1. A los Sacerdotes del Paraguay. 10 de Noviembre de 2006
A los Sacerdotes del Paraguay Carta Pastoral
Nos dirigimos a ustedes, queridos hermanos sacerdotes, para compartir sobre nuestra vida y misión, y en
especial el llamado a la santidad que tenemos juntos en la Iglesia, con motivo de los 50 años de la
creación de la Conferencia Episcopal Paraguaya.
NUESTRA REALIDAD ACTUAL
Como Pastores del Pueblo de Dios, les agradecemos su generosa entrega de vida sacerdotal coherente y
sacrificada. Sabemos que juntos podemos superar las grandes dificultades que se nos presentan.
Existe en nuestra vida una cierta separación entre consagración y misión, tenemos problemas, somos
débiles. Allí muchas veces los Obispos y sacerdotes necesitamos acompañarnos y alentarnos
mutuamente.
Nos damos cuenta que dentro de la vida eclesial puede haber distancias que no favorecen el diálogo y el
acercamiento a los múltiples sufrimientos que soportamos diariamente. También nos ha tocado más de
cerca el impacto del debilitamiento espiritual. Muchos de nosotros hemos abandonado los poderosos
medios espirituales y nos encerramos en nuestra rutina pastoral.
A veces resulta más fácil convertirnos en sólo funcionarios de servicios, perdiendo nuestra identidad
sacerdotal y misionera. Las redes ocultas de la mentalidad relativista y hedonista nos
llevan inconscientemente a buscar amistades que sean sustitutivas y exclusivas.
Por otra parte, vemos el volumen de trabajo, sin mucha compensación.
Algunos emplean su tiempo en exceso a la docencia o en otras actividades remunerativas poniendo en
peligro su ministerio sacerdotal.
La pobreza, la falta de medios de subsistencia, el poco apoyo económico de nuestros feligreses, la falta
de una organización interna nuestra para una vida más digna sacerdotal son desafíos que todos tenemos
que afrontar.
NUESTRO SACERDOCIO
El sacerdote está marcado con el sello del Sacerdocio de Cristo, Buen Pastor, para participar en su
función de único Mediador y Redentor. De aquí surge nuestra tarea espiritual de santificar al pueblo de
Dios y de dejarnos santificar, por la gracia del Espíritu de Cristo.
Recordamos con gratitud a Roque González de Santa Cruz, sacerdote paraguayo hoy día canonizado.
Mencionamos igualmente al Padre Julio César Duarte Ortellado, quien fuera Cura Párroco rural
en Ybycuí, y de quien se está introduciendo la causa de beatificación; al P. Ernesto Pérez, capellán de la
Guerra del Chaco, al Padre Juan Ayala Solís, de Caacupé, celoso por las vocaciones sacerdotales,
amante de pobres y enfermos; nos referimos igualmente a los Padres Vicente Arzamendia y Agustín
Blujaki, incansables promotores de las vocaciones sacerdotales y religiosas; al P.Vicente Valenzuela en
San Pedro, gran impulsor de las CEB´s, y otros tantos, cuya lista, cada uno en su Diócesis podrá ir
completando.
Todos ellos, nos han mostrado el camino de la fe en el servicio a Dios y a la Iglesia en el Paraguay, con
gran celo apostólico como hombres de profunda espiritualidad sacerdotal, porque supieron
unir consagración y misión.
EL LLAMADO DE VIVIR HOY LA SANTIDAD DE NUESTRO SACERDOCIO
Ellos son testigos vivientes para nuestro sacerdocio. La riqueza espiritual de nuestro pueblo debe suscitar
en nosotros un dinamismo nuevo, empujándonos a emplear el entusiasmo experimentado en iniciativas
concretas. Jesús mismo nos lo advierte: « Quien pone su mano en el arado y vuelve su vista atrás, no
sirve para el Reino de Dios » (Lc 9,62). En la causa del Reino no hay tiempo para mirar para atrás, y
menos para dejarse llevar por la pereza. Es mucho lo que nos espera y por eso tenemos que emprender
el camino de nuestra propia santificación y de renovación pastoral.
2. Debemos crear el movimiento de la esperanza y de la victoria de Cristo sobre el mal y el pecado.
Nuestra gente hoy nos reclama aquel pasaje del Evangelio “queremos ver a Jes ús ” (cfr. Lc 19, 1-10),
“queremos ver al Padre” (Jn 14, 8). Jes ús nos afirm a, “el que me ha vis to a mi, ha vis to al Padre” (Jn
14, 9). Nuestra gente verá a Jesús y al Padre a través de nuestro sacerdocio ministerial.
