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Sigmund Freud
Sigismund Schlomo Freud (Freiberg, 6 de mayo de
 1856 - Londres, 23 de septiembre de 1939), más
  conocido como Sigmund Freud fue un médico y
  neurólogo austriaco, creador del psicoanálisis.
   Sigismund Schlomo Freud (Freiberg, 6 de mayo de 1856 - Londres,
    23 de septiembre de 1939), más conocido como Sigmund Freud
    fue un médico y neurólogo austriaco, creador del psicoanálisis.
    Comenzó su carrera interesándose por la hipnosis y su uso para
    tratar a enfermos mentales. Más tarde, aunque mantuvo en la
    terapia varios aspectos de esta técnica, reemplazó la hipnosis por
    la asociación libre y el análisis de los sueños, para desarrollar lo
    que, actualmente, se conoce como «la cura del habla». Todo esto
    se convirtió en punto de partida del psicoanálisis.
    Freud se interesó especialmente en la histeria (trastorno de
    conversión según el DSM-IV) y en la neurosis (actualmente esta
    clasificación fue descartada por la psiquiatría y aparece en la
    nosología psicoanalítica reclasificada bajo distintas
    denominaciones: afecciones psicosomáticas, neurosis y psicosis).
   Las teorías de Sigmund Freud y el tratamiento que daba a sus
    pacientes causaron un gran revuelo en la Viena del s. XIX y el
    debate sobre las mismas continúa en la época actual. Sus ideas
    son a menudo discutidas y criticadas, y muchos consideran su obra
    como más bien perteneciente al campo del pensamiento y de la
    cultura en general. Además, existe un amplio debate sobre si el
    psicoanálisis y los tratamientos asociados a él pertenecen al
    ámbito de la ciencia.
    La división de opiniones sobre Freud se puede resumir de este
    modo: por un lado, sus seguidores más convencidos le consideran
    un gran científico de la medicina que descubrió importantes
    verdades sobre la psicología humana; y por otro, sus críticos lo ven
    como un filósofo que replanteó la naturaleza humana y nos ayudó
    a derribar tabúes, pero cuyas teorías, como ciencia, fallan en un
    examen riguroso
Biografía
   Freud nació el 6 de mayo de 1856 en Freiberg, Moravia (en la
    actualidad, Příbor en la República Checa). Fue el mayor de seis
    hermanos (cinco niñas y un niño). Tenía además hermanastros de un
    matrimonio anterior de su padre. Cuando todavía era un niño, su
    familia se trasladó a Viena a causa de los disturbios antisemitas.
    Pese a que Freud provenía de una familia de pocos recursos, sus padres
    se esforzaron para que obtuviera una buena educación. Ingresó en la
    Universidad de Viena a los 17 años, donde cursó sus estudios a pesar de
    que también había antisemitismo en Austria. En 1877, abrevió su
    nombre de Sigismund Schlomo Freud a Sigmund Freud. Los primeros
    años de Freud son poco conocidos ya que destruyó sus escritos
    personales en dos ocasiones, la primera vez en 1885 y de nuevo en
    1907. Luego, sus escritos posteriores fueron protegidos
    cuidadosamente en los Archivos de Sigmund Freud, a los que sólo
    tenían acceso Ernest Jones (su biógrafo oficial) y unos pocos miembros
    del círculo cercano al psicoanálisis. El trabajo de Jeffrey Moussaieff
    Masson arrojó alguna luz sobre la naturaleza del material oculto.
   En 1886, Freud se casó y abrió una clínica privada especializada en
    desórdenes nerviosos, donde comenzó su práctica para tratar la histeria
    (la conoció por medio de Jean-Martin Charcot, en París) y la neurosis
    utilizando el método catártico de Josef Breuer en pacientes como
    Bertha Pappenheim (Anna O., quién primeramente había sido paciente
    de Breuer) y Emma Eckstein (Irma). Más tarde abandonó este método
    en favor de la asociación libre. Observó que podía aliviar los síntomas
    de sus pacientes recostándolos en un sofá y animándolos a que
    expresaran lo primero que les venía a la mente. Comenzó desde ese
    momento a desarrollar los fundamentos del psicoanálisis.
    Busto de Sigmund Freud en la Universidad de Viena.
    Tras publicar algunos textos sobre sus investigaciones, Freud fue
    designado profesor en la Universidad de Viena en 1900. Comenzó a
    incorporar personas que se sumaron al movimiento psicoanalítico que
    empezaba a definirse. Freud tenía poca tolerancia hacia los colegas que
    disentían de sus doctrinas teóricas, y algunos se separaron
    eventualmente. Los ejemplos más conocidos son Carl Jung y Wilhelm
    Reich.
   En 1938, tras la anexión de Austria por parte de la Alemania nazi,
    Freud (judío) escapó con su familia a Inglaterra con ayuda
    financiera de su paciente y familiar, Marie Bonaparte. Al cruzar la
    frontera alemana se le exigió que firmara una declaración donde
    se aseguraba que había sido tratado con respeto por el régimen
    nazi (a pesar de haber sufrido arresto domiciliario).
    Freud estaba enfermo de cáncer oral, tuvo 33 intervenciones
    quirúrgicas a partir del año 1923, en la primera intervención se le
    practicó una biopsia, que consistió en operar una leucoplasia
    proliferativa papilar en el arco palatino derecho anterior.
    Freud falleció en 1939 a causa de una sobredosis de morfina
    inyectada por un amigo a petición del mismo Freud, que no podía
    soportar los dolores producidos por el cáncer que sufría en la boca.
Descendientes
   Su hija Anna Freud fue una destacada psicoanalista,
    particularmente en el campo de los niños y del desarrollo
    psicológico. Sigmund Freud es abuelo del pintor Lucian Freud, del
    actor y escritor Clement Freud. Es bisabuelo de la periodista Emma
    Freud, de la diseñadora de moda Bella Freud y del relacionador
    público Matthew Freud.
   a continuación es un ensayo, del profesor Ricardo Gandolfo

En 1900, cuando Freud publicó “La interpretación de los sueños”, una nueva
disciplina surgía, develando por medio de sus construcciones interpretativas
un mundo de significaciones en lo que -hasta ese momento- había sido
considerado un simple subproducto de la conexiones neuronales relajadas por
el acto de dormir. Freud instaló la práctica de la interpretación en ámbitos que
hasta entonces se habían mostrado renuentes a su eficacia.
Por otra parte, el libro señalaba con toda claridad un modelo de explicación del
deseo inconsciente, modelo conocido como la vivencia de satisfacción. De esta
manera se explicaba no sólo el funcionamiento sino también el origen del
deseo inconsciente y de otros fenómenos aparentemente alejados de la
experiencia onírica, como los chistes, las equivocaciones orales, los olvidos,
alcanzando en los límites de la explicación, al mismo síntoma que, de esta
manera, se revelaba como un modo singular de proponer una razón al
sufrimiento psíquico y, al mismo tiempo, como una vía especial de satisfacción.

El fracaso en la consecución de un acto, la vacilación al recordar una fecha, la
dificultad en encontrar unas llaves que asegurábamos estaban sobre la mesa,
el gesto repetitivo de pellizcarse el lóbulo de la oreja sin advertir lo que
estamos haciendo, son actos todos que Freud denominó fallidos, toda vez que
la intención al realizarlos es otra y el objetivo que alcanzan suele sorprender o
desconcertar al sujeto que los practica.
   Psicopatología de la Vida Cotidiana, tal fue el título del volumen que Freud
    publicaría en 1901, sólo un año mas tarde, que introduciría la explicación
    de los fenómenos inconscientes, más allá de la simple calificación de
    errores o de equivocaciones sin sentido productos del cansancio o del
    funcionamiento pasajeramente alterado del aparato psíquico, como se los
    consideraba hasta entonces.
    Por el contrario, de entrada Freud sostiene, recordando la publicación en
    1898 de su trabajo Sobre el mecanismo psíquico del olvido, que había
    llegado a la conclusión “que estos casos de falla de una función psíquica
    -de la memoria- nada gratos ni importantes en la práctica, admitían una
    explicación que iba más allá de la usual valoración atribuida a tales
    fenómenos” .
    Esa explicación reposa en la observación de una característica que, en el
    caso del olvido de los nombres propios, desconcierta inicialmente. Se trata
    no sólo de olvidar un nombre cualquiera sino de, a la vez, recordar
    erróneamente otros nombre que funcionan como sustitutivos.
    Estos sustitutivos se presentan enlazados al nombre olvidado por medio de
    las operaciones del desplazamiento (transferencia de la energía una
    representación a otra) y la condensación (transferencia de la energía de
    múltiples representaciones a una o de una a múltiples representaciones), a
    través de las cuales se articulan las operaciones propiamente
    inconscientes, cuya finalidad es ocultar al saber del sujeto cierto tipo de
    representaciones rechazadas por la conciencia.
