ACERTIJO DE POSICIÓN DE CORREDORES EN LA OLIMPIADA. Por JAVIER SOLIS NOYOLA
Manual de estilo_de_la_lengua_espanola
1. José Martínez de Sousa
Manual de estilo
de la lengua
española
2.a edición, revisada y ampliada
í
i
H < B
W
tí
h
2. La s dos partes de que consta este Manualdeestilodelalenguaespañolatienen el mismo
fin: ayudar aredactar bienycon propiedad aquienes diariamente handeenfrentarse
con una cuartilla en blanco o una pantalla de ordenador vacia.
La primera parte se propone ofrecer al lector los elementos básicos para
conseguir una redacción correcta con sujeción a las exigencias del lenguaje
normativo por un lado y de la escritura científica por otro. Se afrontan las normas
para dominar el trabajo documental (fuentes de consulta, citas, notas, remisiones,
cuadros, referencias bibliográficas —incluidas las de recursos electrónicos—),
la escritura (autor, obra y destinatario, la redacción, las relaciones sintácticas, nivel
de lengua y registro lingüístico, etcétera), la bibliología (comité editorial, el trabajo
de edición, el original, la diacrisis tipográfica, la letra de imprenta, organización
externa e interna de la obra y trabajo de producción).
La segunda parte ofrece, en orden alfabético, un conjunto de materias que
pueden ser objeto de atenta lectura o mera consulta para resolver los múltiples
problemas con que el destinatario se puede tropezar al construir su discurso.
Por ejemplo, todo lo relativo a la onomástica (antropónimos y topónimos
principalmente,pero también alias, seudónimos, sobrenombres, etcétera),entidades,
instituciones, nombres comerciales, tratamientos, símbolos, signos, sistema
internacional de unidades, alfabetos como el árabe, el cirílico, el hebreo, etcétera,
todo ello acompañado de las abreviaturas correspondientes al tema tratado cuando
es pertinente, asi como una amplia cjcmplificación en cada caso y un número
notable de cuadros.
Eldestinatarionatural de esta obra es toda persona que deseeescribirypresentar
un trabajo que sea legible desde todos los puntos de vista. Asi, prestará buenos
servicios a escritores y redactores en general, pero en particular a científicos
y técnicos, traductores, profesores, periodistas, correctores de estilo ytipográficos,
investigadores, editores literarios y científicos, etcétera. En él hallarán respuestas
para sus preguntas, certezas para sus dudas, soluciones para sus problemas
y explicaciones adecuadas para las cuestiones más enrevesadas y complejas que
necesariamente se presentarán en cuanto comiencen a escribir.
ISBN 84-9704-022-8
9 “788497 040228
MANUAL DE ESTILO DE LA LENGUA
MARTINEZ RJ2003 RI/BT
T014110001
3. José Martínez de Sousa
MANUAL DE ESTILO
DE LA
LENGUA ESPAÑOLA
Ediciones Trea, S. L.
6. índice
pr e s e n t a c ió n : 17 5.1.2. Diccionarios bilingües: 44
PRÓLOGO A LA PKIMF.RA EDICIÓN: 23 5.1.3. Diccionarios monográficos: 44
PRÓI.OGO A LA SEGUNDA EDICIÓN: 26 5.1.4. Diccionarios ideológicos: 47
MANEJO DE LA OBRA: 27 5.1.5. Diccionarios etimológicos: 47
5.1.6. Diccionarios de usos y dudas:
INTRODUCCIÓN 47
LA NORMALIZACIÓN, EL ESTILO 5.1.7. Diccionarios de sinónimos: 48
Y LA EDICIÓN 5.2. Libros y manuales de estilo: 48
5.2.1. En español: 48
1. La normalización: 31 5.2.2. En otros idiomas: 48
1.1. Los orígenes de la normalización: 5.3. Gramáticas y ortografías: 50
32 5.4. Otros temas: 51
1.2. La aplicación de las normas: 32 5.4.1. Lenguaje: 51
5.4.2. Manuales de tipografía y biblio
2. El estilo: 34 logía: 51
2.1. La labor de los humanistas: 35
2.2. Los códigos tipográficos: 35
2.3. Los libros de estilo: 37 PRIMERA PARTE
2.4. Los manuales de estilo: 39 EL TRABAJO INTELECTUAL
3. La edición científica: 39 1. El trabajo documental: 55
4. Norma, uso y autoridad lingüisti 1. Lasfuentes de consulta: 55
ca: 41 1.1. Fuentes de primera y de segunda
4.1. Norma y uso: 41 mano: 55
4.2. Autoridad lingüística: 42
2. Las citas: 56
5. Bibliografía especifica para escri 2.1. El estilo de la cita: 57
toresy traductores: 42 1. Cita directa: 57
5.1. Diccionarios: 43 2. Cita indirecta: 58
5.1. 1. Diccionarios de lengua: 43 3. Cita indirecta libre: 58
7
7. índice
2.2. Citas de primera y de segunda
mano: 58
2.3. Reproducción del texto de la
cita: 58
1. Disposición de las citas: 58
2.4. Intervención en el texto de la
cita: 59
2.5. Identificación del autor y de la
procedencia de la cita: 63
1. La cita bibliográfica: 63
2. Sistema autor-año: 64
3. El sistema numérico: 65
4. Otros sistemas de identifica
ción del autor de la cita: 65
3. Los derechos de autor, el derecho
de cita y elplagio: 65
3.1. El derecho de autor: 65
3.2. El derecho de cita: 66
3.3. El plagio: 66
4. Las notas: 66
4.1. Función de las notas: 67
4.2. Contenido de las notas: 67
4.3. La llamada de nota: 67
4.4. Situación de la llamada: 69
4.5. Situación de las notas: 70
5. Las remisiones: 70
6. Los cuadros: 72
6.1. Título general del cuadro: 72
6.2. Las casillas: 73
6.3. El cuerpo del cuadro: 73
6.4. Los filetes en los cuadros: 73
6.5. Notas en los cuadros: 73
7. Las referencias bibliográficas y
las bibliografías: 74
7.1. Referencias bibliográficas: 74
7.1.1. Problemas de las referencias bi
bliográficas: 74
7.1.2. Datos de las referencias bibliográ
ficas: 75
1. Zona de responsabilidad prin
cipal: 75
1.1. El autor: 75
1.2. El autor individual: 75
1.3. El autor colectivo: 76
1.4. El autor corporativo: 77
1.5. El autor anónimo: 77
2. Zona del título: 78
2.1. Grafía del titulo: 78
2.2. Dos o más títulos: 78
2.3. El subtítulo: 78
2.4. Abreviaciones de títulos y
subtítulos: 78
2.5. Títulos en caracteres no lati
nos: 78
2.6. Títulos de capítulos o partes
de monografías: 78
2.7. Título clave: 79
3. Zona de responsabilidad subor
dinada: 79
4. Zona de la edición: 79
4.1. Grafía de la edición: 79
4.2. Pie editorial: 82
5. Zona de la descripción físi
ca: 84
6. Zona de la colección: 85
7. Zona de las notas: 85
8. Zona del número normaliza
do: 85
7.2. Las bibliografías de monografías
y artículos: 85
7.2.1. Definición: 85
7.2.2. Ordenación de los datos: 85
7.2.3. Ordenación de las referencias: 85
7.2.4. Puntuación de las zonas y los ele
mentos de las bibliografías: 86
7.2.5. Grafía tipográfica de las zonas y
sus elementos: 89
7.3. Referencias bibliográficas de otros
documentos: 90
7.3.1. Patentes; 90
7.3.2. Recursos electrónicos: 90
7.3.2.1. Zonas y grafías de las referencias
de recursos electrónicos: 91
1. Responsabilidad principal: 91
2. Título: 91
3. Tipo de soporte: 91
4. Edición: 92
5. Fascículo: 92
6. Lugar de edición y editor: 92
7. Fecha de publicación o actua
lización: 92
8. Partes y contribuciones: 92
9. Notas: 92
10. Disponibilidad y acceso: 93
11. Fecha de consulta: 93
8
8. índice
12. Número normalizado: 93
Aplicación de los datos a los re
cursos electrónicos: 93
la. Textos electrónicos, bases de
datos, programas informáti
cos: 93
1b. Partes de textos electrónicos,
bases de datos, programas
informáticos: 94
le. Contribuciones en textos elec
trónicos, bases de datos, pro
gramas electrónicos: 94
2a. Publicaciones seriadas elec
trónicas completas: 94
2b. Artículos y otras contribucio
nes en publicaciones seriadas 5.
electrónicas: 95 5.1.
3a. Sistemas electrónicos de bo- 5.2.
Ictincs de noticias, listas de 5.3.
discusión (foros) y de men- 5.4.
sajeria: 95 5.5.
3b. Mensajes electrónicos: 95
Bibliografía de referencias de re
cursos electrónicos: 96
La escritura: 99 6.
6. 1.
El autor, la obra y su destínala- 6.2.
rio: 99 6.3.
El autor: 99 6.4.
La obra: 100
El artículo científico: 100 7.
Las revistas científicas: 100 7.1.
El destinatario: 101
La redacción: 101
Cómo se empieza: 102
Elementos de la redacción: 103
La titulación: 105
Las relaciones sintácticas: 105
La concordancia: 105
1. Reglas generales: 105 7.2.
2. La silepsis: 107 7.3.
3. El plural de modestia: 107 7.4.
4. El plural mayestático: 107 7.5.
5. La concordancia ad sénsum: 107
Orden de colocación de los ele- 8.
mentos oracionales: 108 8.1.
1. Los elementos sintácticos: 108
2. Tipos de orden o construcción:
108
3. El hipérbaton: 109
4. Situación de los adjetivos: 109
Las aposiciones: 110
Nivel de lenguay registm lingüís
tico: 111
Nivel de lengua: 111
Registro lingüístico: 112
Lenguaje marginal: 113
Lenguaje malsonante: 113
Ultracorrección: 113
Los recursos lingüísticos: 114
Presente y pasado históricos: 114
Los eufemismos: 114
Las perífrasis: 114
Los modismos: 115
Los sinónimos y otros -ónimos:
115
1. Los cuasisinónimos: 116
2. Los parasinónimos: 116
3. Los geosinónimos: 116
El lenguajefigurado: 116
La metáfora: 117
La metonimia: 117
La sinécdoque: 117
La hipérbole: 117
Problemas de redacción: 118
La ambigüedad: 118
1. Ambigüedad debida al orden
de los elementos de la oración:
118
2. Ambigüedad por el uso de
tiempos verbales y pronom
bres: 118
3. El uso del gerundio: 118
4. Otras formas de ambigüedad:
118
La vaguedad: 119
Los anacolutos: 119
Anfibología u oscuridad: 119
Empobrecimiento: 119
Formas de expresión: 120
Los latiguillos: 120
3.3.
4.
4.1.
4.2.
4.3.
4.4.
4.5.
9. ( 8.2. Las muletillas: 120 2. Extranjerismos ortográficos: 136
(
8.3. Los lugares comunes: 120 2.1. El mimetismo ortográfico: 136
8.4. Los epítetos: 120 2.2. Anglicismos ortotipográficos:
(
8.5. Los oxímorones: 121
2.2.1.
