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José Martínez de Sousa
Manual de estilo
de la lengua
española
2.a edición, revisada y ampliada
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La s dos partes de que consta este Manualdeestilodelalenguaespañolatienen el mismo
fin: ayudar aredactar bienycon propiedad aquienes diariamente handeenfrentarse
con una cuartilla en blanco o una pantalla de ordenador vacia.
La primera parte se propone ofrecer al lector los elementos básicos para
conseguir una redacción correcta con sujeción a las exigencias del lenguaje
normativo por un lado y de la escritura científica por otro. Se afrontan las normas
para dominar el trabajo documental (fuentes de consulta, citas, notas, remisiones,
cuadros, referencias bibliográficas —incluidas las de recursos electrónicos—),
la escritura (autor, obra y destinatario, la redacción, las relaciones sintácticas, nivel
de lengua y registro lingüístico, etcétera), la bibliología (comité editorial, el trabajo
de edición, el original, la diacrisis tipográfica, la letra de imprenta, organización
externa e interna de la obra y trabajo de producción).
La segunda parte ofrece, en orden alfabético, un conjunto de materias que
pueden ser objeto de atenta lectura o mera consulta para resolver los múltiples
problemas con que el destinatario se puede tropezar al construir su discurso.
Por ejemplo, todo lo relativo a la onomástica (antropónimos y topónimos
principalmente,pero también alias, seudónimos, sobrenombres, etcétera),entidades,
instituciones, nombres comerciales, tratamientos, símbolos, signos, sistema
internacional de unidades, alfabetos como el árabe, el cirílico, el hebreo, etcétera,
todo ello acompañado de las abreviaturas correspondientes al tema tratado cuando
es pertinente, asi como una amplia cjcmplificación en cada caso y un número
notable de cuadros.
Eldestinatarionatural de esta obra es toda persona que deseeescribirypresentar
un trabajo que sea legible desde todos los puntos de vista. Asi, prestará buenos
servicios a escritores y redactores en general, pero en particular a científicos
y técnicos, traductores, profesores, periodistas, correctores de estilo ytipográficos,
investigadores, editores literarios y científicos, etcétera. En él hallarán respuestas
para sus preguntas, certezas para sus dudas, soluciones para sus problemas
y explicaciones adecuadas para las cuestiones más enrevesadas y complejas que
necesariamente se presentarán en cuanto comiencen a escribir.
ISBN 84-9704-022-8
9 “788497 040228
MANUAL DE ESTILO DE LA LENGUA
MARTINEZ RJ2003 RI/BT
T014110001
José Martínez de Sousa
MANUAL DE ESTILO
DE LA
LENGUA ESPAÑOLA
Ediciones Trea, S. L.
BIBLIOTECONOMÍA Y ADMINISTRACIÓN CULTURAL - 38
Primera edición: marzo del 2000
Segunda edición: septiembre del 2001
Primera reimpresión: marzo del 2003
© José Martínez de Sousa, 2000, 2001
© de esta edición:
Ediciones Trea, S. L., 2001
María González La Pondala, 98, nave D
33393 Somonte-Ccnero. Gijón (Asturias)
Tcl.: 985.303.801. Fax: 985.303.712
Correo electrónico: lrea@trea.es
Dirección editorial: Alvaro Díaz Huid
Producción: José Antonio Martín
Cubiertas: Impreso Estudio (Oviedo)
Impresión: Gráficas Apcl, S. L. (Gijón)
Encuadernación: Encuadernaciones Ciinadcvilla, S. L. (Gijón)
Depósito legal: As.-398-2003
ISBN: 84-9704-022-8
Impreso en España - Printed in Spain
Todos los derechos reservados. No se permite la reproducción total o parcial de este libro,
ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma
o por cualquier medio, sea éste electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación
u otros métodos, sin el permiso previo por escrito de Ediciones Trea, S. L.
Para Pili,
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índice
pr e s e n t a c ió n : 17 5.1.2. Diccionarios bilingües: 44
PRÓLOGO A LA PKIMF.RA EDICIÓN: 23 5.1.3. Diccionarios monográficos: 44
PRÓI.OGO A LA SEGUNDA EDICIÓN: 26 5.1.4. Diccionarios ideológicos: 47
MANEJO DE LA OBRA: 27 5.1.5. Diccionarios etimológicos: 47
5.1.6. Diccionarios de usos y dudas:
INTRODUCCIÓN 47
LA NORMALIZACIÓN, EL ESTILO 5.1.7. Diccionarios de sinónimos: 48
Y LA EDICIÓN 5.2. Libros y manuales de estilo: 48
5.2.1. En español: 48
1. La normalización: 31 5.2.2. En otros idiomas: 48
1.1. Los orígenes de la normalización: 5.3. Gramáticas y ortografías: 50
32 5.4. Otros temas: 51
1.2. La aplicación de las normas: 32 5.4.1. Lenguaje: 51
5.4.2. Manuales de tipografía y biblio­
2. El estilo: 34 logía: 51
2.1. La labor de los humanistas: 35
2.2. Los códigos tipográficos: 35
2.3. Los libros de estilo: 37 PRIMERA PARTE
2.4. Los manuales de estilo: 39 EL TRABAJO INTELECTUAL
3. La edición científica: 39 1. El trabajo documental: 55
4. Norma, uso y autoridad lingüisti­ 1. Lasfuentes de consulta: 55
ca: 41 1.1. Fuentes de primera y de segunda
4.1. Norma y uso: 41 mano: 55
4.2. Autoridad lingüística: 42
2. Las citas: 56
5. Bibliografía especifica para escri­ 2.1. El estilo de la cita: 57
toresy traductores: 42 1. Cita directa: 57
5.1. Diccionarios: 43 2. Cita indirecta: 58
5.1. 1. Diccionarios de lengua: 43 3. Cita indirecta libre: 58
7
índice
2.2. Citas de primera y de segunda
mano: 58
2.3. Reproducción del texto de la
cita: 58
1. Disposición de las citas: 58
2.4. Intervención en el texto de la
cita: 59
2.5. Identificación del autor y de la
procedencia de la cita: 63
1. La cita bibliográfica: 63
2. Sistema autor-año: 64
3. El sistema numérico: 65
4. Otros sistemas de identifica­
ción del autor de la cita: 65
3. Los derechos de autor, el derecho
de cita y elplagio: 65
3.1. El derecho de autor: 65
3.2. El derecho de cita: 66
3.3. El plagio: 66
4. Las notas: 66
4.1. Función de las notas: 67
4.2. Contenido de las notas: 67
4.3. La llamada de nota: 67
4.4. Situación de la llamada: 69
4.5. Situación de las notas: 70
5. Las remisiones: 70
6. Los cuadros: 72
6.1. Título general del cuadro: 72
6.2. Las casillas: 73
6.3. El cuerpo del cuadro: 73
6.4. Los filetes en los cuadros: 73
6.5. Notas en los cuadros: 73
7. Las referencias bibliográficas y
las bibliografías: 74
7.1. Referencias bibliográficas: 74
7.1.1. Problemas de las referencias bi­
bliográficas: 74
7.1.2. Datos de las referencias bibliográ­
ficas: 75
1. Zona de responsabilidad prin­
cipal: 75
1.1. El autor: 75
1.2. El autor individual: 75
1.3. El autor colectivo: 76
1.4. El autor corporativo: 77
1.5. El autor anónimo: 77
2. Zona del título: 78
2.1. Grafía del titulo: 78
2.2. Dos o más títulos: 78
2.3. El subtítulo: 78
2.4. Abreviaciones de títulos y
subtítulos: 78
2.5. Títulos en caracteres no lati­
nos: 78
2.6. Títulos de capítulos o partes
de monografías: 78
2.7. Título clave: 79
3. Zona de responsabilidad subor­
dinada: 79
4. Zona de la edición: 79
4.1. Grafía de la edición: 79
4.2. Pie editorial: 82
5. Zona de la descripción físi­
ca: 84
6. Zona de la colección: 85
7. Zona de las notas: 85
8. Zona del número normaliza­
do: 85
7.2. Las bibliografías de monografías
y artículos: 85
7.2.1. Definición: 85
7.2.2. Ordenación de los datos: 85
7.2.3. Ordenación de las referencias: 85
7.2.4. Puntuación de las zonas y los ele­
mentos de las bibliografías: 86
7.2.5. Grafía tipográfica de las zonas y
sus elementos: 89
7.3. Referencias bibliográficas de otros
documentos: 90
7.3.1. Patentes; 90
7.3.2. Recursos electrónicos: 90
7.3.2.1. Zonas y grafías de las referencias
de recursos electrónicos: 91
1. Responsabilidad principal: 91
2. Título: 91
3. Tipo de soporte: 91
4. Edición: 92
5. Fascículo: 92
6. Lugar de edición y editor: 92
7. Fecha de publicación o actua­
lización: 92
8. Partes y contribuciones: 92
9. Notas: 92
10. Disponibilidad y acceso: 93
11. Fecha de consulta: 93
8
índice
12. Número normalizado: 93
Aplicación de los datos a los re­
cursos electrónicos: 93
la. Textos electrónicos, bases de
datos, programas informáti­
cos: 93
1b. Partes de textos electrónicos,
bases de datos, programas
informáticos: 94
le. Contribuciones en textos elec­
trónicos, bases de datos, pro­
gramas electrónicos: 94
2a. Publicaciones seriadas elec­
trónicas completas: 94
2b. Artículos y otras contribucio­
nes en publicaciones seriadas 5.
electrónicas: 95 5.1.
3a. Sistemas electrónicos de bo- 5.2.
Ictincs de noticias, listas de 5.3.
discusión (foros) y de men- 5.4.
sajeria: 95 5.5.
3b. Mensajes electrónicos: 95
Bibliografía de referencias de re­
cursos electrónicos: 96
La escritura: 99 6.
6. 1.
El autor, la obra y su destínala- 6.2.
rio: 99 6.3.
El autor: 99 6.4.
La obra: 100
El artículo científico: 100 7.
Las revistas científicas: 100 7.1.
El destinatario: 101
La redacción: 101
Cómo se empieza: 102
Elementos de la redacción: 103
La titulación: 105
Las relaciones sintácticas: 105
La concordancia: 105
1. Reglas generales: 105 7.2.
2. La silepsis: 107 7.3.
3. El plural de modestia: 107 7.4.
4. El plural mayestático: 107 7.5.
5. La concordancia ad sénsum: 107
Orden de colocación de los ele- 8.
mentos oracionales: 108 8.1.
1. Los elementos sintácticos: 108
2. Tipos de orden o construcción:
108
3. El hipérbaton: 109
4. Situación de los adjetivos: 109
Las aposiciones: 110
Nivel de lenguay registm lingüís­
tico: 111
Nivel de lengua: 111
Registro lingüístico: 112
Lenguaje marginal: 113
Lenguaje malsonante: 113
Ultracorrección: 113
Los recursos lingüísticos: 114
Presente y pasado históricos: 114
Los eufemismos: 114
Las perífrasis: 114
Los modismos: 115
Los sinónimos y otros -ónimos:
115
1. Los cuasisinónimos: 116
2. Los parasinónimos: 116
3. Los geosinónimos: 116
El lenguajefigurado: 116
La metáfora: 117
La metonimia: 117
La sinécdoque: 117
La hipérbole: 117
Problemas de redacción: 118
La ambigüedad: 118
1. Ambigüedad debida al orden
de los elementos de la oración:
118
2. Ambigüedad por el uso de
tiempos verbales y pronom­
bres: 118
3. El uso del gerundio: 118
4. Otras formas de ambigüedad:
118
La vaguedad: 119
Los anacolutos: 119
Anfibología u oscuridad: 119
Empobrecimiento: 119
Formas de expresión: 120
Los latiguillos: 120
3.3.
4.
4.1.
4.2.
4.3.
4.4.
4.5.
( 8.2. Las muletillas: 120 2. Extranjerismos ortográficos: 136
(
8.3. Los lugares comunes: 120 2.1. El mimetismo ortográfico: 136
8.4. Los epítetos: 120 2.2. Anglicismos ortotipográficos:
(
8.5. Los oxímorones: 121
2.2.1.
136
Anglicismos ortográficos: 136
( 9. Propiedad e impropiedad del len­ 1. El empleo de mayúsculas: 136
(
guaje: 121 2. El plural de las siglas: 137
3. La escritura de las décadas y
(
10. Los pleonasmos: 123 los años: 137
10.1. Pleonasmos correctos: 123 4. La puntuación de las cantida­
( 10.2. Pleonasmos incorrectos: 123 des: 137
5. La numeración de apartados y
( 11. Incorrecciones de lenguaje: 124 párrafos: 138
(
11.1. Los barbarismos: 124 6. El uso de la raya y el me­
11.2. Las cacografías: 125 nos: 138
( 11.3. Las cacologías: 125 7. El uso de las comillas: 138
11.4. Los dequcísmos y antidequcís- 8. Empleo de la coma: 138
mos: 126 9. Grafía de las abreviaturas: 139
11.5. Otras formas de barbarismo: 126 10. La construcción del diálogo:
í 11.6. El gerundio: 127 139
c 11.7. Los solecismos: 127 2 2 2 Anglicismos tipográficos: 139
1. Omisión de la sangría: 139
c 12. Extranjerismos y voces extranje­ 2. Utilización de la versalita en
ras: 127 las primeras palabras del pri­
( 12.1. Extranjerismos: 127 mer párrafo: 140
t 12.2. Voces extranjeras: 128 3. Empleo de un cuadratín des­
12.3. Préstamos y calcos: 129 pués de un punto y seguido:
< 1. Los préstamos: 129 140
2. Los calcos: 129 4. Las llamadas de nota: 140
12.4. Latinismos: 129 2.3. Galicismos ortotipográficos: 140
12.5. Falsos amigos: 130 2.3.1. Galicismos ortográficos: 140
12.6. Xenismos: 130 2.3.2. Galicismos tipográficos: 141
2.4. El barbarismo ortográfico: 141
13. Aspectos sincrónicos y diacróni-
cos de la lengua: 131 3. Elfetichismo de la letra: 141
13.1. Arcaísmos y neologismos: 131 3.1. Conservadurismo ortográfico: 141
13.2. Palabras obsolescentes y palabras 3.2. Alternancias grafemáticas: 142
históricas: 131 3.3. Neografismos: 142
13.3. Los anacronismos: 131
4. Los grupos cultos: 145
4.1. Los grupos consonánticos: 145
3. La ortotipografía: 133 4.2. Los grupos vocálicos: 145
1. La grafía, desde la letra hasta el 5. La abreviación en el lenguaje es­
texto: 133 crito: 146
1.1. Ortografía de la letra: 133 5.1. El empleo de abreviaciones: 146
1.2. Ortografía de la sílaba: 134 5.2. Abreviación del sintagma: 146
1.3. Ortografía de la palabra: 135 5.3. Abreviaciones de palabras y sin­
1.4. Ortografía de la frase: 136 tagmas: 147
1.5. Ortografía del texto: 136
10
6. Los signos: 148 3.1.6. Blanco de cortesía en los arran­
6.1. Signos ortográficos: 148 ques: 164
6.1.1. Clases de signos ortográficos: 3.1.7. Estética de la página tipográfi­
148 ca: 165
1. Signos ortográficos diacríti­
cos: 148
3.1.8. Hojas de cortesía: 167
2. Signos ortográficos auxiliares: 4. El original: 167
148 4.1. Original en papel: 167
3. Signos ortográficos sintagmá­ 1. El formato: 168
ticos: 148 2. El texto: 168
6.1.2. Grafía de los signos ortográficos: 2.1. De una obra: 168
148 2.2. De una tesis: 168
1. Signos ortográficos diacríti­ 2.3. De un trabajo o artículo para
cos: 148 una revista científica: 169
2. Signos ortográficos auxilia­ 4.2. Original en soporte informático:
res: 150 169
3. Signos ortográficos sintagmá­ 4.3. Corrección de estilo y preparación
ticos: 151 tipográfica: 170
6.2. Signos matemáticos: 154 4.4. Numeración de los capítulos y sus
6.3. Signos lexicográficos: 154
4.4.1.
parles: 171
Numeración decimal de capítulos:
171
La alineación de los datos: 172■4. La bibliología: 155 4.5.
4.6. La composición del texto: 173
1. Tipos de editoriales: 155 4.7. La corrección de las pruebas ti­
pográficas: 175
2. El comité editorial y el comité de 4.7.1. Signos de corrección: 178
expertos: 155 1. Las llamadas: 178
2.1. El comité editorial: 155 2. Los signos: 178
2.2. La revisión por expertos: 156 4.8. La maqueta de compaginación: 179
2.3. Selección de la revista: 158 4.9. Los índices alfabéticos: 179
2.3.1. Criterios de selección: 158 4.10. La alfabetización: 180
2.3.2. Fuentes para la selección: 158
2.3.3. Normas para la presentación de 5. La diacrisis tipográfica: 180
originales: 158 5.1. El concepto: 180
5.2. Aplicación de la diacrisis tipográ­
3. El trabajo de edición: 159 fica: 182
3.1. Definición de la obra: 159
3.1.1. El formato del libro: 159 6. La tetra de imprenta: 184
3.1.2. Medidas de la página tipográfica: 6.1. La elección de la letra de impren­
160 ta: 184
3.1.3. Dimensiones de los márgenes: 6.2. El estilo de la letra: 185
161 6.2.1. Las letras romana antigua y roma­
3.1.4. Tipo de letra del texto: 161 na moderna: 185
3.1.5. Ojos, cuerpos e interlineados: 162 6.2.2. Las letras egipcia y paloseco: 186
1. La edad del lector: 162 6.3. La familia de la letra: 186
2. El tipo de texto: 162 6.3.1. Letra redonda: 186
3. La medida en ciceros de la caja 6.3.2. Letra cursiva: 186
de composición y el estilo de 6.3.3. Letra minúscula: 187
la letra: 162 6.3.4. Letra versalita: 187
11
índice
6.3.5. Letra mayúscula: 188
6.3.6. Letra fina y letra normal: 188
6.3.7. Letra seminegra o seminegrita:
188
6.3.8. Letra negrita: 189
6.3.9. Letra estrecha y letra ancha: 189
6.3.10. Letra subíndice: 189
6.3.11. Letra superíndice: 189
7. Organización exlerna de la obra:
190
7.1. División externa de la obra: 190
7.1.1. Los tomos: 190
7.1.2. Los volúmenes: 191
7.2. División interna de la obra: 191
7.2.1. Macroestructura textual: 191
1. Los tomos: 191
2. Los libros: 191
3. Las partes: 191
4. Las secciones: 191
7.2.2. Microestructura textual: 192
1. Los capítulos: 192
2. Los subcapítulos: 192
3. Los párrafos: 192
4. Los apartados: 192
5. Los subapartados: 192
6. Los subsubapartados: 192
7.3. La forma de los párrafos: 192
7.3.1. Párrafo ordinario: 193
7.3.2. Párrafo moderno o alemán: 193
7.3.3. Párrafo francés: 193
7.3.4. Párrafo en bandera o composición
quebrada: 193
7.3.5. Párrafo en bloque: 194
7.3.6. Párrafo español: 194
7.3.7. Párrafo en base de lámpara: 194
7.3.8. Composición en base de lámpara
invertida: 195
7.3.9. Composición epigráfica: 195
8. Organización interna de la obra:
195
8.1. Los principios del libro: 195
1. Páginas de cortesía: 195
2. Portadilla o anteportada: 195
3. Contraportada: 195
4. Portada: 196
5. Página de derechos: 196
6. Dedicatoria: 196
7. Lema, tema o epígrafe: 196
8. Textos de presentación de la
obra: 196
9. Agradecimientos: 196
10. índice: 197
11. Listas: 197
8.2. El cuerpo del libro: 197
8.3. Finales del libro: 197
9. El trabajo de producción, impre­
sión y encuadernación: 198
9.1. La producción: 198
9.2. La impresión y la encuadernación:
198
SEGUNDA PARTE
DICCIONARIO DE MATERIAS
ÍNDICE DE m a t e r ia s: 203
a - z : 207-645
b ib l io g r a f ía : 647
ín d ic e a l f a b é t ic o : 655
12
Lista de cuadros
c
(
(
(
(
(
(
(
(
(
(
P R IM E R A P A R T E A6. Antropónimos españoles: 233
A7. Derivados de antropónimos: 241
1. Abreviaturas utilizadas en biblio- A8. Acentuación de apellidos extran- (
grafía: 80 jeros: 251
2. Grupos cultos consonanticos y vo- A9. Signos del alfabeto árabe: 253 
cálicos: 143 AI0. Signos usados en astronomía: 262 f
3. Clasificación de los signos orto-
gráficos: 149 Bl. Símbolos de la Biblia en español: (
4. Llamadas y signos empleados en 269
(corrección de estilo y tipográfi- B2. Símbolos de la Biblia en latín: 270
ca: 176 (
5. La diacrisis tipográfica: 181 Cl. Algunos cargos y empleos: 279
(6 . Clases de letras tipográficas: 187 C2. Signos del alfabeto cirílico: 284
C3. Condecoraciones españolas: 289
(
C4. Denominaciones y símbolos de
S E G U N D A P A R T E
C5.
las constelaciones: 292
Abreviaturas de cortesía: 294
(
(Al. Voces biacentuales admitidas por
la Academia: 212 DI. Derivados de nombres de equipos
(
A2. Palabras de acentuación dudosa: de fútbol españoles: 301
214 D2. Desinencias de la lengua españo- (
A3. Símbolos de los principales aero- la: 304
(puertos: 221 D3. Los nombres de las partes del día:
1. Del nombre al símbolo: 221 313 (
2. Del símbolo al nombre: 222 D4. Abreviaturas y símbolos de los
A4. Aplicación de los antenombres:
229
días de la semana: 314 t
A5. Abreviaturas de los antenombres: EL Símbolos de los elementos quí- '
230 micos: 326 c
13
(
lista de cuadros
1. Del nombre al símbolo: 326
2. Del símbolo al nombre: 326
3. Nombres y símbolos desecha­
dos: 327
E2. Tipos de buques ingleses y esta­
dounidenses: 328
E3. Abreviaturas cronológicas: 334
El. Formatos clásicos de las fechas:
349
Gl. Abreviaciones de los grados:
361
G2. Signos del alfabeto griego: 363
Hl. Signos del alfabeto hebreo: 368
112. Abreviaciones de los términos ho­
rarios: 370
II. Símbolos de informática: 374
Ll. Abreviaturas comunes de las len­
guas más utilizadas: 387
L2. Locuciones latinas: 392
MI. Matrículas automovilísticas: 41 I
1. Internacionales: 411
2. España: 411
3. Italia: 412
4. Suiza: 412
M2. Los nombres de los meses: 415
M3. Símbolos y abreviaturas para re­
presentar los nombres de los me­
ses: 415
M4. Símbolos monetarios de uso co­
rriente: 417
M5. Las monedas y sus fracciones:
418
N 1. Nombres de personas, animales y
cosas: 425
N2. Divisiones de la clasificación bio­
lógica: 427
N3. Alternancias acentuales en nom­
bres propios mitológicos: 430
N4. Notaciones musicales: 432
N5. Notación mayor y menor: 432
0 1 . Tipos de obras creadas: 436
02. Abreviaciones empleadas en obras
musicales: 439
03. Onomatopeyas españolas: 442
1. De la palabra a la onomatopc-
ya: 442
2. De la onomatopeya a la pala­
bra: 443
04. Abreviaturas de órdenes y con­
gregaciones religiosas: 446
1. Del nombre a la abreviación:
446
2. De la abreviación al nombre:
450
I’I. Prefijos y sufijos utilizados en es­
pañol: 467
P2. Periodicidad de las publicaciones
periódicas: 482
P3. Símbolos de los puntos cardina­
les: 483
51. Siglas y acrónimos: 497
52. Denominaciones de los siglos: 523
53. Signos ortográficos, lógicos, mo­
netarios, musicales y matemáti­
cos más habituales: 524
54. Símbolos de los prefijos y unida­
des del sistema internacional: 544
55. Combinaciones posibles de pre­
fijos y unidades de los sistemas
de medida: 545
1. De la palabra al símbolo: 545
2. Del símbolo a la palabra: 555
56. Plural de los símbolos del si:
566
T1. Símbolos topográficos de Brasil
y Canadá: 580
T2. Abreviaturas y símbolos topográ­
ficos de los Estados Unidos: 581
T3. Símbolos de las comarcas de Ca­
taluña: 582
T4. Nombres de países con sus capi­
tales y gentilicios: 583
T5. Grafías toponímicas extranjeras:
600
lista de cuadros
T6. Abreviaciones de toponimia urba­
na: 611
2. De la abreviatura al tratamien­
to: 619
T7. Tratamientos de dignidades y car­
gos: 613
1. De la dignidad o cargo al tra­
Ul. Conversión de medidas y pesos:
624
tamiento: 613
2. Del tratamiento a la dignidad
Zl. Nombres de los signos del Zodia­
co: 641
o cargo que lo recibe: 616 Z2. Signos del Zodiaco: 642
T8. Abreviaturas de tratamientos: 618 Z3. Las voces de los animales: 643
1. Del tratamiento a la abreviatu­
ra: 618
Z4. Nombres de los conjuntos de ani­
males: 644
1 5
Presentación
MV J L a k iín l z dk S o u sa lleva me­
dio siglo trabajando con la palabra, ya
sea componiendo, corrigiendo, escribien­
do o leyendo textos. Sus dedos están
encallecidos de apretar el bolígrafo o de
percutir las teclas de una máquina de
escribir o de un teclado de ordenador;
sus ojos están cansados de leer origina­
les y pruebas a la espera de su publica­
ción. Pero, sobre todo, su mente ha esta­
do aquejada de la enfermedad que da
pie a la sabiduría: su obsesiva inquietud
por encontrar respuesta al porqué de las
cosas. No se ha limitado a aprender los
intríngulis de los diversos oficios que
ha ejercido, sino que ha intentado siem­
pre comprender las tareas que cada uno
de ellos conllevaba; y no solo por el puro
deseo de entenderlos y dominarlos me­
jor, sino por el de perfeccionarlos. Bue­
na parte de sus obras (entre otras, el Dic­
cionario de tipografía y del libro, el
Diccionario internacional de siglas y
acrónimos, el Diccionario de informa­
ción, comunicación y periodismo y el
Diccionario de lexicografía práctica)
responden precisamente a esa necesidad.
