La arquitectura romana se basó en influencias etruscas y griegas, utilizando elementos como el arco, la bóveda y la cúpula para construir edificios monumentales, prácticos y funcionales como anfiteatros, teatros, circos, acueductos, puentes, baños, calzadas, arcos de triunfo y basílicas para usos civiles y militares, así como templos, panteones y tumbas para usos religiosos, donde el emperador cumplía el rol de sumo pontífice.