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© 1990 EDITORIAL CARIBE
P.O. Box 141000
Nashville, TN 37214-1000
Publicado originalmente en inglés con el título de
COULD YOU NOT TARRY ONE HOUR?
Copyright © 1987 por Creation House
Publicado por Creation House
Altamonte Springs, Florida 32714 E.U.A.
Versión castellana: Adriana Powell de Bedoian
Editor en Jefe: Raquel Boqué de Monsalve
ISBN 0-88113-053-2
Reservados todos los derechos.
Prohibida la reproducción total o parcial, ya sea mimeo-
grafiada o por otros medios, sin la previa autorización escrita
de la Editorial Betania.
A menos que se indique 10 contrario, todas las citas bíblicas
fueron tomadas de la Versión Reina-Valera, revisión de 1960,
© 1960 Sociedades Bíblicas Unidas.
Printed in U.S.A.
E-mail: caribe@editorialcaribe.com
13a Impresión
www.caribebetania.com
Indice
Prefacio 7
SECClON I
LA PREPARACION
1. ¡No se llama INRI! 13
2. Un cambio radical 17
3. Lea las letras rojas y ore pidiendo poder 23
4. El llamado más elevado 27
5. Una progresión divina 33
6. Señor, enséñanos a orar 37
7. ¿Ni tan sólo una hora? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 43
SECCION 11
PROMESAS: "Padre nuestro que estás en los cielos,
santificado sea tu nombre. "
8. Apropiándonos de los nombres de Dios . . . . . . . . . . . . .. 49
9. Apropiándonos de las promesas de Dios 59
SECCION 111
PRIORIDADES: "Venga tu reino. Hágase tu voluntad. "
10. El reino de Dios en usted y su familia . . . . . . . . . . . . . .. 73
11. El reino de Dios en su iglesia y su país 83
ex libris eltropical
SECCION IV
PROVISION: "El pan nuestro de cada dla, dánoslo hoy. "
12. Viviendo en la voluntad de Dios . . . . . . . . . .. 95
13. Respondiendo a los requisitos de Dios 103
SECCION V
LAS PERSONAS: "Perdónanos nuestras deudas, como también
nosotros perdonamos a nuestros deudores. "
14. Llevándonos bien con la gente 113
SECCION VI
PODER: "No nos metas en tentaci6n, mas lfbranos del mal. "
15. Colocándonos la armadura de Dios 125
16. Construyendo un cerco de protección 135
SECCION VII
ALABANZA: "Porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria,
por todos los siglos. "
17. Obedeciendo el mandamiento más dinámico de Dios ... 143
SECCION VIII
REQUISITOS PREVIOS, MODELOS, PARTICIPACION
18. Poniendo lo primero, primero 153
19. Modelos para seguir 163
20. Por amor a diez 169
Guía de oración 175
Prefacio
En la fría y oscura noche en que Jesús fue traicionado, sus
discípulos no lograron velar una hora con él en oración. En el
huerto de Getsemaní, mientras Jesús oraba en tal agonía de eSI?íritu
que su sudor se volvía gotas de sangre, sus disápulos, ajenos
totalmente a los acontecimientos eternos que se estaban por
producir, donnían. Jesús, con el espíritu dolorido y acongojado, los
despertó y les preguntó: "¿Así que no habéis podido velar conmigo
una hora?" (Mateo 26:40).
Reflejada en aquella trágica escena, podemos contemplar la
situación difícil de la iglesia en nuestros días. Jesús, nuestro sumo
sacerdote, está intercediendo por nosotros en oración; sus disápu-
los duermen, y Satanás está ganando una batalla tras otra, por
abandono. Sería imposible calcular los fracasos, las reputaciones
arruinadas, las derrotas, los hogares deshechos y muchas otras
tragedias que podrían haberse evitado si los creyentes hubiesen
orado. Sería imposible medir la destrucción que podría haberse
evitado y el juicio que se hubiera eludido, si tan sólo el pueblo de
Dios se hubiese tomado tiempo para orar. Yo soy culpable, y usted
también lo es.
7
8 / ¿Ni tan sólo una hora?
Pero no he escrito este libro para que se sienta cargado de
culpa. Lo he escrito porque sé 10 que significa sentirse perseguido
por el llamado a la oración, y porque sé lo que significa pennitir
que las interrupciones, la fatiga y las presiones, ahoguen ese
llamado. Dios me persiguió durante seis años con el llamado a la
oración, antes de que finalmente le obededera y velara con él una
hora diaria, respondiendo a su ruego. Pero cuando lo hice, mi vida
y mi ministerio se transformaron radicalmente.
Quiero hacerle una promesa: Cuando usted ora una hora por
día, ocurre algo sobrenatural. No ocurre de la noche a la mañana,
sino que lenta, casi imperceptiblemente, el deseo de orar se implanta
firmemente en el terreno de su ser, por medio del Espíritu de Dios.
Este deseo supera las malas hierbas de la apatía y la negligencia,
y va madurando hacia una disciplina de la oración. Luego un día,
usted descubre que la oración ya no es simplemente una obligación
o una rutina; en lugar de ello, la disciplina de la oración ha dado
el fruto del deleite. Descubre que añora que llegue el momento de
su encuentro diario con Dios.
La obra sobrenatural de la oración continúa, y comienza a
tomar y reformar cada esfera de su vida. Usted advierte que su
corazón ya no está ajeno a las promesas y a la presencia de Dios.
Descubre cómo determinar, mantener y emplear en la oración las
prioridades de Dios en su vida; aprende cómo apropiarse de la
provisión de Dios para sus necesidades. La vida entra en una
nueva dimensión a medida que usted empieza a experimentar
mayor gozo y plenitud en sus relaciones con otras personas. A
medida que empieza a caminar, ya no en la carne sino en el
Espíritu, descubre cómo avanzar en el poder de Dios y mantenerse
en el plano de la victoria· que Jesús ya conquistó para usted.
¿Cómo lo sé? Lo sé porque eso es lo que pasó conmigo cuando
obedecí el llamado a la oración. Lo sé porque eso es lo que pasó
con los creyentes después de la ascensión de Jesucristo. Piense en
ello: ¿Qué fue lo que transformó a los aletargados disdpulos, a los
creyentes desanimados y vacilantes seguidores que se nos muestran
en los últimos capítulos de los evangelios, en el ejército decidido,
motivado y unificado del libro de Los Hechos? ¿Qué hizo de ellos
un ejército espiritual poderoso, capaz de transformar las dificulta-
des en oportunidades, capaz de tomar dedsiones claras y agudas
en lugar de debatirse en reflexiones confusas y brumosas; un
Prefacio / 9
ejército que al cabo de una generación había transformado el
mundo en el nombre de Jesús? Fue la oraci6n. La oración que
liberaba el poder de Dios y utilizaba sus infinitos recursos.
¿Qué es lo que va a transformar a los discípulos inactivos, y a
los creyentes dubitativos, y a los seguidores vacilantes de nuestros
días, en un ejército poderoso y combatiente, cuyo himno sea la
liberación, y que lleve sanidad en sus manos? Es la oración. Es la
oración la que arrebata de las garras ambiciosas de Satanás las
victorias que Jesús ya obtuvo para nosotros. La oración que resuena
a las puertas del infierno.
Si usted no está orando una hora diaria de manera sistemática,
pero quisiera hacerlo, aprópiese de los secretos sobre la oración que
el Espíritu Santo me enseñó a mí mientras estaba de rodillas, y
empiece a practicarlos. A medida que aprenda a orar en la forma
que Jesús nos enseñó a hacerlo, su vida de oración dejará de ser
una experiencia frustrante de éxito incierto; en cambio, velar una
hora con el Señor en oración, llegará a ser algo fácil y natural.
¿Por qué no inclina ahora mismo la cabeza y ora? "Jesús, pon
en mi corazón el deseo de orar. Ayúdame a adoptar un horario
regular de oración diaria. Cambia mi vida de oración para que en
lugar de una obligación sea un deleite. Haz de mí un vigoroso
soldado en tu ejérdto de oración.11
¿Pronunció la oración? ¿La hizo sinceramente? Entonces,
soldado, es mejor que saque el uniforme de entre las naftalinas,
saque brillo a los botones de bronce y lustre las botas, porque el
ejérdto de Dios se está poniendo en marcha.
SECCION 1
LA PREPARACION
CAPITULO UNO
¡No se llama INRI!
Tenía diecisiete años en 1968, cuando las pesadas puertas del
pabellón psiquiátrico del hospital Mother Frances, en Tyler, Texas,
se cerraban con llave detrás de mi. Por entonces tenía un auto
convertible y una hermosa novia; tenía una beca como jugador de
golf a nivel nacional; vivía en una enorme casa en la que el
segundo piso me pertenecía por completo: tenía dos dormitorios,
dos baños y un escritorio. Tenía de todo. Pero perdí totalmente el
juicio en ese ambiente, porque tenía de todo en lo externo, pero
nada en lo interno.
Semanas antes, había buscado ayuda de mi padre, que había
hecho una fortuna con el petróleo. -jAyúdame, papá! -le había
suplicado.
Pero mi padre era un alcohólico que no conocía a Jesús; su
corazón estaba tan vacio como el mío. Todo lo que hizo fue
mirarme un instante sin poder creer, y luego exclamar exasperado:
-Larry, cualquier muchacho que tiene todo lo que tienes tú, y se
deprime, es porque está metido en las drogas.
Mi madre, que sí era creyente, acudió en mi defensa. -Mi hijo
no se metería en las drogas -replicó ofendida por la acusación de
mi padre-. Debe tener un tumor cerebral, o algo por el estilo.
13
14 / ¿Ni tan s610 una hora?
Durante ese período de terrible depresión, fui un domingo a
la iglesia, buscando ayuda. Estaba tan desesperado por ayuda, que
al final del culto caminé hacia el frente, mientras todos mis
compañeros me observaban desde la última fila. Le dije al pastor:
-Señor, ¿tiene algo para mí? Estoy perdiendo el juicio, y no sé
cuál es la causa.
¿Saben lo que hizo el pastor? Simplemente me palmeó el
hombro, y me susurró confortándome: -Ya te sentirás mejor, hijo.
Eres un buen muchacho. Ven, llena esta ficha.
Todo lo que mi padre podía ofrecerme era dinero, y todo 10
que la iglesia tenía para mí era una ficha para llenar. No sabía
dónde más recurrir, de manera que cuando mi madre insistió en
que debía haber alguna anomalía física, me rendí y fui al médico.
Después de exhaustivos exámenes que comprobaron que no había
razones físicas que explicaran mis profundos problemas emociona-
les, me admitieron en un hospital psiquiátrico, y entonces comenzó
la ronda de pruebas psicológicas.
Poco después, el médico entró a la habitación y me dijo en
tono comprensivo: "Estás deprimido, ¿verdad? Esto te ayudará." Y
me dio cuatro tranquilizantes, y entonces pude comprobar que
cada cuatro horas alguien venía y me entregaba cuatro pequeñas
pastillas. Y eso fue el final. Las últimas lucecitas de realidad se
apagaron, y me invadió la neblina. Los médicos 10 llamaban crisis
nerviosa, pero en realidad se trataba de una "crisis moral". Yo era
un pecador que no había entendido que Cristo había muerto por
el pecado. No sabía que la vida pudiera tener un propósito.
Durante las seis semanas que pasé en el hospital, ni siquiera
vi el sol. Parte del tiempo 10 pasaba en un estado de sopor
provocado por las píldoras, con los ojos en blanco. Cuando volvía
en mí, se me ocurría que la mujer de color que limpiaba el piso era
mi madre y que el paciente de la otra cama era el médico. Allí
estaba, heredero de una fortuna, pero había perdido la razón. Con
temor, mis desconsolados padres solicitaron mi admisión en el
hospital psiquiátrico estatal.
Pero antes que me transfirieran, un día pasé distraídamente de
mi habitación a la sala central, donde observé un crucifijo. Sintien-
do curiosidad, 10 quité de la pared y logré concentrar mis ojos y mi
mente en él lo suficiente como para leer la inscripción en latín:
INRI. Sintiéndome muy confundido, anduve divagando por los
¡No se llama INRI! / 15
pasillos de ese hospital católico, recolectando crucifijos y tratando
de interpretar esas enigmáticas letras. Por supuesto, cuando las
monjas me vieron con los crucifijos apretados contra el pecho,
corrieron a recuperarlos. Con las monjas persiguiéndome a toda
prisa, empecé a correr, y mis rezongos aturdidos se fueron
amplificando hasta transformarse en un alarido: "¡No se llama
INRI. ..No se llama INRI! ¡SU nombre es Jesús!"
Varios días más tarde, en mi habitación, pareó recobrar el
sentido. Caí de rodillas y empecé a clamar: "¡Jesús! ¡Jesús! ¡Miseri-
cordioso Jesús!" No era una oración muy religiosa que digamos.
Simplemente invocaba a Dios una y otra vez, suplicando, llorando,
sollozando mientras 10 nombraba.
De pronto sentí una voz interior que le hablaba a mi espíritu.
Me dijo: "Ahora eres mi hijo. Llevarás mi mensaje a esta genera-
ción. Serás mi portavoz y mi siervo." Luego la voz me dijo que
podía levantarme e irme a casa.
Yo ya estaba bien, pero no podía marcharme porque estaba
bajo llave. El médico llegó al día siguiente y me dijo en tono de
rutina: -¿Cómo te va, Larry?
-Estoy mejor -le contesté.
Perplejo, el doctor vaciló un instante y luego me preguntó en
tono práctico: -¿Por qué piensas que estás mejor ahora?
De la misma manera le respondí: -Porque ayer hablé con
Dios.
El doctor enarcó las cejas y murmuró escéptico: -Sí, claro.
Pero como no podía negar la paz que había reemplazado mi
confusión interior, pronto me dio de alta.
Ese hospital psiquiátrico fue un extraño lugar para iniciar mi
camino con el Señor, pero cuando clamé, Jesús entró por las
puertas cerradas y las ventanas enrejadas a mi corazón y me llamó
para servir a mi generación. Como un ternero recién nacido, parado
sobre débiles y cojeantes patas, salí del hospital y entré nuevamente
a la vida. Pero esta vez ya no caminaba solo. Desde ese momento,
Dios nunca dejó de cuidarme.
¿Por qué cree que estoy dispuesto a abrir las polvorientas
páginas de mi vida y compartir este relato con usted? Porque ese
drama ya es cosa del pasado, está olvidado, y en su lugar hay una
paz permanente y un propósito divino. Ycreo que usted es parte de
ese propósito. Dios nos ha acercado para que pueda compartir
16 / ¿Ni tan sólo una hora?
parte de la gracia que él me ha concedido.
No sé en qué punto mi experiencia se cruzará con la suya, o
en qué punto la Palabra del. Señor se hará oír en usted, pero 10
hará, y la verdad 10 hará libre. Hábitos arraigados que le impiden
recibir la plenitud de Dios, maneras anticuadas de considerarse a
sí mismo y a los otros, tradiciones muertas que 10 dominan a pesar
de que hace tiempo que la verdad las ha superado, todo se verá
desafiado por el Espíritu de Dios, que hace nuevas todas las cosas.
Por 10 tanto, 10 invito a compartir su gracia y aprender,
mediante la amigable y suave instrucción del Espíritu Santo, 10 que
yo he aprendido a través de las dolorosas pero hermosas experien-
cias de mi vida.
¿y usted? ¿Es su situación tan desesperada como 10 era la mía?
¿Está en una situación en la que no puede hallar una salida, y
tampoco queda una puerta abierta por detrás? Quizás no. Quizás
sólo está en un estado de inercia espiritual. Ya nada le parece
novedoso. Hace años que se convirtió, y ya piensa que "10 sabe
todo". Dios ya no dice nada nuevo, murmura con escepticismo.
Bien, permítame darle un consejo: Deje de pensar en su
problema, o de simplemente esperar que pase. Ore por su proble-
ma.
Su situación puede o no ser desesperante, pero sólo cuando
usted esté 10 suficientemente desesperado como para caer de
rodillas, confesar su necesidad a Dios e invocar su nombre,
entonces él traerá paz a su persona y a sus problemas. Ese es el
primer paso que debe dar. Hágalo ahora mismo, amigo. Hágalo.
Y cuando 10 invoque, recuerde: ¡SU nombre es Jesús!
CAPITULO DOS
Un cambio radical
Han pasado casi dos décadas desde ese día en el hospital
psiquiátrico cuando entré llorando a la presencia de Cristo y su paz
inundó mi ser. Ahora sé qué fue lo que me sanó. Por primera vez
en mi vida, percibí que Dios me veía tal como era, me conoda, me
necesitaba, y que tenía un propósito para mi vida, y que yo lo
necesitaba a él.
Estas mismas necesidades son esenciales para todo ser
humano, incluyéndolo a usted. Usted necesita que alguien lo vea;
necesita que alguien lo necesite; y necesita un propósito al cual
consagrar su vida. No es suficiente entregar su vida a otro ser
humano. Volcarse a una profesión ya los bienes no saciará la sed
de su corazón. Siempre pendería de la ventana de su alma un
letrero con la palabra IIvaáo·'.
Cuando descubrí a Jesús, la vida pareció empezar a latir con
un sentido, con un significado. No podía guardarme esa verdad
para mí mismo. Tenía que compartir lo que había descubierto. Pero
existía un problema. Los pastores no me dejaban predicar en sus
iglesias porque creían que mi evangelio era producto de un
desequilibrio mental, de modo que predicaba en la heladería o en
cualquier sitio donde alguien quisiera escucharme. Por fin me
17
18 / ¿Ni tan s610 una hora?
dieron una oportunidad, cuando me permitieron predicar por una
vez, en la Primera Iglesia Bautista de Kilgore, mi ciudad natal.
Ese domingo había un hippie escuchando mi predicación.
Sabía por su mirada extraviada que su cerebro ya estaba dañado
por las drogas, o bien se había drogado allí mismo. En determina-
do momento me di cuenta que el hippie era Jerry Howell, el
tecladista de un conjunto local de rock. El conjunto tenía la canción
número uno de la lista de éxitos en esos días. Los muchachos de
la ciudad idolatraban a Jerry, pero sus padres pensaban que era la
peor de las plagas.
Al final del culto, Jerry se acercó y me dijo como al pasar:
-Realmente me sentí identificado con 10 que dijiste.
-Jerry, ¿se puede saber qué haces en la iglesia? -le pregunté
mientras estrechaba la mano que me tendía.
Suspiró. -Sabes, mi padre murió hace seis meses, y le prometí
en el lecho de muerte que vendría de la Universidad de Texas
todos los fines de semana, para llevar a mi hermano menor a la
iglesia. Sólo estoy cumpliendo la promesa que le hice a mi padre.
Jerry hizo una pausa y bajó la voz. -Lo que dijiste es lo único
que he oído en estos seis meses que ha tenido sentido para mí.
Más tarde no podía sacarme a Jerry de la cabeza. Advertía que
estaba pidiendo ayuda, de modo que 10 llamé y le pedí que fuera
a la iglesia conmigo. -Jerry -empecé vacilante-, eh ...te habla
Larry Lea.
Silencio total del otro lado de la línea.
-Este...Jerry, estoy encargado de los jóvenes en una iglesia de
New London. (No le dije que era la única iglesia en el pueblito.)
Jerry -seguí más confiado-, ¿por qué no vienes a tocar el órgano?
Puedes tocar "Maravillosa gracia", ¿verdad? Yo cantaré mientras tú
tocas, y la iglesia estará llena de jóvenes.
-¿Yo? -me respondió-. ¿Quieres que yo toque el órgano en
una iglesia?
Yo no estaba al tanto de que durante cuatro años Jerry se había
drogado, día tras día. Después supe que cuando sonó el teléfono,
Jerry había estado en el jardín contando las briznas de césped y
tratando de mantener la cabeza en equilibrio.
-Sí, Jerry, necesito tu ayuda -le aseguré-. Tienes mucho
talento, y Dios puede usarte. El te ama, y tiene un plan para tu
vida. Yo te recogeré en el auto esta noche. ¡Hasta te conseguiré una
Un cambio radical / 19
cita! -le dije esperando ver cómo reaccionaba.
-¡Una cita! -exclamó-. ¿Con una chica de la iglesia?
A las siete de la tarde pasé a recoger a Jerry para ir a la
reunión. Estaba vestido con un vaquero desteñido y una camisa de
algodón. Tenía largos cabellos rubios hasta la cintura, pero la
coronilla calva. Frente a su casa estaba su vieja camioneta, de esas
que tienen cortinas en las ventanas, con un complejo sistema de
estéreo a pleno volumen y la música de Jimi Hendrix y Led
Zeppelin. y allí estaba yo, con mi cabello bien recortado, mi
cassette del himno "El Padrenuestro", y la Biblia de familia sobre
el tablero de instrumentos. Cuando Jerry subió a mi auto, sus ojos
se fijaron en la Biblia, luego en mí, de nuevo en la Biblia, y luego
directo al frente. Sí que estaba callado. Pasamos a recoger a las
chicas, pero Jerry casi no dijo una palabra.
Cuando entramos a la iglesia, le señalé la plataforma, y le dije:
-Jerry, allí está el órgano. Tú sabes qué hacer.
¡Jerry tocó "Maravillosa gracia" como nunca se tocó antes ni
se volverá a tocar! Yo canté y prediqué, y tuvimos una buena
reunión.
Eran alrededor de las once y media de la noche cuando
llegamos a su casa, después de dejar a las chicas. Jerry habló
prácticamente por primera vez en toda la noche. -Larry, ¿hay algo
de cierto en Jesús? -preguntó con sinceridad.
Casi no supe cómo contestarle, porque Jerry estaba confundi-
do, en medio de una crisis nerviosa, sumido en drogas, pero
musité una oración pidiendo ayuda. Durante la primera parte de
nuestra conversación esa noche, Jerry hizo muchas preguntas a las
que yo no tenía respuestas. A veces respondía honestamente: "No
lo sé, Jerry." Pero Dios me dio palabras, y continué compartiendo
a Jesús.
Cuando dejamos de hablar, eran las tres y media de la
mañana. Jerry miró fijamente hacia adelante, suspiró hondo y dijo:
-y bien, ¿cómo puedo recibir a Jesús?
y yo (sintiéndome creyente maduro y gran ganador de almas),
le dije: -Lo que haces es abrir tu Biblia en Mateo 5, 6 Y7 (que era
la única parte de la Biblia que yo conocta), luego te arrodillas y
empiezas a clamar: ¡Jesús, Jesús, Jesús!, y cuando sientes que te
conmueve, entonces ya 10 has recibido.
y bien, Jerry Howell entró a su casa e hizo exactamente eso,
20 / ¿Ni tan sólo una hora?
pero antes de que llegara a arrodillarse, Dios ya 10 había salvado,
liberado de cuatro años de ser esclavo de las drogas, y 10 había
llamado a ser un predicador. Cuando concluyó, Jerry marchó a la
casa de su mejor amigo, Max, el baterista del conjunto. Eran las seis
de la mañana de un día feriado y Max estaba en el fondo de su
casa dando de comer a los conejos. (La verdad es que eran gente
extraña.) Cuando Jerry apareció por la esquina de la casa, Max le
echó una mirada y le dijo: -Jerry, ¿qué te ha pasado?
Jerry sonrió y le explicó: -Conocí a ese tipo raro que se llama
Larry Lea, y pasamos la noche hablando de Jesús.
-Hombre, ¿y cómo puedo yo también saber algo de Jesús?
Jerry apuntó directo. -Tomas tu Biblia, lees Mateo S, 6 Y7,
luego te pones de rodillas y....
A las siete y media sonó el teléfono en mi casa. Era Jerry.
"¡Larry, lo recibí! ¡Lo recibí! Y vine a decirselo a Max, y él también
lo recibió. Pero ya sabes cómo es de raro. ¡Sería mejor que vinieras
y te cercioraras!"
Ese no fue el único llamado que hizo Jerry ese día. El peluque-
ro no había abierto porque era feriado, pero Jerry lo llamó a su
casa. -Señor Buck -le dijo vacilante-, soy Jerry Howell. ¿Me
cortaría el pelo?
El peluquero no vaciló. Como un relámpago, le contestó: -Por
supuesto, muchacho. Te espero en seguida -y no pudiendo resistir
agregó-: Hace mucho tiempo que estoy esperando cortarte el
cabello.
Seis semanas más tarde, un Jerry Howell bien afeitado y con
el cabello bien cortado partió hacia un seminario bíblico junto con
el "tipo raro·· que se llamaba Larry Lea. Un día Jerry anunció:
"Larry, Dios me ha llamado a predicar, y debo ir a atender una
reunión de avivamiento." Y eso fue exactamente lo que hizo. Seis
meses después de su propia conversión, Jerry había llevado mil
personas a los pies de Jesucristo.
Jerry es hoy pastor de la Iglesia sobre la Roca, en Kilgore,
Texas, la misma ciudad donde en otro tiempo lo consideraban la
escoria de la tierra. ¿Qué fue lo que produjo ese cambio tan
radical? Pues bien, Jesús se acercó y le dijo: "Yo te veo, Jerry
Howell, escondiéndote detrás de tus murallas, y yo te necesito para
una tarea especial. Tengo algo por lo cual puedes consagrar tu
vida. Todo lo que necesito es oírte decir que me necesitas."
