1. Sigmund Freud
Sigismund Schlomo Freud (Freiberg, 6 de mayo de
1856 - Londres, 23 de septiembre de 1939), más
conocido como Sigmund Freud fue un médico y
neurólogo austriaco, creador del psicoanálisis.
2. Sigismund Schlomo Freud (Freiberg, 6 de mayo de 1856 - Londres,
23 de septiembre de 1939), más conocido como Sigmund Freud
fue un médico y neurólogo austriaco, creador del psicoanálisis.
Comenzó su carrera interesándose por la hipnosis y su uso para
tratar a enfermos mentales. Más tarde, aunque mantuvo en la
terapia varios aspectos de esta técnica, reemplazó la hipnosis por
la asociación libre y el análisis de los sueños, para desarrollar lo
que, actualmente, se conoce como «la cura del habla». Todo esto
se convirtió en punto de partida del psicoanálisis.
Freud se interesó especialmente en la histeria (trastorno de
conversión según el DSM-IV) y en la neurosis (actualmente esta
clasificación fue descartada por la psiquiatría y aparece en la
nosología psicoanalítica reclasificada bajo distintas
denominaciones: afecciones psicosomáticas, neurosis y psicosis).
3. Las teorías de Sigmund Freud y el tratamiento que daba a sus
pacientes causaron un gran revuelo en la Viena del s. XIX y el
debate sobre las mismas continúa en la época actual. Sus ideas
son a menudo discutidas y criticadas, y muchos consideran su obra
como más bien perteneciente al campo del pensamiento y de la
cultura en general. Además, existe un amplio debate sobre si el
psicoanálisis y los tratamientos asociados a él pertenecen al
ámbito de la ciencia.
La división de opiniones sobre Freud se puede resumir de este
modo: por un lado, sus seguidores más convencidos le consideran
un gran científico de la medicina que descubrió importantes
verdades sobre la psicología humana; y por otro, sus críticos lo ven
como un filósofo que replanteó la naturaleza humana y nos ayudó
a derribar tabúes, pero cuyas teorías, como ciencia, fallan en un
examen riguroso
4. Biografía
Freud nació el 6 de mayo de 1856 en Freiberg, Moravia (en la
actualidad, Příbor en la República Checa). Fue el mayor de seis
hermanos (cinco niñas y un niño). Tenía además hermanastros de un
matrimonio anterior de su padre. Cuando todavía era un niño, su
familia se trasladó a Viena a causa de los disturbios antisemitas.
Pese a que Freud provenía de una familia de pocos recursos, sus padres
se esforzaron para que obtuviera una buena educación. Ingresó en la
Universidad de Viena a los 17 años, donde cursó sus estudios a pesar de
que también había antisemitismo en Austria. En 1877, abrevió su
nombre de Sigismund Schlomo Freud a Sigmund Freud. Los primeros
años de Freud son poco conocidos ya que destruyó sus escritos
personales en dos ocasiones, la primera vez en 1885 y de nuevo en
1907. Luego, sus escritos posteriores fueron protegidos
cuidadosamente en los Archivos de Sigmund Freud, a los que sólo
tenían acceso Ernest Jones (su biógrafo oficial) y unos pocos miembros
del círculo cercano al psicoanálisis. El trabajo de Jeffrey Moussaieff
Masson arrojó alguna luz sobre la naturaleza del material oculto.
5. En 1886, Freud se casó y abrió una clínica privada especializada en
desórdenes nerviosos, donde comenzó su práctica para tratar la histeria
(la conoció por medio de Jean-Martin Charcot, en París) y la neurosis
utilizando el método catártico de Josef Breuer en pacientes como
Bertha Pappenheim (Anna O., quién primeramente había sido paciente
de Breuer) y Emma Eckstein (Irma). Más tarde abandonó este método
en favor de la asociación libre. Observó que podía aliviar los síntomas
de sus pacientes recostándolos en un sofá y animándolos a que
expresaran lo primero que les venía a la mente. Comenzó desde ese
momento a desarrollar los fundamentos del psicoanálisis.
Busto de Sigmund Freud en la Universidad de Viena.
Tras publicar algunos textos sobre sus investigaciones, Freud fue
designado profesor en la Universidad de Viena en 1900. Comenzó a
incorporar personas que se sumaron al movimiento psicoanalítico que
empezaba a definirse. Freud tenía poca tolerancia hacia los colegas que
disentían de sus doctrinas teóricas, y algunos se separaron
eventualmente. Los ejemplos más conocidos son Carl Jung y Wilhelm
Reich.
