3. Dos cosas tan aparentemente alejadas y sin relación como son la invención de la bomba
atómica y la aparición de las primeras computadoras tienen, sin embargo, el punto en
común del proyecto Manhattan. Fue aquí donde Von Neumann, tratando de resolver los
enormes problemas de cálculo que conllevaba el estudio de la implosión de la bomba
atómica, sentó las bases de una arquitectura que casi todos los ordenadores que usamos
hoy en día siguen.
A su vez, el desarrollo de la bomba atómica modificó la estructura del mundo. Lo
dividió en dos grandes bloques y provocó un sistema tripartito entre Estados Unidos, la
Unión Soviética y China en la que las dos potencias más débiles se aliaban en contra de
la más fuerte en cada momento. Existía en la sociedad una sensación de enfrentamiento
inminente. Sin embargo, a la vez, la competencia entre ellos llevó a una carrera
tecnológica sin precedentes.
No hay duda de que las guerras han traído consigo enormes avances tecnológicos.
Pero, ¿merece la pena el precio? Millones de vidas perdidas en la Segunda Guerra
Mundial y el caos económico y social en el que se han hundido los países del bloque
comunista son las consecuencias negativas y obvias. Pero gracias a ellas la carrera
espacial y los ordenadores, entre otras cosas, fueron posibles.
4. La superioridad militar de Estados
Unidos se debe sobre todo a su uso
sofisticado de las tecnologías de la
información. La máquina de guerra
funciona en base a la circulación de una
cantidad considerable de información en
tiempo real entre los servicios y las
unidades en combate.
Las fuerzas especiales cuyo papel en la
batalla de Bagdad es determinante,
coordinan directamente sus acciones con
los pilotos en misión sin pasar por
ninguna instancia alejada del terreno de
operación. "La rápida circulación de la
información nos permite atacar un
objetivo en sólo unos pocos minutos; a
veces, ocho a diez minutos", explica John
Arquilla, profesor de estrategia militar en
la Escuela Naval de Monterrey. Durante
la guerra del Golfo, se requería 10 horas
entre el momento en que se detectaba el
objetivo y la intervención de la aviación.
5. La logística, por su parte, adoptó a
las tecnologías más sofisticadas de
las empresas del sector privado y
aplica al arte de la guerra la
"administración justo a tiempo". La
pieza clave se llama RFID o
Identificación de Radio Frecuencia.
Son etiquetas electrónicas que
permiten ubicar el objeto al cual son
adosadas y seguir sus movimientos.
Benetton acaba de encargar 15
millones para sus productos. Su
utilización masiva por parte de las
fuerzas armadas estadounidenses es
una parte esencial de la "revolución
en los asuntos militares" favorecida
por el Pentágono.
6. Las etiquetas tienen un microprocesador que guarda
datos relativos al objeto en cuestión y una antena de
radio para comunicarlas. Escaneada en cada etapa de
sus desplazamientos, la información se guarda en bases
de datos accesibles desde cualquier parte del mundo
gracias a los sitios web propios de los militares. El
objetivo es lograr lo que ellos denominan "total asset
visibilidad total de los recursos.
Según la Federal Computer Week, revista especializada
en las tecnologías de la información del gobierno, el
Pentágono posee más de un cuarto de millón de
contenedores que circulan entre 400 lugares en más de
40 países. Y la revista agrega: "Ahora, las autoridades
militares saben exactamente donde se encuentra un
cargamento en su ruta desde la fábrica hasta la
trinchera. Incluso pueden cambiar la ruta si surge una
necesidad urgente."
Los militares se inspiraron en empresas como Swatch,
Caterpillar o Dell. El diálogo es natural, como lo
confirma esta frase de Fred Smith, PDG de FedEx, "El
dominio de la logística es tan vital en la economía
digital como lo fue para el extraordinario éxito del
Imperio Romano".