2. con rerras ae oro
Los mártires, creyendo,
alcanzaron la vida y,
hablando, encontraron
la muerte (San Agustín)
En tiempos de san Agustín la devo-
ción a los mártires estaba muy exten-
dida y el recuerdo de ellos llenaba la
vida de la comunidad cristiana. Sus
tumbas eran centros de oración; sus
nombres eran invocados a diario por
todos los fieles; las fiestas anuales
eran
multitudinarias. San Agustín participó
de este afecto por los mártires: les
dedicó iglesias, en su honor predicó
gran número de sermones y, sobre
todo, supo inculcar a sus fieles el amor
para con ellos.
San Agustín empezará siempre por
explicar el significado de la palabra
mártir: "Mártir" es una palabra griega
que significa "testigo". es decir el que
da testimonio de Cristo, el que lo con-
fiesa de palabra y de obra hasta derra-
. mar la sangre por El: El testigo veraz
profiera fuere lo que lleva dentro. y
sólo se le tapa la boca si se le arranca
el corazón. Magdalena de Nagasaki fue
digna
discípula
de estas
enseñanzas de
san Agustín.
Ferviente catequista, no
podía menos de anunciar con su pala-
bra la Verdad, Cristo resucitado, y esto
la llevó al suplicio.
Pero el mártir, el testigo, necesita
prepararse para el momento final: Los
mártires no pasaron al reposo eterno
bailando. bebiendo o peleándose.
sino a fuerza de orar. ayunar y tolerar
los ultrajes, pues la vergüenza o el
temor son asechanzas difíciles de ven-
cer. Y de todos estos ejercicios, el prin-
cipal es la oración: Ore con sencillez el
que quiera luchar con facilidad. ven-
cer con rapidez y reinar lleno de
felicidad.
Ante este mensaje agustiniano no
podemos menos de recordar a nuestra
mártir. Desde muy joven se entregó a
Dios para vivir pensando en El y dedi-
cada toda entera a El. Despreció ador-
nos y glorias mundanas; arrostró la
clandestinidad con sus privaciones y
sobresaltos, y fue la oración su ali-
mento más preciado. Todo esto no es
otra cosa que obra de amor. que en
palabras de san Agustín suena así: El
amor a la vida fue vencido por el amor
a la
Vida.
Ahora bien, el ejemplo de los márti-
res no es para ser contemplado, sino
para imitarlo: Que cada cual anuncie a
Cristo donde pueda y será un mártir.
Todo cristiano está llamado a ser tes-
tigo de su Maestro siempre y de cual-
quier forma: Anunciad a Cristro donde
podáis. a quienes podáis y como
podáis. Se os pide la fe. no la elocuen-
cia. pues. si tenéis fe. Cristo habita en
vosotros. Así pues, el mártir, el testigo,
es aquél que vive de la fe y obra en
consecuencia. Por esto. los mártires.
creyendo. alcanzaron la vida y.
hablando. encontraron la muerte.
OCTUBRE 1987Dirección: Pablo Panedas - Agustinos Recoletos 31340 MAR CILLA (Navarra) España
18 Octubre
1987
Magdalena de Nagasaki y (abajo) los cua-
tro mártires recoletos del Japón: beatos
Francisco de Jesús y Vicente de San Anto-
nio, y padres Martín de San Nicolás y Mel-
chor de San Aqustin. según grabado de
1683 obra de Claudio Coe//o.
Hitos de una andadura
1634, 16 octubre
Martirio en Nagasaki
1981, 18 febrero
Beatificación en Nagasaki
1987, 18 octubre
Canonización en Roma.
El camino apostólico
En pocos cristianos será tan real como en Magda-
lena la imagen del camino. Durante seis años -de
1626 a 1634- su vida fue una continua peregrinación
por los montes que rodean a Nagasaki. Era catequista y
debía cumplir su servicio eclesial: "predicar, bautizar,
aconsejar y fortalecer a los que la acompañaban y bus-
caban para su consuelo espiritual". Recorría con su
gente el camino de la fe, el camino catecumenal.
Al final, culminó su peregrinaciÓn con un acto
supremo de catequisis, su viaje desde la cárcel hasta el
lugar del suplicio: "Iba por el camino con semblante tan
alegre que causaba admiración a quien la miraba. Ani-
maba a sus compañeros, predicaba a los gentiles y
advertía a los cristianos perseverasen en la fe que
profesaban".