Un cambio radical / 21
Ahora, quiero hacerle una importante pregunta. ¿Qué hay
respecto de usted, querido lector? ¿Necesita un cambio radical en
su corazón? ¿En su casa? ¿En sus relaciones? ¿Está cansado de las
dudas y la incredulidad? Jesús lo ve allí mismo donde está. Ello
necesita para algo especial que sólo usted puede hacer. Yusted lo
necesita a él.
Jesús cambió a Larry Lea, un muchacho de diecisiete años
internado en un hospital psiquiátrico. Jesús cambió a un hippie de
Texas llamado Jerry Howell. Y puede cambiarlo a usted también.
Ni siquiera necesita leer Mateo 5, 6 Y7. Simplemente póngase de
rodillas e invoque a Jesús. (Y no se preocupe, ¡se dará cuenta
cuando ocurra!)
CAPITULO TRES
Lea las letras rojas
y ore pidiendo poder
Jerry Howell y yo, dos nuevos convertidos deseosos de crecer,
éramos compañeros de cuarto en el Seminario Bautista de DalIas.
Además de asistir a clase, lo que llevó todo nuestro tiempo durante
tres años, fue "leer las letras rojas y orar pidiendo poder".
Devorábamos las palabras de Jesús, que estaban impresas en letras
rojas en nuestras Biblias de tapa negra. Jerry y yo nos sentíamos
cautivados por los milagros de Cristo, su compasión y poder para
ayudar a los necesitados. Anhelábamos lo que él tenía. Deseábamos
hacer lo que él había hecho. Estábamos sedientos y hambrientos de
Jesús.
Una noche, dejé el dormitorio y salí a dar una caminata. Era
una noche clara, serena, y el reflejo de las luces en el lago que
había en el valle al pie del seminario, proporcionaba una vista
apacible. Deambulé por la falda de la ladera, hablando con Dios.
Después de un tiempo, me detuve y volví la vista hacia las
estrellas; pero el deseo que consumía mi corazón llegaba mucho
más lejos que esas motas de luz que tintineaban. "Oh, Dios",
23
24 / ¿Ni tan 5610 una hora?
supliqué, el rostro empapado en lágrimas, "quiero tener todo 10 que
tienes para mi. Por favor, Padre, si hay poder en tu evangelio,
dámelo. Dámelo, Señor."
Me imagino que ya saben que es peligroso hacer una oración
de esta índole. Inmediatamente me di cuenta de que mis
asombrados oídos escuchaban que mis labios hablaban un idioma
que nunca había aprendido. Asombrado, me puse la mano sobre
los labios, y pensé: "Oh, Dios, nosotros no creemos en estas cosas."
¿Está en contra de sus doctrinas teológicas? No se aflija; estaba
también en contra de las mías. No entendía lo que había ocurrido,
pero se parecía mucho a lo que los disópulos habían experimenta-
do en el Libro de los Hechos.
No permití que volviera a ocurrir durante un tiempo. Pero una
noche visité el hogar de un pastor, que oró por mí. Y allí mismo,
mi nuevo lenguaje de oración se hizo oír otra vez. Esta vez
simplemente lo dejé fluir. Sabía que era el Espíritu Santo, y que
había llenado e inundado mi ser en respuesta a una oración
honesta y urgente. Dios también le dio a Jerry el bautismo del
Espíritu Santo. Aunque tratábamos de que no 10 notaran, y no
hicimos mucha bulla respecto a nuestras experiencias, la noticia
acerca de los dos muchachos que oraban en lenguas extrañas
pronto corrió entre los 400 seminaristas que vivían en los
dormitorios del seminario. Las reacciones fueron diversas: fría
indiferencia, cálido interés, abierta hostilidad y toda la gama entre
estos extremos.
Cuando nos arrodillábamos de noche junto a nuestra cama
para orar, podíamos oír que se entreabrían las puertas a lo largo
del pasillo. Podíamos oír las pisadas cautelosas, que se detenían
abruptamente frente a nuestra puerta. Una noche Jerry se puso
suavemente de pie, se deslizó a hurtadillas y abrió de un golpe la
puerta. Apretados frente a nuestro umbral, nos dimos con varios
colegas perplejos y sorprendidos.
Todos nos reímos, y los muchachos supieron que aunque Jerry
y yo, en la intimidad de nuestra habitación, a veces orábamos con
otros "lenguajes de oración", no por eso nos colgábamos de las
lámparas o nos arrastrábamos por las alfombras. Simplemente
estábamos experimentando la alabanza y la intercesión en una
nueva y poderosa dimensión. Y los muchachos que estaban
interesados, pronto descubrieron que estábamos dispuestos a hablar
Lea las letras rojas y ore pidiendo poder / 25
acerca de nuestra experiencia de plenitud, si querian tomarse el
riesgo de hacerlo.
Por un tiempo, pareció que Jerry y yo ibamos a poder
llevamos bien con la mayoría de esos otros estudiantes. Pero uno
de mis profesores en el seminario supo acerca de mi bautismo en
el Espíritu Santo y trató de hacerme entrar en razón. -Hijo -me
dijo-, está bien si quieres hablar en lenguas en tus devociones
privadas; pero no vayas por ahí difundiendo tu experiencia y
didéndoles a otras personas cómo redbirla.
Mis ojos se llenaron de lágrimas y le respondí suavemente:
-No puedo hacer eso, señor.
La mandíbula se le puso rígida, y las palabras cuidadosas y
predsas que pronundó me cortaron el corazón como con una daga.
-En ese caso, Larry, no hay lugar para ti en el ministerio.
Ese profesor no era la única persona preocupada acerca de mi
bautismo en el Espíritu Santo. Cuando mi padre supo de mi nueva
experiencia, me advirtió: "Larry, vas a terminar bajo una carpa con
un puñado de gente lunática que arroja espuma por la boca." Por
un tiempo parecía que podía tener razón.
Pero 1972 fue un gran año para mí: me gradué en el seminario;
me casé con mi esposa, Melva Jo; y Howard Conatser, pastor de la
iglesia de Beverly Hills, en DalIas, me sorprendió con una generosa
invitación a desempeñarme como encargado de los jóvenes.
Aunque agraded su ofredmiento, yo realmente no quería
trabajar con jóvenes. Mi anhelo era llegar a ser un evangelista como
James Robison, y así se 10 dije al pastor Conatser. No se molestó en
absoluto. "Ponte a orar, Larry", me dijo confiadamente con su
áspera voz de bajo. De manera que oré, y para mi sorpresa, el
Señor me orientó a aceptar su ofrecimiento.
Por esa época yo no era de los que andaba con rodeos si se
podía decir algo de frente. Cuando supe que el grupo juvenil se
mantenía con un programa permanente de fiestas sociales, me
presenté ante cincuenta pares de ojos que me miraban con recelo,
y anuncié: -Vamos a terminar con todo eso. Vamos a leer las
letras rojas y vamos a orar pidiendo poder.
iLa respuesta fue tremenda! ¡En una sola jornada el grupo
pasó de 50 a 14! ¡Un crecimiento espectacular!
y para rematarlo, una chica se me acercó con una mueca en la
cara y fuego en los ojos, y me amenazó: -Oiga, si usted no quiere
26 / ¿Ni tan s610 una hora?
hacer lo que nosotros queremos hacer, lo vamos a echar de la
misma forma que echamos a cuatro directores juveniles antes de
usted.
Contuve la respiradón, ordené a todas mis visceras que
dejaran de temblar, oré pidiendo que la muchacha no advirtiera el
temblor en mi voz, y le ofred una opción. -Hermana -le dije
mirándola fijamente a los ojos-, tú no puedes echarme de aquí,
porque tú no me has traído. Estoy aquí porque Dios me ha dicho
que viniera, y no me voy a ir. Será mucho más fácil que ustedes
cambien de iglesia de que yo me mude de aquí.
Fue el final de esa conversación y el comienzo de una nueva
etapa para muchos jóvenes.
Ese grupo de catorce jóvenes comenzó a reunirse los martes,
miércoles, jueves, y domingos por la noche. Hada el final del
verano, habíamos pasado de 14 a 140. Al finalizar el segundo año,
teníamos mil adolescentes en nuestros servicios juveniles, y muchos
más que se adherían a los conciertos cristianos que auspiciábamos.
Dios honró mi obediencia a su llamado, y el celo con que
testificaban estos jóvenes. (Muchos de ellos son ahora miembros de
la Iglesia sobre la Roca.)
Pero me sucedió una de las cosas más peligrosas que pueden
sucederle a un pastor. Alcancé el éxito como predicador sin haber
afianzado mi propia vida de oradón. No me entiendan mal; a veces
oraba con fervor, hada plegarias sinceras, pero mi vida de oradón
era esporádica e inconsecuente.
Por fuera todo parecía grandioso. Predicaba a multitudes de
jóvenes por mes. Teniamos un servido de conciertos que
congregaba a miles de adolescentes todas las semanas, y que era
televisado en una red nacional. Pero algo ocurría dentro de mí. Mi
propia predicación me acusaba. Una y otra vez, después de
predicar ante la congregación, me encontraba solo en una
habitación al fondo de la iglesia, llorando delante de Dios,
arrepentido por mi falta de regularidad en la oración.
Son los dias más desdichados que puedo recordar. Pero Dios
se preparaba para darme una oportunidad de obedecer otro
llamado: ¡El más elevado de todos!
CAPITULO CUATRO
El llamado más elevado
Después que murió Howard Conatser en 1978, recibí la
invitación de ser pastor de su iglesia, la cual tenía tres mil
miembros. Era un ofrecimiento muy tentador para un pastor de
veintiocho años encargado de jóvenes, pero de inmediato Dios me
hizo saber que esa invitación no era para mí. Un hombre de la
comisión se me acercó con una propuesta que expresaba algo así:
-Hijo, vamos a triplicarte el sueldo, incluirte en programas de
televisión, y hacerte rico y famoso. Lo único que tienes que hacer
es dar mensajes que hagan que la gente venga al altar, jugar bien
tus cartas, y nosotros te aseguraremos el éxito.
Esta era otra de esas conversaciones intimas, cara a cara, a las
que ya me estaba empezando a acostumbrar, de modo que ergui
los hombros y le contesté directamente: -Mire, dejé de jugar a las
cartas cuando me convertí.
Bueno, esa respuesta me aseguró el regreso a Kilgore. Aunque
me estaba por graduar del seminario, y mi esposa y yo teníamos
tres hijos pequeños por entonces, me trasladé al mismo dormitorio
que habla oaJpado siendo adolescente, cuando cursaba la
enseñanza media. Mi futuro parecia haberse desmoronado de
golpe. Dios sabe cómo motivarnos a la oración, ¿verdad?
27
28 / ¿Ni tan s610 una hora?
Fue por entonces que conocí a Bob Willhite, pastor de la
Primera Asamblea de la Iglesia de Dios en Kilgore, Texas, quien
me invitó a dirigir unas reuniones de avivamiento en su iglesia.
Algo de ese caballero de maneras suaves y cabello gris captó mi
interés. Supe de inmediato que ese hombre sería mi pastor, y se lo
dije.
Durante siete semanas dirigí las reuniones de avivamiento,
como me había pedido, y vimos cómo se salvaban quinientos
adolescentes. Fuimos testigos de la conversión de una clase comple-
ta de estudiantes de una escuela secundaria. Pero lo más
extraordinario que ocurrió durante ese avivamiento fue un cambio
muy singular en mi vida, ya que pasé a interesarme más por la
oración que por ninguna otra cosa. Ocurrió como sigue.
Una noche dije: -Pastor Willhite, entiendo que usted es un
hombre de oración.
-Correcto -respondi6-, siempre oro. He estado levan-
tándome temprano a orar durante más de treinta años.
Se me aceleró el pulso y me dije a mí mismo: "Oh, Jesús, aquí
hay uno de verdad." Disimulando mi entusiasmo, le pregunté:
-Mientras se lleva a cabo este avivamiento, ¿me permitiría ir a
orar con usted de mañana?
-Por supuesto -contest6-. Pasaré a recogerte a las 5:00.
Debo confesar que cuando llegaron las 4:15 de la mañana y
sonó ese estridente despertador, yo no sentía una pizca de unción
para orar. Ningún ángel se paró a mi lado para ordenarme: "Ven
a orar, hijo mío. Vayamos juntos hacia el sitio de oración." Lo único
que quería hacer era taparme bien con la frazada hasta la cabeza;
pero logré llegar hasta la ducha, y estar vestido y despejado
cuando el pastor llegó a mi casa.
Mientras ibamos hacia la iglesia esa mañana antes del
amanecer, no me imaginaba lo que Dios estaba por hacer en mi
vida, pero estaba absolutamente seguro de que respondía al más
vital de los llamamientos, el llamamiento a la oración.
Ese llamado nos va a perseguir a cada uno de nosotros hasta
que lo obedezcamos. Me había perseguido a mí durante seis años.
Pero cuando lo obedecí, esa elección marcó el punto crítico en la
historia de mi ministerio. Desde ese día en adelante, seguí
levantándome temprano todos los días para orar. Por cierto, yo
buscaba la mano de Dios, rogándole: "Señor, haz ~sto o aquello por
El llamado más elevado / 29
mi." Pero cada vez más, buscaba también el rostro de Dios, sediento
de su amistad y comunión, hambriento de que su carácter santo,
amoroso, compasivo, se fuera desarrollando dentro de mí.
Me sentia como una criatura que no distingue su mano
derecha de su mano izquierda. Sabía que había muchísimo para
aprender acerca de la oración y la comunión con mi Padre. El
clamor de mi corazón era: "Enséñame a orar, Padre. Enséñame a
orar." Una mañana durante ese período de dos años en que viajaba
como evangelista, mientras estaba en oración, el Espíritu Santo
empezó a revelarme verdades acerca del Padrenuestro, que quiero
compartir con usted en los próximos capítulos.
Yo estaba en el Canadá dirigiendo un encuentro de
avivamiento para jóvenes, cuando el Señor me dijo claramente: ·Ve
a Rockwall para establecer allí mi pueblo." Rockwall, una población
que no pasaba de los 11.000, está enclavada en un acantilado que
mira hacia el Lago Ray Hubbard, a unos treinta y cinco kilómetros
hacia el este de DalIas. Es un pueblo pequeño, en el condado más
pequeño de Texas. Si Dios me hubiera ordenado: "Despéñate de la
faz de la tierra", no me hubiera sorprendido más que esta otra
orden. En realidad, en ese momento las dos órdenes hubieran
podido entenderse como si fueran sinónimas.
Pero me mudé con mi familia a Rockwall y empecé a aplicar
los principios que Dios me había enseñado acerca del crecimiento
de la iglesia. Iniciamos la Iglesia sobre la Roca en 1980, con trece
personas. Muy pronto la casa donde nos reuníamos nos resultó
chica, y nos trasladamos a la Pista de Patinaje de Rockwall, donde
tuvimos 200 personas el primer domingo. Pronto ese lugar se nos
hizo pequeño, de modo que la iglesia empezó a realizar sus cultos
en el auditorio de la escuela secundaria de Rockwall. Creciendo a
ese ritmo, sabíamos que necesitábamos con urgencia un local
propio, de modo que empezamos a ahorrar todo lo más posible.
Un día, P. J. Titus, nativo de la India, amigo de largo tiempo,
y un ministro muy consagrado, entró a mi oficina presentándome
una necesidad urgente. El Señor había puesto en su corazón la
carga de iniciar un seminario bíblico en la India, y necesitaría
20.000 dólares para el proyecto.
Mis pensamientos se fueron de inmediato a los 20.000 dólares
que había en la cuenta de ahorro de la iglesia para nuestro nuevo
local, y empezó una lucha dentro de mi. Sabiendo que tenía algo
30 / ¿Ni tan s610 una hora?
crítico por lo cual orar, le pregunté a Titus si podía volver al día
siguiente para conocer mi dedsión.
Mientras buscábamos la voluntad del Señor, el Espíritu Santo
me impulsó a sembrar hasta la última semilla, en lugar de
ahorrarla. Pero no estaba preparado para la reacción de Titus.
Cuando al día siguiente regresó a mi oficina y le entregué un
cheque por 20.000 dólares, rompió a llorar, y los sollozos sacudían
su pequeña figura.
Cuando estuvo en condiciones de hablar, me dijo por qué ese
cheque significaba tanto para él. "Le dije al Señor que si me daban
los 20.000 dólares para empezar el seminario bíblico, dejaría los
Estados Unidos donde he vivido estos últimos años, regresaría a la
India y pasaría el resto de mi vida sirviendo a mi pueblo."
Titus está haciendo exactamente eso. Tuvimos el valor de
sembrar nuestra preciosa semilla en lugar de comerla o acumularla
para nosotros mismos, y en respuesta, el Señor le ha dado a la
Iglesia sobre la Roca uno de los dos principales seminarios bíblicos
en la India, donde Titus está capacitando a hombres y mujeres para
alcanzar a su nación para Dios. Pero mientras él salía de mi oficina
con todos nuestros ahorros, yo no sabía qué iba a resultar de eso.
Todavía teníamos los servicios en un auditorio alquilado, y ahora
volvíamos a cero en nuestras finanzas. Yo sabía que Dios proveerla,
pero no estaba preparado para redbir su provisión por medio del
instrumento que él había escogido usar.
Un domingo, después del culto, un genuino vaquero se acercó
y me dijo lentamente: "O has venido directamente del cielo, o
directamente del infierno. No me gustan los predicadores, pero me
caes bien. Dios me dijo que vas a ser mi pastor." Luego me llevó
hasta su camión, y me arrojó en las manos una vieja bota de
trabajo. Advirtiendo mi perplejidad, me explicó: "He sido creyente
por muchos años, pero por andar en rodeos durante los últimos
aios, no he tenido una iglesia pennanente. Por eso iba poniendo
mis diezmos en esta vieja bota. Ahora Dios me dice que debo
dártelos."
Había más de 1.000 dólares en esa bota. Cuando miré dentro
de ella, el Señor me hizo saber inmediatamente que él iba a usar
ese incidente para su gloria.
Llevé la bota al próximo culto, y compartí con la congregación
lo que había sucedido. Espontáneamente, la gente comenzó a
El llamado más elevado / 31
acercarse y a depositar dinero en la bota, para la construcción del
edificio que tanto necesitábamos. Domingo tras domingo se
mantuvo ese milagro. Tenninamos el edificio sin pedir dinero
prestado, y nos trasladamos sin deberle nada a nadie.
Como la multitud superó la capacidad del nuevo auditorio
desde el· primer domingo, tuvimos que celebrar dos servicios
dominicales, luego tres, cuatro, cinco, para dar lugar a todos.
También tuvimos que agregar martes y jueves por la noche para
complementar los servidos del día miércoles, que no daban abasto.
Nuestros archivos indican que la iglesia creció de trece
miembros a 11.000, con un equipo pastoral de 32 personas y más
de 460 células en hogares. Para albergar esta extraordinaria
cosecha, ha sido necesario construir un edifico capaz de dar cabida
a 11.000 personas.
y como si esto no fuera suficiente para estremecer el corazón
de un pastor de 36 años de edad, en la primavera de 1986, Oral
Roberts me invitó a incorporarme como vicepresidente de la
Universidad Oral Roberts, y a servir allí como decano de la
división de asuntos espirituales y teológicos. Cuando le manifesté
que no dejaría mi iglesia, ese experto ministro de 68 años se inclin6
hacia mí y me dijo: "No quiero que dejes tu iglesia. Quiero que
traigas el espíritu y la vida que fluye de tu iglesia aquí, a la
Universidad Oral Roberts."
Los ancianos o diáconos me han liberado de las tareas
administrativas y de asesoramiento, que pueden consumir el
tiempo de un pastor, y tengo disponible mi tiempo para orar y
predicar en nuestra iglesia. También conduzco un programa
nacional de avivamiento en la oración, según Dios me ha indicado
hacer, y trabajo capacitando líderes espirituales por medio de la
Universidad Oral Roberts.
¿Se ha detenido alguna vez a pensar en la magnitud de una
simple pero decisiva elección hecha años atrás? Yo pienso a
menudo en esa elección que hice, y le doy gradas a Dios porque
respondí al llamamiento que es aún más extraordinario que mi
llamado a predicar: El llamado a la oración.
No todo creyente quizás sea llamado a predicar, pero todo
creyente es llamado a orar. Orar es nuestra obligación. Orar es
nuestro privilegio. Orar, como el aire, el agua y la comida, son
necesarios para nuestra supervivencia y crecimiento. Pero hay
32 / ¿Ni tan s610 una hora?
muchos creyentes que consideran que la oración es una actividad
optativa.
Come ten Boom, la amada autora de muchos libros cristianos,
a veces planteaba esta pregunta a los creyentes: "¿Qué es la oración
para usted: una rueda de auxilio o la rueda motriz, el tim6n que 10
conduce?" Medite en esta pregunta en la intimidad de su coraz6n,
y recuerde que hay un llamado más elevado, que es el llamado a
la oraci6n. ¿Ha respondido a ese llamado?
CAPITULO CINCO
Una progresión divina
Antiguamente la gente escuchaba la voz de Dios, yeso era
bueno. Pero también es esencial que escuchemos hoy su voz. "Si
oyereis hoy su voz..." (Hebreos 3:7, cursivas añadidas). El Espíritu
Santo está hablando hoy a la iglesia. Dios está convocando a su
iglesia a orar, y sería mejor que prestáramos atenci6n, porque la
clave de todo lo que va a acontecer de ahora en adelante es lo
siguiente: "No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu"
(Zacarías 4:6).
Es importante que entendamos que el deseo de orar no es algo
que podamos producir en nuestra propia carne; es más bien un
deseo que el Espíritu Santo hace nacer en nosotros. Si él ya ha
implantado ese deseo en su corazón, deténgase ahora mismo y
agradezca a Dios por ello. Si no, pídale que lo haga. Y luego pida
a Dios que le ayude a transformar ese deseo divino en una
disciplina diaria. A medida que la disciplina de oración se
desarrolle dentro de usted, esa misma disciplina "acelerará la
marcha". La oraci6n dejará de ser una obligación o una rutina. ¡Será
un deleite supremo!
Dios anhela ver su corazón transformado en una casa de
oración. ¿Por qué? Porque él desea hacer muchas cosas en usted y
33
34 / ¿Ni tan sólo una hora?
por medio de usted. Por lo tanto, cuando empiece a orar, dentro de
usted irá ocurriendo un progreso dado por Dios. Permítame
explicarle 10 que quiero decir.
Era un día normal de negocios, como todos los días, hasta que
Jesús entró en el templo de Jerusalén. A su tristeza se le unió la ira
santa. Después de fabricarse un látigo con unas cuerdas, Jesús se
encaminó intencionalmente hacia los cambistas y mercaderes de
bueyes, ovejas, palomas, y desalojó del templo, tanto a ellos como
a su mercadería "mugiente y balante". Antes que los sorprendidos
espectadores pudieran reaccionar, Jesús ya estaba de regreso, esta
vez para trastornar las mesas y sillas de los cambistas y vendedores
de palomas. Todavía estaban rodando las monedas, cuando Jesús
dijo con una voz de trueno: "Mi casa, casa de oración será llamada;
mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones."
Sabiendo que sólo los culpables tenían motivos para temerle,
los ciegos y los cojos atestaron el templo, y Jesús los sanó allí en
medio de las risas y los alegres aleluyas de los niños. Cuando los
principales entre los sacerdotes y los escribas demandaron airados
que Jesús hiciera callar a los niños, él se opuso con calma: "¿Nunca
leísteis: De la boca de los niños y de los que maman perfeccionaste
la alabanza?" (Ver Mateo 21:12-16.)
Tome un momento para observar la hermosa progresión que
hay en estos versículos. Primero, Jesús limpió el templo para que
fuera una casa de pureza (v. 12). Luego declaró: será llamada casa
de oración (v. 13). Luego el templo fue transformado en una casa de
poder, donde los ciegos y los cojos recibieron sanidad de parte de
Jesús (v. 14). Y finalmente, el templo llegó a ser casa de alabanza
perfeccionada (v. 16).
¿No deberíamos ver este mismo desarrollo en la iglesia y en
la vida individual en nuestros días? Para hacer eco de las palabras
del apóstol Pablo: "¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el
Espíritu de Dios mora en vosotros?" (1 Corintios 3:16). Usted y yo
somos parte de la iglesia que es la morada de Dios, por medio de
su Espíritu (Efesios 2:20-22). Pero lamentablemente, nuestros
templos a menudo están contaminados por la ambición, la
manipulación, los pecados del egoísmo.
Es una burla que un creyente hable de una forma y viva de
otra. Dios no va a bendecir una iglesia impura. Su iglesia no será
casa de poder y de oración perfeccionada mientras no permita que
Una progresión divina / 35
el Espíritu Santo purifique su alma santurrona y la transforme en
casa de oración.
Escuche la solemne advertencia que Dios hace a su iglesia: "Si
oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones, como en la
provocación, en el día de la tentación en el desierto..." (Hebreos 3:7,
8). Estos versículos indican que puesto que los hijos de Israel
oyeron pero no obedecieron, se les impidió cumplir la misión de
tomar posesión de la tierra de Canaán.
Dios había prometido esa tierra a los hijos de Israel. Pero,
cuando diez de los doce hombres enviados por Moisés a espiar· la
tierra regresaron temerosos y desalentados porque la tierra parecía
imposible de conquistar, toda una generación murió en el desierto.
Aunque dos de los espías, Josué y Caleb, afirmaron confiadamente:
"Subamos luego, y tomemos posesión de ella; porque más
podremos nosotros que ellos" (Números 13:30), cuando llegó el
momento de votar, los diez contaron más que los dos.