    Así se establece el modelo básico de las operaciones fallidas: sea que se
    trate de olvidar, reproducir erróneamente, alterar la finalidad de una
    acción o producir un acto en lugar de otro, en cualquier caso, se trata de no
    saber una significación que comprometería decisivamente la vida del
    sujeto.
   Signorelli, aliquis: dos nombres olvidados.
    Los casos a los cuales vamos a referirnos figuran en las páginas iniciales de
    la Psicopatologia. En cualquiera de ellos se advierte rápidamente la
    incidencia de los factores inconscientes. En el primero (que es un olvido del
    mismo Freud) las cadenas asociativas se inician en los nombres sustitutivos
    : Boticelli y Boltraffio, para descender rápidamente a incidentes que Freud
    hubiera preferido que permanecieran latentes. A saber, el relato acerca de
    los turcos cuando se ven afectado por la pérdida de la potencia sexual y
    afirman que más les valdría estar muertos. Es decir, prefieren la no
    existencia a la carencia de la potencia que les permitiría afirmarse como
    hombres. La segunda asociación es más dramática aún, se trata de un
    paciente que había atendido en Trafoi (obsérvese la reverberación
    significante con Boltraffio) que se suicida al comprender lo “incurable de su
    perturbación sexual” .
    Es lo que hace que Freud dictamine con absoluta seguridad que “no puedo,
    ya por tanto, considerar el olvido del nombre Signorelli como un
    acontecimiento casual, y tengo que reconocer la influencia de un motivo en
    este suceso” , convencido como está que el olvido ha sido producido por la
    represión de ese suceso desagradable para su conciencia profesional y para
    su reputación.
   Por otro lado, la sustitución inconsciente de la palabra Signor por Herr,
    advertida durante las asociaciones, confluye en Herzegovina, donde
    recuerda las palabras de un colega que le habría referido que los turcos
    (¡otra vez!) se muestran llenos de confianza en el médico y exclaman,
    cuando la muerte es inminente: “¡Señor (Herr) que le vamos a hacer!
    ¡Sabemos que si hubiera sido posible salvarle, le hubierais salvado!”
    A las consideraciones sobre su prestancia profesional, Freud agrega una
    conexión más misteriosa sobre este olvido, su relación con el tema de la
    muerte y la sexualidad. Aunque no se explaya casi sobre esto, es posible
    deducirlo.
    En efecto, la estructura misma del inconsciente asocia estos dos temas de
    manera inequívoca (y Freud ya había podido pesquisarlo en los análisis de
    las histéricas que conducía desde, por lo menos, unos tres o cuatro años
    atrás), pero algo más se presenta en este extraordinario fragmento clínico
    del mismo Freud: la articulación entre la sexualidad como otorgando un
    sentido a la vida, y la muerte como despojándoselo, constituyen para Freud
    algo así como el dato central de cualquier análisis, tanto que parece una
    intuición sobre el concepto de pulsión de muerte, que inventaría unos 19
    años más tarde.
   De las condiciones que se establecen en el texto sobre el olvido de
    los nombres, Freud asegura que solo las dos primeras son
    importantes, porque la última (la posibilidad de una asociación
    externa entre el nombre olvidado y lo reprimido anteriormente)
    está asegurada por el desplazamiento y la condensación de los
    significantes del lenguaje. En cambio las dos primeras (a saber, la
    disposición para el olvido de un nombre y el proceso represivo) son
    casi ineludibles.
    Ligando así la represión al olvido de los nombres, Freud extiende
    su campo a actos que van a ser alterados por lo que deseamos
    olvidar. La represión aparece de esta forma como un mecanismo
    humano primordial, ya que en este sentido los animales jamás
    olvidan para defenderse.
    El segundo de los olvidos, el de una palabra extranjera, sitúa un
    mecanismo similar, pero esta vez ocurrido en un viaje ferroviario
    cuando un joven que compartía el asiento con Freud intenta
    recordar el verso latino “Exoriare aliquis nostris ex ossibus ultor!”,
    es decir, “Deja que alguien surja de mis huesos como vengador” y
    comete el “error” de olvidarse la palabra latina aliquis.
   Freud procede allí al análisis de ese olvido solicitando al joven que, prescindiendo de
    toda crítica, le comunique lo que acude a su mente libremente. Comienza
    dividiendo la palabra latina en dos, a y liquis, y continua con una serie de
    asociaciones que despliegan las palabras reliquias-licuefacción-fluido-
    líquido, y la acusación hecha a los judíos de asesinar a un cristiano en
    Pascua para utilizar su sangre en ceremonias religiosas, el joven avanza
    por ese camino aparentemente absurdo, hasta llegar a San Genaro y el
    milagro de la licuefacción de su sangre en determinado día festivo.
    Es el punto en que se detiene, e interrogado por Freud, confiesa con cierta
    reticencia que ha pensado en “una señora de la cual podría fácilmente
    recibir una noticia sumamente desagradable para ella y para mí” , a lo cual
    Freud responde que esa noticia sería la ausencia de menstruación,
    produciendo una profunda sorpresa en el joven.
    La explicación posterior de Freud agrega lo necesario para comprender que
    las asociaciones se precipitaban hacia el objetivo de transformar el milagro
    de San Genaro en un “magnífico símbolo del período en la mujer”, y,
    socarronamente, pregunta al joven si admitiría entre sus asociaciones el
    recuerdo de Simón Trento, sacrificado en su primera infancia, es decir si
    hay que incluir entre los deseos reprimidos el de hacer un aborto a la
    amante de la que se teme estuviera embarazada.
    Toda la anécdota aparece recorrida por un humor irónico, pero también
    agrega una importante conquista conceptual, la que hace de la
    perturbación de un pensamiento una consecuencia de la contradicción
    interna que proviene de lo reprimido.
   ¿Cuál es esa contradicción interna? La que se plantea entre el
    deseo del joven de tener descendencia (expresado en una parte de
    sus asociaciones, al referirse al sentido de la frase latina afectada
    por el acto fallido) y, al mismo tiempo, la contrariedad de tener un
    hijo no deseado o en circunstancias molestas ya que no estaba
    casado con la señora en cuestión, lo que lo hacía -
    subterráneamente, claro está- “pensar” en un aborto.
    Equivocarse sirve al inconsciente
    El plano de la equivocación transcurre atravesado por la incidencia
    de los deseos inconscientes, que Freud va a ejemplificar
    abundantemente.
    Se trata en primer lugar del lapsus linguae, o sea equivocaciones
    orales, luego, de lapsus de la escritura y la lectura, finalmente, del
    olvido de impresiones y propósitos, que constituyen los capítulos
    V, VI y VII de la Psicopatología.
    Todo sucede como si de pronto fallaran las funciones psíquicas que
    permiten controlar nuestras acciones lingüísticas, ya sea por
    defecto (olvidos) como por exceso (equivocaciones).
    Semejante fenómeno no es, para Freud, fruto de la inocencia. Para
    él el aparato psíquico se encuentra atravesado por una función de
    defensa que lo constituye, no sólo en relación a los deseos
    inconscientes, sino también frente al mundo exterior que se
    presenta hostil a las aspiraciones del sujeto.
    Las condiciones de la memoria, que han sido tratadas en el primer
    capítulo, describen un aparato donde la función de evocar se
    encuentra singularmente perturbada.
   Freud sitúa allí lo que llama recuerdos encubridores, es decir
    unidades de evocación mnémica que resultan inexactas como
    ubicación temporal. Es decir que los recuerdos infantiles aparecen
    no sólo alterados en su composición, sino también en su
    localización respecto al tiempo en que sucedieron. A veces
    corresponden a “años muy posteriores a la vida del sujeto”, lo que
    les da una característica de regresivos. Otras se sitúan en relación
    a un tiempo posterior a la experiencia “contra cuya reproducción
    directa se alza una resistencia” , lo que los hace llamarlos
    progresivos.
    Finalmente, también los recuerdos simultáneos o contiguos, tienen
    una característica equívoca: frecuentemente solo se recuerdan
    escenas o factores nimios, de poca importancia frente a la
    experiencia que se quiere olvidar.
    Semejante vacilación permite a Freud establecer a la memoria no
    como una facultad objetiva, sino más bien como un entramado de
    huellas cuya producción de recuerdos obedece no tanto a la
    voluntad del sujeto, sino a su deseo inconsciente.
    No recordamos lo que sucedió sino lo que articula nuestro deseo,
    eliminando lo que por su carácter displacentero no estaría de
    acuerdo con nuestra estructura deseante.