El martirio coronó en ella la fidelidad y constancia
en el camino que hizo acompañando a su iglesia.
La primera santa agustina recoleta
MAGDALENA DE NAGASAKI
"Peleó fuertemente, venciendo la carne con el espíritu, el temor
con la esperanza, al demonio con la fe, y al mundo con la caridad"
(Crónicas DAR 2, 271).
A mediados de octubre de 1634 moría
en el tormento Magdalena de Nagasaki,
joven japonesa de unos 20 años que el
próximo 18 de octubre será canonizada.
Sus perseguidores se ensañaron con ella y
la sometieron a torturas increíbles. Prime-
ramente la hicieron ingerir grandes canti-
dades de agua, que luego la forzaban a
arrojar oprimiendo de mil maneras su
vientre. Le introdujeron después astillas
bien afiladas entre las uñas y la carne de
los dedos, y la obligaban a golpear las pie-
dras o arañar la tierra con ellas. Por último,
la suspendieron de los pies a una horca
colocada sobre una fosa casi hermética-
mente cerrada. Catorce días aguantó Mag-
dalena este último tormento, hasta que el
tirano despechado, mandó asestarle un
fuerte golpe en la cabeza. Magdalena per-
dió el conocimiento y, a la mañana
siguiente, apareció ahogada en su fosa.
El tirano mandó quemar su cuerpo, y
aventó las cenizas por el mar, para que sus
reliquias no llegaran a manos de los cris-
tianos. Inútil precaución que, si bien privó
a los fieles de los restos preciosos de la
mártir, fue incapaz de borrar el recuerdo
de sus hazañas. No era tan fácil apartarlas
de la memoria de aquellos cristianos aco-
sados por causa de su fe. Para ellos, había
nacido una nueva heroína de la fe y, como
tal, comenzaron a ac!amarla y venerarla.
La orden de agustinos recoletos ha
mirado siempre con especial predilección
a esta virgen japonesa. Ha visto en ella la
personificación de los centenares de ter-
ciarios agustinos recoletos que dieron su
vida por la fe durante aquella sangrienta
persecución -una de las más crueles en
la milenaria historia martirial de la
Iglesia-, así como de los millares de fieles
que, a lo largo de los siglos, han acompa-
ñado con su afecto y su trabajo las labores
apostólicas de sus misioneros.
Sin embargo, la glorificación oficial de
Magdalena ha sido muy lenta, y culminará
el próximo 18 de octubre en Roma, a los
353 años exactos de su muerte. De su
vida, las noticias concretas que tenemos
no son precisamente abundantes. Se redu-
cen a pocos rasgos importantes: hija de
padres acomodados que murieron márti-
res cuando ella era niña; discípula del
beato Vicente de San Antonio DAR
(t1632); terciaria agustina recoleta
durante 6 ó 7 años; los últimos años de su
vida los pasó recorriendo los montes de
Nagasaki, dedicada a consolar a los enfer-
mos y fortificar la fe de los cristianos; en
septiembre de 1634 se entregó voluntaria-
mente a sus perseguidores, a cuyos hala-
gos, promesas y amenazas resistió con
serenidad y firmeza.
A.M.C.
El cantar de la fe
Todos los testigos cuentan que Magdalena, mien-
tras estaba en la hoya, cantaba himnos al Señor "con
singular melodía y dulzura". Lo mismo que siempre
había hecho: cantar con palabras y vida en alabanza del
Señor, para animar la marcha e iluminar con la fe la
oscuridad del camino.
Seguramente, en sus 14 días de tormento, la jo-
ven catequista repetiría con frecuencia el antiguo cán-
tico japonés de confianza e invitación al martirio:
Vámonos, vámonos ya
al templo del paraíso;
que paraíso lo llaman,
lo llaman templo espacioso,
3. A.S.C.
La Orden de agustinos recoletos es
tan sólo una rama de la familia agusti-
norecoleta, de la cual forman también
parte las monjas y las religiosas de
vida activa, por un lado, y, por otro, la
fraternidad seglar. A esta última rama
pertenecía Magdalena de Nagasaki, la
primera santa recoleta. Y en ella
habían profesado también decenas de
terciarios mártires del Japón en el
siglo XVII, como profesaron después y
siguen haciéndolo cientos de herma-
nos seglares. Ellos son símbolo y testi-
monio de la vitalidad apostólica OAR y
de la fecundidad del ideal agustiniano.