136
Anglicismos ortográficos: 136
( 9. Propiedad e impropiedad del len 1. El empleo de mayúsculas: 136
(
guaje: 121 2. El plural de las siglas: 137
3. La escritura de las décadas y
(
10. Los pleonasmos: 123 los años: 137
10.1. Pleonasmos correctos: 123 4. La puntuación de las cantida
( 10.2. Pleonasmos incorrectos: 123 des: 137
5. La numeración de apartados y
( 11. Incorrecciones de lenguaje: 124 párrafos: 138
(
11.1. Los barbarismos: 124 6. El uso de la raya y el me
11.2. Las cacografías: 125 nos: 138
( 11.3. Las cacologías: 125 7. El uso de las comillas: 138
11.4. Los dequcísmos y antidequcís- 8. Empleo de la coma: 138
mos: 126 9. Grafía de las abreviaturas: 139
11.5. Otras formas de barbarismo: 126 10. La construcción del diálogo:
í 11.6. El gerundio: 127 139
c 11.7. Los solecismos: 127 2 2 2 Anglicismos tipográficos: 139
1. Omisión de la sangría: 139
c 12. Extranjerismos y voces extranje 2. Utilización de la versalita en
ras: 127 las primeras palabras del pri
( 12.1. Extranjerismos: 127 mer párrafo: 140
t 12.2. Voces extranjeras: 128 3. Empleo de un cuadratín des
12.3. Préstamos y calcos: 129 pués de un punto y seguido:
< 1. Los préstamos: 129 140
2. Los calcos: 129 4. Las llamadas de nota: 140
12.4. Latinismos: 129 2.3. Galicismos ortotipográficos: 140
12.5. Falsos amigos: 130 2.3.1. Galicismos ortográficos: 140
12.6. Xenismos: 130 2.3.2. Galicismos tipográficos: 141
2.4. El barbarismo ortográfico: 141
13. Aspectos sincrónicos y diacróni-
cos de la lengua: 131 3. Elfetichismo de la letra: 141
13.1. Arcaísmos y neologismos: 131 3.1. Conservadurismo ortográfico: 141
13.2. Palabras obsolescentes y palabras 3.2. Alternancias grafemáticas: 142
históricas: 131 3.3. Neografismos: 142
13.3. Los anacronismos: 131
4. Los grupos cultos: 145
4.1. Los grupos consonánticos: 145
3. La ortotipografía: 133 4.2. Los grupos vocálicos: 145
1. La grafía, desde la letra hasta el 5. La abreviación en el lenguaje es
texto: 133 crito: 146
1.1. Ortografía de la letra: 133 5.1. El empleo de abreviaciones: 146
1.2. Ortografía de la sílaba: 134 5.2. Abreviación del sintagma: 146
1.3. Ortografía de la palabra: 135 5.3. Abreviaciones de palabras y sin
1.4. Ortografía de la frase: 136 tagmas: 147
1.5. Ortografía del texto: 136
10
10. 6. Los signos: 148 3.1.6. Blanco de cortesía en los arran
6.1. Signos ortográficos: 148 ques: 164
6.1.1. Clases de signos ortográficos: 3.1.7. Estética de la página tipográfi
148 ca: 165
1. Signos ortográficos diacríti
cos: 148
3.1.8. Hojas de cortesía: 167
2. Signos ortográficos auxiliares: 4. El original: 167
148 4.1. Original en papel: 167
3. Signos ortográficos sintagmá 1. El formato: 168
ticos: 148 2. El texto: 168
6.1.2. Grafía de los signos ortográficos: 2.1. De una obra: 168
148 2.2. De una tesis: 168
1. Signos ortográficos diacríti 2.3. De un trabajo o artículo para
cos: 148 una revista científica: 169
2. Signos ortográficos auxilia 4.2. Original en soporte informático:
res: 150 169
3. Signos ortográficos sintagmá 4.3. Corrección de estilo y preparación
ticos: 151 tipográfica: 170
6.2. Signos matemáticos: 154 4.4. Numeración de los capítulos y sus
6.3. Signos lexicográficos: 154
4.4.1.
parles: 171
Numeración decimal de capítulos:
171
La alineación de los datos: 172■4. La bibliología: 155 4.5.
4.6. La composición del texto: 173
1. Tipos de editoriales: 155 4.7. La corrección de las pruebas ti
pográficas: 175
2. El comité editorial y el comité de 4.7.1. Signos de corrección: 178
expertos: 155 1. Las llamadas: 178
2.1. El comité editorial: 155 2. Los signos: 178
2.2. La revisión por expertos: 156 4.8. La maqueta de compaginación: 179
2.3. Selección de la revista: 158 4.9. Los índices alfabéticos: 179
2.3.1. Criterios de selección: 158 4.10. La alfabetización: 180
2.3.2. Fuentes para la selección: 158
2.3.3. Normas para la presentación de 5. La diacrisis tipográfica: 180
originales: 158 5.1. El concepto: 180
5.2. Aplicación de la diacrisis tipográ
3. El trabajo de edición: 159 fica: 182
3.1. Definición de la obra: 159
3.1.1. El formato del libro: 159 6. La tetra de imprenta: 184
3.1.2. Medidas de la página tipográfica: 6.1. La elección de la letra de impren
160 ta: 184
3.1.3. Dimensiones de los márgenes: 6.2. El estilo de la letra: 185
161 6.2.1. Las letras romana antigua y roma
3.1.4. Tipo de letra del texto: 161 na moderna: 185
3.1.5. Ojos, cuerpos e interlineados: 162 6.2.2. Las letras egipcia y paloseco: 186
1. La edad del lector: 162 6.3. La familia de la letra: 186
2. El tipo de texto: 162 6.3.1. Letra redonda: 186
3. La medida en ciceros de la caja 6.3.2. Letra cursiva: 186
de composición y el estilo de 6.3.3. Letra minúscula: 187
la letra: 162 6.3.4. Letra versalita: 187
11
11. índice
6.3.5. Letra mayúscula: 188
6.3.6. Letra fina y letra normal: 188
6.3.7. Letra seminegra o seminegrita:
188
6.3.8. Letra negrita: 189
6.3.9. Letra estrecha y letra ancha: 189
6.3.10. Letra subíndice: 189
6.3.11. Letra superíndice: 189
7. Organización exlerna de la obra:
190
7.1. División externa de la obra: 190
7.1.1. Los tomos: 190
7.1.2. Los volúmenes: 191
7.2. División interna de la obra: 191
7.2.1. Macroestructura textual: 191
1. Los tomos: 191
2. Los libros: 191
3. Las partes: 191
4. Las secciones: 191
7.2.2. Microestructura textual: 192
1. Los capítulos: 192
2. Los subcapítulos: 192
3. Los párrafos: 192
4. Los apartados: 192
5. Los subapartados: 192
6. Los subsubapartados: 192
7.3. La forma de los párrafos: 192
7.3.1. Párrafo ordinario: 193
7.3.2. Párrafo moderno o alemán: 193
7.3.3. Párrafo francés: 193
7.3.4. Párrafo en bandera o composición
quebrada: 193
7.3.5. Párrafo en bloque: 194
7.3.6. Párrafo español: 194
7.3.7. Párrafo en base de lámpara: 194
7.3.8. Composición en base de lámpara
invertida: 195
7.3.9. Composición epigráfica: 195
8. Organización interna de la obra:
195
8.1. Los principios del libro: 195
1. Páginas de cortesía: 195
2. Portadilla o anteportada: 195
3. Contraportada: 195
4. Portada: 196
5. Página de derechos: 196
6. Dedicatoria: 196
7. Lema, tema o epígrafe: 196
8. Textos de presentación de la
obra: 196
9. Agradecimientos: 196
10. índice: 197
11. Listas: 197
8.2. El cuerpo del libro: 197
8.3. Finales del libro: 197
9. El trabajo de producción, impre
sión y encuadernación: 198
9.1. La producción: 198
9.2. La impresión y la encuadernación:
198
SEGUNDA PARTE
DICCIONARIO DE MATERIAS
ÍNDICE DE m a t e r ia s: 203
a - z : 207-645
b ib l io g r a f ía : 647
ín d ic e a l f a b é t ic o : 655
12
12. Lista de cuadros
c
(
(
(
(
(
(
(
(
(
(
P R IM E R A P A R T E A6. Antropónimos españoles: 233
A7. Derivados de antropónimos: 241
1. Abreviaturas utilizadas en biblio- A8. Acentuación de apellidos extran- (
grafía: 80 jeros: 251
2. Grupos cultos consonanticos y vo- A9. Signos del alfabeto árabe: 253
cálicos: 143 AI0. Signos usados en astronomía: 262 f
3. Clasificación de los signos orto-
gráficos: 149 Bl. Símbolos de la Biblia en español: (
4. Llamadas y signos empleados en 269
(corrección de estilo y tipográfi- B2. Símbolos de la Biblia en latín: 270
ca: 176 (
5. La diacrisis tipográfica: 181 Cl. Algunos cargos y empleos: 279
(6 . Clases de letras tipográficas: 187 C2. Signos del alfabeto cirílico: 284
C3. Condecoraciones españolas: 289
(
C4. Denominaciones y símbolos de
S E G U N D A P A R T E
C5.
las constelaciones: 292
Abreviaturas de cortesía: 294
(
(Al. Voces biacentuales admitidas por
la Academia: 212 DI. Derivados de nombres de equipos
(
A2. Palabras de acentuación dudosa: de fútbol españoles: 301
214 D2. Desinencias de la lengua españo- (
A3. Símbolos de los principales aero- la: 304
(puertos: 221 D3. Los nombres de las partes del día:
1. Del nombre al símbolo: 221 313 (
2. Del símbolo al nombre: 222 D4. Abreviaturas y símbolos de los
A4. Aplicación de los antenombres:
229
días de la semana: 314 t
A5. Abreviaturas de los antenombres: EL Símbolos de los elementos quí- '
230 micos: 326 c
13
(
13. lista de cuadros
1. Del nombre al símbolo: 326
2. Del símbolo al nombre: 326
3. Nombres y símbolos desecha
dos: 327
E2. Tipos de buques ingleses y esta
dounidenses: 328
E3. Abreviaturas cronológicas: 334
El. Formatos clásicos de las fechas:
349
Gl. Abreviaciones de los grados:
361
G2. Signos del alfabeto griego: 363
Hl. Signos del alfabeto hebreo: 368
112. Abreviaciones de los términos ho
rarios: 370
II. Símbolos de informática: 374
Ll. Abreviaturas comunes de las len
guas más utilizadas: 387
L2. Locuciones latinas: 392
MI. Matrículas automovilísticas: 41 I
1. Internacionales: 411
2. España: 411
3. Italia: 412
4. Suiza: 412
M2. Los nombres de los meses: 415
M3. Símbolos y abreviaturas para re
presentar los nombres de los me
ses: 415
M4. Símbolos monetarios de uso co
rriente: 417
M5. Las monedas y sus fracciones:
418
N 1. Nombres de personas, animales y
cosas: 425
N2. Divisiones de la clasificación bio
lógica: 427
N3. Alternancias acentuales en nom
bres propios mitológicos: 430
N4. Notaciones musicales: 432
N5. Notación mayor y menor: 432
0 1 . Tipos de obras creadas: 436
02. Abreviaciones empleadas en obras
musicales: 439
03. Onomatopeyas españolas: 442
1. De la palabra a la onomatopc-
ya: 442
2. De la onomatopeya a la pala
bra: 443
04. Abreviaturas de órdenes y con
gregaciones religiosas: 446
1. Del nombre a la abreviación:
446
2. De la abreviación al nombre:
450
I’I. Prefijos y sufijos utilizados en es
pañol: 467
P2. Periodicidad de las publicaciones
periódicas: 482
P3. Símbolos de los puntos cardina
les: 483
51. Siglas y acrónimos: 497
52. Denominaciones de los siglos: 523
53. Signos ortográficos, lógicos, mo
netarios, musicales y matemáti
cos más habituales: 524
54. Símbolos de los prefijos y unida
des del sistema internacional: 544
55. Combinaciones posibles de pre
fijos y unidades de los sistemas
de medida: 545
1. De la palabra al símbolo: 545
2. Del símbolo a la palabra: 555
56. Plural de los símbolos del si:
566
T1. Símbolos topográficos de Brasil
y Canadá: 580
T2. Abreviaturas y símbolos topográ
ficos de los Estados Unidos: 581
T3. Símbolos de las comarcas de Ca
taluña: 582
T4. Nombres de países con sus capi
tales y gentilicios: 583
T5. Grafías toponímicas extranjeras:
600
14. lista de cuadros
T6. Abreviaciones de toponimia urba
na: 611
2. De la abreviatura al tratamien
to: 619
T7. Tratamientos de dignidades y car
gos: 613
1. De la dignidad o cargo al tra
Ul. Conversión de medidas y pesos:
624
tamiento: 613
2. Del tratamiento a la dignidad
Zl. Nombres de los signos del Zodia
co: 641
o cargo que lo recibe: 616 Z2. Signos del Zodiaco: 642
T8. Abreviaturas de tratamientos: 618 Z3. Las voces de los animales: 643
1. Del tratamiento a la abreviatu
ra: 618
Z4. Nombres de los conjuntos de ani
males: 644
1 5
15. Presentación
MV J L a k iín l z dk S o u sa lleva me
dio siglo trabajando con la palabra, ya
sea componiendo, corrigiendo, escribien
do o leyendo textos. Sus dedos están
encallecidos de apretar el bolígrafo o de
percutir las teclas de una máquina de
escribir o de un teclado de ordenador;
sus ojos están cansados de leer origina
les y pruebas a la espera de su publica
ción. Pero, sobre todo, su mente ha esta
do aquejada de la enfermedad que da
pie a la sabiduría: su obsesiva inquietud
por encontrar respuesta al porqué de las
cosas. No se ha limitado a aprender los
intríngulis de los diversos oficios que
ha ejercido, sino que ha intentado siem
pre comprender las tareas que cada uno
de ellos conllevaba; y no solo por el puro
deseo de entenderlos y dominarlos me
jor, sino por el de perfeccionarlos. Bue
na parte de sus obras (entre otras, el Dic
cionario de tipografía y del libro, el
Diccionario internacional de siglas y
acrónimos, el Diccionario de informa
ción, comunicación y periodismo y el
Diccionario de lexicografía práctica)
responden precisamente a esa necesidad.