6. En 1938, tras la anexión de Austria por parte de la Alemania nazi,
Freud (judío) escapó con su familia a Inglaterra con ayuda
financiera de su paciente y familiar, Marie Bonaparte. Al cruzar la
frontera alemana se le exigió que firmara una declaración donde
se aseguraba que había sido tratado con respeto por el régimen
nazi (a pesar de haber sufrido arresto domiciliario).
Freud estaba enfermo de cáncer oral, tuvo 33 intervenciones
quirúrgicas a partir del año 1923, en la primera intervención se le
practicó una biopsia, que consistió en operar una leucoplasia
proliferativa papilar en el arco palatino derecho anterior.
Freud falleció en 1939 a causa de una sobredosis de morfina
inyectada por un amigo a petición del mismo Freud, que no podía
soportar los dolores producidos por el cáncer que sufría en la boca.
7. Descendientes
Su hija Anna Freud fue una destacada psicoanalista,
particularmente en el campo de los niños y del desarrollo
psicológico. Sigmund Freud es abuelo del pintor Lucian Freud, del
actor y escritor Clement Freud. Es bisabuelo de la periodista Emma
Freud, de la diseñadora de moda Bella Freud y del relacionador
público Matthew Freud.
8. a continuación es un ensayo, del profesor Ricardo Gandolfo
En 1900, cuando Freud publicó “La interpretación de los sueños”, una nueva
disciplina surgía, develando por medio de sus construcciones interpretativas
un mundo de significaciones en lo que -hasta ese momento- había sido
considerado un simple subproducto de la conexiones neuronales relajadas por
el acto de dormir. Freud instaló la práctica de la interpretación en ámbitos que
hasta entonces se habían mostrado renuentes a su eficacia.
Por otra parte, el libro señalaba con toda claridad un modelo de explicación del
deseo inconsciente, modelo conocido como la vivencia de satisfacción. De esta
manera se explicaba no sólo el funcionamiento sino también el origen del
deseo inconsciente y de otros fenómenos aparentemente alejados de la
experiencia onírica, como los chistes, las equivocaciones orales, los olvidos,
alcanzando en los límites de la explicación, al mismo síntoma que, de esta
manera, se revelaba como un modo singular de proponer una razón al
sufrimiento psíquico y, al mismo tiempo, como una vía especial de satisfacción.
El fracaso en la consecución de un acto, la vacilación al recordar una fecha, la
dificultad en encontrar unas llaves que asegurábamos estaban sobre la mesa,
el gesto repetitivo de pellizcarse el lóbulo de la oreja sin advertir lo que
estamos haciendo, son actos todos que Freud denominó fallidos, toda vez que
la intención al realizarlos es otra y el objetivo que alcanzan suele sorprender o
desconcertar al sujeto que los practica.
9. Psicopatología de la Vida Cotidiana, tal fue el título del volumen que Freud
publicaría en 1901, sólo un año mas tarde, que introduciría la explicación
de los fenómenos inconscientes, más allá de la simple calificación de
errores o de equivocaciones sin sentido productos del cansancio o del
funcionamiento pasajeramente alterado del aparato psíquico, como se los
consideraba hasta entonces.
Por el contrario, de entrada Freud sostiene, recordando la publicación en
1898 de su trabajo Sobre el mecanismo psíquico del olvido, que había
llegado a la conclusión “que estos casos de falla de una función psíquica
-de la memoria- nada gratos ni importantes en la práctica, admitían una
explicación que iba más allá de la usual valoración atribuida a tales
fenómenos” .
Esa explicación reposa en la observación de una característica que, en el
caso del olvido de los nombres propios, desconcierta inicialmente. Se trata
no sólo de olvidar un nombre cualquiera sino de, a la vez, recordar
erróneamente otros nombre que funcionan como sustitutivos.
Estos sustitutivos se presentan enlazados al nombre olvidado por medio de
las operaciones del desplazamiento (transferencia de la energía una
representación a otra) y la condensación (transferencia de la energía de
múltiples representaciones a una o de una a múltiples representaciones), a
través de las cuales se articulan las operaciones propiamente
inconscientes, cuya finalidad es ocultar al saber del sujeto cierto tipo de
representaciones rechazadas por la conciencia.