De no ser por el currículo que lo avala.
podría parecer, si no pretencioso, sí al
menos atrevido redactar un manual de
estilo de la lengua española. En primer
lugar, porque el estilo, tal como lo con­
cebimos hoy dia, no es cosa que pueda
liquidarse compilando las reglas grama­
ticales que gobiernan una lengua (gra­
mática. ortografía, terminología), tarea
ya ardua de por si y no exenta de posi­
ciones encontradas, sino que afecta al
modo en que las unidades textuales que
conforman un escrito son revestidas de
forma gráfica y apariencia física (tipo­
grafía), a los métodos y técnicas que ayu­
dan al escritor a construir su discurso
(redacción), a las normas y usos que re­
gulan la publicación (edición) y, por úl­
timo y no por ello menos importante, a
las directrices éticas que deben guiar el
proceder de los que escriben, traducen,
corrigen y editan. Estamos, pues, ante
un tema poliédrico y con aristas.
Y en segundo lugar, porque no creo
factible y menos aún eficaz, y así lo ma­
nifiesta también el autor en distintas par­
tes de este manual, reunir bajo un mis­
mo techo todas las peculiaridades del
estilo en las distintas ramas del saber y
presentación
entornos profesionales. Porque, si bien
es verdad que la lengua es la herramien­
ta común a todos los que producen y
tratan textos escritos, también lo es que
la manera en que estos se visten y ador­
nan en cada una de estas especialidades
son extraordinariamente dispares.
No obstante, si alguien en España está
en condiciones de hacerlo sin perecer
en el intento, esc es, sin lugar a dudas,
Martínez de Sousa. Solo él posee los
mimbres que permiten construir esa ces­
ta. De todas las cuestiones a las que an­
tes me referia y que caen bajo el amplio
manto protector del estilo, Martínez de
Sousa ya ha disertado monográficamente
(Diccionario tic tipograjia y tic! libro.
Diccionario tic bibliología y ciencias aji­
nes, Manual tic edición y autocilición.
Diccionario de redacción y estilo. Dic­
cionario de ortografía de la lengua es­
pañola, Diccionario de usos y dudas de!
español actual. Diccionario de ortogra­
fía técnica, Diccionario internacional de
siglas y acrónimos. Diccionario de in­
formación, comunicación y /.'criollismo).
Además, posee el arrojo necesario para
afrontar retos difíciles. Qué podemos de­
cir de un hombre que ha osado propo­
ner una reforma de la ortografía españo­
la, aunque no haya gozado del eco que
él pretendía, no por la esencia de sus
propuestas, sino por carecer de la auto­
ridad de que están investidos los que tie­
nen poder para reglar la lengua.
Se nos presenta, pues, un manual que
pretende asistir y orientar a escritores,
tanto literarios como científicos o técni­
cos (desde profesores hasta investigado­
res), editores de todos los ramos, técni­
cos editoriales, especialmente correcto­
res de estilo y tipográficos, periodistas,
traductores...; en definitiva, que está di­
rigido a todos aquellos que participan de
una u otra manera en el complejo acto
de la comunicación escrita. Estén segu­
ros todos los destinatarios de este libro
de que en él hallarán respuestas a sus
preguntas, certezas para sus dudas, solu­
ciones a sus problemas, explicaciones
para las cuestiones más enrevesadas.
Es tan inmensa y abrumadora la ca­
tarata de conocimientos que aquí se des­
tilan, que todos los sedientos de conoci­
mientos lingüísticos, estilísticos o tipo­
gráficos podrán aplacar su sed en esta
fuente. Pero, y tal vez no pueda ser de
otro modo dada la amplia audiencia a la
que se dirige, no todos quedarán igual­
mente satisfechos. Esta es al mismo tiem­
po la grandeza y la miseria de esta obra,
l os autores y editores científicos, por
referirme a aquellos a los que me siento
más próximo y de los que puedo hablar
con cierto fundamento, deberán seguir
sirviéndose de los manuales y estándares
defacto vigentes en cada disciplina. Las
particularidades terminológicas imperan­
tes en cada campo y el seguimiento ma­
sivo que se hace en las distintas áreas de
conocimiento de algunas de las normas
que intervienen en la redacción de un
trabajo científico, con especial mención
ile los sistemas de citación y referencia-
ción bibliográfica, así lo aconsejan. Hay
que tener muy presente que los hábitos
y prácticas de publicación son tan dis­
pares entre las diversas disciplinas, que
lo más razonable es atenerse a las pau­
tas que, tras años de sesudos debates,
han logrado imponerse a duras penas.
Crear nuevas normas, por muy raciona­
les que estas sean y por mucha autori­
dad intelectual que posea quien las pro­
pugna, entorpecería más que ayudaría a
la comunicación científica, liaste obser­
var lo que ha ocurrido con las normas
iso (International Organization for Stan­
dardizaron) de publicación: no son co­
nocidas y, por ende, no son aplicadas, 
cuando se conocen son ignoradas
1 8
olímpicamente. A pesar de lo dicho, los
científicos, sobre todo los que siguen
empleando el español como lengua para
comunicar los resultados de sus investi­
gaciones, lamentablemente cada día me­
nos, podrán recurrir a este manual con
la seguridad de que podrán hallar en él
informaciones que no están a su alcance
en ninguna obra escrita en castellano.
Estamos, por otra parte, ante un ma­
nual de estilo atípico, si lo comparamos
con los libros de estilo que para el
consumo de la prensa se han publicado
en España (Abe, El País...) o con ma­
nuales de estilo anglosajones de la sole­
ra del Chicago Style Manual, del Couneil
fíiology Editors Manual, del American
Medical Associalion Manual of Style o
del Publicalian Manual ofllie American
Psycliological Associalion. Ante todo,
porque todas estas obras son de respon­
sabilidad colectiva. Aunque después de
lo dicho sobre la personalidad del autor
no nos puede extrañar, pues ya pode­
mos hacernos una idea de lo que es
capaz. Por consiguiente, lo que más
asombra de este monumental trabajo es
que haya sido ejecutado en solitario,
algo que ya sorprendió a uno de sus
críticos, quien dudaba qué admirar más,
si la ciencia o la paciencia de que hacia
gala el autor.
Pero es que, además, ni por la forma
en que se estructura y dispone ni por el
lenguaje que emplea es un libro de esti­
lo parangonable. Así, mientras que lo ha­
bitual en dichos manuales es organizar
los temas de manera sistemática, des­
componiendo un tema en epígrafes y
subepígrafes, en este manual, sin renun­
ciar a esta estructura (la parte primera
de la obra sigue este camino), se opta,
además, por ofrecer una lista alfabética
de los términos pertinentes (segunda par­
te). Aquí reside uno de los principales
activos y aciertos de la obra. La disposi­
ción en forma alfabética posibilita que
cualquier persona, sin necesidad de dis­
poner de conocimientos previos, pueda
consultarla con facilidad identificando
el tema de su interés. Es, por otra parte,
tal el cúmulo de entradas y de remisio­
nes a otras voces equivalentes o relacio­
nadas, que es difícil que el lector no pue­
da localizar el aspecto que le interese.
Asimismo, está cuajado de cuadros, ilus­
traciones gráficas y ejemplos que per­
miten al lector interpretar correctamente
la información que se le ofrece. De nue­
vo Martínez de Sousa nos vuelve a de­
mostrar su maestría en la confección de
este tipo de obras. No hay que olvidar
que es un experto reconocido, siendo au­
tor de un reputado manual con el que ha
sentado cátedra en la materia (Diccio­
nario de lexicografía práctica).
Acostumbran los manuales de estilo
al uso a emplear un lenguaje claro, pre­
ciso, conciso y prescriptivo, cualidades
que entiendo deben adornar las obras que
se precien de llevar este nombre. De no
ser asi, se corre el riesgo del rechazo
por parte de escritores y editores. Y es
que cuando un autor o un editor se ha­
llan en la zozobra de la duda necesitan,
al igual que el enfermo que acude a su
médico de cabecera, recetas que palien
el mal y resuelvan el problema. Pues
bien, que sepa el lector que en este libro
no solo se le ofrecen recetas, sino que
estas vienen aderezadas con explicacio­
nes, justificaciones, discusiones, en al­
gunos casos, a mi modo de ver, excesi­
vas para los fines de la obra, pero que
estoy seguro de que harán las delicias
de los amantes de la lengua y demás
bibliólatras. Pero la búsqueda de respues­
tas racionales al porqué de la realidad es
rasgo consustancial al autor. Al igual que
su propensión natural a poner nombres
a las cosas y a definir hasta lo indefini­
1 9
presentación
ble. Su amor por la lexicografía le lleva
a utilizar, e incluso a crear, términos irre­
prochables conceptualmente, pero de
poco uso y ajenos al vocabulario del es­
critor y editor de a pie. Sirvan de botón
de muestra los siguientes: editorial bi-
bliológica, editorial hemerológica, edi-
tologia científica, ortotipografia.
Creo llegado el momento de calificar
la obra. Lo mejor que se puede decir de
un manual de estas características es que
es útil. No hay que ir más allá de la lista
de cuadros y figuras para darnos cuenta
de la utilidad de este libro. Escritura de
símbolos, números, fechas, unidades
de tiempo, unidades de medida, nomen­
claturas, antropónimos, topónimos, abre­
viaturas de todas las clases y un largo
etcétera. Pero no se detiene ahí, pues
nos suministra orientaciones sobre cómo
redactar títulos, citas, notas, referencias
bibliográficas; sobre cómo emplear co­
rrectamente nuestro idioma (ortografía,
léxico, gramática) o cómo hacer un di­
seño tipográfico coherente y estético gra­
cias a la información sobre tipos de le­
tras, líneas, párrafos, páginas, partes de
una obra...
Por todo ello, el Manual de estilo de
la lengua española es una obra tic refe­
rencia fundamental para escritores, edi­
tores, traductores, correctores; una de
esas obras que deben estar siempre a
mano encima de la mesa de trabajo.
Podría seguir añadiendo epítetos elogio­
sos, pero esta obra no los necesita. Mu­
chos de ellos, por manidos, han perdido
realmente su valor. Si algún reproche
pudiera hacérsele, es que llega en un
momento inoportuno, por no haber vis­
to la luz antes. Su publicación, por va­
rias razones, no sólo era necesaria, sino
urgente. En primer lugar, porque los
medios profesionales de la edición es­
pañola, faltos de formación reglada, ca­
recen de la instrucción necesaria para
desempeñar con el debido decoro su
trabajo. Aunque esta obra no pueda su­
plir esas carencias educativas, sí por lo
menos puede aliviarlas. En segundo lu­
gar, porque existen campos de la edi­
ción española, como el científico, don­
de la ausencia tic manuales de este tenor
constituye, más que una laguna, un au­
téntico agujero negro. En tercer lugar,
porque de haber nacido antes esta obra,
hubiera prestado un servicio ecológico
de primera magnitud, ahorrando el pa­
pel y la tinta que se han desperdiciado
en la edición de algunos mal llamados
manuales o libros de estilo. Ahora ten­
drá que cumplir otra función: evacuar la
laguna de las obras que la han llenado
de turbias aguas. Y en último lugar,
porque las nuevas tecnologías de la in­
formación y la comunicación han con­
vulsionado el mundo de la edición. Si el
ordenador y los procesadores de textos
dotaron al acto de escribir y editar un
texto de sencillez y rapidez sin prece­
dentes en la historia de la escritura,
Internet ha aparecido como el más po­
tente medio de publicación que ha visto
el hombre desde la irrupción de la im­
prenta. Al dar voz a los que antes no la
tenían, ha hecho añicos el tradicional
circuito de comunicación escrita que
descansaba en la trilogía autor-edi-
tor-lector. El editor, que venía actuando
de filtro entre el autor y el lector, como
un agente regulador de los flujos de la
producción escrita, se ha visto desbor­
dado desde el momento en que el autor
se transforma a la vez en editor de sus
propios escritos. Miles de autores, antes
anónimos, que soñaban con la posibili­
dad de ver sus palabras en letras de
molde impresas en papel, han hecho
realidad sus deseos y, aunque ahora sea
en moldes virtuales, tienen la posibili­
dad de difundir sus pensamientos sin
limitación alguna. Para todos ellos, este
20
presentación
V
(
manual será herramienta que ayudará
no solo a juntar palabras con cierto
orden o a hilvanar ideas con sentido,
sino a presentarlas con rigor no exento
de belleza.
Granada, octubre de 1999 (
(
(
(
(
(
(
(
(
(
(
(
(
(
(
(
(
(
(
(
(
c
(
Conociendo al autor, estoy seguro de (
que este manual no se detendrá aquí. ,
Antes aun de haber visto la luz esta edi- x
ción, ya estará pensando en la próxima, (
que, no me cabe duda, está asegurada.
(
Emilio Delgado Lópf.z-Cózar ,
(
Prólogo a la primera edición
N_L iunca se había dado en español
lina floración de libros de estilo como la
aparecida, tanto en España como en His­
panoamérica, en los últimos veinte años:
libros de estilo de periódicos, de televi­
siones, de radios, de universidades, de
ayuntamientos, de cajas de ahorro... In­
cluso libros de estilo generales, sin un
destinatario preciso. Parece como si de
pronto se hubiera despertado la concien­
cia lingüística y normadora de las per­
sonas e instituciones que manejan el len­
guaje escrito en sus relaciones profesio­
nales con los demás.
A primera vista, podría parecer que,
si no fuera por el mantenimiento y la
alimentación de la honrilla, sería prefe­
rible fundir todos esos libros y obtener
un solo libro de estilo genérico que fue­
se útil a todo el mundo hispánico, aun­
que después cada periódico, ayuntamien­
to, universidad o entidad añadiese la in­
formación específica para su propio uso.
Sin embargo, este proceder, que sería sin
duda útil para los periódicos y algunas
de las instituciones mencionadas, no lo
sería para ninguna de las especialidades
de la ciencia y de la técnica. Es obvio
que un libro de estilo de un periódico
sirve de poco en una caja de ahorro o en
un ayuntamiento, que tienen necesida­
des expresivas distintas. Lo mismo su­
cedería, con más razón, en el campo de
la biología, la medicina, la química, la
bioquímica, la sicología, la siquiatría, la
astronomía y en otras muchas especiali­
dades científicas y técnicas. Las abre­
viaciones, la terminología, la metodolo­
gía y otros aspectos son tan disímiles
que, en efecto, cada uno de esos cam­
pos debe tener su propio manual de esti­
lo, y así sucede en otras lenguas en las
que desde hace tiempo se ha tomado con­
ciencia de la importancia que tiene la
emisión científica de mensajes. Un in­
conveniente, al parecer insalvable: esa
situación contribuye a aumentar la falta
de uniformidad general en la presenta­
ción de los trabajos para su publicación,
ya que las normas fijadas por cada enti­
dad o institución no son necesariamente
iguales que las de las restantes. La ex­
periencia en la aplicación de normas
en el mundo editorial, sea el bibliológico
o el hcmerológico, ya nos indica algo
de esto: el lector no entiende cómo lo
que es correcto en una publicación está
23
prólogo
prohibido en otra o a qué se debe que
unos libros utilicen una determinada gra­
fía que es evitada cuidadosamente en
otros. Esta situación afecta especialmente
(dramáticamente, diría) a los escritores
y, sobre todo, a los traductores y a los
correctores de estilo y tipográficos, pero
también a los profesores de todos los
niveles de la enseñanza y demás profe­
sionales de la lengua. En muchos aspec­
tos de la grafía, no se sabe qué aplicar
ni qué enseñar.
También falta en el mercado un ma­
nual de estilo para las personas no espe­
cializadas, para los escritores de a pie,
los que no pertenecen a un periódico, a
una revista, a un ayuntamiento ni a una
caja de ahorro y tampoco escriben ex­
clusivamente para un público científico
o especializado. Me refiero a los escri­
tores que trabajan en o para una edito-
tial, en su casa para sí o para otros, a los
traductores, a los impresores y a los
autoeditores, a los correctores de estilo
y tipográficos, a las empresas de servi­
cios editoriales y también, cómo no, a
las instituciones y entidades que emiten
mensajes, a los periodistas y especialis­
tas que no tienen un manual de estilo
que los guíe en sus dudas y los ayude a
pergeñar y a presentar sus materiales
escritos. También, claro, a quienes pre­
paran una tesis o han de presentar un
trabajo de redacción del tipo que sea.
Las dudas que se presentan al tratar
de pergeñar un texto destinado a la pu­
blicación son de todos los colores y for­
mas. También son variopintas las mane­
ras de resolverlas. Un manual de estilo
tiene la función de elegir, para una pu­
blicación o una entidad determinada, las
grafías que autoriza y los usos que re­
chaza, así como la parte de documenta­
ción genérica que pueda resultar útil en
función del tipo de escrito de que se
trate, con las explicaciones oportunas
cuando sean necesarias. Dice cómo se
utilizan las abreviaciones (abreviaturas,
abreviamientos, criptónimos, símbolos,
siglónimos, siglas) y los alias y sobre­
nombres; cuándo se utiliza mayúscula y
minúscula (documentos históricos, eda­
des, épocas; instituciones, entidades, or­
ganismos, organizaciones); cómo se es­
criben los antropónimos (nombres y ape­
llidos) y los topónimos (macrotopóni-
mos, mesotopónimos y microtopónimos);
cuál es la grafía de los nombres científi­
cos; cómo afectan al significado de las
palabras las desinencias y prefijos y sufi­
jos; cómo se escriben los ejemplos, los
títulos de obras creadas (libros, publica­
ciones periódicas, títulos de esculturas,
pinturas, obras musicales y de teatro);
qué grafía hay que conceder a los ex­
tranjerismos crudos o a los aclimatados
a las peculiaridades de nuestra lengua;
cuál es la grafía exacta y el significado
preciso de una locución latina o el sig­
nificado de muchas siglas; cómo se uti­
liza un tratamiento o a quién correspon­
de una condecoración o la abreviatura
de una orden religiosa... De todo ello,
en esta obra hay información para satis­
facer las díalas de quien pueda necesitar
tales materiales.
El lector debe saber que no hay que
buscar en un manual de estilo respues­
tas a cuestiones que hay que plantear a
otras obras como los diccionarios de usos
y dudas, por ejemplo. Un diccionario de
usos y dudas nos dice, en relación con
las palabras y sintagmas que registra,
cuáles son los plurales que no se ajustan
a las reglas ordinarias, la conjugación
de los verbos irregulares, el régimen
preposicional de algunas palabras, el gé­
nero de las palabras que lo presentan
dudoso, la propiedad o impropiedad de
ciertos términos, las palabras y construc­
ciones que hemos tomado impropia­
2 4
prólogo
mente de otros idiomas y cuestiones se­
mejantes.
El presente manual de estilo contiene
información que puede resultar útil tan­
to a los científicos como a los técnicos
y literatos. Sus normas y los datos que
se aportan son comunes a todas las es­
pecialidades. Sin embargo. Itay aspec­
tos, sobre todo en lo relacionado con la
metodología del trabajo y la forma de
llevar a cabo ciertos extremos de la es­
critura científica, en los cuales sin duda
cada uno debería seguir lo que los orga­
nismos pertinentes aconsejan para tales
especialidades. Estas presentan necesi­
dades normativas distintas, de tal mane­
ra que, como se ha dicho antes, las nor­
mas de una pueden ser inútiles, o poco
menos, para otra. Sin embargo, en todas
las especialidades técnicas, científicas o
literarias se usan, alfabetizan y traducen
nombres de personas (antropónimos) y
de lugares (topónimos), se escriben abre­
viaciones generales y especializadas, ci­
fras, tratamientos, etcétera. Por otro lado,
escritores no especializados, periodistas,
traductores, correctores de estilo y tipo­
gráficos, profesores, etcétera, pueden ne­
cesitar en algún momento la consulta de
los datos que en este manual se ofrecen
y que probablemente no van a hallar con
facilidad en otros manuales.
En muchos casos, el contenido de este
libro se complementa con el de otras
obras mías publicadas con anterioridad.
No me ha parecido oportuno (por razo­
nes que no vienen al caso) repetir una y
otra vez que es conveniente, si se desea
dominar mejor el campo estudiado, con­
sultar tales obras, pero creo que aquí
debo decir que es aconsejable conocer
especialmente dos de ellas: el Dicciona­
rio de ortografía técnica (Madrid: Fun­
dación Germán Sánchez Ruipércz, 1987,
1999 [primera reimpresión]) y el Diccio­
nario de ortografía de la lengua españo­
la (Madrid: Paraninfo. 1996). En este ofi­
cio de escribir y corregir también pue­
den resultar útiles el Diccionario de re­
dacción y estilo (2.acd., Madrid: Pirámi­
de, 1997), el Manual de edición y auto-
edición (Madrid: Pirámide, 1994, 1999
[reimpresión]), el Diccionario de lexico­
grafía práctica (Barcelona: Biblograf,
1995) y, finalmente, el Diccionario de
usos r dudas del español actual (2.a ed.,
Barcelona: Biblograf, 1998).
Me place dar las gracias por su ayuda
a mis amigos Jon Akordagoikoetxca, Ra­
món Andrés, Alberto Lázaro Tinaut, Juan
Gabriel López Guix, José Antonio Pérez
Bouza, Silvia Scnz, Silvia Sesé y Ama­
llen Pons i Serra, de Barcelona; Luis M.
García-Barrio, de Filadclfia (Estados
Unidos); Gabriel María Verd (S. L), de
Granada; Antonio López de Zuazo Algar
y Bernardo Rcchea Bcrnal, de Madrid;
José Antonio Cordón García, de Sala­
manca; Blanca Martínez Nieto y Ricard
Sebastiá Simarro, dcTarrasa (Barcelona);
Jorge de Buen Unna, de Tijuana (Méxi­
co); Manuel Anguiano Villegas (O.
Carm.), de Roma (Italia), y Luisa Armán
Lomba y Víctor Manuel Iglesias Viquei-
ra, de Vigo (Pontevedra).
Quiero dar especialmente las gracias
a Emilio Delgado López-Cózar, profesor
de la Universidad de Granada (amable
presentador de esta obra), y a Karen Sha-
shok, de la misma ciudad, especialistas
en escritura científica y en edición de
revistas científicas. Ellos revisaron aten­
tamente la primera parte y de ellos he
aprendido mucho de lo que en ella digo.
La responsabilidad última, naturalmente,
es solo mía.
José Martínez de Sousa
Prólogo a la segunda edición
V. J kac'Ias a la amable acogida que
esta obra ha tenido por parte de los lec­
tores, en solo un año se ha agotado la
primera edición. Ello permite al autor
corregir y poner al día la materia, afinar
las normas, adecuar los ejemplos, redis­
tribuir los datos en casos de necesidad y
dotar al conjunto del orden y la claridad
necesarios. Con este pulimiento, la obra
cumplirá con sus fines con mayores ga­
rantías de seriedad y a plena satisfac­
ción de quienes la han adoptado como
base de trabajo, estudio y consulta.
En esta labor de corrección y puesta
al día no he estado solo. Muchos ami­
gos me han escrito con sus listas de as­
pectos opinables y perfectibles. Debo
confesar que me he aprovechado desca­
radamente de sus opiniones. No he esta­
do de acuerdo con todas y cada una de
las notas que me han proporcionado,
pero sí con la inmensa mayoría de ellas,
lo que significa que los lectores de tex­
tos normativos en español son cada día
más críticos y más sabios. Esto es bue­
no para la lengua y para la unificación
de criterios en la escritura técnica y cien­
tífica, que es el fin que se propone la
obra.
Entre las personas que me han ayuda­
do, y a las cuales quiero mostrar mi agra­
decimiento más sincero, debo mencio­
nar a Eernando A. Navarro (especialmen­
te) y a Juan Francisco Crespo Hidalgo,
Amadeo Pons i Serra, Xabicr Armenda-
ritz González de Langarika, Concha F.
París, Guillermo Calvo, María del Car­
men Ligarte García, José Santiago Mon­
tes y Jordi Minguell, entre otros.
Me parece de justicia agradecer las
criticas que la obra ha merecido. De las
que conozco, debo destacar especialmen­
te las firmadas por Karcn Shashok, José
Luis González, Asunción Escribano, Ma-
rietta Gargatagli y José Antonio Millán.
Merecen también mi gratitud los miem­
bros de la aeb (Asociación Española de
Bibliología), presentadores de la obra en
Salamanca, y los de la atic (Associació
de Traductors i d’lntérprets de Catalu­
nya), organizadores de la presentación
en Barcelona.
También agradezco a María-Fernanda
Poblet su excelente trabajo en la confec­
ción del índice alfabético con que se en­
riquece esta segunda edición.
José Martínez ut. Sousa
2 6
Manejo de la obra
Con objeto de facilitar la consulta y
obtener de ella los máximos beneficios,
antes de sumergirse en los vericuetos de
la obra, el lector debe tratar de com­
prender sus mecanismos y la forma en
que se presentan sus contenidos, espe­
cialmente en lo que se refiere a la se­
gunda parte. Para la comprensión de la
primera parte basta, en principio, con
consultar el índice (pp. 7-12), en el que
se expone la materia con sus divisiones
y subdivisiones. F.stc índice se comple­
menta con la lista de cuadros y figuras
(pp. 13-15), en el que se indican los que
corresponden a cada letra, ya que el nú­
mero de cada cuadro va precedido de la
letra en que está inserto. Por ejemplo, el
cuadro de los nombres de países con sus
capitales y gentilicios está en la entrada
topónimos y lleva el número T5. Final­
mente, para los casos de duda acerca
del lugar en que se trata una materia
concreta, a partir de la página 655 se
halla un completo índice alfabético con
las entradas correspondientes a todas las
materias contenidas en la obra.