    Incluso los recuerdos muy vívidos, plenos de detalle y de
    significaciones precisas ocultan en su composición la gramática del
    deseo inconsciente y sobre todo son los recuerdos con esas
    características los que Freud va a determinar como
    fundamentalmente defensivos y, por lo tanto, deformadores de la
    realidad que pretenden transmitir.
    este niño en esta época que las preocupaciones gramaticales.
   Las equivocaciones orales, por su parte, revelan un mecanismo
    similar. Se trata de trastabillar en la pronunciación de ciertas
    palabras para que el sentido que surja sea totalmente equívoco o
    contrario a los intereses conscientes del sujeto.
    Allí la analogía de los elementos del lenguaje permite que ciertos
    vocablos “inconvenientes” se infiltren entre los intersticios de la
    pronunciación, obligando a los sujetos a dejar ver algo de sus
    deseos inconscientes.
    Condensaciones (unir varias palabras para crear una nueva,
    verdadero monstruo verbal que vehiculiza lo reprimido) y
    desplazamiento (transferencia de la significación de una palabra
    reprimida a otras análogas) permiten componer el tejido de
    nuestras equivocaciones orales.
    Otro tanto sucede con las que cometemos al escribir o al leer un
    texto cualquiera. En todos los casos un deseo inconsciente burla la
    defensa y, alterando textos y significaciones, permite construir
    estos formaciones sintomáticas pasajeras que perturban la buena
    marcha de las actividades conscientes.
   “Nuestros actos fallidos son actos que triunfan, nuestras palabras
    que tropiezan, son palabras que confiesan” afirma J. Lacan en su
    primer Seminario. Para agregar que “Si el descubrimiento de Freud
    tiene un sentido sólo puede ser éste: la verdad caza al error por el
    cuello en la equivocación”, mostrando cómo esas palabras que se
    manifiestas a pesar del sujeto, revelan la dimensión de la verdad.
    Una verdad escondida, silenciada, incluso furiosamente negada,
    pero que sin embargo, se abre paso a través de los puntos débiles
    del discurso. Si retomamos en este punto el texto freudiano,
    observaremos que el modelo que comentábamos anteriormente,
    se encuentra repetido para desentrañar el sentido oculto de la
    equivocaciones orales, de escritura y lectura.
    Un ejemplo comentado por Freud: se trata de un sujeto que
    escribe en una carta: “Salude usted cordialmente a su esposa y a
    su hijo (irhen Sonhn)” . Pero antes de cerrar el sobre nota que ha
    escrito irhen con minúscula, con lo cual el sentido se altera. Ahora
    es: “Salude usted a su esposa y a su hijo (de ella)”.
    Afortunadamente el sujeto corrige la carta, pero hace notar que
    una señora que lo acompañaba en su última visita a esa casa le
    había llamado la atención sobre lo parecido que era el hijo de la
    señora a un íntimo amigo de la casa, lo cual indicaba claramente
    quien era su padre .
   En otra viñeta se expone el siguiente caso: “Hans Sachs contó haber
    leído: ‘Las cosas que impresionan a los demás son sobrepasadas por él
    en su Steinfleinheit (erudición pedante)”. Sorprendido observa el texto
    otra vez y lee la palabra correcta Stilfenheit, es decir “estilo elegante”.
    Agrega que el texto en cuestión se refería a la alabanza de un
    historiador al cual no tenía ninguna simpatía, por exhibir de manera
    pedante su saber, en un inequívoco ‘modo germánico’”.
    Del mismo modo, los olvidos de impresiones y propósitos evidencian la
    presencia del deseo inconsciente. El sujeto prefiere “olvidar” su
    propósito, para no alcanzar el malestar que le ocasionaría cumplirlo.
    En cierto modo el olvido aquí se muestra indiferente a la importancia o
    valor de las acciones que deberíamos realizar, y opera más bien en una
    dimensión estética (ligada a la capacidad del aparato de producir
    placer o de evitar el displacer), más que al registro moral de nuestro
    comportamiento. Poco importan aquí los valores que pudiéramos
    invocar para “recordar“ un propósito o una impresión. En todos los
    casos el principio del placer, utilizando vías aparentemente sinuosas,
    triunfa evitándonos el malestar, la vergüenza o la deshonra que
    supondría el recuerdo eliminado.
    Los innumerables ejemplos que Freud anota en el texto muestran
    todos el mismo esquema:
   deseo reprimido --------------- defensa ---------------- equivocación
    Se señala así que el deseo (en tanto reprimido) no permanece inactivo,
    sino que, como lo anotará Freud muchos años después: ”¿Qué diríamos
    si en todos estos ejemplos (podríamos decir sin ninguna excepción)
    fuera posible demostrar la presencia de un acto psíquico -un
    pensamiento, un deseo o una intención- que explicaría la aparente
    equivocación y que era inconsciente en el momento en el que se
    realizó, aunque haya podido ser previamente consciente?” . El carácter
    retórico de esta pregunta freudiana esconde en verdad una afirmación
    fuerte: la vida psíquica está gobernada en gran parte por lo
    inconsciente, y como dice también hacia el final del mismo libro, lo
    consciente sigue siendo “la luz que ilumina nuestro camino y nos lleva a
    través de la oscuridad de la vida mental”, expresión que revela una
    modesta confianza en los poderes de la razón para intentar orientar al
    hombre.
    Acto que falla, acto que acierta
   Se trata de perturbaciones en otras funciones motoras, además de las
    del discurso. Más allá de las perturbaciones de la lengua, existen las
    alteraciones de las “funciones motoras”, las cuales se dividen en dos
    grupos: aquellas cuya intención aparece extraviada y por lo tanto su
    efecto es fallido, que denomina actos de término erróneo o torpezas, y
    aquellas en las que la acción total aparece como inadecuada a su fin,
    los actos sintomáticos y casuales, y aclara que este clasificación no es
    mas que “puramente descriptiva”.
    El acto fallido es considerado para Freud “una representación simbólica
    de un pensamiento definido, pero no aceptado aún conscientemente” .
    Freud, que durante seis años, fue dos veces diarias a una casa, en dos
    oportunidades le sucedió subir un piso más arriba de aquel al cual se
    dirigía. Analizando estos actos fallidos descubre que la primera vez
    estaba sumido en “una fantasía ambiciosa” que lo hacía elevarse cada
    día más, y en la segunda, la fantasía en cuestión se refería a su
    irritación contra una crítica (fantaseada) relativa a sus obras, en la que
    se le dirigía el reproche de “haber ido demasiado lejos”, que él
    transformaba en “haber trepado demasiado arriba”.
   En los numerosos casos de torpezas que Freud presenta, todo sucede
    como si el deseo inconsciente se apoderara de las vías de la motilidad
    voluntaria o de la sensibilidad (tal como sucede en el histeria), para
    producir actos equivocados cuya función de “error” está ligada a lo
    inconscientemente reprimido.
    Roturas involuntarias de objetos, pérdida sistemática de llaves, errores
    perceptivos que conducen a acciones indeseadas (como en el ejemplo
    de la escalera que comentábamos anteriormente), actos de
    aprehensión errónea, autoagresiones involuntarias, son actos cuya
    finalidad reposa en la satisfacción de un deseo inconsciente bajo
    fuertes condiciones de censura.
    Incluso Freud comenta que cuando un miembro de su familia se queja
    de haberse mordido la lengua o aplastado un dedo, en lugar de
    compadecerlo, simplemente le pregunta por qué ha hecho eso,
    obteniendo en muchos casos respuestas sorprendentes. Cuenta que
    uno de sus hijos, de solo once años, había amenazado con suicidarse al
    ser reprendido. Esa misma tarde enseña a Freud un golpe que se había
    dado en la caja torácica al chocar contra una puerta. Interrogado, él
    simplemente contesta “Eso ha sido el intento de suicidio con el que os
    amenacé esta mañana” .
    Freud deduce que los maltratos que los sujetos se producen se
    sostienen por el deseo inconsciente de suicidio (mucho más frecuentes
    de lo que parece) y las fuerzas que actúan contra este deseo, lo que
    origina una transacción, cuyo resultado es el acto autopunitivo.
   Agrega que si ese “furor contra la propia vida” puede ocultarse tras
    una torpeza casual, no debe resultarnos difícil aceptar que los actos
    erróneos que ponen en peligro la vida y la salud de otras personas
    están animados por deseos homicidas inconscientes, naturalmente.
    No vacila en incluir entre estos actos causados por la determinación
    inconsciente, los actos sintomáticos, esto es, aquellos que no tienen
    finalidad alguna y se hacen solamente para “entretener las manos” o
    por “pura casualidad”.