Así se establece el modelo básico de las operaciones fallidas: sea que se
trate de olvidar, reproducir erróneamente, alterar la finalidad de una
acción o producir un acto en lugar de otro, en cualquier caso, se trata de no
saber una significación que comprometería decisivamente la vida del
sujeto.
10. Signorelli, aliquis: dos nombres olvidados.
Los casos a los cuales vamos a referirnos figuran en las páginas iniciales de
la Psicopatologia. En cualquiera de ellos se advierte rápidamente la
incidencia de los factores inconscientes. En el primero (que es un olvido del
mismo Freud) las cadenas asociativas se inician en los nombres sustitutivos
: Boticelli y Boltraffio, para descender rápidamente a incidentes que Freud
hubiera preferido que permanecieran latentes. A saber, el relato acerca de
los turcos cuando se ven afectado por la pérdida de la potencia sexual y
afirman que más les valdría estar muertos. Es decir, prefieren la no
existencia a la carencia de la potencia que les permitiría afirmarse como
hombres. La segunda asociación es más dramática aún, se trata de un
paciente que había atendido en Trafoi (obsérvese la reverberación
significante con Boltraffio) que se suicida al comprender lo “incurable de su
perturbación sexual” .
Es lo que hace que Freud dictamine con absoluta seguridad que “no puedo,
ya por tanto, considerar el olvido del nombre Signorelli como un
acontecimiento casual, y tengo que reconocer la influencia de un motivo en
este suceso” , convencido como está que el olvido ha sido producido por la
represión de ese suceso desagradable para su conciencia profesional y para
su reputación.
11. Por otro lado, la sustitución inconsciente de la palabra Signor por Herr,
advertida durante las asociaciones, confluye en Herzegovina, donde
recuerda las palabras de un colega que le habría referido que los turcos
(¡otra vez!) se muestran llenos de confianza en el médico y exclaman,
cuando la muerte es inminente: “¡Señor (Herr) que le vamos a hacer!
¡Sabemos que si hubiera sido posible salvarle, le hubierais salvado!”
A las consideraciones sobre su prestancia profesional, Freud agrega una
conexión más misteriosa sobre este olvido, su relación con el tema de la
muerte y la sexualidad. Aunque no se explaya casi sobre esto, es posible
deducirlo.
En efecto, la estructura misma del inconsciente asocia estos dos temas de
manera inequívoca (y Freud ya había podido pesquisarlo en los análisis de
las histéricas que conducía desde, por lo menos, unos tres o cuatro años
atrás), pero algo más se presenta en este extraordinario fragmento clínico
del mismo Freud: la articulación entre la sexualidad como otorgando un
sentido a la vida, y la muerte como despojándoselo, constituyen para Freud
algo así como el dato central de cualquier análisis, tanto que parece una
intuición sobre el concepto de pulsión de muerte, que inventaría unos 19
años más tarde.
12. De las condiciones que se establecen en el texto sobre el olvido de
los nombres, Freud asegura que solo las dos primeras son
importantes, porque la última (la posibilidad de una asociación
externa entre el nombre olvidado y lo reprimido anteriormente)
está asegurada por el desplazamiento y la condensación de los
significantes del lenguaje. En cambio las dos primeras (a saber, la
disposición para el olvido de un nombre y el proceso represivo) son
casi ineludibles.
Ligando así la represión al olvido de los nombres, Freud extiende
su campo a actos que van a ser alterados por lo que deseamos
olvidar. La represión aparece de esta forma como un mecanismo
humano primordial, ya que en este sentido los animales jamás
olvidan para defenderse.
El segundo de los olvidos, el de una palabra extranjera, sitúa un
mecanismo similar, pero esta vez ocurrido en un viaje ferroviario
cuando un joven que compartía el asiento con Freud intenta
recordar el verso latino “Exoriare aliquis nostris ex ossibus ultor!”,
es decir, “Deja que alguien surja de mis huesos como vengador” y
comete el “error” de olvidarse la palabra latina aliquis.
13. Freud procede allí al análisis de ese olvido solicitando al joven que, prescindiendo de
toda crítica, le comunique lo que acude a su mente libremente. Comienza
dividiendo la palabra latina en dos, a y liquis, y continua con una serie de
asociaciones que despliegan las palabras reliquias-licuefacción-fluido-
líquido, y la acusación hecha a los judíos de asesinar a un cristiano en
Pascua para utilizar su sangre en ceremonias religiosas, el joven avanza
por ese camino aparentemente absurdo, hasta llegar a San Genaro y el
milagro de la licuefacción de su sangre en determinado día festivo.