L.a segunda parte puede parecer más
compleja, pero en el fondo no lo es. Se
trata, en realidad, de una presentación
alfabética de la materia, con desarrollo
de cada una de sus entradas y remisiones
internas de una voz a las voces relacio­
nadas directa o indirectamente con ella.
De esta forma, es difícil que el lector se
pierda, por cuanto siempre hallará una
palabra relacionada con aquella que pro­
voca sus dudas, si es que de primera
intención no ha dado con ella. Esta se­
gunda parte está precedida de un índice
de materias (pp. 203-206) en el que apa­
rece una lista con todas las entradas,
principales y secundarias, que la forman.
En el tratamiento de las entradas, al fi­
nal, como último párrafo, suele haber
una remisión general a las palabras rela­
cionadas con la de entrada o dependien­
tes de ella. Con esta información, el lec­
tor dará fácilmente con la materia que
necesita consultar.
La primera parte se destina a instruir
al lector acerca de la forma de enfocar
el trabajo intelectual y de redactar el tex­
to correspondiente. La segunda es, como
se ha dicho, un diccionario en el que,
por orden alfabético, se exponen las ma­
terias dudosas y las normas que afectan
2 7
manejo de la obra
a cada una de ellas desde el punto de
vista de la definición, la grafía, la alfa­
betización, la traducción y otras particu­
laridades relacionadas con el empleo de
lo que la respectiva entrada sugiere, con
remisiones a otras voces para ampliar la
información o relacionar unos términos
con otros del mismo campo asociativo.
Por ejemplo, todo lo relativo a los nom­
bres de pila está en antropónimo, pero
también se registran términos como ape­
llidos, nombres, nombres de pila, nom­
bres de personas, con tratamiento pro­
pio o envío a antropónimo cuando es
necesario, al tiempo que los aspectos
concretos relacionados con un tipo de
antropónimo se estudian en su voz; por
ejemplo, cognomentos, alias o apodos,
sobrenombres, seudónimos, bu general,
en cada entrada el texto expone la nor­
mativa aplicable al caso. Sin embargo, a
veces, para facilitar la comprensión de
la norma, se proporciona un texto se­
cundario, en forma de nota o amplia­
ción. Esta se compone en texto menor,
sangrado verticalmcnte y encabezado por
una flecha (-►).
Las remisiones a otros puntos o en­
tradas se indican con una flecha como
esta: Si el lector se siente interesado
en el conocimiento del fenómeno a que
afecta la remisión, lo mejor es seguir la
dirección de la flecha.
En las citas textuales (por lo tanto,
puestas entre comillas latinas), un signo
igual (=) indica que en el original de
donde se toma el texto que se reproduce
hay punto y aparte.
En las referencias al empleo de las
mayúsculas en las respectivas entradas
en que se trata de ellas, con frecuencia
se habla de nombre genérico y nombre
especifico (o solo genérico y específi­
co). En las denominaciones sintagmáti­
cas (las formadas por más de un térmi­
no), el nombre genérico (o solo genéri­
co) es el elemento común del conjunto,
coincidente en otras denominaciones del
mismo género, mientras que el segundo,
el nombre específico (o solo específico),
es el elemento distintivo, no coincidente
con el de otra denominación, aunque esta
comience con el mismo genérico. Por
ejemplo, en un topónimo como bahía
de Cádiz, bahía es el nombre genérico,
y Cádiz, el específico; lo mismo puede
decirse de bahía de Rosas, montañas Ro­
cosas, rio Ebro, cabo de Buena Espe­
ranza, etcétera; en una entidad o institu­
ción como Ministerio de Hacienda, la
palabra Ministerio es el genérico, y Ha­
cienda, el especifico; lo mismo puede
decirse de Ministerio de Industria, Di­
rección General de Pesca, Escuela Na­
val, etcétera; en un nombre comercial o
similar como Hotel Reina Sofia. la pala­
bra Hotel es el genérico, y Reina Sofia.
el específico; lo mismo vale para Bar
García, Cafetería Rosa, Cine Pelavo, et­
cétera. Como se ve, en unos casos el
genérico se escribe con inicial minúscu­
la y en otros con mayúscula. La regla
aplicable se explica en la entrada co­
rrespondiente de la segunda parte.
Las normas están siempre ejemplifi­
cadas. Cuando los ejemplos se escriben
en párrafo aparte y son más de uno, solo
el último lleva la puntuación que le co­
rresponda en función de cómo siga el
texto subsiguiente (generalmente, tal
puntuación es el punto). En los casos de
ejemplos de alfabetización, las entradas
con remisión se gradan de la misma ma­
nera que en principio se aconseja que
emplee el lector cuando se encuentre en
esa necesidad. Es decir, que para indicar
que el texto de la remisión está inverti­
do, la grafía de esta remisión es:
cataratas: v. Niágara, Cataratas Jcl,
2 8
manejo de la obra
pero en texto seguido habríamos escrito
inlaralns del Niágara.
A lo largo de la obra aparecen algu­
nas abreviaturas y algún que otro signo,
pero en ambos casos son sobradamente
conocidos; por ejemplo, sabido es que
con v. c. C2 se le quiere decir al lector:
«véase el cuadro C2» y con el signo í;
seguido de una cifra le remitimos a un
párrafo concreto. Por esta razón, y por
la escasa cantidad de abreviaciones que
aparecen en la obra y la trasparencia de
las que se utilizan, se prescinde aqui de
introducir una lista que, además de cor­
ta, sería en cierta manera redundante.
Como el lector comprobará consultando
la lista de cuadros, muchas de las entra­
das llevan uno con las abreviaciones más
utilizadas en el tema al que aquellas se
refieren. Véanse, por ejemplo, los cua­
dros I. A5, C5, 04, H3, Gl, H2, Ll,
M3, 02, 04, T2, T6, T8. No obstante,
algunas pueden quedar descolgadas,
como las siguientes: al., alemán; c., cua­
dro; fr.. francés; /., inglés; <7., italiano;
pon., portugués; /.. también; v. véase
también.
F.ntrc las páginas 43 y 52 se ofrece al
lector una bibliografía estructurada que
le servirá de gran ayuda en la elección
de las obras de referencia, especialmen­
te los libros de estilo, siempre necesa­
rias en el trabajo intelectual. Más ade­
lante, en las páginas 96 y 97, hallará
una bibliografía especializada de fuen­
tes de información de recursos electró­
nicos y, por último, al final de la obra
hay una bibliografía de las obras con­
sultadas especialmente por el autor. To­
dos ellos son materiales necesarios y es­
pero que suficientes para guiar al lector
en este campo de la escritura científica.
Introducción
La normalización, el estilo y la edición1
1. La normalización
Pocieinos definir la voz normalización
como la actividad dedicada al estableci­
miento de disposiciones rclacionadas_con
problemas reales o potenciales para su
uso común s repelido, con el fin de ob­
tener un grado de orden óptimo en de­
terminado contexto, tales disposiciones
reciben eTTÍómBrc de normas, que pue­
den definirse como el «resultado de una
normalización realizada en un campo de­
terminado y aprobada por una autoridad
reconocida» (tso). ~
La normalización se apoya en resul­
tados comprobados técnica y científica­
mente, así como en la experiencia acu­
mulada en los más variados campos de
la cultura humana. Lejos de limitarse a
las industrias y sus productos, como se­
ria fácil suponer, se extiende a otras mu­
chas actividades, como pueden ser la do­
cumentación, la física, la química y la
bioquímica, la economía, la lingüística,
la lexicografía, la bibliotcconomía, etcé­
tera. Por ceñirnos a la documentación y
al escrito, que es lo que prioritariamente
nos interesa aquí, las normas nacionales
e internacionales afectan a
1) los nombres de países;
2) la trasliteración de escrituras;
3) la terminología de la información
profesional y de la documentación;
4) la codificación informática de los
juegos de caracteres;
5) la estadística de los documentos y
de las bibliotecas;
6) la identificación y descripción de
documentos.
Para ello, varios organismos naciona­
les e internacionales se dedican a la pro­
ducción de normas. Por ejemplo, la bsi
(British Standards Institution ‘Institución
Británica de Normalización’), la ansí
(American National Standards Instituto
‘Instituto Nacional de Normalización
1 Los temas tratados en esta introducción pueden ampliarse mediante la consulta de obras y
trabajos específicos como los que se mencionan en la bibliografía que figura en el párrafo 5,
especialmente el apartado S.2, páginas 48 ss. También puede resultar útil la consulta de obras y
trabajos concretos de la bibliografía general situada al final de la obra, páginas 647-653.
31
la normalización, el estilo y la edición
Estadounidense’), la a st m (American
Society for Testing Materials ‘Sociedad
Norteamericana para el Ensayo de Ma­
teriales’, fundada en 1898), la d ipm
(Bureau International des Poids et Me­
sures ‘Oficina Internacional de Pesas y
Medidas’, fundada en París en 1875) y
la ifla (International Fedcration of Li-
brary Associations and Institutions ‘Fe­
deración Internacional de Asociaciones
de Bibliotecarios y de las Bibliotecas’).
Las normas se publican por esos or­
ganismos en forma de documentos en
los que se explicitan una serie de condi­
ciones que deben cumplirse. Tales orga­
nismos se intercambian las normas pro­
ducidas por cada uno de ellos, las cua­
les sirven asimismo de base a la iso y a
otras organizaciones nacionales e inter­
nacionales para la redacción de sus nor­
mas internacionales.
1.1. Los orígenes de la normalización
La preocupación por el establecimien­
to de un sistema de unidades que permi­
tiera ordenar el comercio y la industria
no es nueva en la historia de la humani­
dad. Fuentes Arderiu (1996, 12) ofrece
la siguiente lista de hechos:
— dos siglos y medio antes de Cris­
to, en Egipto estaba normalizada
la medida de los ladrillos;
— en el Imperio romano se estable­
cieron especificaciones sobre las
longitudes y los pesos de las cañe­
rías para la conducción de agua;
— en 1234, Jaime I estableció la Mit-
gera de Monells, un medidor de
grano vaciado en la piedra calcá­
rea, como patrón para la medida
de cereales en Gerona;
— en el siglo xvt se consolida en Eu­
ropa la notación musical actual;
— en torno al año 1850 se introdujo
el llamado sistema Didot para la
normalización internacional de los
caracteres tipográficos;
— en 1872 se dio el primer intento
internacional de normalizar la no­
menclatura en química orgánica
con la Nomenclatura de Ginebra;
— en 1875 se creó la Oficina Inter­
nacional de Pesas y Medidas.
En el siglo xx llega a su cima el
esfuerzo normalizador. En 1917 se crea
en Alemania el Comité de Normas para
la Ingeniería Mecánica General, trans­
formado después en el Instituto Alemán
de Normalización, que crea y publica
las famosas normas d in (del nombre en
alemán del propio instituto: Dcutschcs
lnstitut fiir Normung). En octubre de
1946 se funda en Londres el organismo
normalizador mundial, la iso (Interna­
tional Organization for Standardizaron
‘Organización Internacional de Norma­
lización’), con el objetivo de coordinar
y unificar las normas internacionales.
En marzo de 1961 se funda en París el
c e n (Comité Europeo de Normalización)
para fomentar la implantación de las nor­
mas iso en Europa, establecer las suyas
propias y armonizar las ya existentes en
los países europeos.
En España existía el lratra (Instituto
Nacional de Racionalización del Traba­
jo), que en enero de 1973 cambió su
nombre por el de Iranor (Instituto de
Racionalización y Normalización) y en
1986 por el de Aenor (Asociación Espa­
ñola de Normalización y Certificación),
entidad reconocida actualmente para de­
sarrollar tareas de normalización y cer­
tificación en nuestro país.
1.2. La aplicación de las normas
Es indudable que el hecho de que exis­
tan organizaciones internacionales y na-
3 2
la normalización
cionaics que se encargan de normalizar
en campos científicos generales o con­
cretos solo debe merecer aplauso. Cues­
tión bien distinta es que las normas emi­
tidas por tales organismos hallen entre
los potenciales usuarios el eco que por
naturaleza deberían hallar. Hay que de­
cirlo con claridad: en algunos casos, las
normas internacionales o nacionales no
han hallado eco, no se emplean. ¿A que
se debe este fenómeno, siendo así que
todos deseamos actuar de acuerdo con
unas normas, mejor que convertir la co­
municación científica en un campo de
Agramante? Las causas son varias y a
veces muy complejas.
En primer limar, el desajuste entre la
existencia de la norma y su no aplica­
ción por los usuarios puede deberse a la
ignorancia por parte de estos, pero a ve­
ces sé rféhejl hecho de que algunas nor­
mas internacionales no hacen otra cosa
que reflejar los usos y costumbres dej
rnundo anglosajón, tan distintos en al­
gunos aspectos de los que en igual caso
corresponden al mundo latino, y los or­
ganismos de alcance nacional se limi­
tan, la mayor parte de las veces, a tradu­
cir las normas internacionales, sin adap­
tación alguna a los usos y las"costum-
bres locales.
En segundo limar, porque, como se
ha apuntado, algunas normas con voca­
ción de universalidad chocan con usos_£
costumbres distintos y no son aceptadas
por los usuarios.
En tercer lugar, porque los organis;
mos internacionales y nacionales no solo
no permiten que sus normas de campos
concretos y específicos sean divulgadas
por otros autores o entidades pertene­
cientes a esos mismos campos y así da­
das a conocer a quienes deben cumplir­
las, sino que para autorizarlosql ¡citan
derechos desorbitados que hacen pToTTf-
bitivo reproducirlas y darlas a conocer
para que sean aplicadas. Esto contribu­
ye al desconocimiento de las normas y a
su correlativo incumplimiento por quie­
nes deberían ajustarse a ellas al escribir.
Conclusión: Los organismos interna­
cionales y nacionales siguen trabajando,
pero el fruto de su trabajo ejerce, a ve­
ces, poca influencia precisamente en el
terreno donde sus normas deberían ser
conocidas, estudiadas, discutidas y, fi­
nalmente, aplicadas. Esto aumenta la
frustración de quienes escriben para pú­
blicos especializados que esperan del au­
tor una guía segura en el marasmo de
opiniones y criterios aplicables a la ma­
teria de estudio y escritura. Ante esta
situación, las entidades, en especial los
gremios y asociaciones profesionales, así
como las editoriales, tanto bibliológicas
como hemerológicas, crean sus propias
normas y aumentan así, si cabe, el mare-
magno existente. El perjudicado es el
usuario potencial de las normas, bom­
bardeado por los organismos internacio­
nales y nacionales y además por cada
una de las empresas o entidades para las
que trabaja, aparte de los autores que
mantienen criterios divergentes en rela­
ción con los hechos culturales que les
afectan. Se me ocurre, pues, ofrecer a
los organismos implicados en estos pro­
blemas las siguientes sugerencias:
Saycrciu iu pi iincrij: Puesto que cier­
tas normas no tienen que ser (tal vez no
siempre pueden ser) necesariamente uni­
versales, en algunos casos |e deberían
crear normas particulares para sectores
mundiales y especializados que habría
que definir; por ejemplo, para el mundo
anglosajón, para el mundo latino, para
el mundo eslavo, para el mundo árabe,
etcétera. Este es el espíritu de la norma­
lización universal, pero no siempre se
cumple en todas partes. Pongo un solo
ejemplo: ¿por que empeñarse en que el
título del lomo de los libros se disponga
de arriba abajo, a la anglosajona (como
3 3
la normalización, el estilo y la edición
mandan las normas isa 6357-1985 y une
50-120-92), cuando en el mundo latino
se ha hecho tradicionalmentc al revés,
de abajo arriba, situación a la que se le
encuentran más ventajas por lo que res­
pecta a la lectura de esos textos? (Re­
cuérdese que esta disposición, con lec­
tura de abajo arriba, es la misma que se
aplica a los cuadros y grabados que se
disponen en la página en la misma posi­
ción por razón de su tamaño, de manera
que en las páginas pares la cabeza del
cuadro o grabado va al margen de corte
y en las impares va al margen de lomo.
Si se dispusieran al revés, para leer sus
contenidos habría que girar el libro en
dirección contraria a la de las agujas del
reloj, lo cual es más incómodo.)
Sugerencia--segunda:. Se deberla per­
mitir a los escritores la divulgación, den-
fro de trabajos más amplios, de las nor­
mas o partes de ellas que facilitan y uni­
fican el trabajo en un campo determina­
do. Por ejemplo, un bibliotecario debe­
ría poder reproducir algunas de las nor­
mas que afectan a su tema cuando escri­
be acerca de él. En un manual de estilo
se deberían poder reproducir algunas
normas internacionales o nacionales ne­
cesarias para la unificación de los crite­
rios de escritura. Todo ello, naturalmen­
te, con el conocimiento y la autoriza­
ción expresa de los organismos implica­
dos, para evitar abusos. Lo que no pare­
ce admisible es que para la reproduc­
ción de unas normas que no ocupan más
de cuatro o seis páginas se pretenda que
el autor abone por ellas una cantidad
que equivale a la totalidad de sus dere­
chos de autor sobre la obra producida.
Sugerencia tercera: Para facilitar
cumplimiento dé estas propuestas, los
Estados deberían, .contribuir jil sosteni­
miento de estas instituciones con algo
más que el reconocimiento oficial.
2. El estilo
Las publicaciones que a lo largo de la
historia se han creado para poner de ma­
nifiesto la necesidad de uniformidad de
criterios en lo relativo a todos los aspec­
tos de la escritura técnica y científica
desde un punto de vista profesional po­
drían dividirse en tres categorías:
— códigos tipográficos, empleados en
las imprentas y en las editoriales
bibliológicas (las que editan prin­
cipalmente libros) (v. § 2.2);
— libros de estilo, de empleo en los
periódicos y agencias de prensa
para la unificación de criterios en
el uso de la lengua, modelos de
redacción de los distintos textos in­
formativos (noticias, crónicas, re­
portajes, entrevistas, etcétera) (véa­
se § 2.3);
— manuales de estilo, que reúnen en
sí aspectos de los códigos tipográ­
ficos y de los libros de estilo y
que se destinan, especialmente en
las editoriales, sociedades y aso­
ciaciones científicas, a sentar las
bases de la escritura científica de
libros y revistas (v. § 2.4).
En principio, los tres tipos de publi­
caciones son distintos por su contenido
y su enfoque, así como en lo relativo a
sus destinatarios, como hemos visto. No
es extraño, sin embargo, que, desapare­
cidos o a punto de desaparecer lo que
pudiéramos considerar códigos tipográ­
ficos puros o estrictos, las publicacio­
nes actuales, destinadas a los diarios, las
agencias de prensa o las editoriales, se
denominen promiscuamente libros de es­
tilo o manuales de estilo, pese a que
entre unos y otros hay o debe haber al­
gunas diferencias, no solo de matiz, que
los distinguen.
Un código tipográfico es un conjunto
el estilo
de normas para la realización de un im­
preso, entre las cuales sobresalen las que
'se refieren a las grafías tipográficas. Al­
gunos códigos contienen también nor­
mas para la composición de ciertas par-
''féiTdel texto (por ejemplo, folios expli­
cativos, grafía de las firmas, disposición
de las citas) o de ciertos textos (por ejem­
plo, las notas, los índices, fas bibliogra­
fías, las cronologías). Se utilizaron en
las imprentas y en las editoriales”biblio-
logicas (las especializadas en ía edición
3é libros, no de revistas), y en la actua­
lidad sus contenidos suelen ?ormar par­
te de los manuales de estilo.
Los libros de estilo son publicaciones
generalmente normalivas en las que, en­
tre otras cosas, se dice cómo se escribe
una palabra deTeimtiladaJTas palabras
efue no deben usarse, los plurales queja
publicación cree que son los correctos y
la grafía elegida para los antropónimos
y"topónimos. Se utilizan en las editoria­
les que edítanTevistas científicas, en fos
periódicos y en las agencias de prensa.
Los manuales de estilo ofrecen capí;
tutos en los que se tratan Taifcuestiones
mas controvertidas en relación con un
Tipo de publicaciones determinadas (de
"medicina, biología, siquiatría, sicología,
ingeniería...), con doctrina sobre el pla­
gio, la redacción científica de un texto,
las normas de ética que afectan al escri­
tor científico y las que deben cumplirse
en la redacción de artículos de revistas,
las formas de hacer citas, etcétera,_y se
completa con aspectos más propios de
fflbros de estilo, como la escritura de los
antropónimos y topónimos, cuestiones
gramaticales y de ortografía, terminolo­
gía, etcétera. En muchos casos se enri­
quecen con normas de composición y
disposición de los textos, con lo cual se
trata de mostrar al usuario ciertas nor­
mas de ortotipografia que eran más pro­
pias de los códigos tipográficos. Sé uti­
lizan especialmente en las editoriales
científicas (las especializadas en la edi­
ción de revistas científicas), pero tam­
bién en las bibliológicas (libros), erTlas
“Tinívérsidades, entidades, etcétera.
2.1. La labor de los humanistas
La preocupación por la uniformidad
de criterios, por la depuración del estilo,
por la presentación pulcra y la realiza­
ción exacta de los originales destinados
a su publicación nace con la imprenta.
Seguramente con la aparición de la pri­
mera errata de que se tiene noticia en el
Psalmorum codex, impreso en Magun­
cia (Alemania) en 1457 por Johann Fust
y Peter Schóffer (decía Spalmorum en
lugar de Psalmorum), nacía tímidamen-
fe la necesidad de luchar contra el error
bibliológico, fuera del tipo que fuese.
Quienes se encargaron de fijar las re­
glas de la tipografía y de la ortografía
fueron los tipógrafos humanistas, a la
cabeza de los cuales hay que situar al
italiano Aldo Manuzio (h. 1449-1515),
al que siguen los franceses GcofroyTory
(h. 1480-1533) y los miembros tipógra­
fos de la familia Esticnne (empezando
por Ilcnri I, cabeza de la estirpe [1460-
1520], y siguiendo por Robcrt [1499-
1559] y Henri II [1531-1598], entre los
más importantes). En España, esta fun­
ción corresponde al humanista Elio An­
tonio de Nebrija (1441-1522: Gramáti­
ca de la lengua castellana, 1492; Re­
glas de orthographia en la lengua cas­
tellana, 1517).
2.2. Los códigos tipográficos
Los códigos tipográficos hallan sus
remotos antecedentes en ciertos manua­
les profesionales destinados a los cajis­
tas o compositores tipográficos (v. § 2.4).
Estos manuales, en los que se encucn-
35
la normalización, el estilo y la edición
tran normas de realización de los impre­
sos y de los cuales hay especímenes en
todas las lenguas, no son todavía ni si­
quiera códigos tipográficos propiamen­
te dichos. Se tiene un antecedente nota­
ble en la obra Orthotypographie, de Je­
rónimo Hornschuch, publicada en latín
en Leipzig en 1608 (traducida por Susan
Baddeley y publicada en París por Edi-
tions des Cendres en 1997). De hecho,
las obras que andando el tiempo se con­
vertirán en base de los códigos tipográ­
ficos y ortotipográficos surgen en Fran­
cia en 1723 con La Science pratique de
l ’imprimerie, de Martin-Dominique Fer-
tel, seguido, entre otros, por el Code des
corrections typograpliiques de Pierre-
Frangois Didot (1732-1793), considera­
do el primer código tipográfico propia­
mente dicho, y por el Traité de typogra-
phie, de Henri Foumier (1825); la Guide
pratique du compositeur d'imprimerie,
de Théotiste Lefevre (1855, seguida «casi
hasta el plagio» por Juan José Morato
en su obra de 1900, incluso en el título,
como él mismo confiesa); Les regles de
la composition typographique, de Désiré
Greffier (1898); Manuel pratique de
composition typographique, de Víctor
Bretón (1911), y otros, entre los que pue­
de mencionarse uno de los últimos, Ma­
nuel de typographie et de mise en page,
de Frangois Richaudeau (1989), y La
chose imprimée, dirigido por John Drey-
fus y Frangois Richaudeau (1987), tra­
ducido al español con el título de Dic­
cionario de la edición y de las artes grá­
ficas (1990).
En España hay un primer trabajo, Ins­
titución y origen del arte de la imprenta
y reglas generales para los componedo­
res, escrito hacia 1680 por Alonso Víctor
de Paredes. Contamos, además, con
obras de tratadistas tipógrafos destaca­
dos, entre los cuales descuellan el pri­
mer tratado español de tipografía, escri­
to por Juan José Sigüenza y Vera, el Me­
canismo del arte de la imprenta para
facilidad de los operarios que la exerzan
(1811). Le siguen, entre otros, el Ma­
nual del cajista y de la tipografía, de
José María Palacios (1845); el Manual
de la tipografía española, de Antonio
Serra y Oliveres (1852); el Manual de
la tipografía española, o sea el arte de
la imprenta, de José Famadcs Villamur
(1882); el Tratado de tipografía o arte
de la imprenta, de José Giráldcz (1884);
el Manual del cajista de imprenta, de
Francisco Bollo (1889); la Guía prácti­
ca del compositor tipógrafo, de Juan José
Morato (1900, «La obra especial mejor
orientada entre las de su clase en lengua
castellana», en palabras de Fernando
lluartc Morton); el Manual práctico del
cajista de imprenta, de Alvaro Fernán­
dez Pola (1904); la Cartilla del aprendiz
de cajista de imprenta, de Juan José Mo­
rato (1929); el Manual del cajista de
imprenta, de F. Fábregues y J. M. Saa-
vedra (1933); El libro del corrector: va­
demécum de los escritores y de los pro­
fesionales de la tipografía, de Pelegrín
Melús y Francisco Millá (1940); la Teo­
ría y práctica de la tipografía con no­
ciones de las industrias afines, de Vi­
cente Martínez Sicluna (1945); la Carti­
lla de tipografía para autores: prepara­
ción de originales y corrección de prue­
bas, de Fernando lluartc Morton (1955);
la Corrección de pruebas tipográficas,
de R. Ramos Martínez (1963); La com­
posición en artes gráficas, de Euniciano
Martín (2 vols., 1970 y 1974), y, de José
Martínez de Sousa, el Diccionario de
tipografía y del libro (1974), el Diccio­
nario de ortografía técnica (1987) y el
Manual de edición y autoedición (1994).