    Son actos que suelen pasar inadvertidos y que expresan algo que “ni el
    mismo actor sospecha que existe en ellos y que regularmente no
    habría de comunicar a los demás” , este carácter es el que para Freud
    permite asignarle la denominación de sintomáticos en tanto cumplen
    la misma función que un síntoma neurótico.
    Por ejemplo, una joven casada revela -en el análisis- haberse herido el
    dedo anular izquierdo al arreglarse las uñas, lo que sucede el día del
    aniversario de su matrimonio. Al mismo tiempo relata un sueño en el
    cual se refería a “la torpeza de su marido y a su anestesia sexual”. La
    significación es harto clara, más cuando dice que su marido, que era
    Doctor en Derecho, había sido precedido por un médico, al cual ella
    misma acostumbraba a llamar “Doctor en Izquierdo” y, respecto al
    cual, había sentido un secreto amor.
   Freud plantea una clasificación tan exhaustiva como humorística.
    Desde los tics, hasta hacer resonar las monedas en los bolsillos,
    juguetear con el bastón... que revelan el deseo de ocultar algún
    sentido en el curso de un tratamiento analítico. Los cambios en el
    modo de vestir, un botón desabrochado o algún principio de desnudez
    manifiestan algo que, por su origen inconsciente, el propietario del
    traje no podría decir directamente.
    En la larga serie de actos perturbados por las determinaciones
    inconscientes, debemos incluir también los errores de la memoria, en
    los cuales el error no es reconocido como tal sino aceptado como
    recuerdo correcto. Freud aclara que denominarlo error y no recuerdo
    erróneo resulta de los casos en los que se trata de reproducir algo que
    pertenece a la realidad objetiva (como fechas, protagonistas de una
    novela, lugares geográficos, circunstancias históricas).
   Citemos solo un caso: el del mismo Freud afirmando que Zeus había
    castrado a su padre, Cronos, cuando en realidad la mitología nos
    informa que fue Crono el que aplicó ese acto a su padre, Urano.
    “Retrasé ese crimen una generación”, afirma Freud, indicándonos cómo
    intentaba eludir sus deseos inconscientes de parricidio.
    Es necesario distinguir los errores producidos por represión, de aquellos
    originados en una ignorancia real.
    La combinación de los actos fallidos es lo mas frecuente. Así un error
    puede estar combinado con una acción torpe deducida de ese error, o
    un recuerdo infantil deformado puede conducir al olvido de una
    circunstancia del presente.
    Lo cierto es que estos actos fallidos nos revelan que nuestra vida está
    gobernada, diestramente en muchos casos, por los deseos
    inconscientes, a lo que debe sumarse la defensa que ejercemos contra
    ellos. Sin embargo, a pesar de ésta, el deseo siempre logra contrariar
    nuestra voluntad, sin que sea posible evitarlo, utilizando nuestra
    volición consciente.
    “Es necesario, afirma Freud, una labor psíquica que convierta lo
    desconocido en conocido a la conciencia” , indicando así el camino que
    lleva de los actos fallidos al análisis. Allí algo puede revelarse para el
    sujeto que dé cuenta de lo que emerge en el momento en que un acto
    fracasa y, paradójicamente, al mismo tiempo triunfa.
   El determinismo es compatible con la casualidad
    Nuestro título, aparentemente paradójico, responde a la última
    precisión que Freud realiza en este admirable texto. Es posible, dice,
    combinar dos órdenes tan alejados como la férrea determinación causal
    y la contingencia, lo que ocurre casualmente, sin que nosotros nos lo
    propongamos.
    Lo que indican los actos fallidos en su conjunto es, sin duda, la relación
    del sujeto con su deseo.
    Como escribe Masotta “El psicoanálisis descubre que el deseo no es
    admitido sino por toda suerte de refracciones, de rodeos, de disfraces” ,
    por esto mismo Freud encuentra en los actos fallidos la causalidad,
    oculta en el terreno mismo de la contingencia y el azar.
    ¿De que azar se trata? Del azar del deseo, de que si este acto fallido
    revela la determinación de un deseo inconsciente aparece, sin
    embargo, bajo la forma de la casualidad, como si su determinación
    inconsciente fuera una entre muchas posibles, y por lo tanto, careciera
    de lógica.
    Por el contrario, Freud escribe: “Ciertas insuficiencias de nuestros
    funcionamientos psíquicos y ciertos actos aparentemente
    inintencionados se demuestra motivados y determinados por motivos
    desconocidos a la conciencia cuando se los somete a la investigación
    psicoanalítica” , situando así una férrea causalidad, en estos actos
    aparentemente inmotivados.
   Un caso del texto nos servirá para ejemplificar esto. Un hijo pide a su
    madre que diga un número cualquiera, a lo que ésta responde 79.
    Entonces el hijo insiste solicitando una asociación cualquiera. La madre
    dice de un precioso sombrero que había visto. “¿Cuánto costaba?”,
    inquiere el hijo. “158 marcos”, dice la madre, a lo que el joven
    argumenta que si 158 es el doble de 79 su madre debe haber pensado
    inconscientemente que “si costara la mitad me lo compraría”.
    La viñeta anterior sirve para ilustrarnos que el inconsciente calcula. Es
    decir que el deseo sabe leer las determinaciones numéricas y
    expresarlas mas allá de las habilidades de la conciencia.
    Al respecto el padre del joven objeta que las mujeres “no son muy
    buenas en matemáticas” a lo que el hijo contesta que su madre podría
    haberse ocupado de ese sombrero en sueños y haberse dicho que lo
    compraría si costara al menos la mitad.
    Freud aduce también que el saber de la paranoia permite asimismo
    construir esta conclusión, dado que un paranoico sostiene que todo es
    significativo e interpretable. Al hacerlo proyecta en la vida psíquica de
    los demás lo que en la suya existe inconscientemente. Así, Freud
    admite que el paranoico tiene razón, puesto que percibe de manera
    más desembozada la determinación inconsciente de los actos, que en el
    neuróticos aparece más oculta, toda vez que es atribuida a la simple
    casualidad.
   Del mismo modo los fenómenos de superstición indican algo parecido.
    El supersticioso no hace mas que trasladar el determinismo de su vida
    subjetiva al mundo exterior, concibiéndolo de este modo como
    totalmente motivado. Incluso Freud considera que las mitologías
    humanas no son mas que un caso particular de este ley general, en
    tanto que no serían otra cosa que “psicología proyectada en el mundo
    exterior” .
    La realidad sobrenatural, sería así una construcción subjetiva que las
    determinaciones inconscientes despejarían, como así también las
    supersticiones no son mas que un oscuro presentimiento de nuestras
    causalidades inconscientes.
    Freud se muestra absolutamente descreído del valor de los
    presentimientos para anunciar un suceso futuro. Descarta que los
    sueños puedan tener un carácter profético, que la sensación de deja vu
    (experimentar la sensación de haber vivido antes alguna escena de
    nuestra existencia) indique el recuerdo de alguna vida pasada (por el
    contrario para Freud se trata del recuerdo de una fantasía inconsciente)
    y sostiene que los actos fallidos supuestos (esto es el falso recuerdo de
    haber extraviado algún objeto) no son mas que expresiones de un
    deseo inconsciente que se hace presente de manera deformada en las
    acciones conscientes.
   Al final del texto, Freud articula lo encontrado en numerosos actos
    fallidos con las determinaciones de los sueños. En ambos existen
    condensaciones y desplazamientos del material reprimido para
    emerger, en un caso, como un sueño falto de sentido y, en otro, como
    un acto desprovisto de significación y que yerra su propósito evidente.
    El absurdo de un sueño se corresponde al desconcierto que un acto
    fallido provoca en quien lo padece y, asimismo, lo incomprensible de
    estos fenómenos pasajeros, se articula con lo enigmático del
    sufrimiento que un síntoma neurótico provoca.
    Lo que nos lleva a considerar -concluye Freud- una íntima relación
    entre todos estos singulares productos de la vida psíquica humana,
    como es la de referir todos ellos a “un material psíquico
    incompletamente reprimido, que es rechazado por la conciencia, pero al
    que no se ha despojado de toda capacidad para exteriorizarse” .
   Para concluir.
    ¿No son los actos fallidos, actos que aparecen develados en su sentido último
    sólo por la operación del lenguaje?
    En el curso de este recorrido no debemos olvidar que sólo es posible
    interpretarlos en la medida en que alguien los cuenta a un interlocutor (aún,
    cuando este último sea uno mismo).
    Desde este punto de vista, la acción humana aparece sometida a la influencia
    del significante y esto, aun cuando no usara estos conceptos, lo vio muy bien
    Freud, toda vez que sus ejemplos son todos relatos y que, aún el acto más
    mudo, aparentemente, solo alcanza la dimensión del sentido cuando es puesto
    a hablar en un análisis, a decir palabras que aparecen desvinculadas de los
    sentidos establecidos y sobre todo de su referente.