Dios no actúa según nuestros itinerarios. Estaba listo para
guiar a su pueblo a cruzar el río Jordán, pero el pueblo estaba
atrapado en sus mezquinas rutinas. Un líder con ambiciones
personales declaró con suficiencia: "¿Lo han notado? Moisés ha
perdido la unción divina." Una esposa insatisfecha regañaba a su
preocupado marido: "¡Tienes que conseguir más maná para
nuestros niños!" Un bien intencionado anciano advertía: "Josué y
Caleb se están deslizando por una tangente de 'superfé'. ¿Cómo
puede ser que anden por ahí proclamando que podemos vencer,
cuando todos sabemos que el enemigo es superior a nosotros?"
Temían a los gigantes en vez de a Dios. Prestaban más
atención a los problemas que a las promesas. Veían ciudades
amuralladas en lugar de ver la voluntad de Dios. Y por no captar
10 que el Espíritu les deda, deambularon cuarenta años por el
desierto. Murieron allí, dejando sus huesos en el desierto.
La situación no es diferente hoy. Estamos aquí para
adueñarnos de la tierra, amigo mío, pero en lugar de eso estamos
ocupados remodelando la casa, mirando fútbol, tratando de pagar
la hipoteca y preocupándonos por nuestros asuntos. Mientras tanto,
el Espíritu de intercesión nos llama a orar, y nosotros no le
prestamos atención.
La iglesia contemporánea se ha alejado mucho del cristianismo
bíblico. La mediocridad ha invadido el Cuerpo de Cristo, y
36 / ¿Ni tan sólo una hora?
nosotros pensamos que es nonnal. Dios está acelerando todo en
estos últimos días, pero el 99% de nosotros nos vamos retrasando
y quedando atrás. Añoramos ver el poder de Dios, pero para que
el poder de Dios se pueda revelar, nosotros debemos desarrollar la
disciplina de oración.
No sé si alguna vez habrán susurrado una oración como ésta,
pero yo lo he hecho: "Dios, quiero que quites todo lo que haya en
mi vida que no se identifique con Jesús. No quiero que haya en mí
nada que no glorifique y engrandezca a Jesucristo como Señor."
Para que esa oración se convierta en una realidad, las cosas que
pueden ser sacudidas deben ser sacudidas "para que queden las
inconmovibles" (Hebreos 12:27). Y seguro que hay mucho para
sacudir.
Si usted pudiera hablar conmigo ahora mismo, me confesaría
quizás: "Larry, durante estos últimos años Dios ha sacudido
muchas cosas en mi vida." Algunos pueden decir lo mismo
respecto de las iglesias ~ las que han estado con~riendo. ~a
habido mucho que sacudIr, que remover, que cambIar. ¿Por que?
A fin de que podamos dar el paso siguiente en esta progresión
dada por Dios.
Si hoy oye su voz llamándolo a la oración, no endurezca su
corazón. Pídale al Espíritu Santo que no le dé descanso hasta que
su vida de oración pase de ser un anhelo, a ser una disciplina
diaria y un deleite sagrado. Deje que Jesús desaloje y trastorne las
cosas de su vida que están impidiendo que su templo sea casa de
oración. Los bueyes malolientes, las ovejas que balan, las palomas
y sus arrullos, y las monedas sin lustre, no podrán reemplazar
jamás la presencia de Dios, santa y plena.
Enfréntese con los hechos. Si usted no empieza a orar, no
podrá gozar en el futuro de una comunión más íntima de la que
goza ahora mismo. Siempre tenemos que pasar por la agonía de la
elección antes de la promesa del cambio. ¿Qué va a resultar: la
rutina de siempre, o está usted listo para dar el siguiente paso con
Dios?
Jesús lo está esperando para orar: "Señor, haz de mi templo
una casa de pureza, de oración, de poder, y de alabanza
perfeccionada, para tu gloria." El está listo para empezar esa
progresión en su templo ya mismo. ¿Está usted listo?
CAPITULO SEIS
Señor, enséñanos a orar
Después del funeral de su padre, mi amigo Bob Tyndall se
puso a hojear la vieja Biblia que había sido una de las más
constante compañías de su padre. Sus ojos cayeron sobre las notas
escritas a mano en el margen: "Jesús no nos enseñó a predicar; no
nos enseñó a cantar. Nos enseñó a orar."
Su padre estaba en 10 cierto. La oración era una prioridad para
Jesús. Respecto del comienzo del ministerio de Cristo, el evangelio
de Marcos nos dice: "Levantándose muy de mañana, siendo aún
muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba" (Marcos
1:35). Hacia la mitad de su ministerio, después de la alimentación
milagrosa de los cinco mil, Mateo 14:23 dice que Jesús fue solo a
un lugar en el monte, a orar. Y hacia el final de su ministerio
terrenal, Lucas nos dice que Jesús salió, como era su costumbre, a
orar (Lucas 22:39-41).
Jesús haáa de la oración un hábito, y enseñó a otros a orar
tanto por sus palabras como por su ejemplo. En los evangelios
descubrimos que la tarea más ardua de Jesús fue la oración; y
luego, rebosando unción y compasión, salía de esos sitios de
intercesión para recibir los frutos de las batallas ya ganadas en
oración, grandes milagros, revelaciones profundas, sanidades
37
38 / ¿Ni tan s6lo una hora?
maravillosas y poderosas liberaciones. Puesto que la oración era un
hábito establecido en su vida, no resulta sorprendente que, aún
cuando enfrentaba las burlas y escarnios de quienes se le mofaban
al pie de la cruz, las primeras palabras que pronunció mientras
pendía allí fueron una oración (Lucas 23:34).
Jesús enfrentó la muerte de la misma forma que enfrentó la
vida: sin temor. Mientras agonizaba, encomendó su espíritu al
Padre y dijo: "Consumado es" Uuan 19:30), pero no debemos pensar
que la muerte de Cristo señaló el fin de su ministerio de oración.
El autor de la carta a los Hebreos nos dice que el ministerio
que Jesús cumple actualmente en los cielos es la intercesión: "Por
lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se
acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos"
(Hebreos 7:25). El ministerio constante de Jesús en los cielos es la
oración. Yo estoy en su lista de oración, lo mismo que usted.
Jesús nunca haría nada que careciera de valor, que fuese árido
o aburrido, y tampoco le pediría a usted que lo haga. Ahora
mismo, él le hace el más excelso de los llamamientos. Le está
repitiendo a usted lo que les dijo a sus discípulos en el Huerto de
Getsemaní: "¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora?
Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la
verdad está dispuesto, pero la carne es débil" (Mateo 26:40, 41).
Jesús quiere que usted aprenda a pasar tiempo con él, a velar con
él una hora en oración.
Creo que sé cómo se siente al leer estas líneas. Yo le dije tantas
veces que sí a Jesús. Tenía el deseo, pero me faltaba la disciplina.
Recuerdo una noche en la que prediqué en un encuentro
juvenil en una pista de bowling. Había tres mil adolescentes en el
auditorio esa noche, y cuando pronuncié la invitación a aceptar a
Cristo, vimos a quinientos de ellos acercarse para ser salvos. Nunca
lo olvidaré. Mientras estaba frente a ese mar de rostros sinceros, y
les indicaba: "Arreglen sus cuentas con Dios", algo dentro de mi me
preguntó: "¿Cuándo vas a arreglar tus cuentas con Dios?" Cuando
bajaba de la plataforma, algunos pensaron que me dirigía a hablar
con los nuevos convertidos, pero en realidad me estaba dirigiendo
a la habitación del fondo para postrar mi rostro delante del Señor.
Me sentía frustrado sobre el tema de la oración. Ahora que lo
pienso, creo que se trataba de una frustración santa. El Espíritu de
Dios simplemente no dejaría que me sintiera conforme con ninguna
Señor, enséñanos a orar / 39
otra cosa que no fuera el ministerio de la oración.
No quiero dejar una impresión errónea. Allí en Beverly Hills,
acostumbrábamos a orar. A veces orábamos durante toda la noche.
Orábamos para tener una gran cosecha. jEn cuatro años, la iglesia
creció de cuatrocientos miembros a mucho más de tres mil! Pero
Dios me pedía que tomara la disciplina de levantarme cada día
temprano, que orara hasta llegar al lugar de la victoria, y que
caminara en la autoridad y la unción de Dios. Necesitaba orar día-
a-día, no una carrera frenética para "ponerme al día" en la oración
antes de un acontecimiento especial. .
En esa época en que trabajaba entre los jóvenes, me invitaron
a un encuentro de avivamiento juvenil en otra ciudad. Desde mi
conversión, siempre había deseado ser un evangelista; me sentí
muy complacido por esa invitación. Todas las denominadones
menos una estaban colaborando en esa ciudad, de manera que cada
una de las reuniones se iba a celebrar en una iglesia distinta.
El avivamiento no comenzó del todo bien. La primera noche,
fuimos a la Iglesia de Dios. Afuera haáa frío, y adentro también.
Prediqué lo mejor que pude, hice la invitación, pero nadie se
adelantó a recibir a Jesús.
La noche siguiente fuimos a la Asamblea de Dios. Tuvimos un
buen servicio de alabanza y adoración, pero la predicación y el
llamado fueron como el de la noche anterior. Sentía como si todo
el mundo se preguntara: "¿Cuándo vas a hacer algo? ¿Cuándo va a
ocurrir algo?" Eso mismo era lo que yo estaba pensando.
La tercera noche fuimos a la iglesia metodista. Me aseguré de
llegar un poco más temprano para estar a solas con Dios.
Justamente cuando buscaba un sitio para orar, entraron por la
puerta trasera dos monjas católicas con una guitarra. Vinieron
derecho a donde yo estaba y me preguntaron: "Hermano, ¿podría
templarnos la guitarra?"
Perplejo por el extraño pedido, simplemente me quedé
mirándolas y les dije: "Bueno...yo...este...sí, cómo no." (¿Cómo se les
puede decir que no a dos monjas católicas?) De modo que
entramos en una habitación lateral y les templé la guitarra.
Advirtiendo mi estado de nervios a medida que se me
escapaba el tiempo de preparación previa, una de las monjas puso
la mano en el brazo y me dijo reconfortándome: "No se aflija,
hermano Lea. Nosotros hemos estado orando hoy por usted
40 / ¿Ni tan sólo una hora?
durante ocho horas." Casi no podía creer lo que me había dicho,
pero por lo pronto me sentí agradecido, y hasta aliviado. Me
impuso las manos y empezó a hablar en lenguas. Luego la otra
empezó a cantar en lenguas. ¡En pocos segundos más, yo no sabía
si estaba en la tierra o en el cielo, pero sí sabía que estaba en
compañía de dos mujeres que realmente conodan a Dios!
Cuando terminaron, una de ellas me dijo: "¿Significa algo para
usted la frase: 'Consumado es', hermano?"
Un escalofrío me recorrió el cuerpo, porque ése era mi
versículo para esa noche.
El servicio comenzó, y prediqUé desde uno de esos púlpitos
laterales suspendidos, al estilo metodista. Al finalizar el sermón
hice la invitación, iY se adelantaron cien jóvenes!
Pues bien, la noche siguiente tenía que predicar en la iglesia
católica. Llegué temprano y suspiré aliviado cuando vi a las dos
monjas entrar por la puerta del fondo con su guitarra. Esta vez me
dirigí derecho a donde estaban y les pregunté: "¿Podría templarles
la guitarra?" La noche anterior no había tenido deseos de hacerlo,
pero esta vez sí.
Cumplimos la sencilla ceremonia de templar la guitarra, y
luego fui derecho al grano. Sin pestañear, les dije: "Quiero que
repitamos 10 de anoche." De modo que me pusieron las manos
sobre la cabeza, y otra vez sucedió. Luego, la monja que todavía no
había pronunciado una palabra en inglés delante de mí, me dijo en
forma casual: "Hermano Lea, ¿recuerda la mujer que tenía flujo de
sangre y se acercó para tocar el borde del manto de Jesús?" (Ya se
imaginan, ¡ése era el versículo sobre el que iba a predicar esa
noche!)
Prediqué, y otras cien personas hallaron a Dios esa noche.
Hacia el fin de la semana, quinientas personas se habían entregado
al Señor en esa pequeña ciudad.
Pues bien, mientras viajaba de regreso a casa, trataba de
imaginar cómo iba a anunciar al equipo 10 que Dios había hecho
por mi intermedio, de la manera más humilde posible. "¿Cómo
anduvo el avivamiento?" "No tan mal. Se salvaron unas quinientas
personas. Fue una semana bastante buena."
Yo siempre había querido ser evangelista. Ahora sabía que era
un evangelista, y me sentía muy bien. Saboreaba el número de
personas que se había salvado, pensando cómo lo podía infonnar
Señor, enséñanos a orar / 41
sin orgullo, cuando el Espíritu Santo interrumpió abruptamente mis
reflexiones. "Hijo", me dijo, "pongamos una cosa en claro. Tú no
tuviste nada que ver con ese avivamiento."
Abrí la boca, ¡pero la cerré de inmediato!
~a voz dentro de mí continuó: "Lo que ocurrió fue
sencIllamente que alguien oró y pagó el precio del triunfo."
Esas palabras siguieron repiqueteando en mis oídos durante
años. "¡Orar para pagar el precio! Alguien pagó el precio."
En el año 1978 falleció el pastor Conatser y me invitaron a
tomar su lugar en Beverly Hills. Para ese entonces mi frustración
santa h~bía llegado a un clímax. Lo que más me importaba era el
ll~amIento a la oración. Debía responder a ese llamado, que era
mas excelso que el llamado a predicar. Fue cuando llevé mi
pequeña familia de regreso a Kilgore. Mi desesperado deseo de orar
se transformó entonces en una disciplina sagrada.
Fue durante esos días, cuando buscaba sabiduría de la misma
forma ~ue una persona busca dinero que ha perdido o un tesoro
escondIdo, que el Señor me empezó a revelar cosas nuevas, cosas
secretas acerca de la oración que nunca había conocido antes. A
medida que clamaba en su presencia, él derramaba sus revelaciones
en mi espíritu. Cuando me ordenó que fuera a Rockwall a fundar
su iglesia allí, ya me había liberado de la teología que enseña que
"cuanto más grande mejor". Fui a Rockwall con una cosa en la
mente, que era capacitar a algunas personas y enseñarles a orar. No
sabía .que estaba apuntando a la raíz central de aquello que había
floreCIdo dando lugar al derramamiento del poder de Dios durante
el primer siglo. Sólo sabía que debía orar y enseñar a otros a orar.
Nuestra iglesia tenía alrededor de un año en 1981 cuando fui a
~ue:a Orleans, para escuchar a Paul Yonggi Cho, el pastor de la
IgleSIa EvangelIo Completo en Yoido, Seúl, Corea, la iglesia más
gran?e del mundo. El Señor me ayudó a encontrarme con él, y nos
reunm~os ~n una habita?ón posterior de la iglesia que auspiciaba
el semInarIo. Cuando mIs ojos se encontraron con los suyos sentí
que estaba mirando directamente a su alma. '
. Sabía que disponíamos apenas de un minuto, de modo que mi
tIro debía ser certero. Le dije algo así: "Dr. Cho, ¿cómo logró
desarrollar una iglesia tan grande?"
.Sonrió, y sin vacilar, me respondió: "Oro y obedezco." Y luego
se nó.
42 / ¿Ni tan sólo una hora?
Yo me reí junto con él, pero dentro de mí estaba repitiendo sus
palabras. Esa es la clave -murmuré-. Eso es. Ora y obedece, Larry.
Ora y obedece.
Nunca olvidaré sus palabras. Como sabe, hay muchas personas
que quieren obedecer, pero no oran. Y hay algunas personas que
oran, pero no tienen el valor de obedecer. Pero la oración y la
obediencia deben ir juntas si queremos recibir el poder y la unción
del Espíritu de Dios.
Estoy convencido de que los disápulos no eran muy distintos
de usted y de mí. Igual que nosotros, tuvieron que golpearse la
cabeza contra más de un muro, antes de venir hasta Jesús y
pedirle: "Señor, enséñanos a orar."
Lo mismo ocurrió conmigo. Traté de orar por mi cuenta, pero
sabía que faltaba algo. Seguía c1amándole a Dios: "Señor, enséñame
a orar. Enséñame a orar." Yun día, apenas había pronunciado estas
palabras, empezaron las lecciones.
CAPITULO SIETE
¿Ni tan sólo
una hora?
Cuando le pedí al Señor que me enseñara a velar con él una
hora en oración, recordé que Jesús les había enseñado a sus
discípulos: "Vosotros, pues, oraréis así" (Mateo 6:9). Abrí mi Biblia
en el pasaje que hemos llegado a conocer como "Padrenuestro" y
medité en estas 71 palabras:
Padre nuestro que estás en los delos, santificado sea tu nombre.
Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, asi
también en la tierra. El pan nuestro de cada dia, dánoslo hoy. Y
perd6nanos nuestras deudas, como también nosotros perdona-
mos a nuestros deudores. Y no nos metas en tentación, mas
líbranos del mal; porque tuyo es el reino, yel poder, y la gloria,
por todos los siglos. Amén (Mateo 6:9-13).
Me sentí perplejo y así 10 expresé. "Señor, esto lo puedo decir
en veintidós segundos, y cantando 10 puedo hacer en un minuto y
medio. ¿Cómo puede ser que esto me ayude a velar contigo
durante una hora?"
43
44 / ¿Ni tan s610 una hora?
y el Espíritu de Dios me respondió: "Lee l-e-n-t-a-m-e-n-t-e."
Como un chico obediente, comencé a recitar las conocidas
palabras, haciendo una pausa después de cada breve frase: "Padre
nuestro ... que estás en los cielos...Santificado sea tu nombre..."
Apenas habían salido estas palabras de mi boca, el Espíritu de Dios
empezó a dejar caer en mi corazón una serie de revelaciones y
visiones que me plantaron de una vez para siempre la disciplina de
la oración, y convirtieron mi tiempo de oración en un deleite total.
Espero que no le moleste a nadie que diga aquí que tuve una
visión. Casi puedo ver cómo levantan las cejas. ¿Sabe qué es lo que
está fallando en los creyentes de hoy en día? Hemos estudiado
tanto tiempo la falsificación, que ya no reconocemos la versión
original. iEs una vergüenza que un muchacho que asistió a la
iglesia de una u otra forma durante diecisiete años, haya ido a
parar a una sala psiquiátrica antes de descubrir que Dios habla!
Si tan sólo hubiese conocido a alguien como aquellas dos
hermanas católicas que he mencionado. Una de ellas se me acercó
hace un tiempo y me preguntó con una sonrisa: "¿Sabes cómo sé
las cosas que sé?"
Le devolví la sonrisa y pregunté: "¿Cómo?"
Ella me respondió con tono natural: "¡Lo sé a través de mi
'conocedor'!"
Si usted es un creyente, usted también tiene un "conocedor".
Es el testimonio del Espíritu Santo.
Después de que hice la pregunta: "Señor, ¿cómo puedo velar
contigo una hora?", el Señor me hizo una promesa. "Cuando
aprendas a velar conmigo una hora", prometió, "algo sobrenatural
ocurrirá en tu vida." Y luego me mostró que lo que llamamos
"Padrenuestro", es en realidad un bosquejo de oración.
Como usted sabe, los rabinos del primer siglo enseñaban
comunicando núcleos de verdades. Formaban una lista de temas,
y para cada tema ofrecían un bosquejo. En su oración modelo,
Jesús enumeró los temas y dijo: "Ustedes orarán así" (Mateo 6:9-13).
Hemos aprendido de memoria, citado y cantado el Padrenuestro,
pero no hemos considerado esta oración como un conjunto de seis
temas para seguir en oración bajo la guía del Espíritu Santo.
Mi amigo Brad Young ha escrito un libro acerca del trasfondo
hebreo en el Padrenuestro. Dice que hay algunos escritos antiguos
que dejaron los primeros cristianos, que contienen oraciones
¿Ni tan s610 una hora? / 45
basadas en el Padrenuestro, y que requieren alrededor de una hora
para ser pronunciadas.
También hizo una interesantísima observación basada en
Hechos 1:14. Usted recordará que los discípulos, junto con María,
la madre de Jesús, los hermanos de Jesús, y otros creyentes, se
reunieron en el Aposento Alto después de la ascensión del Señor,
en obediencia a su orden de que esperaran el Espíritu Santo. La
Escritura registra: "Todos éstos perseveraban unánimes en oración
y ruego." Young señala que el griego no dice "en oración";
literalmente, este versículo expresa lo siguiente: "Todos éstos
perseveraban unánimes en 'la oración' y ruego." Dice Young que
la literatura antigua a menudo se refiere al Padrenuestro como "La
Oración".
Hoy, una nueva generación de disápulos está descubriendo los
principios, el propósito y el poder que se ocultan detrás de las
conocidas palabras del Padrenuestro. Y en la medida que redescu-
brimos el poder y la necesidad de la oración, nuestra vida de
oración va pasando de un deseo, a una disciplina, y de allí a un
deleite.
A medida que usted se discipline y tome este bosquejo de
oración para entrar a la presencia de Dios, la oración comenzará a
fluir en su vida, como fluía en la vida de Jesús y de los primeros
creyentes. Pero debo advertirle: Esta no es una verdad de débil
intensidad; es una poderosa revelación de profundísima intensidad
que puede iluminar su templo con la gloria de Dios y transfonnar
su casa de oración en una casa de poder y de alabanza perfecciona-
da. Si usted está preparado, sólo tiene que conectarse.
SECCION 11
PROMESAS:
"Padre nuestro que estás en los cielos,
santificado sea tu nombre. "
CAPITULO OCHO
Apropiándonos de los
nombres de Dios
"Disciplina" es una palabra detestable para muchos de
nosotros. La mayoría de las personas, cuando piensa en la
disciplina de oración, adoptan una expresión solemne y resuelta,
aprietan los dientes y prometen: "¡Lo haré aunque me mate!l' Es la
misma cara que puso mi pequeño hijo, John Aaron, cuando le dije
que comiera la espinaca. "Papito", me dijo con el tono más natural
de hombre a hombre que pudo usar. "No me gusta, pero puedo
comerla." ¿Cuántas veces le ha dicho usted lo mismo a Dios:
"Padre, no me gusta orar, pero puedo hacerlo"? La oración no
necesita ser una obligación. ¡Puede ser un deleite!
¿Ha observado alguna vez que el Padrenuestro empieza y
termina con una alabanza? Debemos entrar por sus atrios con
alabanza, dice el Salmo 100:4. Jesús sabía eso cuando nos enseñó:
"Cuando oréis, decid: Padre nuestro que estás en los cielos,
santificado sea tu nombre..," (Lucas 11:2),
Por fe decimos "Padre", y por amor decimos "nuestro", El Dios
omnisciente, omnipotente Creador que habita la eternidad, nos in-
49
50 / ¿Ni tan sólo una hora?
vita a los creyentes a que lo llamemos Padre.
La palabra "santificar" no es una palabra corriente, pero
significa "Hacer a uno santo. Dedicar a Dios W1a cosa". Es la
expresión de un intenso deseo de que el nombre de Dios sea
reconocido, puesto aparte y adorado.
No solemos detenernos a reflexionar que el nombre del Señor
puede ser santificado o profanado por nuestra conducta. Pero los
documentos antiguos muestran que, puesto que la muerte de un
creyente por martirio con frecuencia induóa a otros a glorificar a
Dios, la expresión hebrea "santificar el nombre", frecuentemente se
entendía como sacrificar la vida por la propia fe. Qué verdad tan
poderosa. Santificamos a Dios por el ejemplo de nuestra vida justa,
tanto como lo hacemos por las palabras con que lo alabamos y
adoramos (Mateo 5:16).
Cuando aprendemos a seguir el bosquejo de la oración de
Cristo, y separamos el nombre de Dios, y lo alabamos y adoramos,
nuestra oración dejará de ser un deseo frustrado o una disciplina
rigurosa, y llegará a ser un santo placer.
La disciplina de la que estoy hablando lo llevará a la santa
presencia de Dios, y lo hará caminar según las prioridades de su
reino. Lo ayudará a orar para recibir lo que necesita y a llevarse
bien con sus semejantes en todo momento. Lo ayudará a enfrentar
al diablo y a dejarlo sentado de un golpe. Lo ayudará a ser la
cabeza y no la cola, a estar arriba y no abajo. ¡Lo ayudará a andar
de victoria en victoria todos los días de su vida!
Pero para santificar el nombre de nuestro Padre, debemos
entender que la naturaleza y la voluntad de Dios para sus hijos se
nos revela en sus nombres. Los nombres de nuestro Padre revelan
lo que él ha prometido ser en nosotros y lo que ha prometido hacer
para nosotros y por medio de nosotros.
Bendiciones que nos ha traído la sangre de Jesús
A medida que Dios me iba revelando su bosquejo de oración,
me dio una clara visión acerca de lo que él nos ha provisto. Vi a
Jesús levantando una gran vasija y caminando hacia lo que me
pareda un enorme altar de piedra, detrás del cual brillaba una gran
luz. Mientras contemplaba, el Señor derramó el contenido de la
Apropiándonos de los nombres de Dios / 51
vasija sobre el altar, y advertí que el líquido vivo y burbujeante que
caía sobre el altar era su propia sangre.
La palabra de Dios inundó mi mente.
Sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana
manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres,
no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con
la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin
mancha y sin contaminación (1 Pedro 1:18,19).
Repentinamente, todo armonizó:
Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios
envió a su Hijo, nacido de mujer y naddo bajo la ley,
para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin
de que recibiésemos la adopción de hijos. Ypor cuanto
sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu
de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre! (Gálatas 4:4-6).
Contemplé esa sangre y exclamé: "¡Padre, Padre!", porque en
mi espíritu entró un cálido y maravilloso testimonio de que,
cuando recibí el perdón de Cristo, fui adoptado en la familia de
Dios y aceptado como hijo y heredero. Dios era mi Padre por
mérito de la sangre de Jesús. Luego me pareció como si esa sangre
viva sobre el altar me hablara acerca de las promesas del pacto que
había conquistado para mí.
En primer lugar, testificaba que mis pecados estaban perdona-
dos, y recordé: "Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido
por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por
su llaga fuimos nosotros curados" (Isaias 53:5). Contemplé la sangre
y lloré de dolor y gozo a la vez, porque supe que me había lavado
los pecados con su propia sangre (Apocalipsis 1:5), y que el pecado
ya no tenía dominio sobre mí (Romanos 6:14).
Luego la sangre declaró que gracias a la sangre del Cordero
puedo entrar valientemente en el lugar santísimo (Hebreos 10:19).
Mi cuerpo es ahora el templo del Espíritu Santo, que vive en mi,
y que es el don que Dios me ha dado (1 Corintios 6:19). Alabé a
Dios porque la sangre de Jesús me ha abierto un camino nuevo y
vivo para experimentar la plenitud del Espíritu Santo.
Luego, la sangre me aseguró que por las heridas y sufrimien-
tos de Cristo recibo salud e integridad (Isaías 53:5; 1 Pedro 2:24;
52 / ¿Ni tan sólo una hora?
Mateo 8:16, 17), sanidad espiritual, física, mental y emocional. Jesús
es el Gran Médico, el Compasivo Jesús.
y luego la sangre me hizo ver que Cristo me ha librado de la
ley del pecado y de la muerte (Romanos 8:2). Jesús cargó sobre si
la maldición que pesaba sobre mi fracaso e incapacidad (Gálatas
3:13), y ahora siempre me da victoria en Cristo (2 Corintios 2:14).
Por último, la sangre era testimonio de mi relación del pacto
con Dios mi Padre, y que eso me libera del temor a la muerte y al
infierno. Jesucristo abolió la muerte y trajo la vida y la inmortali-
dad a la luz, por medio del evangelio (2 Timoteo 1:10).
A medida que el Espíritu del Señor me revelaba lo que la
sangre ha hecho por nosotros, repentinamente advertí los nombres
hebreos de Dios en el Antiguo Testamento que se fonnan por
combinación con el nombre Jehová.
Cuando Dios deseaba hacer una revelación especial acerca de
si mismo, usaba el nombreJehová. En ese nombre se revelaba como
el Dios verdadero y eterno, el único, el que tiene existencia en si
mismo, el que no cambia.
El significado y origen del nombre Jehová se expresan de
manera muy especial en la revelación que Dios da de si mismo a
Moisés en la zarza ardiente (Exodo 3:13-15). A lo largo de cuatro
siglos de opresión en Egipto, los hijos de Israel habian creido en la
existencia de Dios, pero no habían experimentado su presencia.
Dios le proclamó a Moisés que él personalmente habia descendido
para liberar a su pueblo de la esclavitud y guiarlo a la Tierra
Prometida. Pero antes de que su siervo Moisés pudiera conducir al
pueblo de Dios, debía saber quién era y quién es Dios.
Cuando el Señor le proclamó por primera vez a Moisés "YO
SOY EL QUE SOY", el nombre que usó para sí mismo fue conside-
rado demasiado sagrado por los traductores hebreos como para
pronunciarlo eh voz alta. De manera que usaron las consonantes
YHWH o JHVJ, que podemos leer como Yahwéh o jehová. Yahwéh
implica más que la mera existencia de Dios; implica su presencia
personal e intima. El nombre de Dios Jehová revela su buena
voluntad de salvar a su pueblo y proceder en favor de ellos. El
nombreJehouí o YO SOY EL QUE SOY, puede traducirse "Yo estoy
contigo, listo para salvarte y para actuar, como siempre lo he
estado."
Ahora bien, en el Antiguo Testamento, hay ocho nombres
Apropiándonos de los nombres de Dios / 53
compuestos con el nombre Jehová:jehová-tsidkenu,jehová-m'kaddesh,
jehouí-sama, Jehová-sa10m, jehová-rophe, jehová-jireh, jehová-nisi, y
jehouí-rohi. Cada uno de estos nombres es una revelación del
carácter y la naturaleza de Dios.
En Exodo 6:3, 4, Dios vincula su nombre Jehová al pacto que
estableció con Abraham, Isaac y Jacob. Pero los ocho nombres
compuestos de Dios en el Antiguo Testamento también correspon-
den a la quíntuple promesa que Dios hace a su pueblo en el Nuevo
Pacto o Nuevo Testamento. Mientras que los nombres de Dios
revelan diferentes dimensiones de su carácter, también señalan su
cumplimiento pleno en la persona y obra de Jesucristo.
¿Cuáles son las cinco promesas o beneficios en el Nuevo Pacto
con los cuales se corresponden los ocho nombres compuestos de
Dios? ¿O de qué cinco cosas dio testimonio la sangre en el altar?
Los beneficios que disfrutamos en el Nuevo Pacto tienen que
ver con cinco esferas vitales. Para hacerlas fácilmente recordables,
las empezaré todas con la letra "p": (1) perdón: perdón del pecado
y liberación del dominio de pecado; (2) plenitud: plenitud del
Espiritu Santo; (3) promesa: promesa de salud y sanidad; (4) poner
fin: poner fin a la maldición de la ley respecto de su fracaso e
insuficiencia; (5) poder: poder sobre el temor a la muerte y al
infierno.
Cuando el Espiritu del Señor me reveló lo que la sangre habia
hecho por nosotros, empecé a entender lo que significa orar: "Padre
nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.H
Consideremos ahora cuáles son los cinco beneficios que nos fueron
dados en virtud de la muerte de Jesús.
Perdón del pecado y liberación
del dominio del pecado
El primer beneficio del que usted disfruta en el Nuevo Pacto
a consecuencia de ser un hijo de Dios por la sangre de Jesús, es el
perdón de sus pecados. ¿Cómo puede una persona pecadora ser
limpiada de su maldad y quedar justificada delante de Dios? En el
Antiguo Testamento, la pena de muerte que correspondía al
pecado, recaía sobre una víctima inocente cuya justicia seria
atribuida al pecador.
54 / ¿Ni tan sólo una hora?
Pero no hay ningún ser humano inocente y justo, y la sangre
de animales no puede quitar el pecado. Por lo tanto, era necesario
proveer un remedio divino. La provisión de justicia se hizo en
Jesucristo, el Hijo único de Dios, que murió en nuestro lugar (2
Corintios 5:21; 1 Pedro 3:18).
El nombre combinado de Dios,jehová-tsidkenu significa "Jehová
nuestra justicia" (véase Jeremías 23:5, 6). Este nombre revela la
faceta del carácter de Dios que opera la redención por medio de la
cual la humanidad queda plenamente restaurada en su relación con
Dios.
Jesucristo, nuestro jehová-tsidkenu, ocupó nuestro lugar
(Romanos 5:17-19). El nombre "Jehová nuestra justicia" revela el
método de nuestra aceptación por parte de Dios ("El que no
conoció pecado fue hecho pecado por nosotros..."), y la medida que
seria tomada para nuestra aceptación ("para que nosotros fuésemos
hechos justicia de Dios en él", 2 Corintios 5:21).
Por ello, cuando ore "Santificado sea tu nombre jehová-
tsidkenu", agradezca a Dios que él ya ha tomado una decisión
respecto de nuestros pecados. En su mente, él ya nos dice: "Te
perdono." Todo lo que usted tiene que hacer es acercarse y aceptar
ese perdón, porque la Biblia dice "Si confesamos nuestros pecados,
él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de
toda maldad" (1 Juan 1:9).
¿Se da cuenta? justificación significa jesucristo más nada más. "En
él estamos completos" (Colosenses 2:10). ¿Recuerda las palabras del
antiguo himno "Roca de los siglos"? "No traigo nada en mis manos;
sólo me aferro a tu cruz." ¡Eso es! Permítame compartir un relato
para ilustrar' esta profunda verdad.
Hace algunos años, estaba predicando en una iglesia de gente
de color, lejos de casa. (A mí me gustaría poder predicar como los
predicadores de color. ¡Qué libertad!) Mi padre, que se había
convertido unos dos años y medio antes, después de haber sido
alcohólico durante quince años, vino hasta el hotel donde me
alojaba, para llevarme hasta la iglesia.
Yo estaba ansioso por verlo, pero cuando atendí la puerta, mi
corazón se encogió.
No llovía, pero ahí estaba él, totalmente empapado. Tenia el
cabello chorreando, y el costoso traje azul y los zapatos estaban tan
empapados que formaban charcos en el piso junto a la puerta. Mi
Apropiándonos de los nombres de Dios / 55
primer pensamiento fue: jPapá se emborrachó y se cayó en la piscina!
Pero no quise decir nada antes de escuchar alguna clase de
explicación. Lo invité'a pasar, le alcancé una toalla y con mucha
calma, le pregunté: "Papá, ¿estás bien?"
Mientras se secaba el agua del rostro, me explicó 10 que había
pasado.
Iba subiendo la escalera hacia mi habitación cuando alcanzó a
ver el cuerpo inerte de un niño en el fondo de la piscina. Sin dudar
un instante, saltó del balcón, pasó por encima de la baranda de la
piscina y se zambulló en el agua. Alzó al niño por uno de sus
miembros, 10 sacó del agua; le suministró respiración artificial,
logró que se recuperara, y entregó al asustado niño a su agradecida
madre.
Me sentí muy orgulloso de mi papá ese día. Nunca olvidaré
ese incidente, porque eso fue lo que jehová-tsidkenu, "el Señor
nuestra Justicia", hizo por mí y por usted. Estábamos muertos
dentro del agua, muertos en delitos y pecados, pero él saltó dentro
del pozo y nos salvó. El que no conoció pecado fue hecho pecado
por nosotros para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en
él (2 Corintios 5:21).
Si usted puede salir nadando, o puede pagar para que lo
saquen, o puede satisfacer a alguien cumpliendo con una mera
confesión, entonces usted no necesita un Salvador. Pero si usted
está muerto dentro del agua, necesita a Jesús. Debe cambiar su
pecado y su culpa por su justicia y su gracia, si es que quiere
obtener la vida eterna.
Yo no sé cuál es su situación, pero cuando recuerdo cómo
Jesús cargó mi pecado y murió por mí en la cruz, no tengo que
hacer ningún esfuerzo para santificar su nombre,jehová-tsidkenu, "el
Señor mi Justicia".
Pero Jesús es más que nuestra justicia. No sólo ofrece perdón
por nuestros pecados; nos ofrece liberación del dominio del pecado,
porque Jesús es nuestro santificador. Ahora bien, ¿qué significa
eso? El significado básico de la palabra hebrea que traducimos
santificar es "separado para el servicio de Dios". Los creyentes
deben ser diferentes, separados del mundo, por su obediencia a los
mandamientos de Dios.
Dios es santo, separado (distinto) de su pueblo, sin embargo,
él nos santifica para que podamos tener comunión con él. En
56 / ¿Ni tan s610 una hora?
Levítico 20:8, se le llama jehová-m'kaddesh, "el Señor que santifica".
El Santo Espíritu de Dios vive en los creyentes y los capacita
para vivir vidas santas y para ser espiritual y moralmente puros.
(Vea 1 Corintios 6:11; 1 Tesalonicenses 4:3,4; 1 Tesalonicenses 5:23).
Por lo tanto, mientras usted medite en el nombre de Dios, "Jehová
que santifica", ofrézcale alabanza porque la sangre de Jesús no sólo
quita sus pecados, también destruye el poder del pecado en usted.
Agradézcale porque la sangre de Cristo no pasa por alto el pecado;
lo vence. (Vea Romanos 6:17,18; Hebreos 13:12; 1 Corintios 6:9-11).
Santificado sea tu nombre,Jehová-m'kaddesh, "el Señor que santifica".
Plenitud del Espíritu Santo
Puesto que Dios es nuestro Padre, el segundo beneficio que
disfrutamos en el Nuevo Pacto es la plenitud del Espíritu Santo. El
nombre compuesto de Dios, jehová-salom significa "Jehová es paz"
(ver Jueces 6:24). La palabra hebrea salom es traducida la mayoría
de las veces, y con propiedad, como "paz", y representa la salud y
armonía con Dios, y satisfacción y plenitud en la vida.
La redención de Cristo es la base de nuestra paz con Dios. La
humanidad no podía reconciliarse antes con Dios, alguien debía
pagar el precio del pecado, que era la muerte. Jesucristo pagó ese
precio, y la comunión entre Dios y el hombre que el pecado había
roto, fue restaurada por su sangre (ver Colosenses 1:20-22). "Pero
él fue herido por nuestras transgresiones, molido por nuestros
pecados. El castigo de nuestra paz fue sobre él, y por sus llagas
fuimos nosotros curados" (Isaías 53:5).
Cuando Jesús murió y su sangre derribó la barrera del pecado
que nos separaba de Dios, ocurrió algo sobrenatural en el templo
de Jerusalén. El velo que separaba el lugar santo del lugar santísi-
mo (el lugar donde moraba la presencia de Dios, y que contenía el
arca y el propiciatorio manchado por la sangre de los animales
sacrificados que el sumo sacerdote presentaba allí una vez por
año), se rasgó de arriba abajo, abriéndose el camino para entrar al
lugar santísimo: la misma presencia de Dios (vea Hebreos 10:19-22).
El historiador Josefo nos informa que este grueso cortinado de
10 an de espesor, que se renovaba año a año, no podía ser roto ni
tirando desde ambas puntas con caballos. Impedía acceder a la
Apropiándonos de los nombres de Dios / 57
presencia de Dios a todos excepto al sumo sacerdote; pero cuando
repentinamente se rasgó de arriba abajo en el momento de morir
Jesús (Marcos 15:37, 38), fue porque había quedado abierto el
camino hacia Dios para todo el que se acercara por medio de Jesús.
Santificado sea tu nombre, jehová-sa10m, "el Señor es paz".
Gracias por restaurar la paz con Dios a la humanidad, que se había
interrumpido a causa de la caída.
Otro de los nombres compuestos de Dios es jehová-sama y
significa "Dios está aquí" (ver Ezequiel 48:35). Sama es la palabra
hebrea que significa "el omnipresente, el Uno que todo lo llena".
Esta es la promesa de un Dios santo que habita en medio de su
pueblo. Es la promesa de su presencia.
La presencia misma de Dios está en los creyentes, que son el
templo santo de Dios. Su presencia vive y crece por medio de su
Espíritu (ver Efesios 2:20-22). La palabra que se usa para "templo"
en el v. 21 no se refiere al templo en general, sino al "santuario". En
el santuario se levantaba el altar del incienso, y en el lugar
santísimo estaba el propiciatorio, cubierto por la presencia divina
o shekinah. Ahora, gracias a Jesús, nosotros somos templo de barro,
llenos de la gloriosa presencia de Dios.
Agradezca a Dios porque sus pecados han sido perdonados y
por eso usted puede ser llenado, inundado por Dios mismo: usted
puede ser llenado por el Espíritu Santo. Y eso no es todo. Jesús ha
prometido: "No te desampararé, ni te dejaré" (Hebreos 13:5). El ha
énviado su Espíritu Santo, el Consolador, el que fortalece, el que
intercede, el que tiene comunión, para estar con nosotros. Santifica-
do sea tu nombre jehová-sama, "el Señor está allí".
Recuerde: usted está santificando el nombre de Dios por lo que
él es y por lo que ha hecho por usted. Mientras medite acerca de
los distintos nombres de Dios el Padre, afiance su fe, transforman-
do sus reflexiones en declaraciones de fe y alabanza.
"Padre, tú eres jehová-tsidkenu. Tú eres mi justicia. Me pongo
de pie delante de ti, justo y perdonado por la sangre de tu Amado
Hijo. Tú eres jehová-m'kaddesh, el Señor que santifica." Tú me
transformas a la imagen de tu Hijo y destruyes el poder del pecado
sobre mí. Tú eres jehouí-salom, mi paz. Jesús hizo la paz mediante
su sangre en la cruz, y me reconcilió contigo. Ahora tu paz, que
sobrepasa todo entendimiento, guarda mi corazón y mi mente. Tú
eres jehová-sama. Tú me has llenado con tu presencia, y nunca me
58 / ¿Ni tan 5610 una hora?
dejarás ni me abandonarás. Gracias por vivir en mi, Señor."
Ese es un ejemplo de lo que significa santificar el nombre de
Dios y hacer declaraciones de fe basadas en lo que él es y lo que
ha hecho por usted. Pero hay mucho, mucho más, por lo que usted
debe santificar el nombre del Padre.
CAPITULO NUEVE
Apropiándonos de las
promesas de Dios
Por favor no me interpreten mal. La oración no es algo mágico,
ni es algo fácil. Pero da resultados. Cuando reconocemos a Dios en
todas las esferas de nuestra vida, El satisface los anhelos de nuestro
corazón.
Un tiempo después de que me convertí, mi madre me confesó
que estaba planeando dejar a mi padre. -Larry -suspir6-, tu
padre y yo hemos estado casados desde hace mucho, y ha sido una
vida insoportable. No puedo soportar más su alcoholismo. No
puedo seguir viviendo así.
-Mamá, por favor no lo dejes -rogué consternado.
-Tú ya no estás en casa -replicó ella-, y ahora tu hermana
ha crecido y se ha ido también. ¿Por qué no vaya irme yo?
-Porque he estado leyendo las letras rojas de mi Biblia,
Mamá.
-¿Y qué significa eso? -preguntó preocupada, con un dejo de
exasperación en la voz.
-Significa que en Mateo 18:19 Jesús dijo: "Si dos de vosotros
59
60 / ¿Ni tan sólo una hora?
se pusieren de aruerdo en la tierra acerca de rualquier cosa que
pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos." Yo
soy uno, Mamá, y contigo somos dos. Podemos ponernos de
aruerdo y 10 vamos a lograr.
Pero ella no compartía mi entusiasmo. Suspiró profundamente
y admitió: -No tengo ni siquiera suficiente fe para creerlo.
-No importa -respondí-o No dice: "Si dos están de acuerdo
y creen." Sólo dice: "Si dos están de aruerdo." Si hace falta creer, yo
10 voy a hacer por los dos.
Puse mi brazo alrededor de ella, y oramos juntos.
¿Saben lo que sucedió después de esa conversación? ¡Las cosas
se pusieron peor aún! ¿Le ha ocurrido alguna vez? ¿Ha orado
alguna vez con mucha firmeza, y las cosas se han puesto peor que
antes?
Una noche que Papá se había emborrachado y chocado con el
auto, me arrodillé a su lado y traté de hablarle acerca de Dios, pero
me empujó con el dorso de la mano y rugió: "¡No quiero oír nada
acerca de Jesús!"
Esa noche derramé copiosas lágrimas orando en mi dormitorio.
Jesús había encendido en mi corazón el ardiente deseo por la
conversión de mi padre, y yo no estaba dispuesto a rendirme.
Tenía la promesa: "Deléitate asimismo en Jehová, y él te concederá
las peticiones de tu corazón" (Salmo 37:4).
Eso no significa que puedo tener un auto último modelo esta
semana, uno más el mes que viene y una casa nueva el año
próximo. No estoy hablando de manías carnales. Estoy hablando
de perder la vida por Jesús y dejar que él siembre en nosotros sus
deseos.
A la semana siguiente, entré a la cocina y encontré a mi madre
llorando. Mi primera reacción fue pensar que algo terrible había
orurrido. -¡Madre! -exclamé alarmado-. ¿Qué ha ocurrido?
Se secó un poco las lágrimas y respondió. -No sé muy bien.
Sólo sé que tu padre se hizo a un lado en la ruta, estacionó alIado
del camino y se bajó a orar diciendo: "Jesús, si tú puedes hacer algo
por un viejo borracho como yo, te doy mi vida."
En pocos días más recibí la llamada de un hospital al que
habían admitido a mi padre, porque su ruerpo estaba totalmente
deteriorado por el alcohol. La conocida voz paternal me ordenó:
"Hijo, tráeme una Biblia."
Apropiándonos de las promesas de Dios / 61
Sorprendido por su petición, le dije: "Papá, ¿qué te ha pasado?"
Perplejo pero a la vez orgulloso de su reciente decisión, me
respondió con firmeza: "Tú sabes 10 que me ha ocurrido." Y
suavizando la voz, repitió: "Tráeme una Biblia."
Con una Biblia bajo el brazo salí corriendo hacia el Centro de
Recuperación. Cuando entré a su habitación, papá me abrazó. Las
primeras palabras que me dijo fueron: "¿Orarías por mí?"
Juntos nos postramos, y lloramos, y oramos. Eso sucedió hace
más de quince años. Mi papá no ha vuelto a tomar desde entonces,
y es el mejor amigo que he tenido. El y mi madre son miembros de
mi iglesia, aunque tienen que viajar 100 kilómetros de ida, y otros
tanto de vuelta todos los domingo para asistir a las reuniones.
Todo esto orurrió porque mi fiel Jesús implantó en mí el santo
deseo de ver sano a mi padre, de cuerpo, mente y espíritu. Ese es
el tercer beneficio del que disfrutamos en el Nuevo Pacto: la salud
y la sanidad.
Promesa de salud y sanidad
El nombre compuesto jehová-rophe significa "Jehová sana". La
palabra rophe significa "restaurar, curar o sanar, no sólo en el
sentido físico sino también en el sentido espiritual y moral". Eso es
10 que Dios hizo por mi papá.
En mis clases de teología sistemática en el seminario, los
prófesores trataban de decirme que Jesús no sana en la actualidad;
y luego trataban de convencerme de que este Nuevo Pacto es mejor
que el Antiguo. No les creí, y usted tampoco debiera creer eso.
Dios sigue siendo "el Dios que sana".
¿Necesita usted sanidad, o la necesita alguien que usted
conoce? Entonces empiece a agradecer al Señor que usted es
sanado por sus heridas (Vea Isaías 53:5; Mateo 8:16, 17). La salud
es un hecho en la mente de Dios (1 Pedro 2:24). Haga una declara-
ción de fe. Concéntrese en la sangre de Jesús, no en sí mismo o en
cómo se siente. Concéntrese en 10 que él es y lo que él ha conquis-
tado para usted. Cuando usted 10 alabe, él será para usted lo que
usted necesita: será jeholXÍ-rophe, "el Señor que sana".
Póngase en una actitud de fe delante de Dios. Recuerde, la
mayor expresión de fe es decir "gracias". Por 10 tanto, cobre ánimo
62 / ¿Ni tan sólo una hora?
y agradezca las heridas que él recibió para darle salud. Santifique
su nombre ]ehová-rophe, y agradézcale por la salud y la sanidad que
son suyas en Cristo Jesús.
Poner fin a la maldición de la ley sobre
nuestro fracaso e incapacidad
El cuarto beneficio del que usted disfruta en virtud del pacto
con Dios el Padre, es libertad de la maldición de la ley.
Cuando yo estaba creciendo, mi ambiente hogareño no era
muy favorable. Mi papá salia sacudir la cabeza disgustado y
murmurar: "Probablemente tenga que sostenerte toda mi vida." Y
yo en parte le creía. Me sentía condenado al fracaso; realmente no
esperaba tener éxito en la vida. El verdadero Larry Lea no pareda
satisfacer las esperanzas de nadie.
Yo pensaba que me ocurría únicamente a mí. No sabía que el
propio Pablo lo había declarado llanamente en Romanos 3:23: "Por
cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios."
Nuestros pecados nos condenan al fracaso. Todo hombre y mujer
está destituido constantemente, en todas las esferas de la vida:
moralmente, emocionalmente, financieramente, socialmente, espi-
ritualmente y físicamente. Ningún mortal ha satisfecho jamás todos
los requisitos de la ley.
En Gálatas 3:10 leemos: "Maldito todo aquel que no permane-
ciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas."
Sin embargo, Romanos 8:2 declara: "Porque la ley del Espíritu de
vida en Cristo Jesús, me ha librado de la ley del pecado y de la
muerte." Y en Gálatas 3:13, Pablo dice: "Cristo nos redimió de la
maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está
escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero)." ¿Cuál es la
maldición de la ley de la cual nos ha redimido Cristo? Para
responder a esa pregunta, debemos volver al1ibro del Génesis y a
su relato sobre la caída del hombre.
La decisión de Adán y Eva de desobedecer a Dios, que motivó
la caida de nuestros primeros padres, tuvo consecuencias de largo
alcance. Por su acto de desobediencia, el pecado y todas sus
temibles consecuencias entraron en el mundo. La imagen de Dios
en el hombre quedó distorsionada y manchada, los seres humanos
Apropiándonos de las promesas de Dios / 63
quedaron separados de su Creador, y toda la humanidad quedó
bajo sentencia de muerte.
Por medio de Moisés, Dios le dio su ley a la humanidad, por
la cual establecía las únicas pautas de justicia aceptables para Dios.