Nos esforzamos por dar respuesta a ese deseo, comenzando por nosotros mismos. Vemos a Jesús
diariamente, en la Palabra de Dios que mediante la “Lectio divina” y la Liturgia de las Horas ,
leemos, meditamos, predicamos y la vivimos como “dis cípulos”, y la profundizamos aún más en los
Ejercicios Espirituales anuales.
Lo vemos en la celebración de los Sacramentos, principalmente de la Eucaristía y en la adoración
eucarística. Vemos a Jesús, el Buen Pastor, que se apiada de nuestras debilidades y pecados cuando
nos acercamos frecuentemente al Sacramento de la Reconciliación.
Vemos a Jesús en el rezo del Santo Rosario, que tanto estimulamos para que las familias se mantengan
unidas : “familia que reza unida, s e mantiene unida”.
También se nos revela la imagen de Jesús Crucificado y nos identificamos con su sufrimiento redentor en
nuestro servicio misionero, generoso y sacrificado hacia los más pobres, los pecadores y los
abandonados.
La perfección de nuestra vida sacerdotal se expresa en la caridad pastoral. El Papa Benedicto XVI nos
recuerda, en su Encíclica, con abs oluta certeza de fe: “Dios es Amor” (1 Jn 4, 8). Es el Amor de Dios que
nos hace santos, porque nos lleva a amar al prójimo.
NUESTRA PROPUESTA
La Conferencia Episcopal Paraguaya está comprometida con el emprendimiento pas toral “Habla Señor
que tu Igles ia es cucha”, fundamentado en el principio de comunión y participación y en el llamado a la
santidad. Por eso, como hermanos y amigos, queremos acompañarnos y ayudarnos en nuestras
necesidades económicas, sociales, culturales, y espirituales.
El mismo principio debemos vivir también con los miembros del Pueblo de Dios, en clima de oración,
diálogo y colaboración, con los religiosos y religiosas, los agentes de pastoral, los laicos y movimientos
eclesiales.
Estamos con ustedes para seguir adelante, sin desanimarnos y juntos deseamos vivir en profundidad
nuestro sacerdocio. Necesitamos la dimensión sobrenatural de consagración, de oración. Debemos
ser ejemplos de sacerdotes santos para la evangelización de nuestro pueblo.
Para lograr una mayor solidaridad entre nosotros, y del pueblo hacia sus sacerdotes, creemos que se
puede reforzar la experiencia ya comenzada del Seguro Sacerdotal Nacional. Debemos mejorar
la organización pastoral de la economía y de la corresponsabilidad solidaria en las diócesis y parroquias,
de modo a asegurar los recursos necesarios para el sostenimiento de la acción pastoral, de los ministros
y servidores de la Iglesia.
Nos comprometemos a estar más próximos a cada uno de ustedes, visitándolos, no sólo como
administradores de la Diócesis, sino como Pastores en quienes poder encontrar la puerta abierta del
diálogo y la comprensión. Queremos compartir la Eucaristía en sus fiestas de cumpleaños y de
aniversarios, en un clima familiar y de amistad sincera. Así mismo deseamos ofrecer a todos los
sacerdotes, especialmente los enfermos y ancianos, aquella ayuda necesaria para su subsistencia y para
su dignidad humana.
Cultivando nuestra propia formación permanente, también queremos ofrecerles experiencias religiosas
más profundas que hacemos juntos en los días de los Ejercicios Espirituales, mejorando el clima
de oración, de celebraciones de los sacramentos, de fraternidad y amistad sacerdotales.
Ante la propuesta de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, se nos invita a
prepararnos para el impulso misionero que se quiere dar a toda América Latina y el Caribe.
CONCLUSIÓN
Queridos hermanos sacerdotes, les aseguramos nuestro afecto en Cristo Sacerdote. Ustedes son los ejes
3. de la santificación y misión de nuestras parroquias y diócesis en todo el país. Hemos pensado mucho en
ustedes y hemos rezado por ustedes, así como seguiremos rezando con ustedes.
Cristo Jesús, quien nos llamó a ser sus sacerdotes para santificar, enseñar y dirigir a nuestros hermanos
feligreses, nos conceda renovarnos en nuestra fe, esperanza y caridad, según el corazón de Cristo,
Pastor y Rey que nos enseña a servir a nuestro pueblo.
Al llamado de la Iglesia que nos pide hoy una nueva evangelización respondemos con generosidad como
“dis cípulos y mis ioneros de Jes ucristo, para que nues tros pueblos en Él tengan vida” (Tema de la V
Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe).
Que la Madre del Salvador, la Virgen de Caacupé, y la intercesión de San Roque González de Santa Cruz
hagan fructífera esta carta que les dirigimos con afecto de amigos, de hermanos y de Pastores.
Asunción, 10 de Noviembre de 2006
Por mandato de la Asamblea Plenaria
+ Adalberto Martínez
Obispo de San Lorenzo – Secretario General de la CEP