De no ser por el currículo que lo avala.
podría parecer, si no pretencioso, sí al
menos atrevido redactar un manual de
estilo de la lengua española. En primer
lugar, porque el estilo, tal como lo con
cebimos hoy dia, no es cosa que pueda
liquidarse compilando las reglas grama
ticales que gobiernan una lengua (gra
mática. ortografía, terminología), tarea
ya ardua de por si y no exenta de posi
ciones encontradas, sino que afecta al
modo en que las unidades textuales que
conforman un escrito son revestidas de
forma gráfica y apariencia física (tipo
grafía), a los métodos y técnicas que ayu
dan al escritor a construir su discurso
(redacción), a las normas y usos que re
gulan la publicación (edición) y, por úl
timo y no por ello menos importante, a
las directrices éticas que deben guiar el
proceder de los que escriben, traducen,
corrigen y editan. Estamos, pues, ante
un tema poliédrico y con aristas.
Y en segundo lugar, porque no creo
factible y menos aún eficaz, y así lo ma
nifiesta también el autor en distintas par
tes de este manual, reunir bajo un mis
mo techo todas las peculiaridades del
estilo en las distintas ramas del saber y
16. presentación
entornos profesionales. Porque, si bien
es verdad que la lengua es la herramien
ta común a todos los que producen y
tratan textos escritos, también lo es que
la manera en que estos se visten y ador
nan en cada una de estas especialidades
son extraordinariamente dispares.
No obstante, si alguien en España está
en condiciones de hacerlo sin perecer
en el intento, esc es, sin lugar a dudas,
Martínez de Sousa. Solo él posee los
mimbres que permiten construir esa ces
ta. De todas las cuestiones a las que an
tes me referia y que caen bajo el amplio
manto protector del estilo, Martínez de
Sousa ya ha disertado monográficamente
(Diccionario tic tipograjia y tic! libro.
Diccionario tic bibliología y ciencias aji
nes, Manual tic edición y autocilición.
Diccionario de redacción y estilo. Dic
cionario de ortografía de la lengua es
pañola, Diccionario de usos y dudas de!
español actual. Diccionario de ortogra
fía técnica, Diccionario internacional de
siglas y acrónimos. Diccionario de in
formación, comunicación y /.'criollismo).
Además, posee el arrojo necesario para
afrontar retos difíciles. Qué podemos de
cir de un hombre que ha osado propo
ner una reforma de la ortografía españo
la, aunque no haya gozado del eco que
él pretendía, no por la esencia de sus
propuestas, sino por carecer de la auto
ridad de que están investidos los que tie
nen poder para reglar la lengua.
Se nos presenta, pues, un manual que
pretende asistir y orientar a escritores,
tanto literarios como científicos o técni
cos (desde profesores hasta investigado
res), editores de todos los ramos, técni
cos editoriales, especialmente correcto
res de estilo y tipográficos, periodistas,
traductores...; en definitiva, que está di
rigido a todos aquellos que participan de
una u otra manera en el complejo acto
de la comunicación escrita. Estén segu
ros todos los destinatarios de este libro
de que en él hallarán respuestas a sus
preguntas, certezas para sus dudas, solu
ciones a sus problemas, explicaciones
para las cuestiones más enrevesadas.
Es tan inmensa y abrumadora la ca
tarata de conocimientos que aquí se des
tilan, que todos los sedientos de conoci
mientos lingüísticos, estilísticos o tipo
gráficos podrán aplacar su sed en esta
fuente. Pero, y tal vez no pueda ser de
otro modo dada la amplia audiencia a la
que se dirige, no todos quedarán igual
mente satisfechos. Esta es al mismo tiem
po la grandeza y la miseria de esta obra,
l os autores y editores científicos, por
referirme a aquellos a los que me siento
más próximo y de los que puedo hablar
con cierto fundamento, deberán seguir
sirviéndose de los manuales y estándares
defacto vigentes en cada disciplina. Las
particularidades terminológicas imperan
tes en cada campo y el seguimiento ma
sivo que se hace en las distintas áreas de
conocimiento de algunas de las normas
que intervienen en la redacción de un
trabajo científico, con especial mención
ile los sistemas de citación y referencia-
ción bibliográfica, así lo aconsejan. Hay
que tener muy presente que los hábitos
y prácticas de publicación son tan dis
pares entre las diversas disciplinas, que
lo más razonable es atenerse a las pau
tas que, tras años de sesudos debates,
han logrado imponerse a duras penas.
Crear nuevas normas, por muy raciona
les que estas sean y por mucha autori
dad intelectual que posea quien las pro
pugna, entorpecería más que ayudaría a
la comunicación científica, liaste obser
var lo que ha ocurrido con las normas
iso (International Organization for Stan
dardizaron) de publicación: no son co
nocidas y, por ende, no son aplicadas,
cuando se conocen son ignoradas
1 8
17. olímpicamente. A pesar de lo dicho, los
científicos, sobre todo los que siguen
empleando el español como lengua para
comunicar los resultados de sus investi
gaciones, lamentablemente cada día me
nos, podrán recurrir a este manual con
la seguridad de que podrán hallar en él
informaciones que no están a su alcance
en ninguna obra escrita en castellano.
Estamos, por otra parte, ante un ma
nual de estilo atípico, si lo comparamos
con los libros de estilo que para el
consumo de la prensa se han publicado
en España (Abe, El País...) o con ma
nuales de estilo anglosajones de la sole
ra del Chicago Style Manual, del Couneil
fíiology Editors Manual, del American
Medical Associalion Manual of Style o
del Publicalian Manual ofllie American
Psycliological Associalion. Ante todo,
porque todas estas obras son de respon
sabilidad colectiva. Aunque después de
lo dicho sobre la personalidad del autor
no nos puede extrañar, pues ya pode
mos hacernos una idea de lo que es
capaz. Por consiguiente, lo que más
asombra de este monumental trabajo es
que haya sido ejecutado en solitario,
algo que ya sorprendió a uno de sus
críticos, quien dudaba qué admirar más,
si la ciencia o la paciencia de que hacia
gala el autor.
Pero es que, además, ni por la forma
en que se estructura y dispone ni por el
lenguaje que emplea es un libro de esti
lo parangonable. Así, mientras que lo ha
bitual en dichos manuales es organizar
los temas de manera sistemática, des
componiendo un tema en epígrafes y
subepígrafes, en este manual, sin renun
ciar a esta estructura (la parte primera
de la obra sigue este camino), se opta,
además, por ofrecer una lista alfabética
de los términos pertinentes (segunda par
te). Aquí reside uno de los principales
activos y aciertos de la obra. La disposi
ción en forma alfabética posibilita que
cualquier persona, sin necesidad de dis
poner de conocimientos previos, pueda
consultarla con facilidad identificando
el tema de su interés. Es, por otra parte,
tal el cúmulo de entradas y de remisio
nes a otras voces equivalentes o relacio
nadas, que es difícil que el lector no pue
da localizar el aspecto que le interese.
Asimismo, está cuajado de cuadros, ilus
traciones gráficas y ejemplos que per
miten al lector interpretar correctamente
la información que se le ofrece. De nue
vo Martínez de Sousa nos vuelve a de
mostrar su maestría en la confección de
este tipo de obras. No hay que olvidar
que es un experto reconocido, siendo au
tor de un reputado manual con el que ha
sentado cátedra en la materia (Diccio
nario de lexicografía práctica).
Acostumbran los manuales de estilo
al uso a emplear un lenguaje claro, pre
ciso, conciso y prescriptivo, cualidades
que entiendo deben adornar las obras que
se precien de llevar este nombre. De no
ser asi, se corre el riesgo del rechazo
por parte de escritores y editores. Y es
que cuando un autor o un editor se ha
llan en la zozobra de la duda necesitan,
al igual que el enfermo que acude a su
médico de cabecera, recetas que palien
el mal y resuelvan el problema. Pues
bien, que sepa el lector que en este libro
no solo se le ofrecen recetas, sino que
estas vienen aderezadas con explicacio
nes, justificaciones, discusiones, en al
gunos casos, a mi modo de ver, excesi
vas para los fines de la obra, pero que
estoy seguro de que harán las delicias
de los amantes de la lengua y demás
bibliólatras. Pero la búsqueda de respues
tas racionales al porqué de la realidad es
rasgo consustancial al autor. Al igual que
su propensión natural a poner nombres
a las cosas y a definir hasta lo indefini
1 9
18. presentación
ble. Su amor por la lexicografía le lleva
a utilizar, e incluso a crear, términos irre
prochables conceptualmente, pero de
poco uso y ajenos al vocabulario del es
critor y editor de a pie. Sirvan de botón
de muestra los siguientes: editorial bi-
bliológica, editorial hemerológica, edi-
tologia científica, ortotipografia.
Creo llegado el momento de calificar
la obra. Lo mejor que se puede decir de
un manual de estas características es que
es útil. No hay que ir más allá de la lista
de cuadros y figuras para darnos cuenta
de la utilidad de este libro. Escritura de
símbolos, números, fechas, unidades
de tiempo, unidades de medida, nomen
claturas, antropónimos, topónimos, abre
viaturas de todas las clases y un largo
etcétera. Pero no se detiene ahí, pues
nos suministra orientaciones sobre cómo
redactar títulos, citas, notas, referencias
bibliográficas; sobre cómo emplear co
rrectamente nuestro idioma (ortografía,
léxico, gramática) o cómo hacer un di
seño tipográfico coherente y estético gra
cias a la información sobre tipos de le
tras, líneas, párrafos, páginas, partes de
una obra...
Por todo ello, el Manual de estilo de
la lengua española es una obra tic refe
rencia fundamental para escritores, edi
tores, traductores, correctores; una de
esas obras que deben estar siempre a
mano encima de la mesa de trabajo.
Podría seguir añadiendo epítetos elogio
sos, pero esta obra no los necesita. Mu
chos de ellos, por manidos, han perdido
realmente su valor. Si algún reproche
pudiera hacérsele, es que llega en un
momento inoportuno, por no haber vis
to la luz antes. Su publicación, por va
rias razones, no sólo era necesaria, sino
urgente. En primer lugar, porque los
medios profesionales de la edición es
pañola, faltos de formación reglada, ca
recen de la instrucción necesaria para
desempeñar con el debido decoro su
trabajo. Aunque esta obra no pueda su
plir esas carencias educativas, sí por lo
menos puede aliviarlas. En segundo lu
gar, porque existen campos de la edi
ción española, como el científico, don
de la ausencia tic manuales de este tenor
constituye, más que una laguna, un au
téntico agujero negro. En tercer lugar,
porque de haber nacido antes esta obra,
hubiera prestado un servicio ecológico
de primera magnitud, ahorrando el pa
pel y la tinta que se han desperdiciado
en la edición de algunos mal llamados
manuales o libros de estilo. Ahora ten
drá que cumplir otra función: evacuar la
laguna de las obras que la han llenado
de turbias aguas. Y en último lugar,
porque las nuevas tecnologías de la in
formación y la comunicación han con
vulsionado el mundo de la edición. Si el
ordenador y los procesadores de textos
dotaron al acto de escribir y editar un
texto de sencillez y rapidez sin prece
dentes en la historia de la escritura,
Internet ha aparecido como el más po
tente medio de publicación que ha visto
el hombre desde la irrupción de la im
prenta. Al dar voz a los que antes no la
tenían, ha hecho añicos el tradicional
circuito de comunicación escrita que
descansaba en la trilogía autor-edi-
tor-lector. El editor, que venía actuando
de filtro entre el autor y el lector, como
un agente regulador de los flujos de la
producción escrita, se ha visto desbor
dado desde el momento en que el autor
se transforma a la vez en editor de sus
propios escritos. Miles de autores, antes
anónimos, que soñaban con la posibili
dad de ver sus palabras en letras de
molde impresas en papel, han hecho
realidad sus deseos y, aunque ahora sea
en moldes virtuales, tienen la posibili
dad de difundir sus pensamientos sin
limitación alguna. Para todos ellos, este
20
19. presentación
V
(
manual será herramienta que ayudará
no solo a juntar palabras con cierto
orden o a hilvanar ideas con sentido,
sino a presentarlas con rigor no exento
de belleza.
Granada, octubre de 1999 (
(
(
(
(
(
(
(
(
(
(
(
(
(
(
(
(
(
(
(
(
c
(
Conociendo al autor, estoy seguro de (
que este manual no se detendrá aquí. ,
Antes aun de haber visto la luz esta edi- x
ción, ya estará pensando en la próxima, (
que, no me cabe duda, está asegurada.
(
Emilio Delgado Lópf.z-Cózar ,
(
20. Prólogo a la primera edición
N_L iunca se había dado en español
lina floración de libros de estilo como la
aparecida, tanto en España como en His
panoamérica, en los últimos veinte años:
libros de estilo de periódicos, de televi
siones, de radios, de universidades, de
ayuntamientos, de cajas de ahorro... In
cluso libros de estilo generales, sin un
destinatario preciso. Parece como si de
pronto se hubiera despertado la concien
cia lingüística y normadora de las per
sonas e instituciones que manejan el len
guaje escrito en sus relaciones profesio
nales con los demás.