Es el punto en que se detiene, e interrogado por Freud, confiesa con cierta
reticencia que ha pensado en “una señora de la cual podría fácilmente
recibir una noticia sumamente desagradable para ella y para mí” , a lo cual
Freud responde que esa noticia sería la ausencia de menstruación,
produciendo una profunda sorpresa en el joven.
La explicación posterior de Freud agrega lo necesario para comprender que
las asociaciones se precipitaban hacia el objetivo de transformar el milagro
de San Genaro en un “magnífico símbolo del período en la mujer”, y,
socarronamente, pregunta al joven si admitiría entre sus asociaciones el
recuerdo de Simón Trento, sacrificado en su primera infancia, es decir si
hay que incluir entre los deseos reprimidos el de hacer un aborto a la
amante de la que se teme estuviera embarazada.
Toda la anécdota aparece recorrida por un humor irónico, pero también
agrega una importante conquista conceptual, la que hace de la
perturbación de un pensamiento una consecuencia de la contradicción
interna que proviene de lo reprimido.
14. ¿Cuál es esa contradicción interna? La que se plantea entre el
deseo del joven de tener descendencia (expresado en una parte de
sus asociaciones, al referirse al sentido de la frase latina afectada
por el acto fallido) y, al mismo tiempo, la contrariedad de tener un
hijo no deseado o en circunstancias molestas ya que no estaba
casado con la señora en cuestión, lo que lo hacía -
subterráneamente, claro está- “pensar” en un aborto.
Equivocarse sirve al inconsciente
El plano de la equivocación transcurre atravesado por la incidencia
de los deseos inconscientes, que Freud va a ejemplificar
abundantemente.
Se trata en primer lugar del lapsus linguae, o sea equivocaciones
orales, luego, de lapsus de la escritura y la lectura, finalmente, del
olvido de impresiones y propósitos, que constituyen los capítulos
V, VI y VII de la Psicopatología.
Todo sucede como si de pronto fallaran las funciones psíquicas que
permiten controlar nuestras acciones lingüísticas, ya sea por
defecto (olvidos) como por exceso (equivocaciones).
Semejante fenómeno no es, para Freud, fruto de la inocencia. Para
él el aparato psíquico se encuentra atravesado por una función de
defensa que lo constituye, no sólo en relación a los deseos
inconscientes, sino también frente al mundo exterior que se
presenta hostil a las aspiraciones del sujeto.
Las condiciones de la memoria, que han sido tratadas en el primer
capítulo, describen un aparato donde la función de evocar se
encuentra singularmente perturbada.
15. Freud sitúa allí lo que llama recuerdos encubridores, es decir
unidades de evocación mnémica que resultan inexactas como
ubicación temporal. Es decir que los recuerdos infantiles aparecen
no sólo alterados en su composición, sino también en su
localización respecto al tiempo en que sucedieron. A veces
corresponden a “años muy posteriores a la vida del sujeto”, lo que
les da una característica de regresivos. Otras se sitúan en relación
a un tiempo posterior a la experiencia “contra cuya reproducción
directa se alza una resistencia” , lo que los hace llamarlos
progresivos.
Finalmente, también los recuerdos simultáneos o contiguos, tienen
una característica equívoca: frecuentemente solo se recuerdan
escenas o factores nimios, de poca importancia frente a la
experiencia que se quiere olvidar.
Semejante vacilación permite a Freud establecer a la memoria no
como una facultad objetiva, sino más bien como un entramado de
huellas cuya producción de recuerdos obedece no tanto a la
voluntad del sujeto, sino a su deseo inconsciente.
No recordamos lo que sucedió sino lo que articula nuestro deseo,
eliminando lo que por su carácter displacentero no estaría de
acuerdo con nuestra estructura deseante.
Incluso los recuerdos muy vívidos, plenos de detalle y de
significaciones precisas ocultan en su composición la gramática del
deseo inconsciente y sobre todo son los recuerdos con esas
características los que Freud va a determinar como
fundamentalmente defensivos y, por lo tanto, deformadores de la
realidad que pretenden transmitir.
este niño en esta época que las preocupaciones gramaticales.
