7. POEMA DE ADIÓS
a mi esposa
Quizás sin avisar, invitado lejano
al que ya nadie espera, te visite en un sueño.
No me dejes afuera a la intemperie.
No asegures del todo nuestra puerta.
Entraré con sigilo. Me sentaré despacio,
tratando de observarte en la penumbra.
Sólo cuando los ojos se sacien de mirar,
te besaré, y partiré para siempre.
8. La lucha es implacable y cruel.
La lucha es, como suele decirse, épica.
Yo moriré. Otro ocupará mi lugar… y así siempre.
¿Acaso importa aquí la suerte de uno mismo?
Un disparo, y después – sólo gusanos.
Esto es algo tan simple como lógico.
¡Pero en la tempestad de nuevo estaremos
juntos,
oh pueblo mío, porque nos hemos amado!
(14.00 h. 23-VII-1942)