Pero tal vez el primer código tipográ­
fico propiamente dicho sea el titulado
Code des corrections typographiques de­
bido al impresor y librero francés Pierre-
Frangois Didot (1732-1793). Aparte de
los libros técnicos destinados a la forma-
3 6
el estilo
ción de cajistas y a la descripción del
oficio de componer textos y formar mol­
des de imprenta, el primer código tipo­
gráfico del siglo xx lo inicia en 1922 la
Société amicale des protes ct corrccteurs
(Sociedad Profesional de Regentes de
Imprenta y Correctores); la primera edi­
ción se publica después de dos años de
trabajo. En 1977, con el título de Cade
lypographiqtie: choix de regles ti I’usage
des auteurs el professioimels du lirre,
apareció en París la duodécima edición
bajo los auspicios del Syndicat natio-
nal des cadres et maitrises du livre, de
la presse et des industries graphiques; la
dccimosétima edición apareció también
en Paris en 1993, esta ve/ auspiciada
por la Fédération C. G. C. de la com-
munication.
En España no se ha editado nunca un
código tipográfico formal. Cuando más,
algunos folletos de normas para uso y
disfrute de una sola editorial. Se puede
poner el ejemplo, entre otros, de las nor­
mas internas de dos editoriales ya desa­
parecidas: Editorial Brugucra, Normas
para traductores y correctores de Edito­
rial Braguero (39 pp., 1971), y Edito­
rial Labor, Normas de trabajo (60 pp.,
1979), ambas impresas. Otras editoria­
les, como Seix Barral y Barral Editores,
de Barcelona como las anteriores, dis­
ponían de normas mecanografiadas des­
de 1969 (en ambos casos se titulaban
Normas de producción y eran muy pa­
recidas). Por desgracia, existe entre no­
sotros el prurito de que nadie lo hace
mejor que uno mismo, y ello nos lleva a
considerar que nuestro criterio es inme­
jorable. Sin embargo, las cosas están
cambiando últimamente. Los editores se
han dado cuenta de que ciertas correc­
ciones recurrentes les salen demasiado
caras, y, por otro lado, la entrada del
ordenador en la tipografía facilita el
aprovechamiento del trabajo de meca­
nografiado del autor y del traductor. Se
impone, pues, el establecimiento de unas
normas de trabajo que unifiquen crite­
rios y sirvan de guia tanto para autores
y traductores como para correctores de
estilo y para correctores tipográficos
(que asi «heredan» la responsabilidad
que anteriormente correspondía a los co­
rrectores de estilo).
2.3. Los libros de estilo
Antes de que dispusiera de sus pro­
pios libros de estilo, la prensa se había
valido, como es lógico, de los códigos
tipográficos por lo que respecta a la pre­
sentación gráfica (v. § 2.2), mientras que
en lo relacionado con el estilo de escri­
tura, especialmente con los aspectos gra­
maticales y léxicos, había que atenerse,
de forma general, a lo establecido por la
Academia Española en sus publicacio­
nes.
Los libros de estilo periodísticos son
un producto típicamente estadouniden­
se. Tal vez uno de los primeros, si no el
primero, sea el que en 1962 publicó el
New York Times, titulado The New York
Times slyle book for writers and editors,
que en 1977 publicó su segunda edición
con el título de The New York Times,
Manual ofstyle and usage. En 1978 apa­
reció el libro de estilo del Washington
Post, titulado The Washington Post desk-
book on slyle. The Times, de Londres,
tuvo desde 1970 hasta 1984 un libro de
estilo titulado Slyle book and spelling
words adopted hy The Times. En noviem­
bre de 1984 fue sustituido por las nor­
mas del Oxford dictionary for writers
and editors (editado por Clarendon
Press, 1981, puesto al día anualmente),
al que se añadían cinco páginas con las
diferencias propias del diario. Este dic­
cionario de escritores y directores ha sido
tomado también como base de su estilo
por otros muchos periódicos de lengua
3 7
la normalización, el estilo y la edición
inglesa, que se limitan a publicar unas
páginas en las que hacen constar sus pre­
ferencias expresivas. Por ejemplo, The
Guardian añade 55 páginas, tituladas The
Guardian slyle book.
El Nene Ziircher Zeitung, de Zúrich
(Suiza), tiene un libro de estilo de 88 pá­
ginas originado en un conjunto de nor­
mas al parecer iniciadas en 1968, que
actualmente se titula Sprachlich-Technis-
ches Vademécumfiir die Redaktoren, Ko-
rrespondenten und Mitarbeiter der Nene
Ziircher Zeitung, cuya segunda edición
es de 1982.
En España, los libros de estilo de la
prensa han proliferado desde los prime­
ros años ochenta. Desde el Manual de
español urgente (12.a ed., 1998), de la
Agencia Efe, que sirve de faro a mu­
chos periódicos nacionales y extranje­
ros («es el más antiguo de los publica­
dos en la comunidad de habla españo­
la», se dice en su prólogo), hasta el de
El Mundo (Madrid, 1996), pasando por
el de El País, que va ya por la 14.a edi­
ción (Madrid, 1998), el de La Vanguar­
dia (Barcelona, 1986), el de La Voz de
Galicia (La Coruña, 1992) y el de Abe
(Madrid, 1993). Su abundancia no va en
detrimento de la uniformidad de crite­
rios en gran medida, como se podría su­
poner, porque, en general (con pocas ex­
cepciones notables), se copian unos a
otros y las diferencias en lo relativo al
léxico y la ortografía son prácticamente
nulas. Se trata, más que de folletos (o
poco más), como suele ser habitual en
algunos periódicos extranjeros, de ver­
daderos volúmenes que suelen superar
las doscientas páginas. Con todo, debe
advertirse que algunos de estos libros
de estilo tienen poco interés y, en algu­
nos casos concretos, excesivos errores
de todo tipo.
También las emisoras de radio y tele­
visión tienen sus libros de estilo. Tal vez
el primero sea el que en 1980, con el
título de Manual de estilo para informa­
dores de radio, publicaron conjuntamente
Radiotelevisión Española y Radio Nacio­
nal de España, seguido, en 1985, por el
de Miguel Pérez Calderón, Libro de es­
tilo de los Servicios Informativos (obra
de escasa calidad y con excesivos erro­
res). En 1991 apareció el Libro de estilo
de Canal Sur Televisión, de Sevilla; en
1993, el Libro de estilo de Telemadrid,
y en el mismo año, el Manual de estilo
de tve, redactado por Salvador Mendieta.
En cuanto a las instituciones, se cuenta
con las siguientes obras: Manual de es­
tilo de! lenguaje administrativo, publi­
cado por el Ministerio para las Admi­
nistraciones Públicas (Madrid, 1990); el
Libro de estilo, redactado por Valentín
Arias López y publicado por la Conse-
lleria de Cultura e Xuventude, de San­
tiago de Compostcla (1993); Joan Sola
dirigió dos libros de estilo en catalán: el
primero, titulado Llibre d'estil, para la
C’aixa d’Estalvis i Pensions de Barcelo­
na (1991), y el segundo, titulado Llibre
d ’estil de l'Ajuntament de Barcelona,
para el Ayuntamiento de Barcelona (1995).
La Universidad Nacional de Educación
a Distancia (u n e d ) tiene también su li­
bro de estilo, el Manual de estilo, redac­
tado por José Romera Castillo y otros y
publicado en Madrid (1995).
Hay también una serie de libros de
estilo generales, cuya calidad y adecua­
ción a las propias necesidades habrá de
establecer el lector, previo análisis. Co­
nozco los siguientes: Libro de estilo uni­
versitario, de Carlos Arroyo Jiménez y
Francisco José Garrido Díaz (Madrid:
Acento, 1997); Manual general de esti­
lo, de Firmas Press (Madrid: Playor,
1994; obra que hay que consultar con
precaución); el Libro de estilo para ju­
ristas. de Antonio Millán Garrido (Bar­
celona: Bosch, 1997); el Libro de estilo
para universitarios, de Miguel Angel
Santos Guerra, Benjamín Mantecón Ra-
3 8
i n t r u i i i u i i .i
mirez y Cristóbal González Álvarez (Má­
laga: Miguel Gómez, 1995); Manual
práctico de estilo, de Ramón Sol (Barce­
lona: Urano, 1992).
2.4. Los manuales de estilo
Aunque algunos libros de estilo pe­
riodísticos llevan por título manual de
estilo, esta denominación suele reservar­
se para los libros de estilo editados por
Ípara las editoriales, ya que su conteni-
ó, disposición y aplicación son bien dis­
tintos de los que afectan al mundo pe-
riodistico. Aunque tienen como prece­
dentes históricos los códigos tipográfi­
cos y las normas ortotipográficas que
forman parte de los libros sobre técnica
tipográfica, en la actualidad estos libros
se alimentan tanto de los códigos tipo­
gráficos como de las normas para la edi­
ción científica (v. § 3).
Los manuales de estilo más antiguos
son el de la Oxford University Press
(1893) (Hart ’s rulesfor compositors and
readers al the Oxford University Press,
39.a ed., Nueva York, Oxford University
Press, 1983) y el de la Chicago Univer­
sity Press (1906) (The Chicago Manual
ofStyle, 14.aed., Chicago, University of
Chicago Press, 1993). Ambos manuales
tienen hoy un innegable prestigio inter­
nacional. Sin embargo, no nacieron di­
rectamente como manuales de estilo, sino
como reglas para uso de las respectivas
imprentas. En relación con esto, «La his­
toria del manual de la a pa [American
Psychological Association ‘Asociación
Norteamericana de Psicología’] es muy
representativa de lo que ha ocurrido a
este respecto en otros campos científi­
cos. Las siete páginas de las instruccio­
nes de 1929 pasaron a treinta y dos en
1944 y a sesenta en 1952, que es cuan­
do se publica la primera edición del ma­
nual como un suplemento de la revista;
fue publicada de forma independiente en
1957. [...]» (Emilio Delgado López-Có-
zar, 1998, 64-65).
De este tipo de obras, en España solo
disponemos del Diccionario de orto­
grafía técnica (José Martínez de Sousa,
Madrid: Fundación Germán Sánchez
Ruipérez, 1987, reimpr. 1999) y del Ma­
nual de estilo publicado por la revista
Medicina Clínica (Barcelona: Doyma,
1993). En catalán se cuenta con el Ma­
nual d'estil: la redacció i l ’edició de tex­
tos, de Josep M. Mestres y otros (Barce­
lona: Eumo, 1995), obra notable por su
riqueza y el orden expositivo.
3. La edición científica
El primer periódico científico, el
Journal des Savants, apareció por pri­
mera vez el 5 de enero de 1665 bajo la
dirección de Denis de Sallo, pero la no­
ción de edición científica aplicada a los
trabajos publicados en las revistas cien­
tíficas empieza a tomar cuerpo y a de­
sarrollarse a partir de los años cincuenta
del siglo xx, cuando las viejas revistas
se ven desbordadas por la abundancia
de ofertas de trabajos para su publica­
ción, trabajos generalmente mal escritos
y de escasas cualidades de legibilidad.
En los Estados Unidos, el American
Institutc of Biological Sciences (Institu­
to Estadounidense de Ciencias Biológi­
cas) de Washington publica en 1960 lo
que se considera el más antiguo de los
manuales para la enseñanza de la redac­
ción científica, el Style manualfor bio­
logicaljournals, cuya autoría correspon­
de a la Conference of Biology Editors
(concretamente, al Committee on Form
and Style). Las ediciones subsiguientes
(1964, 1972, 1978, 1983 y 1994) corren
a cargo del Council of Biology Editors
(Consejo de Editores de Biología), or­
ganismo que instituye un Committee on
3 9
la normalización, el estilo y la edición
Editorial Policy (Comité de Política Edi­
torial). En 1987 se tradujo al español la
quinta edición del Style mamut! con el
título de Manual de estilo: guia para
autores, editores y revisores en el cam­
po de la medicina y la biología (versión
española de Marta Pulido).
En Europa, la investigación en este
terreno es mucho más lenta y modesta.
En 1964, el editor Karger, de Basilea
(Suiza), edita un folleto con propuestas
de reglas de escritura científica. En 1970,
J. N. Maillard y J. P. Benhamou publi­
can L'árdele medical (París, L’Expansión
scientifique) y en 1973 aparece Com-
ment écrire, comment dire, en médecine,
de Roger Bénichoux (París: Masson,
1973).
Entretanto, el American National Stan-
dards Institute (ansí) de Nueva York pu­
blica en 1969 una norma para la abre­
viación de los títulos de las publicacio­
nes periódicas y en 1972 da a conocer
la «Preparación de los artículos científi­
cos para su presentación escrita u oral»,
en la que define la fórmula iMRaD(Intro-
duction, Material and Mcthods, Results
and Discussion ‘Introducción, material
y métodos, resultados y discusión’:
iMkyn), las cuatro partes en que desde
entonces se divide el artículo científico,
muy difundida actualmente (v. p. 104).
En 1978, un pequeño número de di­
rectores de revistas médicas generales,
más tarde conocido como el Grupo de
Vancouver, se reunieron en Vancouver
(Columbia Británica [Canadá]) para es­
tablecer las pautas relativas al formato
de los originales que los autores enviaban
a sus revistas. Sus normas para la uni­
formidad de los originales fueron publi­
cadas por primera vez en 1979. Actual­
mente, este grupo se ha convertido en el
International Committee of Medical
Journal Editors (icmje) (Comité Inter­
nacional de Directores de Revistas Mé­
dicas [cidrm]), que se reúne anualmente.
El comité elaboró en 1982 unos Requi­
sitos de uniformidadpara originales pre­
sentados a revistas biomédicas que en
1997 alcanzaron la quinta edición. Ac­
tualmente, más de quinientas revistas de
todo el mundo siguen y recomiendan es­
tas normas de uniformidad en la presen­
tación de originales. El objetivo de es­
tos requisitos es conseguir que los tra­
bajos que se presentan a las revistas
adheridas cumplan tales requisitos y las
revistas los acepten. Con ello se consi­
gue que el científico tenga la seguridad
de que su trabajo no será rechazado por
cuestiones formales. Es de alabar la de­
cisión del cidrm no solo de permitir la
copia y reproducción de sus normas, sino
también el hincapié que hace en que ello
suceda: «El comité anima a la distribu­
ción de este material». Compárese con
la actuación de la iso y de Aenor... (véa­
se § 1.2).
En los años setenta se funda en el
Reino Unido la European Association of
Science Editors (ease) (Asociación Eu­
ropea de Editores Científicos), que pu­
blica European Science Editing, boletín
de enlace entre los responsables de edi­
toriales científicas europeas y los profe­
sionales de la edición científica.
En España la preocupación por la pre­
sentación uniforme de los originales des­
tinados a revistas científicas es más tar­
día. Ilay trabajos desde los primeros años
setenta (por ejemplo, David Romano:
Elementos y técnica del trabajo científi­
co, 1973). También contribuyeron a la
aplicación creciente de normas científi­
cas obras como el Diccionario de orto­
grafía técnica, de José Martínez de
Sousa, destinado al mundo editorial en
general, pero no faltan dignos ejemplos
de preocupación por la uniformidad de
los originales destinados a revistas cien­
tíficas, como el ya mencionado Manual
de estilo, hasta el presente el único ma­
nual de estilo científico publicado en Es­
4 0
norma, uso y autoridad lingüística
paña, editado por la revista Medicina Clí­
nica, dirigido por Ciril Roznian y re­
dactado por un equipo de destacados es­
pecialistas en cada una de las materias
tratadas.
La edición científica, pues, ha hecho
que el cientificismo de la edición ad­
quiera una importancia enorme en los
tiempos actuales, en que la producción
literaria científica adquiere caracteres
preocupantes por su cantidad y disper­
sión.
4. Norma, uso y autoridad lingüística
Estrechamente ligados a la normali­
zación y al estilo se hallan los concep­
tos de norma, uso y autoridad. Ponga­
mos la última en primer lugar del análi­
sis: si el usuario del lenguaje, cualquie­
ra que sea su nivel, no acepta de buejja
gUñíTIa autoridad de las entidades en­
cargadas de legislar, de nacía sirve^qug
exista una norma, la cual, para su mayor
justificación, debe estar en consonancia
con un uso y servir como de eco o resor
nancia de el. El problema de la acepta­
ción de la autoridad se relaciona con la
facultad que esta tiene de legislar para
el individuo y no para sí misma. La fal­
ta de acuerdo entre lo que el uso esta­
blece y lo que registra la norma es otro
de los escollos con que tropieza quien
escribe. No es fácil que se llegue al ple­
no acuerdo de cuantas entidades en este
mundo se dedican a legislar en aspectos
que afectan al escritor (especialmente al
escritor científico), y tal vez eso sea lo
mejor que puede suceder, pero, así como
hay aspectos de la cultura que no recla­
man urgentemente una legislación, hay
otros que, por el contrario, necesitarían
un conjunto de reglas claro, sencillo y
fácilmente aplicable. Y necesitarían, ade­
más, que esa legislación sustituyera al
marasmo de usos y abusos actuales en
la escritura científica. Pero el problema
no está solo en las normas y en el uso:
está también en la autoridad.
4.1. Norma y uso
Una norma, en sentido lingüístico, es
el conjunto de reglas restrictivas que de­
finen lo que se puede utilizar en el uso
de una lengua si se ha de ser fiel a cier­
to ideal estético o sociocultural. La nor­
ma supone la existencia de unos usos
considerados"correctos y otros conside­
rados incorrectos, definidos ambos en
las gramáticas y ortografías normativas
y en los diccionarios del mismo corte.
La impone una institución reconocida
por la sociedad, institución que para el
español, tanto el europeo como el hispa­
noamericano, es la Real Academia Es­
pañola, fundada en 1713. Su función es
discutida, pero su autoridad sigue sien­
do mayoritariamente aceptada.
Sin embargo, una norma ortográfica
puede estar en vigor durante siglos pese
a que nadie la cumpla; y si una norma
no se cumple en absoluto, pese a lo cual
lodo funciona bien, es que la norma so­
bra. La última edición de la gramática
académica tiene, de hecho, más de se­
tenta años de antigüedad, puesto que la
edición de 1959 era en todo semejante a
la de 1931 y probablemente esta se pa­
recía mucho a la de 1920, cuyo prólogo
reproducen ambas, la de 1931 y la de
1959. Publicado el prometedor Esbozo
de una nueva gramática de la lengua
espatiola en 1973, desde entonces sigue
en estado de esbozo, puesto que la Gra­
mática de la lengua espatiola de Emilio
Alarcos Llorach (1994) y la Gramática
descriptiva de la lengua española de Ig­
nacio Bosque y Violeta Demonte (1999)
han sido publicadas por la Academia,
pero ninguna de ellas es «su» gramáti­
ca. Por lo que respecta al Diccionario
41
la normalización, el estilo y la edición
de la lengua española, el Diccionario
por antonomasia para quienes hablamos
y escribimos en español, arrastra tal can­
tidad de defectos lexicográficos, que su
consulta se convierte a menudo en un
engorro. Por poner un ejemplo, si se con­
sulta la palabra delegación, que es un
sustantivo femenino, la Academia res­
ponde con un verbo transitivo, puesto
que dice: «Acción y efecto de delegar»;
es decir, que para saber qué significa
delegación tenemos que consultar dele­
gar, la cual nos dará una respuesta ver­
bal, no sustantiva.
Así pues, no es de extrañar que el uso
vaya por delante de la norma, situación
que puede crear verdaderos problemas a
quienes desean mantenerse dentro de la
norma académica. Si la Academia ha de
admitir en su Diccionario palabras o sig­
nificados que tienen todos los méritos
para ello, debe hacerlo antes de que se
conviertan en problema.
4.2. Autoridad lingüistica
Debido a la delicadeza suma del arma
que maneja, el lenguaje, el escritor no
lingüista necesita con frecuencia apoyar
su criterio en la opinión de quienes me­
jor escriben o de quienes tienen conoci­
mientos acerca de la lengua. Para ello
busca el amparo de entidades como la
Real Academia Española o de obras que
le merecen confianza a la hora de resol­
ver sus problemas con la gramática y el
lenguaje. Ciertamente, es difícil para un
escritor basarse en una sola autoridad.
Se entiende que en una lengua como la
nuestra, donde se acepta de buena vo­
luntad la autoridad académica, esta no
responda siempre a las necesidades de
quien se dedica, por profesión o esporá­
dicamente, a dejar constancia escrita de
lo que piensa, siente u opina. Se dice
que los «buenos escritores» se convier­
ten en autoridad lingüística, pero el coji-
'eeptcTes'fáñ vago que resulta difícil de­
cidir que es ser buen escritor. Si nos re­
ferimos, como es habitual, a los clási­
cos, es obvio que su escritura nos pare­
ce excelente, pero muchas de sus fór­
mulas y formas ya no nos sirven hoy.
De hecho, muchas veces se convierten
en autoridades lingüísticas o para cues­
tiones lingüísticas escritores o tratadis­
tas que no son ni clásicos ni académi­
cos.
5. Bibliografía específica
para escritores y traductores
Tanto los escritores como los traduc­
tores necesitan rodearse de una bien nu­
trida biblioteca en la que figuren las
obras que emanan de las autoridades ofi­
ciales y también las de los autores en
los que el escritor deposite su confianza
a la llora de resolver sus problemas.
Trazar el contenido de una bibliogra­
fía es sumamente complejo. Tentativa­
mente se pueden proporcionar bibliogra­
fías o listas de libros especializados para
cada uno de los campos que a un autor
le pueden interesar, pero nadie como el
propio escritor o traductor para definir
sus necesidades bibliográficas y la for­
ma de satisfacerlas. A la hora de elegir
un libro, debe el usuario tomarlo en sus
manos y analizarlo aunque sea somera­
mente. En este análisis debería prestar
atención cuando menos a dos aspectos:
por un lado, el contenido, su alcance, su
profundidad, su tratamiento en la obra,
y por otro lado, la forma de presentarlo:
formato, tipografía, disposición en la pá­
gina, facilidad de lectura, etcétera. Si su­
ponemos que el usuario busca un dic­
cionario de lengua, debe tener en cuenta
que para los usos a que lo va a destinar
probablemente necesita que contenga
más de cuarenta mil entradas, ya que de
bibliografía específica para escritores y traductores
lo contrario tal vez en muchos casos no
responderá a su consulta por falta de da­
tos. La cantidad de contenido es, en cual­
quier caso, importante, pero esa cantidad
debe venir acompañada de la mínima ca­
lidad tanto en el tratamiento de la mate­
ria como en la forma de presentarla.
Partiendo de criterios muy parecidos
a estos, se ofrece seguidamente un ensa­
yo de bibliografía que puede resultar útil
a escritores y traductores. El hecho de
figurar en esta lista no es signo forzoso
de calidad. Las obras aquí mencionadas
son de calidades muy distintas, y algu­
nas incluso desechables. El lector debe
tener conocimiento de ellas, saber que
existen. Su elcccitSn, como he dicho an­
teriormente, debe ser el resultado de un
análisis personal de la obra para elegir
las que se ajusten a sus necesidades y
desechar las que no alcancen la catego­
ría suficiente.
5.1. Diccionarios
5.1.1. Diccionarios de lengua
5.1.1.1. Diccionarios normativos
Academia Española: Diccionario de la lengua
española, 21.a ed., Madrid: Espasa-Calpe,
1992.
5.1.1.2. Diccionarios descriptivos
Diccionario general de la lengua española ilus­
trado Vox, Barcelona: Biblograf, 1997; antes.
Diccionario general ilustrado de la lengua
española Vox. abreviado dgile.
Diccionario general de la lengua española Vox,
Barcelona: Biblograf, 1997; antes, Dicciona­
rio actual de la lengua española, abreviado
DALE.
Diccionario Salamanca de la lengua española,
Madrid: Santillana, 1996.
Diccionario de uso del español (Clave), Madrid:
sm, 1996.
Gran diccionario de la lengua española, Barce­
lona: Laroussc Planeta, 1996.
M o l in e r , M a ría : Diccionario de uso del espa­
ñol, 2 v o ls ., 2 .a e d ., M a d r id : G rc d o s , 1 99 8
(1 .a e d ., 1 96 6 y 1 9 6 7 ).
— Diccionario de uso del español, ed. abrev.,
Madrid: Credos, 2000.
S e c o , Manuel, Olimpia A n d r é s y Gabino Ra­
mos: Diccionario del español actual, Madrid:
Aguilar, 1999.
5.1.1.3. Diccionarios de lengua
en soporte informático
Academia Española: Diccionario de la lengua
española [cd- rom J, Madrid: Real Academia
Española, 1995.
Diccionario general de la lengua española Vox
[cd-rom], Barcelona: Biblograf, 1997.
Gran diccionario de la lengua española [cd-
rom). Barcelona: Larousse Planeta, 1996.
Mo lin er, María: Diccionario de uso del espa­
ñol [cd-rom], Madrid: Grcdos, 1996.
5 .1 .1 .4 . Diccionarios de lengua
en lenguas extranjeras
1) Para el inglés:
English Language Dictionary (cobuild), Glasgow:
HarpcrCollins, 1987.