16. Las equivocaciones orales, por su parte, revelan un mecanismo
similar. Se trata de trastabillar en la pronunciación de ciertas
palabras para que el sentido que surja sea totalmente equívoco o
contrario a los intereses conscientes del sujeto.
Allí la analogía de los elementos del lenguaje permite que ciertos
vocablos “inconvenientes” se infiltren entre los intersticios de la
pronunciación, obligando a los sujetos a dejar ver algo de sus
deseos inconscientes.
Condensaciones (unir varias palabras para crear una nueva,
verdadero monstruo verbal que vehiculiza lo reprimido) y
desplazamiento (transferencia de la significación de una palabra
reprimida a otras análogas) permiten componer el tejido de
nuestras equivocaciones orales.
Otro tanto sucede con las que cometemos al escribir o al leer un
texto cualquiera. En todos los casos un deseo inconsciente burla la
defensa y, alterando textos y significaciones, permite construir
estos formaciones sintomáticas pasajeras que perturban la buena
marcha de las actividades conscientes.
17. “Nuestros actos fallidos son actos que triunfan, nuestras palabras
que tropiezan, son palabras que confiesan” afirma J. Lacan en su
primer Seminario. Para agregar que “Si el descubrimiento de Freud
tiene un sentido sólo puede ser éste: la verdad caza al error por el
cuello en la equivocación”, mostrando cómo esas palabras que se
manifiestas a pesar del sujeto, revelan la dimensión de la verdad.
Una verdad escondida, silenciada, incluso furiosamente negada,
pero que sin embargo, se abre paso a través de los puntos débiles
del discurso. Si retomamos en este punto el texto freudiano,
observaremos que el modelo que comentábamos anteriormente,
se encuentra repetido para desentrañar el sentido oculto de la
equivocaciones orales, de escritura y lectura.
Un ejemplo comentado por Freud: se trata de un sujeto que
escribe en una carta: “Salude usted cordialmente a su esposa y a
su hijo (irhen Sonhn)” . Pero antes de cerrar el sobre nota que ha
escrito irhen con minúscula, con lo cual el sentido se altera. Ahora
es: “Salude usted a su esposa y a su hijo (de ella)”.
Afortunadamente el sujeto corrige la carta, pero hace notar que
una señora que lo acompañaba en su última visita a esa casa le
había llamado la atención sobre lo parecido que era el hijo de la
señora a un íntimo amigo de la casa, lo cual indicaba claramente
quien era su padre .
18. En otra viñeta se expone el siguiente caso: “Hans Sachs contó haber
leído: ‘Las cosas que impresionan a los demás son sobrepasadas por él
en su Steinfleinheit (erudición pedante)”. Sorprendido observa el texto
otra vez y lee la palabra correcta Stilfenheit, es decir “estilo elegante”.
Agrega que el texto en cuestión se refería a la alabanza de un
historiador al cual no tenía ninguna simpatía, por exhibir de manera
pedante su saber, en un inequívoco ‘modo germánico’”.
Del mismo modo, los olvidos de impresiones y propósitos evidencian la
presencia del deseo inconsciente. El sujeto prefiere “olvidar” su
propósito, para no alcanzar el malestar que le ocasionaría cumplirlo.
En cierto modo el olvido aquí se muestra indiferente a la importancia o
valor de las acciones que deberíamos realizar, y opera más bien en una
dimensión estética (ligada a la capacidad del aparato de producir
placer o de evitar el displacer), más que al registro moral de nuestro
comportamiento. Poco importan aquí los valores que pudiéramos
invocar para “recordar“ un propósito o una impresión. En todos los
casos el principio del placer, utilizando vías aparentemente sinuosas,
triunfa evitándonos el malestar, la vergüenza o la deshonra que
supondría el recuerdo eliminado.
Los innumerables ejemplos que Freud anota en el texto muestran
todos el mismo esquema:
19. deseo reprimido --------------- defensa ---------------- equivocación
Se señala así que el deseo (en tanto reprimido) no permanece inactivo,
sino que, como lo anotará Freud muchos años después: ”¿Qué diríamos
si en todos estos ejemplos (podríamos decir sin ninguna excepción)
fuera posible demostrar la presencia de un acto psíquico -un
pensamiento, un deseo o una intención- que explicaría la aparente
equivocación y que era inconsciente en el momento en el que se
realizó, aunque haya podido ser previamente consciente?” . El carácter
retórico de esta pregunta freudiana esconde en verdad una afirmación
fuerte: la vida psíquica está gobernada en gran parte por lo
inconsciente, y como dice también hacia el final del mismo libro, lo
consciente sigue siendo “la luz que ilumina nuestro camino y nos lleva a
través de la oscuridad de la vida mental”, expresión que revela una
modesta confianza en los poderes de la razón para intentar orientar al
hombre.