La canonización de Magdalena
ofrece ahora una inmejorable oportu-
. nidad para redescubrir y proponer de
nuevo un camino antiguo de cuatro
siglos y, al mismo tiempo, moderno y
actual: el de la espiritualidad OAR
para todos, también para los seglares.
Ultimamente, en 1985, sus rasgos
característicos han sido revisados y
puestos al día. Bien podemos decir
que, si santa Magdalena hubiera
vivido hoy, habría hecho realidad los
ideales de la nueva Regla de la Vida
de los Agustinos Recoletos Seglares,
de la que extractamos apenas unos
puntos.
La Orden de agustinos recoletos
promueve entre los fieles. laicos o clé-
rigos, la vivencia del ideal agustiniano,
impulsándolos a vivir la unión de
almas y corazones, ya hacer presente
hoy en la Iglesia y en el mundo el espí-
ritu de san Agustín.
El amor. divino y humano. debe ser
siempre el centro y el corazón de
nuestra vida. Si actúas siempre por
amor, harás siempre el bien. como lo
enseña san Agustín: "Ama y haz lo
que quieras: si callas, calla por amor;
si clamas. clama por amor; si corriges.
corrige por amor; si perdonas, perdona
por amor. Esté dentro de tí la raiz del
amor. De esta raíz no puede salir sino
el bien".
La fraternidad
seglar agustino
recoleta
Como san Agustín. procuramos ilu-
minar nuestra mente y favorecer
nuestra voluntad con la lectura fre-
cuente y el estudio asiduo de la
Sagrada Escritura.
Consecuentes con el pensamiento
de san Agustín. debemos considerar
nuestro trabajo, no como un peso o un
simple medio de subsistencia. sino
como una cooperación con el Creador
en la configuración del mundo y como
un servicio a la comunidad humana.
Debemos ver a Cristo en todos los
hombres, pero especialmentre en los
necesitados.
E s necesario que volvamos siempre
a nosotros mismos para estudiamos,
para conocernos.
Nuestro apostolado más específico
consiste en trabajar para que la uni-
dad y la paz, frutos ambas del amor,
sean una realidad en la familia, en la
Iglesia y en el mundo. I
Nuestra fraternidad nos exige culti-
var cuidadosamente los valores de la
amistad. Ella engendra y nutre la con-
fianza, la fidelidad, la sinceridad y la
mutua comprensión. 1~J 1<.Xr
'¡~ HOK·7·TDO
»:
4. Desde
1634. año
del martirio
de Mag-
dalena,
hasta
1987,
cuando
será
canoni-
zada, han
pasado más
de tres
siglos y
medio. Alguien se preguntará, sin duda:
·¿Por qué no se procedió antes a su
glorificación?
Ya en 1638, el padre Agustín de Jesús
María, postulador de los aqustinos reco-
letos, se trasladó desde Manila a Macao
para hacer instruir un proceso sobre los
misioneros y terciarios agustinos recole-
tos martirizados en Japón. Magdalena
constituía un caso especial. Por eso el
padre Agustín -caso insólito-quiso
que además del proceso general para
probar el martirio de los agustinos recole-
tos, se instruyera otro exclusivamente
para la joven terciaria catequista. Decla-
raron en él 41 testigos. Desgraciada-
mente, las actas de dicho proceso
desaparecieron entre los legajos de
algún archivo. Quedaban, sin embargo,
otras pruebas y documentos, suficientes
para que, aún después de varios siglos,
el papa Juan Pablo 1/ pudiera proceder a
la beatificación de Magdalena, en Naga-
saki, el 18 de febrero de 1 981 .
Según la legislación sobre las causas
de los santos, para la canonización de los
beatos hace falta al menos un milagro.