    En todos estos casos el sujeto está dividido entre sus determinaciones
    inconscientes y las posibilidades orgullosas de su conciencia que son
    atravesadas día a día por estos actos aparentemente sin sentido, por estas
    apariciones súbitas y escandalosas del deseo inconsciente, que, a causa de las
    defensas que arduamente ha edificado, se hace notar así en su vida cotidiana.
    Bibliografía
    Freud, S. Psicopatología de la Vida Cotidiana (1901)
    Freud, S. Algunas lecciones elementales de Psicoanálisis (1938)
    Lacan, J. Seminario I. Los escritos Técnicos de Freud. Paidós, Bs.As. 1981.
    Miller, J.A. Recorrido de Lacan, Manantial, Bs.As. 1998.
    Masotta, O. Jacques Lacan o el inconsciente en los fundamentos de la filosofía,
    en Ensayos Lacanianos, Anagrama, Barcelona, 1976.

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  • 1. Sigmund Freud Sigismund Schlomo Freud (Freiberg, 6 de mayo de 1856 - Londres, 23 de septiembre de 1939), más conocido como Sigmund Freud fue un médico y neurólogo austriaco, creador del psicoanálisis.
  • 2. Sigismund Schlomo Freud (Freiberg, 6 de mayo de 1856 - Londres, 23 de septiembre de 1939), más conocido como Sigmund Freud fue un médico y neurólogo austriaco, creador del psicoanálisis. Comenzó su carrera interesándose por la hipnosis y su uso para tratar a enfermos mentales. Más tarde, aunque mantuvo en la terapia varios aspectos de esta técnica, reemplazó la hipnosis por la asociación libre y el análisis de los sueños, para desarrollar lo que, actualmente, se conoce como «la cura del habla». Todo esto se convirtió en punto de partida del psicoanálisis. Freud se interesó especialmente en la histeria (trastorno de conversión según el DSM-IV) y en la neurosis (actualmente esta clasificación fue descartada por la psiquiatría y aparece en la nosología psicoanalítica reclasificada bajo distintas denominaciones: afecciones psicosomáticas, neurosis y psicosis).
  • 3. Las teorías de Sigmund Freud y el tratamiento que daba a sus pacientes causaron un gran revuelo en la Viena del s. XIX y el debate sobre las mismas continúa en la época actual. Sus ideas son a menudo discutidas y criticadas, y muchos consideran su obra como más bien perteneciente al campo del pensamiento y de la cultura en general. Además, existe un amplio debate sobre si el psicoanálisis y los tratamientos asociados a él pertenecen al ámbito de la ciencia. La división de opiniones sobre Freud se puede resumir de este modo: por un lado, sus seguidores más convencidos le consideran un gran científico de la medicina que descubrió importantes verdades sobre la psicología humana; y por otro, sus críticos lo ven como un filósofo que replanteó la naturaleza humana y nos ayudó a derribar tabúes, pero cuyas teorías, como ciencia, fallan en un examen riguroso
  • 4. Biografía  Freud nació el 6 de mayo de 1856 en Freiberg, Moravia (en la actualidad, Příbor en la República Checa). Fue el mayor de seis hermanos (cinco niñas y un niño). Tenía además hermanastros de un matrimonio anterior de su padre. Cuando todavía era un niño, su familia se trasladó a Viena a causa de los disturbios antisemitas. Pese a que Freud provenía de una familia de pocos recursos, sus padres se esforzaron para que obtuviera una buena educación. Ingresó en la Universidad de Viena a los 17 años, donde cursó sus estudios a pesar de que también había antisemitismo en Austria. En 1877, abrevió su nombre de Sigismund Schlomo Freud a Sigmund Freud. Los primeros años de Freud son poco conocidos ya que destruyó sus escritos personales en dos ocasiones, la primera vez en 1885 y de nuevo en 1907. Luego, sus escritos posteriores fueron protegidos cuidadosamente en los Archivos de Sigmund Freud, a los que sólo tenían acceso Ernest Jones (su biógrafo oficial) y unos pocos miembros del círculo cercano al psicoanálisis. El trabajo de Jeffrey Moussaieff Masson arrojó alguna luz sobre la naturaleza del material oculto.
  • 5. En 1886, Freud se casó y abrió una clínica privada especializada en desórdenes nerviosos, donde comenzó su práctica para tratar la histeria (la conoció por medio de Jean-Martin Charcot, en París) y la neurosis utilizando el método catártico de Josef Breuer en pacientes como Bertha Pappenheim (Anna O., quién primeramente había sido paciente de Breuer) y Emma Eckstein (Irma). Más tarde abandonó este método en favor de la asociación libre. Observó que podía aliviar los síntomas de sus pacientes recostándolos en un sofá y animándolos a que expresaran lo primero que les venía a la mente. Comenzó desde ese momento a desarrollar los fundamentos del psicoanálisis. Busto de Sigmund Freud en la Universidad de Viena. Tras publicar algunos textos sobre sus investigaciones, Freud fue designado profesor en la Universidad de Viena en 1900. Comenzó a incorporar personas que se sumaron al movimiento psicoanalítico que empezaba a definirse. Freud tenía poca tolerancia hacia los colegas que disentían de sus doctrinas teóricas, y algunos se separaron eventualmente. Los ejemplos más conocidos son Carl Jung y Wilhelm Reich.
  • 6. En 1938, tras la anexión de Austria por parte de la Alemania nazi, Freud (judío) escapó con su familia a Inglaterra con ayuda financiera de su paciente y familiar, Marie Bonaparte. Al cruzar la frontera alemana se le exigió que firmara una declaración donde se aseguraba que había sido tratado con respeto por el régimen nazi (a pesar de haber sufrido arresto domiciliario). Freud estaba enfermo de cáncer oral, tuvo 33 intervenciones quirúrgicas a partir del año 1923, en la primera intervención se le practicó una biopsia, que consistió en operar una leucoplasia proliferativa papilar en el arco palatino derecho anterior. Freud falleció en 1939 a causa de una sobredosis de morfina inyectada por un amigo a petición del mismo Freud, que no podía soportar los dolores producidos por el cáncer que sufría en la boca.
  • 7. Descendientes  Su hija Anna Freud fue una destacada psicoanalista, particularmente en el campo de los niños y del desarrollo psicológico. Sigmund Freud es abuelo del pintor Lucian Freud, del actor y escritor Clement Freud. Es bisabuelo de la periodista Emma Freud, de la diseñadora de moda Bella Freud y del relacionador público Matthew Freud.
  • 8. a continuación es un ensayo, del profesor Ricardo Gandolfo En 1900, cuando Freud publicó “La interpretación de los sueños”, una nueva disciplina surgía, develando por medio de sus construcciones interpretativas un mundo de significaciones en lo que -hasta ese momento- había sido considerado un simple subproducto de la conexiones neuronales relajadas por el acto de dormir. Freud instaló la práctica de la interpretación en ámbitos que hasta entonces se habían mostrado renuentes a su eficacia. Por otra parte, el libro señalaba con toda claridad un modelo de explicación del deseo inconsciente, modelo conocido como la vivencia de satisfacción. De esta manera se explicaba no sólo el funcionamiento sino también el origen del deseo inconsciente y de otros fenómenos aparentemente alejados de la experiencia onírica, como los chistes, las equivocaciones orales, los olvidos, alcanzando en los límites de la explicación, al mismo síntoma que, de esta manera, se revelaba como un modo singular de proponer una razón al sufrimiento psíquico y, al mismo tiempo, como una vía especial de satisfacción. El fracaso en la consecución de un acto, la vacilación al recordar una fecha, la dificultad en encontrar unas llaves que asegurábamos estaban sobre la mesa, el gesto repetitivo de pellizcarse el lóbulo de la oreja sin advertir lo que estamos haciendo, son actos todos que Freud denominó fallidos, toda vez que la intención al realizarlos es otra y el objetivo que alcanzan suele sorprender o desconcertar al sujeto que los practica.