La ley mosaica, que es un pacto por obras, sentaba el modelo para
la conducta humana; sin embargo, al carecer de poder para cumplir
ese modelo perfecto, la humanidad nunca ha podido satisfacer los
requisitos divinos. La maldición de esa ley incumplida condenaba
a la hwnanidad a vivir una vida de fracaso y desesperanza.
Pero cuando la humanidad cayó en pecado, también caímos·en
los brazos misericordiosos y redentores de Dios. Jesucristo, el hijo
unigénito de Dios, y el único ser humano perfecto, se ofreció
voluntariamente para morir en la cruz, cargando la pena de muerte
que pesaba sobre nosotros, cumpliendo todos los requisitos de la
ley, y dándonos un pacto nuevo y mejor. Los creyentes del Nuevo
Pacto están libres de la condenación de la ley, porque se les ha
adjudicado la justicia de Cristo. Además, como resultado de la
expiación de Cristo, los mandamientos de la ley dejan de ser
exigencias imposibles para transformarse en obligaciones deleita-
bles y privilegios que pueden ser cumplidos voluntaria y eficaz-
mente por un pueblo redimido que posee el poder del Espiritu
Santo.
Pero eso no es todo lo que Jesucristo obtuvo para nosotros
cuando quitó la maldición que pesaba sobre la humanidad. Por
médio de Jesús, las riquezas de Dios pertenecen al pueblo del
pacto, riquezas que suplen cualquier necesidad que podamos llegar
a tener sobre la tierra. De acuerdo a Gálatas 3:14, Cristo nos
redimió de la maldición de la ley a fin de que las bendiciones de
Abraham pudieran alcanzarnos. ¿Cuál era la bendición de Abra-
ham? Génesis 24:1 nos dice que el Señor bendijo a Abraham en
todo. Pablo reflexiona: "El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino
que 10 entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con
él todas las cosas?" (Romanos 8:32).
En Deuteronomio 28 se detallan las bendiciones que Dios había
dispuesto que alcanzaran a todos los creyentes obedientes,
bendiciones que son nuestras por medio de Jesucristo. Permítame
mencionarle algunas. Las bendiciones de Dios alcanzarán a usted,
a su familia, y a sus bienes materiales (v. 4). Dios hará que sus
enemigos sean derrotados (v. 7). El Señor bendecirá sus depósitos
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  • 5. ¿NI TAN SOLO UNA HORA? © 1990 EDITORIAL CARIBE P.O. Box 141000 Nashville, TN 37214-1000 Publicado originalmente en inglés con el título de COULD YOU NOT TARRY ONE HOUR? Copyright © 1987 por Creation House Publicado por Creation House Altamonte Springs, Florida 32714 E.U.A. Versión castellana: Adriana Powell de Bedoian Editor en Jefe: Raquel Boqué de Monsalve ISBN 0-88113-053-2 Reservados todos los derechos. Prohibida la reproducción total o parcial, ya sea mimeo- grafiada o por otros medios, sin la previa autorización escrita de la Editorial Betania. A menos que se indique 10 contrario, todas las citas bíblicas fueron tomadas de la Versión Reina-Valera, revisión de 1960, © 1960 Sociedades Bíblicas Unidas. Printed in U.S.A. E-mail: caribe@editorialcaribe.com 13a Impresión www.caribebetania.com Indice Prefacio 7 SECClON I LA PREPARACION 1. ¡No se llama INRI! 13 2. Un cambio radical 17 3. Lea las letras rojas y ore pidiendo poder 23 4. El llamado más elevado 27 5. Una progresión divina 33 6. Señor, enséñanos a orar 37 7. ¿Ni tan sólo una hora? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 43 SECCION 11 PROMESAS: "Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. " 8. Apropiándonos de los nombres de Dios . . . . . . . . . . . . .. 49 9. Apropiándonos de las promesas de Dios 59 SECCION 111 PRIORIDADES: "Venga tu reino. Hágase tu voluntad. " 10. El reino de Dios en usted y su familia . . . . . . . . . . . . . .. 73 11. El reino de Dios en su iglesia y su país 83 ex libris eltropical
  • 6. SECCION IV PROVISION: "El pan nuestro de cada dla, dánoslo hoy. " 12. Viviendo en la voluntad de Dios . . . . . . . . . .. 95 13. Respondiendo a los requisitos de Dios 103 SECCION V LAS PERSONAS: "Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. " 14. Llevándonos bien con la gente 113 SECCION VI PODER: "No nos metas en tentaci6n, mas lfbranos del mal. " 15. Colocándonos la armadura de Dios 125 16. Construyendo un cerco de protección 135 SECCION VII ALABANZA: "Porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. " 17. Obedeciendo el mandamiento más dinámico de Dios ... 143 SECCION VIII REQUISITOS PREVIOS, MODELOS, PARTICIPACION 18. Poniendo lo primero, primero 153 19. Modelos para seguir 163 20. Por amor a diez 169 Guía de oración 175 Prefacio En la fría y oscura noche en que Jesús fue traicionado, sus discípulos no lograron velar una hora con él en oración. En el huerto de Getsemaní, mientras Jesús oraba en tal agonía de eSI?íritu que su sudor se volvía gotas de sangre, sus disápulos, ajenos totalmente a los acontecimientos eternos que se estaban por producir, donnían. Jesús, con el espíritu dolorido y acongojado, los despertó y les preguntó: "¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora?" (Mateo 26:40). Reflejada en aquella trágica escena, podemos contemplar la situación difícil de la iglesia en nuestros días. Jesús, nuestro sumo sacerdote, está intercediendo por nosotros en oración; sus disápu- los duermen, y Satanás está ganando una batalla tras otra, por abandono. Sería imposible calcular los fracasos, las reputaciones arruinadas, las derrotas, los hogares deshechos y muchas otras tragedias que podrían haberse evitado si los creyentes hubiesen orado. Sería imposible medir la destrucción que podría haberse evitado y el juicio que se hubiera eludido, si tan sólo el pueblo de Dios se hubiese tomado tiempo para orar. Yo soy culpable, y usted también lo es. 7
  • 7. 8 / ¿Ni tan sólo una hora? Pero no he escrito este libro para que se sienta cargado de culpa. Lo he escrito porque sé 10 que significa sentirse perseguido por el llamado a la oración, y porque sé lo que significa pennitir que las interrupciones, la fatiga y las presiones, ahoguen ese llamado. Dios me persiguió durante seis años con el llamado a la oración, antes de que finalmente le obededera y velara con él una hora diaria, respondiendo a su ruego. Pero cuando lo hice, mi vida y mi ministerio se transformaron radicalmente. Quiero hacerle una promesa: Cuando usted ora una hora por día, ocurre algo sobrenatural. No ocurre de la noche a la mañana, sino que lenta, casi imperceptiblemente, el deseo de orar se implanta firmemente en el terreno de su ser, por medio del Espíritu de Dios. Este deseo supera las malas hierbas de la apatía y la negligencia, y va madurando hacia una disciplina de la oración. Luego un día, usted descubre que la oración ya no es simplemente una obligación o una rutina; en lugar de ello, la disciplina de la oración ha dado el fruto del deleite. Descubre que añora que llegue el momento de su encuentro diario con Dios. La obra sobrenatural de la oración continúa, y comienza a tomar y reformar cada esfera de su vida. Usted advierte que su corazón ya no está ajeno a las promesas y a la presencia de Dios. Descubre cómo determinar, mantener y emplear en la oración las prioridades de Dios en su vida; aprende cómo apropiarse de la provisión de Dios para sus necesidades. La vida entra en una nueva dimensión a medida que usted empieza a experimentar mayor gozo y plenitud en sus relaciones con otras personas. A medida que empieza a caminar, ya no en la carne sino en el Espíritu, descubre cómo avanzar en el poder de Dios y mantenerse en el plano de la victoria· que Jesús ya conquistó para usted. ¿Cómo lo sé? Lo sé porque eso es lo que pasó conmigo cuando obedecí el llamado a la oración. Lo sé porque eso es lo que pasó con los creyentes después de la ascensión de Jesucristo. Piense en ello: ¿Qué fue lo que transformó a los aletargados disdpulos, a los creyentes desanimados y vacilantes seguidores que se nos muestran en los últimos capítulos de los evangelios, en el ejército decidido, motivado y unificado del libro de Los Hechos? ¿Qué hizo de ellos un ejército espiritual poderoso, capaz de transformar las dificulta- des en oportunidades, capaz de tomar dedsiones claras y agudas en lugar de debatirse en reflexiones confusas y brumosas; un Prefacio / 9 ejército que al cabo de una generación había transformado el mundo en el nombre de Jesús? Fue la oraci6n. La oración que liberaba el poder de Dios y utilizaba sus infinitos recursos. ¿Qué es lo que va a transformar a los discípulos inactivos, y a los creyentes dubitativos, y a los seguidores vacilantes de nuestros días, en un ejército poderoso y combatiente, cuyo himno sea la liberación, y que lleve sanidad en sus manos? Es la oración. Es la oración la que arrebata de las garras ambiciosas de Satanás las victorias que Jesús ya obtuvo para nosotros. La oración que resuena a las puertas del infierno. Si usted no está orando una hora diaria de manera sistemática, pero quisiera hacerlo, aprópiese de los secretos sobre la oración que el Espíritu Santo me enseñó a mí mientras estaba de rodillas, y empiece a practicarlos. A medida que aprenda a orar en la forma que Jesús nos enseñó a hacerlo, su vida de oración dejará de ser una experiencia frustrante de éxito incierto; en cambio, velar una hora con el Señor en oración, llegará a ser algo fácil y natural. ¿Por qué no inclina ahora mismo la cabeza y ora? "Jesús, pon en mi corazón el deseo de orar. Ayúdame a adoptar un horario regular de oración diaria. Cambia mi vida de oración para que en lugar de una obligación sea un deleite. Haz de mí un vigoroso soldado en tu ejérdto de oración.11 ¿Pronunció la oración? ¿La hizo sinceramente? Entonces, soldado, es mejor que saque el uniforme de entre las naftalinas, saque brillo a los botones de bronce y lustre las botas, porque el ejérdto de Dios se está poniendo en marcha.
  • 9. CAPITULO UNO ¡No se llama INRI! Tenía diecisiete años en 1968, cuando las pesadas puertas del pabellón psiquiátrico del hospital Mother Frances, en Tyler, Texas, se cerraban con llave detrás de mi. Por entonces tenía un auto convertible y una hermosa novia; tenía una beca como jugador de golf a nivel nacional; vivía en una enorme casa en la que el segundo piso me pertenecía por completo: tenía dos dormitorios, dos baños y un escritorio. Tenía de todo. Pero perdí totalmente el juicio en ese ambiente, porque tenía de todo en lo externo, pero nada en lo interno. Semanas antes, había buscado ayuda de mi padre, que había hecho una fortuna con el petróleo. -jAyúdame, papá! -le había suplicado. Pero mi padre era un alcohólico que no conocía a Jesús; su corazón estaba tan vacio como el mío. Todo lo que hizo fue mirarme un instante sin poder creer, y luego exclamar exasperado: -Larry, cualquier muchacho que tiene todo lo que tienes tú, y se deprime, es porque está metido en las drogas. Mi madre, que sí era creyente, acudió en mi defensa. -Mi hijo no se metería en las drogas -replicó ofendida por la acusación de mi padre-. Debe tener un tumor cerebral, o algo por el estilo. 13
  • 10. 14 / ¿Ni tan s610 una hora? Durante ese período de terrible depresión, fui un domingo a la iglesia, buscando ayuda. Estaba tan desesperado por ayuda, que al final del culto caminé hacia el frente, mientras todos mis compañeros me observaban desde la última fila. Le dije al pastor: -Señor, ¿tiene algo para mí? Estoy perdiendo el juicio, y no sé cuál es la causa. ¿Saben lo que hizo el pastor? Simplemente me palmeó el hombro, y me susurró confortándome: -Ya te sentirás mejor, hijo. Eres un buen muchacho. Ven, llena esta ficha. Todo lo que mi padre podía ofrecerme era dinero, y todo 10 que la iglesia tenía para mí era una ficha para llenar. No sabía dónde más recurrir, de manera que cuando mi madre insistió en que debía haber alguna anomalía física, me rendí y fui al médico. Después de exhaustivos exámenes que comprobaron que no había razones físicas que explicaran mis profundos problemas emociona- les, me admitieron en un hospital psiquiátrico, y entonces comenzó la ronda de pruebas psicológicas. Poco después, el médico entró a la habitación y me dijo en tono comprensivo: "Estás deprimido, ¿verdad? Esto te ayudará." Y me dio cuatro tranquilizantes, y entonces pude comprobar que cada cuatro horas alguien venía y me entregaba cuatro pequeñas pastillas. Y eso fue el final. Las últimas lucecitas de realidad se apagaron, y me invadió la neblina. Los médicos 10 llamaban crisis nerviosa, pero en realidad se trataba de una "crisis moral". Yo era un pecador que no había entendido que Cristo había muerto por el pecado. No sabía que la vida pudiera tener un propósito. Durante las seis semanas que pasé en el hospital, ni siquiera vi el sol. Parte del tiempo 10 pasaba en un estado de sopor provocado por las píldoras, con los ojos en blanco. Cuando volvía en mí, se me ocurría que la mujer de color que limpiaba el piso era mi madre y que el paciente de la otra cama era el médico. Allí estaba, heredero de una fortuna, pero había perdido la razón. Con temor, mis desconsolados padres solicitaron mi admisión en el hospital psiquiátrico estatal. Pero antes que me transfirieran, un día pasé distraídamente de mi habitación a la sala central, donde observé un crucifijo. Sintien- do curiosidad, 10 quité de la pared y logré concentrar mis ojos y mi mente en él lo suficiente como para leer la inscripción en latín: INRI. Sintiéndome muy confundido, anduve divagando por los ¡No se llama INRI! / 15 pasillos de ese hospital católico, recolectando crucifijos y tratando de interpretar esas enigmáticas letras. Por supuesto, cuando las monjas me vieron con los crucifijos apretados contra el pecho, corrieron a recuperarlos. Con las monjas persiguiéndome a toda prisa, empecé a correr, y mis rezongos aturdidos se fueron amplificando hasta transformarse en un alarido: "¡No se llama INRI. ..No se llama INRI! ¡SU nombre es Jesús!" Varios días más tarde, en mi habitación, pareó recobrar el sentido. Caí de rodillas y empecé a clamar: "¡Jesús! ¡Jesús! ¡Miseri- cordioso Jesús!" No era una oración muy religiosa que digamos. Simplemente invocaba a Dios una y otra vez, suplicando, llorando, sollozando mientras 10 nombraba. De pronto sentí una voz interior que le hablaba a mi espíritu. Me dijo: "Ahora eres mi hijo. Llevarás mi mensaje a esta genera- ción. Serás mi portavoz y mi siervo." Luego la voz me dijo que podía levantarme e irme a casa. Yo ya estaba bien, pero no podía marcharme porque estaba bajo llave. El médico llegó al día siguiente y me dijo en tono de rutina: -¿Cómo te va, Larry? -Estoy mejor -le contesté. Perplejo, el doctor vaciló un instante y luego me preguntó en tono práctico: -¿Por qué piensas que estás mejor ahora? De la misma manera le respondí: -Porque ayer hablé con Dios. El doctor enarcó las cejas y murmuró escéptico: -Sí, claro. Pero como no podía negar la paz que había reemplazado mi confusión interior, pronto me dio de alta. Ese hospital psiquiátrico fue un extraño lugar para iniciar mi camino con el Señor, pero cuando clamé, Jesús entró por las puertas cerradas y las ventanas enrejadas a mi corazón y me llamó para servir a mi generación. Como un ternero recién nacido, parado sobre débiles y cojeantes patas, salí del hospital y entré nuevamente a la vida. Pero esta vez ya no caminaba solo. Desde ese momento, Dios nunca dejó de cuidarme. ¿Por qué cree que estoy dispuesto a abrir las polvorientas páginas de mi vida y compartir este relato con usted? Porque ese drama ya es cosa del pasado, está olvidado, y en su lugar hay una paz permanente y un propósito divino. Ycreo que usted es parte de ese propósito. Dios nos ha acercado para que pueda compartir
  • 11. 16 / ¿Ni tan sólo una hora? parte de la gracia que él me ha concedido. No sé en qué punto mi experiencia se cruzará con la suya, o en qué punto la Palabra del. Señor se hará oír en usted, pero 10 hará, y la verdad 10 hará libre. Hábitos arraigados que le impiden recibir la plenitud de Dios, maneras anticuadas de considerarse a sí mismo y a los otros, tradiciones muertas que 10 dominan a pesar de que hace tiempo que la verdad las ha superado, todo se verá desafiado por el Espíritu de Dios, que hace nuevas todas las cosas. Por 10 tanto, 10 invito a compartir su gracia y aprender, mediante la amigable y suave instrucción del Espíritu Santo, 10 que yo he aprendido a través de las dolorosas pero hermosas experien- cias de mi vida. ¿y usted? ¿Es su situación tan desesperada como 10 era la mía? ¿Está en una situación en la que no puede hallar una salida, y tampoco queda una puerta abierta por detrás? Quizás no. Quizás sólo está en un estado de inercia espiritual. Ya nada le parece novedoso. Hace años que se convirtió, y ya piensa que "10 sabe todo". Dios ya no dice nada nuevo, murmura con escepticismo. Bien, permítame darle un consejo: Deje de pensar en su problema, o de simplemente esperar que pase. Ore por su proble- ma. Su situación puede o no ser desesperante, pero sólo cuando usted esté 10 suficientemente desesperado como para caer de rodillas, confesar su necesidad a Dios e invocar su nombre, entonces él traerá paz a su persona y a sus problemas. Ese es el primer paso que debe dar. Hágalo ahora mismo, amigo. Hágalo. Y cuando 10 invoque, recuerde: ¡SU nombre es Jesús! CAPITULO DOS Un cambio radical Han pasado casi dos décadas desde ese día en el hospital psiquiátrico cuando entré llorando a la presencia de Cristo y su paz inundó mi ser. Ahora sé qué fue lo que me sanó. Por primera vez en mi vida, percibí que Dios me veía tal como era, me conoda, me necesitaba, y que tenía un propósito para mi vida, y que yo lo necesitaba a él. Estas mismas necesidades son esenciales para todo ser humano, incluyéndolo a usted. Usted necesita que alguien lo vea; necesita que alguien lo necesite; y necesita un propósito al cual consagrar su vida. No es suficiente entregar su vida a otro ser humano. Volcarse a una profesión ya los bienes no saciará la sed de su corazón. Siempre pendería de la ventana de su alma un letrero con la palabra IIvaáo·'. Cuando descubrí a Jesús, la vida pareció empezar a latir con un sentido, con un significado. No podía guardarme esa verdad para mí mismo. Tenía que compartir lo que había descubierto. Pero existía un problema. Los pastores no me dejaban predicar en sus iglesias porque creían que mi evangelio era producto de un desequilibrio mental, de modo que predicaba en la heladería o en cualquier sitio donde alguien quisiera escucharme. Por fin me 17
  • 12. 18 / ¿Ni tan s610 una hora? dieron una oportunidad, cuando me permitieron predicar por una vez, en la Primera Iglesia Bautista de Kilgore, mi ciudad natal. Ese domingo había un hippie escuchando mi predicación. Sabía por su mirada extraviada que su cerebro ya estaba dañado por las drogas, o bien se había drogado allí mismo. En determina- do momento me di cuenta que el hippie era Jerry Howell, el tecladista de un conjunto local de rock. El conjunto tenía la canción número uno de la lista de éxitos en esos días. Los muchachos de la ciudad idolatraban a Jerry, pero sus padres pensaban que era la peor de las plagas. Al final del culto, Jerry se acercó y me dijo como al pasar: -Realmente me sentí identificado con 10 que dijiste. -Jerry, ¿se puede saber qué haces en la iglesia? -le pregunté mientras estrechaba la mano que me tendía. Suspiró. -Sabes, mi padre murió hace seis meses, y le prometí en el lecho de muerte que vendría de la Universidad de Texas todos los fines de semana, para llevar a mi hermano menor a la iglesia. Sólo estoy cumpliendo la promesa que le hice a mi padre. Jerry hizo una pausa y bajó la voz. -Lo que dijiste es lo único que he oído en estos seis meses que ha tenido sentido para mí. Más tarde no podía sacarme a Jerry de la cabeza. Advertía que estaba pidiendo ayuda, de modo que 10 llamé y le pedí que fuera a la iglesia conmigo. -Jerry -empecé vacilante-, eh ...te habla Larry Lea. Silencio total del otro lado de la línea. -Este...Jerry, estoy encargado de los jóvenes en una iglesia de New London. (No le dije que era la única iglesia en el pueblito.) Jerry -seguí más confiado-, ¿por qué no vienes a tocar el órgano? Puedes tocar "Maravillosa gracia", ¿verdad? Yo cantaré mientras tú tocas, y la iglesia estará llena de jóvenes. -¿Yo? -me respondió-. ¿Quieres que yo toque el órgano en una iglesia? Yo no estaba al tanto de que durante cuatro años Jerry se había drogado, día tras día. Después supe que cuando sonó el teléfono, Jerry había estado en el jardín contando las briznas de césped y tratando de mantener la cabeza en equilibrio. -Sí, Jerry, necesito tu ayuda -le aseguré-. Tienes mucho talento, y Dios puede usarte. El te ama, y tiene un plan para tu vida. Yo te recogeré en el auto esta noche. ¡Hasta te conseguiré una Un cambio radical / 19 cita! -le dije esperando ver cómo reaccionaba. -¡Una cita! -exclamó-. ¿Con una chica de la iglesia? A las siete de la tarde pasé a recoger a Jerry para ir a la reunión. Estaba vestido con un vaquero desteñido y una camisa de algodón. Tenía largos cabellos rubios hasta la cintura, pero la coronilla calva. Frente a su casa estaba su vieja camioneta, de esas que tienen cortinas en las ventanas, con un complejo sistema de estéreo a pleno volumen y la música de Jimi Hendrix y Led Zeppelin. y allí estaba yo, con mi cabello bien recortado, mi cassette del himno "El Padrenuestro", y la Biblia de familia sobre el tablero de instrumentos. Cuando Jerry subió a mi auto, sus ojos se fijaron en la Biblia, luego en mí, de nuevo en la Biblia, y luego directo al frente. Sí que estaba callado. Pasamos a recoger a las chicas, pero Jerry casi no dijo una palabra. Cuando entramos a la iglesia, le señalé la plataforma, y le dije: -Jerry, allí está el órgano. Tú sabes qué hacer. ¡Jerry tocó "Maravillosa gracia" como nunca se tocó antes ni se volverá a tocar! Yo canté y prediqué, y tuvimos una buena reunión. Eran alrededor de las once y media de la noche cuando llegamos a su casa, después de dejar a las chicas. Jerry habló prácticamente por primera vez en toda la noche. -Larry, ¿hay algo de cierto en Jesús? -preguntó con sinceridad. Casi no supe cómo contestarle, porque Jerry estaba confundi- do, en medio de una crisis nerviosa, sumido en drogas, pero musité una oración pidiendo ayuda. Durante la primera parte de nuestra conversación esa noche, Jerry hizo muchas preguntas a las que yo no tenía respuestas. A veces respondía honestamente: "No lo sé, Jerry." Pero Dios me dio palabras, y continué compartiendo a Jesús. Cuando dejamos de hablar, eran las tres y media de la mañana. Jerry miró fijamente hacia adelante, suspiró hondo y dijo: -y bien, ¿cómo puedo recibir a Jesús? y yo (sintiéndome creyente maduro y gran ganador de almas), le dije: -Lo que haces es abrir tu Biblia en Mateo 5, 6 Y7 (que era la única parte de la Biblia que yo conocta), luego te arrodillas y empiezas a clamar: ¡Jesús, Jesús, Jesús!, y cuando sientes que te conmueve, entonces ya 10 has recibido. y bien, Jerry Howell entró a su casa e hizo exactamente eso,
  • 13. 20 / ¿Ni tan sólo una hora? pero antes de que llegara a arrodillarse, Dios ya 10 había salvado, liberado de cuatro años de ser esclavo de las drogas, y 10 había llamado a ser un predicador. Cuando concluyó, Jerry marchó a la casa de su mejor amigo, Max, el baterista del conjunto. Eran las seis de la mañana de un día feriado y Max estaba en el fondo de su casa dando de comer a los conejos. (La verdad es que eran gente extraña.) Cuando Jerry apareció por la esquina de la casa, Max le echó una mirada y le dijo: -Jerry, ¿qué te ha pasado? Jerry sonrió y le explicó: -Conocí a ese tipo raro que se llama Larry Lea, y pasamos la noche hablando de Jesús. -Hombre, ¿y cómo puedo yo también saber algo de Jesús? Jerry apuntó directo. -Tomas tu Biblia, lees Mateo S, 6 Y7, luego te pones de rodillas y.... A las siete y media sonó el teléfono en mi casa. Era Jerry. "¡Larry, lo recibí! ¡Lo recibí! Y vine a decirselo a Max, y él también lo recibió. Pero ya sabes cómo es de raro. ¡Sería mejor que vinieras y te cercioraras!" Ese no fue el único llamado que hizo Jerry ese día. El peluque- ro no había abierto porque era feriado, pero Jerry lo llamó a su casa. -Señor Buck -le dijo vacilante-, soy Jerry Howell. ¿Me cortaría el pelo? El peluquero no vaciló. Como un relámpago, le contestó: -Por supuesto, muchacho. Te espero en seguida -y no pudiendo resistir agregó-: Hace mucho tiempo que estoy esperando cortarte el cabello. Seis semanas más tarde, un Jerry Howell bien afeitado y con el cabello bien cortado partió hacia un seminario bíblico junto con el "tipo raro·· que se llamaba Larry Lea. Un día Jerry anunció: "Larry, Dios me ha llamado a predicar, y debo ir a atender una reunión de avivamiento." Y eso fue exactamente lo que hizo. Seis meses después de su propia conversión, Jerry había llevado mil personas a los pies de Jesucristo. Jerry es hoy pastor de la Iglesia sobre la Roca, en Kilgore, Texas, la misma ciudad donde en otro tiempo lo consideraban la escoria de la tierra. ¿Qué fue lo que produjo ese cambio tan radical? Pues bien, Jesús se acercó y le dijo: "Yo te veo, Jerry Howell, escondiéndote detrás de tus murallas, y yo te necesito para una tarea especial. Tengo algo por lo cual puedes consagrar tu vida. Todo lo que necesito es oírte decir que me necesitas." Un cambio radical / 21 Ahora, quiero hacerle una importante pregunta. ¿Qué hay respecto de usted, querido lector? ¿Necesita un cambio radical en su corazón? ¿En su casa? ¿En sus relaciones? ¿Está cansado de las dudas y la incredulidad? Jesús lo ve allí mismo donde está. Ello necesita para algo especial que sólo usted puede hacer. Yusted lo necesita a él. Jesús cambió a Larry Lea, un muchacho de diecisiete años internado en un hospital psiquiátrico. Jesús cambió a un hippie de Texas llamado Jerry Howell. Y puede cambiarlo a usted también. Ni siquiera necesita leer Mateo 5, 6 Y7. Simplemente póngase de rodillas e invoque a Jesús. (Y no se preocupe, ¡se dará cuenta cuando ocurra!)