Acto que falla, acto que acierta
20. Se trata de perturbaciones en otras funciones motoras, además de las
del discurso. Más allá de las perturbaciones de la lengua, existen las
alteraciones de las “funciones motoras”, las cuales se dividen en dos
grupos: aquellas cuya intención aparece extraviada y por lo tanto su
efecto es fallido, que denomina actos de término erróneo o torpezas, y
aquellas en las que la acción total aparece como inadecuada a su fin,
los actos sintomáticos y casuales, y aclara que este clasificación no es
mas que “puramente descriptiva”.
El acto fallido es considerado para Freud “una representación simbólica
de un pensamiento definido, pero no aceptado aún conscientemente” .
Freud, que durante seis años, fue dos veces diarias a una casa, en dos
oportunidades le sucedió subir un piso más arriba de aquel al cual se
dirigía. Analizando estos actos fallidos descubre que la primera vez
estaba sumido en “una fantasía ambiciosa” que lo hacía elevarse cada
día más, y en la segunda, la fantasía en cuestión se refería a su
irritación contra una crítica (fantaseada) relativa a sus obras, en la que
se le dirigía el reproche de “haber ido demasiado lejos”, que él
transformaba en “haber trepado demasiado arriba”.
21. En los numerosos casos de torpezas que Freud presenta, todo sucede
como si el deseo inconsciente se apoderara de las vías de la motilidad
voluntaria o de la sensibilidad (tal como sucede en el histeria), para
producir actos equivocados cuya función de “error” está ligada a lo
inconscientemente reprimido.
Roturas involuntarias de objetos, pérdida sistemática de llaves, errores
perceptivos que conducen a acciones indeseadas (como en el ejemplo
de la escalera que comentábamos anteriormente), actos de
aprehensión errónea, autoagresiones involuntarias, son actos cuya
finalidad reposa en la satisfacción de un deseo inconsciente bajo
fuertes condiciones de censura.
Incluso Freud comenta que cuando un miembro de su familia se queja
de haberse mordido la lengua o aplastado un dedo, en lugar de
compadecerlo, simplemente le pregunta por qué ha hecho eso,
obteniendo en muchos casos respuestas sorprendentes. Cuenta que
uno de sus hijos, de solo once años, había amenazado con suicidarse al
ser reprendido. Esa misma tarde enseña a Freud un golpe que se había
dado en la caja torácica al chocar contra una puerta. Interrogado, él
simplemente contesta “Eso ha sido el intento de suicidio con el que os
amenacé esta mañana” .
Freud deduce que los maltratos que los sujetos se producen se
sostienen por el deseo inconsciente de suicidio (mucho más frecuentes
de lo que parece) y las fuerzas que actúan contra este deseo, lo que
origina una transacción, cuyo resultado es el acto autopunitivo.
22. Agrega que si ese “furor contra la propia vida” puede ocultarse tras
una torpeza casual, no debe resultarnos difícil aceptar que los actos
erróneos que ponen en peligro la vida y la salud de otras personas
están animados por deseos homicidas inconscientes, naturalmente.
No vacila en incluir entre estos actos causados por la determinación
inconsciente, los actos sintomáticos, esto es, aquellos que no tienen
finalidad alguna y se hacen solamente para “entretener las manos” o
por “pura casualidad”.
Son actos que suelen pasar inadvertidos y que expresan algo que “ni el
mismo actor sospecha que existe en ellos y que regularmente no
habría de comunicar a los demás” , este carácter es el que para Freud
permite asignarle la denominación de sintomáticos en tanto cumplen
la misma función que un síntoma neurótico.
Por ejemplo, una joven casada revela -en el análisis- haberse herido el
dedo anular izquierdo al arreglarse las uñas, lo que sucede el día del
aniversario de su matrimonio. Al mismo tiempo relata un sueño en el
cual se refería a “la torpeza de su marido y a su anestesia sexual”. La
significación es harto clara, más cuando dice que su marido, que era
Doctor en Derecho, había sido precedido por un médico, al cual ella
misma acostumbraba a llamar “Doctor en Izquierdo” y, respecto al
cual, había sentido un secreto amor.