A primera vista, podría parecer que,
si no fuera por el mantenimiento y la
alimentación de la honrilla, sería prefe
rible fundir todos esos libros y obtener
un solo libro de estilo genérico que fue
se útil a todo el mundo hispánico, aun
que después cada periódico, ayuntamien
to, universidad o entidad añadiese la in
formación específica para su propio uso.
Sin embargo, este proceder, que sería sin
duda útil para los periódicos y algunas
de las instituciones mencionadas, no lo
sería para ninguna de las especialidades
de la ciencia y de la técnica. Es obvio
que un libro de estilo de un periódico
sirve de poco en una caja de ahorro o en
un ayuntamiento, que tienen necesida
des expresivas distintas. Lo mismo su
cedería, con más razón, en el campo de
la biología, la medicina, la química, la
bioquímica, la sicología, la siquiatría, la
astronomía y en otras muchas especiali
dades científicas y técnicas. Las abre
viaciones, la terminología, la metodolo
gía y otros aspectos son tan disímiles
que, en efecto, cada uno de esos cam
pos debe tener su propio manual de esti
lo, y así sucede en otras lenguas en las
que desde hace tiempo se ha tomado con
ciencia de la importancia que tiene la
emisión científica de mensajes. Un in
conveniente, al parecer insalvable: esa
situación contribuye a aumentar la falta
de uniformidad general en la presenta
ción de los trabajos para su publicación,
ya que las normas fijadas por cada enti
dad o institución no son necesariamente
iguales que las de las restantes. La ex
periencia en la aplicación de normas
en el mundo editorial, sea el bibliológico
o el hcmerológico, ya nos indica algo
de esto: el lector no entiende cómo lo
que es correcto en una publicación está
23
21. prólogo
prohibido en otra o a qué se debe que
unos libros utilicen una determinada gra
fía que es evitada cuidadosamente en
otros. Esta situación afecta especialmente
(dramáticamente, diría) a los escritores
y, sobre todo, a los traductores y a los
correctores de estilo y tipográficos, pero
también a los profesores de todos los
niveles de la enseñanza y demás profe
sionales de la lengua. En muchos aspec
tos de la grafía, no se sabe qué aplicar
ni qué enseñar.
También falta en el mercado un ma
nual de estilo para las personas no espe
cializadas, para los escritores de a pie,
los que no pertenecen a un periódico, a
una revista, a un ayuntamiento ni a una
caja de ahorro y tampoco escriben ex
clusivamente para un público científico
o especializado. Me refiero a los escri
tores que trabajan en o para una edito-
tial, en su casa para sí o para otros, a los
traductores, a los impresores y a los
autoeditores, a los correctores de estilo
y tipográficos, a las empresas de servi
cios editoriales y también, cómo no, a
las instituciones y entidades que emiten
mensajes, a los periodistas y especialis
tas que no tienen un manual de estilo
que los guíe en sus dudas y los ayude a
pergeñar y a presentar sus materiales
escritos. También, claro, a quienes pre
paran una tesis o han de presentar un
trabajo de redacción del tipo que sea.
Las dudas que se presentan al tratar
de pergeñar un texto destinado a la pu
blicación son de todos los colores y for
mas. También son variopintas las mane
ras de resolverlas. Un manual de estilo
tiene la función de elegir, para una pu
blicación o una entidad determinada, las
grafías que autoriza y los usos que re
chaza, así como la parte de documenta
ción genérica que pueda resultar útil en
función del tipo de escrito de que se
trate, con las explicaciones oportunas
cuando sean necesarias. Dice cómo se
utilizan las abreviaciones (abreviaturas,
abreviamientos, criptónimos, símbolos,
siglónimos, siglas) y los alias y sobre
nombres; cuándo se utiliza mayúscula y
minúscula (documentos históricos, eda
des, épocas; instituciones, entidades, or
ganismos, organizaciones); cómo se es
criben los antropónimos (nombres y ape
llidos) y los topónimos (macrotopóni-
mos, mesotopónimos y microtopónimos);
cuál es la grafía de los nombres científi
cos; cómo afectan al significado de las
palabras las desinencias y prefijos y sufi
jos; cómo se escriben los ejemplos, los
títulos de obras creadas (libros, publica
ciones periódicas, títulos de esculturas,
pinturas, obras musicales y de teatro);
qué grafía hay que conceder a los ex
tranjerismos crudos o a los aclimatados
a las peculiaridades de nuestra lengua;
cuál es la grafía exacta y el significado
preciso de una locución latina o el sig
nificado de muchas siglas; cómo se uti
liza un tratamiento o a quién correspon
de una condecoración o la abreviatura
de una orden religiosa... De todo ello,
en esta obra hay información para satis
facer las díalas de quien pueda necesitar
tales materiales.
El lector debe saber que no hay que
buscar en un manual de estilo respues
tas a cuestiones que hay que plantear a
otras obras como los diccionarios de usos
y dudas, por ejemplo. Un diccionario de
usos y dudas nos dice, en relación con
las palabras y sintagmas que registra,
cuáles son los plurales que no se ajustan
a las reglas ordinarias, la conjugación
de los verbos irregulares, el régimen
preposicional de algunas palabras, el gé
nero de las palabras que lo presentan
dudoso, la propiedad o impropiedad de
ciertos términos, las palabras y construc
ciones que hemos tomado impropia
2 4
22. prólogo
mente de otros idiomas y cuestiones se
mejantes.
El presente manual de estilo contiene
información que puede resultar útil tan
to a los científicos como a los técnicos
y literatos. Sus normas y los datos que
se aportan son comunes a todas las es
pecialidades. Sin embargo. Itay aspec
tos, sobre todo en lo relacionado con la
metodología del trabajo y la forma de
llevar a cabo ciertos extremos de la es
critura científica, en los cuales sin duda
cada uno debería seguir lo que los orga
nismos pertinentes aconsejan para tales
especialidades. Estas presentan necesi
dades normativas distintas, de tal mane
ra que, como se ha dicho antes, las nor
mas de una pueden ser inútiles, o poco
menos, para otra. Sin embargo, en todas
las especialidades técnicas, científicas o
literarias se usan, alfabetizan y traducen
nombres de personas (antropónimos) y
de lugares (topónimos), se escriben abre
viaciones generales y especializadas, ci
fras, tratamientos, etcétera. Por otro lado,
escritores no especializados, periodistas,
traductores, correctores de estilo y tipo
gráficos, profesores, etcétera, pueden ne
cesitar en algún momento la consulta de
los datos que en este manual se ofrecen
y que probablemente no van a hallar con
facilidad en otros manuales.
En muchos casos, el contenido de este
libro se complementa con el de otras
obras mías publicadas con anterioridad.
No me ha parecido oportuno (por razo
nes que no vienen al caso) repetir una y
otra vez que es conveniente, si se desea
dominar mejor el campo estudiado, con
sultar tales obras, pero creo que aquí
debo decir que es aconsejable conocer
especialmente dos de ellas: el Dicciona
rio de ortografía técnica (Madrid: Fun
dación Germán Sánchez Ruipércz, 1987,
1999 [primera reimpresión]) y el Diccio
nario de ortografía de la lengua españo
la (Madrid: Paraninfo. 1996). En este ofi
cio de escribir y corregir también pue
den resultar útiles el Diccionario de re
dacción y estilo (2.acd., Madrid: Pirámi
de, 1997), el Manual de edición y auto-
edición (Madrid: Pirámide, 1994, 1999
[reimpresión]), el Diccionario de lexico
grafía práctica (Barcelona: Biblograf,
1995) y, finalmente, el Diccionario de
usos r dudas del español actual (2.a ed.,
Barcelona: Biblograf, 1998).
Me place dar las gracias por su ayuda
a mis amigos Jon Akordagoikoetxca, Ra
món Andrés, Alberto Lázaro Tinaut, Juan
Gabriel López Guix, José Antonio Pérez
Bouza, Silvia Scnz, Silvia Sesé y Ama
llen Pons i Serra, de Barcelona; Luis M.
García-Barrio, de Filadclfia (Estados
Unidos); Gabriel María Verd (S. L), de
Granada; Antonio López de Zuazo Algar
y Bernardo Rcchea Bcrnal, de Madrid;
José Antonio Cordón García, de Sala
manca; Blanca Martínez Nieto y Ricard
Sebastiá Simarro, dcTarrasa (Barcelona);
Jorge de Buen Unna, de Tijuana (Méxi
co); Manuel Anguiano Villegas (O.
Carm.), de Roma (Italia), y Luisa Armán
Lomba y Víctor Manuel Iglesias Viquei-
ra, de Vigo (Pontevedra).
Quiero dar especialmente las gracias
a Emilio Delgado López-Cózar, profesor
de la Universidad de Granada (amable
presentador de esta obra), y a Karen Sha-
shok, de la misma ciudad, especialistas
en escritura científica y en edición de
revistas científicas. Ellos revisaron aten
tamente la primera parte y de ellos he
aprendido mucho de lo que en ella digo.
La responsabilidad última, naturalmente,
es solo mía.
José Martínez de Sousa
23. Prólogo a la segunda edición
V. J kac'Ias a la amable acogida que
esta obra ha tenido por parte de los lec
tores, en solo un año se ha agotado la
primera edición. Ello permite al autor
corregir y poner al día la materia, afinar
las normas, adecuar los ejemplos, redis
tribuir los datos en casos de necesidad y
dotar al conjunto del orden y la claridad
necesarios. Con este pulimiento, la obra
cumplirá con sus fines con mayores ga
rantías de seriedad y a plena satisfac
ción de quienes la han adoptado como
base de trabajo, estudio y consulta.
En esta labor de corrección y puesta
al día no he estado solo. Muchos ami
gos me han escrito con sus listas de as
pectos opinables y perfectibles. Debo
confesar que me he aprovechado desca
radamente de sus opiniones. No he esta
do de acuerdo con todas y cada una de
las notas que me han proporcionado,
pero sí con la inmensa mayoría de ellas,
lo que significa que los lectores de tex
tos normativos en español son cada día
más críticos y más sabios. Esto es bue
no para la lengua y para la unificación
de criterios en la escritura técnica y cien
tífica, que es el fin que se propone la
obra.
Entre las personas que me han ayuda
do, y a las cuales quiero mostrar mi agra
decimiento más sincero, debo mencio
nar a Eernando A. Navarro (especialmen
te) y a Juan Francisco Crespo Hidalgo,
Amadeo Pons i Serra, Xabicr Armenda-
ritz González de Langarika, Concha F.
París, Guillermo Calvo, María del Car
men Ligarte García, José Santiago Mon
tes y Jordi Minguell, entre otros.
Me parece de justicia agradecer las
criticas que la obra ha merecido. De las
que conozco, debo destacar especialmen
te las firmadas por Karcn Shashok, José
Luis González, Asunción Escribano, Ma-
rietta Gargatagli y José Antonio Millán.
Merecen también mi gratitud los miem
bros de la aeb (Asociación Española de
Bibliología), presentadores de la obra en
Salamanca, y los de la atic (Associació
de Traductors i d’lntérprets de Catalu
nya), organizadores de la presentación
en Barcelona.
También agradezco a María-Fernanda
Poblet su excelente trabajo en la confec
ción del índice alfabético con que se en
riquece esta segunda edición.
José Martínez ut. Sousa
2 6
24. Manejo de la obra
Con objeto de facilitar la consulta y
obtener de ella los máximos beneficios,
antes de sumergirse en los vericuetos de
la obra, el lector debe tratar de com
prender sus mecanismos y la forma en
que se presentan sus contenidos, espe
cialmente en lo que se refiere a la se
gunda parte. Para la comprensión de la
primera parte basta, en principio, con
consultar el índice (pp. 7-12), en el que
se expone la materia con sus divisiones
y subdivisiones. F.stc índice se comple
menta con la lista de cuadros y figuras
(pp. 13-15), en el que se indican los que
corresponden a cada letra, ya que el nú
mero de cada cuadro va precedido de la
letra en que está inserto. Por ejemplo, el
cuadro de los nombres de países con sus
capitales y gentilicios está en la entrada
topónimos y lleva el número T5. Final
mente, para los casos de duda acerca
del lugar en que se trata una materia
concreta, a partir de la página 655 se
halla un completo índice alfabético con
las entradas correspondientes a todas las
materias contenidas en la obra.
L.a segunda parte puede parecer más
compleja, pero en el fondo no lo es. Se
trata, en realidad, de una presentación
alfabética de la materia, con desarrollo
de cada una de sus entradas y remisiones
internas de una voz a las voces relacio
nadas directa o indirectamente con ella.
De esta forma, es difícil que el lector se
pierda, por cuanto siempre hallará una
palabra relacionada con aquella que pro
voca sus dudas, si es que de primera
intención no ha dado con ella. Esta se
gunda parte está precedida de un índice
de materias (pp. 203-206) en el que apa
rece una lista con todas las entradas,
principales y secundarias, que la forman.