  • 14. CAPITULO TRES Lea las letras rojas y ore pidiendo poder Jerry Howell y yo, dos nuevos convertidos deseosos de crecer, éramos compañeros de cuarto en el Seminario Bautista de DalIas. Además de asistir a clase, lo que llevó todo nuestro tiempo durante tres años, fue "leer las letras rojas y orar pidiendo poder". Devorábamos las palabras de Jesús, que estaban impresas en letras rojas en nuestras Biblias de tapa negra. Jerry y yo nos sentíamos cautivados por los milagros de Cristo, su compasión y poder para ayudar a los necesitados. Anhelábamos lo que él tenía. Deseábamos hacer lo que él había hecho. Estábamos sedientos y hambrientos de Jesús. Una noche, dejé el dormitorio y salí a dar una caminata. Era una noche clara, serena, y el reflejo de las luces en el lago que había en el valle al pie del seminario, proporcionaba una vista apacible. Deambulé por la falda de la ladera, hablando con Dios. Después de un tiempo, me detuve y volví la vista hacia las estrellas; pero el deseo que consumía mi corazón llegaba mucho más lejos que esas motas de luz que tintineaban. "Oh, Dios", 23
  • 15. 24 / ¿Ni tan 5610 una hora? supliqué, el rostro empapado en lágrimas, "quiero tener todo 10 que tienes para mi. Por favor, Padre, si hay poder en tu evangelio, dámelo. Dámelo, Señor." Me imagino que ya saben que es peligroso hacer una oración de esta índole. Inmediatamente me di cuenta de que mis asombrados oídos escuchaban que mis labios hablaban un idioma que nunca había aprendido. Asombrado, me puse la mano sobre los labios, y pensé: "Oh, Dios, nosotros no creemos en estas cosas." ¿Está en contra de sus doctrinas teológicas? No se aflija; estaba también en contra de las mías. No entendía lo que había ocurrido, pero se parecía mucho a lo que los disópulos habían experimenta- do en el Libro de los Hechos. No permití que volviera a ocurrir durante un tiempo. Pero una noche visité el hogar de un pastor, que oró por mí. Y allí mismo, mi nuevo lenguaje de oración se hizo oír otra vez. Esta vez simplemente lo dejé fluir. Sabía que era el Espíritu Santo, y que había llenado e inundado mi ser en respuesta a una oración honesta y urgente. Dios también le dio a Jerry el bautismo del Espíritu Santo. Aunque tratábamos de que no 10 notaran, y no hicimos mucha bulla respecto a nuestras experiencias, la noticia acerca de los dos muchachos que oraban en lenguas extrañas pronto corrió entre los 400 seminaristas que vivían en los dormitorios del seminario. Las reacciones fueron diversas: fría indiferencia, cálido interés, abierta hostilidad y toda la gama entre estos extremos. Cuando nos arrodillábamos de noche junto a nuestra cama para orar, podíamos oír que se entreabrían las puertas a lo largo del pasillo. Podíamos oír las pisadas cautelosas, que se detenían abruptamente frente a nuestra puerta. Una noche Jerry se puso suavemente de pie, se deslizó a hurtadillas y abrió de un golpe la puerta. Apretados frente a nuestro umbral, nos dimos con varios colegas perplejos y sorprendidos. Todos nos reímos, y los muchachos supieron que aunque Jerry y yo, en la intimidad de nuestra habitación, a veces orábamos con otros "lenguajes de oración", no por eso nos colgábamos de las lámparas o nos arrastrábamos por las alfombras. Simplemente estábamos experimentando la alabanza y la intercesión en una nueva y poderosa dimensión. Y los muchachos que estaban interesados, pronto descubrieron que estábamos dispuestos a hablar Lea las letras rojas y ore pidiendo poder / 25 acerca de nuestra experiencia de plenitud, si querian tomarse el riesgo de hacerlo. Por un tiempo, pareció que Jerry y yo ibamos a poder llevamos bien con la mayoría de esos otros estudiantes. Pero uno de mis profesores en el seminario supo acerca de mi bautismo en el Espíritu Santo y trató de hacerme entrar en razón. -Hijo -me dijo-, está bien si quieres hablar en lenguas en tus devociones privadas; pero no vayas por ahí difundiendo tu experiencia y didéndoles a otras personas cómo redbirla. Mis ojos se llenaron de lágrimas y le respondí suavemente: -No puedo hacer eso, señor. La mandíbula se le puso rígida, y las palabras cuidadosas y predsas que pronundó me cortaron el corazón como con una daga. -En ese caso, Larry, no hay lugar para ti en el ministerio. Ese profesor no era la única persona preocupada acerca de mi bautismo en el Espíritu Santo. Cuando mi padre supo de mi nueva experiencia, me advirtió: "Larry, vas a terminar bajo una carpa con un puñado de gente lunática que arroja espuma por la boca." Por un tiempo parecía que podía tener razón. Pero 1972 fue un gran año para mí: me gradué en el seminario; me casé con mi esposa, Melva Jo; y Howard Conatser, pastor de la iglesia de Beverly Hills, en DalIas, me sorprendió con una generosa invitación a desempeñarme como encargado de los jóvenes. Aunque agraded su ofredmiento, yo realmente no quería trabajar con jóvenes. Mi anhelo era llegar a ser un evangelista como James Robison, y así se 10 dije al pastor Conatser. No se molestó en absoluto. "Ponte a orar, Larry", me dijo confiadamente con su áspera voz de bajo. De manera que oré, y para mi sorpresa, el Señor me orientó a aceptar su ofrecimiento. Por esa época yo no era de los que andaba con rodeos si se podía decir algo de frente. Cuando supe que el grupo juvenil se mantenía con un programa permanente de fiestas sociales, me presenté ante cincuenta pares de ojos que me miraban con recelo, y anuncié: -Vamos a terminar con todo eso. Vamos a leer las letras rojas y vamos a orar pidiendo poder. iLa respuesta fue tremenda! ¡En una sola jornada el grupo pasó de 50 a 14! ¡Un crecimiento espectacular! y para rematarlo, una chica se me acercó con una mueca en la cara y fuego en los ojos, y me amenazó: -Oiga, si usted no quiere
  • 16. 26 / ¿Ni tan s610 una hora? hacer lo que nosotros queremos hacer, lo vamos a echar de la misma forma que echamos a cuatro directores juveniles antes de usted. Contuve la respiradón, ordené a todas mis visceras que dejaran de temblar, oré pidiendo que la muchacha no advirtiera el temblor en mi voz, y le ofred una opción. -Hermana -le dije mirándola fijamente a los ojos-, tú no puedes echarme de aquí, porque tú no me has traído. Estoy aquí porque Dios me ha dicho que viniera, y no me voy a ir. Será mucho más fácil que ustedes cambien de iglesia de que yo me mude de aquí. Fue el final de esa conversación y el comienzo de una nueva etapa para muchos jóvenes. Ese grupo de catorce jóvenes comenzó a reunirse los martes, miércoles, jueves, y domingos por la noche. Hada el final del verano, habíamos pasado de 14 a 140. Al finalizar el segundo año, teníamos mil adolescentes en nuestros servicios juveniles, y muchos más que se adherían a los conciertos cristianos que auspiciábamos. Dios honró mi obediencia a su llamado, y el celo con que testificaban estos jóvenes. (Muchos de ellos son ahora miembros de la Iglesia sobre la Roca.) Pero me sucedió una de las cosas más peligrosas que pueden sucederle a un pastor. Alcancé el éxito como predicador sin haber afianzado mi propia vida de oradón. No me entiendan mal; a veces oraba con fervor, hada plegarias sinceras, pero mi vida de oradón era esporádica e inconsecuente. Por fuera todo parecía grandioso. Predicaba a multitudes de jóvenes por mes. Teniamos un servido de conciertos que congregaba a miles de adolescentes todas las semanas, y que era televisado en una red nacional. Pero algo ocurría dentro de mí. Mi propia predicación me acusaba. Una y otra vez, después de predicar ante la congregación, me encontraba solo en una habitación al fondo de la iglesia, llorando delante de Dios, arrepentido por mi falta de regularidad en la oración. Son los dias más desdichados que puedo recordar. Pero Dios se preparaba para darme una oportunidad de obedecer otro llamado: ¡El más elevado de todos! CAPITULO CUATRO El llamado más elevado Después que murió Howard Conatser en 1978, recibí la invitación de ser pastor de su iglesia, la cual tenía tres mil miembros. Era un ofrecimiento muy tentador para un pastor de veintiocho años encargado de jóvenes, pero de inmediato Dios me hizo saber que esa invitación no era para mí. Un hombre de la comisión se me acercó con una propuesta que expresaba algo así: -Hijo, vamos a triplicarte el sueldo, incluirte en programas de televisión, y hacerte rico y famoso. Lo único que tienes que hacer es dar mensajes que hagan que la gente venga al altar, jugar bien tus cartas, y nosotros te aseguraremos el éxito. Esta era otra de esas conversaciones intimas, cara a cara, a las que ya me estaba empezando a acostumbrar, de modo que ergui los hombros y le contesté directamente: -Mire, dejé de jugar a las cartas cuando me convertí. Bueno, esa respuesta me aseguró el regreso a Kilgore. Aunque me estaba por graduar del seminario, y mi esposa y yo teníamos tres hijos pequeños por entonces, me trasladé al mismo dormitorio que habla oaJpado siendo adolescente, cuando cursaba la enseñanza media. Mi futuro parecia haberse desmoronado de golpe. Dios sabe cómo motivarnos a la oración, ¿verdad? 27
  • 17. 28 / ¿Ni tan s610 una hora? Fue por entonces que conocí a Bob Willhite, pastor de la Primera Asamblea de la Iglesia de Dios en Kilgore, Texas, quien me invitó a dirigir unas reuniones de avivamiento en su iglesia. Algo de ese caballero de maneras suaves y cabello gris captó mi interés. Supe de inmediato que ese hombre sería mi pastor, y se lo dije. Durante siete semanas dirigí las reuniones de avivamiento, como me había pedido, y vimos cómo se salvaban quinientos adolescentes. Fuimos testigos de la conversión de una clase comple- ta de estudiantes de una escuela secundaria. Pero lo más extraordinario que ocurrió durante ese avivamiento fue un cambio muy singular en mi vida, ya que pasé a interesarme más por la oración que por ninguna otra cosa. Ocurrió como sigue. Una noche dije: -Pastor Willhite, entiendo que usted es un hombre de oración. -Correcto -respondi6-, siempre oro. He estado levan- tándome temprano a orar durante más de treinta años. Se me aceleró el pulso y me dije a mí mismo: "Oh, Jesús, aquí hay uno de verdad." Disimulando mi entusiasmo, le pregunté: -Mientras se lleva a cabo este avivamiento, ¿me permitiría ir a orar con usted de mañana? -Por supuesto -contest6-. Pasaré a recogerte a las 5:00. Debo confesar que cuando llegaron las 4:15 de la mañana y sonó ese estridente despertador, yo no sentía una pizca de unción para orar. Ningún ángel se paró a mi lado para ordenarme: "Ven a orar, hijo mío. Vayamos juntos hacia el sitio de oración." Lo único que quería hacer era taparme bien con la frazada hasta la cabeza; pero logré llegar hasta la ducha, y estar vestido y despejado cuando el pastor llegó a mi casa. Mientras ibamos hacia la iglesia esa mañana antes del amanecer, no me imaginaba lo que Dios estaba por hacer en mi vida, pero estaba absolutamente seguro de que respondía al más vital de los llamamientos, el llamamiento a la oración. Ese llamado nos va a perseguir a cada uno de nosotros hasta que lo obedezcamos. Me había perseguido a mí durante seis años. Pero cuando lo obedecí, esa elección marcó el punto crítico en la historia de mi ministerio. Desde ese día en adelante, seguí levantándome temprano todos los días para orar. Por cierto, yo buscaba la mano de Dios, rogándole: "Señor, haz ~sto o aquello por El llamado más elevado / 29 mi." Pero cada vez más, buscaba también el rostro de Dios, sediento de su amistad y comunión, hambriento de que su carácter santo, amoroso, compasivo, se fuera desarrollando dentro de mí. Me sentia como una criatura que no distingue su mano derecha de su mano izquierda. Sabía que había muchísimo para aprender acerca de la oración y la comunión con mi Padre. El clamor de mi corazón era: "Enséñame a orar, Padre. Enséñame a orar." Una mañana durante ese período de dos años en que viajaba como evangelista, mientras estaba en oración, el Espíritu Santo empezó a revelarme verdades acerca del Padrenuestro, que quiero compartir con usted en los próximos capítulos. Yo estaba en el Canadá dirigiendo un encuentro de avivamiento para jóvenes, cuando el Señor me dijo claramente: ·Ve a Rockwall para establecer allí mi pueblo." Rockwall, una población que no pasaba de los 11.000, está enclavada en un acantilado que mira hacia el Lago Ray Hubbard, a unos treinta y cinco kilómetros hacia el este de DalIas. Es un pueblo pequeño, en el condado más pequeño de Texas. Si Dios me hubiera ordenado: "Despéñate de la faz de la tierra", no me hubiera sorprendido más que esta otra orden. En realidad, en ese momento las dos órdenes hubieran podido entenderse como si fueran sinónimas. Pero me mudé con mi familia a Rockwall y empecé a aplicar los principios que Dios me había enseñado acerca del crecimiento de la iglesia. Iniciamos la Iglesia sobre la Roca en 1980, con trece personas. Muy pronto la casa donde nos reuníamos nos resultó chica, y nos trasladamos a la Pista de Patinaje de Rockwall, donde tuvimos 200 personas el primer domingo. Pronto ese lugar se nos hizo pequeño, de modo que la iglesia empezó a realizar sus cultos en el auditorio de la escuela secundaria de Rockwall. Creciendo a ese ritmo, sabíamos que necesitábamos con urgencia un local propio, de modo que empezamos a ahorrar todo lo más posible. Un día, P. J. Titus, nativo de la India, amigo de largo tiempo, y un ministro muy consagrado, entró a mi oficina presentándome una necesidad urgente. El Señor había puesto en su corazón la carga de iniciar un seminario bíblico en la India, y necesitaría 20.000 dólares para el proyecto. Mis pensamientos se fueron de inmediato a los 20.000 dólares que había en la cuenta de ahorro de la iglesia para nuestro nuevo local, y empezó una lucha dentro de mi. Sabiendo que tenía algo
  • 18. 30 / ¿Ni tan s610 una hora? crítico por lo cual orar, le pregunté a Titus si podía volver al día siguiente para conocer mi dedsión. Mientras buscábamos la voluntad del Señor, el Espíritu Santo me impulsó a sembrar hasta la última semilla, en lugar de ahorrarla. Pero no estaba preparado para la reacción de Titus. Cuando al día siguiente regresó a mi oficina y le entregué un cheque por 20.000 dólares, rompió a llorar, y los sollozos sacudían su pequeña figura. Cuando estuvo en condiciones de hablar, me dijo por qué ese cheque significaba tanto para él. "Le dije al Señor que si me daban los 20.000 dólares para empezar el seminario bíblico, dejaría los Estados Unidos donde he vivido estos últimos años, regresaría a la India y pasaría el resto de mi vida sirviendo a mi pueblo." Titus está haciendo exactamente eso. Tuvimos el valor de sembrar nuestra preciosa semilla en lugar de comerla o acumularla para nosotros mismos, y en respuesta, el Señor le ha dado a la Iglesia sobre la Roca uno de los dos principales seminarios bíblicos en la India, donde Titus está capacitando a hombres y mujeres para alcanzar a su nación para Dios. Pero mientras él salía de mi oficina con todos nuestros ahorros, yo no sabía qué iba a resultar de eso. Todavía teníamos los servicios en un auditorio alquilado, y ahora volvíamos a cero en nuestras finanzas. Yo sabía que Dios proveerla, pero no estaba preparado para redbir su provisión por medio del instrumento que él había escogido usar. Un domingo, después del culto, un genuino vaquero se acercó y me dijo lentamente: "O has venido directamente del cielo, o directamente del infierno. No me gustan los predicadores, pero me caes bien. Dios me dijo que vas a ser mi pastor." Luego me llevó hasta su camión, y me arrojó en las manos una vieja bota de trabajo. Advirtiendo mi perplejidad, me explicó: "He sido creyente por muchos años, pero por andar en rodeos durante los últimos aios, no he tenido una iglesia pennanente. Por eso iba poniendo mis diezmos en esta vieja bota. Ahora Dios me dice que debo dártelos." Había más de 1.000 dólares en esa bota. Cuando miré dentro de ella, el Señor me hizo saber inmediatamente que él iba a usar ese incidente para su gloria. Llevé la bota al próximo culto, y compartí con la congregación lo que había sucedido. Espontáneamente, la gente comenzó a El llamado más elevado / 31 acercarse y a depositar dinero en la bota, para la construcción del edificio que tanto necesitábamos. Domingo tras domingo se mantuvo ese milagro. Tenninamos el edificio sin pedir dinero prestado, y nos trasladamos sin deberle nada a nadie. Como la multitud superó la capacidad del nuevo auditorio desde el· primer domingo, tuvimos que celebrar dos servicios dominicales, luego tres, cuatro, cinco, para dar lugar a todos. También tuvimos que agregar martes y jueves por la noche para complementar los servidos del día miércoles, que no daban abasto. Nuestros archivos indican que la iglesia creció de trece miembros a 11.000, con un equipo pastoral de 32 personas y más de 460 células en hogares. Para albergar esta extraordinaria cosecha, ha sido necesario construir un edifico capaz de dar cabida a 11.000 personas. y como si esto no fuera suficiente para estremecer el corazón de un pastor de 36 años de edad, en la primavera de 1986, Oral Roberts me invitó a incorporarme como vicepresidente de la Universidad Oral Roberts, y a servir allí como decano de la división de asuntos espirituales y teológicos. Cuando le manifesté que no dejaría mi iglesia, ese experto ministro de 68 años se inclin6 hacia mí y me dijo: "No quiero que dejes tu iglesia. Quiero que traigas el espíritu y la vida que fluye de tu iglesia aquí, a la Universidad Oral Roberts." Los ancianos o diáconos me han liberado de las tareas administrativas y de asesoramiento, que pueden consumir el tiempo de un pastor, y tengo disponible mi tiempo para orar y predicar en nuestra iglesia. También conduzco un programa nacional de avivamiento en la oración, según Dios me ha indicado hacer, y trabajo capacitando líderes espirituales por medio de la Universidad Oral Roberts. ¿Se ha detenido alguna vez a pensar en la magnitud de una simple pero decisiva elección hecha años atrás? Yo pienso a menudo en esa elección que hice, y le doy gradas a Dios porque respondí al llamamiento que es aún más extraordinario que mi llamado a predicar: El llamado a la oración. No todo creyente quizás sea llamado a predicar, pero todo creyente es llamado a orar. Orar es nuestra obligación. Orar es nuestro privilegio. Orar, como el aire, el agua y la comida, son necesarios para nuestra supervivencia y crecimiento. Pero hay
  • 19. 32 / ¿Ni tan s610 una hora? muchos creyentes que consideran que la oración es una actividad optativa. Come ten Boom, la amada autora de muchos libros cristianos, a veces planteaba esta pregunta a los creyentes: "¿Qué es la oración para usted: una rueda de auxilio o la rueda motriz, el tim6n que 10 conduce?" Medite en esta pregunta en la intimidad de su coraz6n, y recuerde que hay un llamado más elevado, que es el llamado a la oraci6n. ¿Ha respondido a ese llamado? CAPITULO CINCO Una progresión divina Antiguamente la gente escuchaba la voz de Dios, yeso era bueno. Pero también es esencial que escuchemos hoy su voz. "Si oyereis hoy su voz..." (Hebreos 3:7, cursivas añadidas). El Espíritu Santo está hablando hoy a la iglesia. Dios está convocando a su iglesia a orar, y sería mejor que prestáramos atenci6n, porque la clave de todo lo que va a acontecer de ahora en adelante es lo siguiente: "No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu" (Zacarías 4:6). Es importante que entendamos que el deseo de orar no es algo que podamos producir en nuestra propia carne; es más bien un deseo que el Espíritu Santo hace nacer en nosotros. Si él ya ha implantado ese deseo en su corazón, deténgase ahora mismo y agradezca a Dios por ello. Si no, pídale que lo haga. Y luego pida a Dios que le ayude a transformar ese deseo divino en una disciplina diaria. A medida que la disciplina de oración se desarrolle dentro de usted, esa misma disciplina "acelerará la marcha". La oraci6n dejará de ser una obligación o una rutina. ¡Será un deleite supremo! Dios anhela ver su corazón transformado en una casa de oración. ¿Por qué? Porque él desea hacer muchas cosas en usted y 33