La visita de Juan Pablo 1/ a Filipinas y
Japón con motivo de la beatificación de
Magdalena y los demás mártires japone-
ses, suscitó entre los católicos filipinos
una gran devoción a Lorenzo Ruiz, mártir
filipinointegrante del grupo. Muchos fie-
les empezaron a encomendarse a la
intercesión de dichos mártires, y a ellos
se atribuyen numerosas gracias y una
curación que la Congregación para las
Causas de los Santos ha juzgado mila-
grosa. En base a ese milagro, todo el
grupo de mártires beatificados en 1981
será canonizado el 18 de octubre de este
año 1987. Entre ellos se encuentra como
figura más destacada Magdalena de
Nagasaki.
Una gloria grande para la Orden de
agustinos recoleto s, para los vinculados
de alguna manera a ella y, sobre todo,
para los terciarios y terciarias. Religiosos,
terciarios y amigos de los agustinos reco-
letos se darán cita ese día en la plaza de
San Pedro para rendir honores a Magda-
lena de Nagasaki, la heróica terciaria
que, tras una intensa vida de apostolado,
no dudó en dar su vida por defender la fe.
Dos escenas familiares en Japón para
los cristianos del tiempo de
Magdalena: la crucifixión japonesa, en
la cual los mártires
sujetos a la cruz eran atravesados en
aspa con dos largas lanzas. A partir
de 1627, se hace obligatorio
presentarse anualmente
ante las autoridades locales para
pisotear una imagen sagrada o tunie,
en prueba inequívoca de no ser
cristiano: era ésta ~na
obligación grave, que se mantuvo en
vigor hasta el siglo pasado. Muchos
de los mártires lo fueron por no pisar
el iumie.
Quie
n
escribe
estos
versos
es una
español
a del
siglo
XVII,
Ana
Caro
Mal/én
de
Soto.
Forman
parte de
su pieza
poé-
tica La
Relación de las
fiestas por los
Mártires del Japón,
que hace referencia
a los 26 mártires
crucificados en Naga-
saki el 5 de 'febrero
de 1587. Cabe pen-
sar que, si hubiera
tenido noticia del
martirio de la joven
terciaria Magdalena,
le hubiera dedicado
uno de sus más
Los pasos de un proceso
Un cristiano es declarado santo después delargursimos procesos. casi nunca cono-
cidos y con frecuencia sospechosos para el gran público. Por 9S0 nos hemos diri-
gido al padre Romualdo Rodrigo. DAR. postulador general de las causas de los
santos de la Orden, preguntándole: -¿Cómo ha llegado Magdalena de Nagasaki al
honor de los-altares?
QUE NOS DICE HOY SANTA MAGDALENA
Sobre Magdalena hemos querido recabar la opinión de una mujer, y de una mujer joven
conocedora del ayer y del hoy, María Isabel Barbeito Carneiro es una investigadora sobre
la literatura y la condición femeninas durante el siglo XVII.
5. encendidos
poemas. .
Aunqu
e
parezca
lo
contrario
, Magda-
lena de
Nagasak
i no fue
una
mujer
pasiva
que,
para
mejor
dejarse
amar, se
dejó
matar.
Su
comport
amiento
es siem-
pre
dinámico
. Eligió
ser
amante
para
merecer
ser
amada.
Y así,
vemos
cómo
viste el
hábito de
la
tercera
orden
agusti-
norecolet
a, con
los
compro
misos y
obli-
gaciones
que
conlleva,
precisam
ente
para
ejercer el
apostola
do activo
de la
catequist
a, tarea
que
mantuvo
con
singu-
Fueron estos sentlsimos
varones
Recíbenlos, no extraños,
los japoneses;
al Japón por impulso
soberano,
y ellos, en el martirio ya
cercano,
alentando los flacos
corazones
tanto el deseo encienden
que a millares
en el brazo de Dios y
fuerte mano.
a Dios erigen de almas
mil altares.
lar eficacia y energía. sin
escatimar
tanto como decir apóstol-
entre sus
esfuerzos. Hay también un
impulso de
compatriotas, quizás
apunte aún más a
carácter operativo al
entregarse años
esa tarea de
evangelización junto a los
más tarde a los
perseguidores. Por otra
suyos. Y es precisamente
ante esta con-
parte, su comportamiento
a lo largo del
sideración cuando cabría
entonar el mea
m a rti r io es i m pres i o
na nte m e nte
culpa de la pasividad,
pues, salvando las
dinámico.