En el tratamiento de las entradas, al fi
nal, como último párrafo, suele haber
una remisión general a las palabras rela
cionadas con la de entrada o dependien
tes de ella. Con esta información, el lec
tor dará fácilmente con la materia que
necesita consultar.
La primera parte se destina a instruir
al lector acerca de la forma de enfocar
el trabajo intelectual y de redactar el tex
to correspondiente. La segunda es, como
se ha dicho, un diccionario en el que,
por orden alfabético, se exponen las ma
terias dudosas y las normas que afectan
2 7
25. manejo de la obra
a cada una de ellas desde el punto de
vista de la definición, la grafía, la alfa
betización, la traducción y otras particu
laridades relacionadas con el empleo de
lo que la respectiva entrada sugiere, con
remisiones a otras voces para ampliar la
información o relacionar unos términos
con otros del mismo campo asociativo.
Por ejemplo, todo lo relativo a los nom
bres de pila está en antropónimo, pero
también se registran términos como ape
llidos, nombres, nombres de pila, nom
bres de personas, con tratamiento pro
pio o envío a antropónimo cuando es
necesario, al tiempo que los aspectos
concretos relacionados con un tipo de
antropónimo se estudian en su voz; por
ejemplo, cognomentos, alias o apodos,
sobrenombres, seudónimos, bu general,
en cada entrada el texto expone la nor
mativa aplicable al caso. Sin embargo, a
veces, para facilitar la comprensión de
la norma, se proporciona un texto se
cundario, en forma de nota o amplia
ción. Esta se compone en texto menor,
sangrado verticalmcnte y encabezado por
una flecha (-►).
Las remisiones a otros puntos o en
tradas se indican con una flecha como
esta: Si el lector se siente interesado
en el conocimiento del fenómeno a que
afecta la remisión, lo mejor es seguir la
dirección de la flecha.
En las citas textuales (por lo tanto,
puestas entre comillas latinas), un signo
igual (=) indica que en el original de
donde se toma el texto que se reproduce
hay punto y aparte.
En las referencias al empleo de las
mayúsculas en las respectivas entradas
en que se trata de ellas, con frecuencia
se habla de nombre genérico y nombre
especifico (o solo genérico y específi
co). En las denominaciones sintagmáti
cas (las formadas por más de un térmi
no), el nombre genérico (o solo genéri
co) es el elemento común del conjunto,
coincidente en otras denominaciones del
mismo género, mientras que el segundo,
el nombre específico (o solo específico),
es el elemento distintivo, no coincidente
con el de otra denominación, aunque esta
comience con el mismo genérico. Por
ejemplo, en un topónimo como bahía
de Cádiz, bahía es el nombre genérico,
y Cádiz, el específico; lo mismo puede
decirse de bahía de Rosas, montañas Ro
cosas, rio Ebro, cabo de Buena Espe
ranza, etcétera; en una entidad o institu
ción como Ministerio de Hacienda, la
palabra Ministerio es el genérico, y Ha
cienda, el especifico; lo mismo puede
decirse de Ministerio de Industria, Di
rección General de Pesca, Escuela Na
val, etcétera; en un nombre comercial o
similar como Hotel Reina Sofia. la pala
bra Hotel es el genérico, y Reina Sofia.
el específico; lo mismo vale para Bar
García, Cafetería Rosa, Cine Pelavo, et
cétera. Como se ve, en unos casos el
genérico se escribe con inicial minúscu
la y en otros con mayúscula. La regla
aplicable se explica en la entrada co
rrespondiente de la segunda parte.
Las normas están siempre ejemplifi
cadas. Cuando los ejemplos se escriben
en párrafo aparte y son más de uno, solo
el último lleva la puntuación que le co
rresponda en función de cómo siga el
texto subsiguiente (generalmente, tal
puntuación es el punto). En los casos de
ejemplos de alfabetización, las entradas
con remisión se gradan de la misma ma
nera que en principio se aconseja que
emplee el lector cuando se encuentre en
esa necesidad. Es decir, que para indicar
que el texto de la remisión está inverti
do, la grafía de esta remisión es:
cataratas: v. Niágara, Cataratas Jcl,
2 8
26. manejo de la obra
pero en texto seguido habríamos escrito
inlaralns del Niágara.
A lo largo de la obra aparecen algu
nas abreviaturas y algún que otro signo,
pero en ambos casos son sobradamente
conocidos; por ejemplo, sabido es que
con v. c. C2 se le quiere decir al lector:
«véase el cuadro C2» y con el signo í;
seguido de una cifra le remitimos a un
párrafo concreto. Por esta razón, y por
la escasa cantidad de abreviaciones que
aparecen en la obra y la trasparencia de
las que se utilizan, se prescinde aqui de
introducir una lista que, además de cor
ta, sería en cierta manera redundante.
Como el lector comprobará consultando
la lista de cuadros, muchas de las entra
das llevan uno con las abreviaciones más
utilizadas en el tema al que aquellas se
refieren. Véanse, por ejemplo, los cua
dros I. A5, C5, 04, H3, Gl, H2, Ll,
M3, 02, 04, T2, T6, T8. No obstante,
algunas pueden quedar descolgadas,
como las siguientes: al., alemán; c., cua
dro; fr.. francés; /., inglés; <7., italiano;
pon., portugués; /.. también; v. véase
también.
F.ntrc las páginas 43 y 52 se ofrece al
lector una bibliografía estructurada que
le servirá de gran ayuda en la elección
de las obras de referencia, especialmen
te los libros de estilo, siempre necesa
rias en el trabajo intelectual. Más ade
lante, en las páginas 96 y 97, hallará
una bibliografía especializada de fuen
tes de información de recursos electró
nicos y, por último, al final de la obra
hay una bibliografía de las obras con
sultadas especialmente por el autor. To
dos ellos son materiales necesarios y es
pero que suficientes para guiar al lector
en este campo de la escritura científica.
27. Introducción
La normalización, el estilo y la edición1
1. La normalización
Pocieinos definir la voz normalización
como la actividad dedicada al estableci
miento de disposiciones rclacionadas_con
problemas reales o potenciales para su
uso común s repelido, con el fin de ob
tener un grado de orden óptimo en de
terminado contexto, tales disposiciones
reciben eTTÍómBrc de normas, que pue
den definirse como el «resultado de una
normalización realizada en un campo de
terminado y aprobada por una autoridad
reconocida» (tso). ~
La normalización se apoya en resul
tados comprobados técnica y científica
mente, así como en la experiencia acu
mulada en los más variados campos de
la cultura humana. Lejos de limitarse a
las industrias y sus productos, como se
ria fácil suponer, se extiende a otras mu
chas actividades, como pueden ser la do
cumentación, la física, la química y la
bioquímica, la economía, la lingüística,
la lexicografía, la bibliotcconomía, etcé
tera. Por ceñirnos a la documentación y
al escrito, que es lo que prioritariamente
nos interesa aquí, las normas nacionales
e internacionales afectan a
1) los nombres de países;
2) la trasliteración de escrituras;
3) la terminología de la información
profesional y de la documentación;
4) la codificación informática de los
juegos de caracteres;
5) la estadística de los documentos y
de las bibliotecas;
6) la identificación y descripción de
documentos.
Para ello, varios organismos naciona
les e internacionales se dedican a la pro
ducción de normas. Por ejemplo, la bsi
(British Standards Institution ‘Institución
Británica de Normalización’), la ansí
(American National Standards Instituto
‘Instituto Nacional de Normalización
1 Los temas tratados en esta introducción pueden ampliarse mediante la consulta de obras y
trabajos específicos como los que se mencionan en la bibliografía que figura en el párrafo 5,
especialmente el apartado S.2, páginas 48 ss. También puede resultar útil la consulta de obras y
trabajos concretos de la bibliografía general situada al final de la obra, páginas 647-653.
31
28. la normalización, el estilo y la edición
Estadounidense’), la a st m (American
Society for Testing Materials ‘Sociedad
Norteamericana para el Ensayo de Ma
teriales’, fundada en 1898), la d ipm
(Bureau International des Poids et Me
sures ‘Oficina Internacional de Pesas y
Medidas’, fundada en París en 1875) y
la ifla (International Fedcration of Li-
brary Associations and Institutions ‘Fe
deración Internacional de Asociaciones
de Bibliotecarios y de las Bibliotecas’).
Las normas se publican por esos or
ganismos en forma de documentos en
los que se explicitan una serie de condi
ciones que deben cumplirse. Tales orga
nismos se intercambian las normas pro
ducidas por cada uno de ellos, las cua
les sirven asimismo de base a la iso y a
otras organizaciones nacionales e inter
nacionales para la redacción de sus nor
mas internacionales.
1.1. Los orígenes de la normalización
La preocupación por el establecimien
to de un sistema de unidades que permi
tiera ordenar el comercio y la industria
no es nueva en la historia de la humani
dad. Fuentes Arderiu (1996, 12) ofrece
la siguiente lista de hechos:
— dos siglos y medio antes de Cris
to, en Egipto estaba normalizada
la medida de los ladrillos;
— en el Imperio romano se estable
cieron especificaciones sobre las
longitudes y los pesos de las cañe
rías para la conducción de agua;
— en 1234, Jaime I estableció la Mit-
gera de Monells, un medidor de
grano vaciado en la piedra calcá
rea, como patrón para la medida
de cereales en Gerona;
— en el siglo xvt se consolida en Eu
ropa la notación musical actual;
— en torno al año 1850 se introdujo
el llamado sistema Didot para la
normalización internacional de los
caracteres tipográficos;
— en 1872 se dio el primer intento
internacional de normalizar la no
menclatura en química orgánica
con la Nomenclatura de Ginebra;
— en 1875 se creó la Oficina Inter
nacional de Pesas y Medidas.
En el siglo xx llega a su cima el
esfuerzo normalizador. En 1917 se crea
en Alemania el Comité de Normas para
la Ingeniería Mecánica General, trans
formado después en el Instituto Alemán
de Normalización, que crea y publica
las famosas normas d in (del nombre en
alemán del propio instituto: Dcutschcs
lnstitut fiir Normung). En octubre de
1946 se funda en Londres el organismo
normalizador mundial, la iso (Interna
tional Organization for Standardizaron
‘Organización Internacional de Norma
lización’), con el objetivo de coordinar
y unificar las normas internacionales.
En marzo de 1961 se funda en París el
c e n (Comité Europeo de Normalización)
para fomentar la implantación de las nor
mas iso en Europa, establecer las suyas
propias y armonizar las ya existentes en
los países europeos.
En España existía el lratra (Instituto
Nacional de Racionalización del Traba
jo), que en enero de 1973 cambió su
nombre por el de Iranor (Instituto de
Racionalización y Normalización) y en
1986 por el de Aenor (Asociación Espa
ñola de Normalización y Certificación),
entidad reconocida actualmente para de
sarrollar tareas de normalización y cer
tificación en nuestro país.
1.2. La aplicación de las normas
Es indudable que el hecho de que exis
tan organizaciones internacionales y na-
3 2
29. la normalización
cionaics que se encargan de normalizar
en campos científicos generales o con
cretos solo debe merecer aplauso. Cues
tión bien distinta es que las normas emi
tidas por tales organismos hallen entre
los potenciales usuarios el eco que por
naturaleza deberían hallar. Hay que de
cirlo con claridad: en algunos casos, las
normas internacionales o nacionales no
han hallado eco, no se emplean. ¿A que
se debe este fenómeno, siendo así que
todos deseamos actuar de acuerdo con
unas normas, mejor que convertir la co
municación científica en un campo de
Agramante? Las causas son varias y a
veces muy complejas.
En primer limar, el desajuste entre la
existencia de la norma y su no aplica
ción por los usuarios puede deberse a la
ignorancia por parte de estos, pero a ve
ces sé rféhejl hecho de que algunas nor
mas internacionales no hacen otra cosa
que reflejar los usos y costumbres dej
rnundo anglosajón, tan distintos en al
gunos aspectos de los que en igual caso
corresponden al mundo latino, y los or
ganismos de alcance nacional se limi
tan, la mayor parte de las veces, a tradu
cir las normas internacionales, sin adap
tación alguna a los usos y las"costum-
bres locales.
En segundo limar, porque, como se
ha apuntado, algunas normas con voca
ción de universalidad chocan con usos_£
costumbres distintos y no son aceptadas
por los usuarios.
En tercer lugar, porque los organis;
mos internacionales y nacionales no solo
no permiten que sus normas de campos
concretos y específicos sean divulgadas
por otros autores o entidades pertene
cientes a esos mismos campos y así da
das a conocer a quienes deben cumplir
las, sino que para autorizarlosql ¡citan
derechos desorbitados que hacen pToTTf-
bitivo reproducirlas y darlas a conocer
para que sean aplicadas. Esto contribu
ye al desconocimiento de las normas y a
su correlativo incumplimiento por quie
nes deberían ajustarse a ellas al escribir.
