1. CARTA A LOS SACERDOTES DEL PARAGUAY
Nos dirigimos a ustedes, queridos hermanos sacerdotes, para compartir sobre
nuestra vida y misión, y en especial el llamado a la santidad que tenemos juntos
en la Iglesia, con motivo de los 50 años de la creación de la Conferencia Episcopal
Paraguaya.
Nuestra realidad actual
Como Pastores del Pueblo de Dios, les agradecemos su generosa entrega de vida
sacerdotal coherente y sacrificada. Sabemos que juntos podemos superar las
grandes dificultades que se nos presentan.
Existe en nuestra vida una cierta separación entre consagración y misión, tenemos
problemas, somos débiles. Allí muchas veces los Obispos y sacerdotes
necesitamos acompañarnos y alentarnos mutuamente.
Nos damos cuenta que dentro de la vida eclesial puede haber distancias que no
favorecen el diálogo y el acercamiento a los múltiples sufrimientos que soportamos
diariamente. También nos ha tocado más de cerca el impacto del debilitamiento
espiritual. Muchos de nosotros hemos abandonado los poderosos medios
espirituales y nos encerramos en nuestra rutina pastoral.
A veces resulta más fácil convertirnos en sólo funcionarios de servicios, perdiendo
nuestra identidad sacerdotal y misionera. Las redes ocultas de la mentalidad
relativista y hedonista nos llevan inconscientemente a buscar amistades que sean
sustitutivas y exclusivas.
Por otra parte, vemos el volumen de trabajo, sin mucha compensación. Algunos
emplean su tiempo en exceso a la docencia o en otras actividades remunerativas
poniendo en peligro su ministerio sacerdotal. La pobreza, la falta de medios de
subsistencia, el poco apoyo económico de nuestros feligreses, la falta de una
organización interna nuestra para una vida más digna sacerdotal son desafíos que
todos tenemos que afrontar.
Nuestro sacerdocio
El sacerdote está marcado con el sello del Sacerdocio de Cristo, Buen Pastor,
para participar en su función de único Mediador y Redentor. De aquí surge nuestra
tarea espiritual de santificar al pueblo de Dios y de dejarnos santificar, por la
gracia del Espíritu de Cristo.
Recordamos con gratitud a Roque González de Santa Cruz, sacerdote paraguayo
hoy día canonizado. Mencionamos igualmente al Padre Julio César Duarte
2. Ortellado, quien fuera Cura Párroco rural en Ybycuí, y de quien se está
introduciendo la causa de beatificación; al P. Ernesto Pérez, capellán de la Guerra
del Chaco, al Padre Juan Ayala Solís, de Caacupé, celoso por las vocaciones
sacerdotales, amante de pobres y enfermos; nos referimos igualmente a los
Padres Vicente Arzamendia y Agustín Blujaki, incansables promotores de las
vocaciones sacerdotales y religiosas; al P.Vicente Valenzuela en San Pedro, gran
impulsor de las CEB´s, y otros tantos, cuya lista, cada uno en su Diócesis podrá ir
completando.
Todos ellos, nos han mostrado el camino de la fe en el servicio a Dios y a la
Iglesia en el Paraguay, con gran celo apostólico como hombres de profunda
espiritualidad sacerdotal, porque supieron unir consagración y misión.
El llamado de vivir hoy la santidad de nuestro sacerdocio
Ellos son testigos vivientes para nuestro sacerdocio. La riqueza espiritual de
nuestro pueblo debe suscitar en nosotros un dinamismo nuevo, empujándonos a
emplear el entusiasmo experimentado en iniciativas concretas. Jesús mismo nos
lo advierte: « Quien pone su mano en el arado y vuelve su vista atrás, no sirve
para el Reino de Dios » (Lc 9,62). En la causa del Reino no hay tiempo para mirar
para atrás, y menos para dejarse llevar por la pereza. Es mucho lo que nos espera
y por eso tenemos que emprender el camino de nuestra propia santificación y de
renovación pastoral.
Debemos crear el movimiento de la esperanza y de la victoria de Cristo sobre el
mal y el pecado. Nuestra gente hoy nos reclama aquel pasaje del Evangelio
"queremos ver a Jesús" (cfr. Lc 19, 1-10), "queremos ver al Padre" (Jn 14, 8).
Jesús nos afirma, "el que me ha visto a mi, ha visto al Padre" (Jn 14, 9). Nuestra
gente verá a Jesús y al Padre a través de nuestro sacerdocio ministerial.
Nos esforzamos por dar respuesta a ese deseo, comenzando por nosotros
mismos. Vemos a Jesús diariamente, en la Palabra de Dios que mediante la
"Lectio divina" y la Liturgia de las Horas, leemos, meditamos, predicamos y la
vivimos como "discípulos", y la profundizamos aún más en los Ejercicios
Espirituales anuales.