honrosas excepciones que
siempre se
Si hubiera que señalarse
algún rasgo oponen a la
generalización. parece
como
común a la idiosincrasia
del pueblo'japo-
si muchos terciarios y
catequistas hubie-
nés, podría destacarse su
capacidad de
ran caido en una especie
de anquilosa-
asimilación. El mensaje
del cristianismo
miento a que pudo
conducirles años y
occidental izado, pero no
obstante de raí-
años de cómoda rutina
religiosa, más
ces puramentre orientales,
pudo y puede
atenta a la sensiblería que
a la sensibili-
encontrar una plena
adecuación con el
dad, a la fachada externa
que a los
espíritu japonés
evidentemente permea-
cimientos.
ble al mundo occidental.
Quizá convenga hacer
una seria refle-
La sangre de tantos y
tantos mártires xión sobre
el desprestigio actual de
con-
japoneses
necesariamente ha de
coad-
ceptos tales como caridad,
apostolado,
yuvar a que "la ciudad de
Dios" agusti-
virginiodad, humildad,
heroísmo, y la
niana se extiende por los
ámplios
conveniencia de patentizar
lo positivo de
territorios de ese país
oriental tan pró-
estos valores cuanto
tienen un sentido
ximo a los países
occidentales política,
operante como, desde su
perspectiva de
social y tecnológicamente.
salvación espiritual para
ella y para su
Pero el mensaje de
Magdalena de pueblo, lo
tuvo en Magdalena de
Nagasaki, en cuanto
catequista
-que es
Nagasaki.
6. ENOO, EL NOVELISTA DE LOS MARTIRES
El tiempo de las persecuciones japonesas del siglo XVII lo
ha reflejado de forma inimitable el escritor Shusaku Endo.
Nació en Tokyo en 1923, y es considerado el mejor novelista
católico del Japón. Sus libros han alcanzado ventas de varios
millones de ejemplares, y se han traducido a todas las lenguas
cultas. En el ámbito español está ahora de moda gracias a su
libro El Samurai, como lo estuviera antes con su Jesús, y
desde 1972 con la novela Silencio. De esta última reprodu-
cimos una escena. Magdalena de Nagasaki podría haber sido
una de las persorias cuyos "ronquidos" oía desde su calabozo
el misionero en trance de testimoniar su fe.
"Al misionero le dieron un empujón y se encontró dentro de
una celda en total oscuridad. Se oía lejano algo que parecía una
voz. Algo así como el gruñido de dos perros que se pelean. La
voz se desvaneció enseguida. Poco después volvió a oirse un
rato largo. Instintivamente, el padre se echó a reir en voz baja:
había caído en la cuenta de que alguien estaba roncando. El
ronquido se oía un rato, se cortaba de repente, ahora era alto,
ahora bajo, sonaba como un pitido desafinado. Le parecía estar
viendo la cara del guardia profundamente dormido: repleto de
seke. gordo y bien comido, la personificación de la buena salud.
Pero se le fue haciendo irritante la presencia de aquel ruido
grosero, desafinado, en aquella noche, la más crucial de su vida:
y empezó a aporrear la pared con el puño. Al carcelero que
acudió le suplicó Que no roncara.
-¿A eso le llama ronquido? -fue la respuesta-o No es un
ronquido. Es el estertor de/os cristianos que cuelgan en la fosa.
En efecto, aquello nada tenía de ronquido, el estertor agotado,
de 'unos hombres colgados cabeza abajo sobre una fosa repleta
de excrementos. Mientras él se acurrucaba en las tinieblas,
había otros que gemían, que echaban sangre por la nariz y la
boca. Tenían abierto un pequeño orificio detrás de la oreja: de
allí y de la nariz y la boca les Iba manando sangre gota a gota.
Esos cristianos saboreaban una agonía insoportable que nadie
alcanzaba a sospechar".
7. Noticias de Mártires.
Su difusión
Aunque en el siglo XVII no existían los actuales
medios de comunicación, el Japón estaba
cerrado a canto y lodo y las distancias parecían
insalvables, lo cierto es que toda la cristiandad
-y especialmente España y Portugal, de donde
eran los misioneros- seguía muy de cerca los
avatares de la evangelización en aquel remoto
archipiélago. Los progresos de la fe y el triunfo
de los mártires se conocían inmediatamente en
Macao y Filipinas, donde estaban la base de
operaciones y el alto estado mayor de las órde-
nes misioneras. Pero enseguida se enviaban las
nuevas a España. por medio de la corresponden-
cia personal, comunicados a 'los superiores
religiosos o informes a las autoridades civiles o
eclesiásticas.