English Learners 'Dictionary Chambers/Vox, 2.a ed.,
Barcelona: Biblograf, 1997; ofrece un conte­
nido en lengua inglesa con equivalentes en
español en sus acepciones.
Longman Dictionary o f the English Language,
Marlow: Longman, 1991.
New Oxford English Dictionary, 20 vols., Oxford:
Oxford University Press, 1989 (existe una edi­
ción en 2 vols., New Shorter Oxford English
Dictiomuy, Oxford: Oxford University Press,
1993).
Random House Dictionary o f the English Lan­
guage, Nueva York: Random House, 1987.
Webster’s Encyclopedic Vnabridged Dictionary
o f the English Language, Nueva York: Gra-
merey Books, 1989.
Webster's Third New International Dictionary,
Springfield, MA: Mcrriam Webster, 1986 (en
uno o tres volúmenes).
2) Para el francés:
Dictionnaire de la langue fran^aise, París: La­
rousse, 1995.
G irodet, Jean: Dictionnaire de la langue fran-
faise, 2 vols., París: Bordas, 1997.
Le grand Robert de la langue fran^aise: dic-
tionnaire alphabétique et analogique de la
4 3
Manual de estilo_de_la_lengua_espanola
Manual de estilo_de_la_lengua_espanola
Manual de estilo_de_la_lengua_espanola
Manual de estilo_de_la_lengua_espanola
Manual de estilo_de_la_lengua_espanola
Manual de estilo_de_la_lengua_espanola
Manual de estilo_de_la_lengua_espanola
Manual de estilo_de_la_lengua_espanola
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Manual de estilo_de_la_lengua_espanola
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Manual de estilo_de_la_lengua_espanola
Manual de estilo_de_la_lengua_espanola
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Manual de estilo_de_la_lengua_espanola

  • 1. José Martínez de Sousa Manual de estilo de la lengua española 2.a edición, revisada y ampliada í i H < B W tí h
  • 2. La s dos partes de que consta este Manualdeestilodelalenguaespañolatienen el mismo fin: ayudar aredactar bienycon propiedad aquienes diariamente handeenfrentarse con una cuartilla en blanco o una pantalla de ordenador vacia. La primera parte se propone ofrecer al lector los elementos básicos para conseguir una redacción correcta con sujeción a las exigencias del lenguaje normativo por un lado y de la escritura científica por otro. Se afrontan las normas para dominar el trabajo documental (fuentes de consulta, citas, notas, remisiones, cuadros, referencias bibliográficas —incluidas las de recursos electrónicos—), la escritura (autor, obra y destinatario, la redacción, las relaciones sintácticas, nivel de lengua y registro lingüístico, etcétera), la bibliología (comité editorial, el trabajo de edición, el original, la diacrisis tipográfica, la letra de imprenta, organización externa e interna de la obra y trabajo de producción). La segunda parte ofrece, en orden alfabético, un conjunto de materias que pueden ser objeto de atenta lectura o mera consulta para resolver los múltiples problemas con que el destinatario se puede tropezar al construir su discurso. Por ejemplo, todo lo relativo a la onomástica (antropónimos y topónimos principalmente,pero también alias, seudónimos, sobrenombres, etcétera),entidades, instituciones, nombres comerciales, tratamientos, símbolos, signos, sistema internacional de unidades, alfabetos como el árabe, el cirílico, el hebreo, etcétera, todo ello acompañado de las abreviaturas correspondientes al tema tratado cuando es pertinente, asi como una amplia cjcmplificación en cada caso y un número notable de cuadros. Eldestinatarionatural de esta obra es toda persona que deseeescribirypresentar un trabajo que sea legible desde todos los puntos de vista. Asi, prestará buenos servicios a escritores y redactores en general, pero en particular a científicos y técnicos, traductores, profesores, periodistas, correctores de estilo ytipográficos, investigadores, editores literarios y científicos, etcétera. En él hallarán respuestas para sus preguntas, certezas para sus dudas, soluciones para sus problemas y explicaciones adecuadas para las cuestiones más enrevesadas y complejas que necesariamente se presentarán en cuanto comiencen a escribir. ISBN 84-9704-022-8 9 “788497 040228 MANUAL DE ESTILO DE LA LENGUA MARTINEZ RJ2003 RI/BT T014110001
  • 3. José Martínez de Sousa MANUAL DE ESTILO DE LA LENGUA ESPAÑOLA Ediciones Trea, S. L.
  • 4. BIBLIOTECONOMÍA Y ADMINISTRACIÓN CULTURAL - 38 Primera edición: marzo del 2000 Segunda edición: septiembre del 2001 Primera reimpresión: marzo del 2003 © José Martínez de Sousa, 2000, 2001 © de esta edición: Ediciones Trea, S. L., 2001 María González La Pondala, 98, nave D 33393 Somonte-Ccnero. Gijón (Asturias) Tcl.: 985.303.801. Fax: 985.303.712 Correo electrónico: lrea@trea.es Dirección editorial: Alvaro Díaz Huid Producción: José Antonio Martín Cubiertas: Impreso Estudio (Oviedo) Impresión: Gráficas Apcl, S. L. (Gijón) Encuadernación: Encuadernaciones Ciinadcvilla, S. L. (Gijón) Depósito legal: As.-398-2003 ISBN: 84-9704-022-8 Impreso en España - Printed in Spain Todos los derechos reservados. No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea éste electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, sin el permiso previo por escrito de Ediciones Trea, S. L.
  • 5. Para Pili, V ( ( ( < ( ( ( ( mujer con estilo ( ( < ( < ( ( ( ( ( ( ( ( ( ( ( c (
  • 6. índice pr e s e n t a c ió n : 17 5.1.2. Diccionarios bilingües: 44 PRÓLOGO A LA PKIMF.RA EDICIÓN: 23 5.1.3. Diccionarios monográficos: 44 PRÓI.OGO A LA SEGUNDA EDICIÓN: 26 5.1.4. Diccionarios ideológicos: 47 MANEJO DE LA OBRA: 27 5.1.5. Diccionarios etimológicos: 47 5.1.6. Diccionarios de usos y dudas: INTRODUCCIÓN 47 LA NORMALIZACIÓN, EL ESTILO 5.1.7. Diccionarios de sinónimos: 48 Y LA EDICIÓN 5.2. Libros y manuales de estilo: 48 5.2.1. En español: 48 1. La normalización: 31 5.2.2. En otros idiomas: 48 1.1. Los orígenes de la normalización: 5.3. Gramáticas y ortografías: 50 32 5.4. Otros temas: 51 1.2. La aplicación de las normas: 32 5.4.1. Lenguaje: 51 5.4.2. Manuales de tipografía y biblio­ 2. El estilo: 34 logía: 51 2.1. La labor de los humanistas: 35 2.2. Los códigos tipográficos: 35 2.3. Los libros de estilo: 37 PRIMERA PARTE 2.4. Los manuales de estilo: 39 EL TRABAJO INTELECTUAL 3. La edición científica: 39 1. El trabajo documental: 55 4. Norma, uso y autoridad lingüisti­ 1. Lasfuentes de consulta: 55 ca: 41 1.1. Fuentes de primera y de segunda 4.1. Norma y uso: 41 mano: 55 4.2. Autoridad lingüística: 42 2. Las citas: 56 5. Bibliografía especifica para escri­ 2.1. El estilo de la cita: 57 toresy traductores: 42 1. Cita directa: 57 5.1. Diccionarios: 43 2. Cita indirecta: 58 5.1. 1. Diccionarios de lengua: 43 3. Cita indirecta libre: 58 7
  • 7. índice 2.2. Citas de primera y de segunda mano: 58 2.3. Reproducción del texto de la cita: 58 1. Disposición de las citas: 58 2.4. Intervención en el texto de la cita: 59 2.5. Identificación del autor y de la procedencia de la cita: 63 1. La cita bibliográfica: 63 2. Sistema autor-año: 64 3. El sistema numérico: 65 4. Otros sistemas de identifica­ ción del autor de la cita: 65 3. Los derechos de autor, el derecho de cita y elplagio: 65 3.1. El derecho de autor: 65 3.2. El derecho de cita: 66 3.3. El plagio: 66 4. Las notas: 66 4.1. Función de las notas: 67 4.2. Contenido de las notas: 67 4.3. La llamada de nota: 67 4.4. Situación de la llamada: 69 4.5. Situación de las notas: 70 5. Las remisiones: 70 6. Los cuadros: 72 6.1. Título general del cuadro: 72 6.2. Las casillas: 73 6.3. El cuerpo del cuadro: 73 6.4. Los filetes en los cuadros: 73 6.5. Notas en los cuadros: 73 7. Las referencias bibliográficas y las bibliografías: 74 7.1. Referencias bibliográficas: 74 7.1.1. Problemas de las referencias bi­ bliográficas: 74 7.1.2. Datos de las referencias bibliográ­ ficas: 75 1. Zona de responsabilidad prin­ cipal: 75 1.1. El autor: 75 1.2. El autor individual: 75 1.3. El autor colectivo: 76 1.4. El autor corporativo: 77 1.5. El autor anónimo: 77 2. Zona del título: 78 2.1. Grafía del titulo: 78 2.2. Dos o más títulos: 78 2.3. El subtítulo: 78 2.4. Abreviaciones de títulos y subtítulos: 78 2.5. Títulos en caracteres no lati­ nos: 78 2.6. Títulos de capítulos o partes de monografías: 78 2.7. Título clave: 79 3. Zona de responsabilidad subor­ dinada: 79 4. Zona de la edición: 79 4.1. Grafía de la edición: 79 4.2. Pie editorial: 82 5. Zona de la descripción físi­ ca: 84 6. Zona de la colección: 85 7. Zona de las notas: 85 8. Zona del número normaliza­ do: 85 7.2. Las bibliografías de monografías y artículos: 85 7.2.1. Definición: 85 7.2.2. Ordenación de los datos: 85 7.2.3. Ordenación de las referencias: 85 7.2.4. Puntuación de las zonas y los ele­ mentos de las bibliografías: 86 7.2.5. Grafía tipográfica de las zonas y sus elementos: 89 7.3. Referencias bibliográficas de otros documentos: 90 7.3.1. Patentes; 90 7.3.2. Recursos electrónicos: 90 7.3.2.1. Zonas y grafías de las referencias de recursos electrónicos: 91 1. Responsabilidad principal: 91 2. Título: 91 3. Tipo de soporte: 91 4. Edición: 92 5. Fascículo: 92 6. Lugar de edición y editor: 92 7. Fecha de publicación o actua­ lización: 92 8. Partes y contribuciones: 92 9. Notas: 92 10. Disponibilidad y acceso: 93 11. Fecha de consulta: 93 8
  • 8. índice 12. Número normalizado: 93 Aplicación de los datos a los re­ cursos electrónicos: 93 la. Textos electrónicos, bases de datos, programas informáti­ cos: 93 1b. Partes de textos electrónicos, bases de datos, programas informáticos: 94 le. Contribuciones en textos elec­ trónicos, bases de datos, pro­ gramas electrónicos: 94 2a. Publicaciones seriadas elec­ trónicas completas: 94 2b. Artículos y otras contribucio­ nes en publicaciones seriadas 5. electrónicas: 95 5.1. 3a. Sistemas electrónicos de bo- 5.2. Ictincs de noticias, listas de 5.3. discusión (foros) y de men- 5.4. sajeria: 95 5.5. 3b. Mensajes electrónicos: 95 Bibliografía de referencias de re­ cursos electrónicos: 96 La escritura: 99 6. 6. 1. El autor, la obra y su destínala- 6.2. rio: 99 6.3. El autor: 99 6.4. La obra: 100 El artículo científico: 100 7. Las revistas científicas: 100 7.1. El destinatario: 101 La redacción: 101 Cómo se empieza: 102 Elementos de la redacción: 103 La titulación: 105 Las relaciones sintácticas: 105 La concordancia: 105 1. Reglas generales: 105 7.2. 2. La silepsis: 107 7.3. 3. El plural de modestia: 107 7.4. 4. El plural mayestático: 107 7.5. 5. La concordancia ad sénsum: 107 Orden de colocación de los ele- 8. mentos oracionales: 108 8.1. 1. Los elementos sintácticos: 108 2. Tipos de orden o construcción: 108 3. El hipérbaton: 109 4. Situación de los adjetivos: 109 Las aposiciones: 110 Nivel de lenguay registm lingüís­ tico: 111 Nivel de lengua: 111 Registro lingüístico: 112 Lenguaje marginal: 113 Lenguaje malsonante: 113 Ultracorrección: 113 Los recursos lingüísticos: 114 Presente y pasado históricos: 114 Los eufemismos: 114 Las perífrasis: 114 Los modismos: 115 Los sinónimos y otros -ónimos: 115 1. Los cuasisinónimos: 116 2. Los parasinónimos: 116 3. Los geosinónimos: 116 El lenguajefigurado: 116 La metáfora: 117 La metonimia: 117 La sinécdoque: 117 La hipérbole: 117 Problemas de redacción: 118 La ambigüedad: 118 1. Ambigüedad debida al orden de los elementos de la oración: 118 2. Ambigüedad por el uso de tiempos verbales y pronom­ bres: 118 3. El uso del gerundio: 118 4. Otras formas de ambigüedad: 118 La vaguedad: 119 Los anacolutos: 119 Anfibología u oscuridad: 119 Empobrecimiento: 119 Formas de expresión: 120 Los latiguillos: 120 3.3. 4. 4.1. 4.2. 4.3. 4.4. 4.5.
  • 9. ( 8.2. Las muletillas: 120 2. Extranjerismos ortográficos: 136 ( 8.3. Los lugares comunes: 120 2.1. El mimetismo ortográfico: 136 8.4. Los epítetos: 120 2.2. Anglicismos ortotipográficos: ( 8.5. Los oxímorones: 121 2.2.1. 136 Anglicismos ortográficos: 136 ( 9. Propiedad e impropiedad del len­ 1. El empleo de mayúsculas: 136 ( guaje: 121 2. El plural de las siglas: 137 3. La escritura de las décadas y ( 10. Los pleonasmos: 123 los años: 137 10.1. Pleonasmos correctos: 123 4. La puntuación de las cantida­ ( 10.2. Pleonasmos incorrectos: 123 des: 137 5. La numeración de apartados y ( 11. Incorrecciones de lenguaje: 124 párrafos: 138 ( 11.1. Los barbarismos: 124 6. El uso de la raya y el me­ 11.2. Las cacografías: 125 nos: 138 ( 11.3. Las cacologías: 125 7. El uso de las comillas: 138 11.4. Los dequcísmos y antidequcís- 8. Empleo de la coma: 138 mos: 126 9. Grafía de las abreviaturas: 139 11.5. Otras formas de barbarismo: 126 10. La construcción del diálogo: í 11.6. El gerundio: 127 139 c 11.7. Los solecismos: 127 2 2 2 Anglicismos tipográficos: 139 1. Omisión de la sangría: 139 c 12. Extranjerismos y voces extranje­ 2. Utilización de la versalita en ras: 127 las primeras palabras del pri­ ( 12.1. Extranjerismos: 127 mer párrafo: 140 t 12.2. Voces extranjeras: 128 3. Empleo de un cuadratín des­ 12.3. Préstamos y calcos: 129 pués de un punto y seguido: < 1. Los préstamos: 129 140 2. Los calcos: 129 4. Las llamadas de nota: 140 12.4. Latinismos: 129 2.3. Galicismos ortotipográficos: 140 12.5. Falsos amigos: 130 2.3.1. Galicismos ortográficos: 140 12.6. Xenismos: 130 2.3.2. Galicismos tipográficos: 141 2.4. El barbarismo ortográfico: 141 13. Aspectos sincrónicos y diacróni- cos de la lengua: 131 3. Elfetichismo de la letra: 141 13.1. Arcaísmos y neologismos: 131 3.1. Conservadurismo ortográfico: 141 13.2. Palabras obsolescentes y palabras 3.2. Alternancias grafemáticas: 142 históricas: 131 3.3. Neografismos: 142 13.3. Los anacronismos: 131 4. Los grupos cultos: 145 4.1. Los grupos consonánticos: 145 3. La ortotipografía: 133 4.2. Los grupos vocálicos: 145 1. La grafía, desde la letra hasta el 5. La abreviación en el lenguaje es­ texto: 133 crito: 146 1.1. Ortografía de la letra: 133 5.1. El empleo de abreviaciones: 146 1.2. Ortografía de la sílaba: 134 5.2. Abreviación del sintagma: 146 1.3. Ortografía de la palabra: 135 5.3. Abreviaciones de palabras y sin­ 1.4. Ortografía de la frase: 136 tagmas: 147 1.5. Ortografía del texto: 136 10
  • 10. 6. Los signos: 148 3.1.6. Blanco de cortesía en los arran­ 6.1. Signos ortográficos: 148 ques: 164 6.1.1. Clases de signos ortográficos: 3.1.7. Estética de la página tipográfi­ 148 ca: 165 1. Signos ortográficos diacríti­ cos: 148 3.1.8. Hojas de cortesía: 167 2. Signos ortográficos auxiliares: 4. El original: 167 148 4.1. Original en papel: 167 3. Signos ortográficos sintagmá­ 1. El formato: 168 ticos: 148 2. El texto: 168 6.1.2. Grafía de los signos ortográficos: 2.1. De una obra: 168 148 2.2. De una tesis: 168 1. Signos ortográficos diacríti­ 2.3. De un trabajo o artículo para cos: 148 una revista científica: 169 2. Signos ortográficos auxilia­ 4.2. Original en soporte informático: res: 150 169 3. Signos ortográficos sintagmá­ 4.3. Corrección de estilo y preparación ticos: 151 tipográfica: 170 6.2. Signos matemáticos: 154 4.4. Numeración de los capítulos y sus 6.3. Signos lexicográficos: 154 4.4.1. parles: 171 Numeración decimal de capítulos: 171 La alineación de los datos: 172■4. La bibliología: 155 4.5. 4.6. La composición del texto: 173 1. Tipos de editoriales: 155 4.7. La corrección de las pruebas ti­ pográficas: 175 2. El comité editorial y el comité de 4.7.1. Signos de corrección: 178 expertos: 155 1. Las llamadas: 178 2.1. El comité editorial: 155 2. Los signos: 178 2.2. La revisión por expertos: 156 4.8. La maqueta de compaginación: 179 2.3. Selección de la revista: 158 4.9. Los índices alfabéticos: 179 2.3.1. Criterios de selección: 158 4.10. La alfabetización: 180 2.3.2. Fuentes para la selección: 158 2.3.3. Normas para la presentación de 5. La diacrisis tipográfica: 180 originales: 158 5.1. El concepto: 180 5.2. Aplicación de la diacrisis tipográ­ 3. El trabajo de edición: 159 fica: 182 3.1. Definición de la obra: 159 3.1.1. El formato del libro: 159 6. La tetra de imprenta: 184 3.1.2. Medidas de la página tipográfica: 6.1. La elección de la letra de impren­ 160 ta: 184 3.1.3. Dimensiones de los márgenes: 6.2. El estilo de la letra: 185 161 6.2.1. Las letras romana antigua y roma­ 3.1.4. Tipo de letra del texto: 161 na moderna: 185 3.1.5. Ojos, cuerpos e interlineados: 162 6.2.2. Las letras egipcia y paloseco: 186 1. La edad del lector: 162 6.3. La familia de la letra: 186 2. El tipo de texto: 162 6.3.1. Letra redonda: 186 3. La medida en ciceros de la caja 6.3.2. Letra cursiva: 186 de composición y el estilo de 6.3.3. Letra minúscula: 187 la letra: 162 6.3.4. Letra versalita: 187 11
  • 11. índice 6.3.5. Letra mayúscula: 188 6.3.6. Letra fina y letra normal: 188 6.3.7. Letra seminegra o seminegrita: 188 6.3.8. Letra negrita: 189 6.3.9. Letra estrecha y letra ancha: 189 6.3.10. Letra subíndice: 189 6.3.11. Letra superíndice: 189 7. Organización exlerna de la obra: 190 7.1. División externa de la obra: 190 7.1.1. Los tomos: 190 7.1.2. Los volúmenes: 191 7.2. División interna de la obra: 191 7.2.1. Macroestructura textual: 191 1. Los tomos: 191 2. Los libros: 191 3. Las partes: 191 4. Las secciones: 191 7.2.2. Microestructura textual: 192 1. Los capítulos: 192 2. Los subcapítulos: 192 3. Los párrafos: 192 4. Los apartados: 192 5. Los subapartados: 192 6. Los subsubapartados: 192 7.3. La forma de los párrafos: 192 7.3.1. Párrafo ordinario: 193 7.3.2. Párrafo moderno o alemán: 193 7.3.3. Párrafo francés: 193 7.3.4. Párrafo en bandera o composición quebrada: 193 7.3.5. Párrafo en bloque: 194 7.3.6. Párrafo español: 194 7.3.7. Párrafo en base de lámpara: 194 7.3.8. Composición en base de lámpara invertida: 195 7.3.9. Composición epigráfica: 195 8. Organización interna de la obra: 195 8.1. Los principios del libro: 195 1. Páginas de cortesía: 195 2. Portadilla o anteportada: 195 3. Contraportada: 195 4. Portada: 196 5. Página de derechos: 196 6. Dedicatoria: 196 7. Lema, tema o epígrafe: 196 8. Textos de presentación de la obra: 196 9. Agradecimientos: 196 10. índice: 197 11. Listas: 197 8.2. El cuerpo del libro: 197 8.3. Finales del libro: 197 9. El trabajo de producción, impre­ sión y encuadernación: 198 9.1. La producción: 198 9.2. La impresión y la encuadernación: 198 SEGUNDA PARTE DICCIONARIO DE MATERIAS ÍNDICE DE m a t e r ia s: 203 a - z : 207-645 b ib l io g r a f ía : 647 ín d ic e a l f a b é t ic o : 655 12
  • 12. Lista de cuadros c ( ( ( ( ( ( ( ( ( ( P R IM E R A P A R T E A6. Antropónimos españoles: 233 A7. Derivados de antropónimos: 241 1. Abreviaturas utilizadas en biblio- A8. Acentuación de apellidos extran- ( grafía: 80 jeros: 251 2. Grupos cultos consonanticos y vo- A9. Signos del alfabeto árabe: 253 cálicos: 143 AI0. Signos usados en astronomía: 262 f 3. Clasificación de los signos orto- gráficos: 149 Bl. Símbolos de la Biblia en español: ( 4. Llamadas y signos empleados en 269 (corrección de estilo y tipográfi- B2. Símbolos de la Biblia en latín: 270 ca: 176 ( 5. La diacrisis tipográfica: 181 Cl. Algunos cargos y empleos: 279 (6 . Clases de letras tipográficas: 187 C2. Signos del alfabeto cirílico: 284 C3. Condecoraciones españolas: 289 ( C4. Denominaciones y símbolos de S E G U N D A P A R T E C5. las constelaciones: 292 Abreviaturas de cortesía: 294 ( (Al. Voces biacentuales admitidas por la Academia: 212 DI. Derivados de nombres de equipos ( A2. Palabras de acentuación dudosa: de fútbol españoles: 301 214 D2. Desinencias de la lengua españo- ( A3. Símbolos de los principales aero- la: 304 (puertos: 221 D3. Los nombres de las partes del día: 1. Del nombre al símbolo: 221 313 ( 2. Del símbolo al nombre: 222 D4. Abreviaturas y símbolos de los A4. Aplicación de los antenombres: 229 días de la semana: 314 t A5. Abreviaturas de los antenombres: EL Símbolos de los elementos quí- ' 230 micos: 326 c 13 (
  • 13. lista de cuadros 1. Del nombre al símbolo: 326 2. Del símbolo al nombre: 326 3. Nombres y símbolos desecha­ dos: 327 E2. Tipos de buques ingleses y esta­ dounidenses: 328 E3. Abreviaturas cronológicas: 334 El. Formatos clásicos de las fechas: 349 Gl. Abreviaciones de los grados: 361 G2. Signos del alfabeto griego: 363 Hl. Signos del alfabeto hebreo: 368 112. Abreviaciones de los términos ho­ rarios: 370 II. Símbolos de informática: 374 Ll. Abreviaturas comunes de las len­ guas más utilizadas: 387 L2. Locuciones latinas: 392 MI. Matrículas automovilísticas: 41 I 1. Internacionales: 411 2. España: 411 3. Italia: 412 4. Suiza: 412 M2. Los nombres de los meses: 415 M3. Símbolos y abreviaturas para re­ presentar los nombres de los me­ ses: 415 M4. Símbolos monetarios de uso co­ rriente: 417 M5. Las monedas y sus fracciones: 418 N 1. Nombres de personas, animales y cosas: 425 N2. Divisiones de la clasificación bio­ lógica: 427 N3. Alternancias acentuales en nom­ bres propios mitológicos: 430 N4. Notaciones musicales: 432 N5. Notación mayor y menor: 432 0 1 . Tipos de obras creadas: 436 02. Abreviaciones empleadas en obras musicales: 439 03. Onomatopeyas españolas: 442 1. De la palabra a la onomatopc- ya: 442 2. De la onomatopeya a la pala­ bra: 443 04. Abreviaturas de órdenes y con­ gregaciones religiosas: 446 1. Del nombre a la abreviación: 446 2. De la abreviación al nombre: 450 I’I. Prefijos y sufijos utilizados en es­ pañol: 467 P2. Periodicidad de las publicaciones periódicas: 482 P3. Símbolos de los puntos cardina­ les: 483 51. Siglas y acrónimos: 497 52. Denominaciones de los siglos: 523 53. Signos ortográficos, lógicos, mo­ netarios, musicales y matemáti­ cos más habituales: 524 54. Símbolos de los prefijos y unida­ des del sistema internacional: 544 55. Combinaciones posibles de pre­ fijos y unidades de los sistemas de medida: 545 1. De la palabra al símbolo: 545 2. Del símbolo a la palabra: 555 56. Plural de los símbolos del si: 566 T1. Símbolos topográficos de Brasil y Canadá: 580 T2. Abreviaturas y símbolos topográ­ ficos de los Estados Unidos: 581 T3. Símbolos de las comarcas de Ca­ taluña: 582 T4. Nombres de países con sus capi­ tales y gentilicios: 583 T5. Grafías toponímicas extranjeras: 600
  • 14. lista de cuadros T6. Abreviaciones de toponimia urba­ na: 611 2. De la abreviatura al tratamien­ to: 619 T7. Tratamientos de dignidades y car­ gos: 613 1. De la dignidad o cargo al tra­ Ul. Conversión de medidas y pesos: 624 tamiento: 613 2. Del tratamiento a la dignidad Zl. Nombres de los signos del Zodia­ co: 641 o cargo que lo recibe: 616 Z2. Signos del Zodiaco: 642 T8. Abreviaturas de tratamientos: 618 Z3. Las voces de los animales: 643 1. Del tratamiento a la abreviatu­ ra: 618 Z4. Nombres de los conjuntos de ani­ males: 644 1 5
  • 15. Presentación MV J L a k iín l z dk S o u sa lleva me­ dio siglo trabajando con la palabra, ya sea componiendo, corrigiendo, escribien­ do o leyendo textos. Sus dedos están encallecidos de apretar el bolígrafo o de percutir las teclas de una máquina de escribir o de un teclado de ordenador; sus ojos están cansados de leer origina­ les y pruebas a la espera de su publica­ ción. Pero, sobre todo, su mente ha esta­ do aquejada de la enfermedad que da pie a la sabiduría: su obsesiva inquietud por encontrar respuesta al porqué de las cosas. No se ha limitado a aprender los intríngulis de los diversos oficios que ha ejercido, sino que ha intentado siem­ pre comprender las tareas que cada uno de ellos conllevaba; y no solo por el puro deseo de entenderlos y dominarlos me­ jor, sino por el de perfeccionarlos. Bue­ na parte de sus obras (entre otras, el Dic­ cionario de tipografía y del libro, el Diccionario internacional de siglas y acrónimos, el Diccionario de informa­ ción, comunicación y periodismo y el Diccionario de lexicografía práctica) responden precisamente a esa necesidad. De no ser por el currículo que lo avala. podría parecer, si no pretencioso, sí al menos atrevido redactar un manual de estilo de la lengua española. En primer lugar, porque el estilo, tal como lo con­ cebimos hoy dia, no es cosa que pueda liquidarse compilando las reglas grama­ ticales que gobiernan una lengua (gra­ mática. ortografía, terminología), tarea ya ardua de por si y no exenta de posi­ ciones encontradas, sino que afecta al modo en que las unidades textuales que conforman un escrito son revestidas de forma gráfica y apariencia física (tipo­ grafía), a los métodos y técnicas que ayu­ dan al escritor a construir su discurso (redacción), a las normas y usos que re­ gulan la publicación (edición) y, por úl­ timo y no por ello menos importante, a las directrices éticas que deben guiar el proceder de los que escriben, traducen, corrigen y editan. Estamos, pues, ante un tema poliédrico y con aristas. Y en segundo lugar, porque no creo factible y menos aún eficaz, y así lo ma­ nifiesta también el autor en distintas par­ tes de este manual, reunir bajo un mis­ mo techo todas las peculiaridades del estilo en las distintas ramas del saber y
  • 16. presentación entornos profesionales. Porque, si bien es verdad que la lengua es la herramien­ ta común a todos los que producen y tratan textos escritos, también lo es que la manera en que estos se visten y ador­ nan en cada una de estas especialidades son extraordinariamente dispares. No obstante, si alguien en España está en condiciones de hacerlo sin perecer en el intento, esc es, sin lugar a dudas, Martínez de Sousa. Solo él posee los mimbres que permiten construir esa ces­ ta. De todas las cuestiones a las que an­ tes me referia y que caen bajo el amplio manto protector del estilo, Martínez de Sousa ya ha disertado monográficamente (Diccionario tic tipograjia y tic! libro. Diccionario tic bibliología y ciencias aji­ nes, Manual tic edición y autocilición. Diccionario de redacción y estilo. Dic­ cionario de ortografía de la lengua es­ pañola, Diccionario de usos y dudas de! español actual. Diccionario de ortogra­ fía técnica, Diccionario internacional de siglas y acrónimos. Diccionario de in­ formación, comunicación y /.'criollismo). Además, posee el arrojo necesario para afrontar retos difíciles. Qué podemos de­ cir de un hombre que ha osado propo­ ner una reforma de la ortografía españo­ la, aunque no haya gozado del eco que él pretendía, no por la esencia de sus propuestas, sino por carecer de la auto­ ridad de que están investidos los que tie­ nen poder para reglar la lengua. Se nos presenta, pues, un manual que pretende asistir y orientar a escritores, tanto literarios como científicos o técni­ cos (desde profesores hasta investigado­ res), editores de todos los ramos, técni­ cos editoriales, especialmente correcto­ res de estilo y tipográficos, periodistas, traductores...; en definitiva, que está di­ rigido a todos aquellos que participan de una u otra manera en el complejo acto de la comunicación escrita. Estén segu­ ros todos los destinatarios de este libro de que en él hallarán respuestas a sus preguntas, certezas para sus dudas, solu­ ciones a sus problemas, explicaciones para las cuestiones más enrevesadas. Es tan inmensa y abrumadora la ca­ tarata de conocimientos que aquí se des­ tilan, que todos los sedientos de conoci­ mientos lingüísticos, estilísticos o tipo­ gráficos podrán aplacar su sed en esta fuente. Pero, y tal vez no pueda ser de otro modo dada la amplia audiencia a la que se dirige, no todos quedarán igual­ mente satisfechos. Esta es al mismo tiem­ po la grandeza y la miseria de esta obra, l os autores y editores científicos, por referirme a aquellos a los que me siento más próximo y de los que puedo hablar con cierto fundamento, deberán seguir sirviéndose de los manuales y estándares defacto vigentes en cada disciplina. Las particularidades terminológicas imperan­ tes en cada campo y el seguimiento ma­ sivo que se hace en las distintas áreas de conocimiento de algunas de las normas que intervienen en la redacción de un trabajo científico, con especial mención ile los sistemas de citación y referencia- ción bibliográfica, así lo aconsejan. Hay que tener muy presente que los hábitos y prácticas de publicación son tan dis­ pares entre las diversas disciplinas, que lo más razonable es atenerse a las pau­ tas que, tras años de sesudos debates, han logrado imponerse a duras penas. Crear nuevas normas, por muy raciona­ les que estas sean y por mucha autori­ dad intelectual que posea quien las pro­ pugna, entorpecería más que ayudaría a la comunicación científica, liaste obser­ var lo que ha ocurrido con las normas iso (International Organization for Stan­ dardizaron) de publicación: no son co­ nocidas y, por ende, no son aplicadas, cuando se conocen son ignoradas 1 8