23. Freud plantea una clasificación tan exhaustiva como humorística.
Desde los tics, hasta hacer resonar las monedas en los bolsillos,
juguetear con el bastón... que revelan el deseo de ocultar algún
sentido en el curso de un tratamiento analítico. Los cambios en el
modo de vestir, un botón desabrochado o algún principio de desnudez
manifiestan algo que, por su origen inconsciente, el propietario del
traje no podría decir directamente.
En la larga serie de actos perturbados por las determinaciones
inconscientes, debemos incluir también los errores de la memoria, en
los cuales el error no es reconocido como tal sino aceptado como
recuerdo correcto. Freud aclara que denominarlo error y no recuerdo
erróneo resulta de los casos en los que se trata de reproducir algo que
pertenece a la realidad objetiva (como fechas, protagonistas de una
novela, lugares geográficos, circunstancias históricas).
24. Citemos solo un caso: el del mismo Freud afirmando que Zeus había
castrado a su padre, Cronos, cuando en realidad la mitología nos
informa que fue Crono el que aplicó ese acto a su padre, Urano.
“Retrasé ese crimen una generación”, afirma Freud, indicándonos cómo
intentaba eludir sus deseos inconscientes de parricidio.
Es necesario distinguir los errores producidos por represión, de aquellos
originados en una ignorancia real.
La combinación de los actos fallidos es lo mas frecuente. Así un error
puede estar combinado con una acción torpe deducida de ese error, o
un recuerdo infantil deformado puede conducir al olvido de una
circunstancia del presente.
Lo cierto es que estos actos fallidos nos revelan que nuestra vida está
gobernada, diestramente en muchos casos, por los deseos
inconscientes, a lo que debe sumarse la defensa que ejercemos contra
ellos. Sin embargo, a pesar de ésta, el deseo siempre logra contrariar
nuestra voluntad, sin que sea posible evitarlo, utilizando nuestra
volición consciente.
“Es necesario, afirma Freud, una labor psíquica que convierta lo
desconocido en conocido a la conciencia” , indicando así el camino que
lleva de los actos fallidos al análisis. Allí algo puede revelarse para el
sujeto que dé cuenta de lo que emerge en el momento en que un acto
fracasa y, paradójicamente, al mismo tiempo triunfa.
25. El determinismo es compatible con la casualidad
Nuestro título, aparentemente paradójico, responde a la última
precisión que Freud realiza en este admirable texto. Es posible, dice,
combinar dos órdenes tan alejados como la férrea determinación causal
y la contingencia, lo que ocurre casualmente, sin que nosotros nos lo
propongamos.
Lo que indican los actos fallidos en su conjunto es, sin duda, la relación
del sujeto con su deseo.
Como escribe Masotta “El psicoanálisis descubre que el deseo no es
admitido sino por toda suerte de refracciones, de rodeos, de disfraces” ,
por esto mismo Freud encuentra en los actos fallidos la causalidad,
oculta en el terreno mismo de la contingencia y el azar.
¿De que azar se trata? Del azar del deseo, de que si este acto fallido
revela la determinación de un deseo inconsciente aparece, sin
embargo, bajo la forma de la casualidad, como si su determinación
inconsciente fuera una entre muchas posibles, y por lo tanto, careciera
de lógica.
Por el contrario, Freud escribe: “Ciertas insuficiencias de nuestros
funcionamientos psíquicos y ciertos actos aparentemente
inintencionados se demuestra motivados y determinados por motivos
desconocidos a la conciencia cuando se los somete a la investigación
psicoanalítica” , situando así una férrea causalidad, en estos actos
aparentemente inmotivados.
26. Un caso del texto nos servirá para ejemplificar esto. Un hijo pide a su
madre que diga un número cualquiera, a lo que ésta responde 79.
Entonces el hijo insiste solicitando una asociación cualquiera. La madre
dice de un precioso sombrero que había visto. “¿Cuánto costaba?”,
inquiere el hijo. “158 marcos”, dice la madre, a lo que el joven
argumenta que si 158 es el doble de 79 su madre debe haber pensado
inconscientemente que “si costara la mitad me lo compraría”.
La viñeta anterior sirve para ilustrarnos que el inconsciente calcula. Es
decir que el deseo sabe leer las determinaciones numéricas y
expresarlas mas allá de las habilidades de la conciencia.