Conclusión: Los organismos interna
cionales y nacionales siguen trabajando,
pero el fruto de su trabajo ejerce, a ve
ces, poca influencia precisamente en el
terreno donde sus normas deberían ser
conocidas, estudiadas, discutidas y, fi
nalmente, aplicadas. Esto aumenta la
frustración de quienes escriben para pú
blicos especializados que esperan del au
tor una guía segura en el marasmo de
opiniones y criterios aplicables a la ma
teria de estudio y escritura. Ante esta
situación, las entidades, en especial los
gremios y asociaciones profesionales, así
como las editoriales, tanto bibliológicas
como hemerológicas, crean sus propias
normas y aumentan así, si cabe, el mare-
magno existente. El perjudicado es el
usuario potencial de las normas, bom
bardeado por los organismos internacio
nales y nacionales y además por cada
una de las empresas o entidades para las
que trabaja, aparte de los autores que
mantienen criterios divergentes en rela
ción con los hechos culturales que les
afectan. Se me ocurre, pues, ofrecer a
los organismos implicados en estos pro
blemas las siguientes sugerencias:
Saycrciu iu pi iincrij: Puesto que cier
tas normas no tienen que ser (tal vez no
siempre pueden ser) necesariamente uni
versales, en algunos casos |e deberían
crear normas particulares para sectores
mundiales y especializados que habría
que definir; por ejemplo, para el mundo
anglosajón, para el mundo latino, para
el mundo eslavo, para el mundo árabe,
etcétera. Este es el espíritu de la norma
lización universal, pero no siempre se
cumple en todas partes. Pongo un solo
ejemplo: ¿por que empeñarse en que el
título del lomo de los libros se disponga
de arriba abajo, a la anglosajona (como
3 3
30. la normalización, el estilo y la edición
mandan las normas isa 6357-1985 y une
50-120-92), cuando en el mundo latino
se ha hecho tradicionalmentc al revés,
de abajo arriba, situación a la que se le
encuentran más ventajas por lo que res
pecta a la lectura de esos textos? (Re
cuérdese que esta disposición, con lec
tura de abajo arriba, es la misma que se
aplica a los cuadros y grabados que se
disponen en la página en la misma posi
ción por razón de su tamaño, de manera
que en las páginas pares la cabeza del
cuadro o grabado va al margen de corte
y en las impares va al margen de lomo.
Si se dispusieran al revés, para leer sus
contenidos habría que girar el libro en
dirección contraria a la de las agujas del
reloj, lo cual es más incómodo.)
Sugerencia--segunda:. Se deberla per
mitir a los escritores la divulgación, den-
fro de trabajos más amplios, de las nor
mas o partes de ellas que facilitan y uni
fican el trabajo en un campo determina
do. Por ejemplo, un bibliotecario debe
ría poder reproducir algunas de las nor
mas que afectan a su tema cuando escri
be acerca de él. En un manual de estilo
se deberían poder reproducir algunas
normas internacionales o nacionales ne
cesarias para la unificación de los crite
rios de escritura. Todo ello, naturalmen
te, con el conocimiento y la autoriza
ción expresa de los organismos implica
dos, para evitar abusos. Lo que no pare
ce admisible es que para la reproduc
ción de unas normas que no ocupan más
de cuatro o seis páginas se pretenda que
el autor abone por ellas una cantidad
que equivale a la totalidad de sus dere
chos de autor sobre la obra producida.
Sugerencia tercera: Para facilitar
cumplimiento dé estas propuestas, los
Estados deberían, .contribuir jil sosteni
miento de estas instituciones con algo
más que el reconocimiento oficial.
2. El estilo
Las publicaciones que a lo largo de la
historia se han creado para poner de ma
nifiesto la necesidad de uniformidad de
criterios en lo relativo a todos los aspec
tos de la escritura técnica y científica
desde un punto de vista profesional po
drían dividirse en tres categorías:
— códigos tipográficos, empleados en
las imprentas y en las editoriales
bibliológicas (las que editan prin
cipalmente libros) (v. § 2.2);
— libros de estilo, de empleo en los
periódicos y agencias de prensa
para la unificación de criterios en
el uso de la lengua, modelos de
redacción de los distintos textos in
formativos (noticias, crónicas, re
portajes, entrevistas, etcétera) (véa
se § 2.3);
— manuales de estilo, que reúnen en
sí aspectos de los códigos tipográ
ficos y de los libros de estilo y
que se destinan, especialmente en
las editoriales, sociedades y aso
ciaciones científicas, a sentar las
bases de la escritura científica de
libros y revistas (v. § 2.4).
En principio, los tres tipos de publi
caciones son distintos por su contenido
y su enfoque, así como en lo relativo a
sus destinatarios, como hemos visto. No
es extraño, sin embargo, que, desapare
cidos o a punto de desaparecer lo que
pudiéramos considerar códigos tipográ
ficos puros o estrictos, las publicacio
nes actuales, destinadas a los diarios, las
agencias de prensa o las editoriales, se
denominen promiscuamente libros de es
tilo o manuales de estilo, pese a que
entre unos y otros hay o debe haber al
gunas diferencias, no solo de matiz, que
los distinguen.
Un código tipográfico es un conjunto
31. el estilo
de normas para la realización de un im
preso, entre las cuales sobresalen las que
'se refieren a las grafías tipográficas. Al
gunos códigos contienen también nor
mas para la composición de ciertas par-
''féiTdel texto (por ejemplo, folios expli
cativos, grafía de las firmas, disposición
de las citas) o de ciertos textos (por ejem
plo, las notas, los índices, fas bibliogra
fías, las cronologías). Se utilizaron en
las imprentas y en las editoriales”biblio-
logicas (las especializadas en ía edición
3é libros, no de revistas), y en la actua
lidad sus contenidos suelen ?ormar par
te de los manuales de estilo.
Los libros de estilo son publicaciones
generalmente normalivas en las que, en
tre otras cosas, se dice cómo se escribe
una palabra deTeimtiladaJTas palabras
efue no deben usarse, los plurales queja
publicación cree que son los correctos y
la grafía elegida para los antropónimos
y"topónimos. Se utilizan en las editoria
les que edítanTevistas científicas, en fos
periódicos y en las agencias de prensa.
Los manuales de estilo ofrecen capí;
tutos en los que se tratan Taifcuestiones
mas controvertidas en relación con un
Tipo de publicaciones determinadas (de
"medicina, biología, siquiatría, sicología,
ingeniería...), con doctrina sobre el pla
gio, la redacción científica de un texto,
las normas de ética que afectan al escri
tor científico y las que deben cumplirse
en la redacción de artículos de revistas,
las formas de hacer citas, etcétera,_y se
completa con aspectos más propios de
fflbros de estilo, como la escritura de los
antropónimos y topónimos, cuestiones
gramaticales y de ortografía, terminolo
gía, etcétera. En muchos casos se enri
quecen con normas de composición y
disposición de los textos, con lo cual se
trata de mostrar al usuario ciertas nor
mas de ortotipografia que eran más pro
pias de los códigos tipográficos. Sé uti
lizan especialmente en las editoriales
científicas (las especializadas en la edi
ción de revistas científicas), pero tam
bién en las bibliológicas (libros), erTlas
“Tinívérsidades, entidades, etcétera.
2.1. La labor de los humanistas
La preocupación por la uniformidad
de criterios, por la depuración del estilo,
por la presentación pulcra y la realiza
ción exacta de los originales destinados
a su publicación nace con la imprenta.
Seguramente con la aparición de la pri
mera errata de que se tiene noticia en el
Psalmorum codex, impreso en Magun
cia (Alemania) en 1457 por Johann Fust
y Peter Schóffer (decía Spalmorum en
lugar de Psalmorum), nacía tímidamen-
fe la necesidad de luchar contra el error
bibliológico, fuera del tipo que fuese.
Quienes se encargaron de fijar las re
glas de la tipografía y de la ortografía
fueron los tipógrafos humanistas, a la
cabeza de los cuales hay que situar al
italiano Aldo Manuzio (h. 1449-1515),
al que siguen los franceses GcofroyTory
(h. 1480-1533) y los miembros tipógra
fos de la familia Esticnne (empezando
por Ilcnri I, cabeza de la estirpe [1460-
1520], y siguiendo por Robcrt [1499-
1559] y Henri II [1531-1598], entre los
más importantes). En España, esta fun
ción corresponde al humanista Elio An
tonio de Nebrija (1441-1522: Gramáti
ca de la lengua castellana, 1492; Re
glas de orthographia en la lengua cas
tellana, 1517).
2.2. Los códigos tipográficos
Los códigos tipográficos hallan sus
remotos antecedentes en ciertos manua
les profesionales destinados a los cajis
tas o compositores tipográficos (v. § 2.4).
Estos manuales, en los que se encucn-
35
32. la normalización, el estilo y la edición
tran normas de realización de los impre
sos y de los cuales hay especímenes en
todas las lenguas, no son todavía ni si
quiera códigos tipográficos propiamen
te dichos. Se tiene un antecedente nota
ble en la obra Orthotypographie, de Je
rónimo Hornschuch, publicada en latín
en Leipzig en 1608 (traducida por Susan
Baddeley y publicada en París por Edi-
tions des Cendres en 1997). De hecho,
las obras que andando el tiempo se con
vertirán en base de los códigos tipográ
ficos y ortotipográficos surgen en Fran
cia en 1723 con La Science pratique de
l ’imprimerie, de Martin-Dominique Fer-
tel, seguido, entre otros, por el Code des
corrections typograpliiques de Pierre-
Frangois Didot (1732-1793), considera
do el primer código tipográfico propia
mente dicho, y por el Traité de typogra-
phie, de Henri Foumier (1825); la Guide
pratique du compositeur d'imprimerie,
de Théotiste Lefevre (1855, seguida «casi
hasta el plagio» por Juan José Morato
en su obra de 1900, incluso en el título,
como él mismo confiesa); Les regles de
la composition typographique, de Désiré
Greffier (1898); Manuel pratique de
composition typographique, de Víctor
Bretón (1911), y otros, entre los que pue
de mencionarse uno de los últimos, Ma
nuel de typographie et de mise en page,
de Frangois Richaudeau (1989), y La
chose imprimée, dirigido por John Drey-
fus y Frangois Richaudeau (1987), tra
ducido al español con el título de Dic
cionario de la edición y de las artes grá
ficas (1990).
En España hay un primer trabajo, Ins
titución y origen del arte de la imprenta
y reglas generales para los componedo
res, escrito hacia 1680 por Alonso Víctor
de Paredes. Contamos, además, con
obras de tratadistas tipógrafos destaca
dos, entre los cuales descuellan el pri
mer tratado español de tipografía, escri
to por Juan José Sigüenza y Vera, el Me
canismo del arte de la imprenta para
facilidad de los operarios que la exerzan
(1811). Le siguen, entre otros, el Ma
nual del cajista y de la tipografía, de
José María Palacios (1845); el Manual
de la tipografía española, de Antonio
Serra y Oliveres (1852); el Manual de
la tipografía española, o sea el arte de
la imprenta, de José Famadcs Villamur
(1882); el Tratado de tipografía o arte
de la imprenta, de José Giráldcz (1884);
el Manual del cajista de imprenta, de
Francisco Bollo (1889); la Guía prácti
ca del compositor tipógrafo, de Juan José
Morato (1900, «La obra especial mejor
orientada entre las de su clase en lengua
castellana», en palabras de Fernando
lluartc Morton); el Manual práctico del
cajista de imprenta, de Alvaro Fernán
dez Pola (1904); la Cartilla del aprendiz
de cajista de imprenta, de Juan José Mo
rato (1929); el Manual del cajista de
imprenta, de F. Fábregues y J. M. Saa-
vedra (1933); El libro del corrector: va
demécum de los escritores y de los pro
fesionales de la tipografía, de Pelegrín
Melús y Francisco Millá (1940); la Teo
ría y práctica de la tipografía con no
ciones de las industrias afines, de Vi
cente Martínez Sicluna (1945); la Carti
lla de tipografía para autores: prepara
ción de originales y corrección de prue
bas, de Fernando lluartc Morton (1955);
la Corrección de pruebas tipográficas,
de R. Ramos Martínez (1963); La com
posición en artes gráficas, de Euniciano
Martín (2 vols., 1970 y 1974), y, de José
Martínez de Sousa, el Diccionario de
tipografía y del libro (1974), el Diccio
nario de ortografía técnica (1987) y el
Manual de edición y autoedición (1994).