Nuevas que se difundían con gran rapidez a tra-
vés de concurridos sermones, la lectura comuni-
taria en los conventos y, ep muchos casos, la
imprenta. En concreto, cuando tiene lugar el
martirio de santa Magdalena, la iglesia de
España y Portugal está todavía conmocionada
por un acontecimiento extraordinario: en 1627,
Urbano VIII había beatificado a 26 mártires cru-
cificados en Nagasaki 30 años antes. La celebra-
ción del evento fue solemnísima en todas
partes, y propició la ocasión para que se impri-
mieran muchas relaciones sobre los mártires
-conocemos no menos de 20, entre ellas una
de Lope de Vega-, que luego se leyeron con
fruición y enfervorizaron al pueblo fiel. Este
ambiente cargado de tensión espiritual aún se
electrizó más cuando llegaron noticias de márti-
res posteriores, entre otros de los agustinos
recoletos Francisco de Jesús, Vicente de San
Antonio, Melchor de San Agustín y Martín de
San Nicolás, quemados vivos en 1632. En este
contexto era lógico que,
en cuanto se conoció el
triunfo de nuestra mártir,
inmediatamente se
instruyera su proceso.
Unos años más tarde,
en
1656, el cronista
agustino recoleto padre
Andrés de San Nicolas
cantará en 1076 versos
latinos la vida de
Magdalena. Y a fines de
siglo,
en 1695, Atanasio
Bocanegra pintará para
el
convento recoleto de
Granada ocho grandes
cuadros con escenas de
la vida y martirio de
Magdalena.
El shogún o
dictador militar
leyasu
(1542-1616),
quizá el
personaje
más ilustre en tiempo de santa
Magdalena. Impuso su autoridad
sobre más de 200 señores feudales,
consiguiendo unificar el Japón
(1600). El trasladó la capital a Tokyo
(1590). Siguió una política interna-
cional basada en la astucia: favore-
ciendo, en un primer momento, las
relaciones con los países católicos,
y
persiguiendo el cristianismo más
tarde (a partir de 1614), cuando el
comercio con España y Portugal no
le era ya imprescindible. Es el crea-
dor del Japón moderno. En su fami-
lia, de los Tokugawa, permaneció el
shogunado durante 265 años
(1603-1868).
*
Así pudo haber sido
santa Magdalena. Así
se representó a la
mujer de su clase y de
su tiempo: con el
tocado y el vestido de
moda, y con la pipa,
tan normal entonces
a pesar de los
edictos oficiales contra
el tabaco. .
*
El apostolado seglar
Hablamos hoy mucho de la mayoría de
edad de los laicos, de su participación en
la
pastoral y vida de la Iglesia. Bien puede
servirnos de modelo la cristiandad japo-
nesa del siglo XVII. En aquel tiempo, eran
perseguidos sin tregua los pocos sacerdo-
tes presentes en el archipiélago. De
manera que -tanto por esto como por su
dominio natural de la lengua- los segla-
res se convierten en inmejorables agentes
de pastoral. Como en el caso de Magda-
lena, muchos de estos seglares forman
como catequistas o terciarios en torno a
los misioneros. Y, apresados o muertos
éstos, ellos suplen su falta en lo que pue-
den. Así, Magdalena "consolaba a los afli-
gidos, animaba a los flacos, fortalecía a los
menos animosos y confirmaba a los valien-
tes y esforzados",
En fin, no sólo los misioneros alcanza-
ban la palma del martirio. Fueron muchos
más los mártires seglares. Dos años antes
de morir, cuando los recoletos llevaban én
Japón poco más de 7 años, el beato Fran-
cisco de Jesús calculará en "al pie de 300"
los mártires cofrades agustinos recoletos.
Aún faltaba por unírseles entre otros
muchos, santa Magdalena de Nagasaki.
Gráf. Dehon
la Morera, 23-25· TOrrejón de Ardo:
e
e
e