  • 20. 34 / ¿Ni tan sólo una hora? por medio de usted. Por lo tanto, cuando empiece a orar, dentro de usted irá ocurriendo un progreso dado por Dios. Permítame explicarle 10 que quiero decir. Era un día normal de negocios, como todos los días, hasta que Jesús entró en el templo de Jerusalén. A su tristeza se le unió la ira santa. Después de fabricarse un látigo con unas cuerdas, Jesús se encaminó intencionalmente hacia los cambistas y mercaderes de bueyes, ovejas, palomas, y desalojó del templo, tanto a ellos como a su mercadería "mugiente y balante". Antes que los sorprendidos espectadores pudieran reaccionar, Jesús ya estaba de regreso, esta vez para trastornar las mesas y sillas de los cambistas y vendedores de palomas. Todavía estaban rodando las monedas, cuando Jesús dijo con una voz de trueno: "Mi casa, casa de oración será llamada; mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones." Sabiendo que sólo los culpables tenían motivos para temerle, los ciegos y los cojos atestaron el templo, y Jesús los sanó allí en medio de las risas y los alegres aleluyas de los niños. Cuando los principales entre los sacerdotes y los escribas demandaron airados que Jesús hiciera callar a los niños, él se opuso con calma: "¿Nunca leísteis: De la boca de los niños y de los que maman perfeccionaste la alabanza?" (Ver Mateo 21:12-16.) Tome un momento para observar la hermosa progresión que hay en estos versículos. Primero, Jesús limpió el templo para que fuera una casa de pureza (v. 12). Luego declaró: será llamada casa de oración (v. 13). Luego el templo fue transformado en una casa de poder, donde los ciegos y los cojos recibieron sanidad de parte de Jesús (v. 14). Y finalmente, el templo llegó a ser casa de alabanza perfeccionada (v. 16). ¿No deberíamos ver este mismo desarrollo en la iglesia y en la vida individual en nuestros días? Para hacer eco de las palabras del apóstol Pablo: "¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?" (1 Corintios 3:16). Usted y yo somos parte de la iglesia que es la morada de Dios, por medio de su Espíritu (Efesios 2:20-22). Pero lamentablemente, nuestros templos a menudo están contaminados por la ambición, la manipulación, los pecados del egoísmo. Es una burla que un creyente hable de una forma y viva de otra. Dios no va a bendecir una iglesia impura. Su iglesia no será casa de poder y de oración perfeccionada mientras no permita que Una progresión divina / 35 el Espíritu Santo purifique su alma santurrona y la transforme en casa de oración. Escuche la solemne advertencia que Dios hace a su iglesia: "Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones, como en la provocación, en el día de la tentación en el desierto..." (Hebreos 3:7, 8). Estos versículos indican que puesto que los hijos de Israel oyeron pero no obedecieron, se les impidió cumplir la misión de tomar posesión de la tierra de Canaán. Dios había prometido esa tierra a los hijos de Israel. Pero, cuando diez de los doce hombres enviados por Moisés a espiar· la tierra regresaron temerosos y desalentados porque la tierra parecía imposible de conquistar, toda una generación murió en el desierto. Aunque dos de los espías, Josué y Caleb, afirmaron confiadamente: "Subamos luego, y tomemos posesión de ella; porque más podremos nosotros que ellos" (Números 13:30), cuando llegó el momento de votar, los diez contaron más que los dos. Dios no actúa según nuestros itinerarios. Estaba listo para guiar a su pueblo a cruzar el río Jordán, pero el pueblo estaba atrapado en sus mezquinas rutinas. Un líder con ambiciones personales declaró con suficiencia: "¿Lo han notado? Moisés ha perdido la unción divina." Una esposa insatisfecha regañaba a su preocupado marido: "¡Tienes que conseguir más maná para nuestros niños!" Un bien intencionado anciano advertía: "Josué y Caleb se están deslizando por una tangente de 'superfé'. ¿Cómo puede ser que anden por ahí proclamando que podemos vencer, cuando todos sabemos que el enemigo es superior a nosotros?" Temían a los gigantes en vez de a Dios. Prestaban más atención a los problemas que a las promesas. Veían ciudades amuralladas en lugar de ver la voluntad de Dios. Y por no captar 10 que el Espíritu les deda, deambularon cuarenta años por el desierto. Murieron allí, dejando sus huesos en el desierto. La situación no es diferente hoy. Estamos aquí para adueñarnos de la tierra, amigo mío, pero en lugar de eso estamos ocupados remodelando la casa, mirando fútbol, tratando de pagar la hipoteca y preocupándonos por nuestros asuntos. Mientras tanto, el Espíritu de intercesión nos llama a orar, y nosotros no le prestamos atención. La iglesia contemporánea se ha alejado mucho del cristianismo bíblico. La mediocridad ha invadido el Cuerpo de Cristo, y
  • 21. 36 / ¿Ni tan sólo una hora? nosotros pensamos que es nonnal. Dios está acelerando todo en estos últimos días, pero el 99% de nosotros nos vamos retrasando y quedando atrás. Añoramos ver el poder de Dios, pero para que el poder de Dios se pueda revelar, nosotros debemos desarrollar la disciplina de oración. No sé si alguna vez habrán susurrado una oración como ésta, pero yo lo he hecho: "Dios, quiero que quites todo lo que haya en mi vida que no se identifique con Jesús. No quiero que haya en mí nada que no glorifique y engrandezca a Jesucristo como Señor." Para que esa oración se convierta en una realidad, las cosas que pueden ser sacudidas deben ser sacudidas "para que queden las inconmovibles" (Hebreos 12:27). Y seguro que hay mucho para sacudir. Si usted pudiera hablar conmigo ahora mismo, me confesaría quizás: "Larry, durante estos últimos años Dios ha sacudido muchas cosas en mi vida." Algunos pueden decir lo mismo respecto de las iglesias ~ las que han estado con~riendo. ~a habido mucho que sacudIr, que remover, que cambIar. ¿Por que? A fin de que podamos dar el paso siguiente en esta progresión dada por Dios. Si hoy oye su voz llamándolo a la oración, no endurezca su corazón. Pídale al Espíritu Santo que no le dé descanso hasta que su vida de oración pase de ser un anhelo, a ser una disciplina diaria y un deleite sagrado. Deje que Jesús desaloje y trastorne las cosas de su vida que están impidiendo que su templo sea casa de oración. Los bueyes malolientes, las ovejas que balan, las palomas y sus arrullos, y las monedas sin lustre, no podrán reemplazar jamás la presencia de Dios, santa y plena. Enfréntese con los hechos. Si usted no empieza a orar, no podrá gozar en el futuro de una comunión más íntima de la que goza ahora mismo. Siempre tenemos que pasar por la agonía de la elección antes de la promesa del cambio. ¿Qué va a resultar: la rutina de siempre, o está usted listo para dar el siguiente paso con Dios? Jesús lo está esperando para orar: "Señor, haz de mi templo una casa de pureza, de oración, de poder, y de alabanza perfeccionada, para tu gloria." El está listo para empezar esa progresión en su templo ya mismo. ¿Está usted listo? CAPITULO SEIS Señor, enséñanos a orar Después del funeral de su padre, mi amigo Bob Tyndall se puso a hojear la vieja Biblia que había sido una de las más constante compañías de su padre. Sus ojos cayeron sobre las notas escritas a mano en el margen: "Jesús no nos enseñó a predicar; no nos enseñó a cantar. Nos enseñó a orar." Su padre estaba en 10 cierto. La oración era una prioridad para Jesús. Respecto del comienzo del ministerio de Cristo, el evangelio de Marcos nos dice: "Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba" (Marcos 1:35). Hacia la mitad de su ministerio, después de la alimentación milagrosa de los cinco mil, Mateo 14:23 dice que Jesús fue solo a un lugar en el monte, a orar. Y hacia el final de su ministerio terrenal, Lucas nos dice que Jesús salió, como era su costumbre, a orar (Lucas 22:39-41). Jesús haáa de la oración un hábito, y enseñó a otros a orar tanto por sus palabras como por su ejemplo. En los evangelios descubrimos que la tarea más ardua de Jesús fue la oración; y luego, rebosando unción y compasión, salía de esos sitios de intercesión para recibir los frutos de las batallas ya ganadas en oración, grandes milagros, revelaciones profundas, sanidades 37
  • 22. 38 / ¿Ni tan s6lo una hora? maravillosas y poderosas liberaciones. Puesto que la oración era un hábito establecido en su vida, no resulta sorprendente que, aún cuando enfrentaba las burlas y escarnios de quienes se le mofaban al pie de la cruz, las primeras palabras que pronunció mientras pendía allí fueron una oración (Lucas 23:34). Jesús enfrentó la muerte de la misma forma que enfrentó la vida: sin temor. Mientras agonizaba, encomendó su espíritu al Padre y dijo: "Consumado es" Uuan 19:30), pero no debemos pensar que la muerte de Cristo señaló el fin de su ministerio de oración. El autor de la carta a los Hebreos nos dice que el ministerio que Jesús cumple actualmente en los cielos es la intercesión: "Por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos" (Hebreos 7:25). El ministerio constante de Jesús en los cielos es la oración. Yo estoy en su lista de oración, lo mismo que usted. Jesús nunca haría nada que careciera de valor, que fuese árido o aburrido, y tampoco le pediría a usted que lo haga. Ahora mismo, él le hace el más excelso de los llamamientos. Le está repitiendo a usted lo que les dijo a sus discípulos en el Huerto de Getsemaní: "¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora? Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil" (Mateo 26:40, 41). Jesús quiere que usted aprenda a pasar tiempo con él, a velar con él una hora en oración. Creo que sé cómo se siente al leer estas líneas. Yo le dije tantas veces que sí a Jesús. Tenía el deseo, pero me faltaba la disciplina. Recuerdo una noche en la que prediqué en un encuentro juvenil en una pista de bowling. Había tres mil adolescentes en el auditorio esa noche, y cuando pronuncié la invitación a aceptar a Cristo, vimos a quinientos de ellos acercarse para ser salvos. Nunca lo olvidaré. Mientras estaba frente a ese mar de rostros sinceros, y les indicaba: "Arreglen sus cuentas con Dios", algo dentro de mi me preguntó: "¿Cuándo vas a arreglar tus cuentas con Dios?" Cuando bajaba de la plataforma, algunos pensaron que me dirigía a hablar con los nuevos convertidos, pero en realidad me estaba dirigiendo a la habitación del fondo para postrar mi rostro delante del Señor. Me sentía frustrado sobre el tema de la oración. Ahora que lo pienso, creo que se trataba de una frustración santa. El Espíritu de Dios simplemente no dejaría que me sintiera conforme con ninguna Señor, enséñanos a orar / 39 otra cosa que no fuera el ministerio de la oración. No quiero dejar una impresión errónea. Allí en Beverly Hills, acostumbrábamos a orar. A veces orábamos durante toda la noche. Orábamos para tener una gran cosecha. jEn cuatro años, la iglesia creció de cuatrocientos miembros a mucho más de tres mil! Pero Dios me pedía que tomara la disciplina de levantarme cada día temprano, que orara hasta llegar al lugar de la victoria, y que caminara en la autoridad y la unción de Dios. Necesitaba orar día- a-día, no una carrera frenética para "ponerme al día" en la oración antes de un acontecimiento especial. . En esa época en que trabajaba entre los jóvenes, me invitaron a un encuentro de avivamiento juvenil en otra ciudad. Desde mi conversión, siempre había deseado ser un evangelista; me sentí muy complacido por esa invitación. Todas las denominadones menos una estaban colaborando en esa ciudad, de manera que cada una de las reuniones se iba a celebrar en una iglesia distinta. El avivamiento no comenzó del todo bien. La primera noche, fuimos a la Iglesia de Dios. Afuera haáa frío, y adentro también. Prediqué lo mejor que pude, hice la invitación, pero nadie se adelantó a recibir a Jesús. La noche siguiente fuimos a la Asamblea de Dios. Tuvimos un buen servicio de alabanza y adoración, pero la predicación y el llamado fueron como el de la noche anterior. Sentía como si todo el mundo se preguntara: "¿Cuándo vas a hacer algo? ¿Cuándo va a ocurrir algo?" Eso mismo era lo que yo estaba pensando. La tercera noche fuimos a la iglesia metodista. Me aseguré de llegar un poco más temprano para estar a solas con Dios. Justamente cuando buscaba un sitio para orar, entraron por la puerta trasera dos monjas católicas con una guitarra. Vinieron derecho a donde yo estaba y me preguntaron: "Hermano, ¿podría templarnos la guitarra?" Perplejo por el extraño pedido, simplemente me quedé mirándolas y les dije: "Bueno...yo...este...sí, cómo no." (¿Cómo se les puede decir que no a dos monjas católicas?) De modo que entramos en una habitación lateral y les templé la guitarra. Advirtiendo mi estado de nervios a medida que se me escapaba el tiempo de preparación previa, una de las monjas puso la mano en el brazo y me dijo reconfortándome: "No se aflija, hermano Lea. Nosotros hemos estado orando hoy por usted
  • 23. 40 / ¿Ni tan sólo una hora? durante ocho horas." Casi no podía creer lo que me había dicho, pero por lo pronto me sentí agradecido, y hasta aliviado. Me impuso las manos y empezó a hablar en lenguas. Luego la otra empezó a cantar en lenguas. ¡En pocos segundos más, yo no sabía si estaba en la tierra o en el cielo, pero sí sabía que estaba en compañía de dos mujeres que realmente conodan a Dios! Cuando terminaron, una de ellas me dijo: "¿Significa algo para usted la frase: 'Consumado es', hermano?" Un escalofrío me recorrió el cuerpo, porque ése era mi versículo para esa noche. El servicio comenzó, y prediqUé desde uno de esos púlpitos laterales suspendidos, al estilo metodista. Al finalizar el sermón hice la invitación, iY se adelantaron cien jóvenes! Pues bien, la noche siguiente tenía que predicar en la iglesia católica. Llegué temprano y suspiré aliviado cuando vi a las dos monjas entrar por la puerta del fondo con su guitarra. Esta vez me dirigí derecho a donde estaban y les pregunté: "¿Podría templarles la guitarra?" La noche anterior no había tenido deseos de hacerlo, pero esta vez sí. Cumplimos la sencilla ceremonia de templar la guitarra, y luego fui derecho al grano. Sin pestañear, les dije: "Quiero que repitamos 10 de anoche." De modo que me pusieron las manos sobre la cabeza, y otra vez sucedió. Luego, la monja que todavía no había pronunciado una palabra en inglés delante de mí, me dijo en forma casual: "Hermano Lea, ¿recuerda la mujer que tenía flujo de sangre y se acercó para tocar el borde del manto de Jesús?" (Ya se imaginan, ¡ése era el versículo sobre el que iba a predicar esa noche!) Prediqué, y otras cien personas hallaron a Dios esa noche. Hacia el fin de la semana, quinientas personas se habían entregado al Señor en esa pequeña ciudad. Pues bien, mientras viajaba de regreso a casa, trataba de imaginar cómo iba a anunciar al equipo 10 que Dios había hecho por mi intermedio, de la manera más humilde posible. "¿Cómo anduvo el avivamiento?" "No tan mal. Se salvaron unas quinientas personas. Fue una semana bastante buena." Yo siempre había querido ser evangelista. Ahora sabía que era un evangelista, y me sentía muy bien. Saboreaba el número de personas que se había salvado, pensando cómo lo podía infonnar Señor, enséñanos a orar / 41 sin orgullo, cuando el Espíritu Santo interrumpió abruptamente mis reflexiones. "Hijo", me dijo, "pongamos una cosa en claro. Tú no tuviste nada que ver con ese avivamiento." Abrí la boca, ¡pero la cerré de inmediato! ~a voz dentro de mí continuó: "Lo que ocurrió fue sencIllamente que alguien oró y pagó el precio del triunfo." Esas palabras siguieron repiqueteando en mis oídos durante años. "¡Orar para pagar el precio! Alguien pagó el precio." En el año 1978 falleció el pastor Conatser y me invitaron a tomar su lugar en Beverly Hills. Para ese entonces mi frustración santa h~bía llegado a un clímax. Lo que más me importaba era el ll~amIento a la oración. Debía responder a ese llamado, que era mas excelso que el llamado a predicar. Fue cuando llevé mi pequeña familia de regreso a Kilgore. Mi desesperado deseo de orar se transformó entonces en una disciplina sagrada. Fue durante esos días, cuando buscaba sabiduría de la misma forma ~ue una persona busca dinero que ha perdido o un tesoro escondIdo, que el Señor me empezó a revelar cosas nuevas, cosas secretas acerca de la oración que nunca había conocido antes. A medida que clamaba en su presencia, él derramaba sus revelaciones en mi espíritu. Cuando me ordenó que fuera a Rockwall a fundar su iglesia allí, ya me había liberado de la teología que enseña que "cuanto más grande mejor". Fui a Rockwall con una cosa en la mente, que era capacitar a algunas personas y enseñarles a orar. No sabía .que estaba apuntando a la raíz central de aquello que había floreCIdo dando lugar al derramamiento del poder de Dios durante el primer siglo. Sólo sabía que debía orar y enseñar a otros a orar. Nuestra iglesia tenía alrededor de un año en 1981 cuando fui a ~ue:a Orleans, para escuchar a Paul Yonggi Cho, el pastor de la IgleSIa EvangelIo Completo en Yoido, Seúl, Corea, la iglesia más gran?e del mundo. El Señor me ayudó a encontrarme con él, y nos reunm~os ~n una habita?ón posterior de la iglesia que auspiciaba el semInarIo. Cuando mIs ojos se encontraron con los suyos sentí que estaba mirando directamente a su alma. ' . Sabía que disponíamos apenas de un minuto, de modo que mi tIro debía ser certero. Le dije algo así: "Dr. Cho, ¿cómo logró desarrollar una iglesia tan grande?" .Sonrió, y sin vacilar, me respondió: "Oro y obedezco." Y luego se nó.
  • 24. 42 / ¿Ni tan sólo una hora? Yo me reí junto con él, pero dentro de mí estaba repitiendo sus palabras. Esa es la clave -murmuré-. Eso es. Ora y obedece, Larry. Ora y obedece. Nunca olvidaré sus palabras. Como sabe, hay muchas personas que quieren obedecer, pero no oran. Y hay algunas personas que oran, pero no tienen el valor de obedecer. Pero la oración y la obediencia deben ir juntas si queremos recibir el poder y la unción del Espíritu de Dios. Estoy convencido de que los disápulos no eran muy distintos de usted y de mí. Igual que nosotros, tuvieron que golpearse la cabeza contra más de un muro, antes de venir hasta Jesús y pedirle: "Señor, enséñanos a orar." Lo mismo ocurrió conmigo. Traté de orar por mi cuenta, pero sabía que faltaba algo. Seguía c1amándole a Dios: "Señor, enséñame a orar. Enséñame a orar." Yun día, apenas había pronunciado estas palabras, empezaron las lecciones. CAPITULO SIETE ¿Ni tan sólo una hora? Cuando le pedí al Señor que me enseñara a velar con él una hora en oración, recordé que Jesús les había enseñado a sus discípulos: "Vosotros, pues, oraréis así" (Mateo 6:9). Abrí mi Biblia en el pasaje que hemos llegado a conocer como "Padrenuestro" y medité en estas 71 palabras: Padre nuestro que estás en los delos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, asi también en la tierra. El pan nuestro de cada dia, dánoslo hoy. Y perd6nanos nuestras deudas, como también nosotros perdona- mos a nuestros deudores. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal; porque tuyo es el reino, yel poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén (Mateo 6:9-13). Me sentí perplejo y así 10 expresé. "Señor, esto lo puedo decir en veintidós segundos, y cantando 10 puedo hacer en un minuto y medio. ¿Cómo puede ser que esto me ayude a velar contigo durante una hora?" 43
  • 25. 44 / ¿Ni tan s610 una hora? y el Espíritu de Dios me respondió: "Lee l-e-n-t-a-m-e-n-t-e." Como un chico obediente, comencé a recitar las conocidas palabras, haciendo una pausa después de cada breve frase: "Padre nuestro ... que estás en los cielos...Santificado sea tu nombre..." Apenas habían salido estas palabras de mi boca, el Espíritu de Dios empezó a dejar caer en mi corazón una serie de revelaciones y visiones que me plantaron de una vez para siempre la disciplina de la oración, y convirtieron mi tiempo de oración en un deleite total. Espero que no le moleste a nadie que diga aquí que tuve una visión. Casi puedo ver cómo levantan las cejas. ¿Sabe qué es lo que está fallando en los creyentes de hoy en día? Hemos estudiado tanto tiempo la falsificación, que ya no reconocemos la versión original. iEs una vergüenza que un muchacho que asistió a la iglesia de una u otra forma durante diecisiete años, haya ido a parar a una sala psiquiátrica antes de descubrir que Dios habla! Si tan sólo hubiese conocido a alguien como aquellas dos hermanas católicas que he mencionado. Una de ellas se me acercó hace un tiempo y me preguntó con una sonrisa: "¿Sabes cómo sé las cosas que sé?" Le devolví la sonrisa y pregunté: "¿Cómo?" Ella me respondió con tono natural: "¡Lo sé a través de mi 'conocedor'!" Si usted es un creyente, usted también tiene un "conocedor". Es el testimonio del Espíritu Santo. Después de que hice la pregunta: "Señor, ¿cómo puedo velar contigo una hora?", el Señor me hizo una promesa. "Cuando aprendas a velar conmigo una hora", prometió, "algo sobrenatural ocurrirá en tu vida." Y luego me mostró que lo que llamamos "Padrenuestro", es en realidad un bosquejo de oración. Como usted sabe, los rabinos del primer siglo enseñaban comunicando núcleos de verdades. Formaban una lista de temas, y para cada tema ofrecían un bosquejo. En su oración modelo, Jesús enumeró los temas y dijo: "Ustedes orarán así" (Mateo 6:9-13). Hemos aprendido de memoria, citado y cantado el Padrenuestro, pero no hemos considerado esta oración como un conjunto de seis temas para seguir en oración bajo la guía del Espíritu Santo. Mi amigo Brad Young ha escrito un libro acerca del trasfondo hebreo en el Padrenuestro. Dice que hay algunos escritos antiguos que dejaron los primeros cristianos, que contienen oraciones ¿Ni tan s610 una hora? / 45 basadas en el Padrenuestro, y que requieren alrededor de una hora para ser pronunciadas. También hizo una interesantísima observación basada en Hechos 1:14. Usted recordará que los discípulos, junto con María, la madre de Jesús, los hermanos de Jesús, y otros creyentes, se reunieron en el Aposento Alto después de la ascensión del Señor, en obediencia a su orden de que esperaran el Espíritu Santo. La Escritura registra: "Todos éstos perseveraban unánimes en oración y ruego." Young señala que el griego no dice "en oración"; literalmente, este versículo expresa lo siguiente: "Todos éstos perseveraban unánimes en 'la oración' y ruego." Dice Young que la literatura antigua a menudo se refiere al Padrenuestro como "La Oración". Hoy, una nueva generación de disápulos está descubriendo los principios, el propósito y el poder que se ocultan detrás de las conocidas palabras del Padrenuestro. Y en la medida que redescu- brimos el poder y la necesidad de la oración, nuestra vida de oración va pasando de un deseo, a una disciplina, y de allí a un deleite. A medida que usted se discipline y tome este bosquejo de oración para entrar a la presencia de Dios, la oración comenzará a fluir en su vida, como fluía en la vida de Jesús y de los primeros creyentes. Pero debo advertirle: Esta no es una verdad de débil intensidad; es una poderosa revelación de profundísima intensidad que puede iluminar su templo con la gloria de Dios y transfonnar su casa de oración en una casa de poder y de alabanza perfecciona- da. Si usted está preparado, sólo tiene que conectarse.