  • 9. Psicopatología de la Vida Cotidiana, tal fue el título del volumen que Freud publicaría en 1901, sólo un año mas tarde, que introduciría la explicación de los fenómenos inconscientes, más allá de la simple calificación de errores o de equivocaciones sin sentido productos del cansancio o del funcionamiento pasajeramente alterado del aparato psíquico, como se los consideraba hasta entonces. Por el contrario, de entrada Freud sostiene, recordando la publicación en 1898 de su trabajo Sobre el mecanismo psíquico del olvido, que había llegado a la conclusión “que estos casos de falla de una función psíquica -de la memoria- nada gratos ni importantes en la práctica, admitían una explicación que iba más allá de la usual valoración atribuida a tales fenómenos” . Esa explicación reposa en la observación de una característica que, en el caso del olvido de los nombres propios, desconcierta inicialmente. Se trata no sólo de olvidar un nombre cualquiera sino de, a la vez, recordar erróneamente otros nombre que funcionan como sustitutivos. Estos sustitutivos se presentan enlazados al nombre olvidado por medio de las operaciones del desplazamiento (transferencia de la energía una representación a otra) y la condensación (transferencia de la energía de múltiples representaciones a una o de una a múltiples representaciones), a través de las cuales se articulan las operaciones propiamente inconscientes, cuya finalidad es ocultar al saber del sujeto cierto tipo de representaciones rechazadas por la conciencia. Así se establece el modelo básico de las operaciones fallidas: sea que se trate de olvidar, reproducir erróneamente, alterar la finalidad de una acción o producir un acto en lugar de otro, en cualquier caso, se trata de no saber una significación que comprometería decisivamente la vida del sujeto.
  • 10. Signorelli, aliquis: dos nombres olvidados. Los casos a los cuales vamos a referirnos figuran en las páginas iniciales de la Psicopatologia. En cualquiera de ellos se advierte rápidamente la incidencia de los factores inconscientes. En el primero (que es un olvido del mismo Freud) las cadenas asociativas se inician en los nombres sustitutivos : Boticelli y Boltraffio, para descender rápidamente a incidentes que Freud hubiera preferido que permanecieran latentes. A saber, el relato acerca de los turcos cuando se ven afectado por la pérdida de la potencia sexual y afirman que más les valdría estar muertos. Es decir, prefieren la no existencia a la carencia de la potencia que les permitiría afirmarse como hombres. La segunda asociación es más dramática aún, se trata de un paciente que había atendido en Trafoi (obsérvese la reverberación significante con Boltraffio) que se suicida al comprender lo “incurable de su perturbación sexual” . Es lo que hace que Freud dictamine con absoluta seguridad que “no puedo, ya por tanto, considerar el olvido del nombre Signorelli como un acontecimiento casual, y tengo que reconocer la influencia de un motivo en este suceso” , convencido como está que el olvido ha sido producido por la represión de ese suceso desagradable para su conciencia profesional y para su reputación.
  • 11. Por otro lado, la sustitución inconsciente de la palabra Signor por Herr, advertida durante las asociaciones, confluye en Herzegovina, donde recuerda las palabras de un colega que le habría referido que los turcos (¡otra vez!) se muestran llenos de confianza en el médico y exclaman, cuando la muerte es inminente: “¡Señor (Herr) que le vamos a hacer! ¡Sabemos que si hubiera sido posible salvarle, le hubierais salvado!” A las consideraciones sobre su prestancia profesional, Freud agrega una conexión más misteriosa sobre este olvido, su relación con el tema de la muerte y la sexualidad. Aunque no se explaya casi sobre esto, es posible deducirlo. En efecto, la estructura misma del inconsciente asocia estos dos temas de manera inequívoca (y Freud ya había podido pesquisarlo en los análisis de las histéricas que conducía desde, por lo menos, unos tres o cuatro años atrás), pero algo más se presenta en este extraordinario fragmento clínico del mismo Freud: la articulación entre la sexualidad como otorgando un sentido a la vida, y la muerte como despojándoselo, constituyen para Freud algo así como el dato central de cualquier análisis, tanto que parece una intuición sobre el concepto de pulsión de muerte, que inventaría unos 19 años más tarde.
  • 12. De las condiciones que se establecen en el texto sobre el olvido de los nombres, Freud asegura que solo las dos primeras son importantes, porque la última (la posibilidad de una asociación externa entre el nombre olvidado y lo reprimido anteriormente) está asegurada por el desplazamiento y la condensación de los significantes del lenguaje. En cambio las dos primeras (a saber, la disposición para el olvido de un nombre y el proceso represivo) son casi ineludibles. Ligando así la represión al olvido de los nombres, Freud extiende su campo a actos que van a ser alterados por lo que deseamos olvidar. La represión aparece de esta forma como un mecanismo humano primordial, ya que en este sentido los animales jamás olvidan para defenderse. El segundo de los olvidos, el de una palabra extranjera, sitúa un mecanismo similar, pero esta vez ocurrido en un viaje ferroviario cuando un joven que compartía el asiento con Freud intenta recordar el verso latino “Exoriare aliquis nostris ex ossibus ultor!”, es decir, “Deja que alguien surja de mis huesos como vengador” y comete el “error” de olvidarse la palabra latina aliquis.
  • 13. Freud procede allí al análisis de ese olvido solicitando al joven que, prescindiendo de toda crítica, le comunique lo que acude a su mente libremente. Comienza dividiendo la palabra latina en dos, a y liquis, y continua con una serie de asociaciones que despliegan las palabras reliquias-licuefacción-fluido- líquido, y la acusación hecha a los judíos de asesinar a un cristiano en Pascua para utilizar su sangre en ceremonias religiosas, el joven avanza por ese camino aparentemente absurdo, hasta llegar a San Genaro y el milagro de la licuefacción de su sangre en determinado día festivo. Es el punto en que se detiene, e interrogado por Freud, confiesa con cierta reticencia que ha pensado en “una señora de la cual podría fácilmente recibir una noticia sumamente desagradable para ella y para mí” , a lo cual Freud responde que esa noticia sería la ausencia de menstruación, produciendo una profunda sorpresa en el joven. La explicación posterior de Freud agrega lo necesario para comprender que las asociaciones se precipitaban hacia el objetivo de transformar el milagro de San Genaro en un “magnífico símbolo del período en la mujer”, y, socarronamente, pregunta al joven si admitiría entre sus asociaciones el recuerdo de Simón Trento, sacrificado en su primera infancia, es decir si hay que incluir entre los deseos reprimidos el de hacer un aborto a la amante de la que se teme estuviera embarazada. Toda la anécdota aparece recorrida por un humor irónico, pero también agrega una importante conquista conceptual, la que hace de la perturbación de un pensamiento una consecuencia de la contradicción interna que proviene de lo reprimido.
  • 14. ¿Cuál es esa contradicción interna? La que se plantea entre el deseo del joven de tener descendencia (expresado en una parte de sus asociaciones, al referirse al sentido de la frase latina afectada por el acto fallido) y, al mismo tiempo, la contrariedad de tener un hijo no deseado o en circunstancias molestas ya que no estaba casado con la señora en cuestión, lo que lo hacía - subterráneamente, claro está- “pensar” en un aborto. Equivocarse sirve al inconsciente El plano de la equivocación transcurre atravesado por la incidencia de los deseos inconscientes, que Freud va a ejemplificar abundantemente. Se trata en primer lugar del lapsus linguae, o sea equivocaciones orales, luego, de lapsus de la escritura y la lectura, finalmente, del olvido de impresiones y propósitos, que constituyen los capítulos V, VI y VII de la Psicopatología. Todo sucede como si de pronto fallaran las funciones psíquicas que permiten controlar nuestras acciones lingüísticas, ya sea por defecto (olvidos) como por exceso (equivocaciones). Semejante fenómeno no es, para Freud, fruto de la inocencia. Para él el aparato psíquico se encuentra atravesado por una función de defensa que lo constituye, no sólo en relación a los deseos inconscientes, sino también frente al mundo exterior que se presenta hostil a las aspiraciones del sujeto. Las condiciones de la memoria, que han sido tratadas en el primer capítulo, describen un aparato donde la función de evocar se encuentra singularmente perturbada.
  • 15. Freud sitúa allí lo que llama recuerdos encubridores, es decir unidades de evocación mnémica que resultan inexactas como ubicación temporal. Es decir que los recuerdos infantiles aparecen no sólo alterados en su composición, sino también en su localización respecto al tiempo en que sucedieron. A veces corresponden a “años muy posteriores a la vida del sujeto”, lo que les da una característica de regresivos. Otras se sitúan en relación a un tiempo posterior a la experiencia “contra cuya reproducción directa se alza una resistencia” , lo que los hace llamarlos progresivos. Finalmente, también los recuerdos simultáneos o contiguos, tienen una característica equívoca: frecuentemente solo se recuerdan escenas o factores nimios, de poca importancia frente a la experiencia que se quiere olvidar. Semejante vacilación permite a Freud establecer a la memoria no como una facultad objetiva, sino más bien como un entramado de huellas cuya producción de recuerdos obedece no tanto a la voluntad del sujeto, sino a su deseo inconsciente. No recordamos lo que sucedió sino lo que articula nuestro deseo, eliminando lo que por su carácter displacentero no estaría de acuerdo con nuestra estructura deseante. Incluso los recuerdos muy vívidos, plenos de detalle y de significaciones precisas ocultan en su composición la gramática del deseo inconsciente y sobre todo son los recuerdos con esas características los que Freud va a determinar como fundamentalmente defensivos y, por lo tanto, deformadores de la realidad que pretenden transmitir. este niño en esta época que las preocupaciones gramaticales.