Pero tal vez el primer código tipográ
fico propiamente dicho sea el titulado
Code des corrections typographiques de
bido al impresor y librero francés Pierre-
Frangois Didot (1732-1793). Aparte de
los libros técnicos destinados a la forma-
3 6
33. el estilo
ción de cajistas y a la descripción del
oficio de componer textos y formar mol
des de imprenta, el primer código tipo
gráfico del siglo xx lo inicia en 1922 la
Société amicale des protes ct corrccteurs
(Sociedad Profesional de Regentes de
Imprenta y Correctores); la primera edi
ción se publica después de dos años de
trabajo. En 1977, con el título de Cade
lypographiqtie: choix de regles ti I’usage
des auteurs el professioimels du lirre,
apareció en París la duodécima edición
bajo los auspicios del Syndicat natio-
nal des cadres et maitrises du livre, de
la presse et des industries graphiques; la
dccimosétima edición apareció también
en Paris en 1993, esta ve/ auspiciada
por la Fédération C. G. C. de la com-
munication.
En España no se ha editado nunca un
código tipográfico formal. Cuando más,
algunos folletos de normas para uso y
disfrute de una sola editorial. Se puede
poner el ejemplo, entre otros, de las nor
mas internas de dos editoriales ya desa
parecidas: Editorial Brugucra, Normas
para traductores y correctores de Edito
rial Braguero (39 pp., 1971), y Edito
rial Labor, Normas de trabajo (60 pp.,
1979), ambas impresas. Otras editoria
les, como Seix Barral y Barral Editores,
de Barcelona como las anteriores, dis
ponían de normas mecanografiadas des
de 1969 (en ambos casos se titulaban
Normas de producción y eran muy pa
recidas). Por desgracia, existe entre no
sotros el prurito de que nadie lo hace
mejor que uno mismo, y ello nos lleva a
considerar que nuestro criterio es inme
jorable. Sin embargo, las cosas están
cambiando últimamente. Los editores se
han dado cuenta de que ciertas correc
ciones recurrentes les salen demasiado
caras, y, por otro lado, la entrada del
ordenador en la tipografía facilita el
aprovechamiento del trabajo de meca
nografiado del autor y del traductor. Se
impone, pues, el establecimiento de unas
normas de trabajo que unifiquen crite
rios y sirvan de guia tanto para autores
y traductores como para correctores de
estilo y para correctores tipográficos
(que asi «heredan» la responsabilidad
que anteriormente correspondía a los co
rrectores de estilo).
2.3. Los libros de estilo
Antes de que dispusiera de sus pro
pios libros de estilo, la prensa se había
valido, como es lógico, de los códigos
tipográficos por lo que respecta a la pre
sentación gráfica (v. § 2.2), mientras que
en lo relacionado con el estilo de escri
tura, especialmente con los aspectos gra
maticales y léxicos, había que atenerse,
de forma general, a lo establecido por la
Academia Española en sus publicacio
nes.
Los libros de estilo periodísticos son
un producto típicamente estadouniden
se. Tal vez uno de los primeros, si no el
primero, sea el que en 1962 publicó el
New York Times, titulado The New York
Times slyle book for writers and editors,
que en 1977 publicó su segunda edición
con el título de The New York Times,
Manual ofstyle and usage. En 1978 apa
reció el libro de estilo del Washington
Post, titulado The Washington Post desk-
book on slyle. The Times, de Londres,
tuvo desde 1970 hasta 1984 un libro de
estilo titulado Slyle book and spelling
words adopted hy The Times. En noviem
bre de 1984 fue sustituido por las nor
mas del Oxford dictionary for writers
and editors (editado por Clarendon
Press, 1981, puesto al día anualmente),
al que se añadían cinco páginas con las
diferencias propias del diario. Este dic
cionario de escritores y directores ha sido
tomado también como base de su estilo
por otros muchos periódicos de lengua
3 7
34. la normalización, el estilo y la edición
inglesa, que se limitan a publicar unas
páginas en las que hacen constar sus pre
ferencias expresivas. Por ejemplo, The
Guardian añade 55 páginas, tituladas The
Guardian slyle book.
El Nene Ziircher Zeitung, de Zúrich
(Suiza), tiene un libro de estilo de 88 pá
ginas originado en un conjunto de nor
mas al parecer iniciadas en 1968, que
actualmente se titula Sprachlich-Technis-
ches Vademécumfiir die Redaktoren, Ko-
rrespondenten und Mitarbeiter der Nene
Ziircher Zeitung, cuya segunda edición
es de 1982.
En España, los libros de estilo de la
prensa han proliferado desde los prime
ros años ochenta. Desde el Manual de
español urgente (12.a ed., 1998), de la
Agencia Efe, que sirve de faro a mu
chos periódicos nacionales y extranje
ros («es el más antiguo de los publica
dos en la comunidad de habla españo
la», se dice en su prólogo), hasta el de
El Mundo (Madrid, 1996), pasando por
el de El País, que va ya por la 14.a edi
ción (Madrid, 1998), el de La Vanguar
dia (Barcelona, 1986), el de La Voz de
Galicia (La Coruña, 1992) y el de Abe
(Madrid, 1993). Su abundancia no va en
detrimento de la uniformidad de crite
rios en gran medida, como se podría su
poner, porque, en general (con pocas ex
cepciones notables), se copian unos a
otros y las diferencias en lo relativo al
léxico y la ortografía son prácticamente
nulas. Se trata, más que de folletos (o
poco más), como suele ser habitual en
algunos periódicos extranjeros, de ver
daderos volúmenes que suelen superar
las doscientas páginas. Con todo, debe
advertirse que algunos de estos libros
de estilo tienen poco interés y, en algu
nos casos concretos, excesivos errores
de todo tipo.
También las emisoras de radio y tele
visión tienen sus libros de estilo. Tal vez
el primero sea el que en 1980, con el
título de Manual de estilo para informa
dores de radio, publicaron conjuntamente
Radiotelevisión Española y Radio Nacio
nal de España, seguido, en 1985, por el
de Miguel Pérez Calderón, Libro de es
tilo de los Servicios Informativos (obra
de escasa calidad y con excesivos erro
res). En 1991 apareció el Libro de estilo
de Canal Sur Televisión, de Sevilla; en
1993, el Libro de estilo de Telemadrid,
y en el mismo año, el Manual de estilo
de tve, redactado por Salvador Mendieta.
En cuanto a las instituciones, se cuenta
con las siguientes obras: Manual de es
tilo de! lenguaje administrativo, publi
cado por el Ministerio para las Admi
nistraciones Públicas (Madrid, 1990); el
Libro de estilo, redactado por Valentín
Arias López y publicado por la Conse-
lleria de Cultura e Xuventude, de San
tiago de Compostcla (1993); Joan Sola
dirigió dos libros de estilo en catalán: el
primero, titulado Llibre d'estil, para la
C’aixa d’Estalvis i Pensions de Barcelo
na (1991), y el segundo, titulado Llibre
d ’estil de l'Ajuntament de Barcelona,
para el Ayuntamiento de Barcelona (1995).
La Universidad Nacional de Educación
a Distancia (u n e d ) tiene también su li
bro de estilo, el Manual de estilo, redac
tado por José Romera Castillo y otros y
publicado en Madrid (1995).
Hay también una serie de libros de
estilo generales, cuya calidad y adecua
ción a las propias necesidades habrá de
establecer el lector, previo análisis. Co
nozco los siguientes: Libro de estilo uni
versitario, de Carlos Arroyo Jiménez y
Francisco José Garrido Díaz (Madrid:
Acento, 1997); Manual general de esti
lo, de Firmas Press (Madrid: Playor,
1994; obra que hay que consultar con
precaución); el Libro de estilo para ju
ristas. de Antonio Millán Garrido (Bar
celona: Bosch, 1997); el Libro de estilo
para universitarios, de Miguel Angel
Santos Guerra, Benjamín Mantecón Ra-
3 8
35. i n t r u i i i u i i .i
mirez y Cristóbal González Álvarez (Má
laga: Miguel Gómez, 1995); Manual
práctico de estilo, de Ramón Sol (Barce
lona: Urano, 1992).
2.4. Los manuales de estilo
Aunque algunos libros de estilo pe
riodísticos llevan por título manual de
estilo, esta denominación suele reservar
se para los libros de estilo editados por
Ípara las editoriales, ya que su conteni-
ó, disposición y aplicación son bien dis
tintos de los que afectan al mundo pe-
riodistico. Aunque tienen como prece
dentes históricos los códigos tipográfi
cos y las normas ortotipográficas que
forman parte de los libros sobre técnica
tipográfica, en la actualidad estos libros
se alimentan tanto de los códigos tipo
gráficos como de las normas para la edi
ción científica (v. § 3).
Los manuales de estilo más antiguos
son el de la Oxford University Press
(1893) (Hart ’s rulesfor compositors and
readers al the Oxford University Press,
39.a ed., Nueva York, Oxford University
Press, 1983) y el de la Chicago Univer
sity Press (1906) (The Chicago Manual
ofStyle, 14.aed., Chicago, University of
Chicago Press, 1993). Ambos manuales
tienen hoy un innegable prestigio inter
nacional. Sin embargo, no nacieron di
rectamente como manuales de estilo, sino
como reglas para uso de las respectivas
imprentas. En relación con esto, «La his
toria del manual de la a pa [American
Psychological Association ‘Asociación
Norteamericana de Psicología’] es muy
representativa de lo que ha ocurrido a
este respecto en otros campos científi
cos. Las siete páginas de las instruccio
nes de 1929 pasaron a treinta y dos en
1944 y a sesenta en 1952, que es cuan
do se publica la primera edición del ma
nual como un suplemento de la revista;
fue publicada de forma independiente en
1957. [...]» (Emilio Delgado López-Có-
zar, 1998, 64-65).
De este tipo de obras, en España solo
disponemos del Diccionario de orto
grafía técnica (José Martínez de Sousa,
Madrid: Fundación Germán Sánchez
Ruipérez, 1987, reimpr. 1999) y del Ma
nual de estilo publicado por la revista
Medicina Clínica (Barcelona: Doyma,
1993). En catalán se cuenta con el Ma
nual d'estil: la redacció i l ’edició de tex
tos, de Josep M. Mestres y otros (Barce
lona: Eumo, 1995), obra notable por su
riqueza y el orden expositivo.
3. La edición científica
El primer periódico científico, el
Journal des Savants, apareció por pri
mera vez el 5 de enero de 1665 bajo la
dirección de Denis de Sallo, pero la no
ción de edición científica aplicada a los
trabajos publicados en las revistas cien
tíficas empieza a tomar cuerpo y a de
sarrollarse a partir de los años cincuenta
del siglo xx, cuando las viejas revistas
se ven desbordadas por la abundancia
de ofertas de trabajos para su publica
ción, trabajos generalmente mal escritos
y de escasas cualidades de legibilidad.
En los Estados Unidos, el American
Institutc of Biological Sciences (Institu
to Estadounidense de Ciencias Biológi
cas) de Washington publica en 1960 lo
que se considera el más antiguo de los
manuales para la enseñanza de la redac
ción científica, el Style manualfor bio
logicaljournals, cuya autoría correspon
de a la Conference of Biology Editors
(concretamente, al Committee on Form
and Style). Las ediciones subsiguientes
(1964, 1972, 1978, 1983 y 1994) corren
a cargo del Council of Biology Editors
(Consejo de Editores de Biología), or
ganismo que instituye un Committee on
3 9
36. la normalización, el estilo y la edición
Editorial Policy (Comité de Política Edi
torial). En 1987 se tradujo al español la
quinta edición del Style mamut! con el
título de Manual de estilo: guia para
autores, editores y revisores en el cam
po de la medicina y la biología (versión
española de Marta Pulido).
En Europa, la investigación en este
terreno es mucho más lenta y modesta.
En 1964, el editor Karger, de Basilea
(Suiza), edita un folleto con propuestas
de reglas de escritura científica. En 1970,
J. N. Maillard y J. P. Benhamou publi
can L'árdele medical (París, L’Expansión
scientifique) y en 1973 aparece Com-
ment écrire, comment dire, en médecine,
de Roger Bénichoux (París: Masson,
1973).
Entretanto, el American National Stan-
dards Institute (ansí) de Nueva York pu
blica en 1969 una norma para la abre
viación de los títulos de las publicacio
nes periódicas y en 1972 da a conocer
la «Preparación de los artículos científi
cos para su presentación escrita u oral»,
en la que define la fórmula iMRaD(Intro-
duction, Material and Mcthods, Results
and Discussion ‘Introducción, material
y métodos, resultados y discusión’:
iMkyn), las cuatro partes en que desde
entonces se divide el artículo científico,
muy difundida actualmente (v. p. 104).
En 1978, un pequeño número de di
rectores de revistas médicas generales,
más tarde conocido como el Grupo de
Vancouver, se reunieron en Vancouver
(Columbia Británica [Canadá]) para es
tablecer las pautas relativas al formato
de los originales que los autores enviaban
a sus revistas. Sus normas para la uni
formidad de los originales fueron publi
cadas por primera vez en 1979. Actual
mente, este grupo se ha convertido en el
International Committee of Medical
Journal Editors (icmje) (Comité Inter
nacional de Directores de Revistas Mé
dicas [cidrm]), que se reúne anualmente.
