra, y en 1875 se estableció en Inglaterra. A los veinte años comenzó a publicar cuentos y
artículos en entrevistas de su país.
En sus primeras obras manifestó la influencia de la cultura europea, como en las escritas entre
1875 y 1881: Roderick Hudson (1876), El americano (1877), Daisy Miller (1879) y Retrato de una
dama (1881). Esta última, sin duda una de sus obras maestras, es un análisis de los
norteamericanos expatriados en Europa. En sus primeros tiempos mostró gran pericia en la
escritura de relatos breves, aunque algunos críticos le adjudicaron cierto intelectualismo que lo
alejaba de la prosa de argumento o de acción.
Su narrativa en general se caracteriza por el ritmo lento y la descripción sutil de los personajes,
más que por los propios acontecimientos; las tramas, aunque no suelen ser complicadas en
extremo, cobran densidad por los repliegues de la estructura y el estilo indirecto, como en Los
papeles de Aspern (1888) y Otra vuelta de tuerca (1898), que es para muchos la culminación de
su obra.
En esta última, por ejemplo, una muchacha es contratada por una familia adinerada para que se
encargue de cuidar a sus sobrinos, pues los padres de los niños han muerto. Cuando llega a la
casa conoce a Flora, la niña, y a los pocos días llega Miles, el niño, y poco a poco la chica
descubre que pasan cosas extrañas en la casa, pues Flora parece estar poseída por Jessel, el
fantasma de la antigua niñera que había fallecido, y Miles también parece estarlo por el señor
Quint, otro servidor que trabajaba allí años atrás.
En la novela los hechos nunca asumen la gravedad esperada, rasgo propio del autor, que va
dilatando la verdad por medio de una prosa morosa, revelando oblicuamente los motivos y
conductas de sus personajes, con diálogos y observaciones minuciosas, técnica que siguió
empleando en sus últimas creaciones: Las alas de la paloma (1902), Los embajadores (1903) y La
copa dorada (1904).
La forma en que narra los procesos mentales de sus personajes lo convierte en uno de los
precursores indiscutibles del llamado "monólogo interior", en lo que se anticipó a maestros
como J. Joyce o W. Faulkner; otro de sus avanzados descubrimientos estilísticos fue el empleo
de narradores múltiples. Autor prolífico, escribió una veintena de novelas, más de un centenar
de relatos, varias obras teatrales e innumerables críticas, además de lúcidos ensayos como El
arte de la novela, La imaginación literaria y los Cuadernos de apuntes, que ejercieron un
indudable magisterio en muchos autores posteriores.