  • 16. Las equivocaciones orales, por su parte, revelan un mecanismo similar. Se trata de trastabillar en la pronunciación de ciertas palabras para que el sentido que surja sea totalmente equívoco o contrario a los intereses conscientes del sujeto. Allí la analogía de los elementos del lenguaje permite que ciertos vocablos “inconvenientes” se infiltren entre los intersticios de la pronunciación, obligando a los sujetos a dejar ver algo de sus deseos inconscientes. Condensaciones (unir varias palabras para crear una nueva, verdadero monstruo verbal que vehiculiza lo reprimido) y desplazamiento (transferencia de la significación de una palabra reprimida a otras análogas) permiten componer el tejido de nuestras equivocaciones orales. Otro tanto sucede con las que cometemos al escribir o al leer un texto cualquiera. En todos los casos un deseo inconsciente burla la defensa y, alterando textos y significaciones, permite construir estos formaciones sintomáticas pasajeras que perturban la buena marcha de las actividades conscientes.
  • 17. “Nuestros actos fallidos son actos que triunfan, nuestras palabras que tropiezan, son palabras que confiesan” afirma J. Lacan en su primer Seminario. Para agregar que “Si el descubrimiento de Freud tiene un sentido sólo puede ser éste: la verdad caza al error por el cuello en la equivocación”, mostrando cómo esas palabras que se manifiestas a pesar del sujeto, revelan la dimensión de la verdad. Una verdad escondida, silenciada, incluso furiosamente negada, pero que sin embargo, se abre paso a través de los puntos débiles del discurso. Si retomamos en este punto el texto freudiano, observaremos que el modelo que comentábamos anteriormente, se encuentra repetido para desentrañar el sentido oculto de la equivocaciones orales, de escritura y lectura. Un ejemplo comentado por Freud: se trata de un sujeto que escribe en una carta: “Salude usted cordialmente a su esposa y a su hijo (irhen Sonhn)” . Pero antes de cerrar el sobre nota que ha escrito irhen con minúscula, con lo cual el sentido se altera. Ahora es: “Salude usted a su esposa y a su hijo (de ella)”. Afortunadamente el sujeto corrige la carta, pero hace notar que una señora que lo acompañaba en su última visita a esa casa le había llamado la atención sobre lo parecido que era el hijo de la señora a un íntimo amigo de la casa, lo cual indicaba claramente quien era su padre .
  • 18. En otra viñeta se expone el siguiente caso: “Hans Sachs contó haber leído: ‘Las cosas que impresionan a los demás son sobrepasadas por él en su Steinfleinheit (erudición pedante)”. Sorprendido observa el texto otra vez y lee la palabra correcta Stilfenheit, es decir “estilo elegante”. Agrega que el texto en cuestión se refería a la alabanza de un historiador al cual no tenía ninguna simpatía, por exhibir de manera pedante su saber, en un inequívoco ‘modo germánico’”. Del mismo modo, los olvidos de impresiones y propósitos evidencian la presencia del deseo inconsciente. El sujeto prefiere “olvidar” su propósito, para no alcanzar el malestar que le ocasionaría cumplirlo. En cierto modo el olvido aquí se muestra indiferente a la importancia o valor de las acciones que deberíamos realizar, y opera más bien en una dimensión estética (ligada a la capacidad del aparato de producir placer o de evitar el displacer), más que al registro moral de nuestro comportamiento. Poco importan aquí los valores que pudiéramos invocar para “recordar“ un propósito o una impresión. En todos los casos el principio del placer, utilizando vías aparentemente sinuosas, triunfa evitándonos el malestar, la vergüenza o la deshonra que supondría el recuerdo eliminado. Los innumerables ejemplos que Freud anota en el texto muestran todos el mismo esquema:
  • 19. deseo reprimido --------------- defensa ---------------- equivocación Se señala así que el deseo (en tanto reprimido) no permanece inactivo, sino que, como lo anotará Freud muchos años después: ”¿Qué diríamos si en todos estos ejemplos (podríamos decir sin ninguna excepción) fuera posible demostrar la presencia de un acto psíquico -un pensamiento, un deseo o una intención- que explicaría la aparente equivocación y que era inconsciente en el momento en el que se realizó, aunque haya podido ser previamente consciente?” . El carácter retórico de esta pregunta freudiana esconde en verdad una afirmación fuerte: la vida psíquica está gobernada en gran parte por lo inconsciente, y como dice también hacia el final del mismo libro, lo consciente sigue siendo “la luz que ilumina nuestro camino y nos lleva a través de la oscuridad de la vida mental”, expresión que revela una modesta confianza en los poderes de la razón para intentar orientar al hombre. Acto que falla, acto que acierta
  • 20. Se trata de perturbaciones en otras funciones motoras, además de las del discurso. Más allá de las perturbaciones de la lengua, existen las alteraciones de las “funciones motoras”, las cuales se dividen en dos grupos: aquellas cuya intención aparece extraviada y por lo tanto su efecto es fallido, que denomina actos de término erróneo o torpezas, y aquellas en las que la acción total aparece como inadecuada a su fin, los actos sintomáticos y casuales, y aclara que este clasificación no es mas que “puramente descriptiva”. El acto fallido es considerado para Freud “una representación simbólica de un pensamiento definido, pero no aceptado aún conscientemente” . Freud, que durante seis años, fue dos veces diarias a una casa, en dos oportunidades le sucedió subir un piso más arriba de aquel al cual se dirigía. Analizando estos actos fallidos descubre que la primera vez estaba sumido en “una fantasía ambiciosa” que lo hacía elevarse cada día más, y en la segunda, la fantasía en cuestión se refería a su irritación contra una crítica (fantaseada) relativa a sus obras, en la que se le dirigía el reproche de “haber ido demasiado lejos”, que él transformaba en “haber trepado demasiado arriba”.
  • 21. En los numerosos casos de torpezas que Freud presenta, todo sucede como si el deseo inconsciente se apoderara de las vías de la motilidad voluntaria o de la sensibilidad (tal como sucede en el histeria), para producir actos equivocados cuya función de “error” está ligada a lo inconscientemente reprimido. Roturas involuntarias de objetos, pérdida sistemática de llaves, errores perceptivos que conducen a acciones indeseadas (como en el ejemplo de la escalera que comentábamos anteriormente), actos de aprehensión errónea, autoagresiones involuntarias, son actos cuya finalidad reposa en la satisfacción de un deseo inconsciente bajo fuertes condiciones de censura. Incluso Freud comenta que cuando un miembro de su familia se queja de haberse mordido la lengua o aplastado un dedo, en lugar de compadecerlo, simplemente le pregunta por qué ha hecho eso, obteniendo en muchos casos respuestas sorprendentes. Cuenta que uno de sus hijos, de solo once años, había amenazado con suicidarse al ser reprendido. Esa misma tarde enseña a Freud un golpe que se había dado en la caja torácica al chocar contra una puerta. Interrogado, él simplemente contesta “Eso ha sido el intento de suicidio con el que os amenacé esta mañana” . Freud deduce que los maltratos que los sujetos se producen se sostienen por el deseo inconsciente de suicidio (mucho más frecuentes de lo que parece) y las fuerzas que actúan contra este deseo, lo que origina una transacción, cuyo resultado es el acto autopunitivo.
  • 22. Agrega que si ese “furor contra la propia vida” puede ocultarse tras una torpeza casual, no debe resultarnos difícil aceptar que los actos erróneos que ponen en peligro la vida y la salud de otras personas están animados por deseos homicidas inconscientes, naturalmente. No vacila en incluir entre estos actos causados por la determinación inconsciente, los actos sintomáticos, esto es, aquellos que no tienen finalidad alguna y se hacen solamente para “entretener las manos” o por “pura casualidad”. Son actos que suelen pasar inadvertidos y que expresan algo que “ni el mismo actor sospecha que existe en ellos y que regularmente no habría de comunicar a los demás” , este carácter es el que para Freud permite asignarle la denominación de sintomáticos en tanto cumplen la misma función que un síntoma neurótico. Por ejemplo, una joven casada revela -en el análisis- haberse herido el dedo anular izquierdo al arreglarse las uñas, lo que sucede el día del aniversario de su matrimonio. Al mismo tiempo relata un sueño en el cual se refería a “la torpeza de su marido y a su anestesia sexual”. La significación es harto clara, más cuando dice que su marido, que era Doctor en Derecho, había sido precedido por un médico, al cual ella misma acostumbraba a llamar “Doctor en Izquierdo” y, respecto al cual, había sentido un secreto amor.