  • 26. SECCION 11 PROMESAS: "Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. "
  • 27. CAPITULO OCHO Apropiándonos de los nombres de Dios "Disciplina" es una palabra detestable para muchos de nosotros. La mayoría de las personas, cuando piensa en la disciplina de oración, adoptan una expresión solemne y resuelta, aprietan los dientes y prometen: "¡Lo haré aunque me mate!l' Es la misma cara que puso mi pequeño hijo, John Aaron, cuando le dije que comiera la espinaca. "Papito", me dijo con el tono más natural de hombre a hombre que pudo usar. "No me gusta, pero puedo comerla." ¿Cuántas veces le ha dicho usted lo mismo a Dios: "Padre, no me gusta orar, pero puedo hacerlo"? La oración no necesita ser una obligación. ¡Puede ser un deleite! ¿Ha observado alguna vez que el Padrenuestro empieza y termina con una alabanza? Debemos entrar por sus atrios con alabanza, dice el Salmo 100:4. Jesús sabía eso cuando nos enseñó: "Cuando oréis, decid: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre..," (Lucas 11:2), Por fe decimos "Padre", y por amor decimos "nuestro", El Dios omnisciente, omnipotente Creador que habita la eternidad, nos in- 49
  • 28. 50 / ¿Ni tan sólo una hora? vita a los creyentes a que lo llamemos Padre. La palabra "santificar" no es una palabra corriente, pero significa "Hacer a uno santo. Dedicar a Dios W1a cosa". Es la expresión de un intenso deseo de que el nombre de Dios sea reconocido, puesto aparte y adorado. No solemos detenernos a reflexionar que el nombre del Señor puede ser santificado o profanado por nuestra conducta. Pero los documentos antiguos muestran que, puesto que la muerte de un creyente por martirio con frecuencia induóa a otros a glorificar a Dios, la expresión hebrea "santificar el nombre", frecuentemente se entendía como sacrificar la vida por la propia fe. Qué verdad tan poderosa. Santificamos a Dios por el ejemplo de nuestra vida justa, tanto como lo hacemos por las palabras con que lo alabamos y adoramos (Mateo 5:16). Cuando aprendemos a seguir el bosquejo de la oración de Cristo, y separamos el nombre de Dios, y lo alabamos y adoramos, nuestra oración dejará de ser un deseo frustrado o una disciplina rigurosa, y llegará a ser un santo placer. La disciplina de la que estoy hablando lo llevará a la santa presencia de Dios, y lo hará caminar según las prioridades de su reino. Lo ayudará a orar para recibir lo que necesita y a llevarse bien con sus semejantes en todo momento. Lo ayudará a enfrentar al diablo y a dejarlo sentado de un golpe. Lo ayudará a ser la cabeza y no la cola, a estar arriba y no abajo. ¡Lo ayudará a andar de victoria en victoria todos los días de su vida! Pero para santificar el nombre de nuestro Padre, debemos entender que la naturaleza y la voluntad de Dios para sus hijos se nos revela en sus nombres. Los nombres de nuestro Padre revelan lo que él ha prometido ser en nosotros y lo que ha prometido hacer para nosotros y por medio de nosotros. Bendiciones que nos ha traído la sangre de Jesús A medida que Dios me iba revelando su bosquejo de oración, me dio una clara visión acerca de lo que él nos ha provisto. Vi a Jesús levantando una gran vasija y caminando hacia lo que me pareda un enorme altar de piedra, detrás del cual brillaba una gran luz. Mientras contemplaba, el Señor derramó el contenido de la Apropiándonos de los nombres de Dios / 51 vasija sobre el altar, y advertí que el líquido vivo y burbujeante que caía sobre el altar era su propia sangre. La palabra de Dios inundó mi mente. Sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación (1 Pedro 1:18,19). Repentinamente, todo armonizó: Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y naddo bajo la ley, para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos. Ypor cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre! (Gálatas 4:4-6). Contemplé esa sangre y exclamé: "¡Padre, Padre!", porque en mi espíritu entró un cálido y maravilloso testimonio de que, cuando recibí el perdón de Cristo, fui adoptado en la familia de Dios y aceptado como hijo y heredero. Dios era mi Padre por mérito de la sangre de Jesús. Luego me pareció como si esa sangre viva sobre el altar me hablara acerca de las promesas del pacto que había conquistado para mí. En primer lugar, testificaba que mis pecados estaban perdona- dos, y recordé: "Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados" (Isaias 53:5). Contemplé la sangre y lloré de dolor y gozo a la vez, porque supe que me había lavado los pecados con su propia sangre (Apocalipsis 1:5), y que el pecado ya no tenía dominio sobre mí (Romanos 6:14). Luego la sangre declaró que gracias a la sangre del Cordero puedo entrar valientemente en el lugar santísimo (Hebreos 10:19). Mi cuerpo es ahora el templo del Espíritu Santo, que vive en mi, y que es el don que Dios me ha dado (1 Corintios 6:19). Alabé a Dios porque la sangre de Jesús me ha abierto un camino nuevo y vivo para experimentar la plenitud del Espíritu Santo. Luego, la sangre me aseguró que por las heridas y sufrimien- tos de Cristo recibo salud e integridad (Isaías 53:5; 1 Pedro 2:24;
  • 29. 52 / ¿Ni tan sólo una hora? Mateo 8:16, 17), sanidad espiritual, física, mental y emocional. Jesús es el Gran Médico, el Compasivo Jesús. y luego la sangre me hizo ver que Cristo me ha librado de la ley del pecado y de la muerte (Romanos 8:2). Jesús cargó sobre si la maldición que pesaba sobre mi fracaso e incapacidad (Gálatas 3:13), y ahora siempre me da victoria en Cristo (2 Corintios 2:14). Por último, la sangre era testimonio de mi relación del pacto con Dios mi Padre, y que eso me libera del temor a la muerte y al infierno. Jesucristo abolió la muerte y trajo la vida y la inmortali- dad a la luz, por medio del evangelio (2 Timoteo 1:10). A medida que el Espíritu del Señor me revelaba lo que la sangre ha hecho por nosotros, repentinamente advertí los nombres hebreos de Dios en el Antiguo Testamento que se fonnan por combinación con el nombre Jehová. Cuando Dios deseaba hacer una revelación especial acerca de si mismo, usaba el nombreJehová. En ese nombre se revelaba como el Dios verdadero y eterno, el único, el que tiene existencia en si mismo, el que no cambia. El significado y origen del nombre Jehová se expresan de manera muy especial en la revelación que Dios da de si mismo a Moisés en la zarza ardiente (Exodo 3:13-15). A lo largo de cuatro siglos de opresión en Egipto, los hijos de Israel habian creido en la existencia de Dios, pero no habían experimentado su presencia. Dios le proclamó a Moisés que él personalmente habia descendido para liberar a su pueblo de la esclavitud y guiarlo a la Tierra Prometida. Pero antes de que su siervo Moisés pudiera conducir al pueblo de Dios, debía saber quién era y quién es Dios. Cuando el Señor le proclamó por primera vez a Moisés "YO SOY EL QUE SOY", el nombre que usó para sí mismo fue conside- rado demasiado sagrado por los traductores hebreos como para pronunciarlo eh voz alta. De manera que usaron las consonantes YHWH o JHVJ, que podemos leer como Yahwéh o jehová. Yahwéh implica más que la mera existencia de Dios; implica su presencia personal e intima. El nombre de Dios Jehová revela su buena voluntad de salvar a su pueblo y proceder en favor de ellos. El nombreJehouí o YO SOY EL QUE SOY, puede traducirse "Yo estoy contigo, listo para salvarte y para actuar, como siempre lo he estado." Ahora bien, en el Antiguo Testamento, hay ocho nombres Apropiándonos de los nombres de Dios / 53 compuestos con el nombre Jehová:jehová-tsidkenu,jehová-m'kaddesh, jehouí-sama, Jehová-sa10m, jehová-rophe, jehová-jireh, jehová-nisi, y jehouí-rohi. Cada uno de estos nombres es una revelación del carácter y la naturaleza de Dios. En Exodo 6:3, 4, Dios vincula su nombre Jehová al pacto que estableció con Abraham, Isaac y Jacob. Pero los ocho nombres compuestos de Dios en el Antiguo Testamento también correspon- den a la quíntuple promesa que Dios hace a su pueblo en el Nuevo Pacto o Nuevo Testamento. Mientras que los nombres de Dios revelan diferentes dimensiones de su carácter, también señalan su cumplimiento pleno en la persona y obra de Jesucristo. ¿Cuáles son las cinco promesas o beneficios en el Nuevo Pacto con los cuales se corresponden los ocho nombres compuestos de Dios? ¿O de qué cinco cosas dio testimonio la sangre en el altar? Los beneficios que disfrutamos en el Nuevo Pacto tienen que ver con cinco esferas vitales. Para hacerlas fácilmente recordables, las empezaré todas con la letra "p": (1) perdón: perdón del pecado y liberación del dominio de pecado; (2) plenitud: plenitud del Espiritu Santo; (3) promesa: promesa de salud y sanidad; (4) poner fin: poner fin a la maldición de la ley respecto de su fracaso e insuficiencia; (5) poder: poder sobre el temor a la muerte y al infierno. Cuando el Espiritu del Señor me reveló lo que la sangre habia hecho por nosotros, empecé a entender lo que significa orar: "Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.H Consideremos ahora cuáles son los cinco beneficios que nos fueron dados en virtud de la muerte de Jesús. Perdón del pecado y liberación del dominio del pecado El primer beneficio del que usted disfruta en el Nuevo Pacto a consecuencia de ser un hijo de Dios por la sangre de Jesús, es el perdón de sus pecados. ¿Cómo puede una persona pecadora ser limpiada de su maldad y quedar justificada delante de Dios? En el Antiguo Testamento, la pena de muerte que correspondía al pecado, recaía sobre una víctima inocente cuya justicia seria atribuida al pecador.
  • 30. 54 / ¿Ni tan sólo una hora? Pero no hay ningún ser humano inocente y justo, y la sangre de animales no puede quitar el pecado. Por lo tanto, era necesario proveer un remedio divino. La provisión de justicia se hizo en Jesucristo, el Hijo único de Dios, que murió en nuestro lugar (2 Corintios 5:21; 1 Pedro 3:18). El nombre combinado de Dios,jehová-tsidkenu significa "Jehová nuestra justicia" (véase Jeremías 23:5, 6). Este nombre revela la faceta del carácter de Dios que opera la redención por medio de la cual la humanidad queda plenamente restaurada en su relación con Dios. Jesucristo, nuestro jehová-tsidkenu, ocupó nuestro lugar (Romanos 5:17-19). El nombre "Jehová nuestra justicia" revela el método de nuestra aceptación por parte de Dios ("El que no conoció pecado fue hecho pecado por nosotros..."), y la medida que seria tomada para nuestra aceptación ("para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él", 2 Corintios 5:21). Por ello, cuando ore "Santificado sea tu nombre jehová- tsidkenu", agradezca a Dios que él ya ha tomado una decisión respecto de nuestros pecados. En su mente, él ya nos dice: "Te perdono." Todo lo que usted tiene que hacer es acercarse y aceptar ese perdón, porque la Biblia dice "Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad" (1 Juan 1:9). ¿Se da cuenta? justificación significa jesucristo más nada más. "En él estamos completos" (Colosenses 2:10). ¿Recuerda las palabras del antiguo himno "Roca de los siglos"? "No traigo nada en mis manos; sólo me aferro a tu cruz." ¡Eso es! Permítame compartir un relato para ilustrar' esta profunda verdad. Hace algunos años, estaba predicando en una iglesia de gente de color, lejos de casa. (A mí me gustaría poder predicar como los predicadores de color. ¡Qué libertad!) Mi padre, que se había convertido unos dos años y medio antes, después de haber sido alcohólico durante quince años, vino hasta el hotel donde me alojaba, para llevarme hasta la iglesia. Yo estaba ansioso por verlo, pero cuando atendí la puerta, mi corazón se encogió. No llovía, pero ahí estaba él, totalmente empapado. Tenia el cabello chorreando, y el costoso traje azul y los zapatos estaban tan empapados que formaban charcos en el piso junto a la puerta. Mi Apropiándonos de los nombres de Dios / 55 primer pensamiento fue: jPapá se emborrachó y se cayó en la piscina! Pero no quise decir nada antes de escuchar alguna clase de explicación. Lo invité'a pasar, le alcancé una toalla y con mucha calma, le pregunté: "Papá, ¿estás bien?" Mientras se secaba el agua del rostro, me explicó 10 que había pasado. Iba subiendo la escalera hacia mi habitación cuando alcanzó a ver el cuerpo inerte de un niño en el fondo de la piscina. Sin dudar un instante, saltó del balcón, pasó por encima de la baranda de la piscina y se zambulló en el agua. Alzó al niño por uno de sus miembros, 10 sacó del agua; le suministró respiración artificial, logró que se recuperara, y entregó al asustado niño a su agradecida madre. Me sentí muy orgulloso de mi papá ese día. Nunca olvidaré ese incidente, porque eso fue lo que jehová-tsidkenu, "el Señor nuestra Justicia", hizo por mí y por usted. Estábamos muertos dentro del agua, muertos en delitos y pecados, pero él saltó dentro del pozo y nos salvó. El que no conoció pecado fue hecho pecado por nosotros para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él (2 Corintios 5:21). Si usted puede salir nadando, o puede pagar para que lo saquen, o puede satisfacer a alguien cumpliendo con una mera confesión, entonces usted no necesita un Salvador. Pero si usted está muerto dentro del agua, necesita a Jesús. Debe cambiar su pecado y su culpa por su justicia y su gracia, si es que quiere obtener la vida eterna. Yo no sé cuál es su situación, pero cuando recuerdo cómo Jesús cargó mi pecado y murió por mí en la cruz, no tengo que hacer ningún esfuerzo para santificar su nombre,jehová-tsidkenu, "el Señor mi Justicia". Pero Jesús es más que nuestra justicia. No sólo ofrece perdón por nuestros pecados; nos ofrece liberación del dominio del pecado, porque Jesús es nuestro santificador. Ahora bien, ¿qué significa eso? El significado básico de la palabra hebrea que traducimos santificar es "separado para el servicio de Dios". Los creyentes deben ser diferentes, separados del mundo, por su obediencia a los mandamientos de Dios. Dios es santo, separado (distinto) de su pueblo, sin embargo, él nos santifica para que podamos tener comunión con él. En
  • 31. 56 / ¿Ni tan s610 una hora? Levítico 20:8, se le llama jehová-m'kaddesh, "el Señor que santifica". El Santo Espíritu de Dios vive en los creyentes y los capacita para vivir vidas santas y para ser espiritual y moralmente puros. (Vea 1 Corintios 6:11; 1 Tesalonicenses 4:3,4; 1 Tesalonicenses 5:23). Por lo tanto, mientras usted medite en el nombre de Dios, "Jehová que santifica", ofrézcale alabanza porque la sangre de Jesús no sólo quita sus pecados, también destruye el poder del pecado en usted. Agradézcale porque la sangre de Cristo no pasa por alto el pecado; lo vence. (Vea Romanos 6:17,18; Hebreos 13:12; 1 Corintios 6:9-11). Santificado sea tu nombre,Jehová-m'kaddesh, "el Señor que santifica". Plenitud del Espíritu Santo Puesto que Dios es nuestro Padre, el segundo beneficio que disfrutamos en el Nuevo Pacto es la plenitud del Espíritu Santo. El nombre compuesto de Dios, jehová-salom significa "Jehová es paz" (ver Jueces 6:24). La palabra hebrea salom es traducida la mayoría de las veces, y con propiedad, como "paz", y representa la salud y armonía con Dios, y satisfacción y plenitud en la vida. La redención de Cristo es la base de nuestra paz con Dios. La humanidad no podía reconciliarse antes con Dios, alguien debía pagar el precio del pecado, que era la muerte. Jesucristo pagó ese precio, y la comunión entre Dios y el hombre que el pecado había roto, fue restaurada por su sangre (ver Colosenses 1:20-22). "Pero él fue herido por nuestras transgresiones, molido por nuestros pecados. El castigo de nuestra paz fue sobre él, y por sus llagas fuimos nosotros curados" (Isaías 53:5). Cuando Jesús murió y su sangre derribó la barrera del pecado que nos separaba de Dios, ocurrió algo sobrenatural en el templo de Jerusalén. El velo que separaba el lugar santo del lugar santísi- mo (el lugar donde moraba la presencia de Dios, y que contenía el arca y el propiciatorio manchado por la sangre de los animales sacrificados que el sumo sacerdote presentaba allí una vez por año), se rasgó de arriba abajo, abriéndose el camino para entrar al lugar santísimo: la misma presencia de Dios (vea Hebreos 10:19-22). El historiador Josefo nos informa que este grueso cortinado de 10 an de espesor, que se renovaba año a año, no podía ser roto ni tirando desde ambas puntas con caballos. Impedía acceder a la Apropiándonos de los nombres de Dios / 57 presencia de Dios a todos excepto al sumo sacerdote; pero cuando repentinamente se rasgó de arriba abajo en el momento de morir Jesús (Marcos 15:37, 38), fue porque había quedado abierto el camino hacia Dios para todo el que se acercara por medio de Jesús. Santificado sea tu nombre, jehová-sa10m, "el Señor es paz". Gracias por restaurar la paz con Dios a la humanidad, que se había interrumpido a causa de la caída. Otro de los nombres compuestos de Dios es jehová-sama y significa "Dios está aquí" (ver Ezequiel 48:35). Sama es la palabra hebrea que significa "el omnipresente, el Uno que todo lo llena". Esta es la promesa de un Dios santo que habita en medio de su pueblo. Es la promesa de su presencia. La presencia misma de Dios está en los creyentes, que son el templo santo de Dios. Su presencia vive y crece por medio de su Espíritu (ver Efesios 2:20-22). La palabra que se usa para "templo" en el v. 21 no se refiere al templo en general, sino al "santuario". En el santuario se levantaba el altar del incienso, y en el lugar santísimo estaba el propiciatorio, cubierto por la presencia divina o shekinah. Ahora, gracias a Jesús, nosotros somos templo de barro, llenos de la gloriosa presencia de Dios. Agradezca a Dios porque sus pecados han sido perdonados y por eso usted puede ser llenado, inundado por Dios mismo: usted puede ser llenado por el Espíritu Santo. Y eso no es todo. Jesús ha prometido: "No te desampararé, ni te dejaré" (Hebreos 13:5). El ha énviado su Espíritu Santo, el Consolador, el que fortalece, el que intercede, el que tiene comunión, para estar con nosotros. Santifica- do sea tu nombre jehová-sama, "el Señor está allí". Recuerde: usted está santificando el nombre de Dios por lo que él es y por lo que ha hecho por usted. Mientras medite acerca de los distintos nombres de Dios el Padre, afiance su fe, transforman- do sus reflexiones en declaraciones de fe y alabanza. "Padre, tú eres jehová-tsidkenu. Tú eres mi justicia. Me pongo de pie delante de ti, justo y perdonado por la sangre de tu Amado Hijo. Tú eres jehová-m'kaddesh, el Señor que santifica." Tú me transformas a la imagen de tu Hijo y destruyes el poder del pecado sobre mí. Tú eres jehouí-salom, mi paz. Jesús hizo la paz mediante su sangre en la cruz, y me reconcilió contigo. Ahora tu paz, que sobrepasa todo entendimiento, guarda mi corazón y mi mente. Tú eres jehová-sama. Tú me has llenado con tu presencia, y nunca me
  • 32. 58 / ¿Ni tan 5610 una hora? dejarás ni me abandonarás. Gracias por vivir en mi, Señor." Ese es un ejemplo de lo que significa santificar el nombre de Dios y hacer declaraciones de fe basadas en lo que él es y lo que ha hecho por usted. Pero hay mucho, mucho más, por lo que usted debe santificar el nombre del Padre. CAPITULO NUEVE Apropiándonos de las promesas de Dios Por favor no me interpreten mal. La oración no es algo mágico, ni es algo fácil. Pero da resultados. Cuando reconocemos a Dios en todas las esferas de nuestra vida, El satisface los anhelos de nuestro corazón. Un tiempo después de que me convertí, mi madre me confesó que estaba planeando dejar a mi padre. -Larry -suspir6-, tu padre y yo hemos estado casados desde hace mucho, y ha sido una vida insoportable. No puedo soportar más su alcoholismo. No puedo seguir viviendo así. -Mamá, por favor no lo dejes -rogué consternado. -Tú ya no estás en casa -replicó ella-, y ahora tu hermana ha crecido y se ha ido también. ¿Por qué no vaya irme yo? -Porque he estado leyendo las letras rojas de mi Biblia, Mamá. -¿Y qué significa eso? -preguntó preocupada, con un dejo de exasperación en la voz. -Significa que en Mateo 18:19 Jesús dijo: "Si dos de vosotros 59
  • 33. 60 / ¿Ni tan sólo una hora? se pusieren de aruerdo en la tierra acerca de rualquier cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos." Yo soy uno, Mamá, y contigo somos dos. Podemos ponernos de aruerdo y 10 vamos a lograr. Pero ella no compartía mi entusiasmo. Suspiró profundamente y admitió: -No tengo ni siquiera suficiente fe para creerlo. -No importa -respondí-o No dice: "Si dos están de acuerdo y creen." Sólo dice: "Si dos están de aruerdo." Si hace falta creer, yo 10 voy a hacer por los dos. Puse mi brazo alrededor de ella, y oramos juntos. ¿Saben lo que sucedió después de esa conversación? ¡Las cosas se pusieron peor aún! ¿Le ha ocurrido alguna vez? ¿Ha orado alguna vez con mucha firmeza, y las cosas se han puesto peor que antes? Una noche que Papá se había emborrachado y chocado con el auto, me arrodillé a su lado y traté de hablarle acerca de Dios, pero me empujó con el dorso de la mano y rugió: "¡No quiero oír nada acerca de Jesús!" Esa noche derramé copiosas lágrimas orando en mi dormitorio. Jesús había encendido en mi corazón el ardiente deseo por la conversión de mi padre, y yo no estaba dispuesto a rendirme. Tenía la promesa: "Deléitate asimismo en Jehová, y él te concederá las peticiones de tu corazón" (Salmo 37:4). Eso no significa que puedo tener un auto último modelo esta semana, uno más el mes que viene y una casa nueva el año próximo. No estoy hablando de manías carnales. Estoy hablando de perder la vida por Jesús y dejar que él siembre en nosotros sus deseos. A la semana siguiente, entré a la cocina y encontré a mi madre llorando. Mi primera reacción fue pensar que algo terrible había orurrido. -¡Madre! -exclamé alarmado-. ¿Qué ha ocurrido? Se secó un poco las lágrimas y respondió. -No sé muy bien. Sólo sé que tu padre se hizo a un lado en la ruta, estacionó alIado del camino y se bajó a orar diciendo: "Jesús, si tú puedes hacer algo por un viejo borracho como yo, te doy mi vida." En pocos días más recibí la llamada de un hospital al que habían admitido a mi padre, porque su ruerpo estaba totalmente deteriorado por el alcohol. La conocida voz paternal me ordenó: "Hijo, tráeme una Biblia." Apropiándonos de las promesas de Dios / 61 Sorprendido por su petición, le dije: "Papá, ¿qué te ha pasado?" Perplejo pero a la vez orgulloso de su reciente decisión, me respondió con firmeza: "Tú sabes 10 que me ha ocurrido." Y suavizando la voz, repitió: "Tráeme una Biblia." Con una Biblia bajo el brazo salí corriendo hacia el Centro de Recuperación. Cuando entré a su habitación, papá me abrazó. Las primeras palabras que me dijo fueron: "¿Orarías por mí?" Juntos nos postramos, y lloramos, y oramos. Eso sucedió hace más de quince años. Mi papá no ha vuelto a tomar desde entonces, y es el mejor amigo que he tenido. El y mi madre son miembros de mi iglesia, aunque tienen que viajar 100 kilómetros de ida, y otros tanto de vuelta todos los domingo para asistir a las reuniones. Todo esto orurrió porque mi fiel Jesús implantó en mí el santo deseo de ver sano a mi padre, de cuerpo, mente y espíritu. Ese es el tercer beneficio del que disfrutamos en el Nuevo Pacto: la salud y la sanidad. Promesa de salud y sanidad El nombre compuesto jehová-rophe significa "Jehová sana". La palabra rophe significa "restaurar, curar o sanar, no sólo en el sentido físico sino también en el sentido espiritual y moral". Eso es 10 que Dios hizo por mi papá. En mis clases de teología sistemática en el seminario, los prófesores trataban de decirme que Jesús no sana en la actualidad; y luego trataban de convencerme de que este Nuevo Pacto es mejor que el Antiguo. No les creí, y usted tampoco debiera creer eso. Dios sigue siendo "el Dios que sana". ¿Necesita usted sanidad, o la necesita alguien que usted conoce? Entonces empiece a agradecer al Señor que usted es sanado por sus heridas (Vea Isaías 53:5; Mateo 8:16, 17). La salud es un hecho en la mente de Dios (1 Pedro 2:24). Haga una declara- ción de fe. Concéntrese en la sangre de Jesús, no en sí mismo o en cómo se siente. Concéntrese en 10 que él es y lo que él ha conquis- tado para usted. Cuando usted 10 alabe, él será para usted lo que usted necesita: será jeholXÍ-rophe, "el Señor que sana". Póngase en una actitud de fe delante de Dios. Recuerde, la mayor expresión de fe es decir "gracias". Por 10 tanto, cobre ánimo
  • 34. 62 / ¿Ni tan sólo una hora? y agradezca las heridas que él recibió para darle salud. Santifique su nombre ]ehová-rophe, y agradézcale por la salud y la sanidad que son suyas en Cristo Jesús. Poner fin a la maldición de la ley sobre nuestro fracaso e incapacidad El cuarto beneficio del que usted disfruta en virtud del pacto con Dios el Padre, es libertad de la maldición de la ley. Cuando yo estaba creciendo, mi ambiente hogareño no era muy favorable. Mi papá salia sacudir la cabeza disgustado y murmurar: "Probablemente tenga que sostenerte toda mi vida." Y yo en parte le creía. Me sentía condenado al fracaso; realmente no esperaba tener éxito en la vida. El verdadero Larry Lea no pareda satisfacer las esperanzas de nadie. Yo pensaba que me ocurría únicamente a mí. No sabía que el propio Pablo lo había declarado llanamente en Romanos 3:23: "Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios." Nuestros pecados nos condenan al fracaso. Todo hombre y mujer está destituido constantemente, en todas las esferas de la vida: moralmente, emocionalmente, financieramente, socialmente, espi- ritualmente y físicamente. Ningún mortal ha satisfecho jamás todos los requisitos de la ley. En Gálatas 3:10 leemos: "Maldito todo aquel que no permane- ciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas." Sin embargo, Romanos 8:2 declara: "Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús, me ha librado de la ley del pecado y de la muerte." Y en Gálatas 3:13, Pablo dice: "Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero)." ¿Cuál es la maldición de la ley de la cual nos ha redimido Cristo? Para responder a esa pregunta, debemos volver al1ibro del Génesis y a su relato sobre la caída del hombre. La decisión de Adán y Eva de desobedecer a Dios, que motivó la caida de nuestros primeros padres, tuvo consecuencias de largo alcance. Por su acto de desobediencia, el pecado y todas sus temibles consecuencias entraron en el mundo. La imagen de Dios en el hombre quedó distorsionada y manchada, los seres humanos Apropiándonos de las promesas de Dios / 63 quedaron separados de su Creador, y toda la humanidad quedó bajo sentencia de muerte. Por medio de Moisés, Dios le dio su ley a la humanidad, por la cual establecía las únicas pautas de justicia aceptables para Dios. La ley mosaica, que es un pacto por obras, sentaba el modelo para la conducta humana; sin embargo, al carecer de poder para cumplir ese modelo perfecto, la humanidad nunca ha podido satisfacer los requisitos divinos. La maldición de esa ley incumplida condenaba a la hwnanidad a vivir una vida de fracaso y desesperanza. Pero cuando la humanidad cayó en pecado, también caímos·en los brazos misericordiosos y redentores de Dios. Jesucristo, el hijo unigénito de Dios, y el único ser humano perfecto, se ofreció voluntariamente para morir en la cruz, cargando la pena de muerte que pesaba sobre nosotros, cumpliendo todos los requisitos de la ley, y dándonos un pacto nuevo y mejor. Los creyentes del Nuevo Pacto están libres de la condenación de la ley, porque se les ha adjudicado la justicia de Cristo. Además, como resultado de la expiación de Cristo, los mandamientos de la ley dejan de ser exigencias imposibles para transformarse en obligaciones deleita- bles y privilegios que pueden ser cumplidos voluntaria y eficaz- mente por un pueblo redimido que posee el poder del Espiritu Santo. Pero eso no es todo lo que Jesucristo obtuvo para nosotros cuando quitó la maldición que pesaba sobre la humanidad. Por médio de Jesús, las riquezas de Dios pertenecen al pueblo del pacto, riquezas que suplen cualquier necesidad que podamos llegar a tener sobre la tierra. De acuerdo a Gálatas 3:14, Cristo nos redimió de la maldición de la ley a fin de que las bendiciones de Abraham pudieran alcanzarnos. ¿Cuál era la bendición de Abra- ham? Génesis 24:1 nos dice que el Señor bendijo a Abraham en todo. Pablo reflexiona: "El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que 10 entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?" (Romanos 8:32). En Deuteronomio 28 se detallan las bendiciones que Dios había dispuesto que alcanzaran a todos los creyentes obedientes, bendiciones que son nuestras por medio de Jesucristo. Permítame mencionarle algunas. Las bendiciones de Dios alcanzarán a usted, a su familia, y a sus bienes materiales (v. 4). Dios hará que sus enemigos sean derrotados (v. 7). El Señor bendecirá sus depósitos