  • 17. olímpicamente. A pesar de lo dicho, los científicos, sobre todo los que siguen empleando el español como lengua para comunicar los resultados de sus investi­ gaciones, lamentablemente cada día me­ nos, podrán recurrir a este manual con la seguridad de que podrán hallar en él informaciones que no están a su alcance en ninguna obra escrita en castellano. Estamos, por otra parte, ante un ma­ nual de estilo atípico, si lo comparamos con los libros de estilo que para el consumo de la prensa se han publicado en España (Abe, El País...) o con ma­ nuales de estilo anglosajones de la sole­ ra del Chicago Style Manual, del Couneil fíiology Editors Manual, del American Medical Associalion Manual of Style o del Publicalian Manual ofllie American Psycliological Associalion. Ante todo, porque todas estas obras son de respon­ sabilidad colectiva. Aunque después de lo dicho sobre la personalidad del autor no nos puede extrañar, pues ya pode­ mos hacernos una idea de lo que es capaz. Por consiguiente, lo que más asombra de este monumental trabajo es que haya sido ejecutado en solitario, algo que ya sorprendió a uno de sus críticos, quien dudaba qué admirar más, si la ciencia o la paciencia de que hacia gala el autor. Pero es que, además, ni por la forma en que se estructura y dispone ni por el lenguaje que emplea es un libro de esti­ lo parangonable. Así, mientras que lo ha­ bitual en dichos manuales es organizar los temas de manera sistemática, des­ componiendo un tema en epígrafes y subepígrafes, en este manual, sin renun­ ciar a esta estructura (la parte primera de la obra sigue este camino), se opta, además, por ofrecer una lista alfabética de los términos pertinentes (segunda par­ te). Aquí reside uno de los principales activos y aciertos de la obra. La disposi­ ción en forma alfabética posibilita que cualquier persona, sin necesidad de dis­ poner de conocimientos previos, pueda consultarla con facilidad identificando el tema de su interés. Es, por otra parte, tal el cúmulo de entradas y de remisio­ nes a otras voces equivalentes o relacio­ nadas, que es difícil que el lector no pue­ da localizar el aspecto que le interese. Asimismo, está cuajado de cuadros, ilus­ traciones gráficas y ejemplos que per­ miten al lector interpretar correctamente la información que se le ofrece. De nue­ vo Martínez de Sousa nos vuelve a de­ mostrar su maestría en la confección de este tipo de obras. No hay que olvidar que es un experto reconocido, siendo au­ tor de un reputado manual con el que ha sentado cátedra en la materia (Diccio­ nario de lexicografía práctica). Acostumbran los manuales de estilo al uso a emplear un lenguaje claro, pre­ ciso, conciso y prescriptivo, cualidades que entiendo deben adornar las obras que se precien de llevar este nombre. De no ser asi, se corre el riesgo del rechazo por parte de escritores y editores. Y es que cuando un autor o un editor se ha­ llan en la zozobra de la duda necesitan, al igual que el enfermo que acude a su médico de cabecera, recetas que palien el mal y resuelvan el problema. Pues bien, que sepa el lector que en este libro no solo se le ofrecen recetas, sino que estas vienen aderezadas con explicacio­ nes, justificaciones, discusiones, en al­ gunos casos, a mi modo de ver, excesi­ vas para los fines de la obra, pero que estoy seguro de que harán las delicias de los amantes de la lengua y demás bibliólatras. Pero la búsqueda de respues­ tas racionales al porqué de la realidad es rasgo consustancial al autor. Al igual que su propensión natural a poner nombres a las cosas y a definir hasta lo indefini­ 1 9
  • 18. presentación ble. Su amor por la lexicografía le lleva a utilizar, e incluso a crear, términos irre­ prochables conceptualmente, pero de poco uso y ajenos al vocabulario del es­ critor y editor de a pie. Sirvan de botón de muestra los siguientes: editorial bi- bliológica, editorial hemerológica, edi- tologia científica, ortotipografia. Creo llegado el momento de calificar la obra. Lo mejor que se puede decir de un manual de estas características es que es útil. No hay que ir más allá de la lista de cuadros y figuras para darnos cuenta de la utilidad de este libro. Escritura de símbolos, números, fechas, unidades de tiempo, unidades de medida, nomen­ claturas, antropónimos, topónimos, abre­ viaturas de todas las clases y un largo etcétera. Pero no se detiene ahí, pues nos suministra orientaciones sobre cómo redactar títulos, citas, notas, referencias bibliográficas; sobre cómo emplear co­ rrectamente nuestro idioma (ortografía, léxico, gramática) o cómo hacer un di­ seño tipográfico coherente y estético gra­ cias a la información sobre tipos de le­ tras, líneas, párrafos, páginas, partes de una obra... Por todo ello, el Manual de estilo de la lengua española es una obra tic refe­ rencia fundamental para escritores, edi­ tores, traductores, correctores; una de esas obras que deben estar siempre a mano encima de la mesa de trabajo. Podría seguir añadiendo epítetos elogio­ sos, pero esta obra no los necesita. Mu­ chos de ellos, por manidos, han perdido realmente su valor. Si algún reproche pudiera hacérsele, es que llega en un momento inoportuno, por no haber vis­ to la luz antes. Su publicación, por va­ rias razones, no sólo era necesaria, sino urgente. En primer lugar, porque los medios profesionales de la edición es­ pañola, faltos de formación reglada, ca­ recen de la instrucción necesaria para desempeñar con el debido decoro su trabajo. Aunque esta obra no pueda su­ plir esas carencias educativas, sí por lo menos puede aliviarlas. En segundo lu­ gar, porque existen campos de la edi­ ción española, como el científico, don­ de la ausencia tic manuales de este tenor constituye, más que una laguna, un au­ téntico agujero negro. En tercer lugar, porque de haber nacido antes esta obra, hubiera prestado un servicio ecológico de primera magnitud, ahorrando el pa­ pel y la tinta que se han desperdiciado en la edición de algunos mal llamados manuales o libros de estilo. Ahora ten­ drá que cumplir otra función: evacuar la laguna de las obras que la han llenado de turbias aguas. Y en último lugar, porque las nuevas tecnologías de la in­ formación y la comunicación han con­ vulsionado el mundo de la edición. Si el ordenador y los procesadores de textos dotaron al acto de escribir y editar un texto de sencillez y rapidez sin prece­ dentes en la historia de la escritura, Internet ha aparecido como el más po­ tente medio de publicación que ha visto el hombre desde la irrupción de la im­ prenta. Al dar voz a los que antes no la tenían, ha hecho añicos el tradicional circuito de comunicación escrita que descansaba en la trilogía autor-edi- tor-lector. El editor, que venía actuando de filtro entre el autor y el lector, como un agente regulador de los flujos de la producción escrita, se ha visto desbor­ dado desde el momento en que el autor se transforma a la vez en editor de sus propios escritos. Miles de autores, antes anónimos, que soñaban con la posibili­ dad de ver sus palabras en letras de molde impresas en papel, han hecho realidad sus deseos y, aunque ahora sea en moldes virtuales, tienen la posibili­ dad de difundir sus pensamientos sin limitación alguna. Para todos ellos, este 20
  • 19. presentación V ( manual será herramienta que ayudará no solo a juntar palabras con cierto orden o a hilvanar ideas con sentido, sino a presentarlas con rigor no exento de belleza. Granada, octubre de 1999 ( ( ( ( ( ( ( ( ( ( ( ( ( ( ( ( ( ( ( ( ( c ( Conociendo al autor, estoy seguro de ( que este manual no se detendrá aquí. , Antes aun de haber visto la luz esta edi- x ción, ya estará pensando en la próxima, ( que, no me cabe duda, está asegurada. ( Emilio Delgado Lópf.z-Cózar , (
  • 20. Prólogo a la primera edición N_L iunca se había dado en español lina floración de libros de estilo como la aparecida, tanto en España como en His­ panoamérica, en los últimos veinte años: libros de estilo de periódicos, de televi­ siones, de radios, de universidades, de ayuntamientos, de cajas de ahorro... In­ cluso libros de estilo generales, sin un destinatario preciso. Parece como si de pronto se hubiera despertado la concien­ cia lingüística y normadora de las per­ sonas e instituciones que manejan el len­ guaje escrito en sus relaciones profesio­ nales con los demás. A primera vista, podría parecer que, si no fuera por el mantenimiento y la alimentación de la honrilla, sería prefe­ rible fundir todos esos libros y obtener un solo libro de estilo genérico que fue­ se útil a todo el mundo hispánico, aun­ que después cada periódico, ayuntamien­ to, universidad o entidad añadiese la in­ formación específica para su propio uso. Sin embargo, este proceder, que sería sin duda útil para los periódicos y algunas de las instituciones mencionadas, no lo sería para ninguna de las especialidades de la ciencia y de la técnica. Es obvio que un libro de estilo de un periódico sirve de poco en una caja de ahorro o en un ayuntamiento, que tienen necesida­ des expresivas distintas. Lo mismo su­ cedería, con más razón, en el campo de la biología, la medicina, la química, la bioquímica, la sicología, la siquiatría, la astronomía y en otras muchas especiali­ dades científicas y técnicas. Las abre­ viaciones, la terminología, la metodolo­ gía y otros aspectos son tan disímiles que, en efecto, cada uno de esos cam­ pos debe tener su propio manual de esti­ lo, y así sucede en otras lenguas en las que desde hace tiempo se ha tomado con­ ciencia de la importancia que tiene la emisión científica de mensajes. Un in­ conveniente, al parecer insalvable: esa situación contribuye a aumentar la falta de uniformidad general en la presenta­ ción de los trabajos para su publicación, ya que las normas fijadas por cada enti­ dad o institución no son necesariamente iguales que las de las restantes. La ex­ periencia en la aplicación de normas en el mundo editorial, sea el bibliológico o el hcmerológico, ya nos indica algo de esto: el lector no entiende cómo lo que es correcto en una publicación está 23
  • 21. prólogo prohibido en otra o a qué se debe que unos libros utilicen una determinada gra­ fía que es evitada cuidadosamente en otros. Esta situación afecta especialmente (dramáticamente, diría) a los escritores y, sobre todo, a los traductores y a los correctores de estilo y tipográficos, pero también a los profesores de todos los niveles de la enseñanza y demás profe­ sionales de la lengua. En muchos aspec­ tos de la grafía, no se sabe qué aplicar ni qué enseñar. También falta en el mercado un ma­ nual de estilo para las personas no espe­ cializadas, para los escritores de a pie, los que no pertenecen a un periódico, a una revista, a un ayuntamiento ni a una caja de ahorro y tampoco escriben ex­ clusivamente para un público científico o especializado. Me refiero a los escri­ tores que trabajan en o para una edito- tial, en su casa para sí o para otros, a los traductores, a los impresores y a los autoeditores, a los correctores de estilo y tipográficos, a las empresas de servi­ cios editoriales y también, cómo no, a las instituciones y entidades que emiten mensajes, a los periodistas y especialis­ tas que no tienen un manual de estilo que los guíe en sus dudas y los ayude a pergeñar y a presentar sus materiales escritos. También, claro, a quienes pre­ paran una tesis o han de presentar un trabajo de redacción del tipo que sea. Las dudas que se presentan al tratar de pergeñar un texto destinado a la pu­ blicación son de todos los colores y for­ mas. También son variopintas las mane­ ras de resolverlas. Un manual de estilo tiene la función de elegir, para una pu­ blicación o una entidad determinada, las grafías que autoriza y los usos que re­ chaza, así como la parte de documenta­ ción genérica que pueda resultar útil en función del tipo de escrito de que se trate, con las explicaciones oportunas cuando sean necesarias. Dice cómo se utilizan las abreviaciones (abreviaturas, abreviamientos, criptónimos, símbolos, siglónimos, siglas) y los alias y sobre­ nombres; cuándo se utiliza mayúscula y minúscula (documentos históricos, eda­ des, épocas; instituciones, entidades, or­ ganismos, organizaciones); cómo se es­ criben los antropónimos (nombres y ape­ llidos) y los topónimos (macrotopóni- mos, mesotopónimos y microtopónimos); cuál es la grafía de los nombres científi­ cos; cómo afectan al significado de las palabras las desinencias y prefijos y sufi­ jos; cómo se escriben los ejemplos, los títulos de obras creadas (libros, publica­ ciones periódicas, títulos de esculturas, pinturas, obras musicales y de teatro); qué grafía hay que conceder a los ex­ tranjerismos crudos o a los aclimatados a las peculiaridades de nuestra lengua; cuál es la grafía exacta y el significado preciso de una locución latina o el sig­ nificado de muchas siglas; cómo se uti­ liza un tratamiento o a quién correspon­ de una condecoración o la abreviatura de una orden religiosa... De todo ello, en esta obra hay información para satis­ facer las díalas de quien pueda necesitar tales materiales. El lector debe saber que no hay que buscar en un manual de estilo respues­ tas a cuestiones que hay que plantear a otras obras como los diccionarios de usos y dudas, por ejemplo. Un diccionario de usos y dudas nos dice, en relación con las palabras y sintagmas que registra, cuáles son los plurales que no se ajustan a las reglas ordinarias, la conjugación de los verbos irregulares, el régimen preposicional de algunas palabras, el gé­ nero de las palabras que lo presentan dudoso, la propiedad o impropiedad de ciertos términos, las palabras y construc­ ciones que hemos tomado impropia­ 2 4
  • 22. prólogo mente de otros idiomas y cuestiones se­ mejantes. El presente manual de estilo contiene información que puede resultar útil tan­ to a los científicos como a los técnicos y literatos. Sus normas y los datos que se aportan son comunes a todas las es­ pecialidades. Sin embargo. Itay aspec­ tos, sobre todo en lo relacionado con la metodología del trabajo y la forma de llevar a cabo ciertos extremos de la es­ critura científica, en los cuales sin duda cada uno debería seguir lo que los orga­ nismos pertinentes aconsejan para tales especialidades. Estas presentan necesi­ dades normativas distintas, de tal mane­ ra que, como se ha dicho antes, las nor­ mas de una pueden ser inútiles, o poco menos, para otra. Sin embargo, en todas las especialidades técnicas, científicas o literarias se usan, alfabetizan y traducen nombres de personas (antropónimos) y de lugares (topónimos), se escriben abre­ viaciones generales y especializadas, ci­ fras, tratamientos, etcétera. Por otro lado, escritores no especializados, periodistas, traductores, correctores de estilo y tipo­ gráficos, profesores, etcétera, pueden ne­ cesitar en algún momento la consulta de los datos que en este manual se ofrecen y que probablemente no van a hallar con facilidad en otros manuales. En muchos casos, el contenido de este libro se complementa con el de otras obras mías publicadas con anterioridad. No me ha parecido oportuno (por razo­ nes que no vienen al caso) repetir una y otra vez que es conveniente, si se desea dominar mejor el campo estudiado, con­ sultar tales obras, pero creo que aquí debo decir que es aconsejable conocer especialmente dos de ellas: el Dicciona­ rio de ortografía técnica (Madrid: Fun­ dación Germán Sánchez Ruipércz, 1987, 1999 [primera reimpresión]) y el Diccio­ nario de ortografía de la lengua españo­ la (Madrid: Paraninfo. 1996). En este ofi­ cio de escribir y corregir también pue­ den resultar útiles el Diccionario de re­ dacción y estilo (2.acd., Madrid: Pirámi­ de, 1997), el Manual de edición y auto- edición (Madrid: Pirámide, 1994, 1999 [reimpresión]), el Diccionario de lexico­ grafía práctica (Barcelona: Biblograf, 1995) y, finalmente, el Diccionario de usos r dudas del español actual (2.a ed., Barcelona: Biblograf, 1998). Me place dar las gracias por su ayuda a mis amigos Jon Akordagoikoetxca, Ra­ món Andrés, Alberto Lázaro Tinaut, Juan Gabriel López Guix, José Antonio Pérez Bouza, Silvia Scnz, Silvia Sesé y Ama­ llen Pons i Serra, de Barcelona; Luis M. García-Barrio, de Filadclfia (Estados Unidos); Gabriel María Verd (S. L), de Granada; Antonio López de Zuazo Algar y Bernardo Rcchea Bcrnal, de Madrid; José Antonio Cordón García, de Sala­ manca; Blanca Martínez Nieto y Ricard Sebastiá Simarro, dcTarrasa (Barcelona); Jorge de Buen Unna, de Tijuana (Méxi­ co); Manuel Anguiano Villegas (O. Carm.), de Roma (Italia), y Luisa Armán Lomba y Víctor Manuel Iglesias Viquei- ra, de Vigo (Pontevedra). Quiero dar especialmente las gracias a Emilio Delgado López-Cózar, profesor de la Universidad de Granada (amable presentador de esta obra), y a Karen Sha- shok, de la misma ciudad, especialistas en escritura científica y en edición de revistas científicas. Ellos revisaron aten­ tamente la primera parte y de ellos he aprendido mucho de lo que en ella digo. La responsabilidad última, naturalmente, es solo mía. José Martínez de Sousa
  • 23. Prólogo a la segunda edición V. J kac'Ias a la amable acogida que esta obra ha tenido por parte de los lec­ tores, en solo un año se ha agotado la primera edición. Ello permite al autor corregir y poner al día la materia, afinar las normas, adecuar los ejemplos, redis­ tribuir los datos en casos de necesidad y dotar al conjunto del orden y la claridad necesarios. Con este pulimiento, la obra cumplirá con sus fines con mayores ga­ rantías de seriedad y a plena satisfac­ ción de quienes la han adoptado como base de trabajo, estudio y consulta. En esta labor de corrección y puesta al día no he estado solo. Muchos ami­ gos me han escrito con sus listas de as­ pectos opinables y perfectibles. Debo confesar que me he aprovechado desca­ radamente de sus opiniones. No he esta­ do de acuerdo con todas y cada una de las notas que me han proporcionado, pero sí con la inmensa mayoría de ellas, lo que significa que los lectores de tex­ tos normativos en español son cada día más críticos y más sabios. Esto es bue­ no para la lengua y para la unificación de criterios en la escritura técnica y cien­ tífica, que es el fin que se propone la obra. Entre las personas que me han ayuda­ do, y a las cuales quiero mostrar mi agra­ decimiento más sincero, debo mencio­ nar a Eernando A. Navarro (especialmen­ te) y a Juan Francisco Crespo Hidalgo, Amadeo Pons i Serra, Xabicr Armenda- ritz González de Langarika, Concha F. París, Guillermo Calvo, María del Car­ men Ligarte García, José Santiago Mon­ tes y Jordi Minguell, entre otros. Me parece de justicia agradecer las criticas que la obra ha merecido. De las que conozco, debo destacar especialmen­ te las firmadas por Karcn Shashok, José Luis González, Asunción Escribano, Ma- rietta Gargatagli y José Antonio Millán. Merecen también mi gratitud los miem­ bros de la aeb (Asociación Española de Bibliología), presentadores de la obra en Salamanca, y los de la atic (Associació de Traductors i d’lntérprets de Catalu­ nya), organizadores de la presentación en Barcelona. También agradezco a María-Fernanda Poblet su excelente trabajo en la confec­ ción del índice alfabético con que se en­ riquece esta segunda edición. José Martínez ut. Sousa 2 6
  • 24. Manejo de la obra Con objeto de facilitar la consulta y obtener de ella los máximos beneficios, antes de sumergirse en los vericuetos de la obra, el lector debe tratar de com­ prender sus mecanismos y la forma en que se presentan sus contenidos, espe­ cialmente en lo que se refiere a la se­ gunda parte. Para la comprensión de la primera parte basta, en principio, con consultar el índice (pp. 7-12), en el que se expone la materia con sus divisiones y subdivisiones. F.stc índice se comple­ menta con la lista de cuadros y figuras (pp. 13-15), en el que se indican los que corresponden a cada letra, ya que el nú­ mero de cada cuadro va precedido de la letra en que está inserto. Por ejemplo, el cuadro de los nombres de países con sus capitales y gentilicios está en la entrada topónimos y lleva el número T5. Final­ mente, para los casos de duda acerca del lugar en que se trata una materia concreta, a partir de la página 655 se halla un completo índice alfabético con las entradas correspondientes a todas las materias contenidas en la obra. L.a segunda parte puede parecer más compleja, pero en el fondo no lo es. Se trata, en realidad, de una presentación alfabética de la materia, con desarrollo de cada una de sus entradas y remisiones internas de una voz a las voces relacio­ nadas directa o indirectamente con ella. De esta forma, es difícil que el lector se pierda, por cuanto siempre hallará una palabra relacionada con aquella que pro­ voca sus dudas, si es que de primera intención no ha dado con ella. Esta se­ gunda parte está precedida de un índice de materias (pp. 203-206) en el que apa­ rece una lista con todas las entradas, principales y secundarias, que la forman. En el tratamiento de las entradas, al fi­ nal, como último párrafo, suele haber una remisión general a las palabras rela­ cionadas con la de entrada o dependien­ tes de ella. Con esta información, el lec­ tor dará fácilmente con la materia que necesita consultar. La primera parte se destina a instruir al lector acerca de la forma de enfocar el trabajo intelectual y de redactar el tex­ to correspondiente. La segunda es, como se ha dicho, un diccionario en el que, por orden alfabético, se exponen las ma­ terias dudosas y las normas que afectan 2 7
  • 25. manejo de la obra a cada una de ellas desde el punto de vista de la definición, la grafía, la alfa­ betización, la traducción y otras particu­ laridades relacionadas con el empleo de lo que la respectiva entrada sugiere, con remisiones a otras voces para ampliar la información o relacionar unos términos con otros del mismo campo asociativo. Por ejemplo, todo lo relativo a los nom­ bres de pila está en antropónimo, pero también se registran términos como ape­ llidos, nombres, nombres de pila, nom­ bres de personas, con tratamiento pro­ pio o envío a antropónimo cuando es necesario, al tiempo que los aspectos concretos relacionados con un tipo de antropónimo se estudian en su voz; por ejemplo, cognomentos, alias o apodos, sobrenombres, seudónimos, bu general, en cada entrada el texto expone la nor­ mativa aplicable al caso. Sin embargo, a veces, para facilitar la comprensión de la norma, se proporciona un texto se­ cundario, en forma de nota o amplia­ ción. Esta se compone en texto menor, sangrado verticalmcnte y encabezado por una flecha (-►). Las remisiones a otros puntos o en­ tradas se indican con una flecha como esta: Si el lector se siente interesado en el conocimiento del fenómeno a que afecta la remisión, lo mejor es seguir la dirección de la flecha. En las citas textuales (por lo tanto, puestas entre comillas latinas), un signo igual (=) indica que en el original de donde se toma el texto que se reproduce hay punto y aparte. En las referencias al empleo de las mayúsculas en las respectivas entradas en que se trata de ellas, con frecuencia se habla de nombre genérico y nombre especifico (o solo genérico y específi­ co). En las denominaciones sintagmáti­ cas (las formadas por más de un térmi­ no), el nombre genérico (o solo genéri­ co) es el elemento común del conjunto, coincidente en otras denominaciones del mismo género, mientras que el segundo, el nombre específico (o solo específico), es el elemento distintivo, no coincidente con el de otra denominación, aunque esta comience con el mismo genérico. Por ejemplo, en un topónimo como bahía de Cádiz, bahía es el nombre genérico, y Cádiz, el específico; lo mismo puede decirse de bahía de Rosas, montañas Ro­ cosas, rio Ebro, cabo de Buena Espe­ ranza, etcétera; en una entidad o institu­ ción como Ministerio de Hacienda, la palabra Ministerio es el genérico, y Ha­ cienda, el especifico; lo mismo puede decirse de Ministerio de Industria, Di­ rección General de Pesca, Escuela Na­ val, etcétera; en un nombre comercial o similar como Hotel Reina Sofia. la pala­ bra Hotel es el genérico, y Reina Sofia. el específico; lo mismo vale para Bar García, Cafetería Rosa, Cine Pelavo, et­ cétera. Como se ve, en unos casos el genérico se escribe con inicial minúscu­ la y en otros con mayúscula. La regla aplicable se explica en la entrada co­ rrespondiente de la segunda parte. Las normas están siempre ejemplifi­ cadas. Cuando los ejemplos se escriben en párrafo aparte y son más de uno, solo el último lleva la puntuación que le co­ rresponda en función de cómo siga el texto subsiguiente (generalmente, tal puntuación es el punto). En los casos de ejemplos de alfabetización, las entradas con remisión se gradan de la misma ma­ nera que en principio se aconseja que emplee el lector cuando se encuentre en esa necesidad. Es decir, que para indicar que el texto de la remisión está inverti­ do, la grafía de esta remisión es: cataratas: v. Niágara, Cataratas Jcl, 2 8
  • 26. manejo de la obra pero en texto seguido habríamos escrito inlaralns del Niágara. A lo largo de la obra aparecen algu­ nas abreviaturas y algún que otro signo, pero en ambos casos son sobradamente conocidos; por ejemplo, sabido es que con v. c. C2 se le quiere decir al lector: «véase el cuadro C2» y con el signo í; seguido de una cifra le remitimos a un párrafo concreto. Por esta razón, y por la escasa cantidad de abreviaciones que aparecen en la obra y la trasparencia de las que se utilizan, se prescinde aqui de introducir una lista que, además de cor­ ta, sería en cierta manera redundante. Como el lector comprobará consultando la lista de cuadros, muchas de las entra­ das llevan uno con las abreviaciones más utilizadas en el tema al que aquellas se refieren. Véanse, por ejemplo, los cua­ dros I. A5, C5, 04, H3, Gl, H2, Ll, M3, 02, 04, T2, T6, T8. No obstante, algunas pueden quedar descolgadas, como las siguientes: al., alemán; c., cua­ dro; fr.. francés; /., inglés; <7., italiano; pon., portugués; /.. también; v. véase también. F.ntrc las páginas 43 y 52 se ofrece al lector una bibliografía estructurada que le servirá de gran ayuda en la elección de las obras de referencia, especialmen­ te los libros de estilo, siempre necesa­ rias en el trabajo intelectual. Más ade­ lante, en las páginas 96 y 97, hallará una bibliografía especializada de fuen­ tes de información de recursos electró­ nicos y, por último, al final de la obra hay una bibliografía de las obras con­ sultadas especialmente por el autor. To­ dos ellos son materiales necesarios y es­ pero que suficientes para guiar al lector en este campo de la escritura científica.