  • 23. Freud plantea una clasificación tan exhaustiva como humorística. Desde los tics, hasta hacer resonar las monedas en los bolsillos, juguetear con el bastón... que revelan el deseo de ocultar algún sentido en el curso de un tratamiento analítico. Los cambios en el modo de vestir, un botón desabrochado o algún principio de desnudez manifiestan algo que, por su origen inconsciente, el propietario del traje no podría decir directamente. En la larga serie de actos perturbados por las determinaciones inconscientes, debemos incluir también los errores de la memoria, en los cuales el error no es reconocido como tal sino aceptado como recuerdo correcto. Freud aclara que denominarlo error y no recuerdo erróneo resulta de los casos en los que se trata de reproducir algo que pertenece a la realidad objetiva (como fechas, protagonistas de una novela, lugares geográficos, circunstancias históricas).
  • 24. Citemos solo un caso: el del mismo Freud afirmando que Zeus había castrado a su padre, Cronos, cuando en realidad la mitología nos informa que fue Crono el que aplicó ese acto a su padre, Urano. “Retrasé ese crimen una generación”, afirma Freud, indicándonos cómo intentaba eludir sus deseos inconscientes de parricidio. Es necesario distinguir los errores producidos por represión, de aquellos originados en una ignorancia real. La combinación de los actos fallidos es lo mas frecuente. Así un error puede estar combinado con una acción torpe deducida de ese error, o un recuerdo infantil deformado puede conducir al olvido de una circunstancia del presente. Lo cierto es que estos actos fallidos nos revelan que nuestra vida está gobernada, diestramente en muchos casos, por los deseos inconscientes, a lo que debe sumarse la defensa que ejercemos contra ellos. Sin embargo, a pesar de ésta, el deseo siempre logra contrariar nuestra voluntad, sin que sea posible evitarlo, utilizando nuestra volición consciente. “Es necesario, afirma Freud, una labor psíquica que convierta lo desconocido en conocido a la conciencia” , indicando así el camino que lleva de los actos fallidos al análisis. Allí algo puede revelarse para el sujeto que dé cuenta de lo que emerge en el momento en que un acto fracasa y, paradójicamente, al mismo tiempo triunfa.
  • 25. El determinismo es compatible con la casualidad Nuestro título, aparentemente paradójico, responde a la última precisión que Freud realiza en este admirable texto. Es posible, dice, combinar dos órdenes tan alejados como la férrea determinación causal y la contingencia, lo que ocurre casualmente, sin que nosotros nos lo propongamos. Lo que indican los actos fallidos en su conjunto es, sin duda, la relación del sujeto con su deseo. Como escribe Masotta “El psicoanálisis descubre que el deseo no es admitido sino por toda suerte de refracciones, de rodeos, de disfraces” , por esto mismo Freud encuentra en los actos fallidos la causalidad, oculta en el terreno mismo de la contingencia y el azar. ¿De que azar se trata? Del azar del deseo, de que si este acto fallido revela la determinación de un deseo inconsciente aparece, sin embargo, bajo la forma de la casualidad, como si su determinación inconsciente fuera una entre muchas posibles, y por lo tanto, careciera de lógica. Por el contrario, Freud escribe: “Ciertas insuficiencias de nuestros funcionamientos psíquicos y ciertos actos aparentemente inintencionados se demuestra motivados y determinados por motivos desconocidos a la conciencia cuando se los somete a la investigación psicoanalítica” , situando así una férrea causalidad, en estos actos aparentemente inmotivados.
  • 26. Un caso del texto nos servirá para ejemplificar esto. Un hijo pide a su madre que diga un número cualquiera, a lo que ésta responde 79. Entonces el hijo insiste solicitando una asociación cualquiera. La madre dice de un precioso sombrero que había visto. “¿Cuánto costaba?”, inquiere el hijo. “158 marcos”, dice la madre, a lo que el joven argumenta que si 158 es el doble de 79 su madre debe haber pensado inconscientemente que “si costara la mitad me lo compraría”. La viñeta anterior sirve para ilustrarnos que el inconsciente calcula. Es decir que el deseo sabe leer las determinaciones numéricas y expresarlas mas allá de las habilidades de la conciencia. Al respecto el padre del joven objeta que las mujeres “no son muy buenas en matemáticas” a lo que el hijo contesta que su madre podría haberse ocupado de ese sombrero en sueños y haberse dicho que lo compraría si costara al menos la mitad. Freud aduce también que el saber de la paranoia permite asimismo construir esta conclusión, dado que un paranoico sostiene que todo es significativo e interpretable. Al hacerlo proyecta en la vida psíquica de los demás lo que en la suya existe inconscientemente. Así, Freud admite que el paranoico tiene razón, puesto que percibe de manera más desembozada la determinación inconsciente de los actos, que en el neuróticos aparece más oculta, toda vez que es atribuida a la simple casualidad.
  • 27. Del mismo modo los fenómenos de superstición indican algo parecido. El supersticioso no hace mas que trasladar el determinismo de su vida subjetiva al mundo exterior, concibiéndolo de este modo como totalmente motivado. Incluso Freud considera que las mitologías humanas no son mas que un caso particular de este ley general, en tanto que no serían otra cosa que “psicología proyectada en el mundo exterior” . La realidad sobrenatural, sería así una construcción subjetiva que las determinaciones inconscientes despejarían, como así también las supersticiones no son mas que un oscuro presentimiento de nuestras causalidades inconscientes. Freud se muestra absolutamente descreído del valor de los presentimientos para anunciar un suceso futuro. Descarta que los sueños puedan tener un carácter profético, que la sensación de deja vu (experimentar la sensación de haber vivido antes alguna escena de nuestra existencia) indique el recuerdo de alguna vida pasada (por el contrario para Freud se trata del recuerdo de una fantasía inconsciente) y sostiene que los actos fallidos supuestos (esto es el falso recuerdo de haber extraviado algún objeto) no son mas que expresiones de un deseo inconsciente que se hace presente de manera deformada en las acciones conscientes.
  • 28. Al final del texto, Freud articula lo encontrado en numerosos actos fallidos con las determinaciones de los sueños. En ambos existen condensaciones y desplazamientos del material reprimido para emerger, en un caso, como un sueño falto de sentido y, en otro, como un acto desprovisto de significación y que yerra su propósito evidente. El absurdo de un sueño se corresponde al desconcierto que un acto fallido provoca en quien lo padece y, asimismo, lo incomprensible de estos fenómenos pasajeros, se articula con lo enigmático del sufrimiento que un síntoma neurótico provoca. Lo que nos lleva a considerar -concluye Freud- una íntima relación entre todos estos singulares productos de la vida psíquica humana, como es la de referir todos ellos a “un material psíquico incompletamente reprimido, que es rechazado por la conciencia, pero al que no se ha despojado de toda capacidad para exteriorizarse” .
  • 29. Para concluir. ¿No son los actos fallidos, actos que aparecen develados en su sentido último sólo por la operación del lenguaje? En el curso de este recorrido no debemos olvidar que sólo es posible interpretarlos en la medida en que alguien los cuenta a un interlocutor (aún, cuando este último sea uno mismo). Desde este punto de vista, la acción humana aparece sometida a la influencia del significante y esto, aun cuando no usara estos conceptos, lo vio muy bien Freud, toda vez que sus ejemplos son todos relatos y que, aún el acto más mudo, aparentemente, solo alcanza la dimensión del sentido cuando es puesto a hablar en un análisis, a decir palabras que aparecen desvinculadas de los sentidos establecidos y sobre todo de su referente. En todos estos casos el sujeto está dividido entre sus determinaciones inconscientes y las posibilidades orgullosas de su conciencia que son atravesadas día a día por estos actos aparentemente sin sentido, por estas apariciones súbitas y escandalosas del deseo inconsciente, que, a causa de las defensas que arduamente ha edificado, se hace notar así en su vida cotidiana. Bibliografía Freud, S. Psicopatología de la Vida Cotidiana (1901) Freud, S. Algunas lecciones elementales de Psicoanálisis (1938) Lacan, J. Seminario I. Los escritos Técnicos de Freud. Paidós, Bs.As. 1981. Miller, J.A. Recorrido de Lacan, Manantial, Bs.As. 1998. Masotta, O. Jacques Lacan o el inconsciente en los fundamentos de la filosofía, en Ensayos Lacanianos, Anagrama, Barcelona, 1976.