Al respecto el padre del joven objeta que las mujeres “no son muy
buenas en matemáticas” a lo que el hijo contesta que su madre podría
haberse ocupado de ese sombrero en sueños y haberse dicho que lo
compraría si costara al menos la mitad.
Freud aduce también que el saber de la paranoia permite asimismo
construir esta conclusión, dado que un paranoico sostiene que todo es
significativo e interpretable. Al hacerlo proyecta en la vida psíquica de
los demás lo que en la suya existe inconscientemente. Así, Freud
admite que el paranoico tiene razón, puesto que percibe de manera
más desembozada la determinación inconsciente de los actos, que en el
neuróticos aparece más oculta, toda vez que es atribuida a la simple
casualidad.
27. Del mismo modo los fenómenos de superstición indican algo parecido.
El supersticioso no hace mas que trasladar el determinismo de su vida
subjetiva al mundo exterior, concibiéndolo de este modo como
totalmente motivado. Incluso Freud considera que las mitologías
humanas no son mas que un caso particular de este ley general, en
tanto que no serían otra cosa que “psicología proyectada en el mundo
exterior” .
La realidad sobrenatural, sería así una construcción subjetiva que las
determinaciones inconscientes despejarían, como así también las
supersticiones no son mas que un oscuro presentimiento de nuestras
causalidades inconscientes.
Freud se muestra absolutamente descreído del valor de los
presentimientos para anunciar un suceso futuro. Descarta que los
sueños puedan tener un carácter profético, que la sensación de deja vu
(experimentar la sensación de haber vivido antes alguna escena de
nuestra existencia) indique el recuerdo de alguna vida pasada (por el
contrario para Freud se trata del recuerdo de una fantasía inconsciente)
y sostiene que los actos fallidos supuestos (esto es el falso recuerdo de
haber extraviado algún objeto) no son mas que expresiones de un
deseo inconsciente que se hace presente de manera deformada en las
acciones conscientes.
28. Al final del texto, Freud articula lo encontrado en numerosos actos
fallidos con las determinaciones de los sueños. En ambos existen
condensaciones y desplazamientos del material reprimido para
emerger, en un caso, como un sueño falto de sentido y, en otro, como
un acto desprovisto de significación y que yerra su propósito evidente.
El absurdo de un sueño se corresponde al desconcierto que un acto
fallido provoca en quien lo padece y, asimismo, lo incomprensible de
estos fenómenos pasajeros, se articula con lo enigmático del
sufrimiento que un síntoma neurótico provoca.
Lo que nos lleva a considerar -concluye Freud- una íntima relación
entre todos estos singulares productos de la vida psíquica humana,
como es la de referir todos ellos a “un material psíquico
incompletamente reprimido, que es rechazado por la conciencia, pero al
que no se ha despojado de toda capacidad para exteriorizarse” .
29. Para concluir.
¿No son los actos fallidos, actos que aparecen develados en su sentido último
sólo por la operación del lenguaje?
En el curso de este recorrido no debemos olvidar que sólo es posible
interpretarlos en la medida en que alguien los cuenta a un interlocutor (aún,
cuando este último sea uno mismo).
Desde este punto de vista, la acción humana aparece sometida a la influencia
del significante y esto, aun cuando no usara estos conceptos, lo vio muy bien
Freud, toda vez que sus ejemplos son todos relatos y que, aún el acto más
mudo, aparentemente, solo alcanza la dimensión del sentido cuando es puesto
a hablar en un análisis, a decir palabras que aparecen desvinculadas de los
sentidos establecidos y sobre todo de su referente.
En todos estos casos el sujeto está dividido entre sus determinaciones
inconscientes y las posibilidades orgullosas de su conciencia que son
atravesadas día a día por estos actos aparentemente sin sentido, por estas
apariciones súbitas y escandalosas del deseo inconsciente, que, a causa de las
defensas que arduamente ha edificado, se hace notar así en su vida cotidiana.
Bibliografía
Freud, S. Psicopatología de la Vida Cotidiana (1901)
Freud, S. Algunas lecciones elementales de Psicoanálisis (1938)
Lacan, J. Seminario I. Los escritos Técnicos de Freud. Paidós, Bs.As. 1981.
Miller, J.A. Recorrido de Lacan, Manantial, Bs.As. 1998.
Masotta, O. Jacques Lacan o el inconsciente en los fundamentos de la filosofía,
en Ensayos Lacanianos, Anagrama, Barcelona, 1976.