  • 27. Introducción La normalización, el estilo y la edición1 1. La normalización Pocieinos definir la voz normalización como la actividad dedicada al estableci­ miento de disposiciones rclacionadas_con problemas reales o potenciales para su uso común s repelido, con el fin de ob­ tener un grado de orden óptimo en de­ terminado contexto, tales disposiciones reciben eTTÍómBrc de normas, que pue­ den definirse como el «resultado de una normalización realizada en un campo de­ terminado y aprobada por una autoridad reconocida» (tso). ~ La normalización se apoya en resul­ tados comprobados técnica y científica­ mente, así como en la experiencia acu­ mulada en los más variados campos de la cultura humana. Lejos de limitarse a las industrias y sus productos, como se­ ria fácil suponer, se extiende a otras mu­ chas actividades, como pueden ser la do­ cumentación, la física, la química y la bioquímica, la economía, la lingüística, la lexicografía, la bibliotcconomía, etcé­ tera. Por ceñirnos a la documentación y al escrito, que es lo que prioritariamente nos interesa aquí, las normas nacionales e internacionales afectan a 1) los nombres de países; 2) la trasliteración de escrituras; 3) la terminología de la información profesional y de la documentación; 4) la codificación informática de los juegos de caracteres; 5) la estadística de los documentos y de las bibliotecas; 6) la identificación y descripción de documentos. Para ello, varios organismos naciona­ les e internacionales se dedican a la pro­ ducción de normas. Por ejemplo, la bsi (British Standards Institution ‘Institución Británica de Normalización’), la ansí (American National Standards Instituto ‘Instituto Nacional de Normalización 1 Los temas tratados en esta introducción pueden ampliarse mediante la consulta de obras y trabajos específicos como los que se mencionan en la bibliografía que figura en el párrafo 5, especialmente el apartado S.2, páginas 48 ss. También puede resultar útil la consulta de obras y trabajos concretos de la bibliografía general situada al final de la obra, páginas 647-653. 31
  • 28. la normalización, el estilo y la edición Estadounidense’), la a st m (American Society for Testing Materials ‘Sociedad Norteamericana para el Ensayo de Ma­ teriales’, fundada en 1898), la d ipm (Bureau International des Poids et Me­ sures ‘Oficina Internacional de Pesas y Medidas’, fundada en París en 1875) y la ifla (International Fedcration of Li- brary Associations and Institutions ‘Fe­ deración Internacional de Asociaciones de Bibliotecarios y de las Bibliotecas’). Las normas se publican por esos or­ ganismos en forma de documentos en los que se explicitan una serie de condi­ ciones que deben cumplirse. Tales orga­ nismos se intercambian las normas pro­ ducidas por cada uno de ellos, las cua­ les sirven asimismo de base a la iso y a otras organizaciones nacionales e inter­ nacionales para la redacción de sus nor­ mas internacionales. 1.1. Los orígenes de la normalización La preocupación por el establecimien­ to de un sistema de unidades que permi­ tiera ordenar el comercio y la industria no es nueva en la historia de la humani­ dad. Fuentes Arderiu (1996, 12) ofrece la siguiente lista de hechos: — dos siglos y medio antes de Cris­ to, en Egipto estaba normalizada la medida de los ladrillos; — en el Imperio romano se estable­ cieron especificaciones sobre las longitudes y los pesos de las cañe­ rías para la conducción de agua; — en 1234, Jaime I estableció la Mit- gera de Monells, un medidor de grano vaciado en la piedra calcá­ rea, como patrón para la medida de cereales en Gerona; — en el siglo xvt se consolida en Eu­ ropa la notación musical actual; — en torno al año 1850 se introdujo el llamado sistema Didot para la normalización internacional de los caracteres tipográficos; — en 1872 se dio el primer intento internacional de normalizar la no­ menclatura en química orgánica con la Nomenclatura de Ginebra; — en 1875 se creó la Oficina Inter­ nacional de Pesas y Medidas. En el siglo xx llega a su cima el esfuerzo normalizador. En 1917 se crea en Alemania el Comité de Normas para la Ingeniería Mecánica General, trans­ formado después en el Instituto Alemán de Normalización, que crea y publica las famosas normas d in (del nombre en alemán del propio instituto: Dcutschcs lnstitut fiir Normung). En octubre de 1946 se funda en Londres el organismo normalizador mundial, la iso (Interna­ tional Organization for Standardizaron ‘Organización Internacional de Norma­ lización’), con el objetivo de coordinar y unificar las normas internacionales. En marzo de 1961 se funda en París el c e n (Comité Europeo de Normalización) para fomentar la implantación de las nor­ mas iso en Europa, establecer las suyas propias y armonizar las ya existentes en los países europeos. En España existía el lratra (Instituto Nacional de Racionalización del Traba­ jo), que en enero de 1973 cambió su nombre por el de Iranor (Instituto de Racionalización y Normalización) y en 1986 por el de Aenor (Asociación Espa­ ñola de Normalización y Certificación), entidad reconocida actualmente para de­ sarrollar tareas de normalización y cer­ tificación en nuestro país. 1.2. La aplicación de las normas Es indudable que el hecho de que exis­ tan organizaciones internacionales y na- 3 2
  • 29. la normalización cionaics que se encargan de normalizar en campos científicos generales o con­ cretos solo debe merecer aplauso. Cues­ tión bien distinta es que las normas emi­ tidas por tales organismos hallen entre los potenciales usuarios el eco que por naturaleza deberían hallar. Hay que de­ cirlo con claridad: en algunos casos, las normas internacionales o nacionales no han hallado eco, no se emplean. ¿A que se debe este fenómeno, siendo así que todos deseamos actuar de acuerdo con unas normas, mejor que convertir la co­ municación científica en un campo de Agramante? Las causas son varias y a veces muy complejas. En primer limar, el desajuste entre la existencia de la norma y su no aplica­ ción por los usuarios puede deberse a la ignorancia por parte de estos, pero a ve­ ces sé rféhejl hecho de que algunas nor­ mas internacionales no hacen otra cosa que reflejar los usos y costumbres dej rnundo anglosajón, tan distintos en al­ gunos aspectos de los que en igual caso corresponden al mundo latino, y los or­ ganismos de alcance nacional se limi­ tan, la mayor parte de las veces, a tradu­ cir las normas internacionales, sin adap­ tación alguna a los usos y las"costum- bres locales. En segundo limar, porque, como se ha apuntado, algunas normas con voca­ ción de universalidad chocan con usos_£ costumbres distintos y no son aceptadas por los usuarios. En tercer lugar, porque los organis; mos internacionales y nacionales no solo no permiten que sus normas de campos concretos y específicos sean divulgadas por otros autores o entidades pertene­ cientes a esos mismos campos y así da­ das a conocer a quienes deben cumplir­ las, sino que para autorizarlosql ¡citan derechos desorbitados que hacen pToTTf- bitivo reproducirlas y darlas a conocer para que sean aplicadas. Esto contribu­ ye al desconocimiento de las normas y a su correlativo incumplimiento por quie­ nes deberían ajustarse a ellas al escribir. Conclusión: Los organismos interna­ cionales y nacionales siguen trabajando, pero el fruto de su trabajo ejerce, a ve­ ces, poca influencia precisamente en el terreno donde sus normas deberían ser conocidas, estudiadas, discutidas y, fi­ nalmente, aplicadas. Esto aumenta la frustración de quienes escriben para pú­ blicos especializados que esperan del au­ tor una guía segura en el marasmo de opiniones y criterios aplicables a la ma­ teria de estudio y escritura. Ante esta situación, las entidades, en especial los gremios y asociaciones profesionales, así como las editoriales, tanto bibliológicas como hemerológicas, crean sus propias normas y aumentan así, si cabe, el mare- magno existente. El perjudicado es el usuario potencial de las normas, bom­ bardeado por los organismos internacio­ nales y nacionales y además por cada una de las empresas o entidades para las que trabaja, aparte de los autores que mantienen criterios divergentes en rela­ ción con los hechos culturales que les afectan. Se me ocurre, pues, ofrecer a los organismos implicados en estos pro­ blemas las siguientes sugerencias: Saycrciu iu pi iincrij: Puesto que cier­ tas normas no tienen que ser (tal vez no siempre pueden ser) necesariamente uni­ versales, en algunos casos |e deberían crear normas particulares para sectores mundiales y especializados que habría que definir; por ejemplo, para el mundo anglosajón, para el mundo latino, para el mundo eslavo, para el mundo árabe, etcétera. Este es el espíritu de la norma­ lización universal, pero no siempre se cumple en todas partes. Pongo un solo ejemplo: ¿por que empeñarse en que el título del lomo de los libros se disponga de arriba abajo, a la anglosajona (como 3 3
  • 30. la normalización, el estilo y la edición mandan las normas isa 6357-1985 y une 50-120-92), cuando en el mundo latino se ha hecho tradicionalmentc al revés, de abajo arriba, situación a la que se le encuentran más ventajas por lo que res­ pecta a la lectura de esos textos? (Re­ cuérdese que esta disposición, con lec­ tura de abajo arriba, es la misma que se aplica a los cuadros y grabados que se disponen en la página en la misma posi­ ción por razón de su tamaño, de manera que en las páginas pares la cabeza del cuadro o grabado va al margen de corte y en las impares va al margen de lomo. Si se dispusieran al revés, para leer sus contenidos habría que girar el libro en dirección contraria a la de las agujas del reloj, lo cual es más incómodo.) Sugerencia--segunda:. Se deberla per­ mitir a los escritores la divulgación, den- fro de trabajos más amplios, de las nor­ mas o partes de ellas que facilitan y uni­ fican el trabajo en un campo determina­ do. Por ejemplo, un bibliotecario debe­ ría poder reproducir algunas de las nor­ mas que afectan a su tema cuando escri­ be acerca de él. En un manual de estilo se deberían poder reproducir algunas normas internacionales o nacionales ne­ cesarias para la unificación de los crite­ rios de escritura. Todo ello, naturalmen­ te, con el conocimiento y la autoriza­ ción expresa de los organismos implica­ dos, para evitar abusos. Lo que no pare­ ce admisible es que para la reproduc­ ción de unas normas que no ocupan más de cuatro o seis páginas se pretenda que el autor abone por ellas una cantidad que equivale a la totalidad de sus dere­ chos de autor sobre la obra producida. Sugerencia tercera: Para facilitar cumplimiento dé estas propuestas, los Estados deberían, .contribuir jil sosteni­ miento de estas instituciones con algo más que el reconocimiento oficial. 2. El estilo Las publicaciones que a lo largo de la historia se han creado para poner de ma­ nifiesto la necesidad de uniformidad de criterios en lo relativo a todos los aspec­ tos de la escritura técnica y científica desde un punto de vista profesional po­ drían dividirse en tres categorías: — códigos tipográficos, empleados en las imprentas y en las editoriales bibliológicas (las que editan prin­ cipalmente libros) (v. § 2.2); — libros de estilo, de empleo en los periódicos y agencias de prensa para la unificación de criterios en el uso de la lengua, modelos de redacción de los distintos textos in­ formativos (noticias, crónicas, re­ portajes, entrevistas, etcétera) (véa­ se § 2.3); — manuales de estilo, que reúnen en sí aspectos de los códigos tipográ­ ficos y de los libros de estilo y que se destinan, especialmente en las editoriales, sociedades y aso­ ciaciones científicas, a sentar las bases de la escritura científica de libros y revistas (v. § 2.4). En principio, los tres tipos de publi­ caciones son distintos por su contenido y su enfoque, así como en lo relativo a sus destinatarios, como hemos visto. No es extraño, sin embargo, que, desapare­ cidos o a punto de desaparecer lo que pudiéramos considerar códigos tipográ­ ficos puros o estrictos, las publicacio­ nes actuales, destinadas a los diarios, las agencias de prensa o las editoriales, se denominen promiscuamente libros de es­ tilo o manuales de estilo, pese a que entre unos y otros hay o debe haber al­ gunas diferencias, no solo de matiz, que los distinguen. Un código tipográfico es un conjunto
  • 31. el estilo de normas para la realización de un im­ preso, entre las cuales sobresalen las que 'se refieren a las grafías tipográficas. Al­ gunos códigos contienen también nor­ mas para la composición de ciertas par- ''féiTdel texto (por ejemplo, folios expli­ cativos, grafía de las firmas, disposición de las citas) o de ciertos textos (por ejem­ plo, las notas, los índices, fas bibliogra­ fías, las cronologías). Se utilizaron en las imprentas y en las editoriales”biblio- logicas (las especializadas en ía edición 3é libros, no de revistas), y en la actua­ lidad sus contenidos suelen ?ormar par­ te de los manuales de estilo. Los libros de estilo son publicaciones generalmente normalivas en las que, en­ tre otras cosas, se dice cómo se escribe una palabra deTeimtiladaJTas palabras efue no deben usarse, los plurales queja publicación cree que son los correctos y la grafía elegida para los antropónimos y"topónimos. Se utilizan en las editoria­ les que edítanTevistas científicas, en fos periódicos y en las agencias de prensa. Los manuales de estilo ofrecen capí; tutos en los que se tratan Taifcuestiones mas controvertidas en relación con un Tipo de publicaciones determinadas (de "medicina, biología, siquiatría, sicología, ingeniería...), con doctrina sobre el pla­ gio, la redacción científica de un texto, las normas de ética que afectan al escri­ tor científico y las que deben cumplirse en la redacción de artículos de revistas, las formas de hacer citas, etcétera,_y se completa con aspectos más propios de fflbros de estilo, como la escritura de los antropónimos y topónimos, cuestiones gramaticales y de ortografía, terminolo­ gía, etcétera. En muchos casos se enri­ quecen con normas de composición y disposición de los textos, con lo cual se trata de mostrar al usuario ciertas nor­ mas de ortotipografia que eran más pro­ pias de los códigos tipográficos. Sé uti­ lizan especialmente en las editoriales científicas (las especializadas en la edi­ ción de revistas científicas), pero tam­ bién en las bibliológicas (libros), erTlas “Tinívérsidades, entidades, etcétera. 2.1. La labor de los humanistas La preocupación por la uniformidad de criterios, por la depuración del estilo, por la presentación pulcra y la realiza­ ción exacta de los originales destinados a su publicación nace con la imprenta. Seguramente con la aparición de la pri­ mera errata de que se tiene noticia en el Psalmorum codex, impreso en Magun­ cia (Alemania) en 1457 por Johann Fust y Peter Schóffer (decía Spalmorum en lugar de Psalmorum), nacía tímidamen- fe la necesidad de luchar contra el error bibliológico, fuera del tipo que fuese. Quienes se encargaron de fijar las re­ glas de la tipografía y de la ortografía fueron los tipógrafos humanistas, a la cabeza de los cuales hay que situar al italiano Aldo Manuzio (h. 1449-1515), al que siguen los franceses GcofroyTory (h. 1480-1533) y los miembros tipógra­ fos de la familia Esticnne (empezando por Ilcnri I, cabeza de la estirpe [1460- 1520], y siguiendo por Robcrt [1499- 1559] y Henri II [1531-1598], entre los más importantes). En España, esta fun­ ción corresponde al humanista Elio An­ tonio de Nebrija (1441-1522: Gramáti­ ca de la lengua castellana, 1492; Re­ glas de orthographia en la lengua cas­ tellana, 1517). 2.2. Los códigos tipográficos Los códigos tipográficos hallan sus remotos antecedentes en ciertos manua­ les profesionales destinados a los cajis­ tas o compositores tipográficos (v. § 2.4). Estos manuales, en los que se encucn- 35
  • 32. la normalización, el estilo y la edición tran normas de realización de los impre­ sos y de los cuales hay especímenes en todas las lenguas, no son todavía ni si­ quiera códigos tipográficos propiamen­ te dichos. Se tiene un antecedente nota­ ble en la obra Orthotypographie, de Je­ rónimo Hornschuch, publicada en latín en Leipzig en 1608 (traducida por Susan Baddeley y publicada en París por Edi- tions des Cendres en 1997). De hecho, las obras que andando el tiempo se con­ vertirán en base de los códigos tipográ­ ficos y ortotipográficos surgen en Fran­ cia en 1723 con La Science pratique de l ’imprimerie, de Martin-Dominique Fer- tel, seguido, entre otros, por el Code des corrections typograpliiques de Pierre- Frangois Didot (1732-1793), considera­ do el primer código tipográfico propia­ mente dicho, y por el Traité de typogra- phie, de Henri Foumier (1825); la Guide pratique du compositeur d'imprimerie, de Théotiste Lefevre (1855, seguida «casi hasta el plagio» por Juan José Morato en su obra de 1900, incluso en el título, como él mismo confiesa); Les regles de la composition typographique, de Désiré Greffier (1898); Manuel pratique de composition typographique, de Víctor Bretón (1911), y otros, entre los que pue­ de mencionarse uno de los últimos, Ma­ nuel de typographie et de mise en page, de Frangois Richaudeau (1989), y La chose imprimée, dirigido por John Drey- fus y Frangois Richaudeau (1987), tra­ ducido al español con el título de Dic­ cionario de la edición y de las artes grá­ ficas (1990). En España hay un primer trabajo, Ins­ titución y origen del arte de la imprenta y reglas generales para los componedo­ res, escrito hacia 1680 por Alonso Víctor de Paredes. Contamos, además, con obras de tratadistas tipógrafos destaca­ dos, entre los cuales descuellan el pri­ mer tratado español de tipografía, escri­ to por Juan José Sigüenza y Vera, el Me­ canismo del arte de la imprenta para facilidad de los operarios que la exerzan (1811). Le siguen, entre otros, el Ma­ nual del cajista y de la tipografía, de José María Palacios (1845); el Manual de la tipografía española, de Antonio Serra y Oliveres (1852); el Manual de la tipografía española, o sea el arte de la imprenta, de José Famadcs Villamur (1882); el Tratado de tipografía o arte de la imprenta, de José Giráldcz (1884); el Manual del cajista de imprenta, de Francisco Bollo (1889); la Guía prácti­ ca del compositor tipógrafo, de Juan José Morato (1900, «La obra especial mejor orientada entre las de su clase en lengua castellana», en palabras de Fernando lluartc Morton); el Manual práctico del cajista de imprenta, de Alvaro Fernán­ dez Pola (1904); la Cartilla del aprendiz de cajista de imprenta, de Juan José Mo­ rato (1929); el Manual del cajista de imprenta, de F. Fábregues y J. M. Saa- vedra (1933); El libro del corrector: va­ demécum de los escritores y de los pro­ fesionales de la tipografía, de Pelegrín Melús y Francisco Millá (1940); la Teo­ ría y práctica de la tipografía con no­ ciones de las industrias afines, de Vi­ cente Martínez Sicluna (1945); la Carti­ lla de tipografía para autores: prepara­ ción de originales y corrección de prue­ bas, de Fernando lluartc Morton (1955); la Corrección de pruebas tipográficas, de R. Ramos Martínez (1963); La com­ posición en artes gráficas, de Euniciano Martín (2 vols., 1970 y 1974), y, de José Martínez de Sousa, el Diccionario de tipografía y del libro (1974), el Diccio­ nario de ortografía técnica (1987) y el Manual de edición y autoedición (1994). Pero tal vez el primer código tipográ­ fico propiamente dicho sea el titulado Code des corrections typographiques de­ bido al impresor y librero francés Pierre- Frangois Didot (1732-1793). Aparte de los libros técnicos destinados a la forma- 3 6
  • 33. el estilo ción de cajistas y a la descripción del oficio de componer textos y formar mol­ des de imprenta, el primer código tipo­ gráfico del siglo xx lo inicia en 1922 la Société amicale des protes ct corrccteurs (Sociedad Profesional de Regentes de Imprenta y Correctores); la primera edi­ ción se publica después de dos años de trabajo. En 1977, con el título de Cade lypographiqtie: choix de regles ti I’usage des auteurs el professioimels du lirre, apareció en París la duodécima edición bajo los auspicios del Syndicat natio- nal des cadres et maitrises du livre, de la presse et des industries graphiques; la dccimosétima edición apareció también en Paris en 1993, esta ve/ auspiciada por la Fédération C. G. C. de la com- munication. En España no se ha editado nunca un código tipográfico formal. Cuando más, algunos folletos de normas para uso y disfrute de una sola editorial. Se puede poner el ejemplo, entre otros, de las nor­ mas internas de dos editoriales ya desa­ parecidas: Editorial Brugucra, Normas para traductores y correctores de Edito­ rial Braguero (39 pp., 1971), y Edito­ rial Labor, Normas de trabajo (60 pp., 1979), ambas impresas. Otras editoria­ les, como Seix Barral y Barral Editores, de Barcelona como las anteriores, dis­ ponían de normas mecanografiadas des­ de 1969 (en ambos casos se titulaban Normas de producción y eran muy pa­ recidas). Por desgracia, existe entre no­ sotros el prurito de que nadie lo hace mejor que uno mismo, y ello nos lleva a considerar que nuestro criterio es inme­ jorable. Sin embargo, las cosas están cambiando últimamente. Los editores se han dado cuenta de que ciertas correc­ ciones recurrentes les salen demasiado caras, y, por otro lado, la entrada del ordenador en la tipografía facilita el aprovechamiento del trabajo de meca­ nografiado del autor y del traductor. Se impone, pues, el establecimiento de unas normas de trabajo que unifiquen crite­ rios y sirvan de guia tanto para autores y traductores como para correctores de estilo y para correctores tipográficos (que asi «heredan» la responsabilidad que anteriormente correspondía a los co­ rrectores de estilo). 2.3. Los libros de estilo Antes de que dispusiera de sus pro­ pios libros de estilo, la prensa se había valido, como es lógico, de los códigos tipográficos por lo que respecta a la pre­ sentación gráfica (v. § 2.2), mientras que en lo relacionado con el estilo de escri­ tura, especialmente con los aspectos gra­ maticales y léxicos, había que atenerse, de forma general, a lo establecido por la Academia Española en sus publicacio­ nes. Los libros de estilo periodísticos son un producto típicamente estadouniden­ se. Tal vez uno de los primeros, si no el primero, sea el que en 1962 publicó el New York Times, titulado The New York Times slyle book for writers and editors, que en 1977 publicó su segunda edición con el título de The New York Times, Manual ofstyle and usage. En 1978 apa­ reció el libro de estilo del Washington Post, titulado The Washington Post desk- book on slyle. The Times, de Londres, tuvo desde 1970 hasta 1984 un libro de estilo titulado Slyle book and spelling words adopted hy The Times. En noviem­ bre de 1984 fue sustituido por las nor­ mas del Oxford dictionary for writers and editors (editado por Clarendon Press, 1981, puesto al día anualmente), al que se añadían cinco páginas con las diferencias propias del diario. Este dic­ cionario de escritores y directores ha sido tomado también como base de su estilo por otros muchos periódicos de lengua 3 7
