Los peligros de los votos antieuropeistas se ciernen sobre el viejo continente y existe un peligro real de desmembramiento y vuelta a la autarquia y el neonacionalismo.
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VOTAR EUROPA
1. VOTAR EUROPA.
Composición del Parlamento Europeoen 2014.
Manfred Nolte
La cuenta atrás de las elecciones al Parlamento europeo se acerca a su desenlace
el próximo domingo 26 de mayo. Los primeros comicios a la Eurocámara
tuvieron lugar en 1979, hace 40 años. Las expectativas de entonces se han tornado
en las complejas alternativas de hoy, unas alternativas en las que se entremezcla
la confianza en el futuro del proyecto europeo de unos, con el escepticismo o
incluso la animadversión frontal por parte de otros. No resulta excesivo sostener
que el proyecto europeo, en algunos momentos, ha estado al borde de la
disolución.
La tesis que aquí se respalda es que debemos cumplir con dos deberes
inseparables, como son el acudir a las urnas ejerciendo nuestro derecho al voto,
al tiempo que se señala la única opción realista y netamente favorable a los
intereses del país: votar Europa. Votar más Europa. Las favorables razones, en lo
que concierne al caso de España, ha sido tan aplastantes que no requieren su
repetición en el presente contexto. Europa ha supuesto la consolidación de las
democracias nacionales, el vuelco de colosales sumas de ayudas de cohesión hacia
la periferia y una ola de progreso inusitada durante la llamada década moderada
tras la adopción del euro. Durante la crisis, apoyo financiero y luego, con Draghi,
la financiación de nuestra deuda a tipos de interés irrisorios.
La lógica apunta al rearme de las políticas comunes con un escenario final de
mayor integración y equidad entre países. Un eurodesconocimiento generalizado
está jugando un papel corrosivo en la construcción de la nueva gobernanza
europea. Debe recordarse que la aspiración central de mayor equilibrio
democrático en las Instituciones europeas ha incrementado los poderes de su
Parlamento en cada nuevo Tratado. A partir del Tratado de Lisboa, el
Europarlamento tiene un poder legislador paritario con los Gobiernos
2. representados en el Consejo Europeo. La práctica totalidad de las iniciativas
comunitarias requieren su aprobación o visto bueno. Origina o influye en más del
50% de las normativas que se despachan en sus países miembros y se ha dotado
de nuevos poderes en la aprobación del Presupuesto de la Unión, donde se incluye
la asignación y distribución de los ingentes fondos de ayudas públicas. De igual
manera, el Tratado de Lisboa prevé una elección ‘indirecta’ del Presidente de la
Comisión por la que la propuesta del Consejo Europeo deberá ser ratificada por
el Parlamento Europeo, “teniendo en cuenta el resultado de la elecciones” a dicho
Parlamento.
La escasísima información relativa a los programas pro o antieuropeos de los
partidos españoles que optan a alguna de las sillas de eurodiputado, hace que el
elector, en el caso de votar, se deje guiar por argumentos etéreos, esgrimidos en
las generales, o comúnmente atribuidos a los partidos en su comparecencia a las
elecciones domésticas. Si esto es así, necesitaríamos conocer de primera mano el
talante europeísta de los partidos comparecientes, que en la mayoría de los casos
formaran parte de grupos parlamentarios europeos afines, aunque no siempre
coincidentes. ALDE, el Partido Demócrata Europeo, acoge a PNV, Ciudadanos y
PdeCat. Podemos e Izquierda Unida se inscriben en la Izquierda Unitaria
Europea. ‘Los Verdes’ incluyen a ERC, ICV, BNG y Bildu, mientras que el PP
milita en el Partido Popular Europeo y el PSOE en la Alianza de Socialistas y
Demócratas. Vox no se incluiría en ningún grupo. En la actualidad, el grupo
parlamentario más nutrido es el Partido Popular Europeo con 221 de los 751
escaños, seguido por La Alianza de Socialistas y Demócratas con 191.
Averiguar si alguno de los partidos opositores se incluye en la categoría de
euroescéptico sería el siguiente elemento que podría determinar nuestro voto.
Como toda definición el término euroescéptico alude a un intervalo de grados y
matices. El euroescepticismo duro se confunde con la eurofobia, que exige la
retirada de su país de la Unión europea o directamente la disolución de esta,
atribuyéndola un cúmulo de características negativas causantes del deterioro
económico y político del país miembro beligerante. Por su parte el
euroescepticismo blando puede conducir a interpretaciones confusas. Existen
formaciones que manifiestan no gustarle “esta Europa” sin quedar claro si
conciben alguna otra que, siendo realista, les convenga. Este euroescepticismo
blando de forma natural converge con el duro. Alternativamente la versión
moderada defiende la existencia de la Unión, pero es crítica con algunas políticas
comunitarias específicas, entre las que puede encontrarse la política migratoria.
Dejando atrás el escepticismo y un paso firme por delante del mismo se hallan los
partidos decididamente proeuropeistas, que no contentos con la situación
presente, alientan estadios más avanzados de integración, como la unión
bancaria o la unión fiscal, preludio de una Integración política total.
En nuestro entorno político nacional la extrema izquierda vasca, la derecha
radical y la CUP pueden catalogarse como lo más cercano a posiciones eurófobas,
aunque esta última haya decidido no presentarse a las elecciones. Los grandes
partidos de centro, Ciudadanos, PP y PSOE no admiten dudas en cuanto a su
proeuropeismo, al igual que el resto de los partidos nacionalistas que combinan
su apoyo sin fisuras a Europa con distintas intensidades de desaire a la unidad
nacional. Izquierda Unida y Unidas Podemos navegan entre dos aguas,
recogiendo el testigo de una relación ambivalente del partido comunista en
3. Europa y siempre critico con el Euro, Maastricht y Lisboa. En Navarra,
Podemos, EH Bildu e Izquierda-Ezkerra han pedido días atrás que el Parlamento
de Navarra retire la bandera de la Unión Europea de lugares oficiales. Podemos
apoyó a Bildu en el documento que planteaba en Bruselas mecanismos para el
abandono del euro.
Aunque el camino de las reformas es de tránsito obligatorio para cualquier
iniciativa humana, en lo que nos concierne en la hora actual, lo juicioso es votar
Europa. Presumiblemente, Populares y Socialistas no alcanzarán la mayoría y los
antieuropeistas amenazan con ser la tercera fuerza más elegida en el sufragio del
día 26. Salvini urde una gran ofensiva de siglas reaccionarias afines. Ya parece
excesivo y de no establecerse un firme muro de contención, los augurios
pesimistas de Macron pueden volverse realidad. En verdad, Europa se halla
amenazada por la fragmentación ideológica. Y como ha manifestado Josep
Borrel, ex presidente del Parlamento europeo, la alternativa a Europa es la
guerra. O la autarquía y el neonacionalismo. Para que estas cosas no ocurran es
preciso el voto europeísta al Parlamento y al resto de Instituciones que lo
impidan.