De la labranza conservacionista a la siembra directa
1. De la labranza conservacionista a la siembra directa
Fecha:16/07/09
La búsqueda del sistema para no agredir a la tierra. Desde el arado de reja y vertedera hasta la
labranza conservacionista, investigadores y productores buscaron la manera de preservar el recurso
más valioso que posee nuestro país: el SUELO
“La tierra productiva es nuestra base, porque cada cosa que nosotros hacemos y aún casi todo lo que
nos convierte en una gran nación, comienza y se mantiene con la sostenida productividad de nuestras
tierras agrícolas”. Estas palabras que hoy tienen absoluta vigencia pertenecieron al doctor Hugh
Hammond Bennett, creador del Servicio de Conservación de Suelos de los EE.UU. y apóstol infatigable
de esta actividad en el mundo. En su memoria, se conmemora el Día de la Conservación del Suelo. Por
tal motivo, el Grupo Suelos y Fertilidad de la EEA Pergamino del INTA hizo presente una serie de
conceptos vinculados directamente a la sustentabilidad del suelo.
Recuerda en primer lugar lo expresado por el ingeniero agrónomo Roberto Casas, Jefe del Instituto de
Suelos del INTA Castelar, a propósito de las diversas transformaciones por las que pasó el suelo desde
la década del 70, originadas principalmente por el crecimiento de la agricultura: “Pese a que hemos
progresado respecto del buen manejo de los suelos, sobre todo a partir del advenimiento de la siembra
directa, todavía falta mucho por hacer”, decía el recordado profesional.
Asimismo, sostuvo entonces que el suelo está perdiendo fertilidad: “El contenido de fósforo asimilable
baja 1-2 partes por millón por año; en los últimos 20 años, la materia orgánica disminuyó 0,5% y el pH
está por debajo de 6 y llega a 5.5 en la región Pampeana (cuando debería estar entre 6 y 7)”.
Haciendo historia
“A lo largo de la historia de la agricultura, diferentes tecnologías y, en particular, muchos sistemas de
labranza han sido utilizados con el objetivo de preparar el suelo para una adecuada germinación y
desarrollo de las raíces de los cultivos y para acumular agua y, en consecuencia obtener rendimientos
de cultivos elevados y estables”, dice el documento del INTA Pergamino.
Recuerda el informe que para la labranza del suelo, durante mucho tiempo se utilizó el arado de reja y
vertedera para comenzar esa preparación, una máquina que cortaba los primeros 18 a 20 centímetros
del suelo y los apoyaba invertidos al costado de donde los había quitado. Dos o tres meses antes de la
siembra se realizaba una pasada con el arado, que al invertir la franja indicada de tierra enterraba el
residuo del cultivo anterior (o rastrojo) y, así, se iniciaba el barbecho.
Luego se realizaban dos o tres pasadas de rastra de discos, llegando al momento de siembra con el
suelo enteramente descubierto, pero aflojado, aireado y mezclado.
Con el tiempo, dados los problemas de erosión del suelo, comenzaron a utilizarse sistemas menos
agresivos de labranza que no producían la inversión completa de los primeros centímetros del suelo. Se
reemplazó el arado de reja y vertedera por el cincel, un dispositivo formado por púas que mueven los
primeros 15 a 20 centímetros de suelo. El siguiente paso fue eliminar la labranza profunda y
reemplazarla por el sólo pasaje de las rastras de disco y de dientes. Estas formas de labranza son
comunes hoy y se denominan, según sus variantes, labranza reducida, conservacionista o vertical.
Siembra directa
A partir de los ‘90 se extendió en el país el uso de la siembra directa o labranza cero. En este caso, el
rastrojo del cultivo anterior se mantiene en la superficie y no se realizan labranzas. Las malezas, entre y
durante los cultivos, se combaten con herbicidas.
Hoy alrededor del 60% de la superficie agrícola utiliza la siembra directa. No obstante, la adopción de
esta tecnología no es similar en todas las regiones con aptitud agrícola del país. En el partido de
Pergamino, por ejemplo, sólo el 37% de la superficie agrícola se encuentra bajo siembra directa, según
un censo realizado en el año 2000. Este bajo nivel de adopción, en muchos casos se debe a la
aparición de bajos rendimientos de los cultivos luego de los primeros años. Se produce, en
2. consecuencia, la interrupción del sistema continuo con algún tipo de laboreo. Generalmente, esta
reducción de rendimientos se atribuye a la aparición de compactación en los suelos, aunque hay pocos
estudios sistemáticos que caractericen detalladamente la porosidad bajo este sistema.
Intensificación agrícola
Desde comienzos de la agricultura, el contenido de materia orgánica (humus, restos vegetales y
animales) de los suelos de la región pampeana fue muy sensible a la intensidad con que se los cultivó.
Los sistemas mixtos de uso de la tierra, que alternaron agricultura y ganadería, lograron recuperar parte
de la materia orgánica perdida, hasta que el ciclo de preponderancia de la agricultura iniciado a
principios de los ‘70 la disminuyó nuevamente y provocó un aumento de la erosión de los suelos.
Se ha comprobado que la agricultura continua por más de 20 años disminuyó el contenido de materia
orgánica de un 3,2% al 2,7% en suelos de la mejor zona agrícola.
La transformación de la agricultura durante la década del ‘90, en especial la difusión de la siembra
directa, mejoraron paulatinamente la calidad de los suelos pampeanos, principalmente debido a la
drástica disminución de la erosión, pero también porque incrementaron su contenido de materia
orgánica y su fertilidad.
“Sin embargo –termina diciendo el informe del Grupo Suelos y Fertilidad de la EEA Pergamino del
INTA- la tendencia al monocultivo de soja de los últimos años causó nuevamente un empobrecimiento
del suelo.