  • 34. la normalización, el estilo y la edición inglesa, que se limitan a publicar unas páginas en las que hacen constar sus pre­ ferencias expresivas. Por ejemplo, The Guardian añade 55 páginas, tituladas The Guardian slyle book. El Nene Ziircher Zeitung, de Zúrich (Suiza), tiene un libro de estilo de 88 pá­ ginas originado en un conjunto de nor­ mas al parecer iniciadas en 1968, que actualmente se titula Sprachlich-Technis- ches Vademécumfiir die Redaktoren, Ko- rrespondenten und Mitarbeiter der Nene Ziircher Zeitung, cuya segunda edición es de 1982. En España, los libros de estilo de la prensa han proliferado desde los prime­ ros años ochenta. Desde el Manual de español urgente (12.a ed., 1998), de la Agencia Efe, que sirve de faro a mu­ chos periódicos nacionales y extranje­ ros («es el más antiguo de los publica­ dos en la comunidad de habla españo­ la», se dice en su prólogo), hasta el de El Mundo (Madrid, 1996), pasando por el de El País, que va ya por la 14.a edi­ ción (Madrid, 1998), el de La Vanguar­ dia (Barcelona, 1986), el de La Voz de Galicia (La Coruña, 1992) y el de Abe (Madrid, 1993). Su abundancia no va en detrimento de la uniformidad de crite­ rios en gran medida, como se podría su­ poner, porque, en general (con pocas ex­ cepciones notables), se copian unos a otros y las diferencias en lo relativo al léxico y la ortografía son prácticamente nulas. Se trata, más que de folletos (o poco más), como suele ser habitual en algunos periódicos extranjeros, de ver­ daderos volúmenes que suelen superar las doscientas páginas. Con todo, debe advertirse que algunos de estos libros de estilo tienen poco interés y, en algu­ nos casos concretos, excesivos errores de todo tipo. También las emisoras de radio y tele­ visión tienen sus libros de estilo. Tal vez el primero sea el que en 1980, con el título de Manual de estilo para informa­ dores de radio, publicaron conjuntamente Radiotelevisión Española y Radio Nacio­ nal de España, seguido, en 1985, por el de Miguel Pérez Calderón, Libro de es­ tilo de los Servicios Informativos (obra de escasa calidad y con excesivos erro­ res). En 1991 apareció el Libro de estilo de Canal Sur Televisión, de Sevilla; en 1993, el Libro de estilo de Telemadrid, y en el mismo año, el Manual de estilo de tve, redactado por Salvador Mendieta. En cuanto a las instituciones, se cuenta con las siguientes obras: Manual de es­ tilo de! lenguaje administrativo, publi­ cado por el Ministerio para las Admi­ nistraciones Públicas (Madrid, 1990); el Libro de estilo, redactado por Valentín Arias López y publicado por la Conse- lleria de Cultura e Xuventude, de San­ tiago de Compostcla (1993); Joan Sola dirigió dos libros de estilo en catalán: el primero, titulado Llibre d'estil, para la C’aixa d’Estalvis i Pensions de Barcelo­ na (1991), y el segundo, titulado Llibre d ’estil de l'Ajuntament de Barcelona, para el Ayuntamiento de Barcelona (1995). La Universidad Nacional de Educación a Distancia (u n e d ) tiene también su li­ bro de estilo, el Manual de estilo, redac­ tado por José Romera Castillo y otros y publicado en Madrid (1995). Hay también una serie de libros de estilo generales, cuya calidad y adecua­ ción a las propias necesidades habrá de establecer el lector, previo análisis. Co­ nozco los siguientes: Libro de estilo uni­ versitario, de Carlos Arroyo Jiménez y Francisco José Garrido Díaz (Madrid: Acento, 1997); Manual general de esti­ lo, de Firmas Press (Madrid: Playor, 1994; obra que hay que consultar con precaución); el Libro de estilo para ju­ ristas. de Antonio Millán Garrido (Bar­ celona: Bosch, 1997); el Libro de estilo para universitarios, de Miguel Angel Santos Guerra, Benjamín Mantecón Ra- 3 8
  • 35. i n t r u i i i u i i .i mirez y Cristóbal González Álvarez (Má­ laga: Miguel Gómez, 1995); Manual práctico de estilo, de Ramón Sol (Barce­ lona: Urano, 1992). 2.4. Los manuales de estilo Aunque algunos libros de estilo pe­ riodísticos llevan por título manual de estilo, esta denominación suele reservar­ se para los libros de estilo editados por Ípara las editoriales, ya que su conteni- ó, disposición y aplicación son bien dis­ tintos de los que afectan al mundo pe- riodistico. Aunque tienen como prece­ dentes históricos los códigos tipográfi­ cos y las normas ortotipográficas que forman parte de los libros sobre técnica tipográfica, en la actualidad estos libros se alimentan tanto de los códigos tipo­ gráficos como de las normas para la edi­ ción científica (v. § 3). Los manuales de estilo más antiguos son el de la Oxford University Press (1893) (Hart ’s rulesfor compositors and readers al the Oxford University Press, 39.a ed., Nueva York, Oxford University Press, 1983) y el de la Chicago Univer­ sity Press (1906) (The Chicago Manual ofStyle, 14.aed., Chicago, University of Chicago Press, 1993). Ambos manuales tienen hoy un innegable prestigio inter­ nacional. Sin embargo, no nacieron di­ rectamente como manuales de estilo, sino como reglas para uso de las respectivas imprentas. En relación con esto, «La his­ toria del manual de la a pa [American Psychological Association ‘Asociación Norteamericana de Psicología’] es muy representativa de lo que ha ocurrido a este respecto en otros campos científi­ cos. Las siete páginas de las instruccio­ nes de 1929 pasaron a treinta y dos en 1944 y a sesenta en 1952, que es cuan­ do se publica la primera edición del ma­ nual como un suplemento de la revista; fue publicada de forma independiente en 1957. [...]» (Emilio Delgado López-Có- zar, 1998, 64-65). De este tipo de obras, en España solo disponemos del Diccionario de orto­ grafía técnica (José Martínez de Sousa, Madrid: Fundación Germán Sánchez Ruipérez, 1987, reimpr. 1999) y del Ma­ nual de estilo publicado por la revista Medicina Clínica (Barcelona: Doyma, 1993). En catalán se cuenta con el Ma­ nual d'estil: la redacció i l ’edició de tex­ tos, de Josep M. Mestres y otros (Barce­ lona: Eumo, 1995), obra notable por su riqueza y el orden expositivo. 3. La edición científica El primer periódico científico, el Journal des Savants, apareció por pri­ mera vez el 5 de enero de 1665 bajo la dirección de Denis de Sallo, pero la no­ ción de edición científica aplicada a los trabajos publicados en las revistas cien­ tíficas empieza a tomar cuerpo y a de­ sarrollarse a partir de los años cincuenta del siglo xx, cuando las viejas revistas se ven desbordadas por la abundancia de ofertas de trabajos para su publica­ ción, trabajos generalmente mal escritos y de escasas cualidades de legibilidad. En los Estados Unidos, el American Institutc of Biological Sciences (Institu­ to Estadounidense de Ciencias Biológi­ cas) de Washington publica en 1960 lo que se considera el más antiguo de los manuales para la enseñanza de la redac­ ción científica, el Style manualfor bio­ logicaljournals, cuya autoría correspon­ de a la Conference of Biology Editors (concretamente, al Committee on Form and Style). Las ediciones subsiguientes (1964, 1972, 1978, 1983 y 1994) corren a cargo del Council of Biology Editors (Consejo de Editores de Biología), or­ ganismo que instituye un Committee on 3 9
  • 36. la normalización, el estilo y la edición Editorial Policy (Comité de Política Edi­ torial). En 1987 se tradujo al español la quinta edición del Style mamut! con el título de Manual de estilo: guia para autores, editores y revisores en el cam­ po de la medicina y la biología (versión española de Marta Pulido). En Europa, la investigación en este terreno es mucho más lenta y modesta. En 1964, el editor Karger, de Basilea (Suiza), edita un folleto con propuestas de reglas de escritura científica. En 1970, J. N. Maillard y J. P. Benhamou publi­ can L'árdele medical (París, L’Expansión scientifique) y en 1973 aparece Com- ment écrire, comment dire, en médecine, de Roger Bénichoux (París: Masson, 1973). Entretanto, el American National Stan- dards Institute (ansí) de Nueva York pu­ blica en 1969 una norma para la abre­ viación de los títulos de las publicacio­ nes periódicas y en 1972 da a conocer la «Preparación de los artículos científi­ cos para su presentación escrita u oral», en la que define la fórmula iMRaD(Intro- duction, Material and Mcthods, Results and Discussion ‘Introducción, material y métodos, resultados y discusión’: iMkyn), las cuatro partes en que desde entonces se divide el artículo científico, muy difundida actualmente (v. p. 104). En 1978, un pequeño número de di­ rectores de revistas médicas generales, más tarde conocido como el Grupo de Vancouver, se reunieron en Vancouver (Columbia Británica [Canadá]) para es­ tablecer las pautas relativas al formato de los originales que los autores enviaban a sus revistas. Sus normas para la uni­ formidad de los originales fueron publi­ cadas por primera vez en 1979. Actual­ mente, este grupo se ha convertido en el International Committee of Medical Journal Editors (icmje) (Comité Inter­ nacional de Directores de Revistas Mé­ dicas [cidrm]), que se reúne anualmente. El comité elaboró en 1982 unos Requi­ sitos de uniformidadpara originales pre­ sentados a revistas biomédicas que en 1997 alcanzaron la quinta edición. Ac­ tualmente, más de quinientas revistas de todo el mundo siguen y recomiendan es­ tas normas de uniformidad en la presen­ tación de originales. El objetivo de es­ tos requisitos es conseguir que los tra­ bajos que se presentan a las revistas adheridas cumplan tales requisitos y las revistas los acepten. Con ello se consi­ gue que el científico tenga la seguridad de que su trabajo no será rechazado por cuestiones formales. Es de alabar la de­ cisión del cidrm no solo de permitir la copia y reproducción de sus normas, sino también el hincapié que hace en que ello suceda: «El comité anima a la distribu­ ción de este material». Compárese con la actuación de la iso y de Aenor... (véa­ se § 1.2). En los años setenta se funda en el Reino Unido la European Association of Science Editors (ease) (Asociación Eu­ ropea de Editores Científicos), que pu­ blica European Science Editing, boletín de enlace entre los responsables de edi­ toriales científicas europeas y los profe­ sionales de la edición científica. En España la preocupación por la pre­ sentación uniforme de los originales des­ tinados a revistas científicas es más tar­ día. Ilay trabajos desde los primeros años setenta (por ejemplo, David Romano: Elementos y técnica del trabajo científi­ co, 1973). También contribuyeron a la aplicación creciente de normas científi­ cas obras como el Diccionario de orto­ grafía técnica, de José Martínez de Sousa, destinado al mundo editorial en general, pero no faltan dignos ejemplos de preocupación por la uniformidad de los originales destinados a revistas cien­ tíficas, como el ya mencionado Manual de estilo, hasta el presente el único ma­ nual de estilo científico publicado en Es­ 4 0
  • 37. norma, uso y autoridad lingüística paña, editado por la revista Medicina Clí­ nica, dirigido por Ciril Roznian y re­ dactado por un equipo de destacados es­ pecialistas en cada una de las materias tratadas. La edición científica, pues, ha hecho que el cientificismo de la edición ad­ quiera una importancia enorme en los tiempos actuales, en que la producción literaria científica adquiere caracteres preocupantes por su cantidad y disper­ sión. 4. Norma, uso y autoridad lingüística Estrechamente ligados a la normali­ zación y al estilo se hallan los concep­ tos de norma, uso y autoridad. Ponga­ mos la última en primer lugar del análi­ sis: si el usuario del lenguaje, cualquie­ ra que sea su nivel, no acepta de buejja gUñíTIa autoridad de las entidades en­ cargadas de legislar, de nacía sirve^qug exista una norma, la cual, para su mayor justificación, debe estar en consonancia con un uso y servir como de eco o resor nancia de el. El problema de la acepta­ ción de la autoridad se relaciona con la facultad que esta tiene de legislar para el individuo y no para sí misma. La fal­ ta de acuerdo entre lo que el uso esta­ blece y lo que registra la norma es otro de los escollos con que tropieza quien escribe. No es fácil que se llegue al ple­ no acuerdo de cuantas entidades en este mundo se dedican a legislar en aspectos que afectan al escritor (especialmente al escritor científico), y tal vez eso sea lo mejor que puede suceder, pero, así como hay aspectos de la cultura que no recla­ man urgentemente una legislación, hay otros que, por el contrario, necesitarían un conjunto de reglas claro, sencillo y fácilmente aplicable. Y necesitarían, ade­ más, que esa legislación sustituyera al marasmo de usos y abusos actuales en la escritura científica. Pero el problema no está solo en las normas y en el uso: está también en la autoridad. 4.1. Norma y uso Una norma, en sentido lingüístico, es el conjunto de reglas restrictivas que de­ finen lo que se puede utilizar en el uso de una lengua si se ha de ser fiel a cier­ to ideal estético o sociocultural. La nor­ ma supone la existencia de unos usos considerados"correctos y otros conside­ rados incorrectos, definidos ambos en las gramáticas y ortografías normativas y en los diccionarios del mismo corte. La impone una institución reconocida por la sociedad, institución que para el español, tanto el europeo como el hispa­ noamericano, es la Real Academia Es­ pañola, fundada en 1713. Su función es discutida, pero su autoridad sigue sien­ do mayoritariamente aceptada. Sin embargo, una norma ortográfica puede estar en vigor durante siglos pese a que nadie la cumpla; y si una norma no se cumple en absoluto, pese a lo cual lodo funciona bien, es que la norma so­ bra. La última edición de la gramática académica tiene, de hecho, más de se­ tenta años de antigüedad, puesto que la edición de 1959 era en todo semejante a la de 1931 y probablemente esta se pa­ recía mucho a la de 1920, cuyo prólogo reproducen ambas, la de 1931 y la de 1959. Publicado el prometedor Esbozo de una nueva gramática de la lengua espatiola en 1973, desde entonces sigue en estado de esbozo, puesto que la Gra­ mática de la lengua espatiola de Emilio Alarcos Llorach (1994) y la Gramática descriptiva de la lengua española de Ig­ nacio Bosque y Violeta Demonte (1999) han sido publicadas por la Academia, pero ninguna de ellas es «su» gramáti­ ca. Por lo que respecta al Diccionario 41
  • 38. la normalización, el estilo y la edición de la lengua española, el Diccionario por antonomasia para quienes hablamos y escribimos en español, arrastra tal can­ tidad de defectos lexicográficos, que su consulta se convierte a menudo en un engorro. Por poner un ejemplo, si se con­ sulta la palabra delegación, que es un sustantivo femenino, la Academia res­ ponde con un verbo transitivo, puesto que dice: «Acción y efecto de delegar»; es decir, que para saber qué significa delegación tenemos que consultar dele­ gar, la cual nos dará una respuesta ver­ bal, no sustantiva. Así pues, no es de extrañar que el uso vaya por delante de la norma, situación que puede crear verdaderos problemas a quienes desean mantenerse dentro de la norma académica. Si la Academia ha de admitir en su Diccionario palabras o sig­ nificados que tienen todos los méritos para ello, debe hacerlo antes de que se conviertan en problema. 4.2. Autoridad lingüistica Debido a la delicadeza suma del arma que maneja, el lenguaje, el escritor no lingüista necesita con frecuencia apoyar su criterio en la opinión de quienes me­ jor escriben o de quienes tienen conoci­ mientos acerca de la lengua. Para ello busca el amparo de entidades como la Real Academia Española o de obras que le merecen confianza a la hora de resol­ ver sus problemas con la gramática y el lenguaje. Ciertamente, es difícil para un escritor basarse en una sola autoridad. Se entiende que en una lengua como la nuestra, donde se acepta de buena vo­ luntad la autoridad académica, esta no responda siempre a las necesidades de quien se dedica, por profesión o esporá­ dicamente, a dejar constancia escrita de lo que piensa, siente u opina. Se dice que los «buenos escritores» se convier­ ten en autoridad lingüística, pero el coji- 'eeptcTes'fáñ vago que resulta difícil de­ cidir que es ser buen escritor. Si nos re­ ferimos, como es habitual, a los clási­ cos, es obvio que su escritura nos pare­ ce excelente, pero muchas de sus fór­ mulas y formas ya no nos sirven hoy. De hecho, muchas veces se convierten en autoridades lingüísticas o para cues­ tiones lingüísticas escritores o tratadis­ tas que no son ni clásicos ni académi­ cos. 5. Bibliografía específica para escritores y traductores Tanto los escritores como los traduc­ tores necesitan rodearse de una bien nu­ trida biblioteca en la que figuren las obras que emanan de las autoridades ofi­ ciales y también las de los autores en los que el escritor deposite su confianza a la llora de resolver sus problemas. Trazar el contenido de una bibliogra­ fía es sumamente complejo. Tentativa­ mente se pueden proporcionar bibliogra­ fías o listas de libros especializados para cada uno de los campos que a un autor le pueden interesar, pero nadie como el propio escritor o traductor para definir sus necesidades bibliográficas y la for­ ma de satisfacerlas. A la hora de elegir un libro, debe el usuario tomarlo en sus manos y analizarlo aunque sea somera­ mente. En este análisis debería prestar atención cuando menos a dos aspectos: por un lado, el contenido, su alcance, su profundidad, su tratamiento en la obra, y por otro lado, la forma de presentarlo: formato, tipografía, disposición en la pá­ gina, facilidad de lectura, etcétera. Si su­ ponemos que el usuario busca un dic­ cionario de lengua, debe tener en cuenta que para los usos a que lo va a destinar probablemente necesita que contenga más de cuarenta mil entradas, ya que de
  • 39. bibliografía específica para escritores y traductores lo contrario tal vez en muchos casos no responderá a su consulta por falta de da­ tos. La cantidad de contenido es, en cual­ quier caso, importante, pero esa cantidad debe venir acompañada de la mínima ca­ lidad tanto en el tratamiento de la mate­ ria como en la forma de presentarla. Partiendo de criterios muy parecidos a estos, se ofrece seguidamente un ensa­ yo de bibliografía que puede resultar útil a escritores y traductores. El hecho de figurar en esta lista no es signo forzoso de calidad. Las obras aquí mencionadas son de calidades muy distintas, y algu­ nas incluso desechables. El lector debe tener conocimiento de ellas, saber que existen. Su elcccitSn, como he dicho an­ teriormente, debe ser el resultado de un análisis personal de la obra para elegir las que se ajusten a sus necesidades y desechar las que no alcancen la catego­ ría suficiente. 5.1. Diccionarios 5.1.1. Diccionarios de lengua 5.1.1.1. Diccionarios normativos Academia Española: Diccionario de la lengua española, 21.a ed., Madrid: Espasa-Calpe, 1992. 5.1.1.2. Diccionarios descriptivos Diccionario general de la lengua española ilus­ trado Vox, Barcelona: Biblograf, 1997; antes. Diccionario general ilustrado de la lengua española Vox. abreviado dgile. Diccionario general de la lengua española Vox, Barcelona: Biblograf, 1997; antes, Dicciona­ rio actual de la lengua española, abreviado DALE. Diccionario Salamanca de la lengua española, Madrid: Santillana, 1996. Diccionario de uso del español (Clave), Madrid: sm, 1996. Gran diccionario de la lengua española, Barce­ lona: Laroussc Planeta, 1996. M o l in e r , M a ría : Diccionario de uso del espa­ ñol, 2 v o ls ., 2 .a e d ., M a d r id : G rc d o s , 1 99 8 (1 .a e d ., 1 96 6 y 1 9 6 7 ). — Diccionario de uso del español, ed. abrev., Madrid: Credos, 2000. S e c o , Manuel, Olimpia A n d r é s y Gabino Ra­ mos: Diccionario del español actual, Madrid: Aguilar, 1999. 5.1.1.3. Diccionarios de lengua en soporte informático Academia Española: Diccionario de la lengua española [cd- rom J, Madrid: Real Academia Española, 1995. Diccionario general de la lengua española Vox [cd-rom], Barcelona: Biblograf, 1997. Gran diccionario de la lengua española [cd- rom). Barcelona: Larousse Planeta, 1996. Mo lin er, María: Diccionario de uso del espa­ ñol [cd-rom], Madrid: Grcdos, 1996. 5 .1 .1 .4 . Diccionarios de lengua en lenguas extranjeras 1) Para el inglés: English Language Dictionary (cobuild), Glasgow: HarpcrCollins, 1987. English Learners 'Dictionary Chambers/Vox, 2.a ed., Barcelona: Biblograf, 1997; ofrece un conte­ nido en lengua inglesa con equivalentes en español en sus acepciones. Longman Dictionary o f the English Language, Marlow: Longman, 1991. New Oxford English Dictionary, 20 vols., Oxford: Oxford University Press, 1989 (existe una edi­ ción en 2 vols., New Shorter Oxford English Dictiomuy, Oxford: Oxford University Press, 1993). Random House Dictionary o f the English Lan­ guage, Nueva York: Random House, 1987. Webster’s Encyclopedic Vnabridged Dictionary o f the English Language, Nueva York: Gra- merey Books, 1989. Webster's Third New International Dictionary, Springfield, MA: Mcrriam Webster, 1986 (en uno o tres volúmenes). 2) Para el francés: Dictionnaire de la langue fran^aise, París: La­ rousse, 1995. G irodet, Jean: Dictionnaire de la langue fran- faise, 2 vols., París: Bordas, 1997. Le grand Robert de la langue fran^aise: dic- tionnaire alphabétique et analogique de la 4 3