1. Aung San Suu Kyi
El más preclaro símbolo en activo de la lucha pacífica por la democracia
en el mundo es la birmana Aung San Suu Kyi, hija del artífice de la
independencia nacional, principal opositora a la dictadura militar que
sojuzga el país asiático desde 1962 y reclusa de conciencia durante 15
años. Su carismático liderazgo emergió en el aplastado alzamiento
popular de 1988, al que siguieron un primer arresto domiciliario en 1989,
el repudio por los generales de las elecciones de 1990 que ganó su Liga
Nacional por la Democracia (NLD) y la concesión del Premio Nobel de la
Paz en 1991. Liberada en 1995 pero vuelta a confinar en 2000 y por
tercera vez en 2003 sin cargos ni juicio, Suu Kyi, con extraordinarios
coraje y tenacidad, rehusó el exilio que se le ofrecía y optó por sacrificar
su libertad y su familia antes que dejar de advocar la resistencia no
violenta de sus paisanos y de exigir la transigencia democrática de sus
captores. Su diálogo intermitente con el jefe de la junta en el poder, el
general Than Shwe, no consiguió moderar el proceder criminal del
régimen, que reprimió a sangre y fuego la revolución azafrán de 2007. El
13 de noviembre de 2010, seis días después de unas elecciones
legislativas para las que pidió el boicot, La Dama, a los 65 años, vio
levantado su cautiverio en Rangún, aunque en unas condiciones muy
inciertas: se ignora si su liberación será definitiva, mientras que su
partido ya no existe porque prefirió la orden de disolución a tomar parte
en la farsa electoral montada por los militares.