Lo vemos en la celebración de los Sacramentos, principalmente de la Eucaristía y
en la adoración eucarística. Vemos a Jesús, el buen Pastor, que se apiada de
nuestras debilidades y pecados cuando nos acercamos frecuentemente al
Sacramento de la Reconciliación.
Vemos a Jesús en el rezo del Santo Rosario, que tanto estimulamos para que las
familias se mantengan unidas: "familia que reza unida, se mantiene unida".
También se nos revela la imagen de Jesús Crucificado y nos identificamos con su
sufrimiento redentor en nuestro servicio misionero, generoso y sacrificado hacia
los más pobres, los pecadores y los abandonados.
3. La perfección de nuestra vida sacerdotal se expresa en la caridad pastoral. El
Papa Benedicto XVI nos recuerda, en su Encíclica, con absoluta certeza de fe:
"Dios es Amor" (1 Jn 4, 8). Es el Amor de Dios que nos hace santos, porque nos
lleva a amar al prójimo.
Nuestra propuesta
La Conferencia Episcopal Paraguaya está comprometida con el emprendimiento
pastoral "Habla Señor que tu Iglesia escucha", fundamentado en el principio
de comunión y participación y en el llamado a la santidad. Por eso, como
hermanos y amigos, queremos acompañarnos y ayudarnos en nuestras
necesidades económicas, sociales, culturales, y espirituales.
El mismo principio debemos vivir también con los miembros del Pueblo de Dios,
en clima de oración, diálogo y colaboración, con los religiosos y religiosas, los
agentes de pastoral, los laicos y movimientos eclesiales.
Estamos con ustedes para seguir adelante, sin desanimarnos y juntos deseamos
vivir en profundidad nuestro sacerdocio. Necesitamos la dimensión sobrenatural
de consagración, de oración. Debemos ser ejemplos de sacerdotes santos para la
evangelización de nuestro pueblo.
Para lograr una mayor solidaridad entre nosotros, y del pueblo hacia sus
sacerdotes, creemos que se puede reforzar la experiencia ya comenzada del
Seguro Sacerdotal Nacional. Debemos mejorar la organización pastoral de la
economía y de la corresponsabilidad solidaria en las diócesis y parroquias, de
modo a asegurar los recursos necesarios para el sostenimiento de la acción
pastoral, de los ministros y servidores de la Iglesia.
Nos comprometemos a estar más próximos a cada uno de ustedes, visitándolos,
no sólo como administradores de la Diócesis, sino como Pastores en quienes
poder encontrar la puerta abierta del diálogo y la comprensión. Queremos
compartir la Eucaristía en sus fiestas de cumpleaños y de aniversarios, en un
clima familiar y de amistad sincera. Así mismo deseamosofrecer a todos los
sacerdotes, especialmente los enfermos y ancianos, aquella ayuda necesaria para
su subsistencia y para su dignidad humana.
Cultivando nuestra propia formación permanente, también queremos ofrecerles
experiencias religiosas más profundas que hacemos juntos en los días de los
Ejercicios Espirituales, mejorando el clima de oración, de celebraciones de los
sacramentos, de fraternidad y amistad sacerdotales.
Ante la propuesta de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano,
se nos invita a prepararnos para el impulso misionero que se quiere dar a toda
América Latina y el Caribe.
4. Conclusión
Queridos hermanos sacerdotes, les aseguramos nuestro afecto en Cristo
Sacerdote. Ustedes son los ejes de la santificación y misión de nuestras
parroquias y diócesis en todo el país. Hemos pensado mucho en ustedes y hemos
rezado por ustedes, así como seguiremos rezando con ustedes.
Cristo Jesús, quien nos llamó a ser sus sacerdotes para santificar, enseñar y dirigir
a nuestros hermanos feligreses, nos conceda renovarnos en nuestra fe, esperanza
y caridad, según el corazón de Cristo, Pastor y Rey que nos enseña a servir a
nuestro pueblo.
Al llamado de la Iglesiaque nos pide hoy una nueva evangelización respondemos
con generosidad como "discípulos y misioneros de Jesucristo, para que nuestros
pueblos en Él tengan vida" (Tema de la V Conferencia General del Episcopado
Latinoamericano y del Caribe).
Que la Madre del Salvador, la Virgen de Caacupé, y la intercesión de San Roque
González de Santa Cruz hagan fructífera esta carta que les dirigimos con afecto
de amigos, de hermanos y de Pastores.
Asunción, 10 de Noviembre de 2006
Los Obispos del Paraguay