“De un sistema agrícola sustentable se espera que sea capaz de mantener en el largo plazo los niveles
de producción, la calidad del medio ambiente y los recursos naturales, los niveles de rentabilidad y un
adecuado desarrollo económico y social de los productores.
“La siembra directa ofrece enormes posibilidades de contribuir al desarrollo de un sistema sustentable.
Sin embargo, para que estas posibilidades puedan aprovecharse plenamente es necesario atender,
mediante trabajos de investigación, sus problemas tecnológicos”.
Recuerda en primer lugar lo expresado por el ingeniero agrónomo Roberto Casas, Jefe del Instituto de
Suelos del INTA Castelar, a propósito de las diversas transformaciones por las que pasó el suelo desde
la década del 70, originadas principalmente por el crecimiento de la agricultura: “Pese a que hemos
progresado respecto del buen manejo de los suelos, sobre todo a partir del advenimiento de la siembra
directa, todavía falta mucho por hacer”, decía el recordado profesional.
Asimismo, sostuvo entonces que el suelo está perdiendo fertilidad: “El contenido de fósforo asimilable
baja 1-2 partes por millón por año; en los últimos 20 años, la materia orgánica disminuyó 0,5% y el pH
está por debajo de 6 y llega a 5.5 en la región Pampeana (cuando debería estar entre 6 y 7)”.
Haciendo historia
“A lo largo de la historia de la agricultura, diferentes tecnologías y, en particular, muchos sistemas de
labranza han sido utilizados con el objetivo de preparar el suelo para una adecuada germinación y
desarrollo de las raíces de los cultivos y para acumular agua y, en consecuencia obtener rendimientos
de cultivos elevados y estables”, dice el documento del INTA Pergamino.
Recuerda el informe que para la labranza del suelo, durante mucho tiempo se utilizó el arado de reja y
vertedera para comenzar esa preparación, una máquina que cortaba los primeros 18 a 20 centímetros
del suelo y los apoyaba invertidos al costado de donde los había quitado. Dos o tres meses antes de la
siembra se realizaba una pasada con el arado, que al invertir la franja indicada de tierra enterraba el
residuo del cultivo anterior (o rastrojo) y, así, se iniciaba el barbecho.
Luego se realizaban dos o tres pasadas de rastra de discos, llegando al momento de siembra con el
suelo enteramente descubierto, pero aflojado, aireado y mezclado.
Con el tiempo, dados los problemas de erosión del suelo, comenzaron a utilizarse sistemas menos
agresivos de labranza que no producían la inversión completa de los primeros centímetros del suelo. Se
reemplazó el arado de reja y vertedera por el cincel, un dispositivo formado por púas que mueven los
primeros 15 a 20 centímetros de suelo. El siguiente paso fue eliminar la labranza profunda y
reemplazarla por el sólo pasaje de las rastras de disco y de dientes. Estas formas de labranza son
comunes hoy y se denominan, según sus variantes, labranza reducida, conservacionista o vertical.
Siembra directa
A partir de los ‘90 se extendió en el país el uso de la siembra directa o labranza cero. En este caso, el
3. rastrojo del cultivo anterior se mantiene en la superficie y no se realizan labranzas. Las malezas, entre y
durante los cultivos, se combaten con herbicidas.
Hoy alrededor del 60% de la superficie agrícola utiliza la siembra directa. No obstante, la adopción de
esta tecnología no es similar en todas las regiones con aptitud agrícola del país. En el partido de
Pergamino, por ejemplo, sólo el 37% de la superficie agrícola se encuentra bajo siembra directa, según
un censo realizado en el año 2000. Este bajo nivel de adopción, en muchos casos se debe a la
aparición de bajos rendimientos de los cultivos luego de los primeros años. Se produce, en
consecuencia, la interrupción del sistema continuo con algún tipo de laboreo. Generalmente, esta
reducción de rendimientos se atribuye a la aparición de compactación en los suelos, aunque hay pocos
estudios sistemáticos que caractericen detalladamente la porosidad bajo este sistema.
Intensificación agrícola
Desde comienzos de la agricultura, el contenido de materia orgánica (humus, restos vegetales y
animales) de los suelos de la región pampeana fue muy sensible a la intensidad con que se los cultivó.
Los sistemas mixtos de uso de la tierra, que alternaron agricultura y ganadería, lograron recuperar parte
de la materia orgánica perdida, hasta que el ciclo de preponderancia de la agricultura iniciado a
principios de los ‘70 la disminuyó nuevamente y provocó un aumento de la erosión de los suelos.
Se ha comprobado que la agricultura continua por más de 20 años disminuyó el contenido de materia
orgánica de un 3,2% al 2,7% en suelos de la mejor zona agrícola.
La transformación de la agricultura durante la década del ‘90, en especial la difusión de la siembra
directa, mejoraron paulatinamente la calidad de los suelos pampeanos, principalmente debido a la
drástica disminución de la erosión, pero también porque incrementaron su contenido de materia
orgánica y su fertilidad.
“Sin embargo –termina diciendo el informe del Grupo Suelos y Fertilidad de la EEA Pergamino del
INTA- la tendencia al monocultivo de soja de los últimos años causó nuevamente un empobrecimiento
del suelo.
“De un sistema agrícola sustentable se espera que sea capaz de mantener en el largo plazo los niveles
de producción, la calidad del medio ambiente y los recursos naturales, los niveles de rentabilidad y un
adecuado desarrollo económico y social de los productores.
“La siembra directa ofrece enormes posibilidades de contribuir al desarrollo de un sistema sustentable.
Sin embargo, para que estas posibilidades puedan aprovecharse plenamente es necesario atender,
mediante trabajos de investigación, sus problemas tecnológicos”.