El comité elaboró en 1982 unos Requi
sitos de uniformidadpara originales pre
sentados a revistas biomédicas que en
1997 alcanzaron la quinta edición. Ac
tualmente, más de quinientas revistas de
todo el mundo siguen y recomiendan es
tas normas de uniformidad en la presen
tación de originales. El objetivo de es
tos requisitos es conseguir que los tra
bajos que se presentan a las revistas
adheridas cumplan tales requisitos y las
revistas los acepten. Con ello se consi
gue que el científico tenga la seguridad
de que su trabajo no será rechazado por
cuestiones formales. Es de alabar la de
cisión del cidrm no solo de permitir la
copia y reproducción de sus normas, sino
también el hincapié que hace en que ello
suceda: «El comité anima a la distribu
ción de este material». Compárese con
la actuación de la iso y de Aenor... (véa
se § 1.2).
En los años setenta se funda en el
Reino Unido la European Association of
Science Editors (ease) (Asociación Eu
ropea de Editores Científicos), que pu
blica European Science Editing, boletín
de enlace entre los responsables de edi
toriales científicas europeas y los profe
sionales de la edición científica.
En España la preocupación por la pre
sentación uniforme de los originales des
tinados a revistas científicas es más tar
día. Ilay trabajos desde los primeros años
setenta (por ejemplo, David Romano:
Elementos y técnica del trabajo científi
co, 1973). También contribuyeron a la
aplicación creciente de normas científi
cas obras como el Diccionario de orto
grafía técnica, de José Martínez de
Sousa, destinado al mundo editorial en
general, pero no faltan dignos ejemplos
de preocupación por la uniformidad de
los originales destinados a revistas cien
tíficas, como el ya mencionado Manual
de estilo, hasta el presente el único ma
nual de estilo científico publicado en Es
4 0
37. norma, uso y autoridad lingüística
paña, editado por la revista Medicina Clí
nica, dirigido por Ciril Roznian y re
dactado por un equipo de destacados es
pecialistas en cada una de las materias
tratadas.
La edición científica, pues, ha hecho
que el cientificismo de la edición ad
quiera una importancia enorme en los
tiempos actuales, en que la producción
literaria científica adquiere caracteres
preocupantes por su cantidad y disper
sión.
4. Norma, uso y autoridad lingüística
Estrechamente ligados a la normali
zación y al estilo se hallan los concep
tos de norma, uso y autoridad. Ponga
mos la última en primer lugar del análi
sis: si el usuario del lenguaje, cualquie
ra que sea su nivel, no acepta de buejja
gUñíTIa autoridad de las entidades en
cargadas de legislar, de nacía sirve^qug
exista una norma, la cual, para su mayor
justificación, debe estar en consonancia
con un uso y servir como de eco o resor
nancia de el. El problema de la acepta
ción de la autoridad se relaciona con la
facultad que esta tiene de legislar para
el individuo y no para sí misma. La fal
ta de acuerdo entre lo que el uso esta
blece y lo que registra la norma es otro
de los escollos con que tropieza quien
escribe. No es fácil que se llegue al ple
no acuerdo de cuantas entidades en este
mundo se dedican a legislar en aspectos
que afectan al escritor (especialmente al
escritor científico), y tal vez eso sea lo
mejor que puede suceder, pero, así como
hay aspectos de la cultura que no recla
man urgentemente una legislación, hay
otros que, por el contrario, necesitarían
un conjunto de reglas claro, sencillo y
fácilmente aplicable. Y necesitarían, ade
más, que esa legislación sustituyera al
marasmo de usos y abusos actuales en
la escritura científica. Pero el problema
no está solo en las normas y en el uso:
está también en la autoridad.
4.1. Norma y uso
Una norma, en sentido lingüístico, es
el conjunto de reglas restrictivas que de
finen lo que se puede utilizar en el uso
de una lengua si se ha de ser fiel a cier
to ideal estético o sociocultural. La nor
ma supone la existencia de unos usos
considerados"correctos y otros conside
rados incorrectos, definidos ambos en
las gramáticas y ortografías normativas
y en los diccionarios del mismo corte.
La impone una institución reconocida
por la sociedad, institución que para el
español, tanto el europeo como el hispa
noamericano, es la Real Academia Es
pañola, fundada en 1713. Su función es
discutida, pero su autoridad sigue sien
do mayoritariamente aceptada.
Sin embargo, una norma ortográfica
puede estar en vigor durante siglos pese
a que nadie la cumpla; y si una norma
no se cumple en absoluto, pese a lo cual
lodo funciona bien, es que la norma so
bra. La última edición de la gramática
académica tiene, de hecho, más de se
tenta años de antigüedad, puesto que la
edición de 1959 era en todo semejante a
la de 1931 y probablemente esta se pa
recía mucho a la de 1920, cuyo prólogo
reproducen ambas, la de 1931 y la de
1959. Publicado el prometedor Esbozo
de una nueva gramática de la lengua
espatiola en 1973, desde entonces sigue
en estado de esbozo, puesto que la Gra
mática de la lengua espatiola de Emilio
Alarcos Llorach (1994) y la Gramática
descriptiva de la lengua española de Ig
nacio Bosque y Violeta Demonte (1999)
han sido publicadas por la Academia,
pero ninguna de ellas es «su» gramáti
ca. Por lo que respecta al Diccionario
41
38. la normalización, el estilo y la edición
de la lengua española, el Diccionario
por antonomasia para quienes hablamos
y escribimos en español, arrastra tal can
tidad de defectos lexicográficos, que su
consulta se convierte a menudo en un
engorro. Por poner un ejemplo, si se con
sulta la palabra delegación, que es un
sustantivo femenino, la Academia res
ponde con un verbo transitivo, puesto
que dice: «Acción y efecto de delegar»;
es decir, que para saber qué significa
delegación tenemos que consultar dele
gar, la cual nos dará una respuesta ver
bal, no sustantiva.
Así pues, no es de extrañar que el uso
vaya por delante de la norma, situación
que puede crear verdaderos problemas a
quienes desean mantenerse dentro de la
norma académica. Si la Academia ha de
admitir en su Diccionario palabras o sig
nificados que tienen todos los méritos
para ello, debe hacerlo antes de que se
conviertan en problema.
4.2. Autoridad lingüistica
Debido a la delicadeza suma del arma
que maneja, el lenguaje, el escritor no
lingüista necesita con frecuencia apoyar
su criterio en la opinión de quienes me
jor escriben o de quienes tienen conoci
mientos acerca de la lengua. Para ello
busca el amparo de entidades como la
Real Academia Española o de obras que
le merecen confianza a la hora de resol
ver sus problemas con la gramática y el
lenguaje. Ciertamente, es difícil para un
escritor basarse en una sola autoridad.
Se entiende que en una lengua como la
nuestra, donde se acepta de buena vo
luntad la autoridad académica, esta no
responda siempre a las necesidades de
quien se dedica, por profesión o esporá
dicamente, a dejar constancia escrita de
lo que piensa, siente u opina. Se dice
que los «buenos escritores» se convier
ten en autoridad lingüística, pero el coji-
'eeptcTes'fáñ vago que resulta difícil de
cidir que es ser buen escritor. Si nos re
ferimos, como es habitual, a los clási
cos, es obvio que su escritura nos pare
ce excelente, pero muchas de sus fór
mulas y formas ya no nos sirven hoy.
De hecho, muchas veces se convierten
en autoridades lingüísticas o para cues
tiones lingüísticas escritores o tratadis
tas que no son ni clásicos ni académi
cos.
5. Bibliografía específica
para escritores y traductores
Tanto los escritores como los traduc
tores necesitan rodearse de una bien nu
trida biblioteca en la que figuren las
obras que emanan de las autoridades ofi
ciales y también las de los autores en
los que el escritor deposite su confianza
a la llora de resolver sus problemas.
Trazar el contenido de una bibliogra
fía es sumamente complejo. Tentativa
mente se pueden proporcionar bibliogra
fías o listas de libros especializados para
cada uno de los campos que a un autor
le pueden interesar, pero nadie como el
propio escritor o traductor para definir
sus necesidades bibliográficas y la for
ma de satisfacerlas. A la hora de elegir
un libro, debe el usuario tomarlo en sus
manos y analizarlo aunque sea somera
mente. En este análisis debería prestar
atención cuando menos a dos aspectos:
por un lado, el contenido, su alcance, su
profundidad, su tratamiento en la obra,
y por otro lado, la forma de presentarlo:
formato, tipografía, disposición en la pá
gina, facilidad de lectura, etcétera. Si su
ponemos que el usuario busca un dic
cionario de lengua, debe tener en cuenta
que para los usos a que lo va a destinar
probablemente necesita que contenga
más de cuarenta mil entradas, ya que de
39. bibliografía específica para escritores y traductores
lo contrario tal vez en muchos casos no
responderá a su consulta por falta de da
tos. La cantidad de contenido es, en cual
quier caso, importante, pero esa cantidad
debe venir acompañada de la mínima ca
lidad tanto en el tratamiento de la mate
ria como en la forma de presentarla.
Partiendo de criterios muy parecidos
a estos, se ofrece seguidamente un ensa
yo de bibliografía que puede resultar útil
a escritores y traductores. El hecho de
figurar en esta lista no es signo forzoso
de calidad. Las obras aquí mencionadas
son de calidades muy distintas, y algu
nas incluso desechables. El lector debe
tener conocimiento de ellas, saber que
existen. Su elcccitSn, como he dicho an
teriormente, debe ser el resultado de un
análisis personal de la obra para elegir
las que se ajusten a sus necesidades y
desechar las que no alcancen la catego
ría suficiente.
5.1. Diccionarios
5.1.1. Diccionarios de lengua
5.1.1.1. Diccionarios normativos
Academia Española: Diccionario de la lengua
española, 21.a ed., Madrid: Espasa-Calpe,
1992.
5.1.1.2. Diccionarios descriptivos
Diccionario general de la lengua española ilus
trado Vox, Barcelona: Biblograf, 1997; antes.
Diccionario general ilustrado de la lengua
española Vox. abreviado dgile.
Diccionario general de la lengua española Vox,
Barcelona: Biblograf, 1997; antes, Dicciona
rio actual de la lengua española, abreviado
DALE.
Diccionario Salamanca de la lengua española,
Madrid: Santillana, 1996.
Diccionario de uso del español (Clave), Madrid:
sm, 1996.
Gran diccionario de la lengua española, Barce
lona: Laroussc Planeta, 1996.
M o l in e r , M a ría : Diccionario de uso del espa
ñol, 2 v o ls ., 2 .a e d ., M a d r id : G rc d o s , 1 99 8
(1 .a e d ., 1 96 6 y 1 9 6 7 ).
— Diccionario de uso del español, ed. abrev.,
Madrid: Credos, 2000.
S e c o , Manuel, Olimpia A n d r é s y Gabino Ra
mos: Diccionario del español actual, Madrid:
Aguilar, 1999.
5.1.1.3. Diccionarios de lengua
en soporte informático
Academia Española: Diccionario de la lengua
española [cd- rom J, Madrid: Real Academia
Española, 1995.
Diccionario general de la lengua española Vox
[cd-rom], Barcelona: Biblograf, 1997.
Gran diccionario de la lengua española [cd-
rom). Barcelona: Larousse Planeta, 1996.
Mo lin er, María: Diccionario de uso del espa
ñol [cd-rom], Madrid: Grcdos, 1996.
5 .1 .1 .4 . Diccionarios de lengua
en lenguas extranjeras
1) Para el inglés:
English Language Dictionary (cobuild), Glasgow:
HarpcrCollins, 1987.
English Learners 'Dictionary Chambers/Vox, 2.a ed.,
Barcelona: Biblograf, 1997; ofrece un conte
nido en lengua inglesa con equivalentes en
español en sus acepciones.
Longman Dictionary o f the English Language,
Marlow: Longman, 1991.
New Oxford English Dictionary, 20 vols., Oxford:
Oxford University Press, 1989 (existe una edi
ción en 2 vols., New Shorter Oxford English
Dictiomuy, Oxford: Oxford University Press,
1993).
Random House Dictionary o f the English Lan
guage, Nueva York: Random House, 1987.
Webster’s Encyclopedic Vnabridged Dictionary
o f the English Language, Nueva York: Gra-
merey Books, 1989.
Webster's Third New International Dictionary,
Springfield, MA: Mcrriam Webster, 1986 (en
uno o tres volúmenes).
2) Para el francés:
Dictionnaire de la langue fran^aise, París: La
rousse, 1995.
G irodet, Jean: Dictionnaire de la langue fran-
faise, 2 vols., París: Bordas, 1997.
Le grand Robert de la langue fran^aise: dic-
tionnaire alphabétique